【treinta y tres】

ᴜɴ ᴄᴀsᴛɪɢᴏ ϙᴜᴇ ɴᴏ sᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇ ʀᴇᴄɪʙɪʀ

          El día después de cada rito de la linterna era aterrador para los organizadores y cooperadores, puesto que la limpieza corría por su cuenta. No era un trabajo que se hiciese solo como por arte de magia, sin embargo, gran mayoría de ciudadanos responsables contribuían a su ciudad y ponían su granito de arena haciendo respirar con normalidad a los otros.

          Era otro día, otro que sin duda no era igual. Charlotte se encontraba sentada frente a la mesa aquella mañana, acababa de terminar su desayuno, uno que el hombre de cabellos largos dejó especialmente para ella antes de marcharse a trabajar con todo el dolor de su corazón.

          —No han pasado horas... Mi corazón late como un loco, mi mente está en otra parte... Yo... Extraño al señor Zhongli...

          Lo cierto era que nunca pensó que pensamientos como aquellos invadieran su cabeza, pero una vez distraída comenzó a notar que su estado de ánimo se encontraba hecho un verdadero desastre. En primera, existía el gran problema en que los dos se habían metido: no había manera de explicar lo sucedido y su media forma de dragón, además, estaba siendo buscada por sus amigos, conocidos, y muy importante, hermanos.

          Para variar, la situación era terrible por donde se le viera, además de extrañar al Arconte.

         No obstante, además de todo aquello, una vez el asesor se alejó de la casa, Charlie comenzó a sentirse muy sola. Extrañamente añoraba su presencia como ningún otro día, llegando incluso a sentir un dolor el pecho al recordar cómo le había tratado la noche anterior y esa misma mañana.

          —¿Qué me sucede? —se cuestionó levantándose y llevándose consigo la bata de seda que le cubría el cuerpo todavía.

         Siendo el caso, no le quedaba más que intentar olvidar sus confusos sentimientos por la víspera y tratar de conseguir de nuevo su forma original como le había recomendado Zhongli que hiciera, pero, ¿cómo debía comenzar? ¿De verdad era posible? Con sinceridad creía que no, así que corrió a la habitación cuando, rendida, se dio la respuesta así misma; se echó a la cama y cubrió con cada manta, haciéndose lo más pequeña posible sobre el lecho.

         Quedaba solo llorar en esa solitaria vivienda por su suerte.

          Era qué, ¿jamás podría volver a la tierra de los vientos suaves y los dientes de león?

          —¿Charlotte?... ¿Charlotte, estás aquí?

          De pronto aquella voz muy conocida se escuchó en la sala de estar, alguien había entrado a la casa y la dama no había escuchado un solo sonido de la puerta corrediza, por lo que, asustada, dejó de moverse, así, quizá la invitada no se daría cuenta que estaba entre el tumulto de mantas.
Sin embargo, los paso resonaron más cerca y con preguntas frecuentes sobre su ubicación, acrecentado su invisibilidad con ello, luego, el silencio abordó de nuevo la habitación por un segundo, hasta que las mantas fueron jaladas con fuerza y deseo de lanzarlas lejos.

          —¡No me mires así, por favor! —exclamó Charlotte cuando se encontró al descubierto, cubriendo su rostro con vergüenza notable, tal cual cubriese todo su cuerpo, mas por diversas razones, aquello no era certero—. Por favor, no quiero que me mires...

          Sabía de quien se trataba, su voz era como un canto tranquilo desde hacía tiempo, lo cual para muchos no significaba lo mismo, y tal vez por ello fue que trató de esconderse cuando la escuchó en la primera ocasión, pues que ella le viese con el aspecto actual era una pesadilla.
          Tenía vergüenza, mucha pena. Nunca se sintió tan abochornada en toda su vida, no obstante, la contraria suspiró y cayó sobre sus rodillas junto a la cama, suspirando con alivio.

          —Estaba tan preocupada. Tan, pero tan preocupada —dejó escapar, casi dejando salir las lágrimas de pura felicidad—. Pensé que era mi culpa, te deje marchar cuando te sentías tan mal; debí haberte cuidado mejor, haberte creído aquella tarde y no tratar de forzar la situación por un capricho, yo...

          —Hu Tao... —susurró la mujer dragón, viendo con sorpresa como era que su amiga escondía la cabeza, quizá más avergonzada que ella misma, como si se estuviese disculpando.

          —Nunca preví que esto pasaría, estábamos tan juntas todo el tiempo que no creí que algo como eso te estuviese atormentando. Debió ser una verdadera pesadilla —mencionó con pesar, tomando las sábanas en sus manos con más coraje que tristeza.

          —Él te lo dijo... —susurró apenas la víctima.

          Para que la castaña pudiese creer en las palabras del Arconte, este debía contarle la verdad sin esconder la escencia del problema. Lo cierto era, y fue tal cual lo dijo: Charlotte estuvo viviendo en una pesadilla contaminada, en donde además de tener horribles sueños tan tangibles como la realidad, en esta misma algo le estaba siguiendo los pasos, pero además de él, desconocía a la entidad del manantial.

          —Estoy bien ahora —intentó tranquilizarle, viéndose todavía avergonzada, pero al mismo tiempo resignada—. Aunque me vea así, sigo siendo yo. Además, quiero que entiendas que nadie tiene la culpa de esto, mucho menos tú... Esto, solo ocurrió por coincidencia, una de las tantas que me están impidiendo volver a casa.

          ¿Cuánto había pasado? En ese momento, cuando las palabras salieron de su boca, sintió un extraño vértigo recorrerle cada vena de la piel, y luego solo sintió un vacío en el pecho.

         —¿Hay algo que podamos hacer? Quizá alguien del más allá tenga la información necesaria... —dijo la castaña, pensando en preguntar por ahí, pero luego se detuvo. ¿Quién debía darle las respuestas?

          Siguieron conversando, incluso Hu Tao le contó que el festival había sido fantástico, pero que por evidentes razones, ni el señorito ni el exorcista y ni la cocinera habían podido disfrutarlo, sin añadirse a ella que estuvo muy ocupada.
Era cierto que Ninguang le buscaba, sin embargo, sus hermanos no habían viajado hasta Liyue con su repentina desaparición, situación que le sorprendió a la mitad dragona, pero no mencionó nada al respecto.

          Luego de un momento, cuando la extranjera escuchó un breve sonido a través de la ventana, se levantó y dejó a la castaña sentada sobre la cama; se asomó así corriendo las cortinas, sin embargo, el sonido provenía de una rama marchita atorada entre los espacios del cristal.

          —El señor Zhongli tiene una bonita morada —confesó de pronto al ver el jardín trasero de la misma, uno que no había tenido la oportunidad de observar.

          No obstante, Hu Tao abrió sus orbes con sorpresa al mirarle la espalda. Había sido tan extraña la manera en qué, después de hablar de soluciones inmediatas y de las que no lo eran, de pronto Charlotte cambiase el tema con un comentario pasivo que aligeró el ambiente.

          Por otro lado, caminaba con parsimonia por la frontera entre Liyue y Mondstatd aquel asesor de funeraria por motivos de "trabajo"; le acompañaba un joven de baja estatura y de cabellos cortos, unos negros con un cálido color azul verdoso, y de unos orbes grandes brillantes como el cor lapis.
          Se les notaba relajados, aunque no lo estaban, sobre todo el joven Yaksha, que caminaba detrás del mayor como si en cualquier momento fuese a existir el mínimo peligro.

          —Que coincidencia encontrarte aquí, viejo amigo, los vientos de Mondstatd siempre traen buenas noticias hacia mí —mencionó de pronto una figura, que recostada en el verde césped, tocaba con sus finos dedos una lira.

          Xiao, el joven que acompañaba al Arconte, se sorprendió un poco de ver a tal personaje, sin embargo, después de pensar en como Zhongli parecía decidido a explorar los límites de su territorio, no le quedó duda de que lo estaba buscando.

          —Debo agradecer el favor —informó el mayor—. Ningún contrato te obliga a darme tu mano, pero lo has hecho.

          —Oh, si te refieres a la mentira piadosa que dije a aquel pelirrojo... No hay de qué —guiñó juguetón, mas luego cambió su postura a propósito—. Pero, veo que te has metido en un gran problema, ¿quién lo diría?

          No había situación que no pudiese esconderle al señor de los vientos, después de todo era el único viejo amigo que le quedaba, ese que compartía con él su secreto.
Venti había descubierto su problema con la señorita mortal, porque además de ser hija de los vientos, lo cierto era que las inconsistencias con la naturaleza de ese mundo le habían dado trabajo extra aquellas tardes. ¿Qué más podía explicar a esos monstruos tomando camino hacia la ciudad de piedra? ¿Que otra cosa le daría razón a ese poder geo que de pronto desbordaba como si fuese un manantial? Cada cosa era una amenaza más grande que la otra.

          Así que, como viejo amigo, "convenció" al heredero de la industria vitinicola para no ceder ante la desesperación de una carta de urgencia, y mantenerlo a esperas de una buena noticia, incluso cuando Venti había dicho que podía confiar en su persona.

          Pero Diluc no tenía paciencia.

          Sin embargo, el pequeño ex-Arconte tenía un As bajo la manga.

          —Lo solucionaré —jactó, pareciendo seguro, no obstante, cuando su compañero y servidor observó su mejilla derecha, apenas pudo moverse.

          Se caía. Se caía como arena dorada de algún lugar del paraíso.

          —Rex Lapis... —Xiao apenas pronunció.

          —Son efectos secundarios, nada de lo que preocuparse. —Volvió a notarse seguro, cubriendo su mejilla con el guante café en su mano—. Charlotte aún no puede controlar sus deseos.

         —Se lo pones demasiado difícil, Morax. Eres incapaz de mantenerte en pie y prefieres esperar. ¿Sabes? No quiero quedarme solo —confió el pequeño de las trenzas y ropa de bardo—. Aunque sea hija de los vientos, lo mejor será...

          —No —respondió Zhongli, interrumpiendo su oración—. Mantén a su hermano alejado, sabré que hacer. Sobre todo, mantente al margen, Bárbatos.

           Sus últimas palabras se acompañaron de una fiera mirada, característica de un pasado que el menor bien conocía, pero que estaba perdida en un recóndito recuerdo de los espectros que día a día amenazaban Liyue.
           Y así, volvió sobre sus pasos, dejando al bardo sobre aquel césped. La lira volvió a escucharse mientras se alejaban, y al final, la risa de Venti llenó el ambiente dejando un risueñó recuerdo de su corta estancia en la frontera.

           —Rex Lapis, disculpe mi ofensa, también creo que esa mujer debería...

         El comentario los abordó minutos después de dejar de escuchar la lira, provocando que el más alto detuviese el paso. Xiao se mostró nervioso, no igual que cuando Zhongli solía decirle que dejara sus deberes de lado, o como cuando le pedía un favor que Hu Tao le había encargado. No. Solo fue un breve y amenazante silencio.

          —Es por su bien —añadió segundos después el que se asemejaba a un joven muchacho.

          Había vivido tantos años a su lado, peleando por él y solo por su bien, por supuesto que estaba preocupada de aquellas consecuencias, y que amenazara al Arconte Anemo nada más por mencionar una solución viable, solo le causó pesar y ganas de enfrentarlo cuando antes. Así que solo lo dijo sin retrasar más la conversación.

          —Merece la oportunidad ver con sus propios orbes la redención de un equivocado sentimiento —comenzó a decirle, más tranquilo de lo que se esperaba—. ¿Quién dijo que ella tenía la culpa? ¿Alguién que no ha cometido un crímen debería ser castigado? —cuestionó, alzando su mano enguantada para alcanzar una flor que avanzaba con la brisa.

           Xiao, observando desde atrás, alcanzó a notar en su rostro una inesperada paz.

           Quizá, también le había visto poner ese rostro en alguna ocasión pasada, pero tampoco lo recordaba.

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