𝓐𝓷𝓽𝓮𝓼 𝓭𝓮 é𝓵 : 𝓬𝓾𝓪𝓽𝓻𝓸

Cyra se había convertido en mi compañera de ajedrez favorita desde el inicio del tercer año en la academia. Habíamos desarrollado nuestra propia forma de comunicarnos en silencio, una habilidad que ella me había enseñado. En su vida pasada, Cyra había sido muda, y por eso se comunicaba a través del lenguaje de señas. Hablar en silencio mientras jugábamos ajedrez era nuestra forma especial de conectar sin interrupciones.

Mientras discutíamos estrategias en una partida intensa, Cyra movió su torre hacia el flanco derecho del tablero, provocando un movimiento defensivo de mi parte. "Nos queda un año para terminar la academia, Cel", comentó mientras consideraba su siguiente jugada. "¿Todavía deseas que te asignen a la crianza de almas?"

"Es exactamente lo que más deseo" respondí con determinación, contemplando mi siguiente movimiento con cuidado.

Bajo las reglas de las criaturas divinas, no podía invitar a Cyra a pasar el rato a mi hogar después de la academia, pero tenía un truco bajo la manga: a veces le pedía a Bimba o a Vef que nos programaran citas consecutivas en sus consultas. Así, aprovechábamos los escasos 25 minutos de privacidad para charlar y compartir nuestra complicidad adolescente. A nuestros 17 años, no entendíamos del todo el riesgo que corríamos con estas pequeñas travesuras, pero Bimba y Vef siempre complacían mis caprichos.

—Quiero dedicarme al entretenimiento. Cantar siempre fue mi sueño en vida; obviamente, era imposible, pero aquí jamás lo será—Cyra era un alma con todas las cualidades para ser una gran artista en el paraíso. Tenía belleza, carisma y una voz magnífica. La admiraba.

—Deberían elegirte, serían idiotas si no lo hicieran.

—¡Shh! Cel, no hables así de nuestras respetadas y queridas criaturas divinas—dijo Cyra en tono burlón. Ambas sabíamos que estábamos en un espacio seguro, pero preferíamos ser cuidadosas—. En fin, mañana nos van a entregar los resultados de nuestro desempeño, así que tendremos una idea más clara sobre el futuro.

—Estoy ansiosa, ya quiero ver ese maldito resultado...

—¡Cel, otra vez! Maldecir no está bien—esta vez Cyra fue un poco más seria con su regaño, pero seguía mirándome con diversión.

—Niñas, les quedan cinco minutos—Bimba entró en la consulta y se sentó en su escritorio. No le presté demasiada atención, pero percibí un tono de cansancio o frustración en ella.

—Mañana también es la entrevista con los ángeles. Estoy realmente nerviosa—añadió Cyra—. ¿Con qué forma crees que se presentarán?

—Humana, siempre lo hacen así—respondí. Aunque nunca había visto a un ángel en persona, salvo aquella vez desde lejos en la escuela, había leído mucho al respecto. Por respeto y consideración, los ángeles no mostraban su forma verdadera a las almas humanas; se decía que si lo hicieran, las almas experimentarían un terror y asombro inimaginables, lo que les impediría descansar en paz.

—Mi número de entrevista es el 56... será una larga espera.

—Tengo el número 12, te lo cambio—saqué rápidamente mi ticket del bolso y se lo tendí a Cyra. Ella dudó en aceptarlo, pero finalmente, con lentitud y nerviosismo, lo recibió y me entregó el suyo. Ella no lo sabía, pero yo no asistiría al día siguiente. Bimba me había dado una orden de reposo por una lesión de accidente doméstico. Estaba tratando de protegerme al máximo del contacto directo con los ángeles.

Mentir estaba estrictamente prohibido en el paraíso; mentir a los ángeles era una falta que se pagaba con dolor. El estómago se me revolvía al saber que las almas que más amaba estaban poniéndose en riesgo por protegerme.

—Te quedarás en casa por un mes entero si todo resulta bien, argumentaré que has cogido la gripe del alma. Ha habido un reciente rebrote, así que no lo notarán extraño. Sin embargo, es posible que nos pongan en cuarentena.

—Sabes que respeto y valoro lo que hacen por mí, que no los cuestiono y que no hago preguntas, pero...

—Cel, haces miles de preguntas—dijo Bimba riendo con ternura.

—Ya, pero no me las responden, así que es lo mismo.

—No es así, siempre te respondemos. Solo que a veces no podemos ser tan explicativos.

—Creo que estoy lo suficientemente preparada ya.

Bimba alistaba sus cosas para marcharnos a casa. Vef llamó a la puerta y entró, descubriéndonos en una acalorada y desafiante conversación.

—Cel, cariño. Sé muy bien que estás preparada ya, es solo que hay cosas que ni siquiera yo comprendo, y solo hago lo mejor que puedo, es todo.

—Ya están teniendo otra de esas conversaciones—añadió Vef con su calidez habitual. Puso sus manos sobre mis hombros y besó con ternura mi nuca—. Mañana, cuando nos envíen a casa tu informe, tendremos todos una conversación.

—Si no me asignan como responsable del cuidado de almas, les juro que voy a quemarlo todo— Vef y Bimba no me regañaban por dirigirme mal sobre los ángeles o el paraíso, pero me miraban con cierta desaprobación, o quizás se trataba de preocupación.

Dado que no asistiría a la academia por un tiempo, mi informe de resultados llegaría por carta a casa. Normalmente, recibiría mi informe, luego tendría una entrevista con los ángeles, y después recibiría otro informe complementario basado en eso. Con todo ese análisis, mi futuro quedaría sellado y cursaría el cuarto año preparándome con prácticas y clases específicas para mi destino.

Aunque aún era posible que reprogramaran mi entrevista, los ángeles eran tan estrictos con sus plazos y tan egocéntricos con su tiempo que dudaba que lo hicieran. Finalmente, mi informe llegó. Más de veinte páginas con información sobre mí y mi desempeño a lo largo de los años en la academia. Lo más importante era el apartado de resultados. En casa, todos estábamos en cuarentena, reunidos alrededor de la mesa, expectantes por la nueva información.

—Mis maestros han validado y apoyado mi formación como Cuidadora de Almas—una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro, me precipité a abrazar a Petunia. Estaba tan agradecida con ella por educarme. Todos estaban felices por mí. Cada uno me abrazó y me entregó palabras de cariño. Regresé a mi lugar y seguí leyendo mis resultados. No me sorprendió tanto que indicaran que no tenía aptitudes para otras profesiones, ni siquiera como Guardiana de la Naturaleza. Después de todo, había sido tan determinada en formarme como cuidadora que solo me había enfocado en las materias que me llevarían a eso.

De repente, algo en una de las últimas hojas del informe llamó mi atención. Entre el gran número de firmas y responsables del informe, se encontraba el nombre de una querida y conocida alma mía: Jo, quien ahora firmaba con su nuevo nombre, Dawnwhisper Jo. Solo aquellos con cargos importantes o quienes se relacionan estrechamente con los ángeles tenían el derecho de adoptar un apellido. Y sobre eso, algo importante que no había mencionado es que las almas, si bien recuerdan muchos detalles de su vida pasada, no recuerdan nombres, ni el suyo ni el de nadie con quien se relacionaron alguna vez en vida.

Jo había prometido que haría todo lo posible para protegerme, y aquella firma era la evidencia de que estaba cumpliendo con su palabra. Lo extrañaba demasiado.

—Ustedes prometieron que tendríamos una conversación—aclaré—, pueden comenzar. Les escucho. 

Petunia se levantó, su largo y sedoso cabello blanco estaba arreglado en una preciosa coleta. Su rostro amable se veía acongojado; notaba que lo que estaba a punto de decir realmente le costaba mucho.

—Quiero que sepas, cariño, que si tardé tanto tiempo en hablar no ha sido por un deseo de mentirte. Es complicado. No tenía las respuestas para ti, todo era confuso, y solo gracias a Jo he podido ir armando las piezas del rompecabezas.

Arqueé una ceja. Sentí un nudo en mi garganta al pensar en Jo.

—Todavía no tenemos todas las respuestas —continuó—, pero tienes que saberlo. Desde que llegaste a este hogar, noté cosas raras. Tu presencia era nueva, diferente. Siempre lo pude percibir. El hecho de que no consiguieras tener tus recuerdos no era algo al azar, mucho menos algo común, pero buscar información, hacer o decir cualquier cosa que perturbara el orden del paraíso era correr un gran riesgo. Y temía que te quitaran de mi lado.

—Todos nosotros notamos lo que provocabas en nosotros, Cel —agregó Vef—, y hemos hecho todo lo posible para hacerte pasar desapercibida, impidiendo tu relación con los ángeles.

Bimba intervino, su voz suave pero firme:

—Cel, debes entender que los ángeles cuidan y mantienen la paz en el paraíso, pero no son realmente amables en su trato con las almas. Algunos son indiferentes, otros pueden ser realmente malos. Hemos visto cómo tratan a otros que consideran diferentes o que perciben como una amenaza. No queremos que te pase lo mismo.

Petunia asintió, sus ojos llenos de preocupación.

—Hemos hecho todo lo posible para protegerte, para mantenerte a salvo. Pero sabemos que no podemos ocultar esto para siempre. Hay algo especial en ti, algo que podría llamar la atención de los ángeles. Y eso te pondría en peligro.

Vef continuó, mirando a Celestia con seriedad.

—No sabemos toda la verdad, pero sabemos que eres diferente. Y esa diferencia, si se descubre, podría tener consecuencias graves. Por eso Jo se ha esforzado tanto en protegerte, incluso desde la distancia.

—Queremos que estés preparada —añadió Bimba—. No sabemos qué pueda pasar, pero queremos que sepas que estamos aquí para ti, siempre.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Siempre me había sentido diferente, pero no en el buen sentido. Sentía que no tenía ningún talento especial, que no encajaba en ningún lugar. Me costaba creer lo que mis almas queridas me estaban diciendo. ¿Podría ser cierto que había algo especial en mí, algo que valía la pena proteger? La incertidumbre y el miedo me envolvieron.

—Sé que ustedes no van a mentirme...—tenía la mirada gacha, y de pronto me sentí mareada, con dificultades para respirar—, pero lo que me están diciendo es tan difícil de asimilar. Me siento extraña. Por un lado pienso que están jugándome una broma, por otro pienso que deben estar confundidos, y finalmente hasta estoy molesta porque hayan esperado casi a que termine la academia para decir todo esto.

—Te lo dije—aclaró Petunia—, no tenía todas las respuestas a las rarezas. Hay algo más—dijo, su voz temblando ligeramente mientras la habitación parecía oscurecerse un poco, una tensión palpable llenando el aire—, tú llegaste a esta casa cuando ya eras una niña, ya tenías ocho años.

Nuevamente hizo una pausa, el silencio se hizo pesado y sentí un escalofrío recorriéndome la espalda.

—Vino un ángel y te asignó a mí. Me entregó tu escritura y me dijo que debería ocuparme de ti en adelante. Tú estabas dormida, al despertar intenté hacerte preguntas, pero... no recordabas nada. Así que empezamos desde allí.

Vef continuó—, Sabíamos que eras diferente, pero no comprendíamos la magnitud de tu diferencia. Te vimos crecer y desarrollar esa capacidad de hacer que las almas a tu alrededor se sintieran... más vivas.

Bimba intervino, su voz era grave y llena de preocupación—, No queríamos ponerte en peligro. Los ángeles mantienen la paz aquí, pero no siempre son justos con las almas. Hay secretos oscuros que ellos guardan, y temíamos que si reparaban en ti, te harían daño.

Mis emociones estaban en conflicto. Sabía que mis seres queridos solo querían protegerme, pero la revelación de estos secretos tan tarde me llenaba de frustración y confusión.

—Entonces...—susurré, tratando de calmar mi mente acelerada—, ¿qué se supone que debo hacer ahora? ¿Cómo puedo vivir sabiendo esto?

—Nada tiene que ser diferente, cariño—habló Petunia—, como sabes, hemos estado haciendo todo lo posible para que puedas existir con normalidad, como cualquier otra alma. Mantener el secreto por más tiempo solo te mantendría aún más en peligro. Sabemos que nada asegura que nuestro plan sea exitoso, así que debes estar preparada para lo que sea cual sea tu destino.

Repasaba en mi cabeza la nueva información. ¿Quién era yo entonces? ¿Por qué un ángel me dejó con Petunia cuando ya tenía ocho años? ¿Qué había sido de mí antes de eso? El dolor de cabeza me aumentaba.

—Aquel ángel que me dejó, ¿no dijo algo más?

Petunia negó con la cabeza—, solo me entregó los papeles que te acreditaban como alma divina, que estaría bajo mi responsabilidad hasta que consiguieras tu labor una vez crecieras. Tampoco podría asegurarte cómo era, ya sabes que cambian de forma a su propio antojo.

—Sé que todo esto es difícil, Cel, es mucha información—dijo Vef, posándose detrás de mí y comenzando a darme palmaditas tiernas en la cabeza—, porque te valoramos, hemos sido sinceros contigo. Tal vez, cuando puedas hablar con Jo, más cosas se aclaren o aparezcan más dudas... aún es incierto. Sin embargo, ten presente que eres un alma divina, que perteneces a este hogar, y que estamos luchando para que te quedes aquí, junto a Petunia, por el resto de tu existencia.

Esa última frase volvió a traer más preocupación a mi cabeza. Sabía que en algún momento Bimba y Vef también se marcharían. Petunia era una cuidadora de almas; en unos años más, le correspondería recibir a nuevos huéspedes. Nuestro hogar cambiaría. No podía imaginarlo. Dolía solo pensarlo.

Comencé a llorar. Primero en silencio, las gotas de lágrimas caían sin permiso desde el lagrimal, pasando por mi mejilla y lanzándose desde mi rostro. Después fueron sollozos, que traté de reprimir mordiéndome la boca por dentro. Pero, finalmente, estallé en un llanto profundo que no era capaz de detener.

Vef suspiró y, nuevamente con dulzura, pasó su mano acariciando mi cabeza.

—Tu sensibilidad y tu manera de sentir... es algo que te hace única, Cel. Nos haces amar. Debes estar tranquila, gracias a ti, estamos aquí ahora.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top