O2 ; smiles




smiles










 

    No sabe exactamente que pasa por la cabeza de Harrington. Y es que desde el incidente hace una semana. Un incidente que piensa puede dejar marca en él, había seguido llorando por minutos en aquel puente, los que pasaban probablemente pensaban que eran unos amigos consolandose o en su defecto una pareja. Lloró, como un niño en brazos de su madre, como el corazón herido y lleno de dolor que suplica un suspiro por él. Lloró, sintiendo ese peso en sus hombros irse como cuando la corriente en un lago te lleva pero, sin sentirse ahogado, sino libre.

     Steve quién hasta ese momento solamente le había abrazado de una manera sutil, haciendo círculos en su espalda con la yema de sus dedos que estaba seguro podía sentir ese cálido tacto a través de su camisa, fue entonces que al mirarlo habían decidido quedar en un silencio, en uno profundo.

      Billy le había mirado como si de un extraño se tratase y aunque eran realmente extraños (la paliza del año anterior no había contado) había sido como si verdaderamente se hubieran conocido de toda su vida, de todas las maneras posibles en las que lo podían hacer. Billy había retenido un suspiro, tan delicado y fresco que pensó que eso había sido parte de un estúpido sueño.

      Pero. Mierda, y más mierda, Harrington le había mirado y después había regalado una estúpida sonrisa bobalicona que durante mucho tiempo le ha caracterizado. Sus ojos habían mexclado en elma causandole ligeras arrugas en los extremos y un par de líneas al rededor de sus mejillas, todas y cada una de esas líneas tan perfectas y bonitas.

      —Todo estará bien, Billy.

      Y todo eso lo lleva a este preciso momento. Billy mira la incesante fiesta que le acoge y es que, muy a su pesar había sido llevado por Carol a la estupenda fiesta de fin de curso. Toda la generación se encontraba en esas grandes y desastrosas fiestas que probablemente habría estado bebiendo, fumando, en el peor de los casos ambos o precisamente viendo a Steve Harrington como sonríe mientras baila. Porqué es justamente lo que hace. Steve parece amar el momento y la música del verano del 84' lo confirma, y mierda, no puede parar de verlo. Y desde ese incidente que por supuesto Billy no puede dejar de pensar, e igualmente no puede dejar de mirar a Harrington.

     Steve baila, mueve sus brazos y por un momento puede ver mientras alza los brazos, el blanco de su espalda y casualmente es mucho más palida su piel, que su rostro o incluso que sus hombros, porqué es lo que hace: observar a Steve a la distancia, y recordar aquellos momentos en las regaderas... Y carajo.

      Suspira. Como lo lleva haciendo desde aquel día en el que casualmente Steve le había salvado (¿o arruinado su muerte?). Sin embargo, lo siente, ahí está Steve Harrington viendole a la misma distancia, sudoroso, fantástico y brillando ante la gran masa de personas.

      Sale al balcón. Vacío y frío, y describe exactamente como se siente. La ansiedad no ha bajado en los últimos días, como predijo su psiquiatra, en cambio aumenta, como si el agua de un arroyo desbordara por los lados dejándole sin aire y con esas enormes ganas de saltar al vacío. Y ahí está, enfrentando la oscuridad de la noche, penetrante y clara en sus intensiones. Billy se pregunta si todas las personas tienen demonios tan bestiales como los suyos.

      —No creo que debas estar sólo fumando un cigarrillo.

       Es verdad ahora sostiene uno.

       —No es tu obligación cuidarme, Harrington—le responde ante la figura le Steve, que es claramente perlada por las gotas de sudor y ese trago de color rojo.

       —Tal vez no lo sea, pero eres humano y a veces necesitamos de algo que nos ayude a salir a delante.

       Puede sentir las palabras frías calarle los huesos, Harrington es un imbécil, un imbécil bonito que tiene razón.

       —¿Y quién va a salvarme? ¿Tú? No te metas en mis asuntos, princesa.

      —Solo digo, que no necesitas hacer eso eres una buena persona.

       Y ahora encara a Steve, está ahí parado justo a su lado, la camisa abierta de unos botones, mejillas sonrojadas y un par de gotas caen de su largo cabello a sus hombros. Es malditamentr sexy, y Billy duda precisamente de su heterosexualidas. En cambio, lo que termina de ahorrarle el gusto es la ligera sonrisa de Harrington, es tenue pero lo suficientemente firme para definir sus intenciones.

      Y por momentos, Billy lo ha entendido, no tiene una razón misma para seguir vivo, se odia, se aborrece y no hay manera de no quererse, su alrededor es una bomba a punto de explotar, Susan es increíble pero lo suficientemente idiota para alejarse de su padre y Max, mierda Max es una chiquilla por mucho que vivir, ¿qué hace él queriendo una vida que no es? ¿en busca de las cosas que pueden ser y no son?  La culpa llega y no quiere quitarla. Billy tiene miedo, Billy no puede.

      Y ahí está, Steve Harrington parado justo a su lado con sus dedos rozar ligeramente los suyos, su olor a vodka inundarle las fosas masales y esa sonrisa bobalicona en su rostro, tan perfilado perfectamente, brillante y grande como la luz de la luna que ilumina la oscuridad de la noche. Ahí está Steve Harrington iluminandole con esa hermosa sonrisa.

      Steve es radiante, y tiene una muy linda sonrisa.

      —No quiero tu lastima.

      —No es lastima idiota—bufa Steve, con un mojin que le hace ver exactamente adorable.—Eres especial, y es una lástima que nadie pueda verlo.

     

Espero les haya gustado, perdón la tardanza.

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