𝖨𝖷. 𝖢𝗂𝗎𝖽𝖺𝖽 𝖽𝖾 𝗅𝗎𝗓
Nueva York.
Narrador Omnisciente.
—Feo, feo, feo —dijo Charlotte.
Hizo un bollo con el vestido negro nuevo y lo tiró sobre la cama.
¿Un maravilloso vestido de Tocca? ¡Venga, que no es feo, anda! Aquella semana Charlie se había decidido a recuperar a su ciudad, sin importar que Harry y Sophia merodeasen por ahí, finalmente acabó decidiendo por quedarse, había ido a fiestas, vuelto a casa, visto un poco de tele, cenado, visto un poco más de tele e ido a dormir. Hasta hizo algunas llamadas para Pierre, quién llevaba a la cima a Industrias O'Marks. Con los únicos que habló fue con sus amigos, Noah, Blair, Tiff e incluso con Nate y su madre, y quizá un saludo al pasar junto a alguna chica en Cartier.
Comenzaba a sentirse semiinvisible, como la sombra de la antigua Charlotte, una chica que la gente había conocido pero ya no recordaba. Además, por primera vez en su vida se sintió fea y torpe. Sus ojos y su pelo le parecían opacos, y su hermosa sonrisa y comportamiento fascinante habían sido acordonados hasta próximo aviso.
Ahora era viernes, la noche de la fiesta Rosa y tenía una pregunta que no podía responder: ¿ir o no ir?
Antes, antes de una fiesta elegante como aquella, Charlie y sus amigas se pasaban la mitad de la noche vistiéndose juntas: bebían ginebra con tónica, bailaban por ahí en ropa interior, se probaban cosas chulas. Pero hoy, con veinte y tantos, Charlotte revolvía su armario sola, oyendo como Sophia revoloteaba por el Penthouse platicando por teléfono.
Estaban los vaqueros con el roto en la pierna donde se había enganchado en la cerca de alambre de púas de Ridgefeld. El vestido de satén blanco que se había puesto para el baile de Navidad de hace dos años. La chupa de cuero vieja de su padre. Las zapatillas viejas de tenis que tendría que haber tirado hacía varios años. Y, ¿qué es esto? Un jersey de lana roja de Zayn. Charlie hundió la nariz en él. Olía a ella, no a él.
En el fondo del armario encontró el vestido charlestón de seda rosa que compró con Blair en Prada en un viaje a Paris. Era el tipo de vestido que te pones para beber, bailar y lucirte en una casa enorme llena de gente que se lo está pasando bien. Charlie recordó la buena vida que se daba cuando compró aquel vestido, la vida de la Charlotte de antes, la de hacía cinco años. Se quitó la bata, la dejó caer al suelo y se pasó el vestido por encima de la cabeza. Quizá con él recobrase su poder perdido.
Descalza, se dirigió al vestidor de su madre, donde se arreglaba para su fiesta de etiqueta.
—¿Qué tal? —dijo Charlotte, haciendo un pequeño giro frente a ella.
—Oh, Charls, ¿no te pondrás eso, no? Dime que no —exclamó su madre, abrochándose un largo collar de perlas al cuello.
—¿Qué tiene de malo? —dijo la blonda.
—Es un trapo viejo —dijo la señora Gosling—. El mismo tipo de
vestido que llevaba mi abuela cuando la enterraron.
—¿Qué tienen de malo los trajes que compraste con tu madre la semana pasada? —sugirió Jeremy ingresando a la alcoba—. ¿No te compraste nada para llevar a la festa?
—Por supuesto que sí —dijo su madre—. Se compró un vestido rosado precioso.
—Que hace que parezca una monja gorda —dijo Charlie enfurruñada. Colocándose las manos en las caderas, se miró en el espejo de cuerpo entero—. Me gusta este vestido. Tiene personalidad.
Su madre suspiró desaprobadoramente.
—Y Sophia, ¿qué van a llevar? —preguntó.
Charlie se quedó mirando a su madre y parpadeó.
—De hecho, aún no la he visto en el día de hoy —mintió. Claro que la había visto. La de perfecta figura se encontraba caminando por toda la sala platicando con una de sus tontas amigas acerca de qué peinado se haría esta noche.
Su madre estaba a punto de hablar cuando Charlie oyó que sonaba el teléfono de su habitación. ¿Sería Harry que llamaba para hablar? ¿O Zayn?
Corrió por el pasillo para cogerlo.
—¿Dígame? —dijo sin aliento.
—Hola, americana. Perdona que no te llamase.
—Hola —dijo.
—Te vi en el periódico el domingo pasado. Estás totalmente pirada —rió Pierre—. ¿Qué ha dicho tú familia? ¿Qué tal el después a tu extraño Año Nuevo?
—Nada. Es como si me dejase hacer lo que se me ocurriese. Todo el mundo cree que... yo que sé, que me he torcido o algo por el estilo —dijo Charlie, intentando encontrar la forma de expresarse.
—Eso no es verdad —dijo Pierre—. Eh, ¿qué te pasa? Pareces triste.
—Sí —dijo Charlie con el labio inferior trémulo—. Es que lo estoy. No lo sé. Hay una festa a la que tengo que ir, todo el mundo va. Ya sabes cómo es —comenzó.
—No parece tan terrible —dijo Pierre con cariño.
Charlotte apoyó las almohadas contra el cabecero de la cama y se metió bajo el edredón. Reclinó la cabeza en las almohadas y cerró los ojos.
—Pero es que no me siento cómoda con Sophia y Harry por doquier. No sé porqué, pero desde que volví, es como si tuviese la enfermedad de las vacas locas o algo por el estilo, y me ha dicho de ser amigos y "comenzar de nuevo". ¿Qué tipos de ex comienzan de nuevo? Ya ni sé qué me está sucediendo. Había olvidado a Harry pero olvidé lo duro que era verle cogiendo la mano de alguien más —explicó.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
—¿Y qué hay de Zayn? Seguro que él te apoyará —dijo Pierre.
—Ya no —dijo Charlotte en voz baja, las lágrimas corriéndole por el rostro. Cogió una almohada y se secó las mejillas—. Ni siquiera responde mis mensajes.
—Pues... ¿sabes lo que te digo? —dijo Pierre.
Charlotte tragó y se secó la nariz con el dorso de la mano.
—¿Qué?
—Que los folle un pez. No los necesitas. Eres la chica más guapa del hemisferio occidental. Que les den, que les den, que les den.
—Sí —dijo Charlie, dudosa—. Pero mis sentimientos siguen encontrados...
—Tú misma acabas de decirlo. Puedes comenzar de nuevo, lo has logrado una vez. Te lo digo en serio —dijo Pierre—. No puedes permitir que unos tontos del culo te conviertan en una tonta del culo. Tienes que mandarles a la mierda.
Era un consejo perfecto. Charlotte se rió, se secó la nariz con la almohada y la tiró al otro extremo de la habitación.
—De acuerdo —dijo sentándose—. Tienes razón.
—Siempre tengo razón. Por eso que resulta tan difícil encontrarme. Hay una gran demanda de gente como yo —dijo.
—Te echo de menos —le dijo Charlie, mordisqueándose la uña del meñique.
—Yo también te echo de menos, extraño tus gritos nefastos por las oficinas —dijo Pierre.
—¿Charlotte? ¡Nos vamos! —llamó su madre desde el vestíbulo.
—De acuerdo, tengo que dejarte —dijo Charlie—. Te quiero.
—Adiós. Te quiero más.
Charlotte colgó.
A los pies de la cama estaba la invitación para la fiesta de rosa que le había dado Blair. La cogió de un manotazo y la tiró a la papelera. Pierre tenía razón. No tenía por qué ir a una estúpida festa de benefcencia porque todos los demás fuesen. Ni siquiera querían que fuese. A la mierda. Era libre de hacer lo que quisiese.
Fiesta de Rosa.
—Las flores están genial —dijo Sienna tomando el brazo de Niall. Besó a Tiffany y a Blair en ambas mejillas—. ¡Y qué vestido tan precioso!
—Gracias, Sienna —dijo Tiffany, bajando la mirada al vestido de satén verde que llevaba.
Le había venido la regla aquella mañana, pero tenía que llevar ropa interior extremadamente fina con aquel vestido. Estaba nerviosa. Un camarero pasó con una bandeja de champán. Tiffany cogió al vuelo una copa y se la tomó de un trago. Era la tercera que se bebía.
—Me encantan tus zapatos —dijo.
Blair, llevaba sandalias doradas de tacón con tiras que se ataban hasta la rodilla. Le quedaban perfectas con el corto tutu rosa y la coleta superalta. Parecía una bailarina.
—No veo el momento de que nos den las bolsas de regalo —chilló Louis—. Son de Kate Spade, ¿no?
—He oído que vienen hasta con un condón que brilla en la oscuridad. —Niall lanzó una risilla—. ¿No es genial?
—No sé para qué lo querrás tú —dijo Louis.
—¡Mira quién habla! —se picó Sienna bebiendo su Bloody Mary.
—¿Blair? —la llamó una voz trémula.
Blair se dio la vuelta. Detrás de ella se encontraba Harry, sin Sophia, por fortuna.
—Ah, hola —dijo Blair con frialdad.
Harry dirigía ansiosas miradas al salón, a rebosar de gente, música y humo. Por todos lados titilaban velas negras de un metro de altura dentro de altos jarrones de cristal adornados con plumas de pavo real y fragantes orquídeas.
—Dios, no conozco a nadie —añadió el rizado nervioso. Habían pasado cinco años luego de su última fiesta en Nueva York.
—¿No? —dijo Liam arqueando una ceja.
En aquel momento, una camarera le pasó a Harry un plato de sushi frente a la nariz. El castaño cogió un compacto rollito de atún y se lo zampó, al igual que Tiffany lo hizo.—Charlotte no ha llegado todavía —dijo, masticando hambrienta—, pero estoy segura de que no le encantará verte.
—Vale. Supongo que la esperaré aquí, entonces —ironizó Harry, cogiendo dos copas de champán de una bandeja. Le pasó una a Blair—. ¿Quieres esperar conmigo?
Blair cogió la copa, echó la cabeza hacia atrás y se la bebió de un trago. La pegajosa dulzura efervescente no casaba mucho con el pescado crudo y las algas que acababa de comerse.
Lanzó un eructo, un poco mareada.
—Enseguida vuelvo —dijo, corriendo prácticamente hacia el cuarto de baño.
Harry tomó un sorbo de champán y contempló los candelabros de cristal que colgaban del techo. Cerró los ojos y se acabó el champán. Cuando los abrió nuevamente, todo brillaba a su alrededor, pero no había señales de Charlotte.
Pasó otro camarero con champán y esta vez Sienna cogió otras dos copas.
—¡Hola, gente! —exclamó en voz alta Zayn, abriendo de par en par las puertas del viejo edifcio de Barney.
Como siempre, Nate, Noah, Zayn y Green se habían fumado un buen porro antes de la festa. Green estaba con un colocón eufórico. Al atravesar la puerta, vio pasar a Blair entre la gente con la mano cubriéndose la boca y le entró la risa foja.
—¿De qué te ríes, tonto del culo? —dijo Noah, dándole un codazo en las costillas—. Déjala beber.
Green se pasó la mano por la cara e intentó poner expresión seria, pero era difícil mantenerse serio en un sitio lleno de chicos vestidos como pingüinos y chicas con trajes tan sexys. Sabía que Blair estaba en el cuarto de baño, vomitando, como siempre. El tema era, ¿debería ir a rescatarla? Era el tipo de cosa que haría un ex novio bueno y considerado.
—El bar está por allá —dijo Zayn, liderando el camino.
—Enseguida los veo —dijo Green, abriéndose paso entre la gente que abarrotaba la pista de baile.
Pasó junto a Noah, que refregaba su entrepierna contra el culo de una chica bajita con el pelo castaño rizado y un canalillo impresionante, y se dirigió al cuarto de baño de señoras.
Pero Blair no había logrado entrar en el cuarto de baño. Antes de que llegase allí, la detuvo una mujer cuarentona con un traje de Chanel y un pin en el que ponía: "Salvemos a los halcones".
—¿Blair Stirling? —dijo la mujer. Alargó la mano y esbozó la Sonrisa Para Solicitar Fondos—. Soy Rebecca Agnelli, de la Fundación Salvemos al Halcón Peregrino de Central Park.
Sí que fue inoportuna. Blair miró la mano de la mujer. Con la suya se apretaba la boca para contener el vómito que amenazaba con salírsele en cualquier momento. Comenzó a retirarla para poder estrecharle la mano a la mujer, pero en aquel momento pasó un camarero con una bandeja de crepitantes brochetas de pollo con especias, lo cual le causó una arcada. Cerró los labios con fuerza y cambió de mano: se apretó la boca con la izquierda y alargó la derecha.
—Es maravilloso conocerte por fn —dijo la mujer, cuando se estrecharon la mano —. No sé cómo agradecerte lo que has hecho.
Blair asintió con la cabeza y retiró la mano. Miró a su alrededor, buscando ayuda desesperadamente. Tiffany y Sienna bailaban juntas. Zayn y Louis repartían copas para todos. Nate intentaba enseñarles a Liam y a Niall a hacer aros de humo junto a la barra. Sophia y Harry estaban besándose junto a la fuente de agua. Noah bailaba con la chiquita esa, y la apretaba tanto que parecía que le iba a reventar las tetas.
Todos los extras estaban allí, pero se dio la vuelta y vio a Green que se aproximaba entre la gente. Tenía los ojos inyectados en sangre, el rostro inexpresivo, el cabello despeinado. Parecía más un actor secundario desconocido que un protagonista.
—¿Blair? —llamó Green, empujando con cautela la puerta del cuarto de baño de señoras—. ¿Estás ahí?
Blair estaba de cuclillas en el último váter.
—Mierda —dijo en voz baja, secándose la boca con papel higiénico. Se puso de pie y tiró de la cadena—. Enseguida salgo —dijo, esperando que él se marchase.
Pero Green abrió la puerta del todo y entró. En los lavabos había botellitas de Evian, perfume, laca para el pelo, Aspirinas y crema para las manos. Abrió una botellita de agua y se echó un par de Aspirinas en la palma de la mano.
—Todavía estás aquí —dijo Blair, al salir y verle.
Green le alargó los analgésicos y el agua mineral.
—Todavía estoy aquí —repitió.
Blair tragó las pildoras, sorbiendo el agua lentamente.
—Estoy bien —le dijo—. Puedes volver a la fiesta.
—Estás muy guapa —le dijo Green, sin hacerle caso—. Entonces, ¿está todo bien? —dijo.
Blair vio la imagen de los dos en el espejo, elevó su mirada a los maravillosos ojos verdes de Green y asintió con la cabeza.
—Te lo prometo —asintió con la cabeza.
Y luego se besaron: un beso triste, tierno. Blair oyó en su cabeza los acordes que indicaban el fnal de la escena.
—Venga —dijo Green, apartándose y limpiándole el rímel del párpado inferior—. Vamos a bailar.
...
La DJ de la fiesta Rosa acababa de romper con su novio tras cuatro años juntos y ponía melodías tristes y lentas de amor encadenadas. Parejas vestidas maravillosamente se abrazaban y se mecían al ritmo de las melancólicas canciones, moviéndose apenas bajo las suaves luces.
El aire olía a orquídeas y velas, a pescado crudo y humo de cigarrillo, y había una plácida sofísticación en la noche, que era a la vez inesperada y conocida. No era la fiesta fantástica que algunos esperaban, pero tampoco estaba mal. Todavía quedaba mucha bebida, nada se había prendido fuego, y la policía no se había presentado a verifcar si menores de edad bebían alcohol. Además, era el principio del año, quedaban toneladas de fiestas todavía.
Green y Blair bailaban juntos, la mejilla de ella contra el pecho de él, ambos con los ojos cerrados, los labios masculinos rozándole a ella la cabeza.
Noah había decidido bailar con Tiffany felizmente mientras Sienna y Niall se encontraban disfrutando de la melodía. Todas las parejas estaban en perfecta armonía, menos Sophia y Harry.
Sophia estaba en el segundo piso bailando con un par de amigos de la Universidad y Harry estaba sólo, bebiendo un Martini, observando a Zayn apretar las caderas de una extraña mujer y agradeciendo el simple hecho de que no fuese Charlie, pero... ¿y Charlie?
Estaba cansado de imaginar películas. En aquel momento, la vida real le bastaba y sobraba pero sólo faltaba ella.
Mientras atravesaba la sala, los ojos de Harry se cruzaron con los de cafés de Charlotte, sus dedos se toparon con el paquete de cigarrillos. Sacó uno y se lo puso entre los labios. El volumen de la música había subido y alrededor de el, la gente bailaba.
Charlotte sentía que Harry la miraba y le temblaron las manos, mientras Harry buscaba un mechero en el bolso.
Como siempre, no tenía. Sacudió la cabeza, enfadada, y miró a Charlotte. Y luego, en vez de mirarse con indiferencia, los dos sonrieron.
Fue una sonrisa extraña, y ninguno de los dos supo lo que la otra persona quería decir con ella.
¿Sonreía Charlotte porque se había quedado con su chica al fnal, humillando a Charlotte? ¿Porque, como siempre, se había salido con la suya? ¿Sonreía Harry porque se sentía incómodo y nervioso? ¿O sonreía porque no podía admitir que se veía hermosa? ¿O fue una sonrisa triste porque aquel era el final?
Quizá sonreían porque en el fondo ambos sabían que pasase lo que pasase, al margen de los amoríos, de la ropa que llevasen, de los millones de dólares que la chica tenía, de la ciudad a la que fuesen, ambos estarían bien.
Después de todo, el mundo en que vivían cuidaba de ellos. Harry se sacó el cigarrillo de la boca, lo dejó caer al suelo y comenzó a andar hacia Charlie. Cuando se encontraron cara a cara, se detuvo y admitió:
—Te ves hermosa —le dijo a Charlotte—. Deberías saberlo.
—Gracias, Harry —murmuró Charlie—. No iba a aparecerme por aquí, en realidad he venido por Tiffany y Blair, pero creo que están disfrutando del sábado mejor que yo —hace una mueca y señala a sus amigas bailando con sus respectivos amigos—. En fin, ya me voy —suspira y camina hacia el Hall de entrada pero es seguida por Harry.
—¿Te vas a ir? —el rizado pregunta, sin más preámbulos, necesitaba saberlo.
—Sí, creo que será mejor que vaya. No hay nada que yo pueda hacer aquí—dijo, se veía cabizbaja.
—Te acompañaré —se ofreció Harry. Charlotte frunció el ceño confundida.
¿Acaso no tenía una flamante novia a la cuál complacer esta noche?
—¿Estás seguro?
—Claro que si, Charlie —asintió con seriedad—, de hecho, tampoco hay algo que deba hacer aquí después de todo.
—De acuerdo —dijo Charlotte, sonriendo tímidamente. La noche se estaba poniendo cada vez mejor—. Vámonos entonces...
Harry la siguió hasta la cera. Charlotte llamó a su chofer, y minutos después llegó su limusina, y Harry le abrió la puerta a Charlotte. El aire de enero era muy fresco y olía a azúcar quemado, y el rizado, de repente, se sintió muy elegante y maduro. Un hombre de esmoquin en la ciudad con una chica guapa. Se deslizó en el asiento junto a ella y se miró las manos cuando el taxi se separaba del bordillo. Ya no le temblaban.
Aunque le pareciese increíble, había tocado a Charlotte con aquellas mismas manos tantas veces. Y ahora se encontraba solo con ella en una limusina privada. Si quería, podía tomarla de la mano, acariciarle la mejilla, quizá hasta besarla.
Contempló su perfl, su piel brillando a la luz amarilla de las farolas, pero no se animó a hacerlo.
—¿Sabes algo? Cuando estaba recostada en mi habitación, no creí que mi noche acabaría contigo —dijo Charlie, dejando caer la cabeza hacia atrás en el respaldo. Se sentía totalmente relajada—. De verdad, no lo esperaba. Creía que estarías con Sophia o algo así...
Sophia. En estos momentos le valía madre. Estaba con el amor de su vida escapando de una aburrida fiesta a la que estaba muy acostumbrado a asistir.
¿Acaso había algo mejor?
—Sí, tampoco yo —asintió Harry con la cabeza—. Me alegra que hayas decidido quedarte todo el invierno.
—Si, bueno... la verdad es que no estaba dentro de mis planes. Me había acostumbrado a los croissants de Paris y la fineza de la gente, pero los taxis sucios y las fiestas de élite ayudaron a decidir sobre mi estadía... —ambos rieron ante las comparaciones de la rubia—. Es mi hogar. Amo Nueva York, ¿a quién quiero engañar? Amo pasar tiempo aquí...
"Pero sólo contigo", deseó añadir Harry. Sólo una chica como Harry consigue que un idiota que es amante de Londres diga que le encanta Nueva York. Se quedaron el resto del viaje en silencio, disfrutando la sensación de cansancio de sus piernas y del aire fresco de la ventanilla abierta en sus frentes. No había nada de incómodo en el hecho de que no se hablasen.
Hasta era agradable. Incluso cuando la canción Over Again de One Direction sonó desde el estéreo de la limusina. Todo parecía arreglado.
Cuando la limusina se detuvo frente al Pembrooke, en la calle Diecisiete, Harry supuso que Charlotte bajaría y el seguiría camino, pero todo lo sorprendió cuando Charlie espetó:
—¿Gustas subir? —le pregunta, una vez bajo de la limusina.
—Claro, sería un placer —asiente. ¿Al final del día que podía perder?
Nada. Sólo perdería la oportunidad de tenerla entre sus brazos nuevamente. Esto le estaba consumiendo, no lo podía soportar más. Le dolía como el infierno, pero solo quería tenerla una vez más antes de que se alejara.
Se encontraban mirando Nueva York en silencio, Harry quedó tras ella y agradeció que el balcón y el apartamento estuviera. Podía escuchar su tranquila respiración, aún no se ponía frente a ella, pero ella no era tonta, ella sabía que él estaba detrás de su cuerpo, ella le conocía perfectamente.
—Siempre nos hacemos las cosas más difíciles —su voz le sorprendió—. Somos unos completos masoquistas, ¿te das cuenta?
Ella tenía mucha razón, siempre encontraban la forma de encontrarse física o sentimentalmente y hacerse sufrir mutuamente.
—Con mucha tristeza me duele admitir que nosotros ya no funcionamos juntos —añadió.
—Estoy de acuerdo —Harry se acercó hasta ella y se recargó en la baranda de vidrio para mirar Nueva York de la misma forma en que ella lo estaba haciendo—, pero tampoco funcionamos muy bien lejos, siempre vuelves a mi y yo siempre vuelvo a ti.
Se quedaron en silencio luego de eso, miraron las estrellas por largos minutos sintiendo como sus corazones latían con fuerza, sintiéndose nerviosos y a la vez tranquilos al saber que estaban juntos. Harry giró su cabeza levemente para mirarla, pero se encontró con la sorpresa de que ella se encontraba mirándole también.
Sonrió ligeramente y al ver sus ojos brillantes y profundos se dejó consumir por ellos como siempre, no pudo evitar suspirar y llevar la mano hasta su mejilla para acariciarla. Ella era hermosa y ella lo sabía, ella lo volvía loco y ella lo sabía.
—Deberías irte —murmuró luego de unos segundos—. Me siento algo indispuesta.
Comenzó a caminar hacia las cortinas que los separaban del balcón, pero en ese momento algo se activó en el Harry interior y no dejó que se fuera. Ella no se podía ir; todos los días añoraba tenerla a su lado, y ahora que la tenía no podía dejarla ir.
Abrió sus ojos sorprendida y luego bajó su vista hasta su mano, la cual Harry sujetaba su antebrazo con fuerza pero a la vez delicadeza.
—No te vayas aún.
—Estoy cansada.
—Por favor...
—Estoy cansada...
Miró como sus ojos caídos se achicaban cada vez más y supo que estaba muerta de sueño.
—Ven conmigo.
...
Entraron a la suite presidencial que Harry había reservado en The Plaza y para Charlotte no fue sorprendente ver que la habitación era mejor que un penthouse de lujo. Admiró la genial vista que tenía Harry y caminó hacia un sofá, dejando su bolso allí. Harry dejó su saco sobre un perchero y se giró para ver a Charlotte recostándose con elegancia en el blanco sofá. Su corazón dio un brinco al analizar la situación; tenía a Charlotte O'Marks junto a él. Tendría una sola noche y no la desaprovecharía.
—¿Quieres algo para beber? —preguntó caminando hacia ella.
—Agua estaría bien.
El caminó hasta un pequeño refrigerador y sacó dos botellas de agua.
Se sentó a un lado de ella en el sofá y le entregó la botella. Charlie suspiró y bebió agua con los nervios a flor de piel. La situación le recordaba a cuando eran novios y eso la ponían bastante nerviosa.
—Te puedo hacer una pregunta —Harry resopló dejando su botella en la pequeña mesa de centro.
Charlie lo miró e imitó su acción. Asintió con la cabeza a su pregunta, esperando con ansiedad saber lo que el quería preguntar.
—¿Por qué estuviste con Zayn allá en Mónaco?
Charlotte suspiró nuevamente bajando la cabeza y se acercó a Harry en el sofá.
—Estaba sola y resignada —levantó la vista—. Por favor, no sigamos dando vueltas en lo mismo de siempre, esta conversación ya la hemos tenido. Esta noche olvidemos todos los dramas.
Harry asintió, porque ella tenía razón, y sonrió levantando su mano derecha, soltó el aire retenido yse atrevió a acariciar con delicadeza los labios de Charlotte.
—Estos labios son míos —dijo con seguridad, sin sonar posesivo, si no tierno.
La piel de Charlie terminó de erizarse y su respiración se elevó. Puso una mano en el hombro de Harry para afirmarse y cerró los ojos mientras el seguía acariciando sus labios y ahora su mejilla. Trasmitiéndole muchos sentimientos con aquel tacto.
Harry tiró de la cintura de Charlotte para que ella cayera sobre su pecho y le siguió acariciando el rostro.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó abriendo sus ojos lentamente— Si caemos en eso... —se sonrojó—, después será más doloroso para nosotros y lo sabes.
—No es mi intención hacerte el amor si no quieres —Harry habló sin timidez—. Solo quiero estar contigo esta noche, en tu compañía, aquí en Nueva York.
—Harry...
—Olvídate del pasado, del presente y del futuro por un momento —la interrumpió y dejó caer su mano en el vacío—. Solo disfruta el momento.
—Y las consecuencias...
—Olvida las malditas consecuencias, Charlotte.
No lo aguantó más y chocó sus labios contra los de ella, haciendo una explosión tanto en su corazón como en el de Charlotte, causando que miles de cosquillas recorrieran el cuerpo de ambos. Se quedaron ahí, con los ojos cerrados, quietos y con los labios juntos sin moverse. Cuando Harry comprobó que ella no se alejaría, se atrevió a mover sus labios con suavidad sobre los de ella, probando de su sabor después de largos y eternos meses. Harry estaba sintiendo los suaves labios de Charlotte contra los de él, esos labios que tanto le encantaban.
El cuerpo de ella temblaba ligeramente mientras Harry le acariciaba la espalda para tranquilizarla. El beso era lento y suave, con amor, con cariño, con pasión. Era un beso que estaba saciando lentamente el deseo de ambos, estaba saciando todos los besos que no se dieron mientras estuvieron alejados.
Charlie se atrevió a acariciar la suave mejilla de Harry y él suspiró en el beso con pesadez. Se alejaron lentamente y ambos sonrieron mirándose fijamente a los ojos. Harry se acomodó en el sofá y Charlie cambió su posición quedando a horcajadas sobre él. Esta vez ella lo besó, tomándolo por sorpresa y abrazándole el cuello con fuerza; ella lo quería sentir nuevamente, sus labios y como la tocaba.
Él pasó sus manos por las piernas de ella, las cuales lo apretaban con fuerza y luego dejó sus manos fijamente en la cintura de la morena. Era como un sueño para él, no quería pellizcarse porque no quería despertar. Había soñado varías veces con tenerla nuevamente sobre su regazo para besarla, y en esos momentos su sueños se estaban haciendo realidad, luego de largos meses ella estaba nuevamente sobre su cuerpo y él la estaba besando con mucho amor.
El besó subió de intensidad cuando Harry coló sus manos bajó el vestido rosa de Charlotte y delineó la línea de su espalda. Ella dio un respingo y Harry sacó su mano en seguida.
—Lo siento —la miró—. Me dejé llevar, lo siento.
Charlie sonrió y tomó el control que estaba sobre el mango del sofá, apretó el botón de la luz para que esta se apagara y cuando estuvieron a oscuras con solamente la luz de la ciudad alumbrando la habitación, lo besó nuevamente, pero esta vez lo besó bajando hasta su cuello y embriagándose con el olor exquisito de Harry. Ese olor que la volvía loca.
Harry rió suavemente y volvió a colar sus manos bajo del vestido de Charlotte, pero esta vez acariciando su estómago.
Se levantó del sofá con ella en brazos y comenzó a caminar por toda la habitación presidencial hasta encontrar la cama y tumbarla con delicadeza sobre ella.
Con las manos temblando ligeramente y con el corazón en la boca, la desvistió acariciando cada centímetro de su piel como si de diamantes o porcelana se tratara. Besó sus labios con suavidad, bajando por su mandíbula hasta su cuello, donde mordió con suavidad y succionó sin ser bruto, siguió bajando hasta sus hombros, luego hasta sus pechos y finalmente descendió por el abdomen de Charlotte, causando que ella gimiera y se estremeciera al mismo tiempo. Besó cada centímetro de la piel de la morena, haciéndola sentir especial como cada vez que hacían el amor.
Charlotte, desnuda se arrodilló el en borde de la cama para quedar a la altura de Harry, quien estaba de pie frente a ella, luego de besarlo le desabrochó la camisa con lentitud mientras él la observaba con atención. Charlie tiró la camisa lejos y luego desabrochó el cinturón de Harry. Sus manos comenzaron a temblar como las de Harry anteriormente y él tuvo que ayudarla. Cuando él término de desvestirse por su cuenta, ambos se quedaron mirando fijamente, siendo conscientes de los que iban a hacer. Harry la abrazó cerrando sus ojos con fuerza antes de tumbarla en la cama y hacerle el amor, como tanto lo habían añorado.
Charlotte gemía suavemente en el oído de Harry, mientras él se dedicaba a besarle el cuerpo.
Acabaron al mismo tiempo y Harry cayó rendido sobre el cuerpo de la chica. Ella lo abrazó con fuerza y le exigió que la besara una vez más, a lo que él respondió gustoso. Se quedaron en silencio mientras ella le acariciaba el torso y trazaba figuras en el, cada vez que hacían el amor ella hacia lo mismo y dejaba leves besos sobre el torso desnudo de Harry mientras él le acariciaba la espalda.
Siempre hacían lo mismo.
Se había formado un silencio cómodo. Harry la estaba mirando fijamente, no quería analizar la situación porque solamente quería disfrutar del momento. No se lo podía creer; había hecho el amor con Charlotte. La tenía en sus brazos una vez más.
—Quien pensaría que esta noche acabaría así —Charlotte levantó la vista.
—Gracias por dejarme hacerte el amor luego de todo lo que hemos pasado —susurró Harry.
—Soy yo la que debería agradecer.
—Te amo.
—Yo también lo hago —Charlie sonrió con tristeza.
—Quizás, en un tiempo más... —inhaló con nervios— cuando la herida de nuestros corazones sané, podamos volver a estar juntos, si es que no encuentras a alguien más.
Para Harry pensar que Taylor podía encontrar a alguien más lo hacía querer llorar, pero no podía quejarse. El estaba con Sophia o eso creía.
—No nos hagamos ilusiones antes de tiempo —Charlie suspiró.
—Prométeme que me esperaras, olvidemos todo lo dicho en Año Nuevo. Esperemos un tiempo por favor... Necesito estar contigo. No lo aguanto, Charlie.
—Tiempo al tiempo.
Esa noche era como un regalo. Esa noche era algo que ellos se merecían desde hace mucho tiempo. Esa noche no era para arreglar sus problemas, ya que claramente causaría más problemas; pero esa noche podrían saciar el deseo de amor de ambos, sin embargo, era algo que los dos merecían; amarse una vez más.
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CAPITULON. Muchas estaban esperando este momento, incluida yo ❤️
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