6 - ㅤ' 𝗔 D L Á T E R E . 𝄒

"S-Señor... ¿En... en verdad es usted?"

La sorpresa en Bernadette fue inmediata. Sus propias pupilas, dilatadas, revelaban la magnitud de su asombro.

Black Hat, consciente de su impacto, no pudo evitar soltar una pequeña carcajada que resonó suavemente en el aire.

Pasmada, Bernadette observó cómo la figura del masculino se desvanecía ante sus ojos. Presenciando como una negritud envolvente lo consumía en el acto.

Para en cuestión de segundos topárselo de frente, viéndolo emerger de la penumbra con una fluidez casi fantasmal.

"En persona... ~"

La cercanía le permitió a la mujer examinar el actual aspecto del demonio con mayor detalle.

Antes, su presencia evocaba a la de un espectro, pero ahora parecía pertenecer a una criatura salida de las pesadillas más horrendas.

Pero lo que realmente hacía que la piel de Bernadette se erizara eran los c̶o̶l̶m̶i̶l̶l̶o̶s̶.

Esos filosos apéndices, de un extraño color verde, brillaban con una malevolencia que resultaba hipnotizante y repulsiva al mismo tiempo.

"Bien llegada sea usted." -pronunció esa co̶s̶a̶ con una serenidad perturbadora.- "Confío en que su viaje haya sido sin contratiempos."

Con una calma inquietante, Black Hat alzó lentamente su mano.

Sus dedos, enfundados en guantes que parecían ser una extensión natural de su ser, rozaron la piel de Bernadette antes de asir su diestra con firmeza.

"Sigue igual de cautivante, querida ~ "

La distancia entre ellos se acortó aún más cuando, con una elegancia innata, acercó la mano de Bernadette a sus labios, culminando en un beso sobre su palma.

Dejando en su piel un rastro de fría inquietud, como si hubiese sido marcada por la mismísima oscuridad.

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⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯ Art by; la_fatis

Fue ligero, casi sutil. Los fríos labios del masculino no habían ni terminado de rozar la piel ajena, y ya una vil sonrisa comenzaba a adornarle el semblante.

"P-Pero usted... ¿Cómo...? " -expreso la chica.-

Su voz salió en un susurro, llena de incredulidad.

"Me tome un pequeño descanso." -respondió el mayor.- "Pero... un sosiego tan prolongado termino por hartarme."

"Yo pensé que usted había- "

"¿Muerto?"

Se quedó callada, su mente aun trataba de reconciliar el pasado con el presente.

El ser maligno pareció notar esto, alzó una ceja y observó a Bernadette con un interés casi juguetón.

"La idea por si sola suena escandalosa, ¿no cree?~ "

Carraspeo con malicia, irguiéndose en el acto.

"Aunque, claro, es comprensible. Mi desaparición fue equiparable al ocaso de esta ciudad; tan silenciosa y tan discreta que, no me extrañaría que en un inicio pasara cómo desapercibida."

Se dio media vuelta, encaminándose hacia su escritorio.

"¡Pero... heme aquí!" -exclamó al unísono.- "En carne y hueso, años sin sentir la perversidad del averno... había olvidado cuán gratificante podía ser. ~ "

Bernadette, incapaz de apartar la mirada, se limitó en seguirle el paso.

"Mire... señor Ten-"

"Black Hat." -irrumpió su opuesto.- "Es más practico que el de antaño."

"Señor... Black Hat."

Pronuncio Bernadette, encarándolo.

"Debe saber que, en cuanto me enteré de su partida, hice todo lo que estaba a mi alcancé. Procuré utilizar cada recurso, cada conexión, cada medio posible... traté de mover cielo y tierra. ¡Cualquier cosa que fuera necesaria! No podía quedarme de brazos cruzados."

Bernadette permanecía escéptica, aun sin creer que lo estaba viendo después de tanto tiempo.

"Y aun así..."

Ssus ojos se nublaron por un instante, pero retomó la fuerza con un suspiro profundo.

"Fracase. Por más que lo intenté, me vi incapaz de encontrar un indicio, ni siquiera un rastro de la verdad que tanto ansiaba. Toda la Doctrina quedó sumida en la incertidumbre... su desaparición nos tomó por sorpresa, y a duras penas logramos organizarnos."

Bernadette mostro pesar en sus palabras, conflictuada, bajo la mirada.

"En un inicio, pensé que su ausencia sería breve." -murmuro.- "Inferí que... formaba parte de uno de sus laboriosos planes. Que, más pronto que tarde usted volvería. Pero los días se convirtieron en semanas... y las semanas en años, y con el pasar de las décadas, comprendí que aferrarme a esa esperanza era en vano."

Cuando alzo la mirada, se percató de que Black Hat, ahora situado frente al imponente escritorio de mármol, sosteniendo algo entre sus manos.

La joven entrecerró los ojos, pero el brillo tenue que se filtraba en la sala no le permitía discernir del todo que era aquel objeto.

"Hmmmmm... esperanza, un sentimiento tan frágil, tan... dependiente de la expectativa. Un veneno tan almibarado que se entrelaza con la fe."

Prosiguió, con una sonrisa que se estiraba en su rostro.

"Para muchos, es lo único que los mantiene de pie en los momentos de desesperación."

Sus garras, largas y delgadas, rodeaban con delicadeza el objeto, como si se tratara de algo frágil y preciado.

"Pero, en verdad, no es más que una excusa para quienes carecen de convicción propia. Un consuelo vacío que usan para calmar sus miedos e inquietudes. Su caso querida, no difiere tanto a esa idea. Durante todos estos años, ha servido fielmente a monarcas y nobles por igual."

Su mirada muerta, llena de una astucia fría, se clavó en la menor, quien se encogió ligeramente de hombros bajo tan penetrante mirada.

"El confort y la riqueza debieron ser constantes en su día a día, algo inevitable al encontrarse bajo la protección de personajes tan ilustres... tales como el radiante príncipe Goetia."

La indirecta mención de Vassago provoco que Bernadette se tensara al instante.

"Suena a una vida muy envidiable~"

La voz de Black Hat se deslizaba con malicia.

"Absorta de toda problemática, resguardada por la alta sociedad infernal entre los muros de sus palacios. Ajena de los mortales azares del infierno... "

Cada vez que esa co̶s̶a̶ articulaba una palabra, su dentadura parecía crecer de manera inquietante.

Refulgía bajo un extraño destello celeste, que contrastaba con el denegrir de sus pronunciadas encías.

"Ese afán suyo de siempre dar todo de si le habrá abierto las puertas... " -menciono el ser.- "Pero, aun rodeada por las más deslumbrantes riquezas que el mismo infierno podría concebir, un anhelo... perduraba en su conciencia."

A su alrededor, la penumbra de la habitación parecía intensificarse, cómo si las propias sombras se sintieran atraídas por el ente con sombrero.

"Latente... cómo un constante recordatorio de qué en el hipotético caso de volver a verme... Usted no dudaría servirme de nueva cuenta, ¿verdad? ~"

Mientras la observaba, una sombra de melancolía cruzó fugazmente el semblante de Bernadette.

Logró conservar la calma y encaro de nueva cuenta a su jefe.

"No... no está equivocado mi Lord."

Lo dicho por Bernadette, provocó un leve gruñido en el demonio.

"Es bueno saberlo."

Dejo escapar un siseo insidioso entre sus dientes. A la par que observaba el objeto que llevaba en mano.

"Penosamente...", -continuo, arrastrando las palabras con frialdad.- "No todos ustedes tuvieron la sensatez de seguir los principios qué pulcramente me digne en inculcarles. No es de extrañarse del fatídico fin de sus estimados colegas o, debería decir... ingratos."

Lentamente, Black Hat apartó su palma, revelando lo que tanto había sostenido, un desgastado cráneo.

Para sorpresa y horror de Bernadette, reconoció al instante de quien se trataba y no era un cráneo cualquiera; No, era el cráneo de Reginald, mano derecha e importante testaferro del ente maligno de hace mucho tiempo atrás.

La superficie estaba corroída, como si hubiese sido sumergido en un ácido que no solo había devorado la carne, sino que había manchado incluso el hueso con un carmesí perenne.

"Que deplorable."

El ser maligno, admiro el cráneo con desagradó.

"Y pensar que alguna vez lo llegue a considerar cómo un posible substituto... ¿cuántas veces?... ¿cuántas veces le advertí de que esa prolija avaricia solo le traería problemas?"

Las cuencas vacías del cráneo parecían observar a la mujer, juzgándola desde un vacío infernal.

Bernadette, retrocedió un paso instintivamente, por lo que prefirió desviar la mirada hacía la figura del masculino.

"Tan ávido cómo ninguno... pero terco cómo el sólo y aún con ello, todos lo siguieron sin rechistar. Oh, Reginald... el pesó de mi doctrina te termino por sobre exceder. ¿qué habrá condenado tu palmaria caída? ¿mi ausencia? ¿la falta de visión?"

Un suspiró cargado de desprecio acompañó la pausa.

"PATETICO."

El chasquido de su lengua resonó en la oficina. Entonces, su ojo muerto se entrecerró y su atención recayó de nueva cuenta en la menor.

"Bernadette... mi querida." -dijo, con una inquietante 'ternura.'

Escuchar su nombre siendo pronunciado por aquel pútrido ser, provocó en la joven un leve malestar, pero permaneció firme.

"No creó deberle una explicación del porqué de mí ausencia... no es algo relevante." -musito Black Hat con sequedad.- "Lo esencial es qué me encuentro aquí, nada ha cambiado y, quisiese saber... ¿está realmente dispuesta a seguir trabajando para mí?"

"Completamente y... entiendo el porqué de su decisión." -afirmo Bernadette, con la misma seriedad.- "¿Acaso pone en duda mi fidelidad?"

"No."

Black Hat, dejaría el cráneo sobre el escritorio con indiferencia.

"Si esa fuera mi inquietud, ¿cree que estaría aquí en primer lugar? Tengo afanes más importantes en mente."

Con gracia, el ente hizo un elegante ademán con su diestra.

Provocando un agudo chirrido, cómo si la misma obscuridad estuviera en sintonía con su voluntad.

Su sombra, se desprendía lentamente del suelo. Parecía contorsionarse, como si quisiese lograr una forma corpórea, hasta qué cedió.

Tomando la forma de un fulcro bastón negro, curvado en su extremo superior asemejando una empuñadura.

Con bastón en mano, Black Hat chasqueó los dedos con una precisión calculada.

De inmediato, un vapor extraño comenzó a emanar debajo suyo, extendiéndose vivazmente por el suelo.

Dica humarada se materializaba en una imagen ilusoria cómo tangible de toda "Ciudad Pentagrama", desplegando una amplia y nítida visión de la Capital del Orgullo.

"Strate me puso al tanto de la situación. Nigrum podrá haber permanecido inatacable en todos estos años... pese a ello, Ciudad Pentagrama es un asunto fortuito qué, por sí sólo, demanda su respectiva atención."

"Creó saber a lo que se refiere." -exclamo la azabache.- "Habla de los Overlords, ¿no?"

"Ciertamente... Como de costumbre, dichos soberanos se han encargado de marcar las fronteras de sus dominios, una tajante manera de dejar en claro a todos los Pecadores su férreo control. Es precisamente esa misma demarcación lo qué me impide tener un control pleno sobre toda la ciudad."

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Bernadette, inmersa en la conversación, sintió una presencia a sus espaldas.

Al girar ligeramente, se encontró con la figura de Strate, que apareció de la nada con una calma inquietante.

A pesar de ello, la expresión de la mujer permaneció impasible, como si su atención ya estuviera acostumbrada a tales interrupciones.

"Hmmm... si contempla la idea de aniquilarlos, como en tiempos anteriores..." -murmuro Bernadette en un tono medido.- "Considero que sería una acción apresurada, especialmente dada a la influencia de cada uno de los implicados."

"Sería contraproducente." -respondió Black Hat.- "Hay alternativas más favorables. Claro, qué, hay zonas que no despiertan mi interes en lo absoluto... Ahora, una gran prioridad es resolver nuestra abundancia de escasez. Por lo que es necesario recuperar unos bienes que fueron incautados fuera de nuestra potestad."

"¿Bienes?" -pregunto Bernadette.-

En ese momento, Strate tomo la palabra.

"Tanto usted cómo Reginald fueron tesoreros de esos activos, señorita. ¿No recordará de todo el capital que se reunió en 1785?"

El rostro de Bernadette mostró un destello de reconocimiento mientras reflexionaba.

"Si fue... el fondo qué se creó durante la Revolución Industrial." -respondió con cierta nostalgia.- "Era resguardado en una bóveda oculta, ubicada debajo una de las centrales de ómnibus qué el Señor Reginald gestionaba en el anillo de la Codicia. Usaba esa central cómo tapadera para la entrega de honorarios a quienes nos servían fuera de nuestra 'nómina' ."

Bernadette, sostuvo su propio mentón mientras contemplaba la ilusión de la Ciudad que se acrecentaba más y más ante el creciente humo.

"Ahí recibía aportes mensuales por parte de la élite en la doctrina, de la realeza incluso; Obras de arte, joyas, diamantes... grandes tesoros que valían su preció en oro. Pero, desafortunadamente, todo se perdió tras un incendio a inicios de 1895."

"Eso es errado." -contesto Strate. "En aquella ocasión no incidió tal pérdida."

Dichas palabras provocaron una chispa de sorpresa en el rostro de Bernadette, que alzo una ceja, y una risa brotó de sus labios.

"¡JA, JA... Strate, ¡yo estuve ahí! Vi como todo el lugar ardía en llamas y-"

"Era falso, una réplica."

Esto desconcertó aún más a Bernadette.

⸺ "¿En verdad creyó que Reginald se hubiera permitido que una riqueza tan basta se perdiera así? No, simplemente la reubicó. Eso ocurrió poco después de que usted dejase la doctrina. A través de uno de sus allegados, me informé que traslado todo ese fondo a través de una empresa privada de nombré; Greed's Crown & Coin, situada en Lujuria, en ciudad Liviandad."

Se pronunció Strate, desplazándose con sutileza al lado de Bernadette.

"Cuando me enteré ya no había nada que se pudiera hacer, lo di por perdido."

"¿Qué no esa empresa pertenece a Mammón?"

"Esta en lo correcto, el pecado de la Codicia." -afirmo Strate con convicción.- "En ella predomina un capital basto, mayoritariamente perteneciente a las clases sociales más altas."

"La realeza." -respondió Bernadette.- "El señor Vassago guarda una parte de sus preciados tesoros en allí; la considera útil y favorable."

"Poco me puede importar lo qué piense ese acaudalado."

Ultrajó Black Hat, agitando su bastón cómo si desechara el comentario.

"Es crucial localizar y recuperar todo ese fondo, y usted nos ayudara con esa tarea."

Bernadette frunció el ceño, desconcertada.

"¿Cómo...?" -cuestiono con incredulidad.- "El exterminio ocurrió hace menos de una hora. El transporte público no es una opción, al igual que gran parte de los elevadores en Orgullo, qué seguramente estarán fuera de servicio hasta pasadas unas horas."

"Hmmmm... razón no le falta."

Admitió cortésmente, aunque su mirada denotaba lo contrario.-

"Aunque, hay una manera de facilitar su traspasó."

Bernadette observó cómo la ilusión se desvanecía lentamente, transformándose en un páramo desolado y agreste.

Black Hat se permitió una sonrisa siniestra, casi burlona.

"No habrá olvidado cómo solía viajar en compañía de sus consortes ~"

Bernadette apenas necesitó unos segundos para comprender. 'Las criptas.'

No era raro encontrarlas cerca de los parajes más inhóspitos del infierno.

Recordó, con amarga melancolía, cómo la doctrina había aprovechado esa geografía para moverse entre los anillos, con tal de no ser detectados.

"Como bien sabe. Strate es un pecador. Incapaz, por su propia naturaleza, de atravesar los siete anillos con la libertad que se requiere. Eso nos deja solo con usted." -continuo.- "La catacumba que la conducirá a Lujuria se encuentra al sudeste de la Ciudad, muy cerca del Sector Industrial. Ese territorio pertenece a... mmm... "

Black Hat vaciló un instante, su ojo se perdió en un rincón de la estancia mientras trataba de atrapar en su memoria cierto nombre.

"¿Cuál era el nombre de esta mujer?"

"Carmilla Carmine, señor." -intervino Strate.- "Presidenta de Industrias Carmine. La principal traficante de armas en todo el infierno y precursora de importantes avances en tecnología angélical."

"¡Ah, sí!"

Concluyó Black Hat, que golpeó de nueva cuenta el suelo con su bastón.

"La señorita Carmine... nos ocuparemos de ella en su debido momento."

"¿Qué tengo que hacer?" -preguntó Bernadette.-

El ser maligno la miró con esa sonrisa pronunciada, que parecía más una mueca de malicia disfrazada de cortesía.

Lentamente, se inclinó levemente hacia ella. Mientras hablaba, alzo su siniestra y la extendió frente a la azabache.

"Ah, querida... "

No hubo movimiento brusco, sino un lento y deliberado gesto. Con un susurro de ultratumba que repercutió a lo largo de la oficina, sus garras se alargaron y se curvaron de sobremanera.

"Lo que hará es simple: cumplir con mi voluntad. No necesito detallarle cada paso, lo sabrá en cuanto se adentré al complejo de ese fantoche de Mammón."

Conforme Black Hat movía su mano, un portal comenzó a abrirse, rasgando el aire con un sonido desgarrador.

Un abismo oscuro se abrió ante la joven, un vacío pulsante que parecía latir al compás del miedo que empezaba a apoderarse de su pecho... ante la absoluta nada

"Ahora, escuche con atención."

La voz de la entidad se volvió más profunda, como una serpiente enroscándose alrededor de su presa.

"Si me falla... no tendrá el tiempo, ni el derecho de pedir una segunda oportunidad. Porque no habrá ninguna."

Su monóculo brillo con una vileza contenida.-

"Mi exigencia no oscila a algo que no haya podido cumplir en el pasado. Afronte la incertidumbre... y demuestre, que aún es acreedora de usar el sombrero ante mi... "

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Antes de que Bernadette pudiera siquiera procesar la amenaza que colgaba en el aire, el portal se abrió con un voraz estallido de energía oscura verdosa.

Sintió una fuerza invisible aferrarse a ella, tirando de su cuerpo sin piedad.

El panico la atravesó en ese instante, pero no hubo tiempo para gritar o oponer resistencia; el portal termino por absorberla en un abrir y cerrar de ojos, arrastrándola hacia lo desconocido.

Cuando la obscuridad del portal se tragó a la menor y el aire volvió a asentarse en la oficina, Strate se permitió un instante de reflexión.

Se mantuvo en silencio por unos segundos, antes de atreverse a hablar.

"¿En verdad cree que logrará?"

Fijó su mirada en la silueta imponente de Black Hat.

"Bernadette podrá ser avezasa en varios ámbitos, ¿pero el hurtó? Nunca ha sido una de ellas."

El ente giró apenas la cabeza, lo justo para que Strate notara la sombra de una sonrisa.

Esa expresión ambigua que nunca revelaba si había compasión o burla detrás de sus palabras.

"Paciencia, Strate." -respondió Black Hat en un tono deliberadamente 'tranquilo'.- "Dele tiempo al tiempo... Si su pretensión es genuina, tomará las decisiones necesarias, sin queja alguna."

Hizo una pausa, mientras su mano se deslizaba bajo su gabardina negra, apartándola con un gesto sutil.

De su bolsillo interior, extrajo un elegante reloj de bolsillo dorado. La cadena, delicadamente trenzada, pendía con un leve tintineo entre sus dedos.

"El tiempo siempre revela la verdadera naturaleza de las cosas. Y si ella... falla."

Abruptamente, cerró de golpe el reloj, el chasquido resonando en el silencio, antes de guardarlo de nuevo con la misma gracia.

"No sería la primera en sucumbir bajo el peso de sus propios errores."

Strate asintió lentamente y antes de que pudiera meditar más sobre ello, el tono de la conversación cambió.

"Hablando de tiempo, se me hace tarde."

Hablo Black Hat, esta vez con una seriedad cortante.

"Tengo un pendiente que atender en la ciudad."

Strate frunció el entrecejo, un destello de alarma cruzó por sus ojos.

"¿Pendiente, mi señor? ¿A estas horas?"

No pudo evitar que su voz se tiñera con un leve toque de curiosidad.

"El exterminio fincó su término hace no más de una hora. Creí que... ya habría concluido sus incumbencias."

"No es una incumbencia, en lo absoluto." -respondió el ente.- "De hecho, es perfecta para lo que tengo en mente. "

Un destello malicioso cruzó bajo la sombra de su sombrero antes de que continuara.

"Mi menester es más... personal, si. Pero no menos importante. En mi ausencia, asegúrate de que Bernadette regrese con mi preciada riqueza."

Antes de que Strate pudiera siquiera intentar formular una respuesta, o atreverse a preguntar más sobre ese 'menester personal', Black Hat golpeó el suelo con su bastón.

Un eco profundo resonó por las paredes y, en un abrir y cerrar de ojos, su silueta comenzó a desdibujarse, difuminada por la oscuridad, hasta que finalmente desapareció por completo, como si nunca hubiera estado allí.

El pecador se quedó solo en la estancia. A pesar de su calma aparente, algo lo inquietaba parcialmente.

El énfasis inusual de su amo, daba la sensación de que algo no... concordaba.

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