38 ⌇ SO HOW?

━━━━━ 𝐌𝐀𝐃𝐑𝐈𝐃𝐈𝐒𝐓𝐀;
❛¿ASÍ CÓMO?❜

𝐃𝐄𝐃𝐈𝐂𝐀𝐃𝐎 𝐀
tinitaqlts

















     LOS MESES HABÍAN PASADO CON RAPIDEZ, Fiorella y Pablo ya llevaban dos meses de novios cosa que resultaba bastante increíble, los dos tenían una química tremenda además de que con sus familias se llevaban bastante bien. Las vacaciones de verano estaban resultando de maravilla, Fiorella había conocido a los amigos más cercanos de Pablo que no pararon de decirle que el sevillano siempre hablaba de ella y estaban emocionados por conocerle, se llevaba bastante bien con ellos y eso resultaba genial, la primera mitad del verano la había pasado junto a Pablo y su familia, ahora sería al revés. Fiorella quería ir a Tenerife antes de comenzar clases en la Universidad aunque todavía faltaba para eso extrañaba muchísimo su ciudad.

Así que con Pedri ya estaba arreglando sus valijas, el canario le sacó a Fiorella una camisa.

—¡Deja! —Fiorella se quejó dándole un golpe en el hombro que lo hizo carcajear— vuélveme a sacar otra cosa de la valija y te voy a pegar, Pedri.

El canario soltó una carcajada, se sentía más que bonito que los dos al fin hubiesen recuperado esa amistad que tenían desde niños.

—Estás metiendo demasiadas cosas —le señaló el montón de camisas que Fiorella estaba metiendo, la castaña se encogió de hombros.

—No son demasiadas cosas, en tal caso que lo fueran, es mejor llevar ropa de más —se puso de pie para ir en busca de su cosmetiquera en donde con anterioridad ya había metido todo su maquillaje— es mejor tener ropa de más y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla.

—Revivió la poesía —los dos volvieron a reír.

Después de ordenar todo, Pedri se encargó de subir las valijas al auto, cerraron toda la casa y se subieron al auto del canario para ir en busca de Pablo que ya debía estar esperándoles, y efectivamente así fue cuando llegaron a casa del sevillano que estaba parado afuera riéndose con el novio de su hermana mayor.

Pablo dirigió la mirada al auto de su mejor amigo y agitó su mano en señal de saludo, entró a su casa probablemente para despedirse de sus padres que salieron segundos después junto a él y Aurora, acercándose al auto de Pedri que bajó la ventana.

—¡Fiore, Pedri! —el padre de Pablo saludó al mismo tiempo que su esposa.

—¡Hola! ¿Cómo están? —respondieron los mencionados al mismo tiempo, Pedri abrió la puerta del auto para bajarse y ayudar a Pablo con sus valijas, mientras que Fiorella se quedaba mirando a su novio embobada desde el asiento del copiloto.

Llevaba una camisa negra junto a pantalones deportivos del mismo color y sus zapatos blancos que le daban completa combinación a su outfit. Fiorella detalló a su chico fijamente, preguntándose ¿A caso podía gustarle más? Apenas Pablo se acercó al auto y le lanzó un besito, su corazón comenzó a latir de manera desenfrenada y sintió sus mejillas arder.

—Bastante bien, ¿tú cómo estás Fiorella? ¿Emocionada por ir a Tenerife? —la madre de Pablo preguntó, ella reaccionó para asentir con emoción.

—Muy emocionada para ser honesta.

Se quedó hablando un rato con sus suegros hasta que Pablo junto con Pedri terminaron de ordenar todo para acto seguido, subirse al auto. Fiorella se pasó a los asientos de atrás para estar con su novio y después de despedirse de los padres de su novio y su cuñada, Pedri emprendió hacia el aeropuerto, no estaban tan lejos del mismo así que no se tardarían mucho en llegar.

Ferrán le haría el favor de devolver el auto a casa así que luego de hablar un rato con él para después hacer todo el papeleo del vuelo, se quedaron sentados en las sillas de aluminio del lugar esperando a ser llamados para viajar a Tenerife; los tres estaban de incógnito para no ser atosigados por los fans y los periodistas, por suerte las personas estaban más ocupadas en estar pendiente de su viaje que de si había futbolistas en el lugar o no.

Cuando les llamaron se fueron a subir al respectivo avión, los tres habían quedado juntos.

—Estoy tan emocionada —Fiorella susurró, besando los labios de Pablo que la miró con una sonrisa tonta— ya quiero que conozcas mis lugares favoritos en Tenerife.

Él acarició su mejilla con la yema de su dedo pulgar, para acto seguido acunar su rostro entre sus manos y unir sus labios en un beso.

—Y yo también estoy emocionado porque me muestres esos lugares.

—También porque conozcas mi casa —sonrió, y le contagió la sonrisa a Pablo que estaba enternecido por la emoción de su novia— y mi habitación.

—Que debe estar empapelada con cosas del Real Madrid seguro —le dijo, Fiorella soltó una risita sobre sus labios.

—¿Cómo sabes que sí?

—Ay amor —volvió a besar sus labios, la piel de Fiorella se erizó al escucharle llamarla así, aunque no era la primera vez que Pablo se lo decía obviamente, cada vez que lo hacía se escuchaba tan lindo que era simplemente inevitable no ponerse nerviosa— porque te conozco perfecto.

Ella se rió.

—¿Sí?

Los dos se miraron fijamente, a Pablo le encantaba cuando ella le coqueteaba.

—Sí...—afirmó, rozando sus narices.

Pedri se recargó del asiento, sacando sus auriculares para ver a ambos con una ceja alzada y tomarles una foto para luego negar con diversión, esos dos siempre estaban dándose cariño y honestamente aunque en los inicios le incomodaba y/o molestaba, ya se estaba acostumbrado, agregando a que su amistad ya se había recuperado al cien por ciento con Fiorella y no se sentía enamorado de ella como en los inicios, cosa que le gustaba bastante. Después de su charla con Pablo se habían aclarado muchas cosas y eso era genial sin duda.

El viaje de Barcelona a Tenerife serían tres horas y media, así que los tres se quedaron viendo películas para pasar el rato, Fiorella se quedó dormida a la mitad de la primera película porque se había despertado bastante temprano para ordenar todo.

Cuando llegaron, Pablo se encargó de despertarla dejando besitos pequeños sobre sus labios cosa que, la hizo sonreír y terminó por levantarse. Antes de salir del avión se fue al baño y se arregló rápidamente para acto seguido salir de ahí y alcanzar a Pedri y a su novio.

El clima estaba cálido, Fiorella miró a Pablo ponerse sus gafas de sol y despeinar su cabello, no pudo evitar quedarsele viendo fijamente, es que le encantaba demasiado. Pablo notó que ella lo estaba mirando, la castaña cambió la mirada cuando él notó que ella se le había quedado mirando, sonrió de lado.

—¿Qué pasó, princesa? —la tomó de la mano para apegarla a él y besar su cabello con ternura.

—¿De qué, bonito?

—De que me estás viendo fijamente —se inclinó hacía su oreja para susurrar— ¿Te gusta lo que ves?

Besó el lóbulo de su oreja, Fiorella estaba segura de que lo estaba haciendo al propósito porque sabía que ese gesto la ponía nerviosa y demasiado, se quedó estática y sin palabras, apretó sus labios. Le encantaba cuando Pablo le coqueteaba, cosa que, hacía todo el tiempo —de la misma manera ella con él— y solía ganar porque Fiorella se ponía muy nerviosa.

No pudo responderle porque Pedri informó que Fer los estaba esperando en el parqueadero, así que con las manos entrelazadas, Pablo y Fiorella le siguieron el paso.

—No me respondiste...

—Lo dejamos para más tarde, ¿vale?

Pablo le sonrió de lado, volviendo a lanzarle un besito que la hizo chillar internamente y sonrojarse demasiado, ella se soltó de su agarre, yéndose hasta dónde estaba Pedri y abrazándole para ocultar su sonrojo y el incremento de nervios que tenía en ese momento, Pablo solamente se rió.

Fer se bajó del auto al mismo tiempo que Mía.

—¡Chicos, hola!

—¡Ya los extrañaba! —exclamó la última mencionada uniéndose al abrazo que tenían Pedri y Fiorella en ese momento y jalando a Pablo para abrazarlo también.

—Y nosotros a ti, enana —Pedri mencionó despeinando su cabello, Fer se unió al abrazo que los cuatro mantenían.

—Bienvenido a Tenerife, Pablito —Fer le guiño un ojo al sevillano que sonrió al mismo tiempo que asentía en señal de agradecimiento— vamos que nuestros padres están esperándoles, los ayudo a subir las cosas.

—¿Qué tal tus notas? —Fiorella le preguntó a su hermana que ya había salido de vacaciones de la preparatoria y dentro de poco entraba a la Universidad.

Aunque Mía no sabía si estudiar en Tenerife o en Barcelona como su hermana mayor, la castaña menor le sonrió.

—Excelentes la verdad, extrañaba mucho las vacaciones. Ya hice los exámenes para las Universidades y tengo que esperar los resultados —sonrió con emoción, abriendo la puerta trasera del auto para subirse en los asientos de atrás, Fiorella la miró con una sonrisa.

—¿Y ya sabes en dónde vas a estudiar?

Mía frunció su nariz mientras que negaba, soltó un resoplido para dejarse caer en el sofá y quedarse viendo el techo del auto.

—La verdad es que no lo sé... es que no quiero dejar Tenerife pero bueno, ya me decidiré.

Los chicos se subieron al auto, Pedri se subió en el asiento de copiloto junto a Fer y Pablo se sentó al lado de su novia, poniendo una mano sobre su pierna y acariciándole la misma con delicadeza, provocando que Fiorella sintiese más nervios de lo que ya tenía. Increíble que ya llevaba más de un mes de novia con Pablo Gavi y seguía poniéndose nerviosa con cada gesto que tenía él, lo miró hablándole a los hermanos González como si las caricias que estaba dándole a su pierna no estuviesen generando en ella un máximo descontrol hormonal, apretó sus labios para girarse a ver a su hermana y sonreír, lo amaba.

El camino a la casa de los González y los Fernández no fue tan aburrido y aunque era etapa veraniega no había mucho tráfico por las calles, quizá por lo temprano que era, cosa que los chicos agradecieron.

La familia de Pedri al igual que la de Fiorella vivían en la misma urbanización el uno frente al otro. La castaña miró su casa, sus ojos brillaron y soltando un chillido de emoción, se bajó del auto para saludar a sus padres y a los de Pedri que ahí estaban esperándole.

—¡Los extrañaba tanto! —todos se unieron en un abrazo grupal, Pedri también se abalanzó junto con Fer y Mía al abrazo y Pablo se sintió avergonzado.

Era la primera vez que iba a convivir con los Fernández, es decir, ya había tenido charlas con ellos obviamente porque eran sus suegros, pero era la primera vez que se quedaría en casa de su novia en Tenerife; a diferencia de ella que ya se había quedado en la de él y ya tenía una relación más sólida con sus padres porque obviamente vivían en la misma ciudad.

—Ven muchacho, no seas tímido —Federico le llamó, uniéndolo al abrazo y aunque estaba nervioso, Pablo sonrió ligeramente.

—¿Qué tal el vuelo chicos? Pablo hijo —el padre de Pedri se acercó a despeinarle el cabello, él le sonrió a modo de saludo.

—Fue bastante rápido, pensé que nos tardaríamos más para ser honesto —se adelantó Pedri a responder.

Fiorella sabía que Pablo estaba nervioso, conocía lo tímido que era su chico cuando estaba en un ambiente nuevo, más siendo que estaba en la casa de sus padres y se quedaría allí por primera vez, así que se posicionó al lado de él en busca de su mano para entrelazar sus dedos y dedicarle una mirada cargada de "todo está bien" que Pablo entendió a la perfección.

—Si fue bastante rápido, yo pensaba que iban a llegar al mediodía —Rosy mencionó, mientras que se acercaban a caminar hasta la casa de los Fernández— pero fuera de eso, ¿cómo están chicos?

Se quedaron hablando un rato con ambas familias y poniéndose al día con los chismes que habían en Barcelona, de a poco Pablo fue dejando la timidez y comenzó a integrarse en la conversación que todos mantenían.

Rosy y Amelia les habían preparado algunas galletas que estaban deliciosas, se quedaron hablando un buen rato entre todos hasta que Pedri mencionó que iría hasta su habitación a guardar sus cosas y Fiorella dijo lo mismo, tomó la mano de Pablo para dirigirse hacia las escaleras de la casa que el sevillano estaba detallando con emoción.

La casa en Tenerife de los Fernández era bastante linda, Pablo observaba con una sonrisa los cuadros familiares que estaban en la segunda planta, se detuvieron en una de las puertas, Fiorella se giró a mirarlo.

—Bueno amor...—sintió un escalofrío al escuchar a su chica llamarlo así, definitivamente era una de las cosas que más le gustaban— bienvenido a mi habitación.

Lo atrajo con él y los dos entraron juntos, era un poco más pequeña que la habitación que tenía en su casa de Barcelona, y Pablo no se había equivocado, la mitad de la pared estaba empapelada con cosas del Real Madrid, tenía enmarcada algunas camisas de sus jugadores favoritos —las cuáles estaban firmadas por los respectivos jugadores—. Pablo sonrió de lado, cerrando la puerta para acercarse a dónde estaba su novia sentada en la que era su cama.

La habitación estaba bastante limpia cosa que era evidente ya que Fiorella se iba a Tenerife en vacaciones.

La castaña palmeó la cama para que Pablo se sentara, y él así lo hizo.

—¿Qué te parece? —le sonrió, el sevillano le devolvió la sonrisa.

—Muy lindo el Santiago Bernabéu.

Los dos soltaron una carcajada, Fiorella le dió un leve empujón en broma para luego quedarse abrazada a él.

—Ay no seas exagerado —volvió a reírse— solo tengo algunas fotos de los momentos más épicos y las camisetas de algunos jugadores nada más.

El sevillano tomó un cuadro que estaba en la mesita de noche, en dónde salían Fiorella y Pedri abrazados respectivamente, el segundo mencionado cargaba su uniforme de fútbol y Fiorella tenía una camisa con su dorsal y el nombre de él, debían tener unos ocho años quizá.

—Se veían chiquitos —Pablo comentó soltando una risita para volver a dejar la foto en donde estaba.

—De hecho, lo estábamos.

—¿Siempre acompañabas a Pedri a sus partidos? —Fiorella asintió— eso es genial.

—Sí... era divertido —sonrió de lado— con Fer apostábamos dinero cada que Pedri daba una asistencia o hacia un gol.

Pablo sonrió de lado.

—Se oye genial mi amor —los dos se miraron fijamente para unir sus labios en un beso.

—Lo es.

—Pero sabes... ¿qué falta en esta habitación? —susurró sobre sus labios, Fiorella estaba aguantando la presión para no terminar de unir sus labios en un beso, negó.

—Mmmh, no...

Pablo rozó sus mejillas para acercarse a su oreja y susurrar:

—Una de mis camisas —informó.

Fiorella estaba tensa debido a los nervios que le generaba que Pablo le susurrara de esa manera, tragó grueso. Lo más gracioso es que ella ya tenía una camisa de Pablo enmarcada en su habitación, unas semanas después de haber sido novios, Fiorella le había pedido a Pablo la camisa de España con la cuál había hecho su primer gol y se la había mandado a Mía para que hiciera el favor de enmarcarla, pero obviamente el sevillano no se había dado cuenta de eso.

—¿Qué te hace creer que no hay una de tus camisas en mi habitación? —le preguntó divertida, separándose para mirarlo y ponerse de pie.

Se cruzó de brazos, Pablo recargó las palmas de su mano sobre la cama mientras que la detallaba fijamente de arriba a abajo, haciendo contacto visual con ella y sonriéndole de lado, siendo ese un gesto que provocó más nervios en Fiorella. Sintió una corriente eléctrica recorrer toda su espina dorsal, sus manos se pusieron frías, sus mejillas sonrojadas y sus piernas temblaban como si estuviese saliendo de una rutina de gimnasio. ¿Cómo a Pablo se le ocurría mirarla de arriba a abajo en su cara?

Mientras que el sevillano pensaba en que, ella era simplemente preciosa. El short de jeans que llevaba resaltando su bonita y brillosa piel, junto a una camisa negra de tirantes que le quedaba increíblemente bien, y que sin darse cuenta, los dos hacían matching con sus outfits.

—¿Si hay? ¿En dónde, amor? Porque no la veo —visualizó la habitación para luego clavar otra vez la mirada en Fiorella y sonreírle de manera traviesa, ella apartó la mirada de él, poniendo ambas manos sobre su cara y soltando una risita.

—Ya amor —se quejó en un susurro— deja de mirarme así.

—¿Así cómo mi amor? —preguntó sin entender, poniéndose de pie y descubriendo su cara para abrazarla e inclinarse a besar el puente de su nariz.

—Así como me estás mirando —le respondió en un susurro, Pablo acarició la mejilla de la castaña con delicadeza notando que se había sonrojado.

Y si era sincero, le encantaba tanto cuando Fiorella se sonrojaba, eran detalles que hacían la diferencia. El hecho de que sus mejillas se pusieran de un lindo color rosita cada que él la miraba fijamente, la besaba, le decía cosas lindas o la ponía nerviosa, como mordía su labio inferior cuando él rozaba sus labios. Le encantaba.

Más que eso.

La amaba.

Estaba perdidamente enamorado.

—¿Cómo mi amor? No puedo evitar mirarte como si fueses la chica más preciosa, porque lo eres —le robó un pequeño besito que la hizo sonrojar más de lo que ya estaba— te amo mucho.

Fiorella le dió un abrazo, para segundos después separarse a mirarlo fijamente.

—Te amo —repitió.

—No más que yo a ti.

Y no la dejó responder, sus labios se posaron sobre los de la castaña que sonrió en medio del beso, pasando sus manos sobre el hombro de él y despeinando su cabello, Pablo pasó su mano por la espalda de la canaria, subiendo y bajando lentamente las mismas de manera delicada para finalizar entrelazando sus manos tras la cintura de ella e incrementando el nivel del beso que ambos estaban compartiendo.

La puerta de la habitación se abrió, Mía pegó un grito que los hizo dar un salto del susto y a ese punto Fiorella ya debía parecer un tomate.

—¡Oh por Dios! —la castaña se tapó los ojos, fingiendo no haber visto nada— ¡Les prometo que yo no...! Qué vergüenza madre mía, eso me pasa por no tocar la puerta —susurró para sí misma, aunque fue lo suficientemente audible como para que Pablo y Fiorella escucharan y soltaran una risita— finjamos que yo no interrumpí su momento hormonal ustedes... sigan en lo suyo.

Levantó su pulgar haciendo un ademán de "todo bien" para salir con rapidez de la habitación y dejar a Pablo y Fiorella soltando una risita por la situación.

El castaño se inclinó hacía ella otra vez para unir sus labios en un beso, Fiorella corrió su cara y se rió.

—Cálmate campeón, mejor ayúdame a desempacar, ah y —le señaló cerca del televisor en dónde estaba la camisa de su chico— ahí está la camisa, ciego.

—Te amo —la abrazo por detrás para besar su mejilla repetidas veces y hacerla sonreír, Fiorella se separó y le dió un golpe en el hombro— ¡Ay! ¿Y eso por qué amor?

—¡A desempacar, amor!

Pablo se inclinó a ella y le robó un beso, apartándose con agilidad cuando Fiorella lo miró indignada, se carcajeó.

—Ya, ya, ahora sí. Te amo.

Ella lo miró con una sonrisa divertida.































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