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❝ ONE EYE OPEN WHEN I'M SLEEPING ❞

AEMOND TARGARYENFEM! oc






     AEMOND DIBUJO CIRCULOS EN TU ESPALDA DESNUDA MIENTRAS TE OBSERVABA DORMIR.  Normalmente, ambos estarían levantados a esta hora, despiertos mucho antes de que el sol alcanzara esta altura en el cielo.

 La razón era que el sueño no venía fácil y rápido con él, o al menos eso era antes de que su querida esposa entrara en escena. Tú, en cambio, eras madrugadora por elección propia; no sólo disfrutabas viendo salir el sol con un gorjeo y una sonrisa al comienzo de las mañanas, sino que también te habías acostumbrado a hacerlo gracias a tu madre.

 Por eso había tomado nota mentalmente de que seguías dormida, escondida entre las sabanas muy acurrucada contra él. Aemond no se quejaba. ¿Por qué iba a hacerlo cuando su amada estaba tan cómodamente acurrucada en su pecho? Lo que, a su vez, le permitía dormir más tiempo. Habia notado ese cambio en su comportamiento en el primer plano de su mente.

Como también notó sus cambios de apetito y en las extrañas conbinaciones que de un dia para otro parecian gustarle.

 En ese momento, tenía al personal alineado junto a la mesa mientras Aemond masticaba lentamente su primera comida del día, observándote atentamente mientras hacías lo mismo pero a una velocidad acelerada. Te relamiste los dedos llenos de jarabe y dirigiste una mirada culpable a los criados; Aemond sabía que esperarías a que el mundo se arruinara antes que quejarte de nada.


──── Maravillosa comida ──── sonreíste, volviéndote hacia Aemond con una mirada suplicante para que los dejara en paz.

 Aemond asintió con la cabeza, mirando a la cocinera que le devolvía la mirada al salir. El tenía varias explicaciones posibles para tus patrones de alimentación, para las náuseas, la falta de apetito y para la inmensa necesidad de comer de un momento a otro, la intolerancia a algunos alimentos y los inmensos antojos de otros. 

 Una en particular, la más obvia y plausible de todas, es que estabas embarazada.

 Tu esposo es mas rapido y toma la copa de vino que hay delante tuyo antes de que puedas beber de ella y te ofrece una sonrisa. Pones los ojos en blanco, pensando que sólo quería tomarte el pelo y molestarte como usualmente lo hacia, muy maduro de su parte.

Sin embargo, Aemond se empeñó en desviar la atención de ti hacia el personal. Si sientes la necesidad de vomitar a causa de la comida, entonces serán reprendidos, y si sientes que podrías comer todo el día, entonces serán recompensados.

 Hoy parece que Aemond tendría que hablar con ellos y con tu intolerancia a las espinacas. Y lo hizo, cruelmente. Le frunciste el ceño después de hacerlo y le regañaste por haber sido tan "cruel" con el personal durante la última semana, simplemente porque te sentías indispuesta. Le dijiste que los maestres te habían dado medicinas para tu dolencia y que era un problema tuyo y no de la comida que ellos te preparaban.

 No sabías que en realidad no había ninguna "reprimenda", al menos no de la forma que te imaginabas. Aemond estuvo atento a eso.

 Los sirvientes, los maestres, tus damas de compañia. Aemond había estado investigando con ellos los sutiles cambios que habías tenido. Fue la cocinera jefe, Susan, que también era madre de cinco hijos, la que informó a Aemond de que estaba casi segura de que estabas embarazada.

Sólo faltaba que los maestres lo verificaran. 

 La decisión de Aemond de no decírtelo hasta que se lo dijera tu maestre se debió a que sabía cómo estarías en caso de que se equivocara con su corazonada. Sabía que no, pero no quería arriesgarse a que te hicieras ilusiones con un bebé.

 Pero maldición, no había planeado que te enteraras así. Aunque, si no lo hubiera dicho, habría matado al hombre a sangre fría en su lugar. Todo sucedió tan rápido que no le dio tiempo de frenar la situación.

──── Dilo otra vez ──── soltó Aemond, con la cara crispada y las manos estiradas a los lados del cuerpo. 

 El Lord, que cometió el error de señalarte en medio de la reunión de la que ni siquiera formabas parte, solo porque eras un blanco fácil, se burla y lanza a Aemond una mirada incrédula.

 Te habías despertado de la siesta que no te habías dado cuenta que te habías echado en medio de la tarde por culpa de Aemond.

 El Lord señala con su dedo al principe dragón acusadoramente, casi sin pensar con quien estaba hablando,mientras echa humo.

──── ¡Tu insolente y pretenciosa esposa no ha hecho más que burlarse de mi casa desde el momento en que has llegado! ────

 Aemond dejó escapar una risita, aunque la situación no le hacía ninguna gracia. Estaba a punto de arremeter contra él desde tu lado de la mesa, pero entonces tú habías conseguido espabilarte y tomarlo de la mano. Te miró desde donde estaba junto a tu asiento, con la mano temblorosa de rabia.

 Era un milagro que Aemond consiguiera hablar de tal manera que no se delatara a sí mismo.

──── Le aseguro, milord, que si mi esposa quisiera burlarse de usted, lo habría hecho antes de que la aburriera hasta la muerte con sus prolongadas distracciones de una manera tan amable que ni siquiera se habría dado cuenta de que le escupió a la cara ────

──── Maldito c-... ────

──── Yo, en cambio, me burlaría abiertamente de ti y de tu patética excusa de tratado ──── murmura Aemond, sacudiéndole las manos de encima ──── ¿Me tomas por tonto por tus condiciones? Cualquier imbécil con un ojo podría ver cómo intentas engañarme... ────

──── Aemond ──── susurras

 Pero era demasiado tarde, Aemond se abalanzó sobre él, se deslizó por la mesa y lo derribó al suelo, sacando una espada que guardaba siempre en el bolsillo trasero. Se le saltaron los ojos mientras dominaba al hombre con la rabiosa intención de herirle gravemente. 

──── Es buen momento para que ruega por tu vida ────

──── ¡Aemond! ──── gritas, corriendo hacia él mientras el resto de los presentes hace lo mismo.


 Aemond observa cómo el rostro del hombre forcejea contra él. El príncipe se ríe secamente, una risa burlona y ronca que provoca escalofrios en cualquiera que supiera a quien temer.

 ──── ¿Que tal si te ejecuto delante de tus hombres? ────

──── ¡Quítenmelo de encima! ────

Algunos hombres empiezan a acercarse a él.

──── Si alguno de ustedes me toca, le cortaré el cuello de oreja a oreja ──── Aemond alza la voz.

 Empiezas a entrar en pánico en el momento que no puedes reconocer al hombre de cabello claro que tenia una daga a centimetros del cuello de un imbecil. No podias reconocer a tu Aemond, y eso te asustaba a morir.

──── Aemond... Aemond, por favor, ya basta ────

──── ¡No! ──── ladra, sin apartar la vista de su objetivo ──── Debería rogarme que no lo despelleje no sólo por insultarme ──── aprieta su daga más cerca de la piel del cretino ──── ¡Por hacerme perder el tiempo en mostrar amabilidad trayendo incluso a mi esposa a este maldito viaje, sino también por degradar a la única persona que me ha mantenido paciente todo este maldito tiempo! ────

 Aemond se enfurece, y empieza a ponerse rojo de la ira, sus manos tiembkan como hojas pero no por miedo, sino por esa parte de si mismo que le ruega contenerse.

──── Esa persona que lleva a mi hijo, estúpido de mierda ──── aprieta los dientes, con la furia encendida de nuevo.

 Tus ojos se abren de par en par ante las palabras de tu marido. Jadeas cuando el hombre grita cuando siente la daga de Aemond cortar su mandíbula.

──── La llamas insolente y pretenciosa, ¿por qué? ¡¿Por expresar indicios de tener hijos?! ────

El hombre agarrado por Aemond empieza a perder el color de la cara, solo el rojo de su sangre corriendo por el suelo detalla la macabra escena.

──── No- no me había dado cuenta... ────

──── Claro que no te diste cuenta, imbécil ──── sisea Aemond ──── Tratas a tu propia esposa, evidentemente embarazada, con el peor desdén ────

──── Aemond, por favor ──── murmuras débilmente.

 Él resopla al oírlo mientras sopesa sus opciones. Se queda completamente quieto cuando vuelves a llamarlo, y decide que no puede volver a escuchar esa desesperacion en tu voz.

 Empuja al hombre hacia atrás y se baja de él, mirándolo oscuramente mientras se dirigía hacia ti. Una vez lo ha hecho, guarda su espada y toma tu rostro entre sus manos, sus pulgares acariciando tus mejillas levemente humedas por las lagrimas, mientras choca su frente con la tuya.

 Una parte de él empieza a devorarse al ver tus ojos llorosos, y la rabia sale de nuevo a flote sin intencion.

Pero luego se enfurece de nuevo al escuchar la voz del hombre detras suyo.

──── Su gracia, yo... ────

──── No me hables a menos que quieras perder la lengua ────  exclama Aemond mientras se gira sobre su hombro. Te toma firmemente de la mano y se marcha del lugar, con cuidado de no ir muy rapido debido a tu ahora nueva condición. 

 Se gira sobre si mismo antes de cerrar la puerta del salón, mientras tu escondias tu cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro, sin querer ver la escena y toda la sangre que habia allí dentro.

──── No necesitas preocuparte por una deliberación para tu tratado. Que los Siete te ayuden en tus esfuerzos contra la corona, y que el Infierno te aguarde calidamente si vuelves a hablar de mi esposa ──── 




───── 𝐖𝐑𝐈𝐓𝐓𝐄𝐍 𝐁𝐘

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