vii. valentine's day
───────────────
siete
( día de san valentín )
───────────────
La navidad y las vacaciones se fueron más rápido de lo que cantaba un gallo, y sorprendentemente para el quinteto, durante el mes de enero no volvió a suceder nada que tuviera que ver con las petrificaciones o el heredero de Slytherin. Lo más inusual que les sucedió fue ver que Granger había pasado un mes internada en la enfermería siendo atendida por Madame Pomfrey.
Se dijo que había sido debido a un accidente con una poción, y así como eran los alumnos de Hogwarts, varios habían intentando ir a ver como se encontraba Hermione. Fue así que el rumor de que tenía un aspecto terrible corrió por todo Hogwarts, incluso se llegó a decir que intentó hacerse una animaga ilegal y le salió mal, pues muchos aseguraban que parecía un gato a medio transformar.
Aunque Astell no creía ninguno de esos rumores, y lejos de interesarse en averiguar más sobre que había pasado con Hermione después de la cena de navidad, estaba más concentrada en otra cosa.
En Dalia.
Parecía que su mejor amiga solo estaba decayendo más y más, cada vez asistía a menos comidas, a menos clases e incluso se había vuelto raro verla acompañada del trío de oro. Era como si estuviera presente y no lo estuviera al mismo tiempo. Esto había ocasionado que a falta de Dalia, Astell comenzara a unirse más a Draco, Xander y sorprendentemente a Harry, lo que avivó los rumores de que ellos tenían algo que ver con las petrificaciones.
Pronto llegó febrero y con eso, el tan ansiado día de los enamorados. Aunque todo el amor y la paz que se respiraba en el castillo sería facilmente opacado por los eventos próximos a suceder.
Las niñas estaban en la biblioteca, haciendo las tarjetas que acostumbraban hacer juntas desde que se conocían, aunque las dos estaban distantes.
—¿Le harás una tarjeta a Malfoy? —preguntó Astell, tratando de romper el hielo.
—Sí. —Dalia movió unos papeles, viendo en uno de los sobres sellados por Astell el nombre de Potter, y la Vasileou en vez de echarse a reír y molestar a su amiga, como siempre lo hacía, solo tomó su pegamento y siguió en lo suyo.
Dalia estaba de verdad mal.
—Lia. —llamó Astell. —No puedes volver a decirme que no te pasa nada, cada vez faltas más a clases, nunca estas con Draco o con Harry, ni siquiera con Xander, estás flaca y ojerosa. Es como si algo te estuviera controlando.
Dalia permaneció en silencio, como si un debate mental estuviera consumiendo su cabeza, y tan solo unos segundos después, Astell pudo notar como Dalia pasaba de lucir intranquila a lucir enojada.
—Tú no te cansas de molestarme ¿verdad? —Astell frunció el ceño. —Estás con mis amigos, con el que me gusta ¿y aún así quieres que yo esté bien? Me quitas todo lo que tengo Astell, estoy harta.
La morena miró con sorpresa a Dalia, pero no porque hubiera confesado que Draco le gustaba, lo que realmente le había sorprendido era como le había hablado, todo lo que había dicho. Esa no era la Dalia que ella conocía.
—¿Sabes qué? No te reconozco, Dalia. —Astell tomó sus cosas con rápidez y salió de la biblioteca.
Lejos de sentirse mal por lo que la rubia le había dicho, se sentía impotente, no podía hacer nada por su mejor amiga sin saber que era lo que le pasaba y cada que intentaba tocar el temma con ella, Dalia lo evadía o terminaba por decir cosas que solo alejaban cada vez más y más a Astell.
Al dar vuelta en un pasillo, se encontró con los tres chicos de oro de Hogwarts, los cuales la saludaron animadamente y se acercaron a ella.
—¡Justo te estaba buscando! —dijo Draco, sacando de su túnica una tarjeta de un color café claro, justo el color favorito de Dalia. —¿Crees que a ella le gustará?
Astell sonrió ligeramente al ver que Draco dejaba toda la seriedad que lo caracterizaba cuando se trataba de Dalia, y estaba segura de que ese regalo le encantaría. Estaba por decirlo, cuando Xander habló.
—Ahora veo que te gusta mucho mi hermana. —comentó el ruloso con una cara de pocos amigos.
Harry y Astell miraron expectantes a Malfoy, esperando la respuesta que el daría. Draco permaneció un par de segundos en silencio y negó levemente.
—¿Cómo podría gustarme Dalia? Es como una hermana para mi, no puedo verla de otra forma. —los dos niños rieron, no creían ni una sola palabra de eso. —Trío de ineptos, ahora no puedo siquiera pensar en darle un regalo.
—Repítelo frente a tu espejo hasta que te lo creas, Malfoy. —dijo Harry y Draco rodó los ojos.
—Eres un tonto. —y dicho eso, Draco se fue de ahí dispuesto a buscar a Dalia para darle la tarjeta que había hecho.
•✦───────────•✧
Astell caminaba por los pasillos de Hogwarts, esperaba tener un momento a solas para poder pensar en una manera para ayudar a Dalia, estaba bastante preocupada por ella y simplemente no podía pensar en otra cosa que no fuera ella. ¿En qué momento se distanciaron tanto como para ya no saber que era lo que le pasaba a la otra? ¿Realmente estar en Hogwarts y en distintas casas terminaría por romper su amistad?
Sin notarlo, llegó a los campos del castillo, y a lo lejos, pudo ver que el equipo de quidditch de Slytherin estaba en una práctica en la oscuridad de la noche. De seguro tenían un permiso firmado por Snape para estar ahí después de las 8 de la noche.
La niña optó por sentarse contra el tronco de un árbol, asegurandose de tener una buena vista del entrenamiento, pues había decidido quedarse en un pequeño intento de despejar su mente de todo lo que había en su cabeza en ese momento. Sacó de una de las bolsas de su túnica un sobre sellado con cera dorada.
Ese sobre llevaba meses estando en su túnica y nunca había tenido el valor de abrirlo, acaricio la superficie del mismo y estuvo por despegar el sello cuando escuchó pasos acercarse al lugar en el que ella estaba. Rápidamente se levantó del lugar en el que estaba y cuando estuvo por atacar a lo que fuera que se acercaba a ella, suspiró al ver que solo se trataba de Harry.
El chico la mirócon confusión antes de hablar.
—No sabía que eras una de las rebeldes de Hogwarts, Wentz.
—Por Dios, cállate, Potter. —replicó Astell, guardando el sobre nuevamente en el interior de su uniforme. —Solo necesitaba un poco de aire.
Esa acción no pasó desapercibida para Harry, quien en vez de preguntar, jugó con el palo de su escoba.
—Yo creí que el aire era mejor en las torres que abajo. —murmuró, Astell frunció el ceño antes de soltar una pequeña risa. —Ya sabes, por eso de la altura y así...
—Eso no tiene sentido. —aseguró Astell y Harry alzó los hombros. —Si fuera verdad, en las mazmorras el aire sería peor.
—¡Eso prueba mi punto! —dijo Harry con rapidez. —El aire en las mazmorras te sofoca.
Astell no supo si fue la explicación tan tonta o el como Harry asentía varias veces con la cabeza lo que la hizo reír, pero definitivamente hace bastante tiempo no se reía de esa manera y eso hizo que su noche se volviera mil veces mejor.
Por otro lado Harry estaba frustrado, cansado e irritado por el entrenamiento previo, pero el ver que por primera vez Astell no parecía querer mandarlo a la horca hizo que todo lo que le molestaba desapareciera por completo y comenzó a reír junto a ella.
De ese modo ambos se olvidaron por unos minutos de todos los problemas que los perseguían y pasaron un momento agradable antes de ir de regreso a sus salas comunes, sin saber que Xander y Draco los veían a lo lejos con una sonrisa.
Tal vez no se odiaban tanto después de todo.
•✦───────────•✧
Harry no había dormido mucho a causa del entrenamiento de quidditch de la noche anterior y llegó al Gran Comedor corriendo, algo retrasado. Pensó, por un momento, que se había equivocado de puerta. Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones.
Harry se fue a la mesa de Slytherin directamente, en la que estaban Xander, con aire asqueado, mirando a lo lejos como a cierta Gryffindor no paraban de llegarle notas y cajas de chocolates. Por otro lado estaba Draco, que se dedicaba a quemar cada carta que le llegaba.
—¿Qué sucede? —preguntó Harry, quitándose el confeti de encima y sentándose junto a Draco.
—No sabía que las niñas podían ser tan desesperadas. Incluidas las de quinto. —mencionó Draco, haciendo un suave movimiento de varita para volver a quemar más sobres de cartas.
Xander por otro lado, recargó su cabeza en sus manos y soltó un largo suspiro antes de señalar la mesa de Gryffindor. Harry y Draco no necesitaron más explicación, sabían bien que el ruloso llevaba bastante tiempo sintiendo algo por la mayor de las Wentz. Él se había encargado de decirles a sus dos amigos hasta el cansancio que no era más que un cariño de mejores amigos, pero tanto el rubio como el miope sabían que no era cierto.
Solo que no se lo dirían.
No muy lejos de ellos, en la mesa de los profesores, Snape se encontraba frustrado de ver a Lockhart recibiendo tantos regalos. El profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras se había tomado la molestia de contar todo lo que había recibido y había terminado por contar 46 cartas que recibió tan solo en el desayuno.
Draco se levantó de la mesa de Slytherin, estando harto de quemar tantos regalos y tras decirles a Xander y Harry que haría algo importante, se dirigió a la mesa de Ravenclaw para hablar con Astell sobre algo que le inquietaba.
Al llegar, muchos de los alumnos de esa casa lo miraron con curiosidad, porque después de todo, ¿qué haría Draco Malfoy en la mesa de las águilas? Incluso varios niños de Gryffindor lo miraban, ansiando ver que era lo que haría ahí, posiblemente para chismosear sobre ello después.
Se sentó en un asiento libre frente a Astell, la cual se encontraba leyendo un libro que Luna le había prestado, y a pesar de no haber apartado la mirada del libro, pudo saber que la persona que se había sentado frente a ella era Draco.
—¿A qué debo el honor, Draco?
—Quiero hablar sobre Dalia. —al escucharlo, Astell por fin miró a su contrario, encontrándose interesada por lo que el chico diría. —¿No la has notado, no sé, ¿extraña?
—Me sorprende que te hayas dado cuenta hasta ahora. —aseguró Astell, cerrando el libro y dejándolo a un lado. —Algo le pasa y no sé que es, siempre que intento hablar con ella sobre eso reacciona mal.
Ambos niños permanecieron en silencio hasta que una cabellera rubia atrapó la atención de ambos. Dalia iba hacia la mesa de Slytherin a entregarles unas tarjetas que ella misma había hecho a Xander y Harry, y después de darles a ambos un abrazo, salió del Gran Comedor sin detenerse a mirar en dirección a la mesa de Ravenclaw.
Astell suspiró brevemente antes de mirar a Draco, el cual se veía como si un elefante le hubiera pasado encima.
—Ni siquiera pude darle la tarjeta que yo hice...
—Ya podras hacerlo, Draco, solo dale tiempo.
Después de eso, los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Slytherin subían hacia el aula de Encantamientos junto a los Gryffindor, uno de ellos alcanzó a Harry, el cual llevaba todo el día evitando toparse a los duendes.
—¡Eh, tú! ¡Harry Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Harry.
Ruborizándose al pensar que le iba a ofrecer una felicitación de San Valentín delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaban Cyrus Fawley y Astell, Harry intentó escabullirse. El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos.
—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona. —dijo, rasgando el arpa de manera pavorosa.
—¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar.
—¡Párate! —gruñó el enano, aferrándose a Harry por la bolsa para detenerlo.
—¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte para arrebatarle la bolsa al enano.
Tanto tiraron que la bolsa se partió en dos. Los libros, la varita mágica, el pergamino y la pluma se desparramaron por el suelo, y la botellita de tinta se rompió encima de todas las demás cosas. Harry intentó recogerlo todo antes de que el enano comenzara a cantar ocasionando un atasco en el corredor.
—¿Qué sucede? —la voz curiosa de Ron Weasley llegó hasta los oídos de Harry, el cual intentó desesperadamente apartar al enano y recoger sus cosas antes de que aquel cabeza de zanahoria lo viera haciendo el ridículo frente a todos. Pero eso fue inútil.
A la desesperada, Harry intentó escapar corriendo, pero el enano se le echó a las rodillas y lo derribó.
—Bien. —dijo, sentándose sobre los tobillos de Harry. —Ésta es tu canción de San Valentín:
Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche
y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.
Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,
el héroe que venció al Señor Tenebroso.
Harry habría dado todo el oro que sus padres le habían dejado en Gringotts con tal de que nadie hubiera escuchado eso. Pudo escuchar las risas de todos los niños que lo rodeaban y de inmediato volteó a ver hacia donde se encontraba Astell, esperando que ella ya se hubiera ido.
Pero no, ella ahí se encontraba, pero eso no era lo peor. A su lado, Cyrus le susurraba algo al oído y comenzaba a reírse —probablemente burlandose de la desgracia de Harry— ganandose un codazo de parte de la morena, la cual solo vio la escena una última vez antes de irse, sin demostrar emoción alguna.
Draco y Xander se acercaron al de lentes, lo ayudaron a levantar sus cosas y posteriormente lo levantaron a él. Después de eso, Draco volteó justo hacia donde Harry estaba mirando anteriormente y se cruzó de brazos mirando a la chica Weasley.
—Me parece que a Harry no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín, Weasley. —exclamó el Malfoy. Ginny sintió todas las miradas de los curiosos sobre ella y deseó convertirse en una persona invisible en ese momento.
Sin darle más tiempo a los demás para burlarse, los tres Slytherin se fueron de ahí y continuaron el resto de su día escondiendose de los enanos que gritaban sus nombres para no pasar por el mismo momento bochornoso que Harry había vivido.
•✦───────────•✧
El día de San Valentín había llegado a su fin, y con eso, el ansiado sábado de quidditch en el que competirian Gryffindor y Slytherin por fin se asomaba, mostrando a todos los alumnos de dichas casas entusiasmados.
Era un día nublado, y Nephelle mostraba todo su orgullo Gryffindor al portar una bufanda con los colores de los leones, al igual que un par de banderitas de color rojo y dorado dibujadas en las mejillas. Pero antes de ir a las gradas para ver el partido, tenía algo que hacer.
Caminó por los pasillos hasta que divisó la típica cabellera rizada y alborotada de Xander, que portaba su uniforme de quidditch color esmeralda y coqueteaba con unas niñas de Hufflepuff. Al ver esa escena, Neph rodó los ojos, definitivamente Xander sería el nuevo Sirius Black de Hogwarts.
Se acercó a él y tocó su hombro por lo que él volteó a verla, y al notar de quién se trataba se despidió de las Hufflepuff antes de dedicarle toda su atención a la morena.
—Hey Neph. ¿Qué sucede? —preguntó Xander, Nephelle sacó una tarjeta de una de las bolsas de su tunica y se la extendió.
—Feliz San Valentín, Xander. —el chico tomó la tarjeta con confusión y ladeó un poco la cabeza mientras miraba a su contraria.
—San Valentín fue ayer.
—Sí, pero ayer no te vi. —aseguró, aunque eso era mentira. El día anterior habían compartido al menos cuatro clases, solo que ella había estado debatiendo si sería buena idea darle la tarjeta que le había hecho o no. —Espero que tengas suerte en el partido de hoy.
Xander sintió un pequeño vuelco en su corazón y bajó la mirada a la tarjeta en sus manos antes de sonreír. No esperaba que Nephelle fuera a darle algo después de su pequeña conversación en Navidad, pero no podía estar más feliz de haber estado equivocado.
En silencio rodeó a Nephelle en un abrazo que fue inmediatamente correspondido por la chica. Ambos habían extrañado la cercanía del otro y esperaban que ese abrazo nunca se terminara.
Pero al parecer Ron Weasley tenía otros planes.
—¡Nephelle! —el pelirrojo se acercó corriendo al par de niños, los cuales se alejaron de su abrazo al escuchar el llamado. —¿Después de como te habló en Navidad estás hablando con él? ¿Una sucia serpiente que probablemente es cómplice del heredero de Slytherin?
—¿Tú que te metes Weasley? —replicó Xander. —¿No es suficiente con que nos eches la culpa de todo? ¿Ahora también quieres controlar con quién hablan tus amigos? —ninguno hablaba, pero se notaba de inmediato como el Slytherin tensó la mandíbula, si hubiera alguien a quien Xander odiaba más que a Filch, era Ronald. —Eso pensé.
Nephelle vio que Xander estaba por irse, pero lo sostuvo del brazo para detenerlo.
—Ron, eso pasó hace meses. No tienes porque decir esas cosas.
—No vale la pena rogarle, ¿no lo ves? Solo te utiliza para limpiar su imagen. —el pelirrojo estaba furioso, y eso podía verse debido a que apretaba su escoba con fuerza. —Seguro después de esto tirará tu regalo a la basura y se irá al quinto piso a coquetear con cada chica que se le cruce.
Xander rio con amargura y se zafó del agarre de Nephelle para irse. No sabía que le había hecho al Weasley para que lo tuviera en tan poca estima, pero si él lo pintaba como la peor persona del mundo, por supuesto que podía serlo. Por eso al encontrarse con Hermione en un pasillo poco concurrido no dudó ni un segundo antes de desquitar su molestia con ella.
Claro que él lo hizo sin saber que eso le traería terribles consecuencias, mismas que harían que su corazón se petrificara, y lo peor es que no había podido despedirse de nadie.
•✦───────────•✧
Harry estaba emocionado por el partido, y sorprendentemente Astell parecía estar igual pues volvería a narrar el partido, solo que en esta ocasión sería sin Dalia y eso la hacía sentirse un poco nerviosa.
Era por eso que se había desaparecido todo el día, dejando solos a Draco y Harry, que no tenían idea de donde estaban los Vasileou. Ambos niños habían tenido que hacerse compañía todo el día y por eso comenzaron a seguir a Marcus Flint cuando el partido estuvo por comenzar, pues si pasaban tan solo un minuto más siendo solo ellos dos, terminarían hechizándose entre sí.
—Con la nueva estrategia derrotaremos de inmediato a esos Gryffindor. —aseguró Marcus, pero la profesora McGonagall se interpuso en su camino antes de que pudieran llegar al campo.
—Regresen a su sala común, el partido se cancela.
—¿Qué? —preguntó Flint. —No pueden cancelar el partido, nos hemos preparado todo el mes.
—He dicho que vayan a su sala común, señor Flint. —ordenó la profesora antes de mirar a Harry y Draco. —Y ustedes dos vengan conmigo.
Ambos niños se miraron uno al otro con confusión, pero comenzaron a seguirla sin rechistar al interior del castillo, y no fue hasta que estuvieron cerca de la enfermería que McGonagall volvió a hablar.
—Esto puede ser muy difícil para ustedes. —mencionó, pero los niños no pudieron prestarle menos atención, pues escucharon que en la enfermería se escuchaban sollozos. Cuando la profesora abrió las puertas pudieron saber porqué.
En una de las camillas del fondo estaba Hermione petrificada, pero eso no era lo que a Harry y Draco les importaba, pues en la camilla de a lado estaba Xander completamente pálido y petrificado, mientras tanto, Astell y Dalia se encontraban al pie de la camilla. La rubia llorando desconsoladamente y la morena intentando consolarla a pesar de estar igual de destrozada al ver a Xander en esa situación.
Y entonces Harry y Draco supieron que la situación con la cámara de los secretos solo estaba por empeorar.
•✦───────────•✧
© Roxannedelacour & addictionsmic
25/07/2024
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top