08. Promesas

Capítulo ocho:

Promesas



La casa Cullen se sentía totalmente lúgubre sin el más joven de ellos ahí llenando el silencio con su encantadora risa, habían pasado varias horas y no tenían noticias.

Edward estaba en el piano tocando para tranquilizarse pero solo lograba frustrarse y desquitar esa frustración con las teclas del instrumento musical. Alice se acercó a él y frotó su espalda con suavidad tratando de reconfortarlo.

— Debiste haberlo seguido— dice Alice mirándolo con cierto reproche.

— No, lo escuchaste bien— Edward lleva dos dedos a sus labios y suelta un suspiro—, me quiere lejos de él.

— Lo dijo sin pensar— interrumpe Jasper desde el último peldaño de las escaleras—, aunque lo que hicieron tú y Carlisle estuvo mal.

Edward no levanta la mirada y sigue presionando las teclas del piano con agresividad—. Está noche le iba a decir la verdad, me había pedido ayuda y le fallé.

Alice no sabe qué decir, se sentía muy mal por todo lo que estaba pasando. Jasper se limita a mirar a otro lado.

— Por mí culpa está condenado a esta vida...— las palabras apenas y pueden salir de la boca del vampiro telepáta—, debe odiarme y lo peor es que no puedo culparlo.

Jasper regresa su vista hacia él y arruga su frente—. ¿Temes perderlo?

Alice mira a su esposo tratando de adivinar a qué vino esa pregunta. Edward asiente—. En casi un siglo de vida jamás temí tanto perder a alguien como temía perderlo.

— ¿Ni siquiera a Bella?— cuestionó Alice alzando su ceja en tono mordaz y la sola mención del nombre de la humana molestó un poco a Jasper.

— Bella no es nuestra hermana— respondió un tanto seco el vampiro rubio.

— Bella tiene oportunidad de ser feliz lejos de toda esta locura, pensé que ya lo habías aceptado Alice— respondió Edward con cansancio, molesto con su hermana por traer a colación el tema de la humana.

Alice bufó y giró los ojos. — Bella ha seguido llenando mi correo de mensajes Edward, he tenido que desactivarlo. La ha pasado muy mal.

— Alice, no es el momento— interviene Jasper cerrando el tema.

Los tres se quedaron callados hasta que escucharon a Carlisle salir de su despacho, llevaba las llaves de su auto y su bata de doctor.

— Carlisle, ¿Qué pasa?— preguntó Alice, pero Edward ya sabía que estaba sucediendo por lo que se levantó del banquillo con el rostro endurecido.

— La madre de Damian acaba de morir.

Damian entró como alma que lleva el diablo al área de Oncología del Hospital Metropolitano, a pesar de las ansías de ver a su madre no se descuidó en parecer humano por lo que tuvo que mantener un paso humano.

Al llegar a recepción le dió el susto de su vida a la mujer encargada, pues para todo el personal del sanatorio él estaba dado por muerto.

— ¿Puedo pasar a verla?— pregunta con desesperación el muchacho, a su espalda estaban Esme, Rosalie y Emmett.

— Dame un momento— dice la aún temblorosa trabajadora mientras marca los números en su teléfono.

— Que pase, déjalo todo el tiempo que necesite— indica Carlisle al otro lado de la línea, la mujer cuelga y sube su mirada a Damian.

— El Doctor Cullen dice que puedes pasar— asiente la mujer pero entrecierra sus ojos mirándolo detenidamente—. Hubiera jurado que tus ojos eran azules antes.

Damian la ignora y camina a la habitación que le señala la mujer, rápidamente es alcanzado por los miembros de su familia y antes de entrar es sujetado del hombro por Esme.

— Solo quiero que sepas que te amo hijo, lo lamento— Damian rápidamente abraza a su madre adoptiva. La amaba pese a todo y ella no tenía la culpa de nada.

— Estoy furioso con ellos dos pero los sigo queriendo como desde el primer día, no piensen de ninguna manera que dejaré de hacerlo— asegura el muchacho mirando a sus hermanos y madre.

Damian entra al cuarto y ve a su madre dormir. Lucía terriblemente cansada, delgada y pálida. El muchacho deseó la muerte en ese instante, verla así era desgarrador. Tomó su mano y la llevó a su mejilla despertando a la mujer por la frialdad de su piel.

— Hijo, mi Damian— susurró su madre sorprendida y se fundieron en un abrazo. La mujer sollozó de goce al tener a su hijo entre sus brazos de nuevo, Damian deseó poder llorar con todas sus fuerzas.

— Sabía que te vería una vez más mi vida— sollozó mientras lo tomaba del rostro evaluando sus bellas facciones de inmortal. Aún recordaba el día en el que conoció al doctor Cullen y todo lo que le había dicho sobre el paradero de su hijo. Parecía una locura pero el médico le mostró una bella fotografía de él sonriente junto a la familia del médico que su corazón destrozado pudo recuperarse.

— Yo no sabía nada mamá, te lo juro— Damian mordió sus labios para no soltar un sollozo sin lágrimas.

— Lo sé mi tesoro— ella sonrió de lado—, el doctor Cullen me lo dijo todo. Dios, antes ya eras el chico más bello del planeta pero ahora robaste mi aliento— Evelyn acarició su rostro.

— Te extrañé mamá, te prometo que no me despegaré de ti desde ahora— le prometió abrazándola, cuidando su fuerza para no lastimarla.

Damian extrañamente se sentía cansado, físicamente no pero sí mentalmente. Parecía que había pasado toda una vida desde la última vez que se habían visto y así era, ya nada era igual.

— Ven aquí hijo, recuéstate un momento— la mujer se acomoda para que el muchacho pudiera recostarse un instante a su lado. Ambos eran delgados y cupieron a la perfección.

Damian no pudo contenerse y trató de contarle todo lo que había vivido todos esos meses, y su madre lo escuchó todo, entendiendo que ella ya no podía figurar en la vida del vampiro.

— ¿Eres feliz mi vida?— pregunta de repente la mujer, con la vista a la ventana mirando los primeros indicios del amanecer.

— Lo soy mamá, ahora que estás conmigo— el muchacho asiente.

— Me refería a que si eres feliz con los Cullen— insiste Evelyn.

— Lo soy, son increíbles— respondió rápidamente Damian pese a la decepción que sentía por dos de ellos.

— ¿Alguno te acompaño? ¿Alguno está aquí contigo?— Damian alzó su vista y miró con curiosidad a su madre, afirmó con la cabeza.

— ¿Podría hablar con uno de ellos?— pide Evelyn y Damian asiente, se levanta y se dirige a la sala de espera en donde ve sentados a su madre y hermanos.

— Esme, ¿Puedes venir?— pidió el neófito y Esme rápidamente acompañó a su hijo a la habitación de hospital.

— ¿Mamá?— preguntó refiriéndose a la mujer tendida en la cama— Quiero presentarte a Esme Cullen.

Esme se acercó con cautela a la enfermiza mujer y ambas mujeres se sonrieron cálidamente. No hablaron mucho, sólo compartieron anécdotas del adolescente; Evelyn compartió los momentos más importantes de la infancia de Damian como su primer día de escuela, la primera cámara que había comprado en un bazar y como nunca se despegaba de ella. Esme por su parte relató las travesuras de Damian junto a sus demás hijos. Damian escuchó todo eso con una sonrisa de lado, mirando a sus dos madres.

La enfermera después de la revisión de rutina pidió que alguno de los dos saliera, así que Esme se despidió de la mujer.

— Quiero pedirte algo Esme— antes de que se fuera Evelyn tomó la mano de la vampiresa y la apretó con toda su fuerza—, quiero que cuides a mi Damian.— los ojos de la humana enferma se aguadaron—. Yo tuve un aborto prematuro antes de tener a mi ángel, eso casi me mata a mí y a mi esposo, fueron al menos siete años de intentarlo y casi perdimos la esperanza, por eso Damian es mi milagro— Evelyn alzó su mano libre y Damian a velocidad vampirica la tomó—, ahora sé que también es el tuyo, por eso quiero que lo cuides y que nunca lo dejes solo, te lo suplico—. La mujer juntó las manos de ambos y les sonrió.

Damian estrechó la mano de Esme y la elevó para besarla.

— Te prometo que mientras yo exista él nunca estará solo, es mi hijo— afirma Esme solemnemente.

Esme salió de la habitación profundamente conmovida, regresó a la sala de espera y se sentó junto a sus otros hijos que se acercaron a abrazarla.

Damian volvió a acostarse al lado de su madre y Evelyn acarició su cabello mientras tarareaba La Vie En Rose.

— Prométeme que vivirás cada día de tu vida con intensidad— susurra la mujer con voz cansada—, aprovecha esta nueva oportunidad de vida, ya nada podrá detenerte.

Damian alza la vista con la frente fruncida, confundido.— ¿De qué hablas?

— Solo prométemelo— Evelyn niega con una sonrisa triste y Damian asiente con su rostro.

— Gracias hijo, valió la pena esperar por ti— dijo su madre con una sonrisa en el rostro—, hubiera esperado toda la vida por ti— y con un suspiro, el corazón de Evelyn se detuvo.

Damian escuchó con su agudo oído como el corazón de su madre se detuvo y no pudo creerlo. Con sus manos trato de traerla de nuevo a la vida, tratar de sanar su cuerpo, intentar curarla de su dolor. Trató de tener más tiempo con ella pero no pudo hacer nada, ella se había ido.

Llamó a gritos a la enfermera y dos de ellas entraron al lugar para confirmar lo que ya sabía. Su madre se había ido.

Ese momento parecía eterno, miró como se llevaban el cuerpo de su madre y sintió como los brazos de Esme lo envolvían, así como los de Rosalie y los de Emmett.

Los ojos de su madre se habían cerrado y él no pudo hacer nada, había llegado demasiado tarde.

Edward, Carlisle, Jasper y Alice llegaron al hospital después de recibir el mensaje de Rosalie anunciando la terrible noticia. Carlisle se adelantó mientras los adolescentes aparcaban el auto. Justo cuando caminaban a velocidad rápida pero dentro de los estándares de los humanos, Alice tuvo una visión.

En la visión aparecía Isabella Swan lanzándose de un acantilado de la reserva Quileute hacía el frío océano, Bella no salía a la superficie.

Tanto Alice como Edward soltaron un jadeo de dolor, casi al mismo tiempo.

— ¿Alice, qué sucede?— pregunta alarmado Jasper.

— Bella— responde consternada, negando una y otra vez—, Bella se ha lanzado de un acantilado.

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