05. Park

Jeno condujo con ayuda de su Maps Google para llegar al parque al cual Yeji lo había citado para hacer el trabajo. Y aunque su celular le estuviera dando indicaciones de a donde ir, tenía que admitir que estaba algo nervioso.

Nervioso de no saber a donde iba a llegar y más si el lugar fuese muy inadecuado con hojas moviendose por el viento, niños gritando y quizá hasta uno que otro perro jugando y sus ladridos le serían de tortura para sus oídos.

Qué genial idea de hacerle caso a la friki de la Univerdad.— pensó con sarcásmo mientras seguía conduciendo, hasta ver grandes árboles y césped con unas cuantas bancas para que la gente pudiera sentarse allí.

Se detuvo, apagó el coche para salir y abrió la puerta de los asientos traseros para sacar una mochila con todo lo necesario que iba a ocupar para el proyecto.

El caminar por el césped le daba una sensación extraña ya que estaba pisando lodo debajo de hierba, por lo que si no tenía cuidado alguno sus Onboard Klax blancos quedarían sucios.

Por eso prefirió pasarse al cendero de cemento para estar más seguro.

El parque a su alrededor parecía muy tranquilo, no habían muchos niños corriendo, ni perros, ni hojas moviendose con el viento, aunque este no fuera muy fuerte. Simplemente un lugar muy tranquilo a lo que él estaba acostumbrado.

Le llevó caminando por cinco minutos hasta encontrar una figura conocida sentada en una banca de cemento, con una mesa a su lado pegada al suelo. Por lo menos había elegido una mesa, ya que no habían muchas bancas que la tuvieran.

Cuando se acercó miró a Yeji cruzada de brazos y con la vista pegada al celular. Pero lo que más le causó risa al verla fue su peinado Space buns. El cabello suelto y dos moñitos altos en los costados de su cabeza.

Jeno negó riendo con incredulidad. Pero sobre todo porque le parecía gracioso verla así. Yeji se dio cuenta de su presencia y levantó la vista desocupandose de su celular.

— Llegas tarde.

— Te dije que no conocía este lugar. — se excusó ignorando el sermón de la castaña, a lo que ella rodó los ojos y veía la hora en su celular para luego mostrandole la pantalla encendida.

— Son las 4:10.

— Por 10 minutos no te vas a morir, no seas exagerada. — desvió su vista un momento y luego se volvió a percaptar en los moños enrroscados de su cabello. Y se rió entre dientes.

— ¿De qué te ríes? — Yeji frunció su ceño algo molesta, desconociendo la causa que le permitía al chico burlarse de ella.

— ¿Qué pasa con tus churros? — señaló hacia su cabeza.

— ¿Qué tienen?

— Nada.

— Pues si no es nada deja de reírte y pongámonos a trabajar. — a mala gana sacó de su mochila una libreta y un estuche de lapices, mientras Jeno sacaba su Macbook Pro blanca de la mochila y la ponía con cuidado sobre la mesa.

Yeji al verla quedó asombrada.

— ¿Es una MacBook Pro? — preguntó asegurandose de ver que esta tuviese el dibujo de una manzana sobre la pantalla.

Jeno asintió.

— Sí. ¿Te gusta?

— Es bonita. Yo tengo una de la marca de hp.

— Pasable.

— ¿Qué? — volteó confundida hacia él frunciendo el ceño.

— Digo, sé que es buena, pero esta es mucho mejor. — sonrió con afabilidad y Yeji rodó los ojos.

— Solo porque es más cara y puedes comprarla. ¿No?

— No, yo no dije eso. — Jeno se hizo el inocenge ignorando su comentario y sentandose a su lado, pero sin estar muy cerca de ella.

A lo largo de la tarde estuvieron trabajando en su proyecto que pronto empezó a progresar más de lo que habían esperado. Yeji anotaba en su libreta algunas cosas importantes que pudiesen ser útiles su trabajo, mientras Jeno las pasaba junto con algunas de sus ideas, en su laptop.

Todo marchaba bien hasta que Jeno recordó que tenía que hacer algo para llevar acabo su plan con Yeji.

— ¿Por qué te peinaste así? — preguntó lo primero que se le ocurrió mientras seguía escribiendo y verificando información en su laptop.

— Porque puedo. — contestó con obviedad, sin darle mucha importancia, a lo que Jeno volteó hacia ella.

— ¿Por qué puedes? — repitió con incrédulidad haciendo que un suspiro saliera de la boca de Yeji.

— Sí, Jeno. Porque puedo y porque tengo derecho de peinarme como quiera. — contestó lenta pero molesta a la vez lanzandole una mirada y haciendo que Jeno volteara hacia ella.

— ¿Por qué te molestas por un simple peinado?

— Porque tú eres muy fijado y sé con que intención lo haces.

— ¿Así? ¿Y según tú, que intención es esa? — arqueó una ceja con una sonrisa divertida.

— Molestarme.

— Oh, Yeji. ¿cómo puedes pensar siquiera eso de mí? — Jeno se llevó una mano al pecho fingiendo estar ofendido.

— Todo el tiempo lo haces, no te hagas el cínico.

— Eres una drámatica.

— Y tú un cretino.

— ¿Qué has dicho? — la observó de pies a cabeza con seriedad dejando de lado su laptop y enfocandose en ella.

— Lo que oíste.

— Vuelve a repetir eso. — dijo de forma lenta pero molesta esta vez. Yeji dejó su lápiz de lado y se volteó hacia él con las manos sobre su regazo, mientras el viento le hacia volar sigilosamente su cabello hacia atrás, sin despeinarlo.

— Eres un cretino. — repitió con cínismo y una sonrisa falsa se dibujó sobre su rostro. — ¿Ya estás contento?

— Que horror tener que trabajar contigo.

— Lo mismo digo, Jeno, yo tampoco estoy tan feliz. Así que ya tenemos algo en común.

— Por lo visto sí. — dijo sarcásticamente, y en eso un pequeño niño de aspecto sucio y ropas desgastadas se acercó hacia ellos, con una caja llena de dulces.

Jeno trató de ignorarlo puesto que se sentía algo nervioso, ya que nunca se había puesto en una situación como esa y no sabía que hacer, pero no resultó.

— No gracias. — él respondió antes de que el niño preguntara, con una forzosa y nerviosa sonrisa.

— No son caros. — respondió el niño.

— Ya te dije que no. — alzó un poco la voz, esperando a que dejara de insistir el pequeño.

— ¡Jeno! — Yeji lo paró en seco con una mirada furiosa y después le hizo una seña al niño para que se acercara hacia ella. — ¿Cuánto cuestan, cariño?

— Un dólar por tres dulces.

— ¿Enserio? — Jeno respondió con incrédulidad.

— Tú cállate. — Yeji lo regañó sin quitar el dedo de su barbilla mirando hacia los dulces. Tomó tres dulces color de rosa y le entregó el billete al niño. Él le agradeció antes de irse y Yeji esperó a que estuviera lo suficiente lejos para voltearse hacia Jeno, con una mirada muy furiosa.

— ¿Qué? — Jeno se encogió de hombros confundido.

— ¿Qué demonios te pasa? — espetó con enojo mientras que él solo se le quedaba mirando.

— No me iba a arriesgar a que me robara. ¿Sabes cuántas personas hacen eso con los niños a cambio de matarte? — su justificación vana hizo que Yeji frunciera el ceño con incrédulidad.

— Es un niño. Y no debiste tratarlo así.

— No le grité, ni le dije nada malo. — Jeno acercó su rostro hacia él de ella con severidad. — Además, no podía obligarme a comprarle ¿okey?

— Enserio que te hace falta mucha humildad. Tú no sabes por lo que esas personas están pasando porque tú no tienes nada de que preocuparte.

— ¿Crees que no tengo cosas por las que preocuparme? Mi padre... agh, olvídalo.

Un silencio se formó entre los dos creando así incómodidad e intensidad. Ninguno dijo nada y volvieron a retormar el tiempo perdido en su trabajo.

Después de un rato el sol comenzó a desaparecer y en el cielo se empezó a formar un aspecto de torno nubloso.

Pronto iría a llover.

El viento empezó a soplar con un poco más de fuerza que antes y para ambos chicos no les convenía seguir allí, por lo que cada quien empezó a guardar sus cosas para irse.

— Bueno, te veo el lunes. — dijo Yeji colgandose la mochila y dandose la vuelta para irse. Pero luego Jeno la detuvo llamandola haciendo que ella se girara hacia él.

Jeno se acercó conforme se colgaba la mochila a los hombros.

— ¿Tu casa está lejos?

— Algo. — Yeji se encogió de hombros — ¿Por qué?

— Entonces ¿te irás así? — preguntó mirando hacia su ropa veranera. Un top blanco y un pantalón negro holgado de ejercicio.

— Si, supongo. — asintió sin darle mucha importancia. — ¿Por qué tu insistencia?

— Es que... bueno, tal vez yo podría llevarte. — dijo tocandose la nunca con nerviosismo.

Yeji alzó levemente las cejas con algo impresión pero luego las relajó.

— No es necesario, Jeno. — ella negó y le dio una pequeña pero leve sonrisa agradecida.

— Vamos, me da... pendiente si te dejo sola y... si te mojas. — dijo lo primero que se le ocurrió y entonces Yeji soltó un suspiro con resignación.

— Bueno, ya que tu insistes. — Jeno sonrió victorioso mientras la guíaba hacia su coche.

Al llegar Yeji quedó perpleja al ver un Mercedes EQS Suv negro brillante estacionado afuera del parque. Su cara de impresión hizo que Jeno se riera entre dientes pero sin que ella se diera cuenta. No dijo nada y abrió la puerta de la parte de atrás para dejar su mochila. Luego caminó alrededor del coche hasta llegar a la puerta del copiloto y abrirla para Yeji. Ella no dijo nada pero se subió, luego Jeno se subió también y encendió el motor de su coche para avanzar.

En el camino ninguno había dicho nada, hasta que Jeno se percaptó de como Yeji miraba con sigilosa impresión todo el interior color crema de su coche. Él sonrió.

— ¿Te gusta?

— Es bonito. — respondió sin emitir emoción en su voz.

— Igual que el dueño ¿verdad? — bromeó, pero al ver que Yeji no dijo nada y mantenía la mirada sobre la carretera, supo que seguía molesta. Y eso lo hizo molestarse también. — ¿Sigues molesta?

— No.

— ¿Segura?.

— Que no, Jeno. — respondió algo molesta, y cuando se paró en el semáforo rojo Jeno volteó hacia ella.

— ¿Por qué te molestas por ello?

— Porque fuiste muy grosero.

— ¿Te afecta lo que dije? — Yeji volteó su mirada furiosa hacia él.

— No me afecta psicológicamente, pero fuiste muy grosero en alzarle la voz. — explicó y Jeno frunció el ceño con extrañeza. — No me molestó lo que le dijiste, sino la forma en como se lo dijiste.

— ¿Cuál es la diferencia?

— Responder con amabilidad cambian las cosas. Incluso yo pude haberle dicho que no, pero te me adelantaste. — dijo mirando hacia la ventana, y Jeno ya no había dicho nada.

Sabía que ella tenía cierta razón, pero no se permitiría le lujo de demostrarselo.

Cuando el semáforo estuvo en verde retomó el camino, y las casas enormes y los bellos jardines cambiaron drásticamente conforme avanzaba.

Habían edificios, sí, pero estos daban un aspecto menos estético y bellos por fuera. No quería ni imaginarse como serían estos por dentro.

— ¿Este es tu barrio? — preguntó sin ver a Yeji por ir conduciendo.

— Si. ¿Por qué?

— Es muy... abstracto.

— De nada. — bromeó en un tono sarcástico, a lo que Jeno rió por debajo.

— Hazte la chistosa.

— Si vas a decir que está horrendo solo dilo y ya. — él se volteó hacia ella fingiendo extrañeza.

— Yo no dije eso.

— Pero lo pensaste. — sonrió luego de que él se quedara callado, mirando hacia la carretera.

— De acuerdo, sí, está un poco... descuidado.

— ¿Por qué tienes miedo de decir lo que quieres? — preguntó burlona para que Jeno volteara sorprendido, tragando saliva. Se había puesto un poco nervioso, pero luego su cara se transformó a una de severidad.

— Yo no tengo miedo.

— Entonces dilo, no me voy a ofender si dices la verdad.

— Muy bien, no es horrible pero muy extraño. — sonrió haciendo enfásis en la última palabra. Luego se dio cuenta que lo había arruinado en cuanto Yeji cambió su expresión a una molesta, volteando hacia la ventana — Oye...

— No importa. — dijo y segundos después se inclinó para ver más adelante de la carretera con algo de angustia. — Puedes dejarme aquí.


Una foto de Yeji y su peinado.

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