❁ཻུ۪۪🔖ꦿ 𝗣𝗔𝗥𝗧𝗘 𝗗𝗢𝗦.

❝ꓸ᭄ꦿ⃔𝐅𝐑𝐄𝐄𝐃𝐎𝐌 𝐎𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐑𝐀𝐌𝐏𝐀𝐑𝐓𝐒 ━━━━ 𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐣𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫. 
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴅᴏs: ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴄɪᴏ́ɴ.
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————— Artemisia. ——

Mis párpados se abrieron dificultosamente al presenciar el tacto de mi acompañante rodear mis cabellos lacios y oscuros, jugó con ellos por unos segundos hasta que depositó un casto beso en la parte de mi flequillo.

Sonreí perezosa, para después buscar la mano de Eren y entrelazar la con la mía.

— Artemisia, tienes que seguir descansando. —habló en voz baja con un tono meloso—. El entrenamiento es absurdamente cansado, y necesito que estés bien.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, sintiendo paz gracias a sus ojos verdosos que me observaban severos, pero con preocupación a su vez.

— Estoy bien, ya he dormido lo suficiente a tu lado. —me senté en el agradable colchón—. Tú deberías dormir más.

— Claro que no, tú eres la que debe descansar mejor.

Solté una risa burlesca y lo miré de reojo sin dejar la diversión en mi expresión. Él en cambio, se sonrosó de las mejillas y rascó su sien para evitarme.

— Esto no se convierte en un infierno gracias a ti, Caria. —jugó con sus manos que iban en la parte superior de sus muslos.

Ahora era yo la roja.

No sabía cómo explicarle que sentía lo mismo, o lo más profundo que estoy sintiendo actualmente por él.

Lo tomé de las mejillas de manera imprevista, jalandolo contra mí, mientras que nos fundía en un beso torpe pero inocente. Eren cayó sobre mi cuerpo y con las manos a los lados de mis hombros sin interrumpir el vaivén de nuestros labios.

Nos separamos lentamente uno del otro mirándonos fijamente.

Con tan sólo mirarnos, era suficiente entender el cariño que nos tenemos.

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Habíamos salido de la habitación riéndonos por algo que me había estado contando Eren desde que nos terminamos de arreglar. Decidí ponerme lo que más me gusta; una blusa blanca abotonada de mangas largas con resorte en cada muñeca, un chaleco azul por encima, y una falda del mismo azulado.

Todos se giraron a mirarnos cuando escucharon nuestras risas.

— Eren, Artemisia, tienen que permanecer en cama. —la de cabellos cortos azabaches nos habló a regañadientes.

— Estoy bien, ya dormí un día entero. —musitó sin despreocupación el castaño—. A Artemisia le dije que siguiera descansando, pero es muy terca.

Reí avergonzada, ganandome una caricia en la mejilla por parte de Eren.

Mikasa nos miró extrañada.

— Por culpa mía estamos más lejos de recuperar la Muralla María. —siguió hablando mientras se acercaba a la mesa de madera para ayudar a cortar.

Hice una mueca, — No es tu culpa, Eren.

Me observó sin alguna sonrisa, así que mejor fui donde Mikasa sin hablar más.

— A mí me bastaría con enfrentarme al Titán bestia. —murmuró con impotencia Connie—. No pienso perdonar a ese mono.

Le tembló la mano en lo que agarraba la navaja para pelar papas. Le dirigí una sonrisa de apoyo, pues me imaginaba lo doloroso que debía ser tener a tu madre convertida en Titán... Pero que sea incapaz de trasladarse. Era muy tétrico.

— ¿Sabrán dónde está Ori? No lo he visto. —pregunté para romper el hielo en el lugar.

— Está vigilando junto a Jean. —fue Mikasa la que me respondió.

— ¡Gracias! —me asomé por la ventanilla de la cocina, y en efecto, Orlando estaba a unos metros molestando a Jean que supervisaba desde una torreta provisional.

— De hecho, es cambio de turno ahora. — pronunció con simpleza y pasando a mi lado.

La observé alejarse a la par de Connie.

— Yo también quiero ir. —dejé la navaja en la mesa con Eren, deposité un beso en sus labios sin que nadie se diese cuenta, y salí corriendo de ahí sin esperar alguna reacción por parte del ojiverde.

Iba corriendo evitando a toda costa a Connie, acababa de darle un zape, provocando que me siguiera para hacer lo mismo conmigo.

— Tengan cuidado. —espetó Mikasa a lo lejos.

Seguí riendo y posando los ojos por detrás, para mirar en la dirección que venía Springer. Lamentablemente, choqué contra alguien, haciéndome rebotar hacia atrás en un espasmo.

— Mocosos. —era el capitán Levi.

— ¡Lo siento mucho, capitán! —hice un reverencia.

— Vamos, Artemis. No te humilles delante de este enano. —Orlando me hizo levantar—. ¿Qué tal descansaste? Según yo, debías descansar por más tiempo.

De reojo intercepté a Levi, estaba impaciente con la mirada desviada de nosotros.

— Estoy bien, ya me siento viva. —sonreí.

— Debía protegerlos y ahora uno tiene una enorme marca en la cara, y la otra puede convertirse en Titán. —Levi siguió caminando a la cabaña.

Orlando y yo nos reímos.

— Tranquila, solo se preocupa por la promesa que le hizo a mamá. —me abrazó por los hombros, y no me quejé—. Vino con la mayor Hanji, vayamos a ver que sucedió.

— Te estoy escuchando, Orlando. —dijo Levi aún caminando.

Volvimos a reír.

Fuimos a la cabaña, ya todos estaban ahí, solo faltabamos nosotros tres. Levi quedó en medio de mi mellizo y yo, mientras que a mi lado yacía Eren preocupado por la repentina aparición de Hanji.

— Entonces, ¿cómo dices?

— El pastor Nick está muerto. —dijo, y en su sien resbalan a una gota de sudor fría—. Lo asesinaron. Esta mañana, en el cuartel de Trost.

Mis labios se entre abrieron, y mis cejas se hundieron preocupadas en sincronía. El pastor Nick era una pieza fundamental ahora que debíamos proteger a Historia.

— Sabía que el Culto no ignoraría a Nick por cooperar con los de Reconocimiento. Por eso escondí su identidad en el cuartel, pero... No esperaba que mandaran a soldados a matarlo. —bajó la cabeza—. Fui descuidada. Es responsabilidad mía...

Los presentes en la cabaña nos fundimos en un silencio sepulcral, aunque de manera pronta, el sonido de la taza del capitán se hizo presente en nuestra incomodidad.

— La policía militar torturó torturó a Nick para saber lo que nos contó? —Armin fue el primero en hablar.

— Imagino que sí. —respondió Levi, bajando la taza—. Y si movilizaron a la policía militar interior, quien está detrás de esto es muy poderoso. —movió la cabeza al lado de Hanji—. ¿Cuántas uñas le arrancaron a Nick? —palideció la de lentes—. Lo viste, ¿no? ¿Cuántas?

Qué extraño es el Capitán... Pero es inteligente, a veces.

— Solo fue por un segundo, pero todas las que pude ver.

— Los que hablan, hablan a la primera. —examinó con sus palabras— A los que no, es inútil arrancarles más. El pastor Nick era un idiota, pero parece que no doblegó sus creencias hasta el final. Lo que significa que desconocen lo que sabemos de la familia Reiss. Aunque no hay duda de que alguien del Gobierno nos está vigilando.

Alguien entró por la puerta apresuradamente.

— Capitán Levi, un mensaje del comandante Erwin. —era una chica con cabello anaranjado tirando a un rosado—. Fui a informar sobre el pastor Nick, pero ya lo sabía.

Miré preocupada al Capitán.

— Nos retiramos. Hay que abandonar este lugar. —sentenció, levantándose de su asiento—. Eliminen nuestro rastro.

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— Eso fue rápido.

Dije eso con un arma a la mano y mi gran capa grisácea cubriendo mi cuerpo por completo. Observé como los policías entraban a la fuerza a la cabaña donde hace unos minutos escuchábamos lo que decía nuestro Capitán.

— Estuvo cerca. —me siguió Connie—. ¿Qué nos habría pasado si hubiéramos tardado más?

— ¿Cómo lo sabía el Comandante Erwin? —Armin nos miró nervioso.

— Vaya lío en el que estamos. —Orlando bufó alejándose de nosotros.

— El Gobierno dio nuevas órdenes. —anunció Levi—. Detener la actividad de la Legión fuera de la muralla.

Apreté mi mandíbula y sujeté con fuerza el arma.

— Quieren que entreguemos a Historia, Eren y Artemisia.

— Justo después de que me entregara la carta, la Policía fue a visitar al Comandante. —Nifa habló al instante.

— Lo tratan como a un criminal. —Hanji se llevó una mano a la cabeza.

— Ya no actúan a escondidas. No les importa nada. —Levi nos miró a Orlando y a mí, incluso pude notar un cambio en sus expresiones al hablar.

— ¿Qué secreto de la muralla es tan importante? ¿Y para qué querrán a Historia, a Artemisia y a Eren? Los quieren vivos, no muertos.

— Ni idea. Está claro que el enemigo los busca. No podemos quedarnos aquí. —Levi pensó—. Los trasladaremos a Trost.

Miré aún más preocupada a Orlando, me disgustaba la idea de estar huyendo y escondiendome como si me tratara de un trofeo. Orlando me tomó del hombro y me aseguró que estaría cuidándome todo el tiempo.

Asentí con los nervios a flor de piel.

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