iii. cruel world
EL TIEMPO Y LA VIDA ERAN RELATIVAMENTE CORTO, es por eso que Healena pensaba que la vida era monótona, aveces había felicidad y aveces había tragedia, sus padres le decían que las cosas sucedían así por que era la voluntad de los dioses, pero no estoy hablando de los nórdicos, si no, de sus propios dioses. La religión de los siete, aunque Healena no creyera mucho en ello.
Pero el tiempo pasa y las cosas cambian, Healena ahora con una edad de siete días del nombre y su hermano Colín de diez aunque sus otros dos hermanos, Deimos y Robert no se quedaban atrás, el pequeño Robert ya no era un bebé, ahora tenia cinco días del nombre, mientras que su hermano Deimos le ganaba con unos meses de diferencia de edad notoria.
De cualquier forma, a los reyes de Wetsfall les llenaba de júbilo ver a todos sus hijos crecer y madurar aún sabiendo la cruda realidad de que, no eran sus hijos realmente, pero nunca les importó ellos los amaban como si de verdad fueran suyos y eran esos momentos los cuales Healena amaba, pasar tiempo con su familia unida, sin tener aún tantas responsabilidades pero desgraciadamente los momentos felices no duran eternamente.
Cuando la desgracia llegó, Colín recordó que había llegado de una manera tan sigilosa y abrumante como si se tratara de un dragón que acechaba a su presa, había sucedido tan rápido que ni siquiera le dio tiempo de reaccionar y talvez hacer algo más.
El castillo estaba siendo saqueado, la servidumbre corría de un lado a otro presas del miedo mientras el joven príncipe hiba en busca de su familia su mente rápidamente fue a parar en Healena y sin dudar se encaminó a su encuentro.
—¡Lena'! ¡Healena! ¿¡Donde estás?! — grito Colín desesperado al no ver a su hermana, con dificultad corrió en dirección a su habitación donde la encontró en una pequeña esquina tratando de ocultarse.
Rápidamente Colín fue a su encuentro, haciendo que se levantara.
—Toma algunas de tus cosas y vámonos — le ordeno de inmediato su hermano mayor a la princesa.
Ella atacó la orden de inmediato, metiendo en una pequeña bolsa de tela lo que más le importaba y por alguna extraña razón las coronas de toda su familia. Cuando Colín supuso que estaba lista la tomó de la mano y la sacó de ahí dispuesto a encontrar a sus padres.
—¡Espera! ¡Falatan mis hijos! — grito Healena soltándose del agarre de su hermano y regresando a su habitación por los tres huevos de dragon que estaban bajo su cuidado, no habían nacido y los cuidadores habían dicho que probablemente jamás lo harían.
Sin importarle que los huevos estuvieran en llamas, ardiendo en el fuego, ella los tomó como si nada depositandolos en una cacerola donde podría transportarlos, cuando los tuvo bien asegurados salió a toda prisa de su habitación donde se reencontró con Colín. La tomo de la mano y como pudieron comenzaron a correr, el caos estaba por donde quieran que hiban y no había ni rastro de sus padres o hermanos y eso comenzaba a ponerlos nerviosos, ¿Les habría pasado algo? ¿Se los llevaron?. Miles de preguntas inquietantes acecharon la mente de Healena y Colín.
Hasta que doblaron en una esquina, donde sorpresivamente se encontraron con su padre Arthurus.
—¡Oh por todos los dioses! ¡Aquí están! Mis niños, aquí estan. . .¿Dónde. . ? ¿¡Dónde se habían metido?! ¡Mande a una jornada de guardias en su búsqueda y no los encontraron! — exclamó el rey a sus hijos mientras los abrazaba y revisaba en busca de alguna herida.
—Estamos bien papá, regresamos a mi habitación por los huevos — respondió Healena a su padre para así intentar tranquilizarlo
—¿Dónde esta papá Ambrosio? — pregunto de repente Colín al no ver a su otro padre ahí con ellos.
—Ser Harrold, que preparen una flota naval de inmediato y que los cuidadores preparen a Vhagar, Vermithor y Caraxes, nos vamos de aquí — Arthurus le ordeno a su guardia juramentado que los acompañaba que prepara una ordada de barcos para salir evitando la pregunta de su hijo.
—Melissandre — esta vez se dirigió a la dama de compañía que los acompañaba junto a otras dos más, quienes cuidaban de Deimos y Robert — llévate a los príncipes a los barcos, suban al primero que este listo para zarpar y no salgan de ahí ¿entendido?
—Si, mi rey — respondió Melissandre mientras tomaba a Colín de la mano y se encaminaban rápidamente hacia el muelle.
—Pero papá. . .— Healena se había quedado a discutir con su padre.
—Healena, ve con ellos, por favor cariño, te prometo que estaré ahí junto a tu padre en un momento, pero tu tienes que irte — le ordeno mientras acariciaba su mejilla delicadamente.
—¿Me lo prometes? — pregunto la pequeña con lágrimas en sus ojos
—Te lo prometo, mi pequeño dragón, ahora vete — respondió al mismo tiempo que veía como su hija se alejaba corriendo hacia las damas de compañía y hermanos.
Cuando Healena los alcanzo y salio al mundo exterior se encontró con el horror, su pueblo, su amado pueblo estaba en llamas y podía ver los miles de cadáveres de personas por doquier, pero lo que más le impactó fue ver en cómo los dragones eran los responsables de esa catástrofe, sin contar el ejército de hombres quienes masacraban a quienes se les atravesara.
—¡Princesa! ¡No se quede ahí parada! — le grito Melissandre, quien ya se encontraba a una distancia considerablemente lejos.
Healena salió de su trance y corrió en su dirección, después de estar evitando que los encontraran, lograron llegar a los muelles en una pieza, donde la flota de barcos estaba lista para zarpar, Healena divisó como en los otros barcos, había miles de personas luchando por subir a la seguridad de la nave. Cuando ellos subieron, Melissandre los llevo hasta el camarote del rey y ahí los dejo.
—No se muevan de aquí, nos iremos en unos momentos — les informo antes de dejarlos solos.
—Hela', tengo miedo — hablo su hermanito Deimos quien se apoyaba en su pierna y la abrazaba fuertemente.
—Estamos bien, estamos a salvo, papá va a terminar con todo esto, ya veras y en unas cuantas horas, estaremos de vuelta en casa — le respondió con una sonrisa bastante forzada.
Tanto Healena como Colín tenían que mantenerse fuertes, por sus dos hermanitos quienes estaban bastante asustados, no entendían lo que pasaba y ellos tampoco pero sus padres lo arreglarían.
Healena comenzó a desesperarse cuando no escuchó la voz de su padre y se asustó aún más cuando escuchó que ya hiban a zarpar sin sus padres.
—¿Vamos a dejar a papá? — pregunto Robert, quien estaba bastante abrazado de Colín.
—Seguramente esta sobre Vhagar, talvez el ira sobre dragón — le respondió Colín, abrazandolo más fuerte.
Si Healena no creía en los dioses, pues en ese preciso momento se hubiera hecho una creyente devota, ya que se puso a suplicar a los siete que sus padres se reuniera con ellos y que no les pasara nada malo. Su miedo aumentó cuando escuchó un "traigan a los príncipes" fue entonces cuando las puertas del camarote fueron abiertas abruptamente y sacados de ahí al exterior donde se llevó la sorpresa de que su padre estaba ahí y Vhagar, Caraxes, Meraxes, Meleys y Syrax se encontraban sobrevolando los barcos, pero Vermithor no estaba.
Healena fue la primera en correr a los brazos de su padre y abrazarlo fuertemente.
—Te prometí que regresaría, no me voy a ir, mi pequeña dragón — susurró su padre mientras acariciaba su cabello y pronto sintió los brazos de sus hermanos sobre ellos.
Quería quedarse así, se sentia segura en los brazos de su familia, pero no estaban todos. . .
—¿Dónde está papá? — pregunto Deimos de repente.
Arthurus simplemente suspiró.
—Preparen las naves, listos para zarpar — ordeno e inmediatamente zarparon.
—Vengan niños — les hablo esta vez a sus hijos para que lo siguieran al camarote, los pequeños sin rechistar lo hicieron. Cuando entraron el cerro la puerta detrás de ellos y se sentó en la cama que ahí había.
—Deimos, Robert ¿tienen sueño? Vengan a descansar pequeños — les hablo a sus dos hijos menores quienes literalmente corrieron en dirección a la cama y se acomodaron para dormir y en menos de dos minutos, los pequeños príncipes estaba profundamente dormidos.
—¿Donde esta papá? — volvió a preguntar esta vez Healena.
—Su padre. . .el. . .esta con los dioses, murió valientemente luchando para proteger su hogar, a su reino, a su familia — sentenció Arthurus a sus hijos, quien tenía la mirada baja para que así no le vieran soltar lágrimas de tristeza.
Había perdido a su gran amor, al hombre que amo toda su vida y que amaría mil vidas más, pero luego entonces recordó todo lo que pasó, todo lo que le hizo, y no pudo contenerse más.
—No. . . No es verdad, mi papá está bien, talvez Vermithor esta cansando y esta descansando en una isla pero el. . .no, no, ¡MI PAPA NO PUEDE ESTAR MUERTO! — grito Healena, fue tan fuerte su grito que Deimos y Robert se despertaron asustados.
Sin esperar una reprimenda o algo por el estilo, salió disparada del camarote dispuesta a ir a los bosques a tranquilizarse, pero luego recordó donde se encontraba y que seguramente no volvería a su casa nunca, no volvería a ver a su habitación, no volvería a ir a los jardines reales, no volvería a ir a Rocadragon, no volvería a ver a Wetsfall. Y fue entonces donde se soltó a llorar con desesperación.
La gente de la tripulación la veía con pena y lastima, era una pequeña que había perdido mucho en tan poco tiempo, su hogar, su estilo de vida, varias de sus cosas, su padre. . .lo que más le dolía era su padre.
Y ahora estaba asustada y confundida, no tenían a donde ir, jamás había salido de los límites exteriores hacia el archipiélago, pero ahora, tal parecía que las condiciones no estaba muy a su favor y cuando menos lo penso, sintio como unos brazos la rodeaban y la abrazaban.
—Mi pequeña dragón, vamos a estar bien — le susurró su padre, al mismo tiempo que la levantaba y se la llevaba de vuelta al camarote.
Una vez que entraron, Healena se apresuró a ir a los brazos de su hermano Colín para abrazarlo y talvez intentar consolarlo un poco.
—¿A dónde iremos ahora? Estamos a la deriva, no tenemos a donde ir. . .nos. . .¿nos vas a abandonar? — pregunto Colín temeroso a la respuesta de su padre y que dijera que si, entonces ¿qué sería de ellos?
—No, por supuesto que no, ni piensen por un momento que pensé en abandonarlos, son mis hijos, mi familia y daría la vida por ustedes cuatro — argumento rápidamente su padre al ver sus rostros.
—¿A dónde iremos entonces? — pregunto Healena sin despegar la vista del suelo.
—Tengo un viejo amigo, el posiblemente nos ayude, iremos a Berk, pero tienen que entender que si llegamos las cosas serán distintas, ya no tendrán dragones los cuales puedan montar o reclamar, las personas en Berk no aceptan a los dragones, el mundo no acepta a los dragones, es por eso que debemos dejarlos irse — sentenció el hombre bastante serio para darle a entender a los pequeños que en verdad los dragones tendrían que irse.
—Pero, morirán, los van a cazar y. . .¿no podemos ir a otra parte? Un lugar donde si acepten a los dragones — sugirió Healena desesperada.
—A cualquier lado que vayamos, será igual, no nos aceptarán con dragones — afirmo Arthurus, serio, afrontando la realidad a la que se enfrentaban.
—No, ellos no pueden irse, ¿qué va a pasar con mis huevos? No quiero dejarlos, además, le prometí a papá que protegería a los dragones y eso es lo que haré. . .¡con fuego y sangre de ser necesario¡ — grito Healena, no tan fuerte como la primera vez pero si que su grito retumbó en el camarote.
—Healena, esto es más complicado, humanos y dragones han estado peleando por años, las personas no quieren aceptar que los dragones son buenos — respondió Arthurus intentando que su hija entrara en razón.
—Pues entonces demuéstrales papá, demuéstrales que los dragones son buenos, cuando nos vean llegar con cinco dragones adultos bajo nuestro mando, entenderán — respondió Healena esperanzada a que su padre dijera algo al respecto.
—Eso solo provocaría pánico y demás, lo lamento Lena', pero, ellos tienen que irse, nos guste o no, ser rey conlleva a tomar decisiones que talvez no sean las mejores pero si son las mejores para nuestro pueblo, los dragones son bestias fuertes, sabrán sobrevivir, aunque no se si nosotros nos podamos acostumbrar a estar sin ellos, extrañaré a mi querida Vhagar — respondió el hombre, bastante abatido mientras salía del camarote.
—Duerman un poco — les hablo a sus hijos mayores antes de irse — y veremos que hacer con los huevos, vamos a estar bien se los prometo.
Aunque Healena pensaba que en realidad, no hiban a estar bien por qué el cielo se les estaba cayendo encima.
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