25. Testigos

Capítulo veinticinco:

Testigos



— Vienen por nosotros, todos ellos. Aro, Cayo y Marco. La guardia, las esposas, todos vendrán, Irina también— dijo Alice con expresión desolada.

— ¿Quién?— preguntó Bonnie confundida por la cara de todos al escuchar las palabras de Alice, el pánico se apodera de la rubia haciendo que los cabellos de la nuca se le ericen pues no era normal verlos de ese modo. Un pensamiento reaparece en su mente aún cuando se había prometido no volver a pensar en eso: que su novio y mejor amigo pertenecían a un mundo totalmente desconocido para ella y que si bien ellos eran buenas personas, había vampiros que no lo eran, como aquellos que querían hacerle daño en el verano en esa bodega.

— Los Volturi— responde Alice y Damian siente como en ese mismo momento algo le oprime el pecho de manera dolorosa, solo moviéndose para tomar a Alexander y aferrarse a él.

— ¿Por qué?— cuestiona Carlisle mirando a su hija, preocupado.

— ¿Qué vio Irina en el bosque?— Edward pregunta a su compañero pero este no responde, Leah responde a la pregunta.

— Alex saltó muy alto por un copo de nieve— la morena traga saliva—, quería mostrarme.

La expresión de Edward se vuelve sombría y asiente.— Creo que entiendo, Irina cree que Alexander es un niño inmortal.

El niño mete su rostro en el cuello de Damian, quien parece congelado en su lugar, con expresión de pánico.

— ¿Qué diablos es un niño inmortal?— pregunta Leah Clearwater de manera impaciente.

— Son niños convertidos a los pocos años de vida, infinitamente bellos y encantadores pero inestables— explica Carlisle después de bajar unos libros de su estante—, crear o toparse con uno significaba amarlo con locura.

Damian pasa su mano por su cabello mirando las ilustraciones de los libros de su padre, representaban a los niños como ángeles a excepción de que esos ángeles se alimentaban de seres humanos. Se habían trasladado al estudio del médico.

— Clanes enteros fueron destruidos por los Volturi por protegerlos y la madre de las Denali fue una de las caídas— Carlisle se recarga en su escritorio—, para ellas fue muy difícil pero lograron salir adelante, se volvieron muy duras respecto al cumplimiento de la ley. Aro las dejó vivas porque sabía que eran inocentes.

— Pero Alexander no es así, apenas y consume sangre animal. Es el niño más tranquilo y listo que he conocido en mi vida— interviene Leah tocando el hombro de Damian, quien solo pudo despegarse del niño cuando lo dejó jugando con Bonnie en la sala principal.— ¿No pueden explicárselo a esas sanguí... a los Volturi?

— Hay suficientes pruebas en la mente de Irina— dice Edward y Damian cierra de golpe el libro, levantándose para mirar por la ventana.

— Entonces la respuesta es obvia, hay que pelear— replica Leah y arruga su frente al ver el aspecto preocupado de los demás.

— No se pelea con los Volturi, Leah— responde Rosalie—, ellos nunca pierden.

— Sus armas son muy poderosas— interviene Jasper cruzado de brazos, junto a él está Alice—, nadie puede contra Jane.

Damian recuerda a la pequeña pero intimidante chica de ojos rojos y capucha negra que había conocido en el verano, recordando el dolor que le causó a la recién nacida convertida por Victoria. Él se había interpuesto entre la rubia y la chica, y logró por unos momentos contrarrestar y enfrentar el don de Jane.

— Alec es peor, la neblina que emite deja sin sentidos a quien la toque— dice Alice.

— Hay que convencerlos entonces— Leah mira a los vampiros—. Alexander no es un niño inmortal, Edward y Damian lo encontraron junto a su madre, es claro que él no es como esos niños, Alex crece todos los días y aprende.

— Vienen a matarnos, no a hablar.

Lo último que dice Emmett deja a todos callados sabiendo que dice la verdad. Edward mira por el reflejo del cristal de la expresión de Damian y siente un agujero en el pecho.

— Puede haber una manera que de escuchen— dice Edward mirando a Damian que no voltea a verlo así que se gira hacia su padre—. Carlisle, tienes amigos en todo el mundo. Podemos solicitar su ayuda como testigos, que vean quién es Alex y que no es un peligro para nadie, podríamos convencer a los Volturi.

— Nuestros amigos harían eso por nosotros— Esme toma la mano de Carlisle, sonriendo de manera esperanzadora. Jasper y Alice comparten una mirada cómplice y Edward no puede dejar de ver la expresión de su compañero.

— Voy con Alex, dormirá aquí si no les molesta— Damian pasó junto a Edward sin mirarlo y bajó hasta la sala en donde Bonnie ya no sabía qué maniobras hacer con el pesado pero pequeño cuerpo dormido del niño pues estaba sentada en uno de los sillones; la rubia sonrió al ver a su amigo bajar pero una sensación extraña se instaló en su cuerpo, la sensación de que algo malo ocurría.

—¿Qué va a pasar ahora?— preguntó Bonnie al darle a Alexander, quien estaba profundamente dormido y ajeno a todo en sus dulces sueños.

— No lo sé— responde Damian a su amiga acariciando el rostro de Alex—, solo nos queda esperar que ellos se detengan y escuchen.

— ¿Y si no se detienen?— pregunta Bonnie y Damian no puede responder a esa pregunta porque ni él mismo sabe la respuesta.

Damian comenta de manera rápida el plan de Edward y a medida de que avanza, Bonnie comprende una vez más que ese mundo parecía ser cada vez más extraño y complicado para ella, esa sensación de que ella no pertenecía a él estaba ganando terreno en su cabeza. Jasper envuelve a Bonnie en su abrigo para ir a dejarla a casa pues al día siguiente todos saldrían de viaje muy temprano.

— Me quedaré con Alex en mi vieja habitación— informa Damian a Edward después de que Bonnie se fuera a casa, al pie de las escaleras.

— Déjame ayudarte— el lector de mentes intenta cargar al niño pero el sanador niega con la cabeza de manera brusca, sin mirarlo a los ojos. Edward sigue a su compañero hasta la habitación y cierra la puerta a su paso.

— ¿Puedes mirarme, por favor?— pregunta Edward en voz baja cuando Damian deposita con cuidado a Alexander en el suave colchón y cubrirlo con una manta de lana.— ¿Por qué no me miras a los ojos?

— Porque si lo hago me voy a derrumbar y no quiero eso— responde el más joven mirando al niño, con voz rota—, no puedo permitir que me veas así.

Damian se recuesta junto a su hijo y entierra la cara en la almohada, Edward se queda parado sin saber qué hacer o qué decir, pensando en irse y dejar a su compañero e hijo solos; pero decide apagar la luz tenue de la lámpara de la mesa de noche junto a la cama, se acuesta tras Damian sacándose los zapatos, abrazándolo por la cintura y entierra su rostro en su espalda cerrando los ojos, no tenían que hablar para saber exactamente lo que sentía el otro, dolor y desesperación.

Carlisle planeó viajar a Europa, Asia y África con tal de encontrar a sus viejos amigos. Rosalie y Emmett irían más cerca, a buscar a un viejo amigo de Carlisle que resultaría uno de sus más grandes aliados. Damian y Edward irían cerca, específicamente a Alaska para pedir la ayuda de los Denali; Leah los acompañaría mientras que Seth y la manada estarían al pendiente de cualquier situación. Jasper iría a buscar a sus viejos conocidos de su época con Maria, incluso pensó seriamente en pedirle ayuda a su creadora pero la idea era peligrosa debido al carácter voluble de la mexicana.

— Perdón por llegar tarde— dice Leah mientras entra a la casa después de que Carlisle le abriera la puerta en la mañana. — Tuve que poner mi casa patas arriba para encontrar mi pasaporte.

Todos estaban listos para salir cuando apareció Sam de entre los árboles con una nota. En la hoja de papel solo estaban escritas unas cuantas líneas pero que significaba que Alice se iría, que los estaba abandonando.

— Alice me pidió permiso para cruzar para cruzar el océano anoche— informa Sam—, ¿qué está pasando?

— Nos dejó— dice Carlisle bajando la mirada, mostrando la nota. El doctor Cullen se encarga de informar a Sam de la situación.

— Maldita enana— exclama la mujer lobo con indignación, negando con la cabeza, ganándose una mirada de reproche de Jasper. — ¿Qué?— responde Leah alzando su ceja al rubio.

— Déjame ver eso— pide Damian a su padre y mira lo que dice la nota de su hermana: "Reúnan a cuantos testigos puedan antes de que la nieve se endurezca, es cuando vendrán". El joven vampiro entrecierra los ojos al ver que la hoja en donde el mensaje fue escrito fue arrancado de uno de sus libros favoritos, "El amor en los tiempos del Cólera."

La familia Cullen no pierde mucho el tiempo lamentándose por la pérdida de Alice, si todo salía bien tendrían tiempo para arreglarlo.

— ¿La tía Alice se fue por mi culpa? ¿Se fue por qué soy diferente?— preguntó Alexander con pena mientras Damian lo coloca en la silla para bebés en el auto de Edward. El chico arruga la frente y trata de sonreír.

— Por supuesto que no, tía Alice fue a visitar a unos amigos— Damian abrocha el cinturón—. Nosotros también iremos a visitar a unas personas.

— ¿A quién?— pregunta de vuelta el niño cuando Leah se sienta a su lado.

— A unos primos— responde Edward cuando enciende el auto y mira por el retrovisor.

— ¿Podemos poner música que le gusta a la tía Bonnie? Me gusta— admite Alex avergonzado y así los tres adultos tuvieron que aguantar cerca de 3 horas de viaje amenizado por Kpop, porque por supuesto, nunca le negaban nada.

Edward se estaciona enfrente a una casa algo parecida a la de los Cullen, de madera clara y ventanales enormes. De la puerta salen corriendo cuatro vampiros, dos rubias y dos castaños, las rubias eran parecidas a Irina.

— Alex, necesito que estés muy tranquilo ¿De acuerdo? — dice Edward. El híbrido asiente y su padre sale del auto caminando hasta los vampiros.

— Cielo, vas a conocer a los primos— dice Damian viendo a su hijo con una pequeña sonrisa.

— ¿Y si no les caigo bien?— el niño preguntó haciendo que los corazones de Leah y Damian se rompieran un poco más de lo que ya estaban por esa situación.

— Claro que les vas a caer bien Alex— Leah sonrió—, solo que nunca han conocido a alguien como tú. A mí no me caen bien los niños y te adoro, así que tranquilo.

Damian sonríe por la respuesta de Leah porque tenía toda la maldita razón, Alexander era un ser único y no merecía morir por ello. El chico toma aire sabiendo que convencer a los primos de la aún misteriosa naturaleza de su hijo sería complicado, pero daría su último aliento para hacerlo.

Leah libera a Alex de los cinturones y de la silla. Tanto Damian como la chica Quileute escuchan los jadeos de todos los miembros del clan Denali y en cuanto Edward es atacado por Tanya y Kate, Damian se interpone entre él y la segunda, tomándola del brazo y empujándola para que deje de causar daño a su compañero.

— ¡Papá!— jadea Alexander en brazos de Leah, luchando por ir con sus padres preocupado por el alboroto y sintiéndose profundamente culpable.

— ¿Estás bien?— pregunta el más joven a Edward y este asiente dándole tranquilidad.

— La sangre corre por sus venas, su corazón late y crece a cada segundo.— dice el lector de mentes de manera rápida—. Sientan el calor que emana.

— Es verdad— responde Carmen, la mujer algo parecida a Esme de ascendencia española—, puedo sentirlo.

— Imposible— niega Kate tajante.

— Damian y yo lo encontramos junto a su madre, ella lo dió a luz y murió a los pocos minutos.

— Nunca oí cosa igual— interviene Eleazar mirando a Damian y Alexander.

— Dejen que se acerque para que pueda mostrarle— pide Edward—, Irina nos ha condenado, nos deben el beneficio de la duda al menos.

Tanya gira los ojos pero asiente varias veces. Leah se acerca con Alex y Damian quiere ahorcar a todos al percatarse de que su bebé tiene los ojos llorosos.

— Déjalo que te toque Tanya, solo así puedes sentir su pulso y su temperatura— pide Damian cargando a su hijo. Alexander toca la mejilla de la rubia y ella jadea pero se mantiene en su lugar.

— Es imposible pero...parece ser que es cierto— responde Tanya mirando a Eleazar y Carmen.

— Tenemos fotos y videos que comprueban que Alexander ha crecido muchísimo durante las últimas semanas, sean nuestros testigos por favor. Tu hermana no nos dejó explicarle y nos ha condenado a muerte— pide el lector de mentes.

Los Denali aceptaron ayudar a los Cullen y se trasladaron hasta Forks. Carlisle y Esme también habían logrado obtener el apoyo del clan de Amun, un viejo amigo del médico que contaba en sus filas con un joven prodigio que tenía el don de manipular los elementos.

Benjamin, de manera amable, sostiene la mano de un tranquilo Alexander mientras sus padres lo observan con curiosidad; con su don logró formar un remolino y elevarlo por los aires, sorprendiendo a todos los presentes en el patio delantero de la casa principal de los Cullen.

— Es lindo— susurra Damian a Leah mirando a Alexander asombrado y divertido a la vez.

— Soy tu esposo Damian...— comenta Edward de manera sarcástica y eso logra sacarle una sonrisa genuina al muchacho que no tenía desde hace días.

— Lo sé— responde sin perder esa sonrisa y se acerca al auto de Jasper que acababa de aparcar. Del auto del rubio bajan tres vampiros, dos caucásicos y una morena de aspecto latino. Damian no debe pensar demasiado para descubrir que Jasper había reclutado a personas de su pasado: Peter, Charlotte y su creadora, Maria.

Antes de que Damian pudiera preguntarle algo a su hermano favorito, todos los presentes escucharon el sonido de dos inmortales acercarse a toda velocidad hacia ellos. Eran Senna y Zafrina, del Amazonas, y habían sido enviadas por Alice.

Rosalie y Emmett trajeron con ellos a Garrett, un singular inmortal que hizo buenas migas con Alexander en cuanto se conocieron.

Carlisle consiguió que sus amigos irlandeses hicieran el viaje, algunos nómadas conocidos de Rosalie y Emmett también llegaron pero al ser su dieta de sangre humana todo se volvió tenso para la manada. Finalmente, Carlisle y Esme volvieron a viajar y con ellos trajeron a Alistair, un ermitaño inmortal que estaba ahí por su amistad con Carlisle y no por convicción propia.

— Apenas y puedo respirar— susurró Leah con disgusto a lado de Damian. Ambos estaban en un rincón después de dejar a Alex con Rosalie profundamente dormido, el chico la tomó de la mano y la frotó para tranquilizarla.

— Están aquí para ayudar, honestamente son más de los que esperaba— reconoce el pelinegro mirando a todos en la sala que lo miran de vuelta con emociones encontradas.

El celular de Damian comienza a sonar por tercera vez y al ver que es Bonnie decide mandar la llamada a buzón, se sentía mal al hacerlo pero en cuanto tuviera un momento libre iría a casa de la humana a hablar con ella.

— Jacob me ha dicho que cerca de ocho chicos de la reserva han entrado en fase— Leah suspira, incómoda a más no poder—, la manada está inquieta, hay demasiados ojos rojos aquí.

— Prometieron cazar en otra parte— responde Damian también inquieto, jamás había convivido con tanta gente a la vez.

— Pero en algún lugar lo harán.

Al final de la jornada, diecinueve vampiros habían acudido al llamado de los Cullen, demostrando que las relaciones que cada uno de ellos había formado en el pasado rendían frutos.

Algunos de los huéspedes de los Cullen tenían talentos increíbles, además de Benjamin, el don más increíble para Damian y Alexander era el de Zafrina, quien podría hacerte ver lo que ella deseara. También el poder de Kate era interesante, podía enviar miles de descargas eléctricas al cuerpo con tan solo tocarte. Ella y Garrett estaban jugueteando en el patio trasero cuando Damian y Edward se acercan a ellos pues el nómada estaba en el suelo.

— Garrett, no se como te gusta que ella haga eso contigo— dice Damian sonriendo de lado.

— Es vigorizante— respondió él poniéndose de pie—, deberías intentarlo.

— Para nada, me gusta estar de pie.

— Tengo una teoría— interviene la rubia tomándolo de la mano, sorprendiendo a Edward y Garrett—, lo sabía, el niño bonito es inmune a mi don, eso debió tirarte al piso.

— ¿Pero cómo?— Damian arruga su frente y voltea a ver a su esposo. El encuentro llama la atención de varios inmortales, entre ellos Benjamin y el resto del clan Denali.

— ¿Tu don es la sanación, no es cierto?— pregunta Eleazar con aspecto pensativo, el muchacho asiente por lo que el otro inmortal prosigue—. Creo que entiendo, las habilidades que causan algún tipo de daño son inmunes a ti, no pueden lastimarte.

— Por eso Jane no pudo lastimarte el verano pasado— completa Edward entre cerrando los ojos—, y cuando cubriste a la recién nacida con tu poder, Jane no pudo hacerle daño.

— Pero eso fue solo un segundo y ni siquiera sé cómo lo hice— explica Damian nervioso y antes de que siguiera con eso el aullido de Leah los alerta a todos.

Damian y Edward corren hasta el lugar en el bosque donde la manada tiene arrinconados a tres inmortales de apariencia peculiar.

— Están muy lejos de Rumanía, no fueron invitados— Carlisle mira a los recién llegados con aspecto preocupado pues no había hablado con ninguno de ellos.

— ¿Quiénes son?— Damian pregunta mentalmente a su esposo.

— Los Volkov— responde en voz alta, aclarando la duda de más de uno.

— Oímos que los Volturi vendrían a enfrentarlos— responde uno de ellos, Stefan—, pero que ustedes estaban reclutando.

— No hicimos lo que ellos piensan— Carlisle arruga la frente.

— No nos interesa lo que hayan hecho amigo mío— responde el rubio, Vladimir—, solo que si los Volturi caen queremos estar ahí para verlo, ha pasado un milenio y esta es una buena oportunidad.

Damian mira a los tres inmortales recién llegados y los dos que han hablado le parecen simplemente aterradores y hasta salvajes en su manera de hablar y estar agazapados. El tercero se encontraba relajado, tan solo recargado en una roca mirando sus uñas, algo en él no le dió buena espina al joven vampiro.

— Si eso buscan váyanse, no queremos pelear.

— Una lastima— responde el tercero al fin, Erick. Él era el más joven en apariencia física de los tres y a decir verdad, era bastante atractivo—, a los testigos de Aro les encantan las peleas.

— ¿Los testigos de Aro?— pregunta Eleazar pues le había llamado la atención lo dicho por el apuesto Volkov.

— Sí— responde Erick sonriendo de lado—, ¿en serio creyeron que ellos no vendrían a pelear?

El ánimo de todos cae al saber la nueva información proporcionada por el más joven de los rumanos. La sensación de incomodidad de Damian respecto a Erick no disminuye, y conforme se acercan a la casa va aumentando cada vez más sin aparente explicación, Edward lo sabe y trata de tranquilizarlo tomando su mano pero no lo logra.

Carlisle trata de ser lo más diplomático posible y establece una conversación con Vladimir y Stefan mientras Erick sigue callado pero analizando todo con la mirada.

— Hicieron un largo viaje desde Rumanía— los inmortales llegan al borde entre el bosque y el patio principal.

— Lo hicimos— responde Stefan con ese acento tan extraño—, pero primero tuvimos que pasar por Erick a Albania, el infeliz llevaba metido en una cabaña en el bosque diez meses. Tuvimos que explicar lo que pasaba para que accediera a venir.

Edward escucha lo último encontrando su mirada con el Volkov más joven y antes de que pueda reaccionar, Alexander salta de los brazos de Rosalie para correr hasta sus padres; la rubia los estaba esperando pues el híbrido preguntaba insistentemente por ellos.

— ¡Papá!— grita alegremente el niño y antes de que Damian lo atrape en sus brazos, Edward lo hace.

— Damian, lleva a Alex a nuestra casa— ordena el lector de mentes y el nombrado lo mira extrañado.

— ¿A dónde vas tan rápido muchacho?— pregunta el rumano entornando sus ojos—, creí que tenía que ver al niño para asegurarme que no es un niño inmortal.

— No vas a tocar a mi hijo— contestó Edward sorprendiendo a más de uno pues ese era el punto de llevar a los testigos. — Lo mejor para todos es que te vayas Erick— Edward se interpone entre su familia y él—, ahora.

Damian aferra la chaqueta afelpada de su hijo mientras ve su rostro asombrado y asustado a la vez. Erick Volkov sonríe de lado, como si aquella situación le estuviera divirtiendo de lo lindo. — No me voy a ir, no sin mi hijo.


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