【treinta y cinco】

ᴇʟ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀ ϙᴜᴇ ᴘᴇʀsɪɢᴜᴇ ᴀ sᴜ ᴘʀᴇsᴀ

            Liyue comenzaba a pasar su etapa de festividades, cuando Charlotte se acostumbró a dormir en los brazos del mayor. Los venideros días se transformaron en luchas constantes por recuperar su humanidad, y por supuesto, por tratar de hacer que Perforahielos fuese suya y de nadie más. Debido a ello, pasaba las mañanas meditando y las tardes entrenando a solas.

          —Creo que estoy mejorando —decía a su amiga que la acompañaba en aquella puesta de sol.

          —Es tan alentador escuchar eso —aceptó la castaña desde su lugar en el césped.

          Solía visitarle más seguido que antes, aunque no todos los días porque debía atender su funeraria, pero era cierto que cada vez que le veía, Charlotte parecía mejorar, y no solo en estado de ánimo, sino que su forma volvía a ser humana y su dominio de la lanza había mejorado.
          Esa tarde, le veía danzar con su Perforahielos al ritmo de la naturaleza dentro de aquel jardín, y parecía tan hermosa con aquellos colores dispares, que pensaba, cualquier persona ajena quedaría prendido de aquella imagen y no podría olvidarla en toda su vida.

          —Pero no consigo hacer que brille como en aquella tarde. —Se detuvo adbrutamente y miró el bastón en su mano.

          La castaña se levantó para alcanzarle, luego también se asomó a revisar con su curiosa mirada el bastón. Ciertamente era la primera vez que lo veía de tan cerca, siendo este muy diferente a la lanza de Homa que a ella le pertenencia.

          —Dices que brilla, que extiende sus extremidades de hielo y que puede defenderte. ¿Querrías intentar probar conmigo? —ofreció y la lanza de puntas rojizas apareció a su espalda.

          —No creo poder estar a tu nivel, Hu Tao. —Se avergonzó. No quería demostrar que tan débil era frente a la prodigiosa niña de la lanza.

           —Tranquila, solo será una pelea amistosa —dejó en claro, sonriendo para que tuviese confianza.

          —Espero que la historia con el señor Zhongli no se repita —lamentó, recordando la primera vez que tuvieron su sesión de entrenamiento y terminó siendo apaleada.

          Comenzaron, Charlotte nerviosa y Hu Tao emocionada. Tras unos segundos las lanzas combatían en medio del pasivo jardín y pronto se volvió una danza entre aquellas dos: una pareja de baile llena de vitalidad. Sin embargo, por más que lo intentó, Perforahielos no mostró su verdadera forma contra la directora de la funeraria y su Homa.

          Parecía no tener la necesidad de defenderse.

          —Aun con el bastón, eres increíble, has mejorado mucho —apreció la del sombrero, siendo consciente de que apenas se había contenido. Quizá la diferencia era menor que antes.

          —Todo es gracias al señor Zhongli. —De inmediato le dio el crédito, y al pensar en él, sonrió vivaz y el brillo de su rostro mostró cuanto era lo que sentía por él.

          Hu Tao no fue ajena al espectáculo, pero ella sonrió a medias y escondió la lanza. Para todo pensaba en su asesor, y ello le incomodaba un poco, pero nada podía hacerle, después de todo comprendía muy bien su lazo.

           —Así que, han avanzado en su relación —confirmó, un tanto reticente a la idea por sus pensamientos anteriores. No podía esconder su verdadero juicio, aunque Charlotte no podía notarlo.

          —Todo esto de los sentimientos contaminados y la necesidad de mantenerme a su lado... No lo sé, pero no está mal, creo que pudo hacer sido peor —No supo que decir, pronto volvía a sentir vergüenza—. Por ahora me siento bien, aunque sea diferente.

           Cada que se veía al espejo, era imposible ignorar cuanto había cambiado, sobre todo por aquellos orbes que le miraban con atención: el de el dios y el suyo. Parecía no importarle que alguna vez fue una persona normal en ese mundo, y al mismo tiempo gritarle que había algo mal en ella, no obstante, cada que el mayor llegaba a casa y compartía increíbles momentos a su lado, todo aquello se le olvidaba, como si todos los días fuesen el mismo y el tiempo solo estuviera rebobinando en su contra.

           Se encontraba en un bucle.

          —¿No has pensando en volver a casa? ¿O al menos a Liyue? —cuestionó la dama.

          Al instante, Charlie asintió.

          —Lo estoy manejando correctamente ahora. Quiero volver, pero no sería bueno que lo hiciese de esta manera, sin saber absolutamente nada de este misterio. Quiero tener la capacidad de expresar qué está sucediendo conmigo y saber qué hacer cuando esté en problemas nuevamente —explicó en paz.

          Definitivamente, la Charlotte que estaba frente a ella no era la misma que había encontrado el primer día, aquella que se escondió debajo de las mantas nada más escucharle.

          Era bueno.

          —Estaré para tí si lo necesitas, no lo olvides, por ahora tengo que marcharme. —Observó como se hacia tarde, y recordó que siempre le mencionaba esas palabras. Porque era lo cierto, esperaba poder ayudarle sin condición alguna.

          —Entiendo —aceptó la otra un tanto triste—. Ven más seguido, te estaré esperando —despidió así.

          Tras un fuerte abrazo, la directora tomó camino fuera de la residencia del Arconte; volvería, se dijo, más pronto de lo que su amiga esperaba, pues, genuinamente preocupada, no dejaba de pensar en las consecuencias de aquella falta.

          Mientras tanto, Charlotte daba la espalda a la entrada del jardín principal una vez quedó a solas; le parecía curioso que su lanza no hubiese reaccionado ante la agresividad de la otra arma, por ello su mirada repasaba una y otra vez la superficie del bastón, al mismo tiempo en que recordaba su brillo, ese que lastimosamente solo había visto una vez. Tal vez, concluyó, tenía algún tipo de truco que debía comprender, pero las opciones eran ilimitadas y no sabía por donde continuar.

          Seguía a solas, cuando de pronto, escuchó un minúsculo sonido detrás:

          —Pensé que debías atender tus deberes, Hu Tao... —habló, sonriente, y una vez se dispuso dar la cara pensando en que su amiga había vuelto, algo filoso de tonos verdosos atravesó su mejilla, la que alcanzó a mover junto con su cabeza por puro instinto de supervivencia.

          Se volteó entonces, muy asustada de la hostilidad que el invitado había escondido tan bien, que le tomó por completa sorpresa.

          —¿Quién eres? —cuestionó al mirarlo de pie en la entrada del jardín.

          Plantado tal estatua, presumía una máscara de oni en colores negros y dorados, con grandes cuernos y colmillos voraces.
          Charlotte nunca lo había visto, pero el era el amigo de un amigo rubio suyo que seguía perdido: Xiao, el Cazador de Demonios, un adeptus venerado y al mismo tiempo desconocido que protegía Liyue desde tiempos remotos.

          —La contaminación es prueba de tu existencia maldita. Acabar con ella es mi deber —le dirigió la palabra, su voz tan suave le llenó el oído y generó en la dama un miedo instantáneo.

          La extranjera no pudo responder a tal amenaza, solo apunto el bastón hacia el muchacho de estatura baja por inercia, sin embargo, poco importaron sus deseos de defenderse, pues nada más al parpadear, Xiao se encontró ante sus orbes y utilizó su Lanza de Jade para golpearle, provocando así que su cuerpo saliese disparado hacia atrás y golpeara una de las paredes de la casa casi junto a la puerta abierta.
Apenas pudo recomponerse tras el golpe, su cabeza dolió y pudo ver que de su brazo brotaba sangre; hacia mucho que alguien no la golpeaba.

          —Apenas pude ver... —habló tocándose la cabeza, de donde también brotaba un hilo del líquido rojo.

          Se asustó aún más al ver la fuerza que poseía y como de un solo golpe había logrado derribarla. ¿Acaso iba a morir?

          Pronto los pasos ligeros se acercaron hasta ella, dejando ser testigo una vez más del aspecto del aquel adeptus en busca de su cabeza. La realidad era que por la máscara, no imaginaba que cara estaba poniendo, sin embargo, poco importantaba, lo que debía hacer era levantarse y tratar de defenderse.

          —Tiene esto que ver con el señor Zhongli, ¿no es así? —Trató de hacer tiempo para levantarse—. Sea lo que sea, puedo explicarlo.

          Una vez más, cuando colocó la lanza sobre el suelo para utilizarle como apoyo, las extremidades filosas del hielo volvieron a extenderse y Peeforahielos volvió a brillar ante la mirada de los dos: una sorprendida y la otra feroz.

           —Esa lanza no te pertenece, entregala —enseguida dijo el cazador al mirarle florecer, no obstante, pese a lo que decía, realmente no recordaba quien era su dueño original, solo sabía que le pertenecía a su dios y nada más.

          —Es mía, el señor me la obsequió y ha brillado nuevamente, si te la quieres llevar, me temo que tendrás que conseguir tu meta inicial y matarme —retó poniéndose de una vez por todas sobre sus pies.

           Se convertía de pronto en una tarea fácil para el muchacho de apariencia grata, que se defendiera justificaba su ataque en un mínimo y le haría sentir menos culpable de actuar bajo sus propios instintos, aun cuando sabía que Rex Lapis le había pedido mantenerse al margen.

           Fue factible para Charlotte comenzar a defenderse una vez su arma estuvo despierta, incluso sorprendiéndole por la facilidad de manejo. El cazador comenzaba a atacar nuevamente, pero apenas rozó su cuerpo haciendo heridas no de gravedad, pues de cualquier manera no estaba a su nivel. No obstante, era milagroso ver como apenas salía libraba de las hambrientas garras de su depredador, provocando ira en este por no poder cumplir su misión.

          —¡Es un malentendido, f-fue el quien me contaminó! —exclamó en medio de su pelea, pues sabía que de seguir así, terminaría perdiendo su fuerza y no habría otra manera de salvarse.

          Xiao le escuchó, aunque no dio crédito a su "vulgar mentira" y siguió atacando, incluso con más fuerza por la ofensa que le había hecho a su dios, y ella, al final, recibió otro gran golpe que la dejó tendida en el suelo.

          —Es la verdad... No quise que esto pasara... —Se encontró desorientada, tratando de reunir fuerzas para volver a levantarse, pero no era suficiente. El corte nuevo en su hombro pedía a gritos sanación.

          Xiao no tenía oído para su persona, estaba a punto de cumplir su deber, cuando notó que incluso vencida, su mano seguía sosteniendo la lanza brillante con fuerza; le provocó tanto coraje que pisó su brazo para hacer que perdiera de una buena vez, y le funcionó, pues nada más sintió el dolor, por infortunio la dama soltó a la Perforahielos y está volvió a dormir otra larga siesta.

          ¿Quién le salvaría? ¿Quién estaría dispuesto a meter sus manos por ella? Además de Zhongli, ¿quién más estaba a la altura de no salir lastimado ante tal personaje?

          La Lanza de Jade tomó impulso, siendo dirigida al cuello para darle un fin sin más dolor...

          —Xiao, es suficiente. Sé que no quieres hacerlo.

          Tras la suave voz, unos brazos se extendieron por detrás del cazador hasta tocar su pecho y estómago, provocando que el de la máscara perdiera toda su fuerza y junto con ello la lanza desapareciera. Cuando menos lo esperó, sus orbes se achicaban por el lamento que no quiso dejar salir, y entonces sus piernas flaquearon y le hicieron terminar con las rodillas en el suelo junto al cuerpo lastimado de la joven.

          Charlie observó como la máscara desaparecía y luego pudo apreciar el rostro de su cazador. Era un lindo muchacho de orbes cor lapis y delineado rojo, tan, pero tan hermoso, que supo exactamente qué era.

          —Está bien, está bien —El recien llegado se sentó junto a ellos, colocó una mano en la mejilla del muchacho y otra en la frente de la joven, entonces acarició solo como él sabía hacer—. Es tarde, pero llegué justo a tiempo.

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