── 026
❝ IN THE SHADOW OF YOUR HEART ❞
DAEMON TARGARYEN ✗ FEM! oc
NSFW! +18
2/2
── Saludos, Príncipe Daemon ── Cregan Stark es el primero en hablar.
Su manera elegante pero aun terca es algo que atrae a todos hacia él, cálido y serio. El Señor del Norte es muy querido, y con razón. Mientras evalúa al Príncipe Daemon, nota fácilmente la agitación en la postura del príncipe. La confusión en sus ojos. Si Cregan también nota la sutil envidia que se acumula en la expresión de Daemon, no la deja traslucir.
── Lord Stark ── se acerca lentamente, como un depredador que finalmente ha acorralado a su presa. Observando a la competencia como un luchador experimentado.
── Lady Y/n ── te llama por tu nombre, y te das cuenta de lo raro que es. Siempre es simplemente "tú", una afirmación más que un cariño, o "mi pequeña sombra". Aún no sabes qué pensar de esto último. Sombra. ¿Significa eso que eres indispensable, una parte de él de la que nunca podrá desprenderse? ¿O te ve como una presencia no deseada?
── Daemon. ¿Cómo has estado, mi príncipe? ── un intento de cordialidad de tu parte. Sabes que a Daemon no le importa mucho ese diálogo, pero ¿qué más se puede decir?
¿Por qué no apareciste en mi onomástico, como prometiste? ¿Has estado encontrando consuelo en los brazos de Mysaria? ¿Se te ha pasado por la cabeza alguna vez, o mi ausencia es algo que agradeces?
Pero no haces oír ninguno de estos pensamientos. No crees que tenga sentido. Además, no hay necesidad de ventilar tus quejas en compañía de Cregan.
── No lo sé, mi señora. Tal vez usted podría iluminarme. He recorrido casi cada centímetro de los terrenos del palacio, y acabo de encontrarte. Tampoco has venido a verme últimamente ──
── No sabía que me esperaba, mi príncipe ── te burlas, odiando lo formal que estabas siendo. ¿Era un espectáculo para el chico Stark? ¿Dónde están tus sonrisas desechables y tus ocurrencias juguetonas? ¿Tu mirada apreciativa, absorbiéndolo como si siempre fuera la primera vez?
Cregan acude en tu ayuda. ── Me temo que la culpa es mía por robarle tiempo a la dama, príncipe Daemon. Ella es una excelente compañía, como creo que sabes. Ha tenido la amabilidad de enseñarme Desembarco del Rey ──
── Has estado por Desembarco del Rey antes, Stark. No sabíamos que te hubieras interesado especialmente por los entresijos de la ciudad, pero estaremos encantados de poner a tu disposición a nuestro mejor maestre para que te cuente todo lo que necesites saber. Estoy seguro de que la dama tiene cosas mucho mejores que hacer con su tiempo. Además, después de un tiempo, puede que le apetezca un cambio de aires. Uno que ella no sabría cómo proporcionarte ──
¿Qué demonios se supone que significa eso? Por supuesto, la primera vez que se encuentran en mucho tiempo, Daemon seguramente ha guardado algunas palabras amables para decirle.
── No te preocupes, Daemon. Te aseguro que hemos aprovechado bien el tiempo que hemos pasado juntos ── lo miras directamente, sin molestarte ya por las sutilezas. Al fin y al cabo, Daemon sabe cómo eres en realidad. Te ha visto nerviosa, avergonzada, enfadada. Sobre todo, te ha visto suspirar. Deseando. Por él.
Siempre has sido abierta con él, sin guardarte nada. A Daemon le gustaba tu descaro, tan distinto al de las otras doncellas con volantes que intentan llamar su atención. ¿Pero qué cambió?
── Si no le importa, Lord Stark, me gustaría estar un momento a solas con la dama ── Daemon se encuentra fácilmente con tu mirada, apenas dándole importancia a Cregan, que ahora está a medio camino de cubrirte de su visión, como si se preparara para protegerte de él si surgiera la necesidad. El descaro de este maldito Señor del Norte.
── El honor exige que sólo me marche si así lo desea la dama, príncipe Daemon ── declara Cregan, con voz firme.
Malditos norteños y su honor.
── No te estaba haciendo una petición, Stark. Trata de no ponerme nervioso ──
── De acuerdo ── hablas. ── Está bien, Cregan. Iré a buscarte más tarde ──
Daemon nota la familiaridad con la que te diriges al chico Stark, y no le sienta bien. ── Sí, vete, joven lobo ── no deja de mirarte, no mira a Cregan alejarse.
Tampoco nota que Cregan te lanza un guiño reconfortante mientras desaparece de la vista, dejándote con Daemon en la azotea. Daemon está de buen humor; probablemente sea lo mejor.
El aire está cargado de palabras no dichas, y aunque Daemon relaja su postura, su rostro revela una tormenta de emociones. Unas con las que no está preparado para lidiar. ¿Celos? ¿Anhelo no correspondido? ¿Incertidumbre? ¿Qué puede decir que sea suficiente?
── Te ves bien, mi sombra ──
── Como tú, mi príncipe. Disfrutando de las comodidades del hogar, espero ──
── Dime esto ── Daemon se impacienta. ── ¿Por qué no te he visto por aquí? Solían ser raros los días en que no te limitabas a hacerme notar tu presencia ──
── Por eso me llamaban tu sombra, ¿no? Porque siempre te seguía como una peste, sacándote de quicio. Hubo momentos en los que podría jurar que te vi hacer una mueca ante mi llegada... ──
── ¿Una peste? ── parece sorprendido. Te toma del brazo, pero tú lo esquivas y te cruzas de brazos. ── ¿A qué viene todo esto? ──
── Creo que lo sabes bastante bien, Daemon ──
── ¿Te alegraría saber que he echado de menos tu compañía, por muy irrazonablemente persistente que haya sido? ── la sonrisa de Daemon es peligrosa, capaz de atravesar su gélido enfoque.
── ¿"Irrazonablemente persistente"? ¿Es esta tu forma de enmendarte, mi príncipe? Tal vez necesites una lección de tacto de tu hermano, mucho más diplomático ──
── Nunca me molestaron los halagos innecesarios. A menos que se dirijan a mí, claro ── su sonrisa se ensancha aún más, disfrutando del resurgimiento de tus bromas familiares.
Tu tono se vuelve amargo, casi furioso, algo que Daemon no había oído antes. ── Prometiste que asistirías a la fiesta de mi onomástico, pero no lo hiciste. Te esperé, como la estúpida sombra que me consideras, y para nada. Ni siquiera sé por qué esperaba que vinieras, teniendo en cuenta lo que piensas de mí ── tu voz se quiebra al final, y se engancha en el corazón de Daemon.
── No creí que te importaran mucho esas frivolidades, y... bueno, yo-... ──
── No, no lo creía. No me importan. Sólo me importaba si estarías allí, para poder verte. Para que pudieras saludarme con esa sonrisa petulante tuya. Para que incluso me pidieras un baile ── caminas alrededor de Daemon, con la mente perdida en lo que podría haber sido. ── Pero no importa. Ahora todo ha terminado. Podemos dejar esas tonterías en el pasado, príncipe Daemon. Ya no necesitas perder tu tiempo conmigo ──
── T/N... ── dice tu nombre con tanta claridad, tanta emoción, mientras se mueve para estrechar el espacio entre ustedes dos. ── Me disculpo sinceramente si no estuve allí para tu día del nombre. Si hubiera pensado que mi presencia significaría tanto para ti, sin duda habría venido ──
Eso no es suficiente, Daemon. No es lo que necesito...
Notas la sinceridad en sus ojos mientras continúa. ── No quiero que te enfades conmigo. Y... no quiero que pienses que yo... pienso poco de ti. No es cierto. Eres... ──
── Eres como mi sol, ¿sabes? Todo mi mundo giraba a tu alrededor. Estabas en todo lo que podía ver ── tu rostro se transforma en una mezcla de tristeza, añoranza y aceptación. Daemon nota que hablabas de las cosas como si ya fueran del pasado, y no le gusta nada.
Te deja continuar, aunque le duele ver la agitación en tu expresión. ── Daemon, yo... pensaba en ti cuando me despertaba y cuando me acostaba. Eras embriagador... y jodidamente exasperante, porque claramente no compartías el mismo sentimiento cuando se trataba de mí. Simplemente estaba ahí ──
── Escucha, no sé qué mierda esperas de mí ── replica, no dispuesto a comprender que tus palabras puedan hacerle doblegarse tan rápidamente. ── Pero sabes exactamente quién soy. Lo que soy, mi sombra ──
── ¿No te dejé claro cómo me sentía? ── le preguntas. Sus miradas se cruzan y se calientan. La distancia entre ustedes se ha acortado y él siente tu cálido aliento en la cara. Se fija en cómo subes y bajas el pecho, en la inclinación de tus senos, en el fruncimiento de tus cejas, que le resulta entrañable. Estás tan cerca, una distracción seductora que casi le hace perder el hilo de sus pensamientos.
── Mierda, claro que si. Todo el mundo podría verlo ── te suelta, alzando la voz.
── Y aún así, no te importó ──
── No, si importa... ── hace una pausa, apartando la mirada. ── Es que... no sé... ──
Te enderezas. ── ¿Sabes qué? Está perfectamente bien, Daemon. ¿Por qué me buscabas? ──
── Pensé que ya lo había mencionado. Me preguntaba dónde has estado todo este tiempo. Sea cual sea el mal que creas que te he hecho, nunca fue mi intención. No deseo librarme de tu presencia. No... ── cuando sus ojos captan los tuyos una vez más, ves la confusión interior reflejada en ellos. ── No me siento bien sin ti cerca... mi sombra ──
Tienes tantas ganas de tomarle la mano, como has hecho tantas veces, y asegurarle que todo va bien. Pero el consejo de Rhaenyra te había impactado, tan bien que resuena en tu mente mientras miras a Daemon. "Haz que tenga hambre de ti", había dicho, con los ojos brillando maliciosamente, "Para que se dé cuenta de lo que corre el riesgo de perder si no se pone las pilas. Y, bueno, si sigue sin tratarte como te mereces, seguro que alguien más lo hará". Habrías perseguido a Daemon hasta los confines de los Siete Reinos, pero sólo puedes perseguir a alguien hasta cierto punto antes de que tú mismo puedas volcarte sobre el borde del mundo.
── Lo entiendo, Daemon. No estoy enojada contigo. A decir verdad, creo que nunca podría estarlo ── ofreces una sonrisa reconfortante, pero no llega a tus ojos.
── Muy bien, entonces. Mañana volveré a dirigir mi entrenamiento en el patio. Espero que estés allí ──
Cuando entrecierras los ojos ante su insinuación, añade en voz baja. ── Quiero decir que quiero que estés allí ──
Sonríes y te haces eco de sus palabras exactas de hace semanas, cuando le hablaste de tus festividades. ── No me gustaría perderme un buen entrenamiento tuyo, mi príncipe. Allí estaré ──
Puede que haya mucho más de lo que hay que decir, que Daemon quiera decir. Pero no encuentra las palabras. Ni siquiera está seguro de qué es lo que lo obligó a buscarte hoy. O si lo está, aún no está listo para enfrentarlo.
── Me despido, mi príncipe ── haces una reverencia. ── Nos vemos ──
Te observa mientras te alejas. Está cubierto por la luz del sol desde donde se encuentra, el viento sopla suave y agradable. Y, sin embargo, siente frío y su espíritu está tenso, como si este estancamiento tácito entre ustedes dos ensombreciera sus días. Como si te hubieras llevado todo el calor contigo.
[ ... ]
DAEMON GOLPEA CON FUERZA, derribando a su oponente al suelo.
── ¡Otra vez! ── grita. ── Pensé que ustedes, putos, se suponía que eran luchadoros decentes, por lo menos. Incluso las putas de la Calle de la Seda podrían ser mejores competidoras ──
Ninguno de sus capas doradas hace un movimiento, y todos lo miran con recelo. Su comandante ha estado acalorado toda la mañana, y ellos se han llevado la peor parte de su ira.
Los espectadores lo rodean más de lo habitual, mientras cuchichean sobre el mal genio del príncipe.
Uno de los capas doradas más valientes, Maron Tyrell, decide acercarse a él. ── Mi príncipe, tal vez deberíamos concluir nuestro ejercicio de entrenamiento de hoy. Los hombres están agotados y desean-... ──
── Terminamos cuando yo lo diga ── Daemon enfatiza cada palabra en su disgusto. ── No a tu puto gusto ──
Maron persiste, olvidándose del riesgo de replicar a Daemon cuando está en este estado.
── Hemos notado que cierta Dama no está entre los espectadores, mi príncipe. Tu sombra, creo que es lo que consideras que es, y con razón, quiero decir... ¿no crees que eso ha hecho más llevaderas las actividades de esta mañana, sin ella ladrándote innecesariamente a cada...? ──
Maron no llega a terminar su broma sobre ti, ya que Daemon golpea al joven caballero contra el suelo. Su puño choca contra la cara de Maron, una y otra vez, hasta que es retirado por varios de sus hombres que luchan.
── ¡Príncipe Daemon! ── un alboroto estalla en el patio: súplicas para que se detenga, jadeos de sorpresa y preocupación, incluso alguna risa insensible ante lo absurdo de la situación. El príncipe bribón ha atacado a uno de sus propios hombres. Uno de sus leales devotos. Un acto indigno, incluso para el volátil príncipe.
── Quítame las putas manos de encima ── Daemon se retuerce para zafarse del agarre de sus hombres y sale furioso del patio, con la gente separándose como olas a su paso. Su nudillo está magullado y parcialmente cubierto de la sangre de Maron Tyrell. Sin embargo, no se atreve a preocuparse.
¿Qué es un hombre sin su sombra?
[ ... ]
── Lord Mathias Tyrell, el Señor de Altojardín, Su Alteza ── un miembro de la Guardia Real anuncia al recién llegado, su clara voz resuena en la sala del trono.
El imponente salón está casi vacío, aparte del Rey Viserys que se encuentra a los pies del Trono de Hierro, varios miembros de la Guardia Real, y su Mano, Lord Otto Hightower.
El anciano Tyrell entra con aire digno. Su postura es un poco encorvada, pero su mirada está fija en el frente. El Rey Viserys se encuentra con él a medio camino, con una sonrisa de bienvenida en su rostro.
── Mi Señor Tyrell, qué placer es este, de verdad ──
── Mi Rey ── Mathias inclina la cabeza una vez, luego mira a Viserys de nuevo, ansioso de finalmente hacer su llamado. ── Espero que mi llegada no sea inoportuna. Ha pasado tiempo desde la última vez que nos reunimos, usted y yo ──
── En absoluto, Mathias ── dice Viserys. ── Estoy siempre a tu disposición para cualquier asunto importante que desees poner en mi conocimiento, según tengo entendido es el caso en la actualidad ──
── Sí, bueno, permítame comenzar transmitiéndote los buenos deseos de mi esposa Lady Lenna para ti, mi Rey. Se siente honrada de haber sido amiga de su difunta esposa, la Reina Aemma, y sólo esperamos lo mejor para su familia ──
Viserys asiente amablemente, acostumbrado a tales declaraciones halagadoras de Lores y Damas por igual. También sabe que, aunque potencialmente genuinas, suelen ir seguidas de una queja o una petición. Como si le estuvieran ablandando para lo que sigue.
── Por eso me entristeció mucho oír que cierto miembro de tu familia había atacado a uno de los míos. La inducción de esto permanece más allá de mi comprensión. Mi sobrino, Maron, un miembro de tus capas doradas, está siendo atendido por nuestros mejores maestres, después de sufrir varias heridas a manos del Príncipe Daemon ──
── ¿Qué? ── la expresión amistosa de Viserys decae. ── ¿Daemon? ── mira hacia Otto Hightower con la esperanza de alguna aclaración.
── Mi Rey, acabamos de recibir noticias de este incidente, y planeábamos discutirlo en nuestra reunión del consejo mañana. El príncipe está obligado a asistir, después de todo, lo que le da la oportunidad de elucidar sus acciones ── Otto explica apaciguadoramente.
── Daemon ── repite Viserys el nombre de su hermano, exhalándolo como una maldición. Ya no le sorprendía nada enterarse de semejante acto cometido por su hermano. Sólo esperaba que sus ocurrencias fueran cada vez menos frecuentes.
── Sabía que comprendería la gravedad de este asunto, mi Rey. La Casa Tyrell, después de todo, siempre ha apoyado a la Casa Targaryen desde la era del Conquistador. Todo lo que quiero es que el Príncipe Daemon responda por lo que le hizo a mi sobrino, de la manera que usted crea conveniente ──
Viserys pone su mejor sonrisa apaciguadora. ── Por supuesto, Mathias. Así se hará. ¿Eso es todo? Me temo que tengo otros asuntos que atender ──
El Señor de Altojardín no deja de notar la mal disimulada irritación en el rostro del Rey, y se apresura a terminar con las formalidades de hacerse notar, intercambiando algunas palabras escogidas antes de inclinarse y abandonar prontamente la sala del trono.
── ¿Y bien? ── Viserys mira alrededor de la sala del trono, dirigiéndose a quien pueda tener respuestas. ── ¿Dónde mierda está? ──
Otto se retuerce donde está parado. ── Puedo mandar a buscarlo ahora mismo, Alteza ──
Pronto se darán cuenta de que el paradero del Príncipe Daemon les será esquivo ese día, ya que se había refugiado en los aposentos clandestinos de Lady Mysaria tras el incidente del patio. Sin embargo, los placeres habituales no se intercambiarán entre ambos. Daemon ya no posee el afán de perderse en su mujer aparentemente favorita. Mysaria no insiste y deja que el príncipe descanse.
Ella toma nota de un nombre pronunciado de sus labios mientras sucumbe al sueño.
Tu nombre.
[ ... ]
LOS MIEMBROS DEL PEQUEÑO CONSEJO SE ACOMODAN ALREDEDOR DE LA MESA, cada uno colocando su tótem redondo delante de ellos. La reunión del Consejo ha comenzado.
Cada Lord se sienta alerta, listo para presentar sus informes y conclusiones de la semana. Lord Corlys sobre la guerra en curso en las Piedras Escalonadas. Lord Beesbury sobre la reducción del impuesto común al grano. Lord Lannister sobre organizar una obra para la nobleza. Y así sucesivamente. En la cabecera de la mesa, sin embargo, su Rey no parece desprender su habitual aire de amabilidad. Se inclina hacia un lado de su silla, pasándose rutinariamente la mano por la cara en señal de frustración.
Lord Beesbury habla. ── Su Gracia, ¿empezamos con...? ──
── ¿Dónde está mi hermano? ── la voz de Viserys es iracunda, su pregunta dirigida a Lord Otto.
── Lo convocamos, Alteza, pero dejó claro que tenía otros asuntos urgentes que atender ── Otto habla despacio, con claridad, esperando que Viserys no descargue su frustración con él. ── Mencionó que tenía que reunirse con... Lady T/N ── en esto, Otto mira a tu padre al otro lado de la mesa.
── ¿Mi hija? ── tu padre dice. ── Le aseguro, Alteza, que no me consta que tenga ningún asunto urgente con el príncipe Daemon. Ni siquiera me atrevería a decir que son conocidos ──
── Oh, Señor, debe saberlo ── dice Tyland Lannister, casi burlonamente.
── ¿Saber qué, mi Lord? ── pregunta tu padre, incrédulo.
── Su hija ha estado suspirando abiertamente por el príncipe. Es de dominio público. No ha sido tímida en cuanto a su... afecto ── sonríe Tyland.
── Yo no sé nada de esto. Mi hija acaba de iniciar un noviazgo con el mismísimo Lord Cregan Stark, y lo apruebo. Sería indecoroso que ella se involucrara con el Príncipe Daemon de la manera que usted insinúa ──
── ¿Cuál es la verdad? ── Viserys levanta la voz y, volviéndose hacia Otto, añade. ── ¿Has oído hablar de este acontecimiento? ──
── No creí que tuviera consecuencias, Alteza. El príncipe tiene su cuota de admiradores, después de todo ── responde Otto.
Viserys suspira pesadamente, pensando en cómo las cosas nunca serán sencillas cuando se trata de su hermano. ── Bueno, ¿ha sido receptivo a los afectos de la joven? ──
Lord Beesbury dice. ── El consenso ha sido que el príncipe los ha ignorado en gran medida, Alteza ──
── Siete infiernos... ── Viserys deja escapar una seca carcajada de incredulidad. ── ¿Cómo es que todo el mundo sabe de este asunto excepto yo, el propio hermano del hombre en cuestión? ──
── Si se me permite responder a lo que Lord Beesbury acaba de afirmar, no parece que sea así. Al menos ya no. Se ha corrido la voz del incidente de ayer, y al parecer, la razón por la que el Príncipe Daemon agredió a Maron Tyrell es porque éste sacó el tema de Lady T/N, y no de la manera más amable ── dice Tyland.
Lord Corlys interviene. ── ¿Podríamos seguir con asuntos más urgentes, señores? ──
Viserys se queda un momento en silencio, asimilando toda la información. Mira alrededor de la mesa del consejo, desconcertado ante el ridículo escenario que se le presenta: los más altos funcionarios de los Siete Reinos incitados a entablar una charla por todo este asunto entre tú y el Príncipe Daemon. ── Mis señores ── dice finalmente. ── Lord Corlys tiene razón. Tenemos mejores cosas que hacer con nuestro tiempo que dedicarnos a chismorrear. Yo mismo me encargaré de mi hermano ──
[ ... ]
ESA MISMA MAÑANA, en otro rincón del extenso castillo, estás en tus aposentos, ordenando los libros en la estantería. Acabas de dar un paseo con Rhaenyra, y estás tomando un breve descanso. Te sobresaltas un poco cuando entra tu dama de compañía, Hestia.
── Buenos días, mi señora ──
── A ti también, Hestia ── sonríes.
── Tengo un mensaje que transmitir, mi señora ── dice tímidamente. ── Antes, cuando te habías marchado, el príncipe Daemon visitó tus aposentos ──
Te paralizas. ── ¿Daemon? ──
── Sí, milady. Entré para cambiar las sábanas y él ya estaba sentado en tu escritorio. Esperándola, al parecer ──
── ¿Y? ¿Te mencionó algo? ── le preguntas amablemente.
── Quiere reunirse con usted en el bosque divino, milady. Dijo que la esperaría allí hacia el mediodía ──
Te das cuenta de que el mediodía se acerca rápidamente. ── Ya veo... ── Hestia te sonríe reconfortada y deduces que quiere decirte algo más.
── ¿Cómo estaba el príncipe mientras estuvo aquí? ── le preguntas, realmente curiosa.
── Si puedo ser franca, mi señora, parecía bastante afligido. Parecía como si le faltara descanso, y bueno... realmente parecía ansioso por encontrarte ──
Te acercas a tu silla y te desplomas con un dramático resoplido. ── Ah, parece que me he encontrado en todo un enigma ──
Hestia sonríe y te sigue. ── ¿Pero qué enigma, milady? ¿El príncipe Daemon y Lord Cregan compitiendo por su mano? Casi todas las damas elegibles de todos los reinos sentirían envidia de ti ──
Tu sonrisa es melancólica cuando dices. ── No es exactamente el cuento de hadas que parece, Hestia. Ya sabes cómo es el príncipe Daemon ──
── ¿Así que es el Príncipe Daemon a quien favoreces? ──
── ¿Qué te hizo pensar eso? ──
── Bueno, no puedo estar segura, mi señora. Es sólo que... él es el que usted eligió mencionar. Su nombre es siempre el que mencionas, en contraposición al de Lord Cregan ──
Huh. Realmente debo haber estado obsesionada con Daemon, ¿no?, si todos siguen pensando que lo quiero, incluso con Cregan de por medio. ¿Lo quiero? ¿Lo amo?
── ¿Mi señora? ── la voz de Hestia te saca de tus pensamientos. ── ¿Está bien? ──
── Sí, dsi... ── te aclaras la garganta y te pones en pie. ── Creo que tengo que ir a un sitio ──
── ¿Para reunirse con el Príncipe Daemon? ──
¿Cómo podría no quererlo?
── Tal vez ── vuelves a mirar a Hestia, con los ojos brillando de expectación, antes de salir de tus aposentos.
[ ... ]
CAMINAS POR LOS PASILLOS, aún sin saber si el bosque divino será tu destino. Si Daemon será tu destino.
El tiempo es bastante agradable de todos modos. ¿Por qué no sentarse y disfrutar de un poco de calma en el bosque divino? En el fondo, sabes que tu razonamiento, aunque sólido, es una mera excusa para querer ver a Daemon.
Al doblar la esquina, ves a tu padre viniendo hacia ti. Te llama con un gesto, y tú corres hacia él con una sonrisa. ── Buenos días, padre ── le das un ligero beso en la mejilla. ── Me dirigía al bosque divino. Tal vez tome un libro de la biblioteca y... ──
── ¿Para reunirte con el Príncipe Daemon? ── la voz de tu padre es severa, y te pones nerviosa.
Inclinas la cabeza, insegura de cómo responder. Tu padre continúa. ── ¡Este asunto me llamó la atención, precisamente en la reunión del consejo! Me sentí como un tonto. Mi propia hija, y yo sin saberlo ──
── Ciertamente no eres un tonto, padre. Y-... ──
── ¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto? ──
── Me temo que no te sigo ── tus cejas se fruncen con frustración.
── Este asunto entre tú y el Príncipe Daemon. ¿No te importa la decencia? ¿Cómo debe verse esto? Cregan Stark te está cortejando, y aquí estás, correteando con el príncipe bribón ── habla en voz baja, como si temiera ser escuchado, pero la ira en su tono puede detectarse fácilmente.
── No estoy segura de lo que has oído, padre, pero no estoy teniendo una aventura con el príncipe Daemon ── te echas hacia atrás, también enfadada por su tono.
── Todo el mundo lo sabe, hija mía. Sé que eres inteligente, y que tienes buenas intenciones, pero esto... ──
── Estaba bastante... enamorada de él. Sólo eso. Pero ya se acabó ──
── ¿Se acabó? Entonces, ¿cómo es que aparentemente salió en tu defensa ayer, atacando a Maron Tyrell cuando habló de ti? ──
── ¿Qué? ──
── Se ha corrido la voz, y el Rey Viserys ha tenido que cargar con la laboriosa tarea una vez más de tener que enmendar las cosas en nombre de su hermano ──
── Oh, yo... no lo sabía ── recuerdas que tenías la intención de visitar el patio para su entrenamiento, pero en su lugar optaste por leer con Cregan Stark en la biblioteca. No creíste que a Daemon le importara especialmente y, a decir verdad, querías darle a probar de su propia medicina. Cometiste el error de creer que Daemon lo abordaría como cualquier otra persona: con una cantidad razonable de impaciencia e irritación. Pero claro, es Daemon.
Quieres apaciguar las preocupaciones de tu padre, así que tomas la palabra primero. ── La próxima vez que vea a Daemon, dejaré las cosas claras. Ya no habrá nada entre él y yo. No es que antes lo hubiera ── no puedes evitar apartar la mirada con tristeza, pero entonces tu padre tira de ti para abrazarte.
── Confío en que harás lo correcto. Lord Cregan es un hombre de verdadero honor y bondad. Te mereces a alguien como él ──
── Lo sé ──
[ ... ]
MOMENTOS DESPUES, justo antes de girar hacia la zona abierta del bosque de dioses, alguien te toma por el codo.
── Hola, linda ── Cregan dice. ── Me alegro de verte ──
── Cregan ── intentas ocultar tu sorpresa con una sonrisa. ── ¿Quizá simplemente me estabas siguiendo? ──
── Esa idea se me pasó por la cabeza, sí ── bromea él a su vez. ── Pero prefiero que seas consciente de mi presencia para que puedas deleitarte con mi innegable encanto ──
── Siempre tan humilde, mi Señor del Norte ── te has acostumbrado a sus ocurrencias, fácilmente compartibles, que hacen sentir cómodo a quien conversa con él. Sin embargo, cuando se lo mencionaste, te aseguró que el brillo cariñoso de sus ojos estaba reservado sólo para ti.
── ¿Has tenido un buen día? ── te estrecha por la cintura, su mirada sincera se clava en la tuya.
── Mucho, gracias. Estaba a punto de... pasar un rato en el bosque divino ──
── La acompañaré entonces, milady, si me lo permite ──
── Oh, yo... ──
── Ahí estas ── te giras hacia la voz familiar. Daemon te ha encontrado. ── Me pareció oírte ──
── Ah, Príncipe Daemon, siempre es un placer ── Cregan afloja su agarre sobre ti, pero no te suelta. Notas que los ojos de Daemon bajan hacia el brazo de Cregan alrededor de tu cintura, y su mandíbula se aprieta.
── Oh, me gustaría poder decir lo mismo, joven lobo. Pero he estado esperando en el bosque a Lady T/N, y puedo ver que le estás quitando su precioso tiempo. Manteniéndola alejada de mí ── Daemon escupe las últimas palabras, dejando clara su molestia.
── Daemon, estaba a punto de ir a verte ── dices.
── Creía que ibas a pasar un tiempo en el bosque de dioses ── Cregan te mira confundido.
── Sí, lo iba a hacer... ── aclara Daemon. ── Conmigo ──
── Simplemente para hablar ── empiezas a inquietarte por la forma en que los dos hombres se observan, con expresiones frías en sus rostros.
── No importa ── Cregan se encoge de hombros. ── ¿Puedo acompañarla también, mi señora? ──
── Sí ──
── No ──
Daemon y tú hablaron al mismo tiempo, y sus respuestas opuestas hacen una pausa en todo el intercambio. El silencio se llena de tensión, con Daemon mirándote fijamente. Una leve sonrisa se dibuja en sus labios, y te das cuenta de que está disfrutando con esto. Le gusta poder meterse en tu piel.
Puede que tengas razón, pero en ese momento, la mente de Daemon también se pierde en la suavidad de tu piel. El fuego de tus ojos. Su mirada roza tu escote, expuesto por tu vestido, el mismo vestido que él había menospreciado semanas antes. Qué tonta soy. Cualquier cosa que se ponga es inmediatamente más refinada como resultado. Aunque preferiría ver ese vestido en el puto suelo.
── Si no los conociera mejor, diría que aún hay algo ustedes dos ── la voz de Cregan corta el silencio. Cuando te vuelves hacia él inquisitivamente, te explica. ── He oído susurros aquí y allá sobre un posible afecto mutuo que comparten ──
── El príncipe Daemon y yo sólo somos amigos ── aclaras. ── E incluso de esto tengo razones para dudar ── miras fijamente a Daemon, implorándole que no se pase de la raya.
── Somos amigos ── Daemon aprieta los dientes. ── Ven conmigo, T/N ──
Sigues mirando desafiante a Daemon, y cualquier transeúnte sentiría inmediatamente la tensión. También se apresurarían a asumir que la conexión está entre Daemon y tú, no con Cregan. No es que estés dispuesta a admitirlo de inmediato.
── Rhaenyra me ha hablado de una compañía de teatro ambulante que representará su espectáculo en la Fortaleza Roja esta tarde. Creo que me apetece ir a verlo con mis propios ojos ──
Empiezas a alejarte, sin prestar atención ni al dragón ni al lobo.
No quiero más discusiones. Que me sigan si quieren.
[ ... ]
TRAS UN BREVE PERIODO DE DELIBERACION Y PREPARACIÓN, te encuentras caminando por las calles de la Fortaleza Roja, con Daemon caminando cerca a un lado y Cregan al otro.
Hestia les sigue, conversando con el joven escudero de Cregan, Pod. Le devuelves la mirada para dedicarle una sonrisa reconfortante, y te das cuenta de que se siente ligeramente intimidada por el miembro de la Guardia Real que acompaña a su pequeño grupo. El caballero es una figura imponente de armadura corpulenta, que camina cerca de ella y Pod.
Tanto Daemon como Cregan te ofrecieron un brazo para que te agarraras al comienzo de tu paseo, pero evitaste el dolor de elegir juntando las manos delante de ti, caminando hacia delante con la cabeza alta.
Llegaron al centro de la ciudad y Cregan señala una fuente en medio de la plaza. ── Recuerdo cuando me llevaste allí, cariño. Pasamos una tarde de lo más agradable ──
Daemon resopla al oír eso. ── ¿La maldita fuente? ──
Pod se acerca a hablar con Cregan sobre las tareas que tiene que cumplir durante el día, reclamando su atención, y se apartan a un lado en la discusión.
── Sí, Daemon, la maldita fuente. Nos sentamos, comimos los mejores pasteles de limón y conversamos con la gente común. Actividades que no son de tu gusto, estoy segura ── igualaste su sardónica inflexión.
── Pensé que habrías preferido las tartas de moras ── responde Daemon con naturalidad.
Tus labios se entreabren con leve sorpresa. ── ¿Cómo has podido adivinarlo? ──
── Puede que lo mencionaras una vez, hace semanas ──
── Huh ── sigues mirándole con incredulidad. Así que sí me escucha.
Tenías la impresión de que todas esas veces que parloteabas en su oído, tus palabras simplemente se disolvían en el aire. Como una incesante melodía zumbando de fondo. Daemon siempre parecía estar reflexionando sobre algún otro pensamiento más importante.
── Sigues sorprendiéndome, Daemon ──
── Y tú nunca dejas de perturbar agradablemente mi vida a cada paso ── comenta, con las comisuras de los labios hacia arriba.
── Ya que usaste la palabra agradablemente, asumiré que es algo bueno. ¿Pero perturbar? ¿Cómo es eso? ──
Da una patada a un guijarro sobre los adoquines, ensimismado. ── Esto es lo último que habría esperado, mi sombra ──
Sigues mirándole con suspenso, con el corazón latiéndote en el pecho. Por mucho que lo intentes, Daemon sigue teniendo ese efecto en ti.
Continúa. ── Nunca esperé... sentir esto... por ti ──
── ¿Sentir qué? ── se vuelve hacia ti, y se ablanda al ver tu expresión inocente, tus ojos abiertos y brillantes. Siempre le has mirado de una forma tan abierta y cariñosa, sin que te afectara la realidad de su reputación. Muy al contrario que los demás, que casi siempre se muestran recelosos o desconfiados cuando tratan con él. Ha aceptado que necesita a alguien como tu. Pero recientemente, se hizo más claro.
Sólo te necesitaba a ti.
── Príncipe Daemon ── una voz familiar, suave y acentuada te llama.
El hechizo se rompe, te giras hacia la recién llegada. La dama Mysaria.
── Buenos días, mi señora ── la saludas de mala gana. Deseas desesperadamente acercarte a Cregan y entablar conversación con él, sólo para no estar al tanto de la interacción entre Daemon y Mysaria, pero algo te mantiene clavado en tu sitio.
── Buenos días a usted también, señora T/N ──
── ¿Has venido a ver la actuación? ── inclinas la cabeza hacia el escenario que se está montando en un lateral de la plaza.
── Me temo que en estos momentos no tengo tiempo para esas frivolidades, mi señora ── sonríe finamente, antes de volverse hacia Daemon. ── Me alegro de haberte encontrado, mi príncipe. Habría esperado a que eventualmente vinieras a verme de nuevo, pero ya que estás aquí, quiero devolverte esto ──
Extiende su mano, y en ella yace un anillo ornamentado, decorado con un exquisito rubí rojo sangre. Una inscripción en Alto Valyrio está tallada en la banda.
Daemon lo toma rápidamente. ── Bien. Buen ojo ──
── Reconocí que es una de tus reliquias Targaryen. Se te debió caer cuando pasaste la noche conmigo ── se acerca a él, acariciándole el brazo.
Su corazón se hunde. ¿Qué esperabas, que Daemon se comprometiera contigo? Ha estado haciendo gestos inusuales para él, dándote el más mínimo indicio de esperanza. Y ahora, esto.
Tenía razón. Sabes exactamente quién es. Lo que es. La dama Mysaria puede ser tomada como una confirmación de esto.
── ¿Me disculpas? ── te aclaras la garganta y empiezas a caminar hacia Cregan.
Daemon nota el bajón de ánimo, el ceño fruncido y los hombros encogidos. Sabe que eres consciente de que te mira implorante. Te niegas a mirarlo y continúas ignorándolo mientras mira fijamente tu figura en retirada. Daemon se encoge de hombros cuando Mysaria le suelta el brazo y da un paso atrás. No está seguro de qué decir, y Mysaria percibe su agitación.
── La deseas ── afirma, sin un ápice de duda en su tentadora voz.
── No sabes nada de eso ── escupe Daemon a la defensiva.
── Tú la deseas. La quieres. Puedo verlo en tus ojos ── repite Mysaria. ── Es algo novedoso, ya que una vez me dijiste que ella es alguien a quien simplemente toleras ──
Y ojalá lo supiera. ── Que me aspen si no soy capaz de cambiar de opinión ──
── ¿O tal vez siempre la deseaste y no eras consciente de ello? Hablabas mucho de ella incluso antes ── reflexiona, pues sabe que Daemon no negará su agudo ojo para la observación.
Daemon y Mysaria te miran, de pie junto al resto del grupo. Sonríes y acaricias tranquilamente la espalda de Hestia. Cregan se inclina hacia ti y te ríes de lo que sea que haya susurrado.
Daemon se enfurruña, con las manos firmemente entrelazadas frente a él. ── Maldito Stark ──
── Ella también te quiere, ¿sabes? ── sonríe Mysaria.
Esto llama la atención de Daemon, aunque su cara sigue siendo amarga. ── No juegues conmigo. Quizás lo hizo, pero ahora... ──
── Todavía lo hace. Con el tiempo, ambos verán la verdad de todo esto. Buena suerte, príncipe Daemon ── se aleja, con su larga cabellera ondeando suavemente en la brisa, pero hace una pausa y se vuelve a mitad de camino. ── Pero no seas estúpido ──
Daemon asiente una vez, sintiéndose esperanzado de nuevo.
[ ... ]
UNA MAÑANA FRESCA, te sientas tranquilamente en los jardines, con un libro nuevo en las manos. Te sientas cómodamente, con las piernas recogidas bajo el asiento. Daemon comentó una vez que le gustaba la forma descuidada con la que te sientas, a lo que tú pusiste los ojos en blanco. ── No te burles de mí, Daemon. Mi padre me ha regañado muchas veces por no sentarme como una dama ──
Daemon se rió y te tiró del tobillo. Ese fue uno de sus intercambios más amistosos. Incluso ahora, tu mente vuelve a él, como si su ausencia fuera algo que exige ser sentido. Incluso después de que crees haber renunciado a cualquier noción romántica en lo que respecta a Daemon, tras el encuentro con Mysaria unos días antes.
Hestia se sienta a tu lado, haciendo ganchillo, con la aguja hábilmente sujeta entre sus delgados dedos.
── Mi señora ── dice, mirando a los setos. ── Creo que tiene una sombra ──
Sigues su mirada y lo ves. El príncipe que actualmente ocupa tus pensamientos. Como siempre. Daemon se apoya en la corteza de un árbol, evidentemente observándote. Una sonrisa de satisfacción se forma en sus labios cuando ve que finalmente te fijas en él.
Tu sombra.
Le lanzas una mirada interrogante desde lejos. Él se limita a encogerse de hombros y comienza a caminar con confianza hacia ti. Te alcanza y ambos se miran en relativo silencio.
── Tú ── le dices, como él siempre había hecho al verte.
── Disculpeme, señora T/N, príncipe Daemon ── Hestia les hace una reverencia a los dos, y luego procede a marcharse. Te sonríe disimuladamente por encima del hombro, y sabes que querrá que la pongas al corriente de lo que ocurra más tarde. Te consideras afortunada de que tu dama de compañía se haya convertido en una de tus confidentes más cercanas.
── Mi sombra ── dice suavemente, y se sienta a tu lado.
── Me atrevería a decir que las tornas han cambiado. Ahora tú eres mi sombra, Príncipe Daemon ──
── Mhm ── se burla. ── ¿No hay chico Stark hoy? ──
── Está visitando a su hermana, pero volverá pronto. Me lo prometió ──
── Preferiría que no volviera a pisar Desembarco del Rey nunca más ── comenta despreocupado.
── ¿Estas celoso, mi sombra? ── le miras burlonamente a través de las pestañas, dándote cuenta en ese instante de lo fácil que es. Estar cerca de él es algo natural, a pesar de su mal humor y sus comentarios fuera de lugar.
También te das cuenta de que no ocurre lo mismo con Cregan, por muy dulce y perfecto que sea. Hay una sensación de intentar cumplir con tu deber como dama de una casa noble, cuando se trata de tu cortejo con el joven lobo.
Pero siempre has elegido a Daemon. Si tan sólo él te eligiera a ti a cambio.
── Podría preguntarte lo mismo. Vi la forma en que mirabas a Mysaria ── sonríe, levantando las cejas burlonamente.
── No la estaba mirando ──
── Oh, no, mis disculpas, claro que no la miraba ── levanta las manos en señal de rendición. ── No la mirabas. La estabas matando con la vista ──
── ¿De verdad puedes culparme? ── su rostro se vuelve sombrío mientras mira a lo lejos.
Daemon siente la caída en su comportamiento, y su corazón se hunde. ¿Debo ser siempre la raíz de su angustia? ¿No he hecho lo suficiente?
Como por instinto, se acerca y te aprieta la mano. ── Mi sombra, debes saber que no me he acostado con ninguna otra, ni siquiera he mirado a ninguna otra, desde... ──
Miras tus manos unidas, la suya más ancha y callosa alrededor de la tuya. Siempre has sabido, cuando le tomabas la mano para darle consuelo, que siempre era también por tu bien. Su tacto te calmaba, pero era como si tuvieras que robarle momentos para ti.
Esto es diferente. Su pulgar acaricia perezosamente el dorso de tu mano. Observas sus ojos recorrer tu rostro, de tus ojos a tus labios y viceversa.
Esperas a que diga algo. Que diga algo que valide tu anhelo.
── Ahora voy a intentar algo, mi sombra, y no debes enfadarte conmigo. ¿De acuerdo? ──
── Daemon... ──
── ¿De acuerdo? ──
── De acuerdo ──
Se te hace un nudo en la garganta cuando se acerca, lo suficiente como para que sientas su cálido aliento en tu piel. Aún más cerca, cuando sientes sus labios rozar los tuyos, tan suavemente. Sus ojos siguen buscándote, midiendo tu reacción.
Entonces, aprieta sus labios contra los tuyos. Las innumerables veces que habías imaginado lo que sentirías, ciertamente no le hacen justicia. Ni siquiera un poco.
Sueltas un sonido de agradecimiento, un pequeño gemido suave contra su boca, abrumada por la sensación. Se separa un segundo, tararea cariñosamente y te pasa el pulgar por los labios. Sueltas una carcajada, despreocupada. Él te sonríe, a su pequeña sombra, antes de señalar tus labios con una inclinación de la mandíbula.
Lo besas de nuevo, y él siente que su corazón late más rápido que nunca. El príncipe canalla, posiblemente uno de los mujeriegos más notorios de los Siete Reinos, se siente turbado por ti. Tú floreces en él, revelándote como nunca lo habías hecho, su amada sombra siendo engullida y calentada por su luz solar.
Su boca se vuelve insistente en rozar la tuya, su lengua recorre tus labios. Un escalofrío recorre tu espina dorsal, tus nervios se encienden por completo. Su lengua se mezcla con la tuya y saboreas el gusto de la menta y el vino dulce.
De mala gana, a regañadientes, sientes el pequeño impulso de apartarte.
Respiras entrecortadamente y levantas las yemas de los dedos para sentir el lugar donde una vez estuvieron sus labios sobre los tuyos. Él estudia tu rostro, preguntándose qué pensamientos llenan tu mente.
Te levantas bruscamente y empiezas a caminar delante de él.
── ¿Sombra? ── te detiene, manteniéndote quieta con las manos sobre los hombros.
── ¿Por qué? ── le preguntas.
Todavía está medio aturdido por tu sabor, tu olor le rodea. ── ¿No lo ves? Te deseo ──
── ¿Me deseas? ── subes el tono con incredulidad.
── ¿Tengo que repetirlo? ── casi pone los ojos en blanco, pero mantiene la sinceridad. ── Nunca he sido el tipo de hombre que se niega a sí mismo los deseos de su corazón. Y mi corazón sólo te desea a ti ──
Cedes ante el. Vuelves a besarlo, lanzando la razón al viento. Olvidas cualquier duda, cualquier agravio del pasado. Dice que ahora es tuyo. Pero tú recuerdas todos esos momentos en los que te pusiste a su disposición; para ser su amiga, su fuente de consuelo, su defensora. De cualquier forma que él deseara tenerte. Lo deseabas. Lo querías. Lo amabas.
Lo amas. Pero durante tanto tiempo, él hizo la vista gorda. Le habías tendido tu corazón para que lo tomara, y él no lo hizo. Simplemente lo toleró.
── Daemon... ── cierras los ojos, necesitando aclarar tu mente. ── ¿Qué hay de Cregan? ──
── ¿Qué pasa con él? ── sisea, con los ojos entrecerrados.
Te enfureces. ── ¡Siete demonios, estoy en medio de un maldito cortejo! ──
── Una formalidad vacía ── por supuesto que Daemon lo creería.
── No deberíamos habernos besado. No es respetuoso con Cregan ──
Su mano se mueve para agarrarte la cara, inclinando tu cabeza, y te atrapa la pasión en sus ojos violetas. ── ¿No lo disfrutaste? ¿No te gustó besarme? ──
── Sabes que sí... ──
── Podemos hablar con tu padre y poner fin a esta farsa de noviazgo. No hace falta que sigas... ──
Tú lo interrumpes. ── No estaría bien. Cregan es un hombre decente y cariñoso. Mi padre lo dice. Sería un buen marido ──
── ¿Y yo no? ── sus manos caen a los lados y da un paso atrás.
── No lo sé. Tengo que aprender a confiar en ti de nuevo, después de todo ──
Sus ojos están atormentados mientras mira hacia otro lado.
── Daemon, necesito tiempo. Quiero estar completamente segura de si tendré que renunciar a una vida con Cregan ──
── Porque él te importa mucho ── suspira, pareciendo abatido.
── He llegado a valorarlo por lo que es. Es mi amigo, y había iniciado este noviazgo con la esperanza de que me ayudara a olvidarte. Y pensaba que tal vez, podría aprender a amarlo... con el tiempo ──
── No ── es todo lo que se atreve a decir.
── No creí que te preocuparas por mí, como yo lo hice por ti. Sólo ahora esto... ── haces un gesto entre los dos. ── Se ha convertido en algo. Al menos para ti. Hubo un tiempo en el que sólo estabas tú para mí, pero ahora, sólo necesito algo de tiempo ──
Daemon no dice nada, dejando que tus palabras calen. Su mandíbula se aprieta, sumido en sus pensamientos.
── Daemon... ── tomas su mano. ── Di algo ──
No lo hace. En un instante, vuelve a unir sus labios a los tuyos, dejándote sin aliento. Tus preocupaciones cesan, mientras te rindes a él. Levanta los dedos para enredarlos en su pelo plateado; sus manos sujetan tu cintura con fuerza.
Al más puro estilo Daemon, su lujuriosa determinación se quiebra y deja que sus manos se deslicen hacia abajo para agarrarte por el trasero. Gimes y le muerdes el labio. Él sonríe y rompe el beso, con la frente pegada a la tuya.
── Bien, mi sombra. Te esperaré. El tiempo que haga falta, te esperaré ──
[ ... ]
LOS DIAS SON LARGOS Y LANGUIDOS. Daemon así lo cree. No tiene mucho en qué ocupar su tiempo aparte de sus deberes como Comandante de la Guardia de la Ciudad. Solía disfrutar lo más mínimo, asegurándose de que las alimañas de la ciudad fueran llevadas ante la justicia. Pero ahora todo le parece gris, carente de atractivo. Nada le pone incandescente. Se limitaba a observar y esperar. Esperarte a ti.
Te recuerda sentado en el patio. Recuerda cómo le animabas mientras entrenaba, cómo te burlabas de sus oponentes, incluso cómo los maldecías. La intensidad de tu expresión era casi excesiva a veces; estabas tan involucrado en sus insignificantes y pequeñas demostraciones de habilidad. Siempre estabas ahí para él. Se acuerda de ti cuando pasea por los jardines, donde os conocisteis. Habías estado leyendo en soledad aquella fatídica tarde, con las cejas fruncidas sobre un pasaje que te desconcertaba. Algo sobre brujas en las historias de Poniente, le dijiste después. Él respondió. ── ¿Por qué? ¿Temes ser una bruja? Ciertamente posees la ferocidad ── Tan crudo, pensaste, tan intrigante. Así que este es el Príncipe Daemon Targaryen.
── Cuidado ahora, mi príncipe. Podría hechizarte ── le sonreíste, por primera vez. Pensó que eras muy atractiva, pero de nuevo, pensó lo mismo de varias docenas de otras damas. Le creías inexplicable, su reputación le precedía. El Príncipe Canalla, el segundo hijo rebelde. El santo patrón de los delincuentes y las putas, Otto Hightower le dijo una vez a tu padre. Pero a ti te parecía increíble. Diferente. Peligroso. Esa misma noche, él llenó tus sueños. Desde entonces, Daemon Targaryen se convirtió en tu sol.
En uno de esos paseos sin sentido, se cruza contigo. No puede evitarlo, y te sigue, como una sombra. Cada paso se siente pesado, porque no estás sola. Tu brazo rodea el del chico lobo, caminando demasiado cerca para el gusto de Daemon.
Cuando te ve besando a Cregan Stark, se pone rojo. Se siente enfermo, lleno de ira. Lo vio desarrollarse, el chico Stark pasando sus dedos por tu pómulo, y luego cerrando lentamente la distancia entre ustedes dos. Te quedas paralizada por el momento, aparentemente aprensiva, pero no te apartas. La forma en que el chico Stark enrosca sus dedos firmemente en tu cintura, atrayéndote cerca, le hace desear haber hecho eso.
Desearía haberte acercado a él cuando le secabas el sudor de la frente los días que le veías entrenar. En esos momentos en los que le embargaba la emoción y tú le tomabas de la mano. Se había alejado, o se había vuelto hacia alguien completamente insignificante, cuando podría haberte abrazado. Cuando podría haberte besado, mucho mejor de lo que te besa ahora el chico Stark.
Cada parte de él desea acabar con la vida del chico Stark. Quiere golpearlo delante de ti. Quiere recuperarte.
Pero siete infiernos, Viserys lo expulsaría para siempre. Acaba de volver a las buenas gracias de su hermano, el incidente con Maron Tyrell acaba de resolverse.
Y a ti. Nunca lo perdonarías. Nunca volverías a hablarle. Y él no puede tener eso. No puede vivir con eso. No lo hará.
Te necesita, lo sabe ahora. Te ama, está seguro.
Te has convertido en el sol de Daemon Targaryen. Como él fue una vez el tuyo.
[ ... ]
UNA TORMENTA AZOTA DESEMBARCO DEL REY. Una fuerte lluvia golpea tus ventanas y los truenos resuenan en el cielo, un manto de sombras cubre la capital del reino.
Te sientas frente al espejo y te peinas distraídamente. La semana ha sido larga y lánguida. A ti te parece. Has tenido mucho en qué ocupar tu tiempo: Cregan, los deberes con tu padre, las lecciones con la Septa, los libros en la gran biblioteca.
Y, sin embargo, todo parece gris, como desprovisto de calor, no muy diferente del estado de la ciudad en la actualidad.
Daemon ha inundado tus pensamientos, a pesar de tu reticencia. Has intentado que tu mente no recuerde el beso, sin mucho éxito. Se te ha formado un nudo en el estómago en el momento en que los labios de Cregan han tocado los tuyos, porque te has dado cuenta de que ojalá hubiera sido Daemon en su lugar.
Es como si tu corazón estuviera firme en su decisión, su veredicto claro. Ahora te toca a ti abrazar la verdad que dice, o reprimirla, en aras de un consuelo obvio.
Daemon. Cierras los ojos, recordando su sabor. ¿Y si se desanima? ¿Y si ya no espera?
Un sonido te llega al oído, que crees que es un leve golpe, pero queda eclipsado por un trueno que retumba fuera al mismo tiempo. Los golpes se repiten, un golpeteo constante en la pesada puerta de madera.
Te acercas con cautela, confusa por saber quién visita tus aposentos a estas horas de la noche.
── ¿Quién es? ── gritas.
── Mi sombra... ── te quedas inmóvil, reconocerías esta voz en cualquier parte.
Con manos tentativas, empujas la puerta y te encuentras de inmediato con Daemon. Lleva el pelo despeinado y sólo viste una holgada camisa blanca de poeta y unos pantalones oscuros. Te faltan las palabras y lo contemplas como si fuera la primera vez.
Él gruñe, sosteniendo tu mirada. ── Me cansé de esperar ──
── Daem-... ──
Se lanza hacia ti, inundando todos tus sentidos, agarrándote la cara con fuerza entre las manos y aplastando sus labios contra los tuyos. Esta vez es diferente. Más ardiente, apasionado, codicioso. Cierra la puerta de una patada y te adentra en la habitación.
── Daemon, ¿qué...? ── te separas, intentando recuperar el aliento.
Su índice te pasa por los labios, silenciándote. ── Silencio, mi sombra. Necesito esto. Te necesito a ti ──
Tarareas en señal de acuerdo y te dejas llevar por la cautela. Este es tu Daemon. Siempre ha estado claro, él es a quien siempre querrás.
Tus manos recorren su cuello, su clavícula y su pecho expuesto por la vaporosa camisa. Se queda cautivado por ti y por la suavidad con la que lo tocas. Tus ojos se llenan de adoración; esto es exactamente lo que necesita. Puede que fuera haya tormenta, pero ahora, en esta habitación iluminada con velas, tiene su rayo de sol.
Has pasado de ser su sombra a ser su luz.
── Te amo ── su voz es un mero susurro, y sin embargo electriza todo tu ser. ── Te amo, mi luz ──
Lo miras aturdida, y tu visión se nubla mientras una lágrima amenaza con caer, y lo hace, cuando te besa de nuevo. Te levanta sobre la mesa y le rodeas la cintura con las piernas. Te inclinas hacia atrás, tirando de él, haciendo que su pelvis presione la tuya. Él gime y su frustración aumenta aún más cuando tus manos se introducen bajo su camisa, deslizándose por la cincelada superficie de su vientre hasta la línea de sus pantalones.
Rompe el beso y hunde la cara en tu cuello. ── Quiero... hacerlo bien ──
Se endereza y te besa una vez, antes de declarar. ── Primero me casaré contigo, mi querido amor. Después, te tendré a ti ── su mano sube para apretarte el pecho, como si hiciera una promesa. ── Sere tuyo, y tu mia ──
El calor se apodera de tu rostro, y puedes sentir todo este anhelo provocando que un nudo se deshaga en tu vientre. ── Debo admitir que esto no es lo que esperaba de ti, mi príncipe. Nunca has sido tan comedido ──
── Sea como sea, mi luz, esto es diferente. No eres como los demás. Por supuesto, no soy de los que rehúyen los placeres de la carne ── sus dedos acarician tus tobillos, antes de deslizarse gradualmente por tus piernas. Saborea la suavidad de tu carne, apretando tus muslos, sin apartar los ojos de los tuyos.
── Pronto descubrirás, mi luz, que coger es un placer, y sobre todo quiero mostrarte lo satisfactorio que puede ser... ── sus manos se deslizan más y más arriba. ── En todos los sentidos posibles ──
── Daemon ── te muerdes el labio, animándole. ── Mi amor ──
── ¿Sí, mi luz? ── se burla.
── D-Dioses... ── maldices impaciente, guiando tu pelvis para que sus dedos rocen por fin tu ropa interior.
── ¿Estamos impacientes? ── mueve la tela a un lado, trazando un dedo sobre tus pliegues. ── Estás exquisita ──
── Mmm ── echas la cabeza hacia atrás y te apoyas en la mesa, con las manos luchando por mantenerte erguida. ── Por favor, Daemon ──
Urgido por tus suplicas, música sensual para sus oídos, empuja un dedo dentro de tu calor. Lo bombea dentro, fuera, observándote todo el tiempo.
Con la otra mano, desata el delicado cordón de la parte delantera de tu camisón. La fina tela cae desordenadamente hasta tu cintura, revelando tu torso a sus ojos hambrientos.
── Mierda... ── sisea, empujando otro dedo dentro de ti, acelerando el ritmo. A continuación, te planta un beso descuidado en los labios, antes de seguir hacia abajo, lamiendo y picoteando hasta llegar a tus pechos. Su lengua gira libremente sobre tu pezón, y tu mano sube para aferrarse a su pelo.
── Esto es una puta tortura ── casi gruñe, besándote de nuevo. Daemon quiere perderse en la visión de tu desenredo, mientras te coge descaradamente con sus dedos. Reza a los dioses para aprender a controlar su lujuria, su deseo de renunciar a la tradición y enterrar su miembro en lo más profundo de tu feminidad amenaza con apoderarse de él.
── Dioses, Daemon, esto es mucho mejor de lo que imaginaba ── jadeas, con una mueca en los labios.
── ¿Es así, mi luz? ¿Te has emocionado al pensar en mí? ──
Cuando asientes, ronronea en tu oído, sus labios rozando la piel. ── ¿Has soñado con cogerme? ¿Como yo lo he hecho contigo? ──
Su pulgar rodea rápidamente tu clítoris, mientras sus dos dedos empapados se hunden implacablemente feminidad. ── S-sí, ¡Daemon! ── sus movimientos se vuelven cada vez más descuidados y salvajes, sus dedos se enroscan dentro de ti, ansiosos por llevarte al clímax. Tus ojos se cierran mientras tu pelvis empieza a tensarse, con ese espasmo familiar acumulándose debajo.
── Suéltate, mi luz ── te ordena. ── Dejate llevar, libérate sobre mí ──
Una vez más, tiras de él por el cuello y lo saboreas. Cuando su lengua choca con la tuya, te sueltas, cayendo a borbotones sobre sus dedos. Siente cómo tus jugos caen sobre su palma, pero no hace ningún movimiento. Se echa hacia atrás, memorizando tu imagen. Su sombra, su luz, cubierta de sudor, con un fino camisón a la altura de la cintura. Tus piernas abiertas para él, tu semilla aún caliente en su piel.
Se limpia la mano, chupando primero parte de tu orgasmo de sus dedos y limpiando el resto en el dorso de su camisa. Se inclina hacia delante, con las palmas a ambos lados de tus muslos sobre la mesa.
── ¿Daemon? ── respiras, con los ojos entornados por las secuelas.
── ¿Qué pasa, hermosa? ──
── Te amo ──
[ ... ]
EL BRAZO DE DAEMON TE RODEA, mientras tu cabeza descansa sobre su pecho, escuchando los débiles latidos de su corazón.
Estaban recostados sobre su cama, sobre las sábanas de seda, después de aquel delicioso incidente de la mesa, decidiendo llamarlo así, ya que ahora lo recordaban con cariño.
Habían estado compartiendo historias de diverso significado, desde lo que habían desayunado hasta la culminación de la guerra en las Piedras Escalonadas.
── Puede que tenga que entrar en combate ── confiesa. ── En algún momento de los próximos días ──
La preocupación te inunda, sabiendo lo temerario que puede llegar a ser ante la emoción de la guerra. La violencia no es algo que disuada a Daemon, y mucho menos el dolor de la muerte. En todo caso, parecía darle la bienvenida, y eso te asusta.
No quieres perderlo nunca. Era cierto entonces, pero ahora, tu propio ser depende de él. Sin él, temes que nunca volverás a estar completa.
── ¿Tienes que irte? ── susurras.
── No te preocupes, mi luz ── te besa amorosamente en la coronilla. ── Siempre volveré a ti ──
── Pero, ¿debes ir? ¿Es necesario que estés allí? ── te apoyas en un codo, para que él pueda ver la sinceridad en tu expresión.
── No ── decide. ── La guerra está casi ganada. Sólo quedan algunos cabos sueltos por atar, y el ejército de Velaryon es más que capaz de poner fin a todo. Estaba pensando en ofrecer mi ayuda y la de una parte del ejército del rey ──
── Entonces deja que el ejército del Rey se vaya, y puedes quedarte aquí conmigo ──
── ¿Amor mío? ── sonríe. ── ¿De verdad me exiges eso? ──
── ¿Sólo por esta vez? ── le suplicas, sonriéndole. ── No quiero prohibirte que vuelvas a entrar en combate. Es que... acabo de tenerte. Prefiero no arriesgarme tontamente, por poco que sea ──
Una sonrisa se forma en sus labios, mientras se deleita al saber que realmente debes preocuparte por él.
── Como quieras ── cede. ── Me quedaré ──
Lo besas, segura de que nunca te cansarás de sentir sus labios contra los tuyos. Lo miras con estrellas en los ojos.
── Te amo, Daemon ──
[ ... ]
LOS MIEMBROS DEL PEQUEÑO CONSEJO TRATAN DE DISIMULAR LA SORPRESA AL VER AL PRINCIPE DAEMON, ya sentado cómodamente en su silla, mientras entran en la sala y cada uno se arrastra hasta su lugar alrededor de la mesa.
── Mis señores ── saluda Daemon despreocupadamente. ── Había pensado que todos se habian olvidado de la reunión del consejo ──
── Príncipe Daemon, le aseguro que llegamos exactamente a tiempo ── responde Lord Beesbury, sin entender la broma.
Viserys es el último en entrar, acompañado por su Guardia Real. Se detiene al ver a su hermano, pero se dirige rápidamente a su asiento en la cabecera de la mesa.
── Hermano ── dice Daemon, divertido. ── Intenta no parecer tan asombrado ──
── Daemon ── Viserys se limita a asentir en señal de reconocimiento, antes de volverse hacia el resto del consejo. ── Comencemos ──
Los minutos parecen pasar a paso de tortuga, al menos para Daemon. Sin darse cuenta, mira por la ventana de vez en cuando, como si soñara despierto, provocando varias miradas de reproche de su hermano.
Impuestos, festividades, tapices, recursos. Todas estas preocupaciones sobrevuelan su cabeza, sobre todo porque fue anteanoche cuando por fin te reclamó. O mejor dicho, cuando se entregó a ti.
── La princesa Rhaenyra va a embarcarse en un viaje a varias ciudades vecinas, como parte de sus deberes como princesa del reino, y como mi heredera ── anuncia Viserys, antes de dirigirse a tu padre. ── Ella amablemente desea tener a tu hija, la Dama T/N, como su compañera para esta excursión en particular ──
Daemon recupera el interés al oír tu nombre y se endereza, ansioso por escuchar el resto. Poco sabe él, Viserys nota este ligero movimiento, mirándolo sospechosamente por el rabillo del ojo.
── Oh, qué honor, Alteza ── sonríe tu padre. ── Seguramente estará encantada de aceptar la petición de la princesa. Le daré la noticia cuando regrese de Bastión de Tormentas, dentro de uno o dos días ──
── ¿T/N está en Bastión de Tormentas? ── Daemon habla por primera vez desde que comenzaron las discusiones del consejo, y todas las cabezas se vuelven hacia él. Hay una intimidad con la que el príncipe menciona tu nombre, una curiosidad genuina con la que pregunta por ti, que llama la atención de todos.
── Sí, mi príncipe ── responde tu padre con cuidado. ── Quería tratar con Lord Cregan Stark, que ha estado visitando a su hermana Sara, la consorte del hijo mayor de Lord Baratheon ──
── ¿Cómo va el cortejo, milord? ── Tyland pregunta a propósito, sabiendo que podría enfurecer a Daemon, que ya está enfurruñado en su asiento, como si la palabra equivocada pudiera hacerlo estallar.
── Me temo que ella planea ponerle fin ── dice finalmente tu padre, con pesar perceptible en su voz. ── Ya que me ha divulgado que tal vez nunca vea a Lord Stark como algo más que un amigo ──
── Lamento oír eso, mi señor ── expresa Viserys con sinceridad, aunque sigue observando atentamente las reacciones de Daemon. Su diversión crece ante la incapacidad de su hermano menor para ocultar sus emociones cuando se trata de ti. Primero, intriga ante la mera mención de tu nombre, luego decepción al oír que vas a ver a Cregan Stark, y finalmente la más obvia sensación de alivio ante el fin de tu cortejo.
Una carcajada amenaza con escapársele a Viserys. Siendo el hermano mayor que es, ansía el placer de burlarse juguetonamente de Daemon por su cada vez más evidente afecto por ti.
── Nada que lamentar, querido hermano ── dice Daemon, sacando a Viserys de sus pensamientos.
── ¿Qué? ── Viserys se vuelve hacia él con expectación.
── Mi deseo es casarme con Lady T/N, tan pronto como sea posible ── todo el consejo se queda en silencio, y Viserys por fin deja escapar la risa seca que ha estado conteniendo.
── ¿Mi príncipe? ── tu padre parece como si su corazón fuera a detenerse, y ciertamente así lo siente, su pecho se aprieta significativamente ante la declaración del príncipe. Aún no sabe si es alegría u horror.
── Siete infiernos ── exclama Otto, volviéndose hacia Viserys. ── ¿No será esto impropio? ¿La Dama T/N acaba de terminar un noviazgo con otro señor, para casarse inmediatamente con el príncipe? ──
── Daemon, espero que la dama sea consciente de tu deseo de casarte con ella, y que no estés simplemente a punto de soltarle esto a la pobre chica ──
── Por supuesto que sí ── confirma Daemon, con voz firme. ── Estamos enamorados, por si querian saberlo ── no pudo evitar su comentario de mal gusto, poniéndose a la defensiva.
── Que los dioses sean buenos ──se burla Lord Beesbury ante la crudeza del príncipe.
── De acuerdo ── Viserys levanta una mano para apaciguar al consejo, ── Daemon, hermano, me alegraría ver que esto llega a buen puerto. Tu matrimonio con Lady T/N sería muy ventajoso después de todo, para ambas Casas ── se dirige a tu padre. ── Supongo que tú también lo crees, mi señor ──
Los pensamientos de tu padre se aceleran, y pensando en lo mejor para ti, sólo le habla a Daemon.
── ¿De verdad la amas, mi príncipe? ──
No hay un ápice de duda en la voz de Daemon cuando responde. ── Más que a nada ──
[ ... ]
TE SIENTAS EN YTU HABITUAL LUGAR EN LOS JARDINES, acompañada por Hestia. Un libro descansa sobre tu regazo, pero no le prestas atención, tu mente está en otra parte.
Acabas de regresar de Bastión de Tormentas y te sientes en paz. Ya sabías que Cregan aceptaría tu elección, pero no querías causarle ningún dolor. Puede que sólo fuera su encanto natural, o una sensación de facilidad con la que puede ocultar su disgusto, pero cuando finalmente le confiaste lo de Daemon, sólo se apresuró a ofrecerte una sonrisa y a estrecharte entre sus brazos.
── Francamente, mi señora, sólo parecía cuestión de tiempo que el príncipe Daemon se quebrara y aceptara que la necesita ── dijo sinceramente, con una sonrisa inquebrantable. ── Y puedo reconocer el amor cuando lo veo, y ciertamente existe entre ustedes dos ──
Amor. Cierras los ojos pensando en él y saboreas el calor del sol sobre tu piel.
── Mi señora... ── susurra Hestia, y tus ojos se abren lentamente. La ves mirar hacia una figura en la distancia.
── Creo que tienes una sombra ──
───── 𝐖𝐑𝐈𝐓𝐓𝐄𝐍 𝐁𝐘
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