【veinticuatro】
ɴᴏ ᴇs ɴᴜᴇsᴛʀᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴄᴀʀɪᴄɪᴀ
Perforanubes terminó de nuevo encajada, aunque está vez en la tierra no de manera superficial, y en esta ocasión, junto a la cabeza de la joven con el rostro enteramente asustado por el movimiento hostil. El filo de la lanza cortó algunos de sus cabellos largos extendidos sobre el césped, pero eso era lo menos por lo que debía preocuparse en ese momento.
—Brilló —Zhongli dijo una sola palabra para hacerla entender, y luego se alejó cuando su arma despareció en particulas diminutas.
¿Así que todo eso fue para demostrarle que podía hacerlo? Que idea más estúpida, enseguida pensó Charlotte provocándole molestia al instante. Había pasado tanto miedo, y él solo se alejaba cómo si nada hubiese sucedido.
No lo haría.
Su cuerpo se levantó en automático, y como si fuese a correr un maratón se acomodó antes de correr, aunque no sin volver a mostrar su arma, y cuando sus cejas se unieron y su mirada encontró la espalda de su objetivo, se abalanzó con todas sus fuerzas. Pese a que su idea era lastimarlo, no lo consiguió, porque el asesor era más versado en combate y fácilmente la detuvo. Una de sus grandes manos tomó la lanza y la otra su antebrazo, quedando los dos frente a frente una vez más, pero ya sin una pelea de por medio.
—No conseguirás nada de esa manera —advirtió el asesor con el semblante duro y casi apretando el agarre. Era una lección de profesor a aprendíz—. Perforahielos no brillará de nuevo, ¿acaso no lo entendiste? Tanto tu visión como tu lanza solo sirven para protegerte —confesó por fin.
Ella forcejeó haciendo caso omiso de sus palabras y él, perdiendo la realidad que tenía al alcance, apretó su brazo y la lanza, rompiendo esta última y sacándole de los labios un sonido de dolor. Entonces la soltó con el semblante asustado y Charlotte cayó de nuevo al suelo con la espalda por delante.
—¿P-perforahielos? —llamó y buscó con terror sobre el suelo mientras se tomaba la mano lastimada, pero el arma ya había desaparecido entre su mano y la de Zhongli.
—No está rota, no fue diseñaba para eso—dijo y suspiró el otro, arrepintiéndose de sus mal pensados movimientos, contando entre estos, seguirla hasta ahí.
Charlotte también suspiró, incluso sabiendo que preocuparse por el bastón era en vano, después de todo, quiso devolverlo antes.
—¿Qué le sucede? —volvió a cuestionar, un poco más tranquila que antes, olvidando parcialmente que intentaron matarse el uno al otro—. Además, usted lo dijo, yo voy a seguir mi propio camino, incluso si voy en contra de lo demás —contestó por fin a lo mencionado y se levantó del suelo para sacudirse la ropa de aventurera.
Cuando Zhongli le vio dándole la espalda, parpadeó lentamente, observando con ello una silueta que no parecía la de la misma caballera, sino una más madura con aquellas ropas de diosa y cabello recogido, pero cuando volvió a abrir sus orbes ámbar, Charlotte seguía siendo Charlotte.
—Es evidente que debo alejarme —se dijo a sí mismo.
Como la joven dama no entendió lo que quiso decir, se volteó a verle de manera confusa mostrando sus azulinos orbes en el proceso, aunque lo que ellos vieron no fue más que la silueta del asesor tambalearse de un lado hacia otro mientras se cubría el rostro.
—¿Ma-Maestro? —Se acercó, pero de nuevo, no esperó que el mencionado la empujara con apenas fuerza, sin embargo, la intención fue evidente y ella tuvo que alejarse.
—Tienes que irte, Charlotte, no puedes verme así —masculló con dolor, y tarde fue, pues cuando quitó la mano de su rostro, mostró las líneas doradas que lo estaban consumiendo de poco a poco.
De la impresión ella retrocedió dando pasos hacia atrás. Tenía los ojos bien abiertos, incapaz de alejar la mirada del mayor que estaba sufriendo sin lugar a dudas, y cuando sus pies chocaron con las piedras que no permitían que el manantial se desbordara, unas manos de piel café y las mismas líneas doradas que infectaban la piel tersa de asesor, emergieron, tomándole de los tobillos y provocando su caída al agua.
—No otra vez... —pidió en un susurro rendido antes de caer.
Cómo en la última ocasión, su anatomía cayó dentro del agua, sumergiéndola en el profundo mar oscuro, sin embargo, no estaba sola. Alguien detrás de ella estaba arrastrándola hasta lo más profundo; la abrazaba fuertemente cruzando sus manos por su estómago y pecho, y su cabeza estaba recargada en su hombro. La curiosidad pudo más que intentar deshacerse del fuerte agarre e intentó verle el rostro volteando la cabeza, pese a que se estaba ahogando, y cuando descubrió ese cabello castaño y ojos ámbar con esa figura inolvidable, de pronto fue jalada hacia atrás por unas manos que tomaron las suyas, y cuando menos lo esperó, Zhongli estaba frente a ella mostrando verdadera preocupación por ella.
Seguía estando tan oscuro como la noche permitía, y ellos se encontraron en el manantial. Las rodillas del hombre tocaban el agua, pero a diferencia Charlotte estaba recostada con apenas la cabeza hacia arriba por el jalón de antes.
—Esa persona era...
Estuvo a punto de divulgar la verdad de todo lo que le sucedía desde que llegó a ese lugar, a un solo pelo de entrar en un verdadero dilema frente al mayor, pero este le interrumpió.
Se acercó, tanto que la cabeza de la dama cayó de nuevo al agua, aunque como antes esta no llegaba más allá de sus orejas, entonces la besó. Sus labios se unieron en la oscuridad, los de él agresivos y los de ella sin experiencia alguna, dejándose llevar por la intensidad del momento que estaban protagonizando. Sus manos se mantuvieron sobre el agua, extendidas a los lados de su cabeza sin saber cómo moverse, mientras que las de él casi las sostuvieron por la cercanía al apoyarse en ellas, pero no faltó mucho para que Charlie le pasara estas misma alrededor del cuello, exactamente en el momento en que sintió la larga lengua del mayor invadirle la boca sin permiso.
Zhongli se alejó momentos después, cuando volvió a tener raciocinio y se dio cuenta de que ella no podía contener más la respiración, por lo que, inevitablemente, la imagen que provocó le robó el aliento que le quedaba.
Charlotte se encontró sobre el agua aún, con la mirada desviada, la boca entre abierta, los labios rosas adornados con la saliva de los dos, y las manos sobre su pecho mientras respiraba de manera agitada para recuperarse.
Fue una experiencia totalmente nueva y su cabeza estaba dando vueltas, porque el placer que había sentido la haba descolocado tanto, que sus manos inconscientes deseaban acercarse de nuevo al asesor.
—¿Por qué desea que me marche? —inquirió en un hilo de voz, aun sin poder enfocar la mirada, antes bien, su mano mojada fue a parar la mejilla del contrario para sostenerla con cariño—. Usted... ¿Por qué no me dice que es lo que sucede entre nosotros dos? Porque ahora yo solo deseo que siga tocándome...
Zhongli colocó un dedo sobre sus labios para hacerla callar y él mismo desvió su mirada, recorriendo así el cuerpo que estaba cubriendo con el suyo.
—No lo deseas. —Observó atentamente la joya rojiza que estaba sumergida en el agua mientras decía. Nunca había dejado de sentirla—. Ahora solo te estoy contaminando, y mientras más lo haga, peor será para los dos.
Como una sincronización perfecta, pronto las líneas que antes le adorbaban a él recorrieron por segunda vez la piel de la caballera, provocándole tanto dolor, que comenzó a quejarse y a removerse. Por último, sus orbes terminaron asemejandose a los de él, en esta ocasión, copiando a la perfección el delineado ámbar de sus mismos párpados.
—Morax...
Por la mañana el sol volvía a salir para todos, sin excepción alguna, mientras que la empleada general de la funeraria se restregaba entre dormida y despierta sobre aquellas mantas que la envolvían con suavidad.
—Es tan... cómodo... —murmuró, abrazando en el proceso una almohada mullida que encontró por ahí.
Y de pronto, despertó.
Alarmada se sentó sobre la superficie llevándose consigo la almohada, viéndose en consecuencia muy asustada y confundida por lo primero que encontró al poner atención.
Para comenzar, aquella no era su habitación, sino más bien una de tamaño promedio y de elegantes acabados, así como adornos que jamás había visto; y para terminar... En realidad todo se reducía a que era un lugar desconocido al que no sabía cómo había llegado. ¿Magia?
—¿Maestro Zhongli? —Fue lo primero que vino a su mente, pues lo último que recordaba era que estuvo a punto de asesinarla en el bosque.
—¿Sí?
Charlotte abrió más los ojos y abrazó con fuerza la almohada, ya que casi al instante el asesor se asomó por la puerta no muy lejana a la gran cama. Luego se sentó totalmente con las rodillas por delante y su rostro por fin terminó por desencajar.
—¿E-en dónde estámos? ¿Qué pasó? ¿¡Por qué estamos los dos aquí!? —La última cuestión fue más una exclamación nerviosa.
El mayor dio unos pasos para adentrarse en su habitación y se apresuró a responder.
—Perdió el conocimiento en medio de nuestro enfrentamiento y no encontré mejor lugar a donde llevarla para descansar, era muy tarde y preferí evitar las complicaciones de entrar en la cuidad y recibir preguntas de la Geoarmada. —Hizo un ademán para mostrarle el lugar y luego negó mientras decía.
Pero Charlie negó de pronto, viéndose confundida al cerrar sus orbes y llevarse una mano a la sien para intentar recordar.
—Eso no es exactamente lo que yo recuerdo —señaló, sin embargo, asustó por una fracción de segundo al asesor, porque luego continuó—. Usted intentó matarme, todo para que no le regresara a Perforahielos —alegó, molestándose junto con ello.
—Está en lo cierto, aunque no hubiese conseguido nada quitándole la vida, así que puede estar tranquila, jamás lo intentaría —aseguró tranquilo.
—No sé si merece un gracias... —susurró vencida, después de todo, se sentía descansada.
Aunque, si aquello era para darle confianza, consiguió todo lo contrario. Se removió en su lugar y se dispuso a levantarse cuanto antes. Llevaba la ropa de aventurera, aunque no el abrigo puesto, además estaba descalza. Una vez estuvo de pie, observó la habitación en busca de sus pertenencias, pero no pudo evitar mirar más allá.
La habitación de Zhongli no era exactamente pequeña, sobre todo porque la cama era en realidad un semi círculo y abarcaba toda la pared contraria a la otra con la puerta en la esquina de ella, además, estaba llena de cómodas mantas y almohadones, casi sin espacio para otra persona que no fuese él; también pudo ver los muebles haciendo consonancia con el color café y gris de la madera, y en la esquina, un gran espejo de acabados elegantes descansaba, y en el que si no se equivocaba, podía verse de cuerpo completo.
—¿Y mis zapatos? —preguntó al no encontrarlos.
—En la entrada —dijo enseguida y caminando hasta el armario, de ahí obtuvo su abrigo cerceta y se lo entregó sin acercarse más de lo debido, pues supuso que era lo que iba a buscar después.
—Ya es tarde, ya deberíamos estar en la funeraria —mencionó cuando encontró la luz del día filtrarse por las ventanas del lugar, aquellas que solo decoraban la pared que no tenía un solo mueble.
—Deberíamos —acompañó el asesor al dar la media vuelta para abandonar el lugar—. La directora Hu Tao lo entenderá si se lo explicamos.
Sí, ella era bastante comprensiva, no obstante, al irse dejó a la joven muchacha con las manos en la cara y las mejillas sonrojadas.
No habían hecho nada, de hecho, estaba ahí en contra de su voluntad, pero decirle a la castaña que había estado en su casa era un suicidio. Hu Tao inmediatamente se burlaría diciendo que estaba en lo correcto al decir que había algo entre ellos, y sobre todo, dejando de lado a la directora de la funeraria, ¿que diría la gente si los encontraba llegando a la ciudad juntos después de no haber vuelto por la noche? Eran una comunidad mediana después de todo.
—¡Maestro, maestro! —llamó y corrió fuera de la habitación, todo con tal de convencerlo de idear un plan para que su reputación no se fuese más por la borda.
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