𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐨
Dedicado a -Valcione
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[ 𝐋𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐥𝐞𝐜𝐭𝐢𝐯𝐚 ]
Cerca de las cinco de la madrugada, los rincones de la universidad empiezan a llenarse del aroma a cítricos mezclados a causa de la limpieza. Mezclas comunes entre las comunidades que consisten en cloro, jabón y un detergente con una fragancia lo suficientemente agradable para el olfato de la mayoría. El olor a lima limón es el que más prevalece en esos momentos de elección sobre cual detergente será el mejor para su uso. Porque varios se irían por el aroma a lavanda o cerezas, incluso unos optarían por la menta y hierba buena, pero es el aroma a limón, ese aroma tan fuerte que cala dentro de las fosas nasales, quemándolas, el que hace que sea el exclusivo para la limpieza de la universidad.
Son las siete de la madrugada, y es el aroma a lima limón el que llega a las fosas del oficial Keigo y su colega Rumi al ingresar a la universidad de Yuuei. Y es el sonido de las voces de los estudiantes, en sus movimientos atareados, el recibimiento apenas dando diez pasos por la entrada.
Ven a un hombre de baja estatura avanzar hacia ellos, seguramente sabiendo el porqué de su llegada, luciendo un semblante amigable que les hacía recordar a esos abuelos gentiles de los acilos, gracias a su cabello blanco.
– Buenos días – El alvino, más bajo por dos cabezas, les recibe con una cordial sonrisa – Mucho gusto. Soy el director Nezu. ¿En qué puedo ayudarles hoy? – El recibimiento es similar al que darían en un hotel de tres a cinco estrellas, piensa el oficial.
– Mucho gusto. Soy la oficial Rumi y mi compañero, el oficial Keigo – El rubio da un asentimiento, reafirmando lo dicho por la albina de tez morena – Venimos aquí para saber si podría colaborarnos con algunas preguntas.
– Por supuesto. ¿De qué se trata? – Keigo piensa para sí mismo como es que el hombre no está al tanto de la situación, siendo uno de sus alumnos el protagonista, y Rumi solo piensa en como finalizar esa conversación lo más pronto posible, al ver a varios estudiantes dirigiéndose a sus aulas mirándolos con intriga.
– Hablamos de la desaparición del estudiante Todoroki Shoto, – La voz del rubio sale con una naturalidad característica de la experiencia en esas situaciones – y creemos que usted puede ayudarnos en este caso.
Es el cambio drástico en la mirada del director, indicando su consternación, que hace pensar a ambos oficiales lo largo que llegaría a hacer ese asunto.
– Entiendo. Por favor, síganme.
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El agua fría haciendo impacto contra su rostro pecoso fue la causante de que su respiración se fuera por un momento, dándole una tos debido al breve ahogamiento, y que tuviera que apretar con fuerza y lentitud sus ojos para enfocar su vista.
Intentaba recuperar el aire dando fuertes y pausadas bocanadas de este, sintiendo su pecho llenarse y, a sí mismo, tratando volver a la calma que había aparentado tener.
Los baños se encontraban vacíos excluyendo la presencia de Midoriya, quien miraba su reflejo captando las gotas de cristal deslizándose por su mojado rostro. Sus ojos verdes se encontraban demasiado abiertos y, a pesar del chapuzón que se había dado, podía percibir esa sensación de niebla de la cual aún no podía deshacerse.
– ¿Midoriya?
Su mirada paso del espejo hacia la entrada, captando a primera vista una chaqueta impermeable de un brillante amarillo que era portada por una azabache de baja estatura; con un delgado delineado morado decorando sus parpados y un triángulo rojo en cada uno de sus pómulos. A Kyouka no parecía importarle interrumpir en el baño de hombres, aun cuando la posibilidad de encontrar uno haciendo lo suyo en los urinales fuera algo seguro.
Le miraba con insistencia, y se veía con notables intenciones de preguntarle si se encontraba bien. Algo que él estaba seguro, no lograba demostrar.
– Ya salgo Jirou. Dame solo unos momentos – Su voz ahogada pudo articular esas palabras, y agradeció cuando su compañera entendió el mensaje y se fue diciéndole que lo esperaría.
Estando nuevamente solo, Midoriya clavo su vista nuevamente a su reflejo. Sus rizos color verde se encontraban igual de alborotados de costumbre, y el único cambio que podía ver en su imagen era la palidez que hacia destacar sus nuevas ojeras.
No había dormido bien en ese fin de semana a causa de su nerviosismo constante. Odiaba el insomnio, pero parecía bastante aferrado a él en esos momentos. La razón de eso se le era desconocida, pero le daba un terror cada que intentaba asomarse a su búsqueda.
Dando una nueva bocanada de aire, reteniéndolo en su pecho, se dio ánimos de salir y continuar con su día de manera normal en lo que se pudiera. Aún después de aquella noticia que la azabache le había dado momentos antes, cuando iban caminando por los pasillos.
Jirou esperaba al frente de la entrada de los baños moviendo su pie, lado a lado, en lo que tenía sus manos detrás de la espalda con la mirada hacia arriba. No era como si la noticia tampoco la hubiera tomado por sorpresa, y estaba segura que no era la única en saber el chisme. Cuando Midoriya salió, ambos empezaron a avanzar entre las personas en silencio, donde no podían darle importancia a lo incomodo que era, gracias a estar sumidos cada uno en su propio mundo.
Tanto los ojos verdes como los azabaches miraban con atención a sus compañeros de universidad, siendo varios con caras desconocidas y otros con más intimidad. Unos lucían normales atendiendo lo que solicitaba ese día, y otros podrían compararse con el blanco de una hoja de papel temblorosa. Quisieron acreditarlo a que los exámenes estarían cerca y eso alteraba la estabilidad de muchos en la universidad.
Izuku pudo captar a la lejanía a su amiga Ochako recargada en su casillero, y fue suficiente para sentir el apuro de ir con ella y buscar los dos a Iida, para poder hablar sobre el asunto.
– Mira, allí esta Uraraka
– ¿Uh? – La más baja dirigio su mirada a donde veía el pecoso, captando a la castaña que se abrazaba a sí misma, frotándose los brazos mirando a la pared de al frente donde, si no se equivocaba, se encontraría el poster de Yaoyorozu en su último concurso de belleza ganado – Es cierto. Bueno, yo me voy Midoriya. Eh, que tengas suerte – Dándole una mínima atención al asentimiento de Izuku, empezó a avanzar entre las personas hacia la derecha, sintiendo a su compañero irse de igual forma hacia donde su amiga.
Uraraka sentía frío, y una extraña inconformidad mientras su vista se encontraba perdida en el póster de Yaoyorozu, una de sus compañeras en modelaje. Aún con las insistencias que dio a sus padres de no querer ir a la universidad, el argumento de "Como tú no eres quien la paga" fue suficiente para entender el no rotundo que sus padres le habían dado. No había dormido tan bien, pero aún así esforzó por verse presentable ese día de universidad. Eso, más la reciente noticia, la estaba dejando algo perdida en si misma.
Cuando sintió un toque en su hombro, dio de manera impulsiva un espasmo del susto, contemplando la ligera sorpresa de Midoriya en sus ojos.
– ¿Estas bien, Uraraka? – El pecoso no había quitado su mano aún del hombro, pero aún así pudo relajarse al saber de quién se trataba.
Dio un suspiro, acomodando mejor algunos mechones de su cabello castaño que embarcan su rostro – Si Izuku, estoy bien – Volteo la mirada nuevamente a donde se presentaba la imagen de Yaoyorozu, sonriendo al horizonte con un ramo de lirios en sus manos. Sin ver a su amigo, decidió por hablar – ¿Ya lo sabes?
No hubo necesidad de una respuesta, el silencio de Midoriya le era suficiente para saber que no eran los únicos en saber de la desaparición de Todoroki.
En otra ubicación de los pasillos, Kaminari hablaba alegremente con Kirishima con respecto a la fuerte resaca que tuvieron luego de la fiesta del viernes, en lo que Bakugou sacaba sus cuadernos ignorandolos de manera olímpica.
El rubio cenizo sintió unos brazos rodearle y, a juzgar por la palidez de los delgados brazos y la poca confianza que tenía con las personas, supo de quien se trataba.
– ¡Bakugou! – La voz de Mina sonaba pintoresca, mientras se limpiaba la nariz luego de soltar a su amigo rubio – Creí que te verías más cansado, despertar así el sábado fue una locura. ¡Oh! No sabías que aún tenías tus gafas.
– ¡Es cierto! Blasty, ¿Por qué las volviste que usar? – Frenando su conversación con Kaminari, Kirishima se dedicó a ver el rostro de Bakugou, que parecía contraerse de la ira contenida, quizás.
– ¿Por qué tanto interés en esa simple mierda? Perdí un lente de contacto y tuve que usar los lentes, es todo idiotas – Acomodo mejor sus libros, ya teniendo los que necesitaba debajo de su brazo.
– Aja, si, que interesante. Pero no es por eso que vine acá con ustedes, trío de bobos. ¿Donde está Sero? Bueno, no importa. El punto, ¿Saben que Todoroki desapareció? – La de cabello rosa hablaba de manera rápida, como si estuviera contando la noticia del siglo.
– ¿Todoroki? – Kaminari alzó una ceja con confusión, al no comprender bien del todo.
– Si, Todoroki. Todoroki Shoto, de derecho – Mina resoplo al ver la ignorancia de su amigo sobre quien era Todoroki, aún sin tener en cuenta lo grande que es la universidad como para saber el nombre de todos, como ella – Así que no se sorprendan si ven a dos policías andando por ahí, según he escuchado están interrogando.
– Vaya, eso es horrible
– ¿Y eso por qué nos importa?
Tanto Bakugou como Kirishima se miraron mutuamente, notando lo contrarias que eran sus opiniones con respecto al tema. Uno con indiferencia, y el otro con reproche.
– Porque, querido Bakugou, según fuentes me informaron, Todoroki lleva desparecido desde el viernes. ¿Sabes qué pasó el viernes? Porque yo si, o bueno, medianamente lo que recuerdo – La de ojos dorados movía su mano en un gesto de restando importancia, mirando al cenizo – Dime Bakugou, y ustedes chicos, aprovechando, ¿Recuerdan con claridad la fiesta que hizo Bakugou, el viernes?
– Bueno... Eh... – Kaminari miraba al techo, como si con eso los recuerdos volvieran a él.
Bakugou y Kirishima se quedaron en silencio, el primero sumido en sus recuerdos borrosos, sobre la fiesta que había realizado, y el segundo expectante sobre lo que su amigo fuera a hacer.
– Kirishima – Bakugou miraba el fondo de su casillero, apretando la puerta de este con una mano.
– ¿Si?
– ¿Tú invitaste a la gente, verdad?
– Claro, tú me lo pediste
– ¿Invitaste a Todoroki?
– Hasta donde tengo memoria, sí
– Manda un mensaje, a todos – Luego de eso el casillero fue cerrado de manera ruidosa, y los tres restantes empezaron a seguir al cenizo para saber que cosa era la que estaba pensando.
Bakugou se encontraba desorientado, porque esa noche del viernes todo lo que, parecía, hubiera vivido, no se encontraba en su memoria. Y sospechaba que no era el único en ese estado.
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Keigo dio un suspiro, sentándose en la silla de plástico que le habían ofrecido, mientras pensaba seriamente que buena época escogería para sus futuras vacaciones.
La conversación con el director Nezu había sido más larga de lo que el oficial hubiese esperado. El hombre había dado a entender que en cualquier momento iba a tener un paro cardíaco con la noticia, divagando de más en circunstancias como el estado de la familia del desaparecido, cuando sucedió, como, por qué, y varios puntos que los dejaban, a Rumi y a él, agotados.
"¿Cómo que desapareció?"
"¿Cuando?"
"¿Como que se fue?"
"¿A dónde?"
"¿Y su familia?"
"Dios, e iba a participar en el concurso de talentos"
"¿Están seguros que desapareció? 'Desapareció' es una palabra muy fuerte"
"¿Una taza de café?"
Podía comprender la desesperación del hombre, pero nunca pensó que llegaría a ese extremo de estar a nada de arrancarse los cabellos blancos.
No fue sino hasta luego de una hora y media, o incluso más se arriesgaba a decir, que el director por fin les permitió tener un espacio para empezar los interrogatorios de los estudiantes.
El lugar consistía en una de las salas de profesores más pequeñas; sus paredes eran de un azul pálido en donde eran colgados diversos marcos y calendarios, una cafetera y nevera decoraban el lugar. Tuvieron que remover los sillones y demás objetos que ocuparán mucho espacio en la habitación, e incomodaran a los oficiales en los interrogatorios. Al final, habían quedado solo una mesa de madera, tres sillas de plástico, – Dos de un lado, y la restante ubicada frente a las anteriores – y un reloj de gato colgando en la pared, en donde con cada segundo sus ojos iban de un lado a otro, a la par de su cola.
Rumi se encontraba bebiendo su café recargada contra la pared, mirando a la nada.
– ¿Cuanto creés que tardará el viejo? – Pregunto el rubio, dirigiendo sus ojos ámbar hacia la albina.
– No estoy segura. Dijo que iría en busca de esa chica que se la pasaba con Todoroki, así que no debe de tardar mucho, creo. A menos de que su facultad esté lejos de la oficina – Comento sin emoción, mientras agitaba un poco su vaso de cartón en busca de distraerse.
Cuando el director Nezu había logrado calmar su estado de nervios, Keigo no había tardado en pedir la información relevante que necesitaban; las personas en un rango social más cercanas a Todoroki era una de esas cosas. El albino no había tardado mucho en dar respuesta, diciendo que una de sus estudiantes más relevantes era, lo que parecía ser, mejor amiga del chico, a lo que termino ofreciéndose el mismo a buscar a la señorita mientras una de las señoras de servicio los conducía a la habitación, en la que se encontraban ahora.
Dio un nuevo suspiro, llevando una de sus mejillas a la palma de su mano, aburrido.
– ¿Cuanto tiempo le das, Rumi?
– ¿Uh? – Los ojos rojos lo miraron por unos instantes, antes de mirar al techo – Bueno, si tenemos en cuenta que la familia si espero las cuarenta y ocho horas para reportarlo, supongo que en unas dos semanas quizás
– Yo le voy a una. Es más, en cuatro días vuelve – Dio un bostezo al finalizar su sentencia, para rascar su nuca con pereza.
Siempre pasaba lo mismo, y Keigo se había acostumbrado a las constantes situaciones de jóvenes desaparecidos. Personas que, en lo más común, volvían de vuelta a sus hogares al saber como la vida fuera de casa no era lo que las películas daban a entender. El rubio aseguraba, en gran parte de su persona, que aquel Todoroki formaba parte de ese tipo de personas.
Ya empezaba a hacerse escenarios de lo posible, en su mente; Un joven que, quizás por los comportamientos de su familia o problemas internos, pensó que escaparse y dejarlo todo a la deriva sería su salvación para su vida de tortura personal. Y que, al final, el pobre volvería con el rabo entre las patas al notar como la independencia, y más considerando la posición tan acomodada de la familia, no era lo suyo comparado a la vida que llevaba llevando.
Si, el oficial ya había vivido demasiados casos como para saber lo que ocurriría después.
La puerta de madera fue abierta, dejando el suficiente espacio para que la cabeza del director se asomara con curiosidad.
– Oficiales – Dijo a modo de saludo, permitiéndose entrar completamente y echando un ojo a lo que, consideraba, había sido hasta esa madrugada como una sala de profesores muy bonita.
– Director, hola. ¿Trajo a la chica? – Rumi separó su espalda de la pared, tomando una pose recta con manos en los bolsillos de su pantalón, mirando expectante al pequeño hombre.
– Si, sobre eso, surgió un problema
– ¿Qué clase de problema? – Keigo elevó una de sus cejas, viéndolo con una molesta intriga que podía ser pasada como mirada juzgadora.
– La jovencita Yaoyorozu no asistió hoy a la universidad – El hombre mantenía manos al frente, jugando cada cinco segundos con sus dedos – No se las razones de su falta, pero en cuanto pueda me comunicare para saber el motivo
– ¿Y entonces? – Aún con el reproche que Rumi le dirigía con los ojos, Keigo no cambió su postura de indiferencia y aburrimiento.
El hombre carraspeó un momento, intentando soltar la tensión de sus hombros ahora poniendo sus manos atrás – Me tomé la libertad de llamar a otra de mis estudiantes. Es de la misma clase que la señorita Yaoyorozu, y pensé que podría ayudar al interrogatorio
Takami podía sentir la tensión en su cuerpo, la molestia de saber como aquel ejercicio del interrogatorio se volvería más tedioso de lo que era. Sin quitarle los ojos de encima al hombre, el oficial se preguntó si el enano sería consciente de que, al menos, debería de darles el nombre de la nueva chica y su información más básica.
Rumi, gracias al tiempo de convivencia con el rubio, supo los pensamientos que surcaban por su mente, a lo que dio un suspiro aceptando el cambio de la situación.
– ¿Como se llama, director Nezu?
El hombre pareció caer cuenta de su falta de participación, por lo que sus manos volvieron al frente a jugar con sus dedos.
– Su nombre es Uraraka Ochako y está en modelaje, al igual que la señorita Yaoyorozu. Esta esperando en el pasillo.
•
– Señorita Uraraka Ochako, estudiante de modelaje. ¿Correcto? – Keigo, teniendo en mano un papel con los aspectos básicos de la chica, dirigió una mirada a la castaña quien se encontraba sentada frente a ellos, mirándolos un tanto en alerta.
– Si señor, eh...
– Keigo Takami, – Se señaló a si mismo – y Rumi Usagiyama – Señalo a la albina parada detrás suyo, a su izquierda, quien levantó la mano a modo de saludo.
– Si, señor Takami – Ochako asintió con algo de fuerza, reafirmando lo dicho por el mayor.
– He de suponer que usted sabe el porqué de nuestra presencia aquí. En caso de que no, déjeme informarle brevemente que, el motivo de nuestra visita, es debido a la desaparición de Shoto Todoroki. Por lo que, para avanzar en esta investigación, interrogaremos a varias personas aquí, incluyendola. ¿Entiende usted eso?
– Si señor
– Durante el interrogatorio, como ya habrá notado, la conversación que mantendremos aquí será grabada para futuros fines. Cualquier cosa que diga será usada para el trabajo, por lo que debe pensar seriamente sus palabras ¿Esta usted consciente de eso, señorita Ochako?
– Si señor...
– ¿Se siente usted con las capacidades necesarias, tanto físicas como mentales, para responder el siguiente procedimiento?
– Si señor...
– ¿Alguna petición antes de iniciar?
– Eh, no señor
– Bien, empecemos. ¿Como se describiría usted, señorita Ochako? ¿Es usted una persona sociable? ¿Retraída? ¿Aplicada? – Con cada adjetivo dicho, Keigo movía el papel en su mano como si de una charla veraniega, en una cafetería, se tratara.
– Bueno, no me considero una mala persona. Me gustan mis clases y, aunque quiero ser modelo, mis amistades son algo reducidas. Hablo con algunas personas, pero nada más allá de algo casual – La castaña llevo uno de los mechones que enmarcaba su rostro detrás de la oreja, desviando la mirada hacia la izquierda – Si, no soy muy sociable.
– Según veo, señorita Ochako, usted a participado en varios concursos de belleza y talento. ¿Eso no puede considerarse, por usted, un comportamiento de alguien sociable? – La albina miraba sin emoción alguna que delatara sus pensamientos a la chica, quien también le devolvió la mirada dudosa. Intimidada de estar en esa situación.
– Bueno, yo no lo considero tan así. Me gustan los concursos y demás, pero no es como si en cada concurso quisiera conocer a las demás concursantes.
– ¿Cómo le llamaría usted a eso? – El rubio habló, recargandose en su silla.
– Lo siento, no entiendo a lo que se refiere – La cejas delgadas de la menor se unieron, delatando su confusión.
– ¿Es usted una persona sociable o no? – Reiteró el rubio.
– Soy alguien que solo le gusta lo que hace, a mi parecer, y que no necesariamente por entrar en el mundo del espectáculo todos deban ser mis amigos.
– Pero su nombre es reconocido por la universidad, incluso en agencias externas según leo aquí.
– Es cierto, pero creo que solo me gusta escoger las personas correctas para ser mis amigos – La castaña frenó un momento su charla, apretando con más fuerza la falda rosa que traía por debajo de la mesa – ¿Debía responder eso?
– No tan así, pero veremos que sacar al escuchar la grabación. Continuemos – Keigo se acomodó de mejor modo, ubicando sus antebrazos en la mesa cruzando sus dedos – ¿Conocía usted a Shoto Todoroki, estudiante de derecho?
– Si señor
– ¿Es usted consciente del estado actual en el que se encuentra?
– ¿Perdón?
– ¿Sabe dónde se encuentra, en estos momentos? – Tanto Keigo como Rumi no pasaron por alto los dos últimos movimientos de la castaña, quien buscaba acomodarse de mejor manera en su silla. – ¿Se encuentra bien? La noto un tanto distraída. Pálida.
– Si, si, lo siento. No tuve un buen fin de semana – Quizás por un instinto involuntario, la castaña rascó su nuca desviando la vista a la derecha.
– ¿Y eso por qué? Si se nos permite saber – Indagó Rumi.
– No he dormido bien, es todo – Les brindo una sonrisa con los labios cerrados, alternando su mirada entre ambos oficiales.
– ¿Mucho trabajo en la universidad? – Hablo la albina, con un deje de comprensión y diversión.
– Digamos que si
– Es entendible – Rumi le brindo una sonrisa, que logro quitar un poco la tensión en los hombros de Ochako.
– Señorita Ochako, volviendo al tema, ¿Sabe del paradero actual de Shoto Todoroki? – Keigo se mantenía serio, mirando a la chica.
– No señor – La expresión de Ochako pronto volvió a ser seria, como al principio del interrogatorio.
– ¿Cuando fue la última vez que usted vio a Todoroki?
– Bueno, hace mucho no hablo con él. Pero la última vez que lo vi fue el viernes, en los pasillos
– ¿Vio, de casualidad, lo que hacía en los pasillos?
– Iba caminando, así que no
– ¿Como describiría usted su relación con Todoroki?
– ¿Uh?
– ¿Tenía o tiene, usted, una buena relación con Todoroki?
La castaña se quedó callada unos instantes, sintiendo las miradas de los oficiales encima de ella.
Su falda, rosa pastel, se encontraba arrugada debido a los agarres momentáneos que ejercía buscando relajarse a si misma. Dirigiendo su mirada hacia el reloj de gato, sintió que el constante sonido del "Tic Tack", característico de esos aparatos, la hacía calmarse un poco.
– ¿Señorita Ochako?
La voz de la oficial la sacó de su trance, haciéndole recordar el momento en el que estaba.
– Lo siento, estoy algo cansada. Perdón
– Señorita, responda, por favor, la pregunta – Keigo pudo notar el estado de la chica al entrar en el primer momento. Como sus ropas tonos pasteles y su cabello diferenciaban mucho de las sensaciones que parecía expresar. Apenas la vio, pudo deducir el estado de trance en el que parecía encontrarse, quizás en un intento de ocultar el nerviosismo o demás aspectos en los que no quería indagar. Le preocupaba un poco el estado de la castaña, y el como sus palabras podrían afectar a la investigación. Una preocupación que estaba a nada de pasar a irritación.
Rumi era la empática, él no.
– Lo siento – Uraraka se vio apenada, bajando la mirada.
– Responda la pregunta – Volvió a insistir Takami.
– Bueno, Todoroki y yo fuimos ¿cercanos? Creo. Estuvo en mi grupo de amigos por un tiempo, pero empezó a alejarse poco a poco hasta que dejó de dirigirme la palabra a mi y a los demás. Hablábamos durante seis meses, quizás ocho, no recuerdo bien – Cada tanto Uraraka pasaba su vista de Keigo, hasta Rumi y luego a la mesa, en ese orden en específico.
– Usted nos dijo que era minuciosa a la hora de escoger sus amistades. ¿Que vio en Todoroki para hacerlo parte de su círculo social?
– Minuciosa no es la palabra que yo usaría... – Hablo la castaña, dudosa.
– Pero si la que la describe – Remató el oficial.
– Por favor, señorita, responda – La voz calmada de Rumi se hizo sonar nuevamente – ¿Como describiría a Todoroki Shoto?
La castaña, un tanto anonadada, bajo la vista en dirección a sus manos, intentando recordar.
Sus recuerdos la llevaron a diferentes puntos. Fragmentos sin orden fijo de lo que fue su tiempo con el medio albino. La primera vez que fueron de compras, y le compró un delicioso helado de frutos rojos. Aquella en la que se reunieron en una pijama. La primera vez que hablaron. Cuando se ofreció a llevarla a su casa. La última vez que hablaron. La primera vez que le presento con sus amigos. Salidas a cine, centro comerciales, casa ajenas. Risas. Bromas. Expresiones. Sensaciones. Verlo en su casillero, en la entrada. Viéndolo feliz. Melancólico. Su apariencia el viernes pasado. La noche del viernes pasado. Su sonrisa.
– ¿Señorita? – Keigo se inclinó un poco, intentando descubrir la expresión de la castaña quien llevaba callada un poco más de los treinta segundos.
Poco a poco levanto la cabeza, encontrándose con el oficial y dando a demostrar la capa cristalina de sus ojos. Un indicio de llanto, mientras sonreía.
– Era amable... – Bajo la mirada a sus manos, nuevamente. Viéndolas siendo mojadas por sus lágrimas – Él era amable...
Los oficiales quedaron en silencio, dándole un tiempo a la joven de limpiar sus lágrimas.
•
– Entonces, Iida – Keigo leyó de soslayo la hoja frente a él, sintiendo la rigidez del azabache frente suyo – ¿Eres amigo de Ochako, eh?
– Disculpe oficial mi impertinencia, pero, ¿Por qué pregunta por ella? – La molestia oculta en el tono del alumno hizo reír un poco a Keigo.
– Fue la primera en ser interrogada, nos comentó un poco sobre las cosas que le preguntábamos. Solo eso, queríamo- – Un carraspeo de Rumi se escuchó, interrumpiendolo – quería saber si estabas familiarizado con ella.
– ¿Por que? ¿Esta en problemas? – El chico no pareció querer ocultar su preocupación, incluso inclinándose de más por encima de la mesa hacia el oficial.
– No lo sé, Iida. ¿Te apetece en indagar en eso, o mejor nos enfocamos en tus preguntas?
– Lo siento, oficial – De manera inmediata el azabache volvió a su postura recta, como soldado.
Demasiado rígido para el gusto del oficial.
– Fue amigable. Linda chica – Fingio seguir leyendo lo que sea que dijeran los datos del de gafas, mirando cada tanto a Iida. – ¿Te gusta?
La cara de Iida enrojecio de manera salvaje, poniéndolo nervioso.
– ¡Po-Por supuesto que no! ¡¿Le dijo algo?! ¡¿Por qué cree eso?! ¡¿Algui-
Un fuerte puñetazo contra la mesa fue el que calló a Iida, haciéndolo comprender de la molestia de la albina luego de su palabrería.
Rumi le miraba seria, con su puño contra la mesa en lo que Keigo se rascaba la oreja.
– Tu tono, chico – La voz de la mujer sonó grave, haciéndola ver más amenazante de lo que era.
– Lo siento, oficial... – Nuevamente volvió a su pose recta, bajando la mirada.
Extraño, pensó Keigo.
El rubio dio un suspiro, haciéndose entender a sí mismo que ya no debía divertirse a costa del chico. En lo que Rumi volvía a su posición detrás de él, ahora sentada con la silla ubicada al revés.
– Dime Iida, ¿Cuando fue la última vez que viste a Todoroki?
– Hace menos de una semana, señor oficial
– ¿El viernes, quizás?
– No, señor oficial
– Dime "señor" o dime "oficial", pero no "señor oficial". Es ñoño – Ignoro el golpe en su cabeza de parte de Rumi, aún viendo la hoja en sus manos sin leer nada – El viernes pasado en la noche, según varios testimonios, se dio una fiesta. Fiesta encargada por Bakugou Katsuki, si no me equivoco. ¿Era usted consciente de ese evento?
– Bueno, no soy mucho de fiestas. Usualmente me dedico a mis estudios en las noches, sumándole a mis lecturas diarias y ejercicios e investigaciones. La medicina no debe ser algo que se tome a la ligera, y más aún teniendo en cuenta el rango que yo aplicó, por lo que-
– ¿Sabia que se haría la fiesta o no? – Ese chico era irritante. Pensaban ahora ambos oficiales.
El azabache se dio un momento de shock, antes de acomodar sus lentes sin ser consciente de lo poco que le importaba a los oficiales el que se haya sentido ofendido.
– Si señor, todo el mundo lo sabía
– ¿Todo el mundo?
– La mayoría de personas, el rumor se expandió rápido
– ¿Rumor o noticia?
– Noticia
– De acuerdo... – Ahora si se dedico a ver al menor, analizarlo, y ver su notable tranquilidad en ese momento. Frío – Señor Iida, ¿Que hizo la noche del viernes? ¿Fue usted a la fiesta de Bakugou Katsuki?
•
– ¿Que si fui? ¡Por supuesto que fui! Era la fiesta de mi Bakubro, no podía faltar – El extravagante rubio, más claro que el del oficial, se acomodó feliz en su asiento al contestar la pregunta.
– ¿Como describiría la fiesta? – Pregunto el oficial a Kaminari Denki.
•
– Bueno, supongo que usted ya sabe sobre como son las fiestas – La de cabello rosa miraba sus uñas, distraída de todo.
– No. No lo sé – Keigo controlaba sus ganas de gritarle que se enfocara.
Ashido dio un suspiro, rodando los ojos al notar el poco conocimiento de fiestas que poseía el oficial.
– Bueno, usted ya sabe. Hubieron bebidas, una que otra cosa para comer, bailamos, cantamos...
•
– ... Buena música. De hecho una de nuestras compañeras tocó una canción, es el crush de mi Kamibro pero no le diga que le dije. Blasty como siempre estuvo varonil, y la pasamos bien. – Kirishima asentía como perrito feliz, explicando los sucesos de la fiesta de su amigo.
– ¿Y dices que fue en casa de Bakugou?
Quizás fue su imaginación el leve indicio de que esa sonrisa se iba a borrar. Más no lo hizo.
•
– Bueno, la casa de Kacchan es espaciosa. No me sorprendería que la hiciera ahí – Midoriya rascaba su mejilla, sin esforzarse en delatar sus nervios. – De todos modos no fui, así que no sabría que decirle
– Pero me dijiste que es tu amigo de la infancia, ¿No? – Arqueo la ceja, confundido.
– Es amigo de la infancia, pero sólo en ese punto. No volvimos a hablar luego de la primaria.
– ¿Aún cuando, prácticamente, siempre estudiaron juntos?
– ¿Qué puedo decir? A veces hay que cambiar de ambiente
•
– Ese idiota de Deku es una basura. Por supuesto que no lo quería de nuevo en mi vida. Yo no tengo la puta obligación de hablarle a ese imbecil.
– Tranquilo chico, solo era una pregunta – Dejo la hoja a un lado, dando un suspiro – ¿Cuantas personas fueron a tu fiesta?
– Demasiadas
– ¿Cuantas?
– Demasiadas
– Estudias estadista, dirigida a la docencia. Así que, ¿Que tal si me enseñas lo bueno que eres explicando cuantas personas habían en tu fiesta?
– Habían más personas en comparación a estudiantes de cine, pero menos en comparación a estudiantes de economía. Le dejo el ejercicio si desea averiguar la cantidad exacta – Keigo intentaba concentrarse, y no perder los estribos en el chico arrogante sentado frente a él.
– Entonces – Se sobo la sien, calmandose – ¿Hiciste la fiesta en tu casa?
– He echo fiestas en mi casa
– ¿Hiciste una fiesta el viernes pasado?
– Si la hice
– ¿Como fue?
– ¿Como una fiesta debería ser? – Resalto con obviedad Bakugou. – ¿A que la pregunta?
– Porque, niño, al parecer la única versión que tiene la gente de tu fiesta en la más básica que se sacaría de google. Eso me hace pensar que la mayoría no la recuerda, ¿Usted si?
– No – Bajo un poco el tono, antes de volver al normal – Eso debe de decir que fue una buena fiesta – declaró el cenizo, con el mismo ceño fruncido que había poseído desde que inició el interrogatorio.
Keigo solo suspiro, cansado de saber que ese no sería el último alumno por ser interrogado. Mientras que Rumi, comiendo una galleta de avena, consideraba seriamente que pediría de comer en la tarde.
Keigo dio un suspiro, mirando el informe en su mesa sobre la reciente investigación en relación al caso de Todoroki.
Su comida china se encontraba en una posición tentativa donde, con un solo movimiento en falso, sus documentos se verían manchados de salsa extrajera y fideos con vegetales.
Fue en la tarde del domingo, en horarios de doce a una, cuando su superior le llamó a él y a Rumi hacia su oficina, informándoles sobre una nueva desaparición, la dirección a la que debían ir y lo que deberían de hacer. Cuando Rumi y él llegaron a la casa de los Todoroki, Keigo se dio la libertad de criticar mentalmente sobre la vida de oro que parecían poseer los Todoroki, con elementos tan innecesarios como esculturas en el jardín y jaulas de plata colgando en el techo, y la insana obsesión del color blanco en la mansión. Interrogaron a la familia, a los padres principalmente, quienes dieron diferentes testimonios sobre la relación y comportamiento de su hijo Shoto. A los hermanos quienes lucían preocupados, e incluso al personal quienes les informaron, en frente de la familia, que el señorito Shoto no había llegado a su hogar en todo de el viernes, de ahí en adelante.
Le dijeron que en algunas ocasiones solía fugarse, pero que el chico no era un idiota y sabia que debía volver antes de las cuarenta y ocho horas para que su escapada no fuera tomada en cuenta por la policía. Por lo que a toda la familia le angustio la falta de su presencia luego del viernes, y pasada la tarde del sábado.
Luego de los lamentos de la familia, algunos sollozos y exclamaciones fuertes de parte del padre, les dijeron que les mantendrían informados sobre el caso y harían lo posible por encontrar a Shoto. Aún cuando eran concientes de que esos casos siempre terminaban en archivo.
Los interrogatorios de ese día fueron pesados, sobre todo por que tuvieron que quedarse en ambas jornadas de la mañana y tarde para realizarlos como correspondía. Lo que sacaron de todo eso no fue tan explícito, pero casi siempre esos casos empezaban así.
Keigo tenía una imagen proyectandose en su mente.
"Todoroki Shoto, hijo menor de los Todoroki, ha demostrado en varias ocasiones su actitud rebelde ante el mundo, con sus constantes escapadas que llegaron al punto de que la familia termino por normalizar.
Un día, el viernes dieciséis del mes de Marzo, se esparce la noticia de la fiesta de Bakugou Katsuki, un estudiante de estadística reconocido en la universidad.
La noticia llega a oídos de Shoto, quien en su, probablemente, instinto rebelde, decide que ese día hará una de sus cotidianas escapadas.
Basándose en las palabras vagas de la gente, Todoroki llegó a la fiesta en un tiempo de 9:00 p.m. a 9:30 p.m. en compañía de Yaoyorozu Momo, estudiante que faltó al interrogatorio.
La fiesta siguió, y Todoroki decidió por desaparecer como siempre. Lo más seguro, siendo guiado por su incontrolable instinto de escape, generado, quizás, por la vida de oro que parecía llevar.
Solo que, en esta ocasión, Todoroki no volvió al siguiente día. Y al día de hoy, lunes diecinueve, sigue sin volver."
Keigo en esos momentos, podría deducir de manera precipitada que Todoroki quizás fue a otra fiesta, a otra ciudad, y su reloj de seguridad se vio averiado como para afectar su regreso. Quizás por algunas bebidas o droga en su sistema, que le hizo perder la conciencia en algún callejón sucio sellando, así, su reputación de rebelde.
Pero aún era pronto, y no podía dar un veredicto final aún si era el más obvio. Debía tener en cuenta varios aspectos, como las diferentes actitudes de las personas y la extraña ausencia de gran parte de los estudiantes de la universidad.
En el siguiente día irían a interrogar el vecindario de Bakugou Katsuki, y buscarían pistas sobre el paradero de Todoroki.
Tomo uno de los expedientes principales de los interrogados, encontrándose con esos ojos cafés que en esa foto lucían estables, pero que cara a cara con él parecían aterrados.
"Él era amable"
Esperaría en la mañana para seguir con eso. Ahora solo quería dormir, aún si su cena no estaba del todo apagada y un pensamiento de ignorancia se apoderaba de él.
"Él era amable"
La madera contra sus nudillos sonó, a lo que espero junto a Rumi a que la puerta fuera abierta.
El vecindario en el que vivía Bakugou Katsuki era uno que podía ser pasado como "común". Las mismas formaciones de casas idénticas, con jardines al frente y un pórtico bien armado. Personas yendo de aquí para allá, y lo que sus ojos le permitían terminaban creando un perfecto comercial de bienes raíces.
Pronto la puerta fue abierta, y una chica de cabello morado fue la encargada de recibirlos, confundida.
– ¿Buenos días? – Hablo la joven dudosa.
– Buenos días, señorita – Rumi se adelantó a las presentaciones, favoreciendole el trabajo – Soy la oficial Rumi Usagiyama, y el mi compañero Keigo Takami. ¿Me permite saber su nombre?
– Lidia, Lidia Rose – Los ojos azules de Lidia iban desde Rumi a Keigo, y viceversa, intentando adivinar la situación – ¿Ocurre algo malo?
– Señorita Rose, permítame informarle sobre la situación. El oficial Keigo y yo estamos en la investigación relacionada al caso de la desaparición de Todoroki Shoto.
– ¿Todoroki? No me suena ese nombre...
– No se preocupe, es de otro vecindario. Por lo que tenemos entendido Todoroki asistió a una fiesta el viernes pasado, en este vecindario. Específicamente a la casa de los Bakugou. Ya que usted vive al lado de ellos, ¿Le molestaría si le hacemos unas preguntas con respecto a la actividad del viernes?
– Ah, bueno, yo... Si, yo quisiera ayudar, pero no creo que pueda hacerlo mucho
– ¿Por qué no? ¿Estuvo en otra parte el viernes en la noche?
– No, no. De hecho, estuve aquí estudiando
– ¿Y entonces?
Tanto Rumi como Keigo miraban expectantes Lidia, quien solo quería encogerse en su lugar y volver a su maratón de Cake Boss.
– Bueno, yo vivo al de ellos, y en ningún momento de la noche escuché algo similar a una fiesta.
– ¿Como dice? – Ambos oficiales de encontraban confundidos, esperando la respuesta de Lidia.
– Estuve despierta hasta las tres de la mañana, y no hubo ninguna fiesta donde los Bakugou. De hecho, la casa ha estado vacía desde que Masaru y Mitsuki se fueron hace como una semana. Solo su hijo se a quedado ahí, aunque no lo vi el viernes.
– ¿Esta segura? – Fue el turno de Keigo para hablar, haciendo sentir más incómoda a Lidia que no comprendía el asunto.
– Estoy segura, oficial. En lo que me respecta, no hubo ninguna fiesta aquí el viernes en la noche.
Preguntaron en varias casas, indagando sobre la inexistencia de la fiesta de Bakugou Katsuki y el conocimiento de la gente sobre quien era Todoroki Shoto ahí. Se fijaron en las cámaras de seguridad, en los testimonios de los porteros, y todo el mundo parecía coincidir en algo: Bakugou Katsuki nunca realizó una fiesta el viernes por la noche, en su casa.
Fue cuando preguntaron al dueño de una de las tiendas de paso, que les pudo decir algo relevante.
– ¿Katsuki? Si, conozco al chico. Muy inteligente, aunque algo desagradable su hablar – El hombre poseía un mostacho en su cara de color café, que adornaba su aspecto obeso junto a la clava en su cabeza.
– ¿Sabe si tuvo algún evento el viernes pasado, en la noche?
– Para nada. Hubiera venido aquí a comprar las bebidas, siempre hace eso cuando hace reuniones por él mismo. Aunque eso si, llego bastante mal el sábado en la tarde.
– ¿Como que mal?
El hombre, que se encontraba puliendo uno de sus vasos de cerveza de vidrio, hizo una expresión de pensar a profundidad.
– Llego aquí como a las tres de la tarde, lo sé porque a esa hora daban mi show favorito. Quizás eran un poco después de las tres, pero no pasaban de las tres y cuarto. Traía una de sus clásicas camisetas negras y unos jeans rotos de color azul. No, esperen, azul no. Blancos, si, si, estoy seguro que eran blancos. El chico casi se estrella contra la puerta de vidrio de la entrada, por un momento pensé que estaría borracho pero descarté eso al verlo caminar bien. Bueno, no caminaba bien, pero se reconocer borrachos, y él no era uno cuando entró a mi tienda. Se sentó en esa mesa de la esquina al lado de la ventana, ni siquiera me dio un saludo como siempre o empezó a criticar mi programa. Solo se quedó ahí, sentado. En ese momento creí que tendría hambre, ya que todo en él decía que paso una noche muy loca. Tome unas tres empanadas de carne y chile, siempre han sido sus favoritas, y cuando me acerqué, ¡Dios!, el chico olía horrible. Simplemente horrible. Tenia la vista perdida, y cuando intenté despertarle tocando su hombro se alejó de inmediato, no sin antes darme un golpe en el estómago. Me dolió, tiene fuerza el mocoso. Cuando quise volver a acercarme, él ya se encontraba de pie, me dio un "Lo siento", y sin mirarme se cambio de mesa a la del otro extremo al lado de la pared. Se quedó ahí por unas dos horas, y cuando iba a llamar a la policía solo se paró y se fue. ¡Y ya! ¡Ni siquiera probó las empanadas con chile! – El hombre, llamado Robert, negó con su cabeza, aún limpiando el vaso – Se veía muy mal. Me atrevería a decir, que incluso asustado. No sé si llego bien a su casa, pero si se que no quiero volver a verlo en ese estado. Parecía traumado, demasiado extraño.
Fue en ese momento en que, tanto Rumi como Keigo, decidieron volver a la estación a escuchar las grabaciones de los interrogados.
"Bakugou siempre hace fiestas. A veces en su casa, otras en..."
Cambio.
"¿En su casa? Bueno he ido en algunas ocasiones ahí, es linda, buena para fiestas y..."
Cambio.
"La fiesta estuvo increíble. A veces hace en su casa, pero la del viernes fue...interesante..."
"No recuerdo una fiesta..."
"Fue la mejor fiesta..."
"No se cual es su casa, así que no se si la hizo ahí o no..."
"Bueno, la casa de Kacchan es espaciosa. No me sorprendería que la hiciera ahí. De todos modos no fui, así que no sabría que decirle."
"He echo fiestas en mi casa"
"Estoy seguro que si Blasty deseara una fiesta en su casa, la haría en ese lugar."
Perdió la cuenta de cuántas cintas habían cambiado en lo que llevaba del día. Cuanta habían escuchado y sintiéndose imbeciles al no haberse dado cuenta antes.
Nadie, en ninguna grabación, decía que no hubo una fiesta. Pero nadie, en ninguna grabación, afirmaba con seguridad que había sido en la fiesta de Bakugou.
Era hora de hacer nuevas preguntas.
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