Ⅰ
Casi a las cinco de la mañana despierto por alguna razón que sólo el universo y la galaxia conocen, más yo no. Aguardo un momento mientras admiro algún vacío rincón de mi cuarto hasta que suena la primera alarma de tantas.
Y pasa un buen rato hasta que eso ocurre. Así que, a ciegas, callo el molesto sonido y me doy mi tiempo para orientarme y para que mis ojos se acostumbren a la radiante luz del sol.
6:10 ya estoy vestida y preparada. Me detengo un momento al salir del baño y pasar por el cuarto de mi hermana pequeña, Suni, y notar que aún duerme. Como suele ser costumbre, no se levanta con mi alarma sonando a un volumen inhumano, sólo sigue durmiendo. Ha de tener bonitos sueños.
Lentamente abro la puerta y me acerco a ella, suavemente la intento despertar. Pero no despierta sino hasta que ya estoy casi gritando. A las 6 AM. Los vecinos han de odiarme.
—Peque, tienes que levantarte y vestirte. Voy a preparar el desayuno.— le digo a la versión más somnolienta de su persona y sólo un "mmh" es lo que recibo.
Me retiro de su habitación y me dirijo a la cocina a, como le dije a Suni, hacer el desayuno. Nada muy elaborado; tostadas con café para mí y té para ella. Las mañanas suelen ser un poco frías, debido al reciente comienzo del otoño.
—Suni, apúrate.— digo con un tono de voz medio alto cuando veo que se está demorando un poco.— Ya está el desayuno.— en cuanto dije eso, salió disparada por el pasillo hasta la mesa. Una pequeña risa se me escapó al ver que no traía bien puesto su uniforme.
Ella aún es pequeña, no va al colegio, al instituto, aún está en el kinder. Le arreglo su uniforme mientras da un sorbo al té y un mordisco a su tostada y le doy los buenos días. Ella me abraza cariñosamente y me devuelve un buenos días con el triple de sonido. Al instante se disculpa por haber elevado tanto la voz.
Una vez ambas hemos terminado nuestro desayuno y ya estamos listas para irnos, salimos del apartamento. Cerrando la puerta con llave detrás nuestra, me encuentro a mi vecina no tan agradable saliendo para hacer lo que sea que haga. Digamos que no le parece muy bien que yo sola esté criando a mi hermanita. Piensa que soy una explotadora de niños, ladrona, prostituta, traficante de drogas y vaya a saber dios que más cree esa mujer de mí.
Decido que éste no es un buen día para responder a sus amenazas cuando miro mi reloj y caigo en cuenta de que estoy por perder el tren, así que le dedico una de mis peores miradas y sigo mi camino.
Con la pequeña Suni tomándome la mano y dando brincos aquí y allá, llegamos al lugar donde estudia. La abrazo muy, muy, fuerte y le digo que hoy la pasará a buscar la señora Choi. Sólo me asiente y se va corriendo adentro.
No puedo evitar que un suspiro deje mi boca antes de volver mi mirada a la calle; llena de estudiantes, trabajadores, gente que va a hacer compras, y una variedad de personas inimaginable. Pero yo no me fijo en eso, no, yo me fijo en la felicidad de las personas que van con su pareja, con sus amigos, con sus padres. La sonrisa en la cara de los niños cuando sus padres les despiden antes de entrar al colegio.
Me doy vuelta sobre mis talones y marco el número de la señora Choi para confirmar lo que le dije a Suni. Es gracias a la señora Choi que he podido salir adelante con Suni, fue la única persona que creyó en mí y me ayudó en todo lo que pudo. Ella es dueña del departamento en el que vivo, y me lo renta a un precio increíblemente accesible para mí, además de cuidar de Suni los días que yo tengo que trabajar. Hoy es uno de esos: Jueves.
Luego de tres pitidos que dió el aparato, la cálida voz de la señora se oye a través del auricular, e inconscientemente sonrío. Le pregunto si el plan de hoy sigue en pie, a lo que responde que si y me alivia de alguna manera. Tuve que colgar cuando llegué a donde estaba mi tren, pero la oí pronunciar las mismas palabras que todas las mañanas: "cuídate y que te vaya bien".
Al subir al tren, guardo mi teléfono y me limito a esperar mi parada mientras miro por la ventana sin interesarme un ápice lo que pudiera ocurrir ahí fuera. Abandono la vista hacia afuera cuando escucho la voz de la interlocutora decir el nombre de mi parada. Tomo mis cosas y me bajo, siguiendo el camino hacia mi instituto.
Al llegar, el día fue más de lo mismo; me siento en mi lugar de siempre, profesores van y vienen, en el receso leo un libro que me mandaron para una asignación, última clase y me voy. Al salir, me dirigí al trabajo; soy empleada en un cine.
El trabajo fue más de lo mismo: "Dos entradas para esto y aquello, unas palomitas con eso, una bebida de este sabor" y más blah, blah. Algo extraño que noté, fue que no había tanta gente como solía haberlo. Generalmente, suelen ir muchas personas con sus parejas, sus amigos, sus familias. Pero hoy no había casi nadie y las horas se me hicieron siglos.
Ya son las 7 PM cuando termino de ponerme mi ropa casual nuevamente y guardo el uniforme. Llamo a la señora Choi por quinta vez en el día para avisarle que ya había salido del trabajo, y me responde lo mismo de siempre: "ve con cuidado".
Estaba siendo un día como cualquier otro.
Para cuando iba llegando al apartamento, luego de subir las escaleras y atravesar el pasillo, noté que la puerta estaba abierta. Con un poco de miedo, avancé y terminé de abrir muy lentamente; adentro me encontré con una casa que no reconocía: estaba todo totalmente desordenado. Parecía que alguien había querido re decorar y se frustró mucho en el proceso.
Sin hacer ni un sonido, continué adentrándome a paso firme por la sala. El primer lugar que quise visitar, era la habitación de mi hermana; pero no me esperaba que dentro hubiera 2 tipos desconocidos. Uno agarrando a Suni, que lloraba desesperada, y el otro sosteniendo a la señora Choi que yacía inconsciente en el suelo.
Mis ojos se deben haber puesto de color rojo. Estaba enojada y tenía muchísimas ganas de llorar, e intenté abrir la boca para pronunciar alguna que otra palabra, pero sentí un gran dolor en la parte posterior del cráneo y perdí el sentido. Todo se volvió oscuro.
Comencé a abrir mis ojos con un dolor de cabeza horrible, deseando que todo lo que pasó haya sido sólo un mal sueño. Mala fue mi suerte que, con los ojos ya abiertos de par en par, no reconocí el lugar donde me encontraba. Para cuando quise moverme desesperada, me di cuenta de que mis manos y mi pies estaban atados a la silla en la que estaba sentada. Comencé a analizar dónde me tenían encerrada; era una habitación lúgubre con luces tenues que no medía más de dos metros de largo y ancho. No tenía ventanas, sólo la puerta poseía una pequeña que aún así estaba tapada por un alambre.
Era un lugar más tétrico y siniestro que cualquiera que haya salido en las grandes pantallas. El olor era repugnante, a muerto y a humedad; las paredes estaban llenas de moho verde y sucias de extremo a extremo.
El techo estaba prácticamente desecho, que daba la impresión de que se caería en cualquier momento. Con cualquier pequeño movimiento.Era un lugar más tétrico y siniestro que cualquiera que haya salido en las grandes pantallas. El olor era repugnante, a muerto y a humedad; las paredes estaban llenas de moho verde y sucias de extremo a extremo.
Grité y grité con la esperanza de que alguien me oyera. Grité el nombre de mi hermana, llamé a la señora Choi, pero todo era totalmente silencioso. Aún así seguí gritando por ayuda.
—Ya cállate, eres insoportable.— escuché del otro lado de la puerta. Era una voz masculina con claro desprecio.
—¡¿Dónde estoy?! ¡¿Dónde está mi familia?!— exigí saber. Una risa tétrica fue la respuesta que recibí.
Sólo para intentar fastidiar y así que alguien entrara, seguí gritando. Y logré mi cometido; a la hora y media, escuché pasos acercarse y voces fuera. Alguien le pedía al tipo que antes me había gritado que me callara que le dejara pasar. Tenía miedo, la puerta estaba siendo abierta. Primero pasaron dos tipos altos y musculosos, seguidos de uno más pequeño que traía a mi hermana con él.
Mi corazón se detuvo por un segundo.
Los dos malotes me amordazaron para que no pudiese gritar, cosa que estaba a punto de hacer, y se colocaron detrás mía, mientras que el otro se puso con mi hermana frente a mis ojos. Sólo podía mirar a la pequeña Suni y decirle que todo iba a estar bien, lo cual era casi imposible de entender debido a la mordaza. Pero sé que ella lo entendió cuando se quedó mirándome a los ojos y pude percibir algo de tranquilidad en su mirada.
Yo seguía repitiendo que todo estaba bien e intenté decirle que cerrara los párpados, pero no logró entender eso. Entonces, miré al tipo que la sostenía; mirada vacía, sonrisa cínica, más bien la clase de tipo que parece asesino serial y con quien no quieres toparte por la calle. O jamás en tu vida. Entonces él habló.
—Las reglas son sencillas: me dices dónde están y quienes son y las dejo ir a las tres sin un rasguño. La anciana sigue inconsciente, pero respira.— no tenía ni puta idea de lo que me estaba diciendo. Le expresé una mirada de confusión total, que era lo que sentía, y entonces me sacaron la mordaza.
—¿Dónde están quienes? Por favor, tienes a las personas...— no finalicé mi oración que ya tenía la mordaza otra vez.
—¿Equivocadas?— se rió sarcástico.— Ya me han dicho eso muchas veces.— dijo mirándome a los ojos, mientras se acercaba más y más a mí.— Huele a mentira, dulzura.— susurró prácticamente encima mío y sentí su putrefacto aroma. Me moví lo suficiente como para pegarle un cabezazo y así lograr que se apartara de mí en medio de un quejido, notando que de su nariz comenzaba a escurrir sangre.
—Haberme avisado si las cosas iban a ser así.— dicho eso, me golpeó en la mejilla. Sentí un ardor bastante fuerte y mis ojos lagrimearon. Suni comenzó a llorar en silencio. La miré y le sonreí con los ojos, para que se quedara un poco más tranquila. No funcionó.
Los dos tipos me sacaron la mordaza nuevamente y pude decirle a Suni que se tranquilizara, que todo estaría bien.
—No le mientas a tu hermana, es feo. Pero más feo es que me mientas a mí.— finalizó terminando de limpiarse la nariz.—No van a salir de aquí hasta que sepa lo que quiero saber. Dónde y quienes.— exigió en un tono muchísimo más rudo que la última vez. Casi gritando.
—¿Dónde y quienes qué? Juro que no sé qué quieres.— dije con súplica en mi voz. Nuevamente su cínica sonrisa que me hizo estremecer entera.
—No me gusta repetir las cosas. No verás a nadie más que a— le tapó los oídos a mi hermana— tu torturador profesional— quitó sus manos de las orejas de Suni— hasta que decidas hablar. Y no te preocupes por ella, yo la cuidaré.—
—¡Suni, cariño, todo estará bien. No te preocupes, nos sacaré de aquí!— logré decirle en un hilo antes de que me amordazaran más fuerte que la última vez. Ese tipo me sonrió mientras se llevaba a la luz de mis ojos a rastras, ella lloraba y yo no pude evitar copiarle la acción.
El tipo y los malotes se retiraron, abriendo paso a alguien vestido casi que de doctor. De no ser porque era todo lo contrario.
—Hola, Taeyeon, yo soy tu torturador.— me dijo con una sonrisa maliciosa en su rostro, dejando sus "herramientas" en una mesa que trajo consigo.—Esto va a dolerte.—
Hola gente, ¿cómo lxs trata la cuarentena?
Espero que bien.
Les dejo este pequeño capítulo de esta nueva idea que surgió. Espero que les guste y, de ser así, espero que voten y lo compartan con sus amigxs así puedo llegar más lejos. Realmente me ayudaría eso. <3
Desde ya les aviso que esto va a tener muchísima violencia de todo tipo y lenguaje vulgar. Queda en sus manos.
#QuédateEnCasa
S I L K Y;
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