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Las hojas caían por la brisa del viento, dejando desnudos a los árboles por la temporada de otoño. Esa brisa hacia un ruido apacible por las ventanas de una mansión donde un grupo de grandes amigos, que se consideraban una familia a pesar de poseer características físicas tan distintas, se encontraban celebrando el aniversario de la creación del grupo nombrado "Los compas."
Comidas, bebidas y música alegre para levantar el ánimo a cualquiera... excepto por el felino que se hallaba decaído sentado lo más lejos posible de sus amigos, en una esquina oscura de la sala, como si fuera un insecto tratando de camuflar su presencia con el ambiente hostil. Una cucaracha que daba ganas de aplastar con las patas pensaba cierto can. El mismo can que solía molestarlo en reuniones y pequeñas celebraciones que formaban sus amigos, siempre había sido su objetivo una mancha grisácea que daba ganas de quitarla de la superficie limpia, si que le odiaba, aunque su razones no eran algo exactas, solo le gustaba molestarlo.
Se acercó cautelosamente hacia el felino, el cual se distraía al jugar y remover de un lugar a otro la carne dada en el traste.
Pero la presión en el cuello le dio a entender que alguien le estaba jalando de su preciada capa que era lo único que llevaba de vestimenta. Nunca coincidió con las ideas del felino sobre usar ropa, ¡Soy un animal, puedo andar desnudo pero no podrán ver mi genitales por mi abunte pelaje, y por ende no hay necesidad de usar ropa! Siempre era su argumento.
— ¡Mike! ¿¡Otra vez molestando a Acenix!? — Preguntaba con una voz elevada, casi gritando. Así era Trollino, una persona de compostura erguida y llena seriedad el tipo de persona que no aceptaba oraciones incoherentes, bromas, o un "No" sin algún argumento planteado como repuesta. Su vestimenta era casi normal excepto por aquella corona que llevaba y adorna su cabello negro.
— ¡Por un demonio, Trolli! ¡No jales de forma repentina mi capa! — decía sobandose el área de su cuello después de que este dejara de sujetar su capa.
— ¡Acenix no está de humor para soportar tus odiosas bromas! — Al ser mencionado por el empoderado joven, el felino se retiró del la sala, aunque en medio de los gritos su falta de presencia no causó que estos dejaran de gritar como señoras vendiendo su mercancía en un mercado. — ¡El tuvo un problema y aún está afectado, no permitiré que con tus jodidas bromas, le hagas sentir peor!
— Si, si, como si fuera el único que lo molestará. — Declaró.
— Eres tu el único que lo molesta y no trates de culpar a otros. — ¿Esa mirada? Si, su típica mirada de matanza y decepción, una mirada que parecía traspasar el pecho del can aunque este se mantenía aún rígido ante su mirada. ¿Como su mirada podía causar ese efecto en alguien? Pensaba el can, y se imaginaba las posibles cosas que podría hacer con esos ojos penetrantes y profundos como el mar si es llegase alguna vez a tenerlos. — Solo quiero que no lo molestes, o bueno tratarlo de hacerlo hasta que las cosas se calmen.
— Ya entendi. — Dijo con desdén. — ¿Pero que paso ahora con bola de pelos viviente? — Preguntó. Su contrario arqueo sus cejas por la pregunta, pensó que el can no se dignaria a preguntar sobre la situación del felino, pero de igual manera contestó.
— Tuvo una discusión con Jon, nose más. Solo sé que no fue una discusión muy amigable como nosotros sabemos sobrellevar.
Su repuesta muy simple pero a la vez directa le demostró lo grave de la situación. Si una discusión que sabían dar ellos como si fueran gritos de batalla era lo que consideraban un intercambio de palabras amigable, entonces la discusión de Acenix y Jon... era ni para hablar, algo más peor.
— Pero no quiero que algo malo le pase. Y si le pasa algo malo, de manera inmediata pensaré que fuistes tu el causante. — Mike abrió los ojos instintivamente al escuchar sus palabras, gruñia dándole entender que estaba disgustado por su elección de palabras, si hubiese sido un poco más considerable o hubiese amortiguado ese golpe de palabras capaz el can no estaría ahora mismo maldiciendo el día que el felino llegó a sus vidas. — Es lo mejor que puedes hacer, si no de caso contrario, nunca, pero nunca, te permitiré volver a la rutina a la que estás acostumbrado, comerás lo que es sano para alguien como tú.
El can asintió airado, no podía hacer nada más. No quería dejar de comer su dulce favorito, el chocolate, y tampoco dejar algunas cosas que le gustaban por una vida un poco más saludable. Solo se alejó antes de que su ira y su costumbre de soltar varias groserías lo dominará.
Salio al patio, un pequeño airecillo hizo que esa calentura debido a su rabia bajará calmandolo un poco, cerraba los ojos, ese pitido golpeando su cabeza lo alteraba, odiaba cuando lo escuchaba, gracias a ese frío viento ese sonido también se fue.
Veía el paisaje tan sosegado, llenaba sus pulmones de aire para luego expulsarlo, lo primero que veía entre tanto detalle, era un árbol en específico, mantenía aún sus hojas verdosas, como si se resistiera al cambio. Pero que árbol de lo más rebelde.
Amaba en especial esta estación del año, ver como todo se transformaba en un color más alegre, como los rayos del sol sobre las hojas caídas, y el viento que se las lleva para que aprendan a volar. Un color anaranjado como la caída del sol para dar paso a la noche. Todo ¡Si, todo era hermoso! ¿Para que estar de amargado con este ambiente?
— Mike, ¿Que haces aquí? — Preguntó Raptor algo curioso por la mirada extraviada de Mike en el paisaje.
— ¿Cuanto tiempo has estado?
— Eso debería preguntarte yo. — Mostró una sonrisa relajada, sus ojos se volvían como una línea curveada hacia arriba, dejando hoyuelos en sus mejillas.
— Me gusta estar distraído, me libera de las preocupaciones.
— Pero ven a celebrar que hemos creado el grupo para divertirnos y estar juntos. - Replicó, quería convencerlo, era algo típico del castaño, si veía que alguien estaba con un ánimo hasta el suelo trataba de hacer lo mejor posible para levantarlo hasta el mismísimo cielo.
— Tuve otro "amigable intercambio de palabras" con Trolli, ¡pero el tema era relacionado con el estupido gato! - Hablo como si lanzará golpes con las palabras, con su carácter de maestro de escuela. — ¿Te imaginas? ¡Me hecho toda la culpa! ¡como si fuera el único que lo molestara!
El joven de cabello castaño se quedó callado, esperando que Mike agregará otra palabra más en su defensa, el can tenía el mal habito de hacer algunas pausas de silencio cuando hablaba, lo que hacía dudar si ya había terminado de hablar o solo quería darle profundidad a sus cortos argumentos sin pruebas.
— ¡.... y por esa razón creo que Trollino está exagerando!
— Mike, tu eres así. Trolli solo te dice la verdad, no conozco a otro que moleste a Acenix.
— Ahora tu también lo apoyas.
— Bueno, pues... no lo tratas de la misma manera, lo desprecias, se nota a kilómetros.
Mike se quedó en silencio, no sabía que decir, ¿contraatacar o rendirse? No, esto no era una guerra para que pensara en esas opciones, aunque así era como lo hacían sentir.
— Capaz... no he sido tan bueno con el. ¡Pero el tampoco es un santo!
— Yo no estoy hablando si el es bueno o malo, estoy hablando sobre ti, sobre la actitud con la que sueles hablar con Acenix. Creo que nadie se merece ese tipo de tratos.
El can suspiró.
— Te odio.
— Me odias por que sabes que tengo razón.
Todo fue interrumpido por un grito lejano de Trolli "¡Mike! ¡Ven acá!" Un grito muy fuerte que se escuchó perfectamente desde la lejanía que se encontraban. El can se paró para ir a la trayectoria del llamado del joven.
— Iré a ver que es lo que quiere. — Aviso, antes de retirarse y dejar a Raptor solo.
El can se dirigía hacia la mansión, todo parecía normal y la fiesta siguia en progreso después de esa discusión.
-— Aquí estás. Quiero que veas si Acenix está bien, de paso dile que lo estoy llamando y que venga.
El can recordó esas palabras en la discusión, no tenía de otra. Y lo fue a buscar, pero nada le indicaba que el felino se encontrara en la mansión. Lo busco afuera, aunque la oscura noche estaba en su contra. Su nariz trato de oler el aroma que expulsaba el felino, ese aroma dulzón podría guiarle el camino. Algunos cuantos rastros le permitieron seguir con la búsqueda, pero el can se irritaba saber que el felino lo hacía difícil.
Pero de pronto lo vio, el estaba ahí, como si estuviera esperando la llegada de alguien o algo. Su delgada espalda cargaba una mochila que se veía que estaba llena de objetos por lo inflado que estaba. Sintió un mal presentimiento, un aire frío golpeando su espalda, un aviso de que pasaría algo malo. Pero se quedó ahí, observando. Un portal dimensional se creo de la nada este cambiaba de imagen cada cierto tiempo, el felino veía los ecosistemas, analizándolo con un buen ojo, pero su contrario sentía esa duda que crecía y se expandía en su pensamiento.
El can salio del lugar donde se encontraba, el movimiento de orejas del felino escuchó bien ese ruido provocado por causa de su movimiento, de inmediato volteo su cabeza para saber quién era el individuo que le estaba haciendo compañía.
— Otra vez tu.
— ¿Pero que haces? — Preguntó el can un poco asombrado con el ambiente, es como si estar cerca del portal generará un tipo de brisa fría.
— Sal de aquí, métete en tus propias asuntos.
— ¡No, no, no, tu vendrás conmigo! — Acenix abrió los ojos, retrocedió un dos pasos atrás, mientras trataba disimuladamente alejarse del can.
— ¿Por qué? ¡¿No puedes arruinarle la vida a otro?!
— ¡Prefiero arruinartela a ti! — sujeto el brazo de Acenix acercandolo, pero este forcejeaba para liberarse.
— ¡Suéltame! ¡Te digo que me sueltes!
— ¡Vaya, vaya! pero que sorpresa. — una voz intrusa se metió en medio de la discusión, una ladina sonrisa se posaba en su rostro.
Esa voz tétrica y rasposa llamó la atención del can, que hizo que Acenix se liberara de él. Unos ojos color carmesí que brillaba como luces en la oscuridad, un pelaje amarillo apagado, y lágrimas negras que salían de sus ojos eran lo primero que se observaba en ese demonio. Mike se quedó callado como si su palabras se hubieran atascado en su garganta, el felino se sobaba su brazo por la excesiva fuerza que usó el can en el.
— Dame más tiempo aún no pude analizar del todo las dimensiones. — Habló el felino cortando ese profundo silencio.
— ¿¡Pero que!? — Hubiera agregado otras palabras para expresar lo confundido que estaba pero esas fueron las que salieron de su boca. ¿se conocían? Pensó
— Pobres almas ¡y tu cambia esa cara de estupido! — dirigió su mirada hacia el can que se encontraba ¿asustado? ¿confundido? ¿asombrado? Las sensaciones que sentía no podían definirla en una sola palabra eran una mezcla de esas tres.
— No... no logro entender.
— Hice un pacto con Acenix, o bueno, lo había hecho. - Acenix se sobresaltó, su pelaje se erizó, fue una respuesta involuntaria.
— Teníamos un pacto.
— Muy bien claro lo dijistes... teníamos.
En sus ojos se reflejó un miedo viviente, sus patas temblaban, y su mandíbula se tensaba. Mike pasó su mirada pasiva hacia Acenix, viendo en el estado que se encontraba.
— ¿Que ha... harás? — titubeó el felino.
— Seguiremos con el pacto, pero te daré una sorpresa... — con las sus patas dio forma a una bola de luz rojiza, daba una vibra muy mala. — Una pequeña... sorpresa.
Como si todo pasara en cámara lenta, Mike por instinto empujo a Acenix quien hubiese recibido ese bola de energía si no fuera por el. La fuerza ejercida hizo que cayeran los dos al portal, sus cuerpos cayeron rodando en esa dimensión. Lo último que Mike vio de este espectro fue una macabra y ladina sonrisa.
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