! Capitulo 8
El clima otoñal se acercaba se podía ver en los árboles y en la brisa fresca que inundaba las calles de la ciudad a la hora dorada.
Una tarde de otoño, _____ se escapó de su casa a escondidas, harta del control asfixiante de sus padres.
Encontró refugio en su lugar secreto, un lago rodeado de árboles antiguos, donde el agua reflejaba el cielo como un espejo.
Se sentó en la orilla, respirando profundamente, disfrutando de la soledad. Pero no estaba sola.
Del otro lado del lago, Izana apareció, caminando lentamente hacia el agua. Al principio, _____ se sobresaltó, pensando en huir. ¿Qué pasaría si alguien los veía?
Pero algo en la calma de Izana la detuvo. Él la miró, pero no con sorpresa, como si hubiese estado esperando encontrarla allí. Sin decir palabra, se acercó y se sentó a su lado.
Durante varios minutos, ninguno habló. El silencio entre ellos era denso pero, de algún modo, cómodo.
— Me quieren mandar a Europa, a completar negocios familiares — musitó ella
Finalmente, Izana rompió el silencio, con una voz suave que parecía mimetizarse con la brisa del atardecer.
—Este lugar es hermoso —dijo, mirando el reflejo de las hojas doradas en el agua.
—Sí, es mi favorito —respondió _____ nerviosa, pero sintiendo una extraña paz.
Aunque apenas intercambiaron palabras, algo invisible los unía. La conexión era palpable, como si ambos comprendieran el anhelo del otro.
_____ sabía que sus padres jamás permitirían una amistad, mucho menos algo más con alguien como Izana, que era misterioso, diferente.
...
El festival otoñal era uno de los eventos más esperados, sobre todo para los negocios de la familia Donovan.
Ya que era3una costumbre que en ese festival la mayoría de los ciudadanos usaban antifaces o máscaras que le cubrieran el rostro.
Y era una ventaja que usaba la familia Donovan para entrar ese tipo de festivales y llevarse a las personas, secuestrarlos, sin ser descubiertas, así como hacer sus trabajos ilícitos al descubierto sin que sospecharan.
Todo el mundo salía a las calles adornadas con farolillos rojos y dorados, y las familias se reunían para disfrutar de la música, los juegos y la comida.
Para _____, era una de las pocas noches en las que se le permitía salir, aunque siempre bajo la estricta supervisión de sus padres. Sin embargo, aquella noche había algo diferente en el aire. _____ sabía que Izana estaría allí.
Vestida con un delicado yukata azul claro, _____ caminaba junto a su hermano Abaddon y Azkeel, tratando de disfrutar de las festividades.
— Te vez linda _____, no te metas en problemas — dijo su hermano mayor Abaddon.
— Nosostros iremos a trabajar aquí cerca, te buscaremos en cuanto acabemos — respondió Azkeel — Adirael y Alabám nos es esperan.
_____ asintió fingiendo poner atención a lo que decían sus mayores.
Sin embargo, su corazón latía rápido mientras buscaba en la multitud una mirada conocida. De pronto, entre los puestos de comida y las multitudes, lo vio.
Izana estaba de pie cerca de un pequeño templo, observando la celebración desde la distancia, vestido con un kimono oscuro que hacía que su presencia fuera aún más enigmática.
El tiempo pareció detenerse cuando sus miradas se cruzaron. Fue solo un segundo, pero para _____ fue suficiente.
A pesar del bullicio y la gente que los rodeaba, Izana y _____ compartieron una conexión silenciosa en medio de la multitud.
_____ avanzó entre la gente, sintiendo cómo la emoción la invadía con cada paso que la acercaba a Izana.
Finalmente, cuando llegó a un rincón oscuro y apartado del templo, lo encontró. Ambos sabían que estaban arriesgando mucho, pero en ese momento, bajo la luz suave de los farolillos flotantes, no les importaba.
—Sabía que vendrías —susurró Izana, con una leve sonrisa.
—No podía quedarme lejos —respondió _____, con el corazón latiendo a toda velocidad.
Se quedaron allí, observando juntos el espectáculo de luces, sin apenas hablar. La magia del festival parecía amplificar la tensión entre ellos, como si el mismo destino los hubiera reunido en ese instante.
Pero, tal como el festival llegaría a su fin, sabían que su tiempo juntos también sería breve.
Se separaron antes de que alguien pudiera notar su ausencia, sabiendo que, aunque no podían estar juntos, esa noche quedaría grabada en su memoria para siempre.
Sin embargo Astaroth estuvo cada día vigilando a su pequeña hermana menor, informándole a sus hermanos la situación de la menor.
Era un día gris y lluvioso cuando _____ decidió salir de casa. necesitaba ir a hacer un negocio, recoger dinero qué le debían a la familia.
Caminaba por los estrechos callejones del pueblo, con el sonido de las gotas de lluvia golpeando el suelo, sintiendo cómo el agua fría corría por su rostro y mojaba su ropa.
No esperaba encontrarse con Izana, pero el destino, una vez más, jugó sus cartas.
Mientras pasaba junto a una pequeña tienda abandonada, vio una figura solitaria bajo la lluvia, de pie junto a la entrada del viejo edificio.
Al principio, pensó que era su imaginación, pero cuando la figura levantó la cabeza y la miró, su corazón dio un vuelco.
Era Izana, completamente empapado, pero con la misma mirada tranquila y enigmática de siempre.
Sin pensarlo dos veces, _____ corrió hacia él, refugiándose juntos bajo el alero de la tienda.
La lluvia caía a cántaros a su alrededor, pero ninguno de los dos parecía preocupado por el frío o la humedad. Estaban demasiado concentrados el uno en el otro.
—Estás empapado —dijo _____, con una leve risa nerviosa, notando cómo el agua goteaba del cabello de Izana.
—Tú también —respondió él, con una sonrisa suave, mientras se sacudía un poco de agua de los hombros.
El silencio que siguió fue pesado, pero lleno de significado.
Ambos sabían que estaban jugando con fuego al encontrarse de esa manera, pero no podían evitarlo.
Había algo en la lluvia, en la soledad del momento, que les hacía sentir como si estuvieran en su propio mundo, alejados de las expectativas y restricciones que los mantenían separados.
_____ quería decir tantas cosas, pero las palabras se le atascaban en la garganta. Sentía el deseo de acercarse más a Izana, de tocar su mano, pero algo la detenía.
Sabía que si lo hacía, cruzaría una línea de la que no habría vuelta atrás.
Finalmente, Izana rompió el silencio.
—A veces, desearía que todo fuera diferente —dijo, sin mirarla directamente, con la voz cargada de un anhelo que _____ reconoció al instante.
—Yo también —respondió ella en un susurro, con los ojos llenos de emociones no dichas.
La lluvia siguió cayendo a su alrededor, creando una cortina que los separaba del resto del mundo.
Y aunque nunca se dijeron lo que realmente sentían, ese momento bajo la lluvia fue suficiente para que ambos supieran que, aunque el destino les impidiera estar juntos, siempre llevarían en sus corazones el recuerdo de cada encuentro prohibido, de cada silencio compartido.
Cuando finalmente la lluvia comenzó a amainar, Izana y _____ se miraron una última vez antes de separarse.
Con el invierno llegó la niebla, que envolvía al pueblo en un manto blanco y frío.
Las salidas de _____ se habían vuelto más difíciles de ocultar, ya que sus padres así como sus hermanos cada vez eran más vigilantes.
Sabían que algo había cambiado en ella, pero no podían identificar qué. Era como si sus pensamientos estuvieran siempre lejos, en algún lugar fuera de su alcance.
Una noche, incapaz de soportar más la opresión, _____ escapó nuevamente. Caminó bajo la niebla, siguiendo un impulso desconocido.
Sabía dónde encontrar a Izana. Se dirigió hacia un pequeño santuario en lo alto de una colina, un lugar donde el viento silbaba entre los árboles y la luna apenas podía vislumbrarse entre las nubes.
Izana ya estaba allí, esperándola. _____ corrió hacia él, sabiendo que ese encuentro podía ser el último.
Al estar frente a él, ninguno de los dos dijo nada. La distancia que siempre había existido entre ellos parecía desaparecer en el aire frío de la noche.
—No deberías estar aquí —murmuró Izana, aunque no hizo ningún esfuerzo por alejarla.
—Lo sé —susurró _____ con la voz rota.
Se quedaron en silencio por lo que parecieron horas. ______ quería decir tantas cosas, quería confesar lo que sentía, pero las palabras se quedaban atrapadas en su garganta.
Cuando la luna alcanzó su punto más alto, _____ supo que era hora de irse. Se separaron sin un beso, sin una promesa.
Sólo con miradas cargadas de lo que nunca se dijeron.
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