𝐓𝐫𝐞𝐬

III

El día ha llegado, queridas debutantes. Hoy se presentarán ante la reina Charlotte más de 200 señoritas, esperando caer en su gracia. Se ha especulado muchas cosas los últimos días, pero no podemos negarnos ante la posibilidad de un centenar de sorpresas.

¿Quién logrará formar un buen matrimonio? Y, ¿quién serán aquellos que terminen por arruinar su vida? Los detalles de esto y más estarán disponibles mañana a primera hora. Solo los ojos de la Reina Charlotte importan hoy, un solo atisbo de desagrado y las probabilidades de que una joven consiga arreglar un buen matrimonio caerán hasta las profundidades inimaginables.

Por lo pronto, mucha suerte y coraje a las debutantes, algo dentro de mí me dice que la necesitarán.

Revista de Sociedad de Lady Wistledown

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—¡Los vestidos! —se escuchó la voz de Violet Bridgerton, quien estaba conmocionada por tener que preparar a dos señoritas a la vez.

Mientras la dama de compañía de Daphne hacía un recogido bajo con su cabello, en la habitación continua la dama de Alex lo hacía tan alto como podía, y buscaba entre la serie de plumas las que mejor se destacaban para colocarlas en el tocado de la joven.

—Iré por las joyas— le indicó Joanne—, póngase el vestido mientras, enseguida vuelvo.

Colin, quien se hallaba en esa habitación, se giró para no observar a su amiga mientras se colocaba el vestido, y solo volteó cuando esta le indicó que la ayudara a ajustar el corset tan apretado como le fuera posible.

—¿Qué tanto?

—Que mi cintura sea tan pequeña que las personas se asusten por dónde metí mis órganos—ordenó—, estoy dispuesta a sacrificar mi integridad física por lo mismo. La Reina Charlotte no me perdonaría menos que la medida de un balón de rugby miniatura.

Colin se levantó torpemente, tomando ambas cintas sin jalarlas adecuadamente, sacando un suspiro y el aire que contenía Alex en la laringe.

—La vas a lastimar—dijo Anthony, entrando sin mayor preocupación a la habitación—, madre quiere que te vistas de una buena vez, o llegaremos tarde.

—¿Daphne ya terminó? —preguntó Colin, y al tener una respuesta afirmativa, salió corriendo despavorido.

—¿Puedes ayudarme? —le preguntó Alex, también cayendo presa del pánico.

—¿Tengo opción? —contractó Anthony, a la par que sus manos tomaban las cintas y las jalaba correctamente, ajustándolas justo como se debía, trayendo en su camino a Alex más cerca de sí mismo—. ¿Alex Spinster nerviosa? Pensé que la reina Charlotte era algo así como tu tía lejana.

—Lo es—afirmó en voz baja, pues casi podía sentir el aliento de Anthony en su hombro—, y eso es lo que me aterra más.

—No deberías estarlo—dijo dándole la vuelta—. No soy fanático de este atuendo exagerado, pero vas a deslumbrar a todos allá adentro. Estoy seguro de eso.

—Gracias por el apoyo en estos días, después de todo, no es tu responsabilidad.

—El duque de York fue lo más cercano que tuve a un padre después de que el mío falleció, es lo menos que puedo hacer por él—suspiró, tocando el reloj de su padre que tenía en el bolsillo—. Solo debes hacerme caso en lo que te diga, me encargaré de que tengas un buen esposo.

—Gracias por eso también.

—¡Señorita Alex! —la llamó Joanne, corriendo desesperadamente entre los pasillos—. Aquí están, son las joyas que su padre indicó que usaría. Debo irme, solicitan mi apoyo con la señorita Bridgerton.

—¿Daphne no estaba lista ya?

—¡No! —negó rápidamente—. Lord Bridgerton aquí presente me indicó que me buscaban para ayudar con el peinado de la señorita, pero en unos minutos más estaremos en camino.

—Ve, Joanne—le indicó Alex, moviendo la mano en señal de que caminara—. Yo estoy lista.

—Gracias— y se marchó corriendo.

Anthony agachó la mirada levemente mientras giraba sobre sus propios talones a mirar hacia otro lado de la habitación, habían expuesto su pequeña mentira y no pensaba salir ileso de ese asunto. Más que nada, porque no tenía idea qué lo había orillado a decir eso en primer lugar.

—Iré a ver si Eloise puede ayudarme a colocar el collar—dijo Alex, evitando tocar el tema también, pero con una sonrisa cómplice de por medio—. Lo veré abajo, Lord Bridgerton.

—Sí, por supuesto—contestó, mirándola marcharse de la habitación. Mentiría si dijera que no quería acercarse a poner él mismo el collar, pero sentía que últimamente se desconocía en presencia de la señorita Spinster, y no quería arruinar o confundir más a ninguno de los dos, más que nada porque Alex tenía muy claras sus metas, y él era algo incierto.

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Toda la familia Bridgerton salió a la par de la residencia, enfrascados cada uno en sus propios pensamientos. Alex y Daphne fueron las primeras en subirse a uno de los carruajes Spinster que era conducido por Philip y los mejores caballos ingleses purasangre, que habían sido acicalados minuciosamente por todos los empleados de ambas familias. Violet subió tras de ellas y después la compuerta fue cerrada.

Colin y los pequeños Hyacinth y Gregory abordaron el siguiente carruaje, uno de la familia Bridgerton. Por su parte, y en último lugar, fueron Francesca, Eloise, Anthony y Benedict quienes subieron al último carruaje y partieron rumbo al palacio.

—¿Es realmente necesario que incluso los caballos lleven plumas? —preguntó Eloise mirando por la ventana.

—Ha sido idea de Alex—explicó Benedict—, al parecer le gustan mucho las plumas.

—Mientes—respondió muy segura de sí misma—, si algo detesta en este mundo Alex, son las plumas. Le causan alergia.

—¿Cómo sabes eso? —cuestionó Anthony dejando de mirar por la ventana.

—Ella misma me lo dijo—la cara de Eloise expresara fastidio, como si aquella respuesta fuera tan obvia que estuviera incluso cansada de explicarlo—. Si le prestaras un poco de atención a lo que dice, lo sabrías.

—De tantas cosas que salen de su boca, a veces no sé a cuál de todas prestarle atención—declaró.

—Oh no, no dijiste eso—lo retó Francesca—. Quiero decir, he convivido excesivamente poco con la señorita Spinster, pero no merece que digas comentarios de ese tipo sobre ella.

—Es una joven fuerte—respondió—, ningún tipo de comentario mío la afectará.

—No tienes ni idea de lo que un comentario puede llegar a ocasionar en la mente de una chica, por más mínimo que sea—le dijo su hermana menor, y después se giró a mirar por la ventana, ignorándolo completamente por el resto del camino.

—Hubiera preferido ir con Colin—gruñó Eloise con una mueca en el rostro.

—Yo también—secundó Benedict, quien se había mantenido callado hasta ese momento.

El Palacio Real se asomó ante sus ojos, y también un montón de señoritas aristócratas que se colocaban en una fila, algunas se veían como si no quisieran estar ahí, y otras, como el grupo al que pertenecía Alex, lo sabían disimular muy bien. Había plumas volando, tacones que terminaban a un lado del camino, y jovencitas que abandonaban el lugar lo más rápido que podían, presas del pánico o llorando porque su presentación había fracaso.

Entonces el carruaje Spinster se abrió. Anthony le tendió la mano a su madre para que esta pudiera bajar, y Benedict hizo lo mismo con su hermana Daphne, quien se veía radiante con una sonrisa juvenil y llena de vida, usando todas las tácticas y trucos que su madre le había impuesto por años, bajó aquellos escalones de manera magistral y se colocó a un lado, para dar espacio a que Alex pudiera salir.

Anthony recordó sus palabras anteriores, las que le había dicho a Alex antes de salir de la residencia Bridgerton, porque en específico el más deslumbrado sin duda era él. Lucía hermosa, seguramente su madre le había dado unos toques finales arreglando su peinado y maquillaje, y la sonrisa de seguridad y autosuficiencia que tenía bien puesta era su mejor accesorio.

Quiso entonces ayudarla a bajar, pero Benedict y Colin ya se le habían adelantado colocándose a cada lado, tomando con delicadeza su mano enguantada y permitiendo que descendiera y se acercara a la fila.

—¿Quieres un balde, hermanito? —preguntó Francesca.

—¿Disculpa?, ¿Un balde?

—Para la baba que estás tirando—le respondió Eloise girando los ojos—. Ya deja de mirarla, la vas a incomodar.

—Yo no estaba mirando a la Señorita Spinster.

—Ni siquiera la mencionamos a ella—dijo Hyacinth, siendo cómplice de sus hermanas.

La familia Featherington arribó casi chocando su carruaje con el de la familia Lennox, se veían tan aparatosos que incluso las mujeres comenzaron a murmurar entre ellas. El carruaje se integraba por Lady Portia Featherington, su esposo el barón Archibald Featherington y sus tres hijas, Philippa, Prudence y Penélope, esta última se separó un poco del resto de su familia y comenzó a conversar animadamente con Eloise, alejándose del campo de escucha de sus hermanos.

Colin y Benedict se acercaron a desearle suerte a su hermana, y después prosiguieron a entablar conversación con Lady Spinster ante la atenta mirada de las otras debutantes.

Anthony tenía que hacer algo.

—Si quieren evitar habladurías o chismeríos por parte de Lady Wistledown, les recomendaría que se alejaran de la señorita Spinster.

—Madre va a presentarla—dijo Colin—. Además, es como nuestra hermana, la gente no va a hablar de nosotros de esa forma.

—Pero eso lo sabrán hasta los días posteriores, no hoy—aclaró Anthony apretando los dientes—. Ahora tiene que dar la impresión más pulcra que se pueda, después será obvio cuando yo haga de su chaperón, pero por el momento deben mantenerse al margen.

—¿Tú de su chaperón? —inquirió Benedict con media risa de lado—. Si no serás ni el de Daphne.

—Además madre me ha otorgado esa responsabilidad a mi—dijo Colin.

—Gracias por preocuparte, Anthony— habló Alex para la sorpresa de los tres hermanos. Al mayor se le llenó el pecho de orgullo, pues pensó que le estaba dando la razón—. Pero lo que digan de mi me tiene sin cuidado, quien me despose debe saber que antepondré siempre mis amistades.

—Eso está por verse— respondió Anthony cortante—. Las personas cambian cuando se enamoran, eso dice madre siempre.

—¿Pero qué vas a saber tú de enamorarte? —se burló Benedict.

—¿Se están peleando en medio de la acera?, ¿Qué les sucede? — cómo no, Daphne había aparecido para el rescate de los hermanos, tomando a Alex del brazo se giró y avanzó lo suficiente como para perderse entre la multitud de la fila que comenzó a avanzar.

—Sí, Anthony—le dijo Colin—, ¿qué te sucede?

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Alex

No me aterra el cambio; papá solía decirme que cuando una flor muere es porque un centenar más está por nacer. Pero ahí, en la fila para ser oficialmente presentada en sociedad, me sentía como una flor marchita, deseosa de salir huyendo y encerrarme en el carruaje, de volver a mi hogar y a como las cosas eran antes.

Después del día de hoy, las cosas jamás volverían a ser igual. Afortunadamente no me sentía sola, Violet me dio un apretón de mano en señal de apoyo, y por el otro lado, supe que había hecho lo mismo con Daphne. Las puertas del palacio se cerraron detrás nuestra, y todos los hermanos Bridgerton lanzaron sus mejores deseos en forma de susurros.

No era ni de cerca la primera vez que visitaba el palacio. El Rey George III era primo segundo de mi padre, después de su confinamiento post enfermedad, la Reina Charlotte me invitaba a pasar algunas semanas de verano en el palacio, para que la mantuviera al tanto de todo lo que vivía en Oxford; solo quería enterarse de primera fuente de los más escandalosos chismes juveniles, y siempre que estuviera en su favor y callera en su gracia, yo estaba dispuesta a hacerlo.

Una joven rubia y alta, con un peinado muy elaborado me miraba fijamente con el ceño levemente fruncido, después sus ojos se movieron de arriba abajo analizándome completamente. Le dediqué una sonrisa y un saludo con la mano, y se giró rodando los ojos y avanzando hasta su puesto en la fila.

—Cressida Cowper—murmuró Daphne, indicando entonces el nombre de la susodicha—. Está desesperada por casarse.

—¿Y no lo estamos todas aquí? —murmuré y ambas abrimos nuestros abanicos para esconder las risas que esa pregunta había causado.

—Hará lo que sea para conseguir lo que quiere—afirmó Daphne—. Será mejor no tener problemas con ella.

—No creo que tengamos los mismos gustos, de cualquier manera—contesté mirando el su vestido—. Si algún hombre llegase a pretendernos a ambas, yo misma le diré que se quede con ella. No planeo ser la segunda opción de nadie.

—Suerte en sociedad entonces.

—Las Señoritas Daphne Bridgerton y Alex Juliette Spinster, presentadas por su excelencia la vizcondesa Lady Violet Bridgerton, en representación de los fallecidos duques de York.

Las puertas se abrieron y las luces del gigantesco salón las dejaron cegadas por un momento. A pesar de que las piernas me flaquearon un microsegundo, no despegué mis ojos de los de la Reina Charlotte, quien se había levantado de su asiento, posiblemente confundida por encontrarme en esa situación.

Lord Gordon, uno de los corgis de la Reina, tuvo que ser retirado del salón, pues se encontraba inquieto y deseoso de correr a recibirme como lo hacía siempre. Entonces comenzamos a avanzar, recordando todas mis clases coloqué mi espalda lo más recto posible, y sonreí a todos los presentes antes de hacer una reverencia digna de todas mis clases de gimnasia.

La Reina avanza, he escuchado que le ha dado su bendición a Daphne, estoy muy feliz por ella pero no puedo levantar la cabeza sino hasta que ella toma mi mentón.

—Levanta la cabeza y mantenla bien en alto—murmura. — Perfecta, exquisita, ¡maravillosa!

Besa mi frente, y hace un movimiento con la mano. Uno de los lacayos se mueve rápidamente y desaparece de la habitación, como si solo hubiese estado ahí esperando una señal.

Mi sonrisa es grande y radiante, porque a pesar de todo, creo que lo he conseguido, y las otras personas en la sala bajan la cabeza, todos excepto la reina, claro está.

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¡La temporada ha iniciado! Violet Bridgerton debió descansar la noche anterior felizmente sabiendo que ha presentado no solo a una, sino a dos señoritas que recibieron el favor de la Reina Charlotte. Todo el mundo estaba confundido al ver entrar a Alex Spinster de la mano de la vizcondesa, incluso ella en un primer plano parecía no querer estar ahí y salir corriendo a las recónditas bibliotecas de Oxford—que según mis informantes, era lo que hacía en sus días de estudiante, "tragalibros" —, pero nos ha deslumbrado a todos al obtener las mejores críticas, sin embargo dos diamantes viviendo bajo el mismo techo podrían opacar el brillo de la otra simultáneamente, ¿por quién hacen sus apuestas?

Me gustaría poder decir lo mismo de las jóvenes Featherington, pero solo puedo enumerar lo humillante y desastroso que resultó su presentación, todos los detalles...

Revista de Sociedad de Lady Wistledown

—¿Entonces esto es Wistledown? — murmuro mirando a Colin, que asiente rápidamente con la cabeza mientras le coloca mermelada de zarzamora a su pan tostado—. No son más que un montón de críticas pretenciosas para todas las jóvenes, es horrible.

—La gente le va a prestar atención porque es novedoso—afirma Benedict, que se encuentra sentado frente a mí—. Pero ustedes no tienen por qué creer nada de lo que diga, ¡lo hicieron excelente!

Daphne levanta la cabeza y me asiente en favor de lo que dice su hermano, Eloise a su lado, levanta ambos pulgares.

—¿Qué ha dicho de nosotros? —pregunta Violet.

—Cree que sus nombres son pretenciosos por colocarlos en orden alfabético.

—A Juliette y a mi nos encantó la idea, por eso tu nombre comienza con la "A"—menciona, y en su rostro se ve la nostalgia que emanan esos recuerdos—. Anthony o Alex, cualquiera que fuera nuestro primogénito tendría esos nombres.

—¿Y si naciera varón? —cuestiona Anthony llegando a sentarse en la cabeza de la mesa.

—Alex es un nombre que puede ser usado tanto para una joven, como para un caballero.

Gregory estornuda y la mesa entera gira para desearle salud y prosperidad, él se disculpa y su cara se pone roja como un tomate.

—Menciona la llegada del duque de Hastings—murmuro también, Anthony levanta levemente la ceja.

—¿Por qué es relevante? —cuestiona Eloise, y las miradas se van hacia ella—. ¿Qué acaso no tiene como 100 años?

Me permito entonces reír a carcajada abierta negando con la cabeza, pero recuerdo la razón de que el duque sea otra persona e intento disimularlo lo mejor que puedo cubriéndome con la servilleta que tenía en los muslos.

—El padre del nuevo duque de Hastings falleció—aclara Anthony.

—Hay una epidemia entre los duques entonces—bromeo sobre nuestra suerte, pero nadie más parece captar la broma a excepción de Colin, quien es rápidamente reñido por Benedict—. Pobre Simon, llegará en el peor momento.

—¿Lo conoces? —la mirada de Anthony es taladrante, entiendo que son mejores amigos, pero sus ojos no se despegan de mí aun cuando me tomo mi tiempo en responder—. Claro que lo conoces, son algo así como primos, ¿no es verdad?

—No todos los duques son primos entre sí—giro los ojos y miro cómplice a Eloise, quien hace lo mismo—, quizá nuestros tatarabuelos eran primos segundos, como todos en la realeza. He intercambiado algunas palabras con él en los bailes, meras formalidades.

—No creo que venga buscando una esposa.

—¿Estás insinuando algo? —el tono de mi pregunta hace que Francesca y Hyacinth, quienes mantenían una conversación propia, se giren a mirarnos—. Sé de primera mano que el duque de Hastings no quiere una esposa, sus razones tendrá, pero no entiendo qué tiene de relevante hacer mención de eso en el desayuno.

—Tienen muchas cosas en común—finaliza sin ganas de seguir la conversación, y yo tampoco las tengo, por lo que continúo desayunando, esperando que la pequeña discusión no lo haga más pesado.

—Hoy es el primer baile de la temporada, ¿no están emocionadas? —pregunta Francesca intentando romper el hielo, Daphne asiente rápidamente y comienza a hablar del color de vestido que escogerá.

—Estaré en el carruaje a las siete de la noche listo para esperarlas—dice Anthony, Colin lo cuestiona al respecto, pues se había hablado con anterioridad que los chaperones serían la misma Violet Bridgerton y Colin, o Benedict, según el este tuviera disponibilidad—. No voy a dejar a mi hermana sola, tengo que buscar de primera mano el mejor prospecto.

—No me dejes sola—los ojos de Daphne piden ayuda rápidamente, para sus adentros sabe muy bien que Anthony no le va a permitir hablar con nadie. Me da la impresión de que es muy posesivo con su hermana.

—Colin podría ser el chaperón de ambas—intenté hacerlo cambiar de opinión, ante esto Colin secundó mi idea.

—Perdóname Alex, pero tu palabra no tiene peso. Es de mi hermana de quien hablamos.

Violet Bridgerton regañó a su hijo de manera inmediata, Benedict lo miró mal y después susurró una disculpa hacia mí, agité mi mano levemente, restándole importancia a su comentario.

—Tienes un humor tan cambiante estos días, hermanito— Eloise se disculpó al pararse de la mesa, argumentando su deseo de visitar a Penélope Featherington, quien debía estar afectada por las palabras de Lady Wistledown—. ¿Puede venir Alex también? Sé que a Penélope le caerás bien.

Violet no pone objeción, en su lugar, asiente gustosa. Sé que está bajo la presión de arreglarnos a ambas para nuestro primer baile, y que este tiempo en el que me mantendré fuera de la casa puede usarlo para tener una charla íntima con Daphne, una madre e hija.

—Solo no tarden mucho, por favor.

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Londres, Inglaterra, a 13 de septiembre de 1807

Lady Alex Spinster,

Mi hermano Colin ha insistido en que debo dejar de terciar las cosas, y que ya no puedo escribirle a él esperando a que entregue mis recados. Sé que debe ser molesto recibir esta correspondencia no deseada, y no quiero importunar, pero necesito un consejo, o simplemente alguien que me escuche y que me entienda, y desde el verano pasado cuando se marchó de la casa por las vacaciones, no me he sentido escuchada de esa manera, es por eso que se me ocurrió que quizá podía escribirle, y quizá de esta manera (sin que el cotilla de mi hermano lea lo que tengo que decir), pueda expresarme mejor.

¿Cómo es el clima en York? Colin siempre dice que lo extraña mucho cuando está en Londres, pero cuando usted está aquí, menciona que el de Londres es maravilloso; me causa mucha intriga cómo las cosas pueden ser maravillosas para unas personas, y horribles para otras.

Daphne, mi hermana mayor, a quien debe recordar por decirle que entrar al cuarto de mi hermano era inapropiado, ha estado insistiendo en que debo de dejar de leer cuentos y crónicas para en su lugar enfrascarme en aprender la etiqueta pública. Le he dicho que no quiero ser una esposa, pero le dijo a mamá y ahora estoy castigada. Benedict es quien va a llevar esta carta al correo, pues yo no puedo salir de la casa en una semana y ya me he leído todos los libros a los que tengo acceso en esta casa.

Me siento sola y un poco aislada de mi familia, quizá incomprendida sea la palabra que busco, ¿en algún momento se sintió así? Daphne dice que es porque me he convertido en señorita.

Benedict le manda saludos (e insiste en que termine de escribir de una vez). Hace especial énfasis en que no permita que Colin regrese a la casa para navidad, pero sé que lo dice bromeando porque lo extraña mucho.

Yo también lo extraño, pero le pido por favor que no se lo diga.

A usted también la extraño mucho.

Apreciablemente,

Eloise Bridgerton

PD: Es la mejor.

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Londres, Inglaterra, a 01 de octubre de 1809

Boba apestosa,

Tengo a Anthony exigiendo que te escriba tan rápido como sea posible porque Eloise ha estado insoportable. Dice que ha sido a raíz de un libro que le has enviado. Benedict y yo no opinamos lo mismo y creemos que perdió la cabeza, pero ha sido tan insistente que si no lo hago tardará años en dejarme en paz, por lo que te pediría mayor discreción en los envíos que le haces a mi hermana y que le llames la atención al respecto.

¿Puedo ir a York en dos semanas? Extiéndeme una invitación formal de la casa Spinster que este firmado por tu padre o mamá no me dejará marcharme.

Estoy seguro de que Anthony también te enviará una larga carta llena de sermones, solo ignóralo y tírala a la basura. Es lo que hacemos en casa últimamente con sus comentarios de mal gusto.

Te quiere (o no),

Colin Bridgerton

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