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ㅤㅤ- Ev1l_Shinee , '

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<< Uhg, a ese cervo le dio por llegar justo en el mejor momento... >>

A medida que el ser caminaba, notaba mucho más los cambios en su alrededor. Antes ni se dignó en verlos, al verse completamente nublado por su voraz apetito.

La infraestructura que se alzaba ante él antes sombría y apagada, ahora se destacaba por luces de neón que destellaban en tonos lacre.

<< Aunque tanta luz ya me está empezando a irritar la vista... Que fastidio. >>

Los últimos minutos del eclipse rojo se desvanecían, dejando tras de sí un aura de obscuridad que había atrapado a la ciudad en su oscuro abrazo.

Mientras que el firmamento recuperaba su tonalidad habitual, más de los habitantes se dignaron a salir de sus hogares.

Algunos pecadores notaban la presencia de Black Hat, mientras algunos lo ignoraban, uno que otro se atrevía a acercarse y verlo más de cerca.

Sus ojos llenos de curiosidad, presas de una extrañeza ante la presencia de aquel ser.

Sin embargo, Black Hat hacia caso omiso a las miradas que lo rodeaban; Su mente estaba enfocada en algo más.

<< Hmmm... y pensar que varios nos mofamos en su día de lo que era o no capaz de hacer... >>

Deteniéndose por un momento, contempló el paisaje urbano con algo de melancolía.

<< Parece que no ha dejado esa insípida visión cirquera hacia su propio reino, ¿no es así Morningstar? >> -reitero en mente, con cierto hartazgo.-

Aquella ciudad infernal había cambiado tanto, pero en su corazón aún latía la misma esencia de caos que la había convertido en su 'hogar'.

Con un suspiro apenas perceptible, reanudó su camino, sabiendo que algo lo aguardaba en algún rincón oscuro y olvidado de Ciudad Pentagrama.





[ ... ]



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Ante Black Hat se extendía un paisaje desolador. Lo que alguna vez fue conocido como: "Distrito Nigrum", ahora yacía olvidado entre su oscuridad casi absoluta.

Donde los deslumbrantes colores que diferenciaban al infierno se perdían, dando lugar a una penumbra abismal qué opacaba todo rastro de luz asfixiada entre tanto humo.

Ni Siquiera parecía haber algún transeúnte o pecador curioso merodeando entre sus opacas avenidas.

El ente de sombrero caminaba con calma, como si estuviera acostumbrado a la desolación que lo rodeaba.

Las denegridas calles, apenas iluminadas por los débiles destellos de los antiguos faroles de aceite que a duras penas y cumplían su función.

Veía con un auténtico gusto cada uno de los viejos recintos, que aun cubiertos en penumbras, parecía como si se hubiesen quedado atrapados en la ya lejana época victoriana.

"Ahh... el silencio siempre fue vestigio de este lugar." -no evito en esbozar una leve sonrisa, disfrutaba la quietud como ninguno.- "Tan silente cómo recordaba."

Finalmente, tras un breve pero inquietante merodeo, el ente divisó su antiguo hogar, una imponente estructura que se alzaba como un monumento a su pasado.

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Era una morada que alguna vez irradiaba miedo y poder, con su aspecto industrial y sus enmarañados conductos que serpentean por sus muros como venas de hierro, recordaba al aspecto de una vieja fábrica.

"¿Aún sigue en pie?" -rio el ser, teniendo ahora ambas manos detrás de su espalda.-

Con cautela, termino por adentrarse en ella, presenciando el interior de la muy decaída vivienda.

"Reginald, seguramente debes de estar revolcándote en tu tumba... arderías en colera si presenciaras lo que estoy viendo."

El moho estaba impregnado en el suelo por montones, extendiéndose a lo largo de las añejas maderas del resquebrajado suelo, para terminar en el techo.

Que llego a tal nivel de deterioro, que constaba de un fuerte tono grisoso, clara muestra del paso de las décadas.

De pronto, una gran oscuridad comenzó a envolver los ya ennegrecidos escombros, como si un abismo se abriera ante él.

Un fulminante destello amarillento rompió la negrura. Frente a sus ojos, algo pareció emerger como una sombra sólida, acompañado por un estruendo, que reverberaba entre las paredes.

La oscuridad se disipaba, revelando una silueta imponente, alta y robusta, de piel grisácea, que absorbía la escasa luz que se atrevía a penetrar en aquel recinto.

El ocroso resplandor emanaba de lo que parecía ser un ojo, pero más parecía una cuenca. Completamente vacía, al carecer de un iris que guiará la mirada.

Que extrañamente armonizaba con su dentadura, donde colmillos amarillentos destellaban en medio de la penumbra como faros entre la niebla.

En lo alto de su cabeza reposaba un sombrero negro, pero lejos de ser la elegante chistera de copa alta que portaba el ente maligno, este lucía un bombín. Que era adornado con un pequeño listón rojo a su alrededor.

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⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯ Art by ; cilward
color by ; zwlcake

Black Hat no pareció sorprenderse ante la presencia del adverso, en su lugar; Una pequeña y placida sonrisa comenzó a dibujarse en su semblante, pues sabía perfectamente de quien se trataba.

"Así que tú eras el responsable." -lentamente fue subiendo su mirada, divisando más de cerca su ensombrecido rostro.- "Ya me extrañaba que la energía me pareciera tan familiar, pero aquí me tienes. Acudí a tu llamado tal comó deseabas... Strate."






Ese nombre, era como un eco del pasado: Strate, un atroz pecador cuya lealtad había sido inquebrantable durante los días gloriosos junto al mayor.

En la época victoriana, perteneció a la otrora llamada "Doctrina del sombrero."

Conformado por aquellos Hellborns y Pecadores que abrazaban la completa oscuridad, seres completamente perversos y sin una brújula moral.

En aquel tiempo, desempeñaba un rol de suma importancia.

Que en muchas ocasiones recaía tener un control directo sobre conflictos en las zonas más marginadas y peligrosas de Ciudad Pentagrama.

Servir de intermediario al pactar alianza o en el 'mejor' de los casos, reclamar el alma de cualquier que osara a e̶n̶d̶e̶u̶d̶a̶r̶s̶e̶ con su amo.

Ahora, ambos se encontraban en las ruinas de un enorme y amplio cuarto.

Que en su día, fue la oficina del impío ser de oscuridad. Con un elegante gesto, el susodicho desató una energía carmesí que se deslizaba entre los escombros.

En cuestión de segundos, la vieja morada se transformó. Impregnando cada rincón con la elegancia de antaño, al igual que el distintivo sombrero de copa en la propia indumentaria.

"Mucho mejor." -vocifero Black Hat con orgullo, admirando el reformado despacho.-

Las cortinas de terciopelo se desplegaron con gracia, ondeando en la brisa que ahora llenaba el espacio.

El papel tapiz, antes desgastado y descolorido, renacía en un tono vino profundo.

"Altivo como siempre mi lord, es bueno saber que su cortesía sigue intacta." -carraspeo Strate.-

Su estentórea voz parecía ser la de un auténtico espectro de ultratumba

De repente, una sombra se cernió alrededor del majestuoso escritorio de mármol. A lo que dos sillas se materializaron frente al escritorio. Una de ellas, notablemente más grande que la otra.

El azabache, con una elegancia innata en sus movimientos, extendió su diestra hacia la silla de su allegado.

<Adelante>, pronunció con una voz profunda y resonante.

El hombre de bombín obedeció, que aun con su enorme tamaño, dejo que el suave roce de la tela lo acogiera en su asiento.

Mientras tanto, Black Hat se instaló en la silla que quedaba de espaldas al enorme ventanal rojizo.

"Entonces... ¿Me decías?" -cuestiono Black Hat, que con un simple ademan materializo una botella de vino junto a dos copas.-

"Le comentaba que Nigrum se halla exento de cualesquiera cuitas o tribulaciones. Por decadas he mantenido a raya a ávidos pecadores, así como a codiciosos Overlords."

Mientras Strate hablaba, Black Hat vertía el contenido de la botella en ambas copas.

El aroma embriagador del licor se esparció en cuestión de segundos.

"Claro qué, guardando las debidas apariencias y a Nigrum como algo inexistente en estos tiempos." -añadio.-

Una vez que las copas estuvieron llenas, Black Hat apartó la botella, ofreciendo la primera a Strate como un gesto de cortesía, resultando en el alzándola.

"Hmmm... una formidable tarea."

Hablo el ente, mientras se reclinaba suavemente sobre su silla.

"No cualquiera podría encargarse de una faena de esa magnitud."

"En un inicio no contemple las dificultades qué eso llevaría, pero no me fue difícil adaptarme." -aclaro Strate.- "Su ausencia... " -hizo una pausa casi reverente-. "Significó todo para nosotros. Su legado, perdido, devorado por las circunstancias... y por las aptitudes de su querido socio, el señor Reginald."

"¿Que tanto hizo ese rapiño?"

"Terminó por llevar a la doctrina a una inestabilidad tal, que terminó por acabar con ella."

Strate observó por un momento el profundo tinto del vino.

"La mala toma de decisiones, la absoluta desidia por los agravios que usted dejo atras... Y, lo peor de todo, el desmán hacia sus consocios en la augusta realeza. Tal desatino engendró cismas entre la nobleza que desembocaron su ruina."

Sus dedos rodearon el tallo de la copa con un cuidado exquisito, como si estuviera sopesando el licor en su interior. Llevando así la copa a sus labios, degustando el sabor.

"Sigo un poco desorientado, ¿Hace cuánto de esto?" -cuestiono Black Hat.-

"Mmm... si su partida fue a mediados de 1885.... su retiro tomo lugar hace 55 años infernales."

"Mas de medio siglo..."

Musito el ser de chistera, bebiendo igualmente de su copa.

"En efecto señor... la postura del señor Reginald les dió un motivo de querer indagar en todo respecto a la doctrina." -confeso el pecador.- "Indirectamente, desencadenó un voraz interés en no pocos demonios. Llegó tal desvarío que anhelaban, con avidez insaciable, apoderarse del mando directo de su distrito."

En el pasado, los Overlords eran una de las pocas preocupaciones que acechaban a Black Hat, pues su insaciable deseo de dominio por territorio no conocía límites.

Sin embargo, gracias al sombrío poderío que el ejercía sobre Nigrum, lograba mantener a raya a los pecadores que osaban desafiar su reinado.

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"En todo caso, espero y que te hayas encargado de cada una de esas pestes como ameritaba..." -dijo Black Hat, con serenidad, recibiendo un leve asentimiento del pecador.- "Aunque..." -pauso en medio de su habla, viéndolo nuevamente.- "Me temo que dejaste escapar a uno, te suena un antílope de nombre... ¿Alastor?"

La sorpresa no se hizo esperar en el penitente de bombín.

"¿El demonio de la radio?" -exclamo con cierta incredulidad.- "No escuchaba ese nombre en años... se le creía muerto."

Su opaco ojo incluso pareció perder el fulminante brillo, parecía escéptico ante la sola idea de que Alastor siguiera vivo.

¿Muerto? -inquirió Black Hat, con una voz cargada de un interés frio.-

"Vera... Ese individuo fue muy conocido por allá de los años treinta. No por un talento digno de admiración, sino por su cinismo. Era un monstruo con una sonrisa insidiosa. En aquel tiempo, los soberanos más poderosos fueron cayendo uno a uno. Nadie entendía cómo ocurría, solo desaparecían sin dejar rastro. Más entonces, en una noche..."

Strate inclinó apenas la cabeza, dejando que su voz serpentease por los rincones oscuros de la habitación.

"Los gritos comenzaron. Alaridos horrendos resonaron en cada esquina, en cada calle vacía. Eran las almas de aquellos que perecieron ante él, atrapadas, y siendo sintonizadas en las torres de radio... dicha m̶a̶s̶a̶c̶r̶e̶ le precedió una gran fama y se le acudió el alias 'El Demonio de la Radio.' "

El brillo de la opaca cuenca de Strate parecía aumentar por momentos a medida que continuaba el relato.

"Paulatinamente, llego un momento donde Alastor se enfrentó con otro Overlord de renombre llamado: Vox, ambos siempre tuvieron sus roces. Mas pronto que tarde se desencadenó una gran y agresiva disputa entre ambos, pero cuando el susodicho estaba contra las cuerdas... Alastor desapareció sin dejar rastro alguno, hace 7 años de eso."

Black Hat permanecía en silencio, inmóvil como una sombra acechante. Solo el lento vaivén del vino traicionaba su concentración.

"Peculiar... entonces me habré encontrado a su fantasma, porque ese ciervo esta más que vivito y coleando."

La malicia en su tono arrastraba una pizca de ironía.

"Hmmm, Alastor siempre fue conocido por su elocuencia. Alguien sagaz, incluso. A pesar de eso ni en su mejor momento se vio interesado en esta zona... ¿le dijo algo en específico?"

"No más allá de puras habladurías. Me tope a ese fantoche en un callejón hace un par de horas, tiene un gran poder para tratarse de un solo Overlord."

Black Hat tomo una pausa deliberada, bebiendo nuevamente del vino.

"Pero vaya qué es una carcunda en toda la norma... Te oí mencionar otro nombre, ¿Vox? "

El penitente irguió levemente su postura, desviando sutilmente la mirada a un costado.

Como si ameritara sus palabras antes de hablar acerca del masculino.

"Uno de los demonios de mayor influjo en el presente, por no afirmar qué el más preeminente... pertenece a una cofradía que el mismo instituyó." -explicaba con serenidad.- "Se les conoce como los Vees, una unión que suscita a otro par de individuós como él. Una vanidosa dama llamada Velvette y un procaz de nombre... Valentino."

"¡Vaya! Hasta que a un pecador con la suficiente materia gris le dio por formar una alianza con sus congéneres."

Black Hat reitero con euforia, degustando nuevamente el bouquet del vino tinto.

"Su territorio abarca todo el noroeste de la ciudad, cada uno maneja un tópico significativo; Vox los medios de comunicación, al igual que la propia tecnología. La señorita Velvette diseñadora y cabecilla de la industria de modelaje. Y Valentino... es el mandamás de todo el entretenimiento lascivo para adultos en el infierno."

"Menudo par de personajes... intuyo que su poder no es tan grato como el que uno esperaría, no por nada tuvieron la necesidad de formar una alianza." -comento Black Hat.-

"Por si solos no serían un problema, pero lo que los convierte en un peligro es el vasto influjo que ostentan. Con decir que todos los habitantes de su territorio trabajan para ellos, lo cuál da cuenta del grato convencimiento mediático que les es propio."

"Hmmm, entiendo... ahora." -lentamente, Black Hat fue irguiendo su postura.- "Enfocándonos en nosotros ¿De cuantos con sombrero aun disponemos?"

La seriedad en su habla denotaba un abrupto cambio en su actitud.

Pero con tan solo saber en la deplorable condición en la que encontró su propio hogar y la ya inexistencia de gran parte de su culto, se daba a la idea perfectamente.

"Me temo que ya debió de intuirlo mi señor, el tiempo termino por corroerlos... de sus miembros solo queda la señorita Bernadette y mi persona." -declaro el pecador, sin el más mínimo pesar en su voz.- "De resto... no esperé mucho."

La mención de aquel nombre provocó una leve curvatura en su mueca, Bernadette.

Recordaba a aquella dama con suma dedicación, cuya presencia había sido una constante en su vida en tiempos pasados.

Aunque sus ideales rara vez coincidían, él sabía que podía contar con ella si lograba persuadirla con astucia y convicción.

"¿Y en donde esta? "

"Usted ya la conoce. Tan pronto los problemas empezaron, halló amparo sin dilación entre la aristocracia que aún nos juraba lealtad. Actualmente sirve a uno de los principes de los Ars Goetia, en cercanías del Palacio Morningstar. Mas no he sabido más de ella."

Lentamente recordó los momentos de desacuerdo y conflicto, las discusiones acaloradas.

Bernadette tenía una voluntad férrea y unas convicciones arraigadas, y aunque reconocía su determinación.

No le era sorpresa que ella tratara de acobijarse en el manto de alguien donde pudiera sentirse 'aceptada', ¿Pero los Ars Goetia?

"Finge ser de la servidumbre. Previsora hasta en la peor de las situaciones, aunque ya que mencionas a la realeza...

Una placida sonrisa comenzó a adornar su semblante.

"¿Hay algo que deba saber acerca de nuestro b̶r̶i̶l̶l̶a̶n̶t̶e̶ gobernante?~"

Para Strate no era un secreto que Black Hat encontraba al soberano de todo el Infierno; Lucifer Morningstar, como poco más que un bufón.

Un gobernante ineficiente cuyo comportamiento infantil y caprichoso no estaba a la altura de la posición que debería ocupar alguien como el rey de todo el averno.

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Aun recordaba con claridad cómo incluso sus compañeros con sombrero compartían este punto de vista, burlándose abiertamente del monarca y sus extravagancias.

"¿Lucifer? Digamos que... en la última década se ha visto retraído en su quinta, producto de la soledad he de suponer." -explicaba el pecador, que dejaba la copa ya vacía sobre el escritorio mientras Black Hat solo sonreía más.-

"De seguro y Morningstar sigue de obstinado con que su querida infanta ya no es una pequeña niñita."

Las risas de su parte no se hicieron esperar.

"¿Aun le cuesta aceptar que Charlotte ya creció?~" -dijo en un tono hilarante, incluso llego a emitir un suave gruñido.-

"Posiblemente." -complemento Strate.- "Aunque también la perdida de su esposa sería una razón de ello."

El carcajeo de su amo cesó de manera abrupta.

El gozo que adornaba sus facciones instantes atrás, desapareció en un parpadeo, dejando a su paso un silencio que pesaba en el aire como una losa de plomo.

"¿Qué... que acabas de decir?" -reitero Black Hat, se mostraba genuinamente desconcertado.-

"Como acaba de escuchar mi lord, Lilith Morningstar yace del todo desaparecida." -afirmo Strate con seguridad.-

Sin recibir respuesta por parte de Black Hat, lentamente termino por ponerse de pie de su escritorio.

Con paso silente, cruzo la habitación en completo silencio, deteniéndose al estar instancias de la abertura entre las cortinas de terciopelo.

"Señor...?" -hablo Strate en busca de una respuesta, pero se vio interrumpido.-

"¿Hace cuanto?"

Vocifero Black Hat un tanto abrupto, su tono se veía completamente frio.

Tal quietud, aunque desconcertante para el penitente de bombín, no denotaba un estado de perturbación o confusión.

Al contrario, parecía más bien que estaba sumergido en una profunda reflexión.

"7 años desde la última vez que se le vio, inubicable... su familia y la propia realeza desconoce completamente de su paradero."

Sus palabras no parecieron hacer ningún efecto en Black Hat, pues aún mantenía su mirada muerta sobre el cristal.

"El exterminio esta pronto a ocurrir..."

"En 2 semanas."

El tic-tac monótono del reloj llenaba la habitación.

Strate permanecía inmóvil, observando con aprehensión cómo Black Hat, aun inmerso en sus pensamientos, se movía con una elegancia amenazante alrededor del escritorio.

El pecador reconoció perfectamente lo que pasaba. Cuando Black Hat comenzaba a maquinar sus ideas, el aire se cargaba de un inminente peligro.

Aquel hombre siempre fue un visionario en el crimen, era responsable de gestar planes complejos, que trajeron las peores desgracias al Infierno en su momento.

Con un gesto que denotaba seriedad, Black Hat tomó asiento una vez más frente a Strate.

"Bien... tan pronto ocurra, necesito que vayas por Bernadette y la traigas ante mí. Asegúrate de traerla sin complicaciones de por medio... y en caso de que ese p̶l̶u̶m̶i̶f̶e̶r̶o̶ o uno de sus lacayos quiera meter sus garras, toma las medidas necesarias... por ahora ve e instálate donde te apetezca, por hoy seria todo."

Strate permaneció en completo silencio. Con una reverencia, se despidió con elegancia, terminando por pronunciar <Permiso>, para asi convertirse en una sombra y desvanecerse entre la penumbra, fuera de la oficina.

A puerta cerrada dejó solo a su amo con sus pensamientos.

Una arruga sutil marcó su frente por un instante, mientras un golpe preciso resonaba en el escritorio.

⎯⎯⎯ CRACK ⎯⎯⎯

EL sonido cortante quebro la quietud del lugar. Que apenas ocultaba la inquietud que bullía en su interior.

"Con que si se atrevió al final." -susurró.- "Con un demonio Lilit... ¿En que estaba pensando?" -gruño con indiferencia.






El ritmo frenético de los días se deslizaba como arena entre los dedos, las dos semanas transcurrieron velozmente hasta llegar al día señalado.

Cada día, Black Hat absorbía conocimientos sobre los vertiginosos avances tecnológicos, la mayoría de los cuales provenían de la influyente compañía 'VoxTek Enterprises'

Aunque intentaba comprenderlos por mera curiosidad, no podía evitar sentirse ajeno.

Después de todo, ya poseía sus propios poderes qué le facilitaba todo lo que necesitara. Aún asi, debía admitir que la televisión ejercía un atractivo peculiar sobre él, al encontrarla bastante practica.

Pero en esos días, un acontecimiento inesperado capto su atención. La distinguida hija de Lucifer, Charlotte Morningstar. Emergió con una propuesta sin precedentes: ¡La Redención!

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Cuando presencio ese sin sentido en televisión, no evito soltar una grata carcajada.

Para él, la noción de redimir a los pecadores era tan absurda como intentar domesticar a una bestia salvaje y arrancarle sus instintos más primigenios.

Mas estaba por ocurrir el tan ansiado exterminio anual.

A pocos minutos de ocurrir ya se sentia contagiado. El ente maligno, se alzó de su silla con la solemnidad de un rey que se dispone a dar un decreto fatal.

Con paso firme, se dirigió al balcón que se asomaba a la vastedad de Ciudad Pentagrama, sosteniendo en su mano unos binoculares de ópera.

Allí, en la penumbra de la noche, Black Hat observaba con atención las manecillas del gran reloj.

"Solo un poco mas. . ." -no evito babear un poco ante la mórbida expectativa.- "Veamos si tu odisea sigue siendo tan entretenida como las de antaño, Adán."

Cada segundo que transcurría parecía resonar con la amenaza inminente de la purga que estaba a punto de desatarse.

Y fue en ese preciso instante, cuando el reloj de la Embajada del Cielo dio paso a un nuevo ciclo, que una explosión de luz blanquecina estalló en el horizonte, cubriendo el cielo poniente con una aurora de blanquecina.

Grandes portales se abrieron como heridas en la realidad, y de ellos descendieron legiones de exterminadores enajenados por la sed de cobrar vidas.

El grito de pavor colectivo se elevó en el aire, convirtiéndose en un coro de desesperación que resonaba en los confines de la ciudad.

Pero para seres como el de sombrero de copa, aquel clamor era como una sinfonía, una melodía que inundaba su ser con una exquisita sensación de poder y dominio.

Con una sonrisa siniestra en los labios, contempló el caos que se desataba a su alrededor que parecía acogerlo. Este era el infierno que recordaba, y lo tomaba como una calurosa bienvenida.

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"Multi daemones malum pro suo accipiebant. Ambitio dolorem abstulit, sed iam factum est damnum. Qui peccato damnati errant sine directione apparentis.

In umbris manent, domino suo malo servire exspectantes."

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