⁀➷ C U A T R O

"Casualidades"

Kondo se encontraba en su estudio, la luz cálida de la tarde filtrándose a través de las cortinas mientras escribía con atención en su laptop

El artículo que había estado esperando escribir durante semanas estaba finalmente tomando forma. Frente a ella, la pantalla reflejaba palabras precisas y detalladas, propias de la crítica más exigente de la ciudad.

"L'Olivo", el restaurante de Gojo Satoru, no solo ha logrado dominar la cocina contemporánea, sino que también ha encontrado la perfecta fusión entre lo tradicional y lo innovador. Cada plato es una obra de arte, meticulosamente ejecutada, y los sabores se combinan de manera sublime..."

Kondo sonrió levemente al leer lo que había escrito. No era fácil complacerla, pero L'Olivo había logrado justamente eso.

Después de unas semanas de visita al restaurante y varios platos que la dejaron impresionada, su reseña estaba lista para dar un veredicto que sin duda alteraría la trayectoria de Gojo en la alta gastronomía local.

Terminó el párrafo y, satisfecha, cerró la laptop. Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que había sido la experiencia en L'Olivo.

Algo sobre ese restaurante, su ambiente, y sobre Gojo Satoru mismo había captado su atención más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Aunque claro dejando de lado lo bien qué la había cogido.

A pesar de su profesionalismo, Kondo no podía negar que había algo especial en él. No era solo un chef; había una aura intrigante a su alrededor, algo que la fascinaba más allá de la crítica.

Decidió despejar su mente con una salida rápida. Necesitaba un café para desconectar un poco antes de darle los toques finales al artículo. Se puso su abrigo y salió a caminar por la ciudad.

Al llegar a la cafetería, un lugar pintoresco y con una atmósfera tranquila, se acomodó en una mesa junto a la ventana.

Era el tipo de lugar donde uno podía sentarse a pensar o simplemente disfrutar de la paz, algo que Kondo valoraba enormemente.

Con una taza de café humeante frente a ella, sacó su teléfono móvil para revisar algunos mensajes. Fue entonces cuando, al levantar la mirada, algo la sorprendió.

En una mesa cercana, sentada junto a un par de platos vacíos, estaba un hombre de cabello oscuro, con una presencia calma pero inconfundible.

Kondo lo reconoció de inmediato: era Geto Suguru, el su chef de L'Olivo.

No esperaba encontrarlo aquí, en una cafetería tan alejada del bullicio del restaurante, pero parecía natural en su entorno.

Decidió acercarse, curiosa por hablar con él fuera del contexto del restaurante. Se levantó y, con una sonrisa cortés, se dirigió hacia su mesa.

-Vaya, qué coincidencia encontrarlo aquí -comentó Kondo con su tono habitual, un poco más relajado que el de sus artículos.

Geto levantó la vista y sonrió al reconocerla. Su mirada cálida y su porte relajado contrastaban con la imagen profesional que ella había tenido de él en su restaurante.

-No esperaba encontrar a la crítica más estricta de la ciudad en una cafetería tan tranquila -dijo Geto, divertido-. ¿Está disfrutando de un descanso bien merecido?

-Justo eso -respondió ella, sintiéndose sorprendida por lo ameno que parecía el ambiente con él. -Aunque debo confesar que no esperaba coincidir contigo fuera de L'Olivo.

-Bueno, uno también necesita su dosis de café para sobrevivir, ¿no? -dijo Geto, riendo suavemente-. ¿Le gustaría acompañarme?

Kondo asintió y se sentó en la mesa frente a él. Los dos comenzaron a hablar de la cocina, de su experiencia en el restaurante, e incluso de sus gustos personales en cuanto a la comida.

La conversación fue fluida, sin la formalidad que uno esperaría en una entrevista de trabajo o una crítica.

Kondo se dio cuenta de que, más allá de ser un excelente chef, Geto tenía una perspectiva fresca y profunda sobre la gastronomía que le hacía admirarlo aún más.

Mientras conversaban, Geto, con una sonrisa relajada, sacó su teléfono y, casi como si fuera un gesto casual, preguntó:

-Si no te importa, ¿te gustaría intercambiar números? Creo que tenemos muchas más cosas que hablar sobre cocina.

Kondo, sorprendida pero intrigada, asintió y sacó su propio teléfono, introduciendo su número rápidamente.

Ambos guardaron los teléfonos sin más formalidades, disfrutando del momento.

En ese instante, Kondo sintió una ligera chispa de conexión. Algo sobre Geto la hacía sentir cómoda, como si estuvieran en el mismo mundo pero desde diferentes perspectivas.

Aunque muy dentro de ella sabía algo, o mas bien, emergia está pregunta desde lo profundo de ella. ¿Que tan bueno sería en la cama?

Un par de horas después, Geto regresó a L'Olivo, donde Gojo lo esperaba en la cocina para discutir los planes de la noche.

Al verlo entrar, Gojo levantó una ceja, notando que su su chef estaba más relajado de lo habitual. Sin embargo, cuando Geto comenzó a hablar, algo en su tono llamó la atención de Gojo.

-Hoy conocí a alguien interesante -comentó Geto con una leve sonrisa, mientras se sacudía el abrigo. -Kondo, la crítica culinaria. Estuvimos charlando un rato. Parece que tiene una buena impresión de nosotros. Incluso intercambiamos números.

Gojo, que estaba revolviendo un plato con una concentración impecable, detuvo el movimiento al instante.

La idea de que Geto, su su chef, tuviera una conversación tan amena con Kondo no le gustaba para nada.

La imagen de Kondo sonriendo mientras le daba su número a Geto comenzó a ocupar su mente de manera inquietante.

-¿Números? -repitió Gojo, sin poder evitar que un toque de celos se asomara en su voz, aunque lo disimuló con una sonrisa forzada. -¿Así que se llevan tan bien?

Geto no pareció notar la tensión en la voz de Gojo y continuó con su relato, mientras Gojo, distraído, comenzaba a preguntarse más sobre Kondo.

¿Por qué le había dado su número? ¿Había algo más entre ellos de lo que él no sabía?

La sensación extraña y la creciente obsesión por esa crítica comenzaban a formar un nudo en el estómago de Gojo.

Ya no podía dejar de pensar en ella, en cómo había sonreído a Geto, cómo se había acercado tan fácilmente.

A partir de ese momento, Gojo sabía que algo había cambiado. La crítica, la mujer que apenas conocía, había logrado algo que no había podido hacer nadie en años: despertarle una preocupación que pronto se convertiría en algo mucho más profundo.


"La Tarde de Comida"

Era un día soleado y cálido, ideal para una pequeña aventura gastronómica.

Kondo había recibido un mensaje de Geto esa mañana, invitándola a hacer algo fuera de lo común: un recorrido por varios puestos de comida callejera de la ciudad.

La propuesta le resultó interesante. No era algo que soliera hacer, pero la idea de probar diferentes sabores y opiniones con alguien que entendiera de cocina le atraía.

Después de todo, Geto no era solo un buen chef, también tenía una perspectiva fresca sobre la gastronomía, y eso la intrigaba.

Con el sol brillando sobre la ciudad, Kondo aceptó. No esperaba más que una tarde agradable de charlas sobre comida, disfrutando de la casualidad y el buen comer.

Se dieron cita en un parque cercano, donde la multitud de puestos de comida iban y venían, llenando el aire de aromas tentadores.

-¿Listo para la degustación? -preguntó Kondo con una sonrisa mientras observaba a Geto acercarse.

Él le sonrió de vuelta, un gesto relajado y natural.

-Por supuesto. Hay algo especial en descubrir los sabores que se esconden en los rincones de la ciudad -respondió Geto mientras sacaba su teléfono para verificar la ruta. -Creo que he encontrado un par de lugares que te sorprenderán. Vamos, acompáñame.

El recorrido comenzó por un puesto pequeño de takoyakis, donde la masa crujía y el aroma a mariscos llenaba el aire.

Kondo observó detenidamente la técnica con la que la cocinera vertía la masa y añadía los trozos de pulpo, mientras Geto comentaba sobre la importancia de los ingredientes frescos en cada preparación.

Ambos se adentraron en una conversación técnica, pero divertida, sobre cómo los pequeños detalles hacían que algo tan simple como unos takoyakis pudieran elevarse a otro nivel.

Se desplazaron de un puesto a otro: un carrito de ramen, un puestito de yakitori, una parrilla de brochetas con un toque ahumado delicioso.

Kondo opinaba de manera crítica, pero siempre con el respeto que le merecía la cocina callejera. Geto la observaba atentamente, disfrutando del intercambio de ideas y la pasión que ambos compartían por la comida.

Sin embargo, mientras paseaban, Gojo Satoru observaba desde lejos.

Estaba allí, entre la multitud, vestido con ropa casual pero inconfundible, con su mirada oculta tras unas gafas oscuras que no lograban esconder la ligera incomodidad en su expresión.

Se había enterado del plan de Geto gracias a un comentario casual en la cocina, y, en un arranque de curiosidad (y quizás algo más), había decidido seguirlos sin que se dieran cuenta.

A medida que avanzaban por la ciudad, Gojo los mantenía a la vista, pero se aseguraba de mantenerse a una distancia suficiente para no ser notado.

Su mente, sin embargo, no dejaba de rondar una y otra vez sobre la misma pregunta: ¿Qué tipo de relación había entre Kondo y Geto?

Cada vez que veía a Kondo reírse por algo que Geto había dicho, o cuando intercambiaban opiniones sobre un plato, una punzada de celos lo recorría.

No entendía por qué le molestaba tanto. Después de todo, ella solo era una crítica, y Geto, su su chef, tenía su propio círculo de amigos.

Pero cada vez que los veía interactuar con esa complicidad y naturalidad, algo dentro de él se agitaba. No podía negar que sentía una creciente inquietud al verlos tan cómodos juntos.

Kondo, por su parte, disfrutaba del día. Estaba descubriendo nuevos sabores, disfrutando de la compañía de Geto, y de alguna manera, el hecho de estar fuera de los estrictos límites de la crítica culinaria le daba una sensación de libertad.

Hablaban de todo: desde las mejores salsas hasta la vida personal de cada uno. Kondo se sintió agradecida por poder charlar sin la presión de las expectativas que siempre la rodeaban.

Y, aunque estaba consciente de la atracción natural que muchos sentían por Geto, lo veía más como un amigo y colega que como algo más.

Sin embargo, cuando llegaron al último puesto de la tarde, un pequeño carrito de dulce de leche con crepas rellenas, algo cambió.

Después de probar el postre, Kondo se detuvo un momento, evaluando el sabor y comentando lo que podría mejorarse.

Justo cuando se disponía a seguir hablando, Geto la miró con esa expresión seria que la hacía sentir como si hubiera algo más entre ellos de lo que ella se había percatado.

-Kondo... ¿te gustaría hacer esto otra vez? -preguntó Geto, casi con una calma inesperada. -No todos los días se puede disfrutar de la comida sin presiones, sin tener que evaluar o escribir una reseña.

Kondo lo miró por un segundo, notando que su mirada había cambiado un poco, más intensa.

Sin saber muy bien por qué, un ligero cosquilleo recorrió su espalda. ¿Qué quiere decir con eso? pensó, aunque prefirió no darle demasiada importancia y sonrió.

-Claro, me encantaría. Ha sido divertido. Aunque no puedo prometer que no te haga una crítica en la próxima comida.

Ambos rieron, y con una sonrisa en sus rostros, continuaron caminando hacia la estación de tren. Fue un día agradable, lleno de buena comida y aún mejores conversaciones.

Pero mientras ambos se despedían, Gojo se encontraba a la distancia, con su mente corriendo a mil por hora.

No solo había notado la cercanía entre Kondo y Geto, sino que algo en su interior le decía que no debía dejar que ese vínculo fuera más allá de lo profesional.

Algo en su pecho se apretó al pensar que, tal vez, algo más estaba comenzando a surgir entre ellos.

Y esa sensación de celos, esa pequeña chispa de obsesión, comenzaba a crecer con cada segundo que pasaba.

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