OO2. ALCOHOL, CELOS Y HELADO

❛ I swear I'm never gonna give you up ❜

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MAEDOW HABÍA CONSUMIDO UNAS CUANTAS BEBIDAS DEL CUAL LA MAYORÍA DE ELLAS NO SABÍA EXACTAMENTE QUE ERA. Su cabeza parecía que iba a explotar gracias a la música alta y las luces la mareaban demasiado.
No era la única de sus amigos en ese estado, pero se podía ver que ella era la más afectada por el alcohol.

—Mae, creo que ya fue suficiente —Oscar quitó el vaso de alcohol de las manos de su amiga.

Mae no se opuso, solo que quedó sentada en el sillón del cual Oscar se encargó de apartar para que Mae este tranquila. Al lado de la argentina estaba Lando, también pasado de copas, y Devon; ella no había bebido mucho, pero su cabeza iba a explotar por el dolor de cabeza.

—Oh, wow —Carlos se acercó a ellos con la intención de hablar, pero al verlos, su rostro cambió de pensamiento— ¿Están todos pasados de copas?

—Así es —Oscar asintió mirando como Maedow se dormía a pesar de la música fuerte—. ¿Debería llevarlos a el hotel?

—Si, y es mejor que sea ahora antes de que hagan un escándalo —Carlos dejó su vaso sobre la mesita frente a ellos—. Yo llevaré a Devon y a Mae, tu encargarte de Lando.

Oscar se encargo de despertar lo mejor posible a Lando para no tener que arrastrarlo por todo el salón hasta su auto. Carlos se acercó a Devon, avisándole de que las llevaría a el hotel y ella sin ningún problema se levantó para ir a el estacionamiento. El español se acercó a Mae para tratar de que no se duerma profundamente, la argentina no quería moverse del sofá, pero Carlos hizo lo posible y funcionó solo hasta el punto de lograr ponerla de pie.

Espera —le habló en español. Mae se sostuvo del brazo de Carlos—, necesito ir al baño.

Carlos suspiró. —¿Es urgente?

Mae asintió y no desaprovechó el momento para hacer un mini puchero en sus labios para convencerlo.

Está bien, te dejaré en la puerta y te espero afuera.

Gracias —le respondió en español y besó el cachete de Carlos con una sonrisa.

Carlos nunca vio a Maedow Richter ser cariñosa, pero el alcohol lo puede todo.

Carlos acompañó a Mae hasta la puerta y ella tranquilamente se encargó de sostenerse de la puerta para poder entrar. La argentina hizo sus necesidades e intentó mirarse a el espejo, su pelo estaba todo revuelto, el poco maquillaje que se había puesto se corrió por el hecho de estar en movimiento toda la noche.
Mae se limpió la cara y trató de despertarse para poder seguir en pie hasta el hotel. Se sostuvo otra vez de la puerta y salió aturdida por el volumen alto de la música.

—¡Carlos! —comenzó a gritar al no ver al español esperándola.

Caminó unos pocos metros en donde se comenzó a sentir mareada y cansada, las luces la estaban dejando ciega y le costaba mantenerse en pie. Todos estaban bailando, quienes terminaban empujando a Mae, y ella no hacía otra cosa que tratar de sostenerse de ellos.

¡Carlos! ¿Dónde carajos está? ¡Carlos! —gritaba mientras trataba de encontrarlo.

A unos pocos metros de ella logró ver la remera negra que el español traía puesta, no lo distinguía del todo, pero estaba un 45% segura de que era él. Entonces se acercó con suma alegría y lo abrazó por la cintura, como si de un oso de peluche se tratara.

—Ya podemos ir a casa, Carlos —arrastró las palabras.

El mencionado se dió vuelta para verla a la cara, Mae estaba a punto a volver a abrazarlo, pero sus pasos se detuvieron cuando logró identificar a aquella persona, quien claramente no era Carlos.

—¿A dónde vas con Carlos?

Mae rezaba para que lo que sus ojos lograban ver era no fuera a Max. Se quedó estática en su lugar, no se había percatado del cabello rubio y menos de la altura.

Hay millones de hombres con remeras negras, ¿y tenía que abrazarlo como una estúpida a él?. Pensó, mientras se golpeaba internamente.

—Maedow, ¿qué ibas a hacer con Carlos? —el holandés volvió a preguntar.

Max sostenía un vaso con alguna bebida alcohólica que ni él sabe que es, pero lo sostenía con bastante fuerza y tampoco le importaba mucho luego de haber escuchado a Mae preguntar por el español.

—¿Qué te importa? —la de Argentina levantó sus hombros restándole importancia.

Max la miró confundida al no entender lo que dijo. —¿Qué?

—¡¿Qué te importa?! —esta vez lo gritó agitando sus manos.

Max se dió cuenta de que Mae estaba pasada de copas, y muchas. No le gustaba verla así, ya la ha visto varias veces en ese estado, se vuelve inocente y muy apegada, por lo de que Max piensa que cualquier persona podría aprovecharse de ella.

—Ven, te llevo a el hotel —Max la tomó del brazo.

¡No me toques! —se soltó de su agarre.

—Por Dios, Mae. No te entiendo

—No me entiendas —volvió a hablar en inglés, y esta vez lo miró desafiante —. Quiero ir con Carlos. ¿Dónde está ese bonito español? ¡Carlos!

Max cerró sus ojos y apretó sus puños mientras soltaba un suspiro. Tenía a Mae mirándolo fijamente y destestaba que hiciera eso.

—Si vienes conmigo, te compraré un helado.

Mae cambió su expresión en un instante, lo que siempre sorprendía a el holandés.

Max sabe como llamar la atención de la argentina, lo ha hecho en muchas ocasiones, muchas de esas fueron por algún soborno con el helado, y otras cuando ella no estaba en sus cinco sentidos, pero más que nada para cuidarla.
Y aunque no parezca verdad, o tal vez Mae no se acuerde gracias a que varias de esas ocaciones fue por el alcohol, ellos dos tuvieron varias aventuras juntos. Pueden llegar a mostrarse como los peores rivales en la pista, pero fuera de ella están más juntos de lo que podríamos pensar.

—¿Tú auto esta aquí? —preguntó ella colocando su mano en el hombro de Max, quien asintió —. Bien, entonces vamos.

Max sostuvo la cordura y relajó sus músculos. Mae comenzó a caminar hacia la salida y Max la siguió por detrás, la tomó del brazo para dirigirla hacia el estacionamiento al ver que se dirigía hacía otro lado.

—Sube, Mae —Max abrió la puerta del copiloto y la argentina subió tranquilamente. Todavía tenía alcohol en la sangre, pero el sueño le estaba ganando.

El holandés rodeó el auto para subir y miró a Mae con una sonrisa al verla quedarse media dormida sobre la ventana. Al encender el auto, Maedow saltó del susto y miró mal a el rubio.

—Quiero mi helado —Mae hizo el esfuerzo de señalarlo.

—Una promesa no se rompe, Mae —sonrió para luego conducir el auto fuera del estacionamiento.

El viaje hacía el hotel se tomó con calma, Mae iba durmiendo, Max miraba fijamente el camino, mientras que solo se escuchaba la música de la radio. No se percibía ningún rastro de incomodidad, es más, Max disfrutaba de ese momento.

Una suave melodía se comenzó a escuchar, a lo que Max comenzó a buscar a su alrededor de donde provenía aquél sonido. Miró a Mae y luego posó sus ojos sobre su regazo, donde estaba el teléfono de la argentina con una llamada entrante de Carlos.

Carlitos (smoth operator): en la pantalla decía ese nombre, tal como Maedow le gusta decirle a el español.

La ansiedad estaba comiendo la cabeza de Max, no quería saber nada sobre Carlos ahora, menos sabiendo que Mae lo estaba buscando con mucho interés, cuando técnicamente no sabe el contexto de la situación.

Aún así, tomó el teléfono con cuidado de no despertarla y lo pegó a su oreja.

Mae, ¿dónde estás? Te estoy buscando en el club. Devon nos esta esperando en el auto para irnos —comenzó Carlos a hablar.

—Carlos, soy Max.

Solo fue silencio de parte del español, solamente se escuchaba la música de fondo.

—¿Max? —preguntó confundido—. ¿Estás con Maedow?

—La estoy llevando a el hotel —habló seriamente—. La encontré pasada de copas y no tuve otra opción que traerla.

—De acuerdo. Llevaré a Devon y le avisaré cuando estemos cerca, así la madre de Dev las puede recibir.

Max volvió a mirar a su acompañante y sonrió al ver como descansaba. El alcohol la volteó, cosa que solo Max logra ver seguido.

—Bien. Estaré ahí en cinco minutos —seguido de eso cortó la llamada.

Volvió su vista hacía la carretera que estaba algo vacía y soltó un suspiro pesado. Dejó el teléfono de la argentina de vuelta en su lugar, con tranquilidad para no despertarla. Volvió a mirarla de reojo, le era imposible no hacerlo. Bajó la velocidad del auto, tratando de ir tranquilo y disfrutando el momento, que tal vez Mae no recuerde como muchas de las otras veces, pero Max siempre tiene esperanza de que algún día le agradezca.

Llegando a el hotel, ahí estaba Carlos apoyado en su auto esperando la llegada del holandés y la argentina. Se acercó con una sonrisa cuando Max se estacionó frente a el hotel y bajó su ventanilla.

—¿Y la madre de Devon? —preguntó Verstappen.

—Volverá en unos minutos, solo me quedé a esperarlos —respondió.

Max asintió y miró a Mae, quien seguía durmiendo, pero ahora intentaba abrazarse a ella misma por el frío que estaba sintiendo.

—Si quieres vuelve a club, yo me quedo a esperar a la madre de Devon —optó el rubio.

—¿Seguro? —Max asintió—. Yo no tengo problema en quedarme.

—No hace falta. De hecho yo también iré a el hotel, no quiero estar cansado.

Carlos asintió. Le dió una última mirada a Mae quien todavía seguía durmiendo plácidamente, pero sabe el dolor de cabeza y náuseas que tendrá luego. El español se fue, no sin antes agradecerle por cuidarla. Max esperó unos minutos cuando la madre de Devon apareció en la puerta, Max salió de su auto y saludo amablemente.

—Dios mío, beben demasiado.

Max aguantó un pequeña risa al recordar que también pensó eso cuando la traía hacia el hotel.

—Espere, yo la cargaré —Max abrió la puerta del lado de Mae para poder sacarla y tomarla cuidadosamente de la cintura y así llevarla dentro del hotel.

La madre de la piloto de Aston Martin se dirigió a la habitación de Mae, guiando a Max en el camino. La señora abrió la puerta con la llave que Maedow le dejó por si se la olvidaba, dejó pasar al holandés y con cuidado dejó a su rival sobre la cama. Ella cerró sus ojos apenas se recostó, eso tranquilizaba a Max.

—Muchas gracias, Max —la madre de Dev le agradeció otra vez con una gran sonrisa.

—No es nada —él sonrió ampliamente.

Mietras la madre de Devon ordenaba algunas cosas de Meadow, Max tomó la manta que había sobre la cama para tapar a Mae. Le quitó sus botas y dejó su celular sobre la mesita de luz, trató de dejarla cómoda o sino no dormiría tranquilo.

Se quedó viendo a su contrincante durmiendo tan plácidamente que a veces desearía que fuera así todo el tiempo y no tan el caos en la pista que siempre fue.

—Descanse, señora Wells —se despidió Max amablemente para luego salir de la habitación y dirigirse a su auto.

Soltó un suspiro agotador mientras miraba las ventanas de todas las habitaciones del gran hotel. Sonrió para si mismo recordando todas las veces que vio a Maedow en ese estado y todas las veces que la cuido de que nada malo le pasara.

Miró la hora en su reloj y soltó un suspiro al ver el horario de madrugada que era. Giró su cabeza su cabeza hacia el lugar del copiloto donde Mae dormía plácidamente hace unos minutos. Eso le hizo recordar la promesa del helado que ella le reclamó. No sabía que haría o cómo se lo dejaría a ella, pero sería capaz de llevárselo al día siguiente.

(•••)

—¡¿Por qué no me contaste esto antes?!

Maedow se alejó el teléfono de su oreja al escuchar el grito sumamente agudo de Devon. Miró el gran sol por la ventana del hotel, se estaba poniendo un poco caluroso, pero en unas horas estaría tomando un vuelo hacía Mónaco, lugar donde vive.

—Porque en ese momento tu madre estaba cuidándome por si vomitaba, gracias a que tomé demasiado alcohol —Mae soltó un suspiro pesado—. Igual, fue algo raro. No recuerdo que me haya traído al hotel, menos que yo le pidiera helado. ¿Y cómo mierda sabe mis gustos en los helados?

Mae miró la hoja donde estaba escrito la explicación de como Maedow había llegado al hotel. Además de un post data: disfruta tu helado, al lado de una caja llena de barras de helado de vainilla bañados en chocolate.

—Es un hombre de clase. Sabe lo que hace.

—No, solo quiere aprovecharse —repondío—. ¿A caso no le da vergüenza?

—¡¿A caso tú no te das cuenta?! Mae, por favor. Siento la tensión sexual que tienen cada vez se hablan. Es muy notable.

—Oh, por favor, cállate Devon. Es demasiado. Nos vemos.

Con eso, Maedow cortó la llamada para luego tirar su teléfono sobre la cama. Volvió a mirar por el gran ventanal. Tenía una vista hermosa, los edificios sumamente altos, pero se lograba ver árboles en los pequeños parques alejados de todo. El sol pegaba contra los edificios y creaban un pequeño reflejo en ellos.

Mae rió por el hecho de pensar en toda la situación extraña que Max debió haber vivido con ella pasada de copas la noche anterior. Estaba segura que habrá dicho cosas de más, pero nunca estaría de acuerdo con la amabilidad y cortesía que Max tenía con ella.

Tomó uno de los helados de la caja y comenzó a comerlo sentada sobre la cama ya ordenada. Al terminar, tomó su balija, mochila y en sus manos sostenía la caja con los helados, bajó por el ascensor hasta llegar al piso principal donde la esperaban para llevarla a su auto. Se acercó a la recepción para agradecer el servicio por el hospedaje y de paso dejó la caja de helados para ellos. No debía comer mucho de esos y además no podía llevarlo en el vuelo.

—¿Qué pasa, muppet? —habló al atender la reciente llamada que recibió al subir al auto.

—No mucho, estoy por subir al avión —respondió Lando.

—Yo estoy en camino a el aeropuerto. ¿Irás a Mónaco o irás directo a Texas?

—Primero iré a Mónaco. Necesito descansar un poco en casa e iré a Texas junto a el equipo.

—De acuerdo, entonces te veré en Mónaco —respondió con una sonrisa—. Ten un buen vuelo, Lan.

—Tú también, Mae

Maedow cortó la llamada, satisfecha de del bienestar de Lando.

Minutos después llegó a el aeropuerto donde solo le tomo cinco minutos registrarse y unos tres minutos la espera para subir a su avión y tomar rumbo a casa. Estaba ansiosa de llegar, quería descansar y por un solo momento tener paz.

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