DIFÍCIL COMIENZO

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Ambientado en el pasado.

◼️ Aaron no cabía en sí de felicidad. Que Cass hubiera aceptado mudarse con él era, sin duda, una bendición. Poder despertar a su lado cada mañana, tenerla cerca en todo momento, era algo que ni siquiera en sus mejores sueños habría imaginado

◼️ El trayecto desde su pueblo hasta su nuevo hogar fue más largo de lo que esperaba: cinco horas en la carretera, aunque Aaron, con su forma de conducir apresurada, logró reducir el tiempo

◼️ Durante el camino, Cass intentó cerrar los ojos y descansar, pero la reciente discusión con sus padres retumbaba en su mente. Miró el paisaje por la ventana, buscando consuelo en los campos y las montañas que pasaban rápidamente a su lado, pero ni la belleza del exterior podía calmar el dolor que sentía por dentro

◼️ Aaron, al volante, parecía relajado pero visiblemente aburrido por las largas horas de trayecto. En un momento, echó un vistazo a Cass de reojo, notando sus ojos enrojecidos y las lágrimas que intentaba disimular

◼️ "Bebé..." suspiró él, con un tono que revelaba más impaciencia que empatía. "Te la has pasado llorando todo el camino. Sabes que te amo, pero escucharte llorar no ayuda a hacer más ameno esto"

◼️ Cass se apresuró a secarse las lágrimas con la manga de su suéter. "Lo siento..." a pesar de que su llanto no era ruidoso, su mera presencia parecía molestar a Aaron. "¿Falta mucho para llegar?"

◼️ "No, falta poco"

◼️ Cass se mantuvo en silencio y atenta al camino hasta que llegaron al rancho. Mientras se dirigían a su nuevo hogar, Cass miraba a la gente caminar al lado del camino; algunas eran mujeres con bolsas de mandado y sus hijos, otros eran muchachos en caballos u hombres ensombrerados que iban y venían del trabajo

◼️ De pronto, la camioneta se detuvo frente a una casa; era pequeña y la fachada estaba un poco dañada, pero nada que una mano de pintura no arreglara. Ambos bajaron y se plantaron frente a la puerta

◼️ "No hay que preocuparnos por la renta" dijo Aaron orgulloso. "La casa me la va a prestar Rubén, un amigo"

◼️ Cass sonrió débilmente y después entraron a la casa. Dentro no era muy sorprendente, los muebles se veían un poco viejos, pero funcionaban. Había una pequeña cocina, un sillón que fungía como sala y una habitación, que sería donde dormirían

◼️ "Yo sé que no es un palacio, bebé, pero conforme vaya ganando dinero, voy a mejorar nuestra casa" dijo Aaron

◼️ "Espera... ¿ya tienes trabajo?"

◼️ "Sí, en la refaccionaria de Rubén"

◼️ "Oh, qué bueno. Espero yo también encontrar trabajo pronto"

◼️ "No, bebé" la abrazó. "Necesito que te quedes aquí en la casa, para que me hagas de almorzar, comer... me recibas en la noche" besó su frente

◼️ "Pero..." y antes que pudiera protestar, Aaron salió de la casa para bajar sus cosas de la camioneta

◼️ Y bueno, así fue al menos durante un año... el periodo más deprimente para Cass. La casa, lejos de convertirse en un lugar acogedor, se transformó en una prisión. El trabajo de Aaron apenas alcanzaba para cubrir las necesidades básicas, lo que inevitablemente llevó a tensiones constantes. Las discusiones se volvían cotidianas, siempre girando alrededor del dinero y las restricciones impuestas por Aaron

◼️ Cass insistió, una y otra vez en la necesidad de buscar un trabajo, pero Aaron siempre se negó rotundamente. Inventaba cualquier excusa para impedirlo, aunque la verdadera razón era simple: los celos. Apenas podía soportar que Cass saliera de casa para hacer las compras, y cualquier salida adicional se convertía en motivo de gritos y peleas

◼️ El primer año, aunque no estuvo exento de buenos momentos, cuando los días malos llegaban, eran devastadores. Aaron, agotado y frustrado por el trabajo, se volvía irritable. Cass, por su parte, sufría el confinamiento, cada vez más asfixiada por su situación. La vida entre ellos comenzó a desmoronarse lentamente

◼️ Con el tiempo, el comportamiento de Aaron cambió de forma evidente. Comenzó a llegar tarde del trabajo, a veces hasta tres horas después de lo habitual, y, en ocasiones, no pasaba la noche en casa. Sus excusas eran siempre las mismas: se quedaba con sus amigos en la cantina o en casa de alguno de ellos. Cass, naturalmente, no le creía

◼️ A este nuevo patrón se sumó el alcohol. Aaron empezó a beber casi todas las noches. Al principio, esto parecía reducir las discusiones, ya que se quedaba dormido por lo ebrio que estaba, pero no tardó en llegar la agresividad

◼️ Debido a que Aaron pasaba cada vez menos tiempo en casa, Cass empezó a buscar su propia manera de entretenerse, escapando de la monotonía. Al principio, era un simple impulso de salir y distraerse un poco, así que comenzó a frecuentar los bar-billares del rancho, lugares que Aaron nunca aprobaría; y donde poco tiempo después, conocería a quienes serían sus amigos: Don Splinter y Splin, pero eso es otra historia

◼️ Así como él, Cass también notó cambios en sí misma. Pasó de ser una mujer con un carácter fuerte pero equilibrado, a alguien que ya no se permitía el lujo de expresar sus emociones. Antes, si algo le dolía, lloraba; si se sentía frustrada, lo compartía. Ahora, el encierro emocional al que estaba sometida la fue apagando poco a poco. Con el paso del tiempo, Cass dejó de hablar sobre lo que sentía. Las discusiones constantes, la falta de espacio personal, y el control asfixiante de Aaron la obligaron a encerrarse dentro de sí misma. Empezó a guardarse sus lágrimas, sus frustraciones y sus deseos

◼️ Esa transformación emocional también vino acompañada de una creciente agresividad. Si bien Aaron podía ser el detonante de muchas de las discusiones, Cass comenzó a reaccionar con una dureza que antes no tenía

◼️ Además, a causa del extraño comportamiento de Aaron, Cass también comenzó a sufrir de celos; pero razones no le faltaban para sospechar de su pareja. A veces, encontraba marcas de lápiz labial en el cuello de sus camisas o en el borde de su chaqueta. Otros días, lo escuchaba al teléfono en conversaciones que parecían demasiado reservadas. Aaron siempre colgaba rápido, inventando alguna excusa torpe que solo hacía aumentar las dudas en su mente

◼️ A pesar de lo evidente que era el engaño de Aaron y de la relación fracturada que tenían, había algo en él que aún lo ataba emocionalmente a Cass. Una parte de él seguía amándola, y eso lo impulsaba a querer quedarse a su lado.

◼️ Aaron intentaba compensar el daño con pequeños gestos de afecto, como si esos momentos fugaces de cariño pudieran reparar los muros rotos entre ellos. De vez en cuando, se tomaba el tiempo de consentirla con detalles mínimos: le llevaba flores baratas, preparaba alguna cena improvisada o la abrazaba mientras veían la televisión

◼️ Por su parte, Cass, aunque agotada emocionalmente, tampoco sentía que tenía muchas opciones. Regresar a la casa de sus padres no era una posibilidad; no porque no la recibieran, sino porque eso implicaría reconocer el fracaso y enfrentarse al juicio que siempre temió. Tampoco contaba con dinero suficiente para independizarse

◼️ Hasta que un día, a espaldas de su pareja, Cass consiguió trabajo en una hacienda. Cuando Aaron se enteró, se enfureció demasiado. Pero, tras un tiempo, al ver cómo el dinero que ella aportaba ayudaba a aliviar las cargas económicas del hogar, terminó aceptándolo a regañadientes

◼️ Pocos meses después, Cass quedó embarazada. Aaron, incapaz de asumir esa responsabilidad, se marchó, y lo que sucedió a partir de ahí ya es bien conocido

◼️ Sin embargo, a pesar de todo lo vivido, Cass jamás se ha permitido caer en la trampa de preguntarse «¿qué hubiera pasado si...?». Probablemente, en esos escenarios imaginarios, Casey no existiría, y esa posibilidad es algo que ella no puede ni quiere imaginar

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