【treinta y nueve】
ᴇʟ ᴍɪᴇᴅᴏ ᴅᴇ ᴘᴇʀᴅᴇʀʟᴏ ᴛᴏᴅᴏ
Brillaba con terquedad, la joya seguía presente, y aunque lo hubiesen ignorado a voluntad, siempre había estado ahí. Porque, ¿cómo deshacerse de ella con orgullo? ¿Cómo hacerlo sin recordar la traición? Después de todo, había sido un regalo en uno de los momentos, que quizá, habían sido de los más emocionantes e importantes en toda su vida y en todas sus facetas como ser vivo, porque significaba una primera vez para todo, y aquellas eran difíciles de enterrar.
Pasó de confiar, enamorarse y estar a punto de entregarlo todo, a decepcionarse, resignarse y olvidar. Aunque, tal vez, para Charlotte, un paso de aquellos se le había ido de las manos hacia tiempo.
Su cabeza dio un vuelco, mas no era la suya exactamente; su estómago se revolvió, aunque no era el suyo exactamente; su corazón dolió, mas no era el suyo exactamente... Cuando la menor miró hacia la persona que decía amar, encontró un rostro perdido en el recién llegado, unas manos tambaleantes, y unos zapatos pegados a la tierra que pisaban.
Presagiaba malas noticias, como si alguien en ese lugar supiese lo que ocurriría cuando la ficha fuese movida de una vez por todas.
—Tartaglia... —susurraron sus labios en automático.
—¿Cómo te atreves...? —amenazó la directora, la primera en moverse hacia el pelirrojo con el arma en mano. Haría lo que fuese por su adorada amiga, como por ejemplo, dar la cara cuando la otra apenas podía respirar.
—No, espera —interrumpió el rubio, haciendo detener a la joven, que inmediatamente colocó un semblante confundido—. No es una amenaza, Tartaglia me ayudó en Inazuma y estoy seguro de que al venir aquí tiene la misma intención.
El muchacho, que parecía haber luchado antes, asintió y se revolvió el cabello al sentirse "amenazado". Por supuesto, sabía que no era bienvenido, no era estúpido, tampoco esperaba flores. Sin embargo, su semblante cambio un poco al mirarlos con atención, pues encontró detrás de Hu Tao y Aether, dos siluetas muy conocidas: la primera, el venerado Arconte Geo que le mintió sobre su identidad, y la segunda...
—No estoy buscando problemas, solo tengo la misma curiosidad que la mayoría en todo Teyvat —comenzó a explicar, levantando la mirada hacia la tormenta dentro del bosque—. ¿Qué está atrayendo a los monstruos de cada rincón del mundo? ¿Por qué Liyue parece un remolino de desgracias en este momento?...
—Y, ¿por casualidad estabas cerca? —cuestionó e interrumpió una elegante voz detrás de Charlotte y el asesor.
De pronto se unía alguien más, alguien que, presintiendo el peligro, abandonó su puesto y corrió; alguien que instintivamente cubrió de la vista a la encapuchada.
—En efecto, señora Ninguang. Estaba pensando en encontrar a mi camarada—contestó el Heraldo sin más.
—Que la diplomacia de Snezhnaya te haya retirado la culpa de los hombros, no significa que seas bienvenido a Liyue. Nobile, tú asesinaste a nuestro Patrono de los Contratos —atacó la dama.
Nadie ahí desconocía el dato, era incluso, el núcleo que obligó a Charlie a mantener sus relaciones personales con los diferentes personajes, no obstante, saber que el Onceavo estaba libre de culpa era una sorpresa. Pese a ello, en medio de las acusaciones, Nobile sonrió y rio con sorna.
—Oh, ¿por qué no le preguntas eso a nuestro querido maestro Zhongli? —delató sin más palabras. Al final, no había crimen del cual culpar.
—No tenemos tiempo para tus juegos —respondió la directora, tratando de llevar la atención hacia otro lado.
Ahí, solo la Geoarmada y la mujer más rica desconocían el dato, sin embargo, los primeros no eran tan inteligentes como para llegar a una conclusión de la que la segunda ya sospechaba.
Aether, de inmediato, corrió a hablar con el pelirrojo antes de que todo empeorara, pidiendo un poco de seriedad por el momento que estaban pasando, lo que inició una conversación acalorada entre los dos. Porque así era el Heraldo, sumamente bueno de corazón, pero intenso con sus diligencias.
Mientras tanto, Charlotte, que miró al asesor, notó que este apenas se movía, y que claro, no contestó nada hacia las declaraciones indirectas del que llamó compañero alguna vez, incluso, cuando le llamó por su nombre, este no contestó, asi que solo pudo llamar su atención por medio del tacto.
—¿Se encuentra bien? —La menor le tomó de la manga de su abrigo café y lo atrajo hacia ella, apenas así, el mayor le puso la mirada encima y contestó con un asentimiento—. No lo...
—Tienes que irte —interrumpió tomándole de los hombros.
—¿Eh? —No entendía.
—No eres tú quien acabará con él, es él mismo quien se llevará a su propia ruina. Ya lo hice alguna vez...
La voz del mayor llegó a sus oidos una vez más, la misma que le estuvo torturando dentro de la montaña, y comprendió, tras unos segundos, el significado total. No tuvo que darle más vueltas, no después de observar con atención el semblante inquieto y preocupado de Zhongli.
Encontrar en su camino de nuevo a Tartaglia no fue exactamente una tragedia, al menos no para ella, pero para ellos dos, significaba algo distinto.
Zhongli era el dueño de esa cabeza y estomago revuelto, también de ese corazón dolido.
—Tiene tanto miedo de volver a perderte, pero no sabe cómo lo hizo en su pasado. La memoria es dura, en especial con aquellos que se obligaron a olvidar a la fuerza sus momentos más terribles...
—Los dos tenemos que irnos —concluyó la encapuchada, tomando con fuerza su mano para jalarlo.
Sin embargo, demasiado tarde fue, para cuando intentaron comenzar su rumbo, la niebla del bosque bajó hasta alcanzarlos, y cuando intentaron seguir, descubrieron que estaban a solas en el camino, una vez más en esa montaña vacía sin camino que seguir.
¿Todos terminaron separados?
No sabía cuanto tiempo había transcurrido, ni cuanto tiempo había caminado a ciegas en medio de la niebla y la lluvia, pronto su voz comenzó a bajar de decibel y su llamado quedó atascado en su garganta.
—Charlotte —pronunció como último intento, que fue más un lamento que un llamado.
El asesor, desesperado por no encontrar una salida, terminó recargado junto a un frondoso árbol casi sin aliento. Nunca se le había visto tan fuera de su papel, no era el mismo hombre tranquilo y sabio, y quien lo encontrara quizá no podría reconocerlo con su abrigo desabotonado, sin su corbata y sus zapatos llenos de barro mientras esté mismo adornaba una de sus mejillas; su cabello también estaba despeinado, casi suelto en su totalidad, pues apenas unas hebras seguían dentro de su cinta para cabello.
Estaba perdido, tan perdido que comenzaba a perder la cordura, la niebla espesa le recordaba sus más temidas pesadillas y lo único que deseaba era poder salir intacto de sus recuerdos.
—Te extrañé tanto, no vuelvas a irte, por favor. No me dejes atrás.
Se escuchó de pronto en medio del silencio, la voz pertenencia a la mujer que buscaba. La esperanza volvió a él y recuperó la fuerza para ir detrás de la señal, corriendo y tropezando con todo lo que se encontraba en el camino, y entonces, solo la encontró cerca del manantial. Sus sentidos, como antes, volvieron a torturarlo, pues Charlotte estaba ahí, pero no sola.
—Estoy tan arrepentido de haberte dejado aquí, no debí hacerlo, porque de verdad te amo, Charlotte, y volví solo por tí —cofesaba su amor el pelirrojo.
Solo unos segundos después, el asesor presenció una escena que le dejó de pie sobre su lugar:
Se besaron con impaciencia, los dos jóvenes enamorados estaban desesperados por estar unidos, y lo demostraron tanto, que pronto la situación subía de nivel sin que nadie ahí los detuviera. Él pelirrojo le besaba el cuello mientras sus manos le recorrían el cuerpo y ella intentaba quitar su saco gris para tenerlo, si era posible, más cerca, embelesados los dos por la excitación del momento y motivados por el tiempo que habían estado separados. Más tarde, Tartaglia la recostaba sobre el suelo y la niebla apenas cubría el momento, cuando...
—¿Es tu peor miedo? Sabes que no se deshizo de la joya, porque esperaba este momento, incluso la corrupción notoria en su cuerpo no lo hace completamente fiel a tí, por ello has estado tan asustado hasta este día. Antes, ¿lo recuerdas? No era necesario ser amable, no era necesario esperar...
—Cállate —interrumpió el asesor apretando sus orbes dorados, intentando no ver más.
—Tu amada Charlotte llegó a tí cuando ya dudaba, en su momento más vulnerable para tratar de ayudarte, ¿y qué fue lo que hiciste?
Las manos de un segundo protagonista le tomaron de los hombros y después le abrazaron por la espalda, luego, unos labios se colocaron sobre su oído:
—Las has perdido por segunda vez...
—¡No, no es así! —exclamó deshaciéndose del agarre y enfrentando la escena frente a sus ojos—. Esto es una mentira, es una trampa y no voy a caer. Y aunque fuese verdad, incluso si Charlotte llegase a abandonarme, la corrupción no me alcanzará de esta manera.
La ilusión desapareció entre la niebla, él tenía razón, era todo una farsa creada por aquella entidad, no obstante, cuando levantó la mirada este se encontraba frente a él luciendo una sonrisa de oreja a oreja, siendo su viva imagen del pasado, con aquellas prendas blancas y brazos al descubierto, imponiéndose como el dios que era para esa nación, y él... Zhongli comenzó a deshacerse como arena brillante de poco a poco.
—¿Quién eres? —cuestionó cayendo sobre sus rodillas.
—Te volviste débil por su presencia. Ya es hora de que abras los ojos, y quien desee quedarse, entonces lo hará.
—¡Maestro Zhongli! ¡Señor Zhongli! ¡Maestro Zhongli!
Las dos figuras frente a frente siguieron viéndose, pese a los gritos que resonaron cerca, y sin embargo, pasados los segundos, nadie se acercaba. Dándole así, la respuesta que tanto necesitaba el asesor; el que estaba frente a él ya no existía, solo era una sombra que no podía escapar de aquella neblina y de aquella montaña, aún si era su viva imagen, esa "cosa" no era su yo actual.
Tenía que levantarse, se dijo, tenía que seguir buscando, porque Charlotte lo necesitaba... pero cuando levantó una rodilla, él otro atravesó su pecho con la Perforanubes.
En un parpadeo, así fue como sucedió, Zhongli desapareció frente a su mirar y sus manos quedaron vacías, dejándole un sentimiento de abandono tan terrible, que cayó al suelo de rodillas, soltó un horrible grito y comenzó a derramar lágrimas. Sus compañeros quedaron tan asombrados, y enseguida corrieron a ayudarle mientras ella seguia observando sus manos, esas que antes sostenían al mayor.
Nadie ahí pudo entender lo sucedido, estaban tan sorprendidos como ella.
—Charlotte, escúchame, tienes que tranquilizarte... —pidió el viajero, colocándose frente a ella mientras la castaña la sostenía por la espalda.
Tenía razón, tenía que tranquilizarse, no obstante, nadie ahí entendía su vínculo, aquello que los unia, que, aunque forzado por el destino, seguía siendo una realidad. Los sentimientos enteros, el dolor físico... Compartir aquello con un ser que estaba por encima de los mortales, para ella era peor que una pesadilla, sobre todo por lo que sintió poco después de perderlo de vista.
—Está molesto, triste, le duele el corazón, no sabe que hacer... —susurró para ella misma, lo que llamó la atención del Onceavo Heraldo a su espalda—. Además, yo también estaba en el bosque hace unos segundos, lo estaba buscando...
Muy confundida al igual por sus recuerdos, la pesadilla no estaba lejos de terminar, porque cuando creyó que comenzaba a tranquilizarse, un dolor peor que una herida notable le atravesó el pecho y le dejó en shock. Poco después, solo perdió el conocimiento.
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