𝟬𝟱. percy almost burned down the camp












GAME OF SECRETS
❪ act one: capítulo cinco ❫

❛ percy casi incendia
el campamento ❜











Gloria. Los semidioses siempre han luchado por la gloria. Antes la llamaban ‹‹kleos››. Es una cosa que se adhiere a tu nombre, lo vuelve más grande, aterrador, más importante. Los demás escuchan cuando hablas, se esfuerzan por tu amistad, porque saben que no les conviene que tengas algo en su contra, así que lo piensan antes de meterse contigo.

Algo que va ligado a la gloria es la reputación. Las personas esperan que actúes de cierta manera, que hagas cierto tipo de cosas, cuentan contigo para eso.

Y esa era una de las razones por las cuales Venus estaba sentada en un banquito de madera de treinta centímetros, con sus manos sujetando firmemente una taza de café mientras intentaba ignorar el olor a sangre y sudor propios de la cabaña 5.

‹‹¿Por qué huele como si hubieran matado un chancho aquí dentro?›› pensó.

—¿Me estás escuchando?

Venus despegó su mirada del fondo vacío de la taza y clavó sus ojos en Clarisse La Rue, la consejera jefe de la cabaña de Ares. Una chica alta y corpulenta, como todos sus hermanos, de cabello castaño mal cortado cayéndole a la altura de los hombros y ojos oscuros.

La cabaña de Afrodita se había aliado con la de Ares para el próximo captura la bandera, que sería el viernes de esa semana. Lo gracioso era que ningún integrante de la cabaña 10 participaba realmente, pero Quirón siempre las obligaba a elegir un bando y, por afiliación, siempre elegían la cabaña 5.

—Sí.

—¿Y?

—Y... —sus uñas repiquetearon en la taza de porcelana, causando un suave tintineo— creo que tiene un alto potencial de viabilidad.

Clarisse sonrió como si fuera una niña pequeña a la que le habían regalado sus chocolates favoritos.

—Perfecto —dijo, y comenzó a doblar los pergaminos con dibujos del bosque del campamento, recoger las pequeñas fichas que representaban campistas y los alfileres, que hacían lo mismo, pero con las banderas—. Ahora solo falta encargarnos del novato.

—¿Percy? —preguntó Venus, con el entrecejo levemente fruncido.

—Ya te sabes su nombre, fantástico —celebró Clarisse, se inclinó sobre la mesa y apoyó sus codos sobre esta, después recargó su barbilla sobre las palmas de sus manos y fijó sus ojos en los de Venus—. ¿Qué más puedes decirme de él?

—Eh... ¿decirte?

—Dicen que mató al MinoMino, ¿es verdad? —preguntó, Venus abrió la boca, pero sus palabras no tuvieron tiempo para ser oídas ya que Clarisse siguió hablando—. Porque si lo es, debemos prestarle más atención. No lo han reclamado, porque de ser así todo el campamento lo sabría, así que supongo que está en la cabaña de Hermes. Si está en la cabaña de Hermes, está en el equipo de Luke. Y si está en el equipo de Luke, ¡debemos aplastarlo como a una cucaracha!

Venus se sobresaltó cuando los puños de Clarisse impactaron con la mesa de madera. La hija de Ares tenía una sonrisa escalofriante dibujada en su rostro, y Venus sintió preocupación por Percy, aunque lo disimuló lo mejor que pudo.

—Veo que ya estás bien informada —dijo, pasando su dedo por el borde de la taza—. No veo por qué me necesitas a mí.

—Porque tu eres... tu —dijo Clarisse en tono obvio, ganándose una mirada incrédula de Venus. La mayor se volvió a sentar y a explicarle a su compañera lo que tenía que hacer—. Ya sabes, hija de Afrodita, un niño con la realidad bien alterada —movió sus manos para remarcar su punto—. Sólo ve, coquetéale un poco y asegúrate de que no sea alguien que pueda arruinar mi maravilloso plan.

—No voy a coquetearle —negó. No se imaginaba haciendo algo más incómodo. Si lo hacía, Percy se sonrojaría, comenzaría a balbucear incoherencias hasta hacerle competencia a un tartamudo, intentaría recostarse en un árbol, se daría cuenta de que no había ningún árbol allí y acabaría en la enfermería con la muñeca rota.

Venus llevó sus ojos al reloj en la pared: tenía el vidrio roto y algo salpicado encima de color rojo, pero aún funcionaba. Marcaba las ocho de la mañana, Venus se sorprendió, ¿había estado escuchando a Clarisse dos horas? Se levantó, dejando la taza vacía sobre la mesa, y estiró sus brazos hacia el techo todo lo que pudo. Sentía que tenía acalambrado hasta el culo.

—Bueno —bostezó—, nos vemos luego.

—No, no. Espera —Clarisse rodeó la mesa para llegar al lado de Venus y pasó uno de sus brazos por los hombros de esta—. Tengo que mostrarte el lugar de la bandera.

Ambas comenzaron a caminar fuera de la cabaña.

Venus frunció el ceño.

—Pero estaba en el mapa —dijo confundida.

—Ese es falso —explicó Clarisse, hizo un gesto con la mano para llamar a dos de sus hermanas y estas no tardaron en seguirlas dos pasos detrás—. Creemos que tenemos un infiltrado entre nosotros —susurró en el oído de Venus, causándole escalofríos.

—Mmm... —tragó saliva y quitó el brazo de la chica de sus hombros—. Averiguaré si es cierto y, de serlo, quién es.

Clarisse juntó sus manos con tal ímpetu que sonó como un aplauso. Le dio las gracias a Venus y siguieron su camino, hasta que Clarisse chocó con algo.

—¡Oye! —protestó ese algo, que resultó ser Percy.

Clarisse volteó y le sonrió burlona antes de empujarlo al suelo, consiguiendo más protestas de Percy. Luke se apresuró a pararse delante de Clarisse, pero antes de que pudiera decir algo en defensa de Percy, Venus la tomó por el hombro y la jaló hacia atrás, quedando ahora delante de ella.

—No puedo coquetearle si lo matas —murmuró por lo bajo, no quería que Percy la oyera. Pero Luke si alcanzó a escucharla.

Uno de los hermanos de Luke ayudó a Percy a ponerse de pie y Clarisse lo estudió con mirada crítica.

—Así que este es el niño que mató al Minotauro.

—Sí.

—No me digas —dijo, poco impresionada. Se había imaginado a alguien menos debilucho, el chico le parecía recién salido del jardín de niños—. Si quieres acaparar la atención, asegúrate de estar listo cuando la obtengas. —Se acercó a Percy e hizo un ademán de lanzarse sobre él, haciendo que retrocediera asustado.

Clarisse rio acompañada de sus hermanas.

—Vamos —le dijo a Venus cuando terminaron de reírse.

—Venus viene con nosotros. —Luke posó una mano en el hombro derecho de Venus y la acercó más a él, lanzándole una mirada desafiante a Clarisse.

—Eres consejero de la cabaña once, no de todas las cabañas —respondió Clarisse sin dejarse intimidar—, así que no puedes darme órdenes. Venus viene con nosotras.

La mirada de Percy rebotó de un lado a otro mientras miraba todo con la boca entreabierta. Esperó por un momento que Venus hiciera o dijera algo, pero su amiga-no-amiga no parecía con ganas de interceder.

—No son mis órdenes. Quirón pidió que Venus le diera la clase de tiro con arco —sonrió de lado como si hubiera ganado—. Justo vamos para allá.

Clarisse no pareció contenta de inmediato, pero unos segundos después mostró una expresión de pena en su rostro y juntó sus manos.

—Claro, no queremos que el centauro se enoje —dijo, y no pudo contener la sonrisa que azotó sus labios—. Que pena. Venus, nos vemos esta tarde.

—Claro.

Antes de irse le dedicó una última mirada a Percy.

—Se aburrirá de ti en una semana —dijo con una sonrisa condescendiente.

Percy no dijo nada, pero sintió un vuelco en su estómago. Sabía que se refería a Venus.

Venus sintió que Luke la guiaba en dirección contraria a la que ella se dirigía anteriormente y la acercaba más a él.

—¿Siempre es así de agradable? —preguntó Percy con sarcasmo.

—Hijos de Ares —Luke suspiró—. Son muy directos.

—¿Por qué no te molestan?

—No les conviene —dijo con media sonrisa engreída.

—Luke es el mejor espadachín del campamento —dijo Chris—. Y Venus la mejor arquera.

Venus rodó los ojos.

—No soy la mejor, solo tengo puntería.

Lee Fletcher era el mejor arquero, pero Venus no se le quedaba demasiado atrás. Los hijos de Apolo estaban en el mismo equipo que los de Hermes para el captura la bandera. Era una gran desventaja ya que al lanzar desde distancias tan grades, no podían atracarlos directamente. El punto a favor era que la mayoría no era tan bueno en el combate cuerpo a cuerpo si es que alguien del equipo rojo los atacaba de frente. De igual forma, Clarisse ya se había encargado de formar una estrategia para neutralizarlos.

Muy buena puntería —recalcó Luke, haciendo que la parte egocéntrica de Venus saliera a la luz en forma de una sonrisa engreída.

—¿Te dejan en paz por la gloria? —preguntó Percy, quien al parecer se había quedado pensando en otra cosa y no estaba prestando atención. Luke asintió—. Si consigo la gloria ¿Clarisse me dejará en paz?

—Exacto.

—Probablemente no.

Percy observó extraño a Luke y a Venus por darle respuestas totalmente opuestas.

—Pero me volveré importante, ¿no? —insistió Percy. Luke se mostró dudoso, mientras que Venus no sabia por qué lado iba la conversación—. Y entonces mi padre tendrá que reclamarme.

Venus se mordió el labio y prefirió dejar que Luke respondiera.

—No puedes forzar a un dios a hacer algo.

—Bueno, sí —dijo Percy, tratando de mantener algo de esperanza—. Pero... sería más difícil para él fingir que no existo, ¿no?

—Es posible.

—Perfecto —Percy sonrió, una sonrisa que lo hizo lucir adorable a los ojos de Venus—. ¿Dónde empiezo?

Luke y Venus compartieron una mirada.



































❪ ➶ ❫































Desde que podía recordar, Venus siempre tuvo una puntería envidiable. Su padre la inscribió en clases de arquería por pedido de la propia Venus, ya que se había obsesionado con la saga de Los Juegos del Hambre y le encantaba pretender que ella era Katniss.

De no haber sido reclamada por Afrodita la primer noche que llegó al campamento, posiblemente todos hubieran pensado que Venus era hija de Apolo.

Una vez en el campo de tiro con arco, Luke le pidió a Venus que hiciese una demostración para Percy, a pesar de que él ya la hubiera visto lanzar miles de flechas falsas a un poster de Kanye West; justo en el rostro. Pero para hacer la demostración un poco más llamativa, uno de los campistas prendió fuego la punta de la flecha antes de que esta fuese lanzada por Venus y se clavara justo en el centro de la diana.

Luke le pasó un arco a Percy, que ya tenía un carcaj con flechas colgado al hombro, y le dijo que su habilidad podría traerle gloria.

—Tenemos que ver en que te destacas.

Percy observó el arco con cautela.

—Quiero aclarar que jamás había hecho algo como esto —dijo, refiriéndose a la arquería— y me parece algo super peligroso.

—Sí, pero tampoco habías matado a un Minotauro, hasta que lo hiciste —dijo Luke, restándole importancia a su preocupación.

Percy sacó una flecha del carcaj y la colocó en el arco como había visto a Venus hacer miles de veces, aún sentía algo de ¿miedo? No sabia exactamente qué sentía, pero tenía la presión de no hacer el ridículo frente a las únicas personas que lo habían tratado bien desde su llegada al campamento, no quería que pensaran que era un inútil.

Además, había visto a Venus hacerlo antes, no podía ser tan difícil, ¿verdad?

Venus lo observó y de inmediato tuvo el instinto de advertirle que estaba mal posicionado y que, posiblemente, la flecha fuese a dar en el trasero de algún sátiro con mala suerte. Pero Percy fue más rápido.

La flecha salió disparada sobre las cabezas de los campistas que hacían de espectadores, quienes se tiraron al suelo con rapidez para no salir lastimados. Venus agradeció que esa flecha no estuviera en llamas. Percy también acabó en el suelo por el impulso que le llegó de regreso al soltar la cuerda del arco.

‹‹Nota mental —Percy se dijo a sí mismo—: que Venus diga que algo es fácil no significa que lo sea.››

—¿Puedo... volver a intentarlo? —preguntó Percy, tragándose la vergüenza.

—¡No! —gritaron los campistas al unísono.

Venus rodó los ojos y le tendió la mano a Percy para ayudarlo a levantarse. Él se puso de pie con las orejas sonrojadas y no se atrevió a ver a Venus a los ojos, creyendo que ella pensaría que era un idiota.

—Ven, carga otra flecha —le pidió Venus posicionándose dos pasos detrás de Percy.

—No creo que sea una buena idea.

—No —dijo con tono obvio—, lo que no fue una buena idea es haberte dado un arco y suponer que sabrías qué hacer. Su idiotez no es tu culpa.

Eso lo hizo sentir un poco mejor.

—¿Está bien? Párate así —Venus acomodó la cadera de Percy para que quedaran apuntando a la diana, separó su pie izquierdo treinta centímetros del derecho y lo obligó a flexionar la rodilla que tenía al frente—. Bien, la cadera es tu brújula, por así decirlo, dirige la flecha a donde quieres que vaya —le explicó. Luego se acercó más a él y lo abrazó por detrás para ayudarlo a acomodar la flecha en la cuerda correctamente. Percy sintió un escalofrío recorrerlo y los bellos de su nuca erizarse al sentir a Venus respirarle cerca del cuello. Haciendo caso omiso a esa sensación y tratando de no perderse en el perfume de la chica, Percy levantó en arco con la flecha ya tensada y aguardó a que Venus le indicara cuando soltar—. Respira —él lo hizo entrecortadamente—. Suelta.

La flecha salió volando, esta vez y para alivio de todos, en dirección de la diana, y se clavó sobre la franja celeste, a pocos centímetros de tocar la negra. Pese a que no dió en el centro, Venus se meció en la punta de sus pies con una gran sonrisa bailando en sus labios. Percy sintió una sensación cálida en su pecho al verla tan feliz.

—Es un buen avance —coincidió Luke mientras se acercaba a ellos—, pero creo que será mejor que Percy no se acerque al campo de tiro a menos que esté bajo tu supervisión —le dijo esto último a Venus, quitándole el arco a Percy como si de repente se tratara de un arma muy peligrosa.

Percy no quería que Venus lo viera como alguien que necesitaba una niñera, pero ella no se mostró molesta, solo siguió sonriendo y luego todos fueron a la siguiente ‹‹estación›› en la que Percy probaría su suerte.

La forja.

Esta era atendida por los campistas de la cabaña 9, los vástagos de Hefesto, el dios de la forja y el fuego. Todos tenían habilidad nata con las máquinas y la creación de inventos.

Los labios de Venus se torcieron en una mueca al recordar que Percy era más bien el tipo de chico que, más que construir castillos de arena, los derribaba, pero no quiso ser tan pesimista.

Luke le presentó a Percy un hijo de Hefesto y este le explicó rápidamente lo que tenía que hacer. Para ser breve, en un descuido de Percy, un trozo de metal recién salido de la chimenea salió disparado por los aires y aterrizó sobre un montón de bolsas que no tardaron en arder en llamas, propagando en fuego por los trozos de madera que había cerca.

‹‹Ay mami —pensó Percy—, espero que este lugar tenga seguro contra incendios.››

Luke se apresuró a sacarlo del lugar, ya que los hijos de Hefesto no se mostraron contentos.

El resto de la tarde, Luke, Venus y Percy estuvieron buscando una actividad en la que este último fuera bueno, o, al menos, no un completo desastre, pero en lo único que parecía destacarse eran las carreras de canoas. A Percy no le pareció nada muy heroico que mereciera la atención de su padre, y se sintió mal de haberle hecho perder a Venus toda su tarde, seguro ella tendría mejores cosas que hacer que comprobar que él era una completa decepción. Pero Venus no dejó de darle una sonrisa motivadora en cada nueva actividad que él intentaba.

Finalmente le dieron a Percy un descanso, cuando escucharon el sonido de la caracola que indicaba que era la hora de la cena. Venus se despidió de Percy y se fue a sentar en su mesa correspondiente, junto con sus hermanas.

—¿Dónde te metiste todo el día? —le preguntó Valentina apenas el trasero de Venus ocupó el banquillo.

—Luke me necesitaba para algo —no dio más detalles—. ¿Pasó algo interesante?

Valentina comenzó a contarle sobre el reciente rumor de que Silena y Luke al parecer tenían algo en secreto. Venus se había enterado de eso hacía meses, pero no iba contando secretos de gratis, además, ver los ojos de su hermana llenos de ilusión y alegría le hizo pensar que ese secreto en particular no debía tratarse como mercancía. Su madre siempre le decía que el primer amor era el que más marca dejaba en una persona, a Venus le gustaría experimentar eso alguna vez.

Drew se unió al poco tiempo, y Silena, con las mejillas sonrojadas a más no poder, y siguieron platicando de las parejas que había en el campamento. 

Una campanilla sonó para indicarles que era su turno de ir a dejar su ofrenda. Fue y lazó las dos fresas más jugosas al bracero, pero no se molestó en dedicarle ninguna frase a su madre. Cuando se estaba dando la vuelta para volver a su mesa, sintió que una mano se enroscaba en su antebrazo y la retenía.

Giró su cabeza y ahí estaba Percy.

—Hola, otra vez.

—Hola, otra vez —repitió el saludo. Entonces Percy se percató de que ahora tenía la mirada de la mitad de los campistas sobre él, se encogió un poco ante eso—. Luke me dijo que si necesitaba saber algo, cualquier cosa, podría acudir a ti.

Venus sonrió, sabiendo a lo que Luke se refería y que, por la mirada de Percy, supo que él no.

—Dime que quieres saber.

—¿Sabes cómo hacer una ofrenda?






































❪ ➶ ❫




































Esa noche, Venus esperó a que todas sus hermanas estuvieran dormidas antes de escabullirse fuera de la cabaña. Tenía que ser cuidadosa, puesto que había arpías rondando el campamento por las noches para asegurarse de que los campistas no hicieran travesuras como asaltar la despensa de la casa grande o nadar desnudos en el lago, u otras cosas más estúpidas, como escaparse del campamento.

Una vez que Venus estuvo bien adentrada entre los árboles, comenzó a buscar a Percy. Le había dicho que se encontraran lejos de donde algún ojo curioso pudiera verlos; no necesitaba ser la comidilla del campamento por ir a verse a solas con un chico, prefería dejarle eso a alguna de sus hermanas.

Cuando lo encontró, Percy estaba de espaldas, y al sentir el toque de la mano de Venus sobre su hombro, se dio vuelta de un salto con un grito muy agudo.

—¡No me coman, por favor! Les advierto que vi karate kid y se algunas patadas —gritaba con los ojos apretados mientras daba golpes al aire. Cuando la risa de Venus llegó a sus oídos, abrió un solo ojo para observar su alrededor y notó que estaban solos, entonces se sonrojó—. Lo siento.

—No, no, por favor —dijo ella entre risas—. Dime como vas a rebanarme como sushi.

Percy hizo una mueca de asco, nunca le habían gustado los mariscos. Rodó los ojos.

—Pudiste haberme dicho que eras tu.

—¿Y perderme tus patadas karatecas?

—¿Viniste a burlarte de mi o a ayudarme con la macumba?

Venus dejó de reírse y en sus labios se acentuó una pequeña sonrisa.

—De acuerdo —dijo—. ¿Trajiste todo lo que te pedí?

Percy asintió y le mostró la bolsa con golosinas azules que le había regalado su madre antes del viaje a Montauk, una caja de cerillos que había robado a algún hijo de Hermes y una lata vacía que le había pedido a Grover.

—Grover me miró como si le hubiera pedido la última hamburguesa con doble queso del mundo —dijo refiriéndose a la lata.

Venus soltó una risita nasal y se encogió de hombros.

—Cosas de sátiros.

Percy tampoco le dio más importancia y siguió a Venus hasta el tronco de un árbol caído donde ambos se sentaron en extremos opuestos. Venus le pidió que le pasara la lata y él así lo hizo, la observó meter dentro varias hojas caídas, pastos arrancados de la tierra y algunas ramitas que partía a la mitad para hacer aun más pequeñas y que así cupieran en la lata. Luego raspó una cerilla contra la caja y observó como una pequeña llama aparecía antes de dejarla caer dentro de la lata. En pocos segundos, la cara interna del metal reflejaba las llamas que danzaban dentro, creando una pequeña fogata en el interior.

Venus tomó la lata con ambas manos y con los ojos cerrados murmuró algo que Percy no fue capaz de comprender. Sacó un trozo de chocolate de su bolsillo y lo arrojó al interior. Las llamas lo derritieron rápidamente. Entonces sintieron el ambiente volverse más liviano y fue como si una brisa fresca les acariciara el rostro. Las llamas ardieron con más intensidad.

—Sólo para asegurarte de que funcione, nunca está de más hacerle una ofrenda a Hestia, la diosa de la hoguera —le explicó Venus—. Le gusta el chocolate.

—¿La conoces?

—No, pero no conozco a nadie a quien no le guste el chocolate.

A Percy le hizo sentido.

—Y entonces sólo... ¿dejo caer comida dentro y del otro lado me van a escuchar?

—Depende a qué te refieras con el otro lado, pero sí.

Percy asintió y jugó con una de las gomitas entre sus dedos.

Venus detalló su rostro a la luz de las llamas. Pese a la oscuridad de la noche rodeándolos, los ojos de Percy desprendían un destello verde hipnotizante, era como estar viendo las olas del mar en el momento en el que el sol se fundía con el agua.

Percy tampoco apartaba la mirada de los ojos de Venus, se habia perdido en esos iris grises que en la noche resplandecían como dos pequeñas lunas. Estaba tan inmerso en ella que tardó unos segundos en percatarse de que le estaba hablando.

—No las merece, ¿sabes? —Venus maldijo cuando las palabras se le escaparon de los labios, se repitió que no era asunto suyo, pero Percy ya la estaba observando con el ceño fruncido pidiéndole en silencio que se explicara—. Tu padre. A ver, no digo que las guardes como pisapapeles, pero tampoco creo que valga la pena desperdiciarlas así.

Tampoco pretendía ser tan brusca y decirle que su padre era un imbécil, supuso que Percy podía darse cuenta de eso por sí solo.

—Lo sé —dijo, pero Venus no lo vio con menos intención de usar las gomitas cono ofrenda, así que solo suspiró.

—Okey, te daré espacio entonces —le dio una palmadita en el hombro mientras se levantaba—. Suerte.

Mientras la veía perderse entre los árboles, Percy sintió el impulso de gritarle que se quedara, que la ofrenda era para su madre, no para el tipo que lo había abandonado desde que era un bebé o incluso antes, que quería que ella estuviera a su lado mientras Sally escuchaba que él estaba bien y que ellos dos habían retomado su amistad.

Aunque Percy no se sentía capaz de verla como una amiga.

Por su parte, Venus estaba de regreso a la cabaña 10 cuando escuchó hojas crujir bajo pies ajenos, ocultó su cuerpo detrás de un gran tronco y asomó la cabeza hacia fuera para intentar ver de quién se trataba. ¿Quién podía ser a esas horas? ¿Una parejita que quería tiempo a solas? Venus no quería ver eso. ¿Los Stoll tramando alguna de sus bromas? Eso ya podía ser más interesante, aunque los hijos de Hermes, por herencia de su padre, eran los más sigilosos.

Cuando logró enfocar su vista, se trataba de tres figuras altas y corpulentas, chicas, a juzgar por sus largas cabelleras, por lo que Venus supuso que debía tratarse de hijas de Ares. Otra razón para creer aquello era que, si seguía la dirección por la que iban, la cabaña más cercana era la 5. Así que dio por hecho que debían ser Clarisse y sus hermanas más compinches.

Venus tardó algunos minutos en recordar que había dejado a Percy solo internado en el bosque. Quiso darse un golpe en la frente como cuando un personaje se da cuenta de que había dejado pasar algo super obvio, pero no tenía tiempo para eso. En su lugar, corrió lo más rápido que pudo hasta donde había dejado a Percy, sin importarle que sus pisadas estuvieras siendo muy ruidosas, pero cuando llegó, él ya no estaba.

¿Cuánto había tardado en ir hasta la cabaña 10? Está bien que sus pasos eran lentos y se había perdido en sus pensamientos imaginando ideas para la próxima película de su padre, pero no podía haber tardado tanto, ¿o sí?

Venus le echó la culpa a su THDA.

A lo lejos oyó un grito agudo que fue amortiguado abruptamente, venía de la dirección en la que estaban los baños. Venus suspiró aliviada, al menos Percy seguía con vida.

Corrió en aquella dirección y llegó justo cuando dos de las hermanas de Clarisse tenían a Percy sujeto por los hombros mientras lo obligaban a meter la cabeza en el inodoro. A Venus le pareció muy antihigiénico e incluso le dio ganas de vomitar, pero se obligó a reprimir esa sensación para ir y ayudar a Percy.

Entonces ocurrió algo rarísimo: desde el inodoro salieron tres chorros de agua, rompiendo las puertas que separaban los váteres del resto del baño, e impactaron directo contra las hijas de Ares y las arrastraron como una manguera arrastra la basura por la calle. El piso del baño quedó cubierto de agua, excepto por un círculo seco en donde Percy estaba de pie, conmocionado por lo ocurrido.

Las hijas de Ares salieron corriendo del baño, completamente humilladas, y Venus tuvo que apartarse del marco de la puerta para que no se la llevaran por delante. Estaban tan apuradas que ninguna reparó en su presencia.

Los ojos de Percy miraban el lugar sin entender nada de lo ocurrido y cuando se encontraron con los de Venus y vio la curiosidad apoderarse de ellos, entró en pánico.

—Puedo explicarlo —se apresuró a decir, a pesar de que no podía.

Es decir, podía contarle que Clarisse lo había acorralado para exigirle que dijera que él no había matado al Minotauro, cosa que no logró porque, bueno, porque Percy sí había matado al Minotauro. Le diría que habían querido meter su cabeza en el inodoro y que él se había asqueado tanto que sintió un tirón en la boca de su estómago... y luego tres chorros de agua le habían defendido.

—Soy toda oídos —dijo Venus, viéndolo recostada desde el marco de la puerta con una sonrisa burlona y la diversión destellando en sus ojos.

—Pues yo estaba... y luego llegaron ellas y... ¡splash! —dijo, haciendo con sus manos la mímica de una explosión.

—¿Splash? —repitió divertida.

—¡Splash!

Venus rio y Percy apartó la mirada, avergonzado, aunque rápidamente se sobresaltó cuando sus ojos dieron con la figura de otra persona.

—¡Santa madre! ¿Y tu cuándo apareciste?

Venus volteó a su derecha y vio a Annabeth recostada sobre el otro lado del umbral de la puerta del baño. Dio un respingo y se irguió por reflejo, ¿cómo no la había visto antes? Le dio una mirada de arriba a abajo y localizó la gorra azul de los Yankees guardado en el bolsillo trasero de Annabeth. Esa gorra se la había regalado su madre, Atenea, hacía algunos años: tenía el poder de volver invisible a quien la portase sobre su cabeza.

Percy entornó la vista y pareció recordar algo.

—Espera, te conozco —le dijo a Annabeth, y estaba tan convencido que insistió incluso con la negativa de la hija de Atenea—. Sí, si eras tu, en la enfermería.

Al final, cedió.

—Sí —se encogió de hombros—. Soy Annabeth.

Annabeth era una chica de tez morena y el cabello lleno de pequeñas trenzas que iban desde las raíces hasta las puntas, era cinco centímetros más baja que Venus, pero era muy intimidante. Al igual que todos los hijos de Atenea, tenía una mirada calculadora en sus ojos, como si todo el tiempo estuviera analizando todo lo que la rodeaba, incluso si se trataba de algo tan mundano como algodón de azúcar.

—¿Estás acosándome, Annabeth? —preguntó Percy, que ahora que estaba recordando, ya había visto a la chica un par de veces rondando el campamento.

—Sí.

—Okey.

Entonces Percy trasladó su vista nuevamente a Venus, como si esperara que ella le dijera que hacer a continuación.

—Annabeth Chase, te presento a Percy Jackson —Venus ya había vuelto a recostarse cómodamente en el marco de madera—, nuestro nuevo peón para este viernes.

Annabeth lo estudió entero, haciendo sentir a Percy incómodo, pero al final pareció bastante complacida.

—¿Funcionará?

—Funcionaría mejor si Luke dejara de interrumpirme cada vez que estoy cerca de Clarisse.

—Seguro no quiere que se te pegue el mal olor —dijo burlona.

—Oigan, sigo aquí, ¿saben? —protestó Percy al ser ignorado. Ambas se callaron y voltearon al verlo a la vez, haciendo que Percy retrocediera un paso por el susto—. O, lo que sea, ignórenme tranquilas —alzó las manos en señal de paz.

Annabeth rodó los ojos.

—¿Tu te encargas de él?

Venus asintió y Annabeth desapareció tan rápido cono había aparecido.

—¿Cómo te fue? —Percy miró a Venus sin comprender—. Con tu padre. ¿Te dio alguna señal o algo?

Percy suspiró y negó con la cabeza, decepcionado.

—¿Es tan difícil hacer sonar un teléfono o algo? No lo sé, un whatsapp estaría bien, algo como: ‹‹Ey, se que debo doce años de manutención, pero estaba ahorrando para tu universidad.››

Venus se mordió el labio inferior para reprimir si risa, pero ver la sonrisa propia de Percy la hizo sonreír también.

Percy se acercó a ella, había notado que Venus solía ser más amable con él cuando ambos estaban solos y aún había una especie de espina que lo hacía sentirse mal al respecto. Tal vez ella notaba su desconfianza y por eso lo apartaba.

Se pasó la mano por sus risos, despeinándolos más de lo que ya estaban.

—No eran para mi padre, las gomitas —dijo, decidido a ser honesto con ella—. La ofrenda era para mi madre, quería que supiera que estaba bien, vivo... espera, ¿los muertos si reciben ofrendas?

—¿No te pareció prudente preguntarme eso antes?

—Si, tal vez... es que soy algo tonto a veces, pero te agrado de todas formas, ¿no? Por favor dime que los muertos escuchan oraciones —pidió desesperado, tomándola por los hombros para mirarla fijamente.

Venus asintió, para el alivio de Percy, aunque se sintió avergonzado cuando ella retiró sus manos de los hombros y se apartó un poco.

—Si tu madre está en los Campos de Asfódelos, seguramente te escuchó.

Se quedaron ahí, junto a la puerta del baño, observándose mutuamente en silencio, hasta que Venus carraspeó.

—Bueno... deberías ir a tu cabaña antes de que alguna arpía te vea y... —arrugó su nariz—. Olvídalo, con el olor que tienes seguro las ahuyentas.

Percy levantó un brazo para oler su axila, pero después comprendió que Venus se refería al olor de los desechos del baño. Su cara podría hacerle competencia a un tomate maduro. Cuando quiso excusarse, Venus ya no estaba.

De todas formas, Percy se sentía mejor ahora que sabía que su madre lo había escuchado, donde sea que estuviese, esperaba que estuviera bien... o, bueno, todo lo bien que podría estar estando muerta.
































































━━━━━━━━━━ aria's notes

Si les gustó el capítulo no se olviden de votar y comentar y guardar esta historia en su biblioteca para no perderse ninguna actualización, yo en mi youtuber mood, pero en fin. MUAK

XOXO, Aria

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top