𝖷𝖵𝖨. 𝖱𝗒𝖽𝖾𝗋 𝖶𝗁𝗂𝗍𝖾𝗅𝖾𝗒 3/3
MARATÓN 3/3.
Charlotte's POV.
Las citas en Paris eran pésimas.
Estaba siguiendo todos los consejos que ofrecía internet: no parecer demasiado accesible, no tener sexo demasiado pronto y no poner todos los huevos en una sola cesta. Pero pasaba de una decepción a un desastre.
Pasé el dedo por la pantalla del teléfono para leer un mensaje.
«Espero que nos veamos esta noche».
Miré la agenda y encontré una entrada que decía: «Cena con James». Clavé los ojos en el teléfono. ¿Había confundido los contactos?
Jameson era el empresario con buena colonia y tenía un gato. Había aceptado tener una cita para cenar con él porque me había fallado antes, además iba a llevarme a Le Cinq, estaba claro que ganaba mucho dinero.
Iba a cancelar la cita con Jameson e iba a llamar, Chloe, para tomar unas copas. Quería disfrutar de la noche, no amoldarme a la velada que se suponía que tenía que pasar una chica de veintitantos años en Paris.
—Espero por Dios que te los estés tirando a los dos —dijo Chloe mientras leía el apartado de una revista en dónde decía que Harry Styles y Sophia Gosling sufrían una crisis matrimonial.
Ella siempre me decía la verdad, y creía en mí más que nadie que yo conociera.
—Shhh —dije, mirando a mi alrededor para comprobar si alguien la había oído.
El pub, uno de mis favoritos, parecía un club privado de los años 50; iluminación tenue, sofás Chesterfield y acordes típicos franceses provenientes del piano de cola que había en la esquina. Era el glamour que me había imaginado que reinaba en Paris en lugar de la realidad de las citas, las colas eternas y el tráfico.
—Bueno, en realidad, ¿para qué me traes a un lugar como este? —preguntó.
Tenía razón. Era el tipo de lugar al que Blair, Tiffany y Siena íbamos en Manhattan. Con Chloe normalmente terminaba yendo a por hamburguesas al centro.
—Me gusta.
—¿Y qué? —preguntó Chloe—. ¿Te estás tirando a los dos o no? Sé que es demasiado esperar pero... Creo que me gustaría probar un trío antes de hacerme vieja. Me refiero a estar con dos hombres —aclaró—. Lo hice siendo dos chicas y un chico en la universidad y no me gustó.
Me atraganté con la copa y me puse a toser.
—Chloe, por favor. No me hagas sentir vergüenza. Modérate esta noche.
—Bueno, si respondes a mi pregunta, dejaré de ser tan sincera.
—No, no me los estoy tirando... Y menos a los dos a la vez. ¡No se nada de Harry sus problemas matrimoniales!
—Aggg —dijo Chloe—. Debía habérmelo imaginado. Dime que has follado con alguien desde que te peleaste. Por favor. Dime que tu vibrador no es el único con el... ¡Oye, claro que no! Te tiraste a Zayn en Monte Carlo, lo había olvidado.
Chloe me cogió la mano.
—Sé que he dicho esto muchas veces, pero lo que necesitas es un rollo de una noche. Estás pensando demasiado en el sexo. Y es solo sexo. Como cepillarse los dientes o hacer ejercicio. Se trata de un hecho de la vida.
—Es complicado —entendía y estaba de acuerdo con Chloe en que el sexo no era algo tan importante.
—No lo es. Y francamente, si te pone tan nerviosa, puedes quedarte tumbada en la cama mientras él hace todo el trabajo. No será tan satisfactorio, pero si solo estás dispuesta a eso, con ese cuerpo de infarto y tu preciosa cara, no necesitas hacer nada más para excitar a un hombre.
—¿De verdad tenemos que tener esta conversación? —No estaba nerviosa. Echaba de menos el sexo, solo que no quería una relación condenada al fracaso.
Chloe alargó la mano y me dio una palmadita.
—Vamos a seguir teniendo esta conversación hasta que superes este obstáculo que supone para ti tu primera vez, como si fuera el anuncio de un amor. La vida no es un spot de Coca-Cola. No solo la tuya, la de nadie. Y Harry se ha ido y no va a volver. De todos modos, ya sabes que ahora se está tirando a Miss Rubia con boobies grandes.
No entendía muy bien por qué ella era más excitante que yo.
—No creo que mi vida sea un anuncio de Coca-Cola.
—No estoy de acuerdo. Entiendo que Harry no sea el único tipo con el que te has acostado, pero a pesar de la decoración que nos rodea, no estamos en los años 50 —trazó un círculo con el dedo en el aire—. No eres ama de casa. No tienes que fingir que no te gusta el sexo. La vida no es así en el mundo moderno.
—Me gusta mucho el sexo. No soy frígida.
Chloe suspiró.
—Harry no te dejó porque seas aburrida en la cama. No tienes que tener miedo... Además, modelabas lencería frente a todo el Madison Square Garden cuando tenías dieciocho, esto es lo mismo.
—Sí, lo sé —Harry no era aburrido en el dormitorio, y yo disfrutaba del sexo con él. Pero habría estado abierta a algo... nuevo, más excitante. No se trataba de que hubiera querido lanzarle las llaves del coche para que me follara en el asiento trasero mientras cenábamos en el club de campo o algo así, pero quizás podríamos haberlo hecho en el suelo de la cocina, o podría haberme soltado alguna guarrada de vez en cuando—. No estoy lista para una relación.
—El sexo no implica una relación. ¿Estás esperando a ver si alguno de esos tipos con los que sales son perfectos para follar con ellos? —preguntó, arqueando las cejas como si fuera lo más ridículo que hubiera oído jamás.
Me encogí de hombros.
—Es más que estoy evitando tener una relación no teniendo sexo.
Asintió.
—Vale. Ya lo entiendo. Pero que tengas sexo con alguien no significa que hayas iniciado una relación con él. No siempre. Lo que necesitas es sexo con un extraño.
Nunca antes había ligado en un bar.
—Entonces, ¿cómo es eso de un rollo de una sola noche? En el caso teórico de que estuviera preparada para hacer algo así.
Chloe se tragó un sorbo de vodka antes de sonreír.
—Elige a alguien —señaló con la cabeza a un hombre sentado en la barra, que revolvía su bebida mientras miraba el fondo del vaso como si tuviera muchas cosas en la cabeza—. Ese está muy bueno. No lleva anillo de casado. A por él.
—No seas idiota. No puedo simplemente ligarme a alguien —por lo que podía apreciar, el hombre de la barra era atractivo; tenía la mandíbula fuerte, un traje bien cortado que se notaba que estaba hecho a medida. Pero podía seguir viviendo en casa con su madre o tener un fetiche con la orina de las mujeres... o de los hombres. Estaba preparada para traspasar mis límites, pero había límites y límites.
—Sigues insistiendo en que quieres ser más aventurera. Pero creo que no te preocupas por el resultado; has dejado que el idiota de Harry te haga pensar cosas raras. Así que en el caso teórico de que quisieras tener una aventura de una noche, ese sería perfecto —señaló con un gesto al hombre de la barra—. Busca a alguien con quien follar. Alguien a quien no volverás a ver, y cuando encuentres a alguien que te guste de verdad, podrás tener una relación con sexo.
—Me gustaba Jameson, la verdad.
—Quizá. Pero no lo suficiente. Tal vez es por la presión. Con un extraño no hay expectativas, salvo que vas a tener sexo.
Tal vez eso era todo. Tal vez no necesitaba pensar en ello, ni en nada.
—Lo estás haciendo —dijo Chloe, frunciendo el ceño.
—¿El qué?
—Eso de darte toquecitos con el dedo índice. Es irritante.
—Tú eres irritante. Vé a la barra, ya.
Se encogió de hombros como si la idea no le molestara. Chloe siempre estaba segura de sí misma y de todo lo que la rodeaba. Era casi como si llevara unas gafas superresistentes realizadas con una aleación de ciencia ficción; veía las cosas de forma diferente, con mucha más claridad que yo. Y, por lo general, ella tenía razón.
Bueno, ¡a la mierda!
—Enseguida estoy de vuelta con dos French 75. —Me levanté y no miré atrás para ver si había sorprendido a Chloe. No quería perder el valor.
Tampoco iba a tener que hablar con el hombre de la barra. En cualquier caso, sería mejor que no lo hiciera. Podía demostrarle a Chloe que ligar con un hombre no era tan fácil como ella pensaba.
Mis tacones rojos de charol repiquetearon en el suelo de madera, aunque no llevaban el mismo ritmo que los latidos de mi pecho. El tipo que Chloe había señalado estaba sentado en la esquina de la barra, así que en lugar de ir a su lado, fui a la otra esquina: de esa manera podía comprobar que no solo era guapo de perfil.
Apoyé las manos en el brillante mostrador caoba, sin mirar a la derecha intencionadamente. El barman no estaba detrás de la barra.
—Creo que ha salido un segundo —comentó el guaperas con un acento que no pude ubicar. Le eché un vistazo. No, no solo era guapo de perfil. Tan pronto como lo miré, fue como si mis ojos se quedaran pegados a los suyos. Sonrió—. Hola.
Contuve el aliento y sonreí, cerré los puños y me clavé las uñas en las palmas de las manos.
—Hola —sus ojos, de color chocolate intenso, me miraban como si fuera lo único que había en el pub.
—Ryder —se presentó—. Ryder Whiteley.
—Oh. Charlotte —asentí, todavía sonriendo—. Es mi nombre. Quiero decir que mi nombre es Charlotte.
«Tranquila, Charls. Es solo un hombre».
Solo que no era así. Sin duda no se parecía a ningún otro hombre que yo hubiera conocido. Parecía una estrella de cine. Incluso sentado, noté que era más alto que Harry medía más de uno ochenta. Tenía la piel bronceada y el pelo castaño y brillante. Cogía su vaso con una mano enorme, mientras se acariciaba la mandíbula con la otra.
Arqueó las cejas.
—¿Charlotte? ¿Aitchison?
—No, O'Marks.
Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa de medio lado y asintió.
—Charlotte O'Marks. Me gusta cómo suena.
«Me gusta cómo suena...». Lo repetí mentalmente, tratando de adivinar el acento. Y por fin lo conseguí. Era británico. Labios llenos y curvados.
Media sonrisa.
Ese acento.
Vaya.
—Lamento haberla hecho esperar —dijo un hombre a mi izquierda. Intenté volver la mirada hacia el camarero, pero Ryder la había apresado.
—Charlotte y su amiga quieren beber algo. Ponlo en mi cuenta —indicó Ryder.
—Eso es un poco arriesgado. ¿Y si dijera que voy a pedir una botella de Cristal? —pregunté.
—Diría que aquí no lo sirven, pero el Krug de 2001 es excelente. Y lo pondría en mi cuenta.
No supe cómo responder.
—Martin. El Krug —dijo Ryder al barman.
Sonaba autoritario. Tal vez fue la forma en que cada palabra que decía.
—¡Oh, no! No es... En realidad solo he venido por un par de cócteles. Lo mismo otra vez, si no le importa —pedí al barman. Había olvidado el nombre del cóctel que Chloe me había dicho.
—¿Estás rechazando el Krug? —preguntó Ryder con el ceño fruncido.
—Sí. Así puedo hablar contigo sin que pienses que has comprado mi tiempo.
Ryder arqueó las cejas.
—Algo que me parece una buena disculpa. Dime, ¿por dónde empezamos?
Mierda, no tenía ni idea de lo que venía después. Solo me había acercado a pedir un cóctel porque Chloe me había provocado.
Él inclinó la cabeza a un lado y esperó a que me decidiera a hablar.
—Dime de qué estás hablando con tu amiga —indagó—. Parecía que no querías que nadie las interrumpiera.
¿No se suponía que debíamos empezar por lo básico? ¿En qué trabajaba? ¿Vivía en Paris? Había algo en la forma en que me miraba que me decía que ese tipo quería llamar a la puerta de mi alma.
—Tú primero —invité—. ¿Por qué estás aquí? ¿Acaso necesitas ahogar tus penas? ¿Una mala ruptura? ¿Has perdido un millón de dólares?
Se rio.
—Nada de eso —dijo, tomando un sorbo de su bebida—. Intento mantenerme despierto para despertarme mañana sin jet lag. He llegado de Londres hoy a primera hora.
«Londres. Interesante».
—¿Estás aquí por negocios? —pregunté, apoyándome en el taburete y permitiéndome relajarme un poco.
—Vivo aquí, y mi negocio también está aquí. ¿Tú vives en Paris?
Asentí.
—¿Así que solo estabas de visita en Londres?
—Sí, mi abuelo se cayó y por eso fui allí, para ver cómo estaba. Aunque mi familia vive en Londres.
Puse los ojos en blanco. Menuda bola.
—¿Has ido a visitar a tu abuelo enfermo? —me levanté y miré para ver si nuestros cócteles estaban listos—. ¿Se lo creen muchas chicas cuando se lo dices?
Se rio.
—Tienes razón. Parece mentira. Pero es verdad. Por suerte se encuentra bien, y no has herido mis sentimientos —no sabía si estaba jugando conmigo.
—Bueno, si tu abuelo está enfermo, entonces lo siento.
Sus ojos parecían brillar mientras me miraba, dándome mucho tiempo para terminar lo que estaba pensando.
—Gracias—dijo finalmente—. Si quisiera ser cursi, te pediría que me dijeras algo sobre ti que nadie más sabe.
—¿Eso es cursi? Bueno, mejor que sea un poco cursi y no una guarrada.
—Bueno, es bueno saber en qué terreno me muevo —sus ojos volvieron a brillar. Sus pestañas eran tan largas que tuve que observarlas de cerca para comprobar que no llevaba rímel.
La ciudad estaba llena de metrosexuales, pero no iba a acostarme con un hombre que usaba maquillaje. Me gustaban los hombres que pensaban que todo lo que no fuera gel de ducha y champú era estrictamente para personas con vagina.
Pero las pestañas de Ryder no tenían ninguna mejora artificial.
—Entonces, ¿por qué no me dices tú algo que nadie más sepa? Algo verdadero —dije.
—A veces no puedo dormir por la noche porque me preocupa no poder hacerlo todo antes de morir —comentó, mirando a lo lejos y luego a su bebida.
—¿Hacer qué? —tal vez había vuelto de visitar a su abuelo y se sentía tan filosófico como para preguntarse cuál era su lugar en el mundo.
—Todo lo que quiero hacer —me miró fijamente la mano y la retiré—. ¿Nunca piensas en ello? ¿En qué queda al final?
Su expresión era tan triste que quise alegrarlo.
—Un martes no —respondí de forma práctica.
Me miró, sonriendo.
—Es una buena estrategia. Voy a probarla. Ahora es tu turno.
—¿Algo que nadie más sabe? —Mi familia me conocía muy bien, y Marcus me conocía por dentro y por fuera—. No estoy segura de que haya algo que nadie más sepa.
—Mentirosa —susurró.
Estaba bastante segura de que aquella conversación no era de las que llevaba a la cama. Sin duda no me parecía el típico juego previo.
—Bien, una cosa que nadie más sabe —dije, echando los hombros hacia atrás y recogiendo los dos cócteles que el barman había puesto delante de mí—. Creo que eres muy sexy.
Y antes de que pudiera captar su expresión, me volví hacia Violet con nuestras bebidas.
¿Acababa de decir eso? Bueno, era verdad. Y nadie más lo sabía salvo yo. Es decir, estaba segura de que mucha gente le decía que era sexy. Pero yo no se lo había dicho a nadie. No lo había hecho hasta que se lo dije a él.
Cuando giré la cabeza me encontré a Ryder, que se había detenido al lado de nuestra mesa. ¿Qué habría escuchado?
—Yo también creo que eres sexy —dijo, mirándome fijamente—. Y quiero que me des tu número.
—Yo ya me iba —me avisó Chloe, cogiendo el bolso y levantándose de la silla detrás de nosotros.
—Espera, voy contigo —de repente hacía allí demasiado calor, y necesitaba un poco de aire.
—No, no lo harás —intervino Ryder—. Te vas a quedar aquí un rato. Conmigo. Quiero conocerte un poco mejor.
La boca de Chloe se curvó con una brillante sonrisa.
—Ya has oído al hombre con acento británico. Llámame más tarde. Te quiero —y antes de que tuviera la oportunidad de protestar, mi amiga desapareció y yo me quedé sentada frente al británico más sexy que hubiera conocido nunca y que no parecía encontrarme aburrida en absoluto.
Quiero compartir con ustedes la preciosísima portada que EditorialLatina ha hecho para Million Dollar Miss. Es hermosa, ¡muchas gracias! ♥️
Cuéntenme que les parece ♥️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top