𝟏𝟕. 𝐏𝐨𝐥𝐯𝐨 𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐝𝐚𝐬.

Advertencia: contenido sexual (+18)

El apartamento que antes parecía ser un sitio sumamente helado hasta para cualquier amante de la nieve ahora aguardaba entre sus paredes la esencia húmeda de los perfumes que se entremezclaban mientras los chasquidos de dos lenguas apaciguaban el silencio y rebotaban en el eco de la oscuridad. En su estómago se producía un cosquilleo que parecía encarnársele en las entrañas, algo nuevo que difícilmente podría compararse con alguna otra situación en la que también la adrenalina le estuviese acelerando el pecho de dicha forma.

Y aun con todo lo que estaba sucediendo, y con el cúmulo de sensaciones que su cuerpo parecía recién despertar y experimentar, el único pensamiento que estaba dentro de su mente era lo diferente que se sentía su piel bajo sus dedos en ese momento: tibia, mucho más tersa que otras que hubiera tenido oportunidad de tocar, aunque aquella era una comparación injusta, puesto que antes de él jamás se había sentido tan embriagada por algo que no fuese alcohol, a tal grado en el que terminó inmiscuyendo las manos entre la camisa y una espalda ajena, acariciándole con frenesí.

Recién llegados al apartamento del muchacho, tras haberse descalzado, la pelinegra no pudo evitar lanzársele encima, rodeándole el cuello con los brazos mientras se colocaba de puntillas para compensar la diferencia de alturas. Un sorprendido Haruchiyo limitó sus acciones a sumarse al vaivén de sus labios desesperados, cerrando los ojos mientras su ritmo cardiaco comenzaba a acelerarse. En menos tiempo del que hubiera querido, se descubrió a sí mismo caminado a oscuras hacia su alcoba, sentándose sobre el colchón. Una torpe Misaki se detuvo por un par de segundos, confusa por cual debía ser el siguiente paso.

Por su mente pasó el pensar que hubiesen hecho sus amigas en dicha situación, hasta que una mano pálida se hizo ver entre las sombras: Haruchiyo, recargado en la cabecera de la cama, le ofrecía su agarre. Una avergonzada Misaki terminó aceptándolo, sintiendo un tirón que la dejó con el rostro frente al suyo, contemplando sus ojos azules, un par de faros entre la oscuridad.

— ¿Te sientes cómoda? Podemos parar si quieres.

La muchacha asintió — Estoy bien... Quiero seguir.

— Vale, ahm... puedes acomodarte sobre mí, si quieres.

La idea de explicarle como era el procedimiento para hacer eso cual si fuera un instructivo era sumamente raro, pero lo que menos quería era hacerla sentir mal con respecto a dicho tema. Aun cuando estaba deseando hacer un millón de cosas con ella y su cuerpo, respiraba intentando encontrar paciencia.

Recomendación: reproducir la canción de multimedia o playlist (I wanna be yours – Arctic Monkeys)

Misaki repitió el gesto anterior y sin más dilación se colocó a horcajadas sobre el muchacho, sin mucha idea de cual era el siguiente paso. Sintió de un momento a otro la mano de Haruchiyo inmiscuyéndose entre su melena, y acercando su rostro al propio, uniéndose en un beso mucho más cargado de deseo, llevándolos así al punto actual en el que Misaki se había separado de sus labios mientras con torpeza y ansiedad desabotonaba su camiseta, a la par que el hacía descender el cierre trasero en el vestido blanco. Un escalofrío se adueñó de su columna ante el tacto, y, en conjunto con un repentino beso depositado en su cuello, dejó salir un a penas audible jadeo del sitio más recóndito de su garganta.

Él, complacido y tomándolo como una luz verde, aumento la intensidad de estos, recorriendo con su lengua el camino desde su cuello hasta las clavículas donde el vestido ya se había soltado, haciendo que la muchacha murmurase por lo bajo e introdujera las manos entre su alborotado cabello. En un movimiento, Misaki de deshizo de la camisa que a penas se sostenía al torso de él, arrojándola a un lado de la cama, dejándose llevar por la reciente temperatura de su cuerpo y la necesidad de más.

Los dedos del muchacho tomaron con delicadeza los tirantes de la prenda, deslizándolos por sus brazos y dándole la oportunidad de encontrar debajo de este un sostén de color similar al del vino que habían usado en un incómodo brindis horas atrás. Le miró a los ojos con un ademán de súplica, y asintiendo, consintió que él zafara el agarre de la prenda, dejando sus pechos al descubierto ante sus ojos.

Atónito, Haruchiyo pasó saliva, acercando su manos para acariciar la piel recién descubierta y provocando en Misaki un ligero respingo. Espero a que ella diera una señal para continuar, y en cuanto lo hizo, llevó el pulgar hacia uno de sus pezones, girándolo en círculos sobre dicho botón. Sintió a la pelinegra arqueando la espalda y, colocando la mano libre para sostenerla por ahí, acercó su boca al otro seno, introduciendo el otro pezón dentro de su boca, haciendo ligeras succiones y lamiendo cuidadosamente sobre este.

— Ah... ay, Ha-Haru — gimió entre suspiros, acelerando mucho más el frenesí del ojiazul, que hacía a su boca viajar entre ambos pechos, brindando especial consentimiento a ambos.

Con las uñas de Misaki arañándole sobre la piel desnuda de la espalda, el muchacho sintió una peculiar pero común sensación en la zona bajo su cadera, y los placenteros quejidos de ella no hacían más que aumentar el tamaño de la que ya era una notoria erección entre las piernas de ella, que si bien no terminaba de comprender por completo lo que ocurría ahí, tenía que admitir que su roce se sentía increíble.

En un ágil movimiento, Haruchiyo aprovecho el agarre de su espalda para girarla sobre sí y dejarla boca arriba sobre el colchón, tomando los lados del vestido y mirándole fijo.

— ¿Puedo sacarte este? — Misaki asintió sin pensarlo — vale.

Y es que no había que pensar realmente, el simple hecho de que fuera él quien se encargaba de besarla y sacarle la ropa le brindaba una seguridad inmensa que, en conjunto con el deseo que le provocaba encontrarlo de frente suyo desabrochándose el cinturón con esos pálidos pero trabajados brazos por los cuales las venas verdosas alcanzaban a traslucirse le desbocaban el pecho y la hacía ansiar por algo más.

Despojado del cinturón y los pantalones, el muchacho se acomodó sobre ella, con ambos brazos a los costados de su cuerpo, inclinándose ligeramente sobre su rostro, siendo recibido por sus ansias, que la habían llevado a colocarle los brazos alrededor del cuello intentando que se unieran en un beso nuevamente, a la par que enroscaba sus piernas alrededor de su cadera, intentando obtener de nuevo el placer que había encontrado momentos antes de que le sacara el vestido. Aun con la ropa interior encima, toda la explosión de sensaciones que él le creaba se sentía sumamente vívido.

Entre medio del beso, él descendió una mano hacia la entrepierna de ella, introduciéndose debajo de su ropa interior, toqueteando la entrada y el clítoris, haciéndola gemir su nombre una vez más. Cuidadosamente sacó la mano, apartó la tela de las bragas e introdujo dentro suyo el dedo medio, inspeccionando si la lubricación era la necesaria para continuar.

— ¡ah, ah, ah! ¡ay, Haru, ah! — cada sonido de su boca salía al mismo compás al que el dígito se movía dentro suyo. Un interior que ya se hallaba completamente húmedo.

Extasiado, Haruchiyo se apartó ligeramente de su rostro buscando su mirada, alcanzando a vislumbrar sus mejillas rojas entre la penumbra.

— Misaki — espetó con la voz ronca — ¿quieres...?

Ella asintió antes de que él terminara la frase — Sí, solo... ten cuidado.

— Lo tendré, no te preocupes — sonriente, le depositó un beso sobre los labios y se alejó con rumbo a la mesita de noche.

De ahí, tomó un pequeño envoltorio de plástico que dejó sobre la cama antes de comenzar a sacarse los bóxers. Curiosa, Misaki tomó el paquetito y se giró sobre su cuerpo para volver a dejarlos sobre la mesita, con cierta pena repentina. Cuando Haruchiyo estuvo de vuelta encima suyo, sin prendas encima, intentó encontrar el condón con la vista, pero sus esfuerzos eran en vano.

— ¿Viste el...?

— Sí, no hace falta — él muchacho arqueó una ceja — te lo prometo.

— ¿Estás segura? ¿tomarás la píldora o...?

— Te lo explicaré después, confía en mi — murmuró con una mano sobre la mejilla de él, acariciándolo. El pelirrosa tomó su mano para dejarle un beso sobre el dorso.

— Vale... eh, voy a quitarte esto, ¿está bien?

— Está bien.

Cuidadosamente, el muchacho tomó el borde de las bragas, deslizándolas con cuidado a través de sus piernas. Volvió a tomar la posición anterior con delicadeza, estando sobre ella, y una vez sintió que las piernas ya se habían enrollado sobre su cadera, acomodó su miembro sobre la entrada, comenzando a dar ligeras embestidas para no hacerle daño, aunque para su sorpresa, escuchó un gemido escabullirse de sus labios al mismo tiempo que, al sentirse completamente dentro, él entornaba los ojos.

Con Misaki, las miradas eran más que suficiente para saber si estaba haciendo algo mal o algo bien, y entre la oscuridad, sus ojos parecían gritarle que todo estaba perfectamente, mientras que al mismo tiempo clamaba a los cuatro vientos todo el amor que era capaz de sentir por él. Entre los movimientos de su cadera embistiendo su interior, se inclinó para volver a besarla, separándose de sus labios solo para dejar escapar el placer de sus gargantas al unísono.

Haruchiyo estaba completamente seguro de que lo que estaba pasando en su cama no se comparaba en lo absoluto al sexo cotidiano que solía tener casi a diario. Estando entre las piernas de Misaki, con sus manos y uñas enterrándose sobre su cabello, sabía que la sombra que había estado acechándole por tantos años se había esfumado.

...

Con la luz colándose por la ventana, Misaki sintió que la persona que dormía al lado suyo no era Haruchiyo sino un ángel que había robado su sitio. Pestañas del color de la nieve ocultando sus ojos azules, piel que parecía brillar ante los amagos de sol mechones rosas esparcidos alrededor de su rostro. Una sonrisita boba se formó en su cara y no pudo evitar acariciarle la mejilla, provocando que él se despertara completamente sobresaltado.

Al encontrarse con la mirada preocupada de Misaki se relajó, dejando salir un suspiro mientras se dejaba caer de nuevo en la almohada, tomando la mano que lo había expulsado de sus sueños para presentarle uno mucho mejor frente a sus ojos y dejar un beso sobre esta.

— ¿Estás bien?

— Ahora lo estoy... buenos días, cariño — dijo con una sonrisa, atrayendo el cuerpo de ella hacia él y dejándola recostarse sobre su pecho — me alegra... — un bostezo lo interrumpió — me alegra mucho despertar contigo.

— A mí también, Haru — musitó con los labios contra su piel, dejando un beso sobre esta.

...

Durante la misma mañana, una adolorida Yui abrió los ojos en una amplia cama solitaria. No tenía ropa, y el que había dormido a su lado durante esa misma noche parecía haber desaparecido aun cuando ella estaba segura de haberle pedido entre sueños que no lo hiciera. Sintió una espina en el corazón, la cual intentó disipar meneando la cabeza de un lado a otro, cosa que solo parecía aumentarle la resaca.

Se cubrió el cuerpo con las sábanas, intentando averiguar donde era que había dejado su bolso mientras tropezaba con su ropa regada en el piso. Más temprano que dió con lo que buscaba en una mesa de la habitación, tomando el teléfono, el cual había apagado apenas habían llegado a la suite del motel. Cuando lo hubo encendido, encontró en él varias llamadas de Azami y otro par de un número desconocido, pero no había rastro de su hermana. Herida, pero sintiéndose culpable de la misma manera, abrió la bandeja de mensajes, encontrándose con otro número que tampoco estaba registrado pero que habían conseguido llenarla de felicidad.

Contenta, se llevó el móvil al pecho, sonriendo ante la idea de que lo que había sucedido no solo se trataría de una cosa efímera, sino que podría convertirse en algo más.

Una vez el arranque de alegría se le hubo pasado, recogió sus ropas del piso y se dirigió a darse una larga ducha. Cuando estuvo limpia y vestida, encontró su billetera vacía, recordando que la noche anterior Ran les había dicho que no hacía falta que llevasen dinero, por lo que ahora era incapaz de volver a la residencia por cuenta propia. Tragándose el orgullo, digito en el teclado del teléfono un número que conocía de memoria, dejando que los tonos sonasen.

¿Qué? — como era de esperar, Yukari sonaba sumamente hastiada al otro lado de la línea.

— ¿Puedes prestarme algo para el taxi?

Eres una estúpida. — reprendió — ¿dónde estás?

— ... No lo recuerdo. Solo sé que es un motel.

Envíame tu ubicación, voy para allá. — y terminó por colgar.

Resignada, la muchacha hizo lo que le habían ordenado y bajó a la recepción para entregar las llaves de la habitación y esperar a su hermana, quien tardó mucho menos de lo esperado en llegar.

Seguramente ella sí había pasado por su casa, pues no usaba la misma ropa de la noche anterior, ni había rastros de maquillaje en su cara. Molesta, la mayor de las gemelas la miraba fuera de la entrada del motel con los brazos cruzados, perdiendo su posición únicamente para tomarla de la muñeca y arrastrarla rumbo a un auto negro de cristales polarizados.

— Mírate — espetó — pareces una prostituta, Yui. — la castaña se detuvo frente a la puerta del coche y se giró a su hermana para verla — ¿Cuándo vas a comenzar a actuar como alguien de tu edad, eh? ¿Cuándo tengas cuarenta estarás actuando como veinteañera? — la otra no dijo nada, conformándose con mantenerse cabizbaja.

Irritada ante la falta de respuestas, Yukari abrió la puerta trasera y le dijo a su hermana que entrara. Ya en el vehículo, se sorprendió al encontrarse que Kakucho, el chico con el que la mayor había estado conversando toda la noche, era quien conducía.

— ¿Puedes llevarnos a la residencia?

— Claro, no te preocupes.

Y en un largo trayecto, la menor se quedó enmudecida en el asiento de atrás, teniendo como único consuelo los mensajes del muchacho de ojos violáceos, quien había dejado en ellos una promesa al aire de volver a verse otra noche. Eso, y la reciente incógnita de en qué momento era que su hermana había terminado volviéndose tan cercana con el pelinegro como para dejarle colocar su mano por encima de su muslo justo después de haber cambiado la velocidad del coche.

AYYYYYYYY HOLA

Espero este cap les guste, básicamente en esta parte se abre como un segundo arco de la historia que prontito verán de que va, no se estresen uvu

En otras cosas, justo hoy salió el CB de Tenjiku y colocaron a Rin como mejor novio y a Sanzu como uno de los peores JAJAJAJA pero como dijo una vez una persona sabia que yo conozco (cof cof Tsumi cof cof): me paso el canon por los cojones.

En fin, a mi este cap me gto mucho uvu espero a ustedes igual, recuerden que pueden comentar los caps más chido si se meten a mi grupo de lectorxs, jsjsjs, pásense por ahí<3

Línea para despedirme, recordarles que tomen awita, q lxs tqm y que se cuiden (ah, y que dejen un comentario y voten tmbn) byeee<3

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