23.
Alicia, volvieron. — Dijo Tamayo por la otra línea del teléfono, luego de algunos meses de tener a Aníbal retenido ilegalmente, finalmente la banda había reaparecido.
El Profesor dando un comunicado y encargándose de empapelar las calles con Río. —
— La pelirroja se quedó callada pocos segundos mientras de fondo se escuchaban los gritos del chaval. — Cuéntame todo, ponme a cargo. Tamayo, me lo merezco. Y lo sabes.
Tienes la carpa lista, estamos frente al banco y te acaban de llegar los pasaportes.
La vamos a pasar teta. — Colgó el teléfono y dudó, dudó muchísimo, pero se encerró en el baño y llamó a Paula. — Hola, ¿Estás?
¿Alicia? Claro chiqui, ¿Qué pasó? — La mujer mayor quien no tenía nada que hacer, bajo el volumen del noticiero, al cual ella estaba más pendiente que nunca, pero necesitaba prestarle atención. —
Paula necesito que me ayudes con algo, es muy, muy importante.
Niña no me asustes, habla ya.
— Se quedó callada unos segundos. — No, no lo puedo decir por teléfono. Pero en algún momento del día o de la noche pasaré. Hasta luego. Estate atenta.
— La pelirroja le colgó, la anciana no le iba a decir nada a sus hijos, no solo por lealtad, si no también porque no se comunicaba con ellos hace cuatro años. Aunque le daba una vibra rara aquella llamada. —
— En pocas horas los noticieros la subieron, su aterrizaje junto a Río, mierda, se veía preciosa.
En el camino en coche llamó a la madre de la mejor amiga de su hija, quien se encargaba de cuidarla durante la semana cuando ella no estaba.
Aitana estaba bien, tuvieron examen de matemáticas y ella tenía miedo, pero según Beatriz luego dijo que le fue bien ya que recordó lo que Alicia le explicó.
Al llegar a la carpa, ingresó con seguridad y empezó a hablar. —
Buenas tardes, soy Alicia Sierra, para los que no lo sepan y voy a llevar la negociación de este atraco.
Quiero tres cositas. — Dio un giro para que todos la observen, lo logró. — Primero, saber cuanto gasoil tienen ahí dentro para los grupos electrógenos de emergencia. Segundo, que vengan los equipos de subsuelo para decirme que hay ahí abajo. Y tercero, Antoñanzas. — Lo buscó con la mirada. — Antoñanzas. — El hombre apareció enseguida detrás de ella, luego de llamarla y ella empezó a pedir. — Cómprame unas ligas de cabello nuevas, las negras sencillas, algún paquete que traiga al menos seis. Y una caja de piruletas corazón de cereza. — El hombre asintió enseguida, Tamayo se le acercó y ella extendió su mano. — ¿Todo bien?
Perfectamente, te dejo al mando. — Estrechó su mano para luego alejarse. —
— Se quitó el largo abrigo blanco, al caminar se lo dio a Ángel como si fuera un perchero y se apresuró a llegar a la parte de comunicación.
Al sentarse pensó mucho en que por fin estaba ahí, con la vuelta de la banda, tenía que destruirlos, los quería muertos, pero también debía hacerle un jaque al sistema.
La llamada del Profesor la sacó de sus pensamientos y no dudó en contestar. —
Profesor. — Hablaba con un tono dulce cuando en realidad quería llenarlo de plomo, cuando lo escuchó hablar casi se le para el corazón...esa voz, era en extremo familiar. —
Inspectora Sierra...que alegría, estaba deseando hablar con usted. — Su mejor amiga, su hermana mayor. Tuvo que sostener la mano de Raquel a pesar de que sabía que no iba a salirse del plan. —
— Se rió suavemente. — Si, ya se que le gustan mucho las negociadoras de la policía... — Hubo un breve silencio en el que la inspectora se hizo una coleta con la liga que tenía en la muñeca. — Raquel.
— Y a todos se les borró la sonrisa, sabían de la amistad pasada de las inspectoras, pero no la razón por la cual se terminó. Los rumores dicen que la última vez que se vieron Alicia le revoleó un florero. —
Alicia, cuánto tiempo. — Tragó con pesadez, hablaron un poco, no de ellas, pero Alicia la desestabilizó en menos de diez minutos al meter a su familia. —
Ali, queremos a Río.— Dijo Sergio y en seguida se miró con Raquel, arrepentido por la elección de apodo que usó. —
— El apodo resonó en su cabeza, en la de el también y en la de toda la carpa igual girando a ver pero ella simplemente trataba de negar la tan sola idea de que sea el. — No me vuelva a decir así maldita cucaracha, ¿Quién coño eres?¿Me conoces acaso? — Pero colgaron antes de contestar, probablemente llamarían en un rato. —
¿Lo conoce? — Cuestionó Tamayo. —
Si lo conocería ya estaría tras las rejas. Si llaman de nuevo me dicen. — La pelirroja salió de la carpa, caminó un poco, quedando en frente de esta, observando el banco, tomó un cigarrillo, de esos que juró nunca tomar, lo hizo. —
— Miraba las ventanas, miraba el lugar, pero era raro, algo no le cuadraba, la llamada le resonaba en la cabeza, el apodo, Sergio, Andrés, todo venía a su cabeza con rapidez y la estaba haciendo doler. —
Rojita. — Andrés quien observaba todo desde la ventana del segundo piso, no pudo evitar poner suavemente su mano allí. Observándola lo más detalladamente que podía tras la cortina, su pelo volvió a ser largo, estaba más oscuro, en una coleta, su ropa, una preciosa falda negra von un suéter del mismo color, tacones negros...Estaba hermosa, mantenía su sonrisa pero la veía bastante apagada, lo peor fue verla con ese cigarro en mano, tantas veces dijo que nunca tocaría uno y ahora allí estaba. Aunque el estaba igual con el tema de los cigarrillos. —
¡BERLÍN! JODER, VAMOS QUE LE REVENTARON VIDRIOS A PALERMO EN LA CARA. — Le gritó Denver al encontrarlo, entonces se despegó y rápidamente fue a ayudar a su grupo. —
— A las horas, Denver salió, con la puta caja roja en manos, los secretos del Estado junto a una bandera blanca. La pelirroja suspiró, le tomó menos de veinte minutos empezar a dirigir, nuevos secretos para hacerle un jaque a aquella carta. —
Vamos a hacer lo que haría Putin, disparar primero y preguntar después. — Era una puta maravilla estar ahí, así, caminando entre los oficiales los cuales sabían que la miraban de distintas formas, con miedo, respeto y otros con ganas de inyectarle dopamina. —
— Al rato El Profesor no tardó en llamarla pero la sorprendió cuando empezó a escuchar a sus oficiales cantando el Bella Ciao. — Qué romántico.
Pero me lo mandas a mi nosotros y no a la prensa.
Creo que El Profesor quiere negociar. — Dijo con melodía. —
Vaya, no sabía que usted ahora era artista..aparte de Inspectora. — Alicia juraba que lo conocía, le estaba hablando como si la conociera, el tono, todo era. Era como Sergio. —
Al grano.
Entrégame a Río. — La escuchó reír con ironía. —
Yo no voy a entregarte a un detenido.
— Estuvieron pocos minutos, hasta que Tamayo la tomó del brazo, enseguida Alicia hizo que la suelte, Sergio escuchó el agarre, pero al igual que Raquel, se quedaron en silencio, hasta que la escuchó hablar.
Cuando habló con ella en Paris su tono seguía siendo cálido pero roto, ahora era frío y vacío. —
Cuarenta rehenes a cambio del chaval o nada.
Hecho.
— Se quedaron en silencio unos segundos más, ella esperaba que el le diga algo, Sergio hacía lo mismo, ¿Pero realmente hacían falta palabras? Ella realmente no quería terminar de confirmar las sospechas.
Simplemente colgó ella ahora y luego habló. —
Venga, tengo que vender esto como una victoria.
Me voy a casa.
— Alicia revoleó el comunicador a la mesa antes de salir, se subió a su coche y fue hasta la casa de Beatriz, la madre de Lidia, donde se estaba quedando su hija durante la semana.
Al llegar la mujer la recibió con sorpresa, claro, era martes. — Alicia, hola, pensé que vendrías el fin de semana.
Hola Bea, no, gracias por ayudarme con Aitana, pero ya volvemos a la rutina normal. — Avisó, ingresó a la casa y las pequeñas estaban haciendo dibujos. — Tú, ¿No vas a venir a saludar a tu madre? — Al instante su hija se volteó, dejando lo que estaba haciendo, corrió a ella y se abrazó a ella.
Alicia se agachó, Aitana se rió al sentir como su madre le llenaba de besos y sonrió al oírla. — ¿Vamos a casa?
Si, por favor.
Vale, despídete de Lidia y ve a buscar tus cosas pequitas. — Se separaron, la pequeña de diez fue a buscar en seguida al cuarto compartido con su amiga su valija azul marino, mientras Alicia se despidió de Lidia y Beatriz. —
Hasta mañana Li, fuiste muy buena compañera conmigo. Te quiero mucho, eres mi hermana postiza. — Las niñas se abrazaron, Bea no entendía mucho el repentino cambio sin aviso, ninguna en general pero estaban felices. —
— Alicia y Beatriz se llevaban bien ya que ambas estaban solas cuidando a sus hijas, a diferencia de que Bea si trataba de avanzar y Alicia quería una venganza contra todos. —
— Cuando se subieron al auto primero se pusieron el cinturón pero antes de manejar Alicia miró a Aitana. — Pequitas, ¿Recuerdas hace unos meses, cuando te hablé de tu padre, tu tío y tu abuela?
Si, me acuerdo, ¿Por qué?
¿Te gustaría conocer a tu abuela? ¿Y quedarte con ella unos días? Mamá volverá siempre para la cena y si eso no pasa le tienes que hacer caso, ¿Vale?
Me encantaría. — La menor se soltó el cinturón, se acercó a la parte de adelante, dejó un ruidoso beso en la mejilla, volvió a ponerse el cinturón en la parte de atrás y la pelirroja la miró unos segundos. — ¿Qué?
Eres igual de amorosa que tú padre, estaría muy orgulloso de ti, en todos los sentidos. — Alicia solo le sonrió pero Aitana se limpió la lagrima, puso la radio, puso una mano en el volante y la otra la tiró para atrás, aunque le empiece a doler valía la pena ya que su hija se lo había pedido, normal, encontró un paquete de pegatinas sin terminar de usar y empezó a pegarlas en sus uñas. —
— Luego de un rato llegaron, a las ocho, antes de bajar, Alicia sé deshizo la coleta, luego se cepilló un poco con los dedos, estaba nerviosa, la mayor tomó el llavero de la casa y bajaron juntas con sus cosas. — ¿Estás nerviosa? — Preguntó al verla morderse las uñas, pero jaló un poco su mano, para sostenerla. — Todo va a estar bien. — Le sonrió cálidamente. —
— Si, lo confirmaba, era una réplica de su amado. — Aitana, te amo muchísimo. — Se agachó para quedar un poco a su altura, le besó la frente y finalmente se decidió. Puso las llaves, abrió la puerta, entraron las cosas y al cerrar la puerta sorprendentemente su hija se escondió detrás de ella. —
¿Alicia, eres tú? — La mujer mayor salió de la cocina y efectivamente, la vio allí parada en la entrada, con unas pequeñas manos en un costado de sus piernas. Era pequeña, pero haciendo esas cosas incluso parecía más pequeña, pero era normal, le daba un poco de vergüenza. —
Pequitas, venga, que es la abuela, no pasa nada. — Hubo un pequeño silencio de unos segundos hasta que la pelirroja menor, llena de pecas y ojos azules se dejó ver con algo de timidez. —
No puede ser. — La mujer mayor se llevó una mano a la boca, de sorpresa y no pudo evitar llorar al darse cuenta de que era abuela. — Es preciosa.
— miró a su madre, dudando en acercarse, Alicia indicó rápidamente que si con la cabeza, entonces se fue acercando despacio, su abuela le acarició suavemente el pelo y luego la abrazó. — ¿Cómo te llamas? — Le preguntó al separarse. —
Aitana, mis amigas me dicen Aiti. — Sonrió al dar la explicación y luego empezó a ver todos los cuadros en las paredes. —
¿Quieres verlos mientras hablo con tú madre?
— Ella asintió, se puso a ver todo y Alicia se acercó, estaba lista para la pregunta. —
¿Es tuya y de...? — Preguntó mientras la miraba, la pelirroja tomó aire y contestó. —
De Andrés.
¿Qué?
El no lo sabía, fue esa noche en Paris, me enteré tres semanas después y decidí tenerla, yo ya quería ser madre, si no era un bebé de el no quería nada, fue el amor más puro que tuve. A pesar de todo, te juro que traté de odiarlo, de olvidarlo.
Pero fue el amor de mi vida, y nunca podré quitarlo de mi memoria, tampoco tengo la intención, aunque ya pasaron más de veinte años. Creo que tampoco estoy lista. — Dijo mientras observaba a su hija mirar todos los cuadros, eran hermosos todos. —
No está registrada con su apellido, nadie lo sabe, tiene que quedar entre nosotras aunque esté muerto.
— Paula asintió y luego la abrazó, no solo tenía a la mejor ex nuera del mundo, si no que también tenía una nieta gracias a ella. No diría nada, seguiría siendo leal, pero moría de ganas por saber que pasaría cuando su hijo, quien estaba vivo y ella se reencuentren. Afortunadamente vio que la pusieron al mando de ese segundo y último atraco. No quería cantar victoria tan rápido peeeero. —
— Esa noche fue una maravilla, rieron mucho, cocinaron las tres juntas una buena pasta con mucho queso, comieron mientras le contaban a Aitana anécdotas antiguas, fue realmente la noche dónde Alicia pudo comer algo bien, de postre comieron helado y ninguna quería que la noche acabara pero así fue.
Cuando Aitana se quedó dormida en la cama de sus padres, Alicia y Paula hablaron antes de caer rendidas ellas también. —
¿Ya me dirás la razón de esta hermosa visita?
Necesito que cuides a Aitana esta semana, yo vendré luego de que termine el trabajo, ya sabes como estoy con lo del atraco este, ¿Puedes? No quería seguir dejando a la niña con la madre de su mejor amiga.
¿Entonces se quedaran más tiempo? — La cara de la anciana se iluminó. —
Definitivamente, a pequitas le hará bien pasar tiempo contigo.
Descansa Ali. — Se saludaron y luego cada una se fue a dormir, la pelirroja en compañía de su pequeña, antes de dormir revisó su celular y se quedó estática unos segundos. Cuando El Profesor dio el comunicado, mostró su rostro y joder, era Sergio, esos lentes, las fracciones, todo, era el.
No pudo dormir, solamente se quedó mimando a su hija. Quería desaparecer.
No creía que la anciana sepa lo de Sergio; o no quería creerlo. —
¿Andrés, podes parar? — Preguntó Palermo, no lo veía, aún no recuperaba su vista pero escuchaba sus pasos de un lado a otro en la habitación. —
No, no puedo, joder si la hubieras visto, ese pelo largo, pelirrojo, el cigarro entre sus dedos, esa ropa. Estaba hermosa, muy muy hermosa. Necesito que ingrese al banco, abrazarla, besarla.
— A Martín le dolían bastante esas palabras, había escuchado siempre esas mismas palabras respecto a Alicia, lo hermosa que era, inteligente, divertida, su todo. Siempre soportó a Andrés hablar de ella por horas, mentira, días, semanas, meses y años. — ¿No pensas que tenes que dejarla ir? Vos mismo me dijiste que la hiciste mierda, ella es inspectora, vos sos ladrón, fingiste tú muerte...Nada te garantiza que ella va a estar, capaz está casada ahora, o con alguien, ¿Quién te dice que te sigue amando?
Lo que tengo yo con ella es irreal, único, maravilloso, es el amor de mi vida, mi alma gemela, lo es desde que tengo memoria. Este es el ultimo atraco, me voy a ir con ella y vamos a tener al bebé que siempre quisimos. La voy a recuperar.
Pero si vos nunca quisiste hijos.
No, error, nunca quise hijos con las otras, jamás, dueña mía, de mi corazón y de mi alma siempre va a ser ella. Esa pelirroja de ojos azules llamada Alicia Sierra es la única que va a tener el honor de ser madre de mis hijos. Yo la voy a recuperar. La amo muchísimo, mi melodía favorita es su risa, el tacto perfecto es con su piel, es tan suave joder, ese pelo, el olor a ámbar. Mi madre llegó a pedirme por favor que le demos un nieto al menos. Ella es la indicada, siempre lo será y siempre la voy a elegir Martín... tú sabes que este atraco fue pensado para ella, el universo puso también en su camino a Río, ayudándome...estaremos juntos otra vez y no habrá nada ni nadie que nos separe.
— Y aunque no lo viera, Palermo sabía que su mejor amigo hablaba de ella con una sonrisa y en el tono de voz se notaba la cantidad de amor que le tiene a esa mujer. La envidiaba muchísimo porqué el amaba a Andrés...pero sabía que la pelirroja barría el piso tanto con él como con todas las otras mujeres con las que el hombre estuvo.
Andrés tuvo cinco bodas y un amor y ese amor es Alicia Sierra. —
Me faltan por publicar menos de diez capítulos...
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