𝟏𝟖. 𝐓𝐢𝐜 𝐭𝐚𝐜.

23 de febrero de 2006.

Como si se tratara de alguna especie de analogía, aquella tarde las nubes se habían desquebrajado, y llovía al mismo compás en el que Yuuna dejaba que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas, cobijada con el abrazo de sus padres, que por más fuerza ejercida ante su propio cuerpo, nada funcionaba para recoger y pegar los trozos de su corazón roto, una ruptura causada por una ausencia irremediable.

En sus brazos yacía una fotografía, enmarcada por fina madera de roble oscuro, volviendo todo el sitio mucho más lúgubre de lo que era capaz de serlo en un primer instante. Un posible intruso y una familia rota que se aferraba al único recuerdo que les quedaría del muchacho que les habían arrebatado de la misma manera en la que les habían sido robados sus sueños, ilusiones, metas y deseos.

Tras un largo rato de llanto en el que los dos mayores intentaban apaciguar los lamentos de su hija menor, el padre dejó un beso sobre su cabeza, permitiéndole quedarse en soledad junto a la pequeña vasija negra que contenía lo que alguna vez había sido su astuto hermano menor. De la habitación salieron los dos en compañía de un muchacho con el cabello teñido de gris.

Suavemente, la muchacha pelinegra acaricio la porcelana del recipiente, intentando asemejar al mismo roce de sus dedos sobre el rostro del menor en lo que algún día había sido su mejilla cada vez que sus planes se frustraban y rompía a llorar en lo más profundo de su habitación.

— ¿Por qué hiciste todo esto, cerebrito? ¿realmente valió la pena que hayas entregado tu vida por una chica que jamás te miró con los mismos ojos que tu la mirabas? — ríos seguían desembocados desde sus lagrimales a medida que hablaba — ¿sabes el vacío que estás dejando en todos nosotros justo ahora...? Yo... desearía tanto poder cambiar nuestro sitio y ser yo quien estuviera en el sitio equivocado. Tú no merecías nada de esto, Tetta, nada. — otra ola de llanto salió del centro de su pecho, rasgándole las cuerdas vocales y el pecho — ni siquiera... ni siquiera pude decirte adiós... ¿cómo voy a vivir sin ti? ¿sin mi hermanito, mi cómplice?

Justo al terminar de hablar, escuchó unos cuantos picoteos a la puerta, los cuales terminaron por devolverla a la realidad. Incomoda, peinó ligeramente su cabello azabache usando las manos e intentó guardar la normal rectitud que le obsequiaba su carácter hasta el momento en el que, al abrir la puerta, encontró frente a sí al mismo chico de cabello gris sosteniendo un ramo de flores lavanda, las favoritas del más pequeño de la casa. Sin más dilación y deseando deshacerse de sus defensas, Yuuna se derrumbó una vez más en los brazos del chico, quien acariciaba su largo cabello cuidadosamente, escuchando sorbidos y gimoteos ahogarse entre su camisa negra.

Yun — habló con suavidad tomando a la muchacha por el mentón para mirarle — no quiero interrumpirte, pero hay alguien fuera buscándote.

— ¿Eh? — la inesperada visita le hizo removerse las lágrimas de los ojos, alejándose del chico para dejar las flores junto a la vasija — ¿quién es? — replicó en una mezcla de angustia y molestia — Tetta no tenía amigos.

— No me dijo su nombre, solo dijo que quería hablar con alguien de la familia de Kisaki, además... — con una mano, el chico se aflojó el cuello de la camisa — no creo que su aspecto sea muy... grato para tus padres.

Dicho pareció funcionar como la clave indicada para que Yuuna abriese los ojos y se percatase de lo que Takumi, su amigo, intentaba decirle. Sin más dilación volvió a acomodarse el cabello enmarañado y retomó su postura recta, andando por el pasillo de su casa hasta el umbral de esta.

De frente se encontró con un muchacho al que jamás había visto: aun sobre la motocicleta en la que andaba, lucía sumamente alto, cabello oscuro despeinado en el que resaltaban mechones dorados, llevaba puestos unos pantalones flojos de color oscuro y una camiseta blanca, mientras que entre sus dedos sostenía un cigarrillo cuya luz estaba casi extinta. A cuestas, en su espalda, llevaba una mochila de buen tamaño.

— ¿Hola? — interrogó más que saludar

El muchacho dio una última calada al cigarrillo y lo aplastó con una de sus sandalias — Soy Hanma Shuji — el nombre instantáneamente impactó en sus recuerdos, haciéndola entreabrir la boca — shhh... necesito que me escuches.

La pelinegra dejó de lado el cúmulo de sentimientos que le provocaba la presentación de la misteriosa figura de aquel que su hermano más de una vez le había mencionado como el dios de la muerte, fijándose en los dos tatuajes que adornaban el dorso de sus manos. Cruzada de brazos, dio un paso hacia adelante, con Takumi detrás.

— Te escucho.

— ¿Sabes las cosas en las que tu hermano estaba metido?

La muchacha resopló — ... sí, jamás estuve de acuerdo, pero... lo sabía. Sus metas por ser el mejor delincuente de Japón y esas cosas.

— Sí... digamos que eso fue lo que lo llevó a su actual destino — la muchacha hizo una mueca — eh, eh, tranquila, déjame explicarte sin tantos rodeos: lo que quiero decir es que, los tipos a los que intentaba aplastar tu hermano, la Tokyo Manji Gang, son los que terminaron ocasionando todo esto y ahora yo estoy siendo su chivo expiatorio — Hanma río por lo bajo — ... no lo parecía del todo, pero yo apreciaba a tu hermano, y quiero cumplir con lo que él no pudo en un primer momento, pero justo ahora necesito algo de ayuda.

— ¿A que te refieres con "ayuda"? — Takumi se pronunció detrás de Yuuna

— La policía me está buscando por todo lo sucedido ayer. La Toman no solo mató a tu hermano, también mató a otras dos personas inocentes — la noticia pareció no inmutar a ninguno de los dos chicos, a lo que Hanma se mostró complacido — ... y tengo que huir.

— ¿Y que se supone que yo tengo que hacer?

— Mira, Kisaki...

La pelinegra interrumpió — Yuuna.

Él sonrió de forma socarrona — Vale, mira, Yuuna: vas a comenzar a relacionarte con gente muy peligrosa, pero es lo que hará falta para poder ir tras todos los que orillaron a tu hermano a todo esto. La Tokyo Manji está en su punto más alto, no les tomará mucho tiempo tomar control no solo de esta ciudad sino de más sitios del país. Mientras todo eso ocurre, tú y yo estaremos creando una nueva organización por debajo de la mesa en la que tendremos de nuestro lado a todos los que alguna vez la Toman tuvo como rivales.

— ¿Y cómo se supone que voy a encontrar a esas personas?

— Yo lo haré por ti, tú te encargarás de traerlos a nuestro bando. — confiado, él sacó otro cigarrillo del bolso de los pantalones, colocándolo entre sus labios antes de encenderlo — tu hermano era un genio de la manipulación.

— ¿Crees que aprendió por obra divina? — reconoció ella con orgullo, aumentando el tamaño de la sonrisa en el otro — ... si es por él, me moveré entre el cielo, el mar y la tierra, Hanma.

— Excelente, entonces, estaremos en contacto. ¿Tienes número de móvil?

— Ella no, pero yo sí — el muchacho de pelo grisáceo pasó al lado de ella, acercándose al otro chico y extendiendo hacia él el aparato — anota lo que tengas que anotar aquí.

— Perfecto — mientras tecleaba un par de dígitos, volvió a pronunciarse — responderás cualquier número por el cual entren llamadas, irás exactamente con quien yo te diga, y te acercarás con quien yo te diga, ¿vale? Ante cualquier negativa, eres la enviada del dios de la muerte. ¿Está claro?

— Completamente — la muchacha caminó decididamente hacia él y extendió su mano, a modo de cerrar un trato. Sin embargo, antes de que el más alto pudiese corresponder al apretón, ella retiró la mano — antes de concretar todo...

— ¿Sí?

— No me importa una mierda lo que hagas, las personas que consigas o a donde vayas, recuerda que esto se trata de mi hermano — espetó con determinación — así que no me interesa lo que tengas en mente, la cabecilla de todo esto voy a ser yo.

Los ojos ambarinos de la chica se clavaban decididamente en los del otro chico, externando hacia él la firmeza en la repentina decisión que había tomado. Con los brazos repentinamente cruzados, dejó pasar un par de segundos en silencio mientras Takumi se acercaba a ella, cuidándole la espalda.

Hanma chasqueó la lengua antes de hablar — ... El parentesco es realmente notorio entre ustedes — esta vez, fue él quien extendió la mano hacia ella — tenemos un trato, Yuuna.

Tras haber sellado el pacto, los dos muchachos entraron nuevamente hacia la vivienda de la familia Kisaki, en donde la muchacha se dirigió nuevamente al sofá en el cual descansaba el cuadro de su difunto hermano mayor, tomándolo y abrazándolo con fuerza. Takumi se acomodó detrás suyo, reposando sus manos sobre sus hombros, acariciándole los hombros, encajando sus ojos aguamarina en ella y su melancólica apariencia.

— Yuuna — murmuró el muchacho con suavidad — ¿estás segura de todo esto? La policía dijo que tu hermano...

— No me importa una mierda lo que la policía tenga que decir sobre él — replicó la pelinegra aferrándose duramente a la fotografía enmarcada, dejando que nuevamente un par de lágrimas se deslizaran sobre sus mejillas — él me dijo que ese día, justamente ese día iría a deshacerse de todos de una vez por todas, que tenía un plan perfecto para conseguir su objetivo y... ni siquiera volvió a casa, Takumi — la muchacha se giró hacia él, con el ceño fruncido — esto no es una simple coincidencia, ellos me lo quitaron... y van a encargarse de pagarlo. — tras su sentencia, guardó silencio por un instante, cambiando su expresión por una mucho más apacible — ... ¿estarás conmigo en esto?

— Como lo he estado siempre, Yuuna. 

Sin nada más que decir que bienvenidxs al 2do arco de neverland.

Opiniones aquí. <3

Besitos besitos chau chau

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top