the end
the end
Y cuando menos lo esperas llega. Es la frase que envuelve a Billy Hargrove desde aquel día. Por supuesto que no hay nada el mundo que el cambiaría porque todo lo lleva exactamente ahí. A este preciso momento. Claro, que la vida no siempre el un manojo de nervios que las personas creen, es solo un poco de suerte y ganas de querer vivir una vida diferente. Por eso está ahí.
—Entonces, esta es tu última sesión después de tres años Billy, ¿cómo te hace sentir eso?
Billy mira de soslayo a su terapeuta. El último día de una adolescencia tortuosa, de una adolescencia llena de dolor enojo en la que se sumergió tanto tiempo que ahora lo ve tan lejano.tres años luchando contra él mismo y contra todo lo que ha amado en su vida: Maxine y Steve. Porque ya no tiene miedo de vivir la vida, de tomar las riendas del asunto y convertir lo peor en la mejor versión de él, esa que hace sonreír a Maxine hasta el cansancio y esa estupida razón por la que no esta dispuesto a renunciar en mi años: ver a Steve siempre. Y sabe, perfectamente, que a veces los por siempre no existen pero él, quiere que sea lo mejor posible, lo que nadie dice y lo que todos esperan.
—Me siento bien—responde mirando la ventana, los días son claros y no puede creer que el invierno esté del otro lado de la calle, tan cerca y hermoso. La terapeuta le mira, sorprendida, porque Billy nunca ha dicho que está bien, nunca.—Siento, que por primera vez, en mucho tiempo se lo que debo hacer.
—¿Qué es eso Billy?—la mujer se acomoda sus lentes y sonríe ante la respuesta.
—Vivir.
Y está bien. Siempre lo ha estado.
Cuando llega a casa las luces están prendidas; Maxine está con su vestido rojo que se supone llevaría al baile de invierno y por un segundo se sofoca, ella es hermosa y no puede sentirse mejor ante aquella sonrisa tan linda que le regala, ella lo ama, porqué son hermano y es suficiente para él. Lucas pelea con Mike y el niño Byers, todos con un traje, son momentos antes de que los adolescentes salgan por la puerta y vayan a los patéticos bailes de invierno, incluso están Nancy y Jonathan en un rincón conociendo a Robbin, y es entonces que se pregunta ¿dónde está la princesa?
Y lo ve.
A fuera en la pequeña piscina de su casa, que en realidad es casa de Steve pero esa es historia para otro día. Esta ahí parado, con una camiseta y unos jeans pegados, se ve lindo, tan lindo que algo en su interior se remueve, pero no de una manera salvaje, como alguna vez paso con las chicas del colegio. No. Es algo que se remueve pero, llega la calma, como los días nublados de lluvia que azotan a Howkins y un ligero viento que vuela entre ellos y limpia el cielo, tan azul que se pregunta ¿desde cuándo Steve es tan hermoso como un día de verano? La paz lo invade y es entonces que comprende: la belleza de la vida.
A sus feroces pero amigos, porque el considera a Nancy y a Jonathan sus amigos, incluso a Robin, a los niños tontos, a Maxine, mierda Maxine la niña que le robó el corazón con aquellos cabellos rojos danzantes iguales al fuego y sobre todo a Steve, tan bello que no puede con todo lo que él le ha dado. La belleza recae en el amor que tiene y puede dar, en la familia que tú creas aún cuando pienses que no sirven, porque ellos son su familia y ni hay nada que no haría por ellos.
—Nos vemos Steve, adiós Billy, vamos chicos.
Dustin sale por la puerta en compañía de todos los niños, los jóvenes adultos se quedan adentro en compañía de una de las tantas conquistas de Robin.
—Sólo tú y yo.
Billy toma asiento, junto a lado de Steve, en aquellas sillas de playa que tanto le recuerdan a California. Y es entonces que lo mira detenidamente, esta sonrojado y le toma del rostro para poder besarle los labios, tan cuidadosamente que si alguien le mirará sentiria envidia de todo el amor que sienten el uno por el otro.
—¿Cómo te fue?
—Bien, fue la última sesión.
Steve sonríe y agrega.
—Estoy muy orgulloso de ti, Billy.
Y su corazón palpita tan fuerte que se pregunta ¿qué hizo él para merecer a alguien como Steve Harrington?
Steve le mira con aquellos ojos castaños, grandes y expresivos. Y sonríen a la par, Steve toma sus manos como aquella primera vez, son tersas y frías y siente como algo frío y ligero es colocado en su dedo anular derecho. Y observa detenidamente, un anillo de plata, es delgado pero no lo suficientemente para que desaparezca entre sus toscas manos, no, es brillante y Steve... Mierda, su princesa se muerde la mejilla izquierda.
—Espero,—dice Steve observando los árboles en su casa, grandes y frondosos que Billy piensa poder amar a cada ser viví como lo hace con Steve.—Que esto, sea la prueba de que podemos amarnos sin importar qué. Te amo Billy y, no quiero que haya un final.
Lo mira, y como la primera vez que lo encontró en aquel puente, buscando la mentira en sus ojos, la burla o el desdén. Sin embargo, no encuentra nada sino tanto cariño que siente ahogarse en él, que está seguro que estarán ahí, esperándolo todo el tiempo del mundo.
—Nunca.
—¿Nunca?
—Estaré aquí, aún cuando no quieras estar conmigo, aún cuando te des cuenta que somos un desastre y aún cuando haya lágrimas en nuestros ojos.
Ambos se toman de la mano. Y siguen mirando el anochecer, que cae en ellos. Y es entonces que Billi piensa que no podría imaginar su vida sin que Steve Harrigton hubiese llegado en aquel día de otoño a tomar su mano mientras pensaba acabar con su vida, no la imagina.
Y sabe, de sobre manera, que esta vez no habrá un final.
No lo habrá.
Fin.
Espero les haya gustado, ha llegado el final y espero no me odien pero la historia iba a ser corta desde un principio.
Nos leemos.
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