02: Romeo y Julieta

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   EL HOMBRE HABÍA NOTADO QUE NINGUNO DE LOS dos se quitaba la mirada de encima, y aunque en su mundo de ensueño los adolescentes estaban experimentando la magia del amor a primera vista, la realidad era muy diferente puesto que Peter no sabía con certeza si en los planes de la rubia estaba matarlo ahí mismo, luego de haberla visto platicando con el hijo de uno de los cazadores más respetados y temidos del mundo. Claro que ese título se lo había ganado luego de que su mujer, Elizabeth Argent, muriera a manos de un Omega no hacia mucho tiempo. Verónica tampoco lograba esfumar el eco del apellido Hale dentro de su mente. Estaba segura de que lo había escuchado en la boca de Gerard y eso significaba una cosa: no era nada bueno.

  El director se aclaró la garganta antes de
seguir hablando mientras sacaba una hoja blanca del pequeño cajón de su escritorio. El vaso lleno de lápices y pluma se sacudieron cuando cerró el cajón con fuerza captando la atención de ambos.

  —Bien, Verónica, aquí tengo tus horarios, si deseas cambiar algo me lo haces saber. Aunque, bueno, Chris me ayudó a organizarlo, ¿supongo que estás bien con eso, cierto? —Sonrió al ver como la chica asentía mientras tomaba la hoja que el hombre le extendía—. Ah y claro, si quieres unirte a una actividad extracurricular vienes aquí y te anotas sin problema. No lo digo ahora porque primero quiero que Peter te enseñe toda la preparatoria así puedes decidirte mejor...

  —Sólo por curiosidad —interrumpió Verónica logrando la atención de ambos—. ¿Hay una biblioteca aquí? En una de las escuelas a las que he asistido antes no había y para ser sincera soy de las personas que necesitan del silencio para concentrarse.

  El director bajó la mirada hasta el libro de la chica que antes no había notado y volvió a enderezarse en su asiento. Peter también bajó la mirada hasta sus manos, aunque sus ojos se centraron más en el cuero levemente despellejado alrededor de sus dedos. Apartó la mirada antes de lograr leer el título del libro al sentir los ojos de la chica encima de él. Inconscientemente, Peter, se llevó uno de los dedos cerca de sus labios.

  —Veo que también eres fan de la lectura —dijo el director enarcando una ceja sintiéndose maravillado con la chica que tenía enfrente—. Respondiendo a tu duda: sí, contamos con una biblioteca. No es de las mejores, pero es bastante cómoda y se respeta el silencio si eso es lo que te preocupa.

  —Pues, genial —soltó Verónica junto a una pequeña sonrisa.

  —Bueno, pueden comenzar con el recorrido. Si me necesitan, saben donde pueden encontrarme —dijo el director acomodando levemente las hojas en el escritorio que había estado revolviendo antes de que sus alumnos entraran—. Haz que Verónica se sienta cómoda, Peter, confío en tí.

  —Será todo un placer. —El chico se puso de pie mientras se inclinaba un poco para extenderle la mano al director en forma de saludo—. Que tenga buena mañana.

  —Igualmente.

  —¡Ah! Por poco y lo olvido, que tonto soy —habló el director repentinamente mientras tomaba un pequeño papelito que tenía junto a un cuaderno rojo. Se lo dio a la chica—. Es el número de tu casillero y la clave. Asegúrate de no compartirla con nadie.

  Veronica le agradeció y guardó el papel dentro de su bolso antes de seguir a Peter hacia la salida de la oficina. Mientras caminaban en silencio fuera de la recepción, la chica fue consciente de la altura de él. Veronica media cerca del metro sesenta y cinco, pero Peter parecía rozar el metro ochenta, así que cuando se detuvo junto a él, tuvo que alzar la mirada bastante para que Peter supiera que lo estaba escuchando.

  —¿Por dónde quieres comenzar? —preguntó—. Podríamos empezar por la biblioteca, al parecer es lo que más te importa.

  —Ujum. —Asintió la rubia.

  La verdad es que le daba igual por donde comenzarían, le preocupaba más el hecho de que le estaba quitando horas de clases al pobre chico sólo por ser nueva. Aunque a Peter realmente no parecía molestarle la idea de saltarse las clases, sabía que el director le ayudaría con eso luego y para ser honesto, estaba planeando escabullirse junto a su mejor amigo en la clase de biologia antes de que lo llamaran a la oficina.

  —Bien... —murmuró Peter, comenzando a caminar hacia el lado izquierdo del pasillo.

  Verónica soltó un suspiro antes de volver a tomar la correa de su bolso con fuerza y seguirle el paso.

  —Siento mucho haberte quitado el tiempo en esto —lamentó ella—. Realmente no lo veo necesario, pero no podía negarme con el director. Es de los mejores que he conocido. Además, parecía bastante emocionado de tenerme acá.

  Peter le sonrió de lado sin quitar la mirada de enfrente. Doblaron justo antes de llegar al final del pasillo donde daba la entrada principal. Este se detuvo frente a una enorme puerta mientras sostenía la correa de su mochila de la misma forma en que lo hacía Verónica.

  —Debo admitir que no me molesta en lo absoluto. Sólo un tonto se quejaría de que lo saquen de clases —comentó divertido—. Y respecto a la emoción del director, déjame decirte que no es nada habitual. Sobre todo teniendo en cuenta que esta no es una preparatoria donde llegan estudiantes nuevos todos los días. Debe estar más que encantado de tenerte aquí.

  Verónica le sonrió de vuelta antes que su rostro se iluminara luego de que Peter abriera las puertas. El chico dio un paso dentro de la biblioteca sin quitarle la mirada de encima a ella. Verónica dio varios pasos hacia adelante posando su mirada en cada uno de los libros que sabía que serían los responsables de animar sus días a partir de ese día.

  La chica dejó el libro que tenía en sus manos encima de una mesa de madera casi desgastada y mientras ella caminaba emocionada hasta los estantes, Peter le dio una mirada al libro antes de tomarlo.

  —"¿Por qué el amor que nace de tan débiles principios, impera luego con tanta tiranía?" —citó Peter sin haber leído las páginas.

  —"¿Por qué, si pintan ciego al amor, sabe elegir tan extrañas sendas a su albedrío?" —Le siguió Verónica sin quitar los ojos de los estantes.

  —¿Eres una chica romántica o trágica? —enarcó una ceja curioso, mientras agitaba el libro en su dirección—. No logro tenerlo claro.

  Verónica se volteó hacia él luciendo confundida mientras sostenía un libro abierto casi a la mitad.

  —Creo que es bastante obvio, ¿no? "Romeo y Julieta" es una gran historia de amor —contestó con una pequeña sonrisa, luego soltó un suspiro mientras se encogía de hombros pareciendo recordar algo—. Aunque aún no termino de leerlo.

  Peter infló sus mejillas evitando soltar una carcajada ahí mismo y resopló mientras cerraba el libro logrando un corto ruido cuando las páginas chocaron entre sí. Le dio una caricia al título con uno de sus dedos sintiendo la textura de este y luego alzó la mirada encontrándose con los brazos cruzados de Verónica esperando una explicación de su repentina diversión.

  —Bueno, no me considero una persona romántica, en lo absoluto diría, pero no creo que el suicidio de dos amante adolescentes sea considerado una gran historia de amor, sino más bien, lo cito: "Triste historia es la de Romeo y Julieta".

  —Espero que ese final haya sido inventado por tí ahora, o pienso golpearte con el libro que tengo en la mano justo en la cabeza —habló Verónica con un tono molesto.

  —No, tranquila, es el final que decidí darles yo —dijo Peter, caminando hacia ella para luego entregarle el libro con una sonrisa—. O no. La verdad es que haré que tu mente no dejé de sobrepensar en lo que dije. Tal vez mienta, tal vez no. ¿Qué te gustaría que sea cierto, Verónica? ¿Un final triste, pero realista, o la misma historia que se repite en todos los libros de romance escritos hasta el día de hoy?

  —Para la realidad y la tristeza ya tengo mi vida —contestó—. Así que sí, prefiero hundirme en las mismas historias en diferentes libros fantaseando con el hombre perfecto escrito por una mujer.

  —Poca confianza le tienes a nuestra caballerosidad, Verónica.

  —No puedo tener confianza en algo que dejó de existir hace tiempo, Peter.

  Él se llevó una mano cerca de corazón fingiendo estar dolido antes las palabras directas de Verónica. Luego, ambos sonrieron a la par.

  —Bien, entonces estaré agradecido de ser el primero en tu vida en abrir la puerta para que pases antes que yo —bromeó Peter, caminando hacia atrás y haciendo justo lo que dijo—. Después de tí.

  Veronica negó divertida mientras caminaba fuera de la biblioteca.

  [...]

  Luego de casi media hora, Verónica y Peter ya habían recorrido todo el edificio de la preparatoria, lo único que les faltaba era pasar por las piscinas de natación. Habían decidido que al otro día al terminar la hora del almuerzo irían a la cancha de básquet y luego a la de Lacrosse y Soccer. Verónica no quería tener que quitarle lo que restaba del día y ella tampoco deseaba no presentarse a clases.

  Por otro lado, a pesar de las advertencias de su mente, Peter se convenció de que Verónica no era un peligro. Resultaba casi improbable para él que una chica tan delgada y sin músculos fuera una cazadora —al menos una buena—, así que sólo se convenció asi mismo de que Verónica era una amiga lejana de Christopher. Aunque tampoco lograba ser una teoría sostenible a base de firmes fundamentos.

  —¿En qué piensas? Has estado callado desde que salimos de la sala de teatro. —Verónica caminó junto a él—. Supongo que te arrepientes de hacer esto.

  Peter salió de sus pensamientos conectando la mirada con la rubia antes de aclararse la garganta y detenerse enfrente de una puerta.

  —Ya te dije que no —respondió en un suspiro. Bajó la mirada hasta las manos de ella y volvió a centrarse en el pellejo alrededor de sus dedos—. Estaba... Tengo una duda, ¿sabes?

  —¿Bien?

  —Te vi hablando con Christopher Argent justo cuando entraste. —Señaló detrás de él y Verónica notó la puerta por la que había ingresado más temprano—. ¿Qué es lo que los relaciona?

  La chica arrugó el entrecejo mientras se cruzaba lentamente de brazos. Le parecía confuso el repentino interés de Peter sobre su junta, pero decidió encogerse de hombros y contestar sin darle tanta vuelta al asunto.

  —Es mi mejor amigo —contestó—. ¿Cómo lo conoces?

  —Digamos que somos buenos compañeros en la cancha —respondió Peter con facilidad, aunque a Verónica le costó creerle—. Como sea, esta es la sección de natación.

  Peter abrió una de las puertas y ambos entraron al lugar. Verónica se mostró asombrada al ver las dos enormes piscinas a cada lado. La natación no entraba en uno de sus hobbies y había una clara razón para ello: jamás había aprendido a nadar. Lo intentó, trató por años, pero nunca pudo hacerlo sin salir ahogada.

  —Wow —dijo, caminando cerca de una de ellas—. No luce tan grande desde afuera.

  —Lo sé, diría que es como el sombrero de un mago —comparó Peter deteniéndose junto a ella—. ¿Sabes nadar?

  Verónica soltó una pequeña risa volteando a verlo.

  —Si hacerlo como un cachorro desesperado cuenta como nadar, pues sí, y lo hago a la perfección.

  —Entonces me encantaría ver aquella imitación —confesó Peter con diversión en su rostro—. Bromeo, sólo trata de mantenerte lejos. Al menos mientras no haya nadie, porque las piscinas son bastantes profundas y si te ahogas (seré sincero), me dará mucho sentimiento porque los cachorros son mi debilidad. —gimoteó logrando una carcajada por parte de Verónica—. Pero no le digas a nadie, lo usarán en mi contra.

  —¿Apenas nos conocemos y ya me confiesas tus más oscuros secretos? —preguntó ella una vez que pudo calmar su risa.

  Peter alzó una de sus cejas y suspiró con pesadez  clavando su mirada en un punto perdido en medio del agua.

  —Existen peores secretos, créeme.

  Verónica guardó su libro en el bolso y le dejó en el suelo seguida por la mirada confusa del chico.

  —¿Y tú? ¿Sabes nadar? —Enarcó una ceja mientras se cruzaba de brazos queriendo lucir despreocupada.

  Peter también enarcó una ceja en su dirección transformando su confusión en curiosidad absoluta.

  —Obvio, sería capitán del equipo de no ser que soy más un chico del baloncesto. Debo admitir, con total orgullo claro, que soy multifacético —contestó sintiéndose seguro de si mismo.

  —Okay, Señor multifacético, esto es por revelarme el final de "Romeo y Julieta".

  —¿Qué...?

  Verónica lo tomó de uno de sus brazos con fuerza y lo empujó hacia la piscina del lado derecho sin dejar que terminara de hablar. Sonrió divertida manteniendo el equilibrio mientras lo veía hundirse en el agua por un par de segundos. Soltó una gran carcajada y rápido se tapó la boca al notar que el eco podría alertar a algún profesor.

  Peter rompió la capa de la superficie y salió mientras escupía el agua que había logrado entrar en su boca. Sacudió la cabeza quitando el líquido sobrante en las fibras de su cabello y volteó a ver a la chica quien mantenía sus manos cubriendo su boca con una expresión divertida en su rostro.

  —Eso no fue justo —soltó mientras se mantenía flotando moviendo sus brazos—. "Romeo y Julieta" no lo valen.

  —Valieron cincuenta dólares —contestó Verónica acercándose a él.

  Peter negó mientras fruncía el entrecejo.

  —Te lo han regalado, vi la dedicatoria en la primer página. —Resopló—. "Para mi bella hija amante del amor y la tragedia" —recordó mientras seguía agitando sus brazos—. Deberías ahogar a tu padre, aquella dedicatoria fue una gran revelación si me permites opinar.

  —No, no te lo permito —dijo Verónica.

  —Como sea, ayúdame a salir antes de que alguien nos atrape. No creas que voy echarme la culpa por tí, ¿si recuerdas lo que dijo el director? Soy de los mejores.

  Verónica señaló detras de él.

  —Puedes salir por aquella escalera.

  Peter volteó con rapidez y luego volvió a mirar a la chica con una sonrisa.

  —No voy a nadar diez metros para salir. Ayúdame.

  Verónica rodó los ojos mientras suspiraba.

  —¿Crees que soy tan ingenua como para tenderte la mano? Vas a lanzarme al agua con tu propio peso. Parezco, pero no lo soy.

  Peter alargó la sonrisa antes de apoyar uno de sus pies contra la pared de la piscina y sostener el peso de su cuerpo con uno de sus brazos mientras que con la otra mano tomaba la muñeca de Verónica. El grito de la chica se ahogó en el agua en una fracción de segundos. Sintió como comenzaba a hundirse cada vez más mientras luchaba por subir a la superficie. Cuando creyó que moriría ahí mismo, Peter la tomó de la cintura y la llevó hasta arriba tan rápido como le fue posible.

  Tomó una bocanada de aire apenas le fue posible respirar. Volteó hacia el chico encontrándose con la cercanía de su rostro divertido antes de salpicarlo con agua.

  —Eres un idiota —escupió Verónica moviendo sus brazos aunque no le hiciera falta porque Peter aún la sostenía—. Sabes que no sé nadar.

  —Bueno, por eso te est...

  —¡Verónica!

  Ambos alzaron la mirada encontrándose con el rostro de Chris contraído en furia. Peter y él clavaron su mirada entre ellos y Verónica no pudo evitar tener el presentimiento de que podrían haberse matado ahí mismo si ella no hubiese estado en medio.

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