𝑿. 𝑳𝑼𝑿
Por fin estaba en la entrada del Lux, pensaba en lo que exactamente quería decirle al Diablo, tenía que ser específica, ya que hacer un Pacto con Lucifer era algo no tan sencillo, había escuchado testimonios, los cuales decían que todos los pactos con el Diablo salían mal; pero viéndolo bien, por mis demonios acompañantes, los humanos que dieron los testimonios eran puros charlatanes, ya que ni Beelzebub ni Astaroth me hicieron algo malo, tal vez al principio me asusté con su presencia, pero conforme fui conociéndolos, ya sea por unas horas, ellos ya eran mis aliados, no amigos, porque para ser amigos hay que conocerse profundamente.
Volviendo al presente, seguía parada en esa gran puerta que me conduciría a la solución de muchos de mis problemas, y aún seguía pensando en cómo sería el ángel caído, sería gracioso, malicioso, lujurioso, avaricioso, no lo sabría con certeza, y aunque mis demonios guías ya me habían contado cosas sobre él, todavía quedaba ese vacío por conocerlo frente a frente, verlo con mis propios ojos, sin juzgarlo, sólo hablar con él, y por consiguiente analizar su comportamiento.
—Como que ya te tardaste, niñita —Astaroth dijo—. No pienses mucho sólo actúa. Es un consejo que te da un buen demonio.
—Gracias por tu consejo —sonreí de lado aun mirando la puerta del Lux mientras mis pensamientos me transportaban a un centenar de posibles encuentros con Lucifer.
— ¿Estás bien? —Beelzebub puso su mano en mi hombro, lo cual me sacó de mis pensamientos.
—Está perpleja, no sabe con lo que se mete, con el mismo ángel caído condenado por Dios al eterno infierno —Astaroth dijo en tono burlesco, para después dar una bocanada a su cigarrillo.
Me le quedé mirando seriamente a Astaroth, a veces sus chistes me recordaban a mi hermano, sólo espero que no sea igual que él, no otra carga por favor.
—Astaroth, cállate el hocico —respondió Beelzebub—. Sólo hablará con el jefe, eso es todo.
Las palabras de Beelzebub me tranquilizaron, y estaba más que lista para verlo, pero antes de pasar por esa puerta una incógnita inundó mi pensamiento.
—Oye Beelzebub —lo llamé.
—Sí Scarlett —respondió.
— ¿Qué le pasó a tus moscas?, ahora que lo veo, desde que nos fuimos ayer de mi casa ya no están cerca de ti, ¿qué les pasaron?
Beelzebub ante mi pregunta sonrió irónicamente, y me dijo:
—Cuando salí del infierno ellas se dispersaron, pero cuando las llame, ellas de inmediato vendrán a mí, como siempre.
—Entiendo —asentí.
Con mi duda resuelta, ahora sí tenía que entrar a ese bar, tenía que pedirle ayuda a Lucifer, lo tenía que hacer. Entonces entré, y cuando entré, sentí una vibra muy agradable, me sentía decidida, fuerte, algo que sin duda no había sentido en mucho tiempo.
El club era un lugar con un ambiente muy pecador, iluminado a la perfección, dejando un balance entre la luz y la oscuridad, olía a cigarro y licor, y sin mencionar el bello piano que había en el centro. ¡Cómo me había perdido una fiesta en este maravilloso lugar!
Astaroth luego de que entrara al club corrió hacia las entrañas de aquel lugar para buscar algo, o más bien a alguien. Por consiguiente lo seguí, y justamente cuando todos nos acercamos a la barra de bebidas alcohólicas, Astaroth se abalanzó hacia una chica morena que se veía muy ruda, la cual llevaba un vestido negro muy atrevido, pero a la vez muy hermoso.
— ¡MAZEE! —gritó Astaroth.
Aquella chica correspondió el gran abrazo de aquel demonio, y luego muy confundida dijo:
— ¿As?, pero ¿cómo es posible?
—Una humana me invocó —respondió—. Es una historia larga, pero aquí estoy. Estoy listo para divertirme contigo, quiero divertirme en la Tierra.
—Hola, Maze —Beelzebub le dirigió una sonrisa forzada.
—Hola, Beelzebub —respondió cortante aquella chica—. Y hola humana tan sexy —ella me dirigió una mirada muy pícara—. Ustedes sí que son unos diablillos —se dirigió a Beelzebub y Astaroth.
—No es una aventura, Maze —le respondió Astaroth.
— ¿Y entonces a qué vienes? —me miró detenidamente.
—Scarlett Knight, un placer en conocerte ¿Maze?, ¿demonio?, lo que sea —no sé de dónde saqué las fuerzas para responderle a alguien que me miraba con una mirada ruda, ya que antes aquellas miradas me daban pánico.
—Me agradas —sonrió, remojando sus labios muy explícitamente.
—Quiero hablar con Lucifer —sonreí también. En serio, no sabía que me pasaba, hasta podría jurar que con sólo entrar al Lux me convertí en otra persona, una más atrevida y segura.
—Sí claro, Mazikeen. Ella nos invocó para contactar a Lucifer, y fue porque quiere un favor, ya sabes lo típico del jefe —dijo Beelzebub.
—Por supuesto —Maze contestó—. Pero hay un pequeño problema.
Cuando escuché la palabra problema, no pude contenerme en decir lo que pensaba:
— ¡Ay, no puede ser! Venimos de tan lejos, y el destino nos pone trabas —apreté mis puños, para después recostar mi cabeza en aquella barra, derrotada una vez más.
—Tranquila humana —dijo Astaroth—. Humanos —rio y Maze lo siguió con una pequeña risa de burla.
—Lo que quería decir es que el pequeño problema es que Lucifer no está, y no sé dónde está porque ya no nos hablamos —ella explicó, para luego darle un sorbo a un vaso de licor que ella misma sirvió.
—No puedo creerlo —Beelzebub se recargó en la barra y fijó la mirada en Mazikeen.
—Sí puede ser —respondió tajante—. Ya no hablamos, al parecer cree que yo lo traicioné.
— ¡En serio Mazikeen! —Beelzebub golpeó la barra con su puño—. ¡Sólo tenías una cosa que hacer, y es cuidar a nuestro señor! —él añadió, pero con un semblante demoniaco, puesto que sus ojos se pusieron totalmente blancos.
Un poco asustada por la acción de Beelzebub, me limité sólo a observarlo, estaba un poco paralizada, pero no del todo, ya que pues son demonios, es su naturaleza.
—No es mi culpa —dijo Maze muy retadora hacia la mirada demoniaca de Beelzebub.
—Beelzebub, ¿todo bien? —finalmente decidí a tomarlo del hombro para calmarlo.
De un momento a otro, Beelzebub se tornó relajado, algo que sin duda me sorprendió, sus cambios repentinos de humor, ¿así eran todos los demonios? E incluso ¿así podría ser Lucifer?, esto me tenía asustada ya que a veces así era mi hermano, en un momento específico está bien, hasta me agrada; y luego se transforma de una manera espantosa, su mirada, su semblante, su alma cambia cuando una mínima cosa lo hace enojar, uno de mis mayores miedos desde pequeña.
—Estoy bien —él me respondió.
—Mejor yo me encargo de esto —le dije para después dirigirme hacia Maze.
Beelzebub sólo asintió, mientras que Astaroth testigo de todo eso se estaba riendo por dentro, lo podía percibir.
—Maze, entonces no sabes dónde está Lucifer —me dirigí a ella.
—No —contestó.
—Pero este es su club, cómo no podría estar aquí —dije.
—La cuestión es que él ahora está en un caso —ella dijo, a lo que yo sólo me sorprendí, nunca me imaginé que algo así pudiera pasar.
— ¿El Diablo es policía? —reí sarcásticamente.
—Como lo escuchas —respondió, y luego se acercó a mi oído y me dijo—. No tardará mucho, puedes esperarlo en su pent-house.
—Maze, qué le dices —Astaroth dijo al ver que la morena me estaba susurrando al oído.
—Una cosa, As. Algo que le conviene —la demonio le contestó, sacando levemente su lengua y relamiendo sus lamios una vez más, algo característico de ella.
—De acuerdo, ¿dónde está su pent-house? —le pregunté.
—Mira —le dio un sorbo a su licor—. Te vas al elevador, y te vas al último piso, listo humana Scarlett —tomó el cigarrillo de Astaroth y le dio una gran bocanada.
En realidad era muy extraña la actitud de estos demonios, hacían cosas impredecibles.
—Gracias demonio Maze —le guiñé el ojo, haciendo burla a su actitud atrevida que agarró conmigo, esa acción fue algo que no me esperaba de mí, ¿qué me estaba pasando?
Dicho lo anterior me dirigí hacia el elevador mencionado, y pulsé el botón que me llevaría hacia él. Mientras el elevador subía, podía sentir nerviosismos, me dirigía a los aposentos del ser más temible por todos los humanos, ¿cómo sería el lugar, gótico, elegante, infernal?, aunque viendo la apariencia del club, podía deducir que su hogar iba a ser elegante.
Finalmente cuando se abrieron esas puertas, me quedé maravillada por la vista, una elegante barra de licor al lado, un sillón grande muy elegante, las paredes con una textura exquisita, un piano muy hermoso, una biblioteca variada, una cama muy amplia, todo en ese lugar era de mucho lujo, el Diablo sí que tiene buenos gustos, sin duda alguna.
Me dispuse a recorrer por completo el lugar, pues sólo había visto una pequeña porción, y cabe decir que nunca había estado en un pent-house, y vaya que algunas veces soñaba con tener un lugar así, pero pues la economía.
Mi vista se fue hacia una terraza impresionante, tenía un jacuzzi, una linda vista, un completo hogar, Lucifer no se andaba con rodeos.
—Algún día —me dije a mi misma después de ver la gran ciudad por el balcón.
Aprecié la ciudad por un rato, fijando mi vista por donde vivo, o bueno donde solía vivir, y pensé en un mar de cosas, mi mente se estaba inundando de pensamientos negativos.
De pronto, una sensación de cansancio me invade, rápidamente me apoyo en el barandal de dicho balcón. Mi respiración se tornó pesada, ¡maldición que era lo que tenía! Hasta que mi visión se volvió borrosa, y por consiguiente todo se volvió oscuro.
Pasado un tiempo, un sonido estruendoso me despertó.
—Por un demonio —maldije mientras tomaba mi cabeza, ya que esta dolía mucho.
Estaba en el mismo lugar, parecía que nadie se percató que alguien estaba desmayada en el balcón, ni una sola alma. Ahora que lo pienso, ¿dónde estaban mis demonios invocados?
De repente con mi visión periférica pude apreciar a una mujer de alta sociedad con un arma pequeña salirse por el ascensor.
— ¡Qué carajos! —me levanté, y al hacerlo me percaté que un hombre estaba muerto en el piso de aquel elegante lugar.
Viéndolo bien, y por las descripciones de Beelzebub, me di cuenta de que era él.
—Lucifer —me acerqué a su cadáver, y lo moví lentamente para ver si había señales de vida. Pero nada.
Entonces se escuchó la puerta del ascensor abrirse, mi instinto de supervivencia hizo que me escondiera en la habitación principal, ya que pensé que era la mujer que lo asesinó.
Afortunadamente no era esa tipa, pero era un hombre quien se veía fatal, y se acercó a Lucifer, y para mi sorpresa, él despertó.
«Claro, él es inmortal. Pero pareciera que estaba muerto» pensé al ver aquella escena.
Justamente estaba en un lugar sin luz, donde podía apreciar la conversación de ese par de hombres. Hasta parecía un fantasma viendo a los vivos desde las sombras.
— ¡Estás vivo! —el tipo dijo.
—Sí... sí, parece que estoy vivo, ¿no es así? —Le respondió Lucifer—. ¿Y tú qué haces aquí? —añadió.
—Vine a evitar que Malcolm te disparara —dijo el tipo con una respiración agitada, parecía que hoy no era su día.
— ¿Malcolm? No, no fue ese tipo, yo me encargué de él —Lucifer se levantó, acomodándose su saco elegante.
— ¿Enserio? —el hombre rubio dijo—. Y ¿cómo?
—Bueno le hice una oferta que no pudo... ya sabes el resto —le respondió, pero luego hizo una pausa para mirarlo—. Te ves terrible por cierto, fue un mal día en la oficina —añadió. Esa pequeña broma al final me hizo sonreír, pero no podía reír tan alto o sino podrían verme.
—Ajá sí, eso podría decirse —suspiró aquel hombre devastado.
—Ahora si me disculpas, tengo un evento de caridad y un homicidio que castigar —dijo Lucifer. A lo que en mi mente estaba pensado que ese sí es el verdadero Lucifer, así es como me lo imaginé, un castigador y una persona ¿caritativa?—. ¿Cómo me veo? — le preguntó a aquel hombre, mientras se dirigía al ascensor.
—La verdad es que bien —respondió aquel tipo.
—Sí, es lo que pensé —le respondió Lucifer. Y cuando dijo eso, yo por dentro estaba muriéndome de risa, ¿hay algo que no pueda hacer este Diablo?—. Amm, sírvete un trago, dos si gustas —le sugirió al rubio—. ¿Quién dice que el Diablo no puede ser caritativo? —dijo para finalmente irse por aquel elevador.
Esperé a que se fuera ese tipo rubio, y cuando se fue, por fin pude salir de mi escondite. No quise bajar al club, porque estaba esperando tener un momento a solas con el Diablo, y no lo mal interpreten, solamente deseaba hacer un pacto con él.
Me recosté en el sillón elegante, realmente estaba cómodo, y me dispuse a esperarlo. Un largo tiempo pasó, y finalmente las puertas del elevador se abrieron revelando a Lucifer, quien vestía muy elegante. Cuando él se percató de mi presencia, se quedó pasmado, y luego me dijo:
— ¿Quién eres? —sonrió pícaramente. Sonreír pícaramente sí que es un rasgo muy característico de estos seres infernales—. ¿Vienes por sexo?, aunque déjame decirte que eres muy menor para mí —me miró de pies a cabeza.
Reí ante la pendejada que acababa de decir, luego me levanté de aquel sillón, y por consiguiente le contesté:
—No mi querido Lucifer, yo vengo a hacer un pacto contigo.
— ¿Enserio? —sonrió de lado.
—Sí —asentí.
—Y dime... ¿qué lo que más deseas? —me miró directamente, una mirada cautivadora, muy, muy infernal.
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