【trece】

ʀᴇx ʟᴀᴘɪs

        —En la biblioteca de los caballeros hay muchos libros exclusivos acerca de Barbatos, lo demás es historia general sobre Mondstadt y Teyvat; pese a ello no imaginé jamás que en las otras naciones fuese igual, cuando es lógico —explicaba, sentada en el último soporte de la escalerilla—. ¡Encontré oro! —agradeció al final pasando las páginas del viejo libro.

          Hu Tao sonrió al verla tan emocionada; le había extrañado, a Zhongli también y a toda Liyue, porque Sumeru no fue de su agrado, así que de vuelta a su querida funeraria, lo que deseaba era convivir con sus cercanos.
Volvió dos días después del altercado entre Keqing y Charlotte, el mismo en que el asesor y la joven extranjera habían agendado su primer entrenamiento con lanza después del trabajo.

          —¿Te interesa la historia de Liyue? —cuestionó la más joven, sentándose frente al asesor que se mantenía tomando té en silencio en el mismo lugar de siempre, aunque por su posición, dándole la espalda a la que leía.

          —Por supuesto, tiene una historia que no le pide nada a las de otras naciones, en especial por el Rey Geo —mencionó.

          Mientras la castaña tomaba su vaso de té y la observaba leer a toda prisa, Charlotte encontró algo que le llamó la atención casi de inmediato, así que miro en dirección de los únicos presentes y cuestionó:

          —¿Liyue tuvo alguna vez una soberana? Esta seción habla de ello, pero no a fondo. —Por poco voltea el libro al derecho y al revés, pues observó una imagen de la cordillera Tianheng, posiblemente la que se tomó con el primer daguerrotipo en la historia de esas tierras.

          —No una que la historia reconozca, hasta donde sé, Rex Lapis no tuvo una concubina ni descendencia —negó la joven directora, aunque luego se le notó en el rostro impresión por haber recordado algo—. Aunque debo decir, mi abuelo una vez mencionó algo sobre ello. Se dice que Liyue tuvo una vez algo parecido, sin embargo, no se tiene garantía de su existencia. Una bella mujer que ayudó al Rey Geo a hacer crecer toda Liyue, pero ello mucho antes de que la Guerra de los Arcontes fuese terminada.

          —¿Guizong? —inquirió la de orbes claros al encontrar el nombre en el texto.

          —Posiblemente, pues los registros de su existencia terminan poco tiempo después de que la guerra terminara —señaló Hu Tao, para después observar al castaño frente a ella—. ¿Alguna aportación, maestro Zhongli? Me parece que usted es muy versado en este tipo de temas.

          A Charlotte también le parecía certero el hecho, porque él era una persona sabia, y no había existencia en la cuidad que no lo describiera como algo parecido a un "sabelotodo" o un tipo bastante peculiar para todo.

          —Sé lo común acerca Rex Lapis, nada que otra persona en Liyue no conozca, por ello no he aportado nada a la conversación, me temo que estoy limitado —habló, sereno y tomando de su té con lentitud.

          —No se preocupe, me considero una persona que puede aprender por sí sola. Estos libros me son más que suficientes —justificó la extranjera al escuchar su respuesta. No le conocía lo suficiente y temía presionarlo.

          —A pesar de ello, es una conversación interesante, no te olvides de comentarme tus impresiones acerca, también puede que recuerde algunas cosas que mi abuelo me contó —atendió condescendiente la menor, también tomando de su té con normalidad.

          Justo cuando dijo, a Charlie le apareció una luz encendida sobre su cabeza. Su imagen se tornó tan curiosa, que a cualquiera le hubiese gustado observarla en ese momento.

          —Estuve pensando, ¿por qué las parejas de los Arcontes se parecen tanto a ellos? El otro día, en la biblioteca de mi hermano encontré comentarios sobre ello; se decía que el antiguo Arconte Cryo y el Arconte Pyro tenían concubinas con razgos similares a cada uno —contó, recordando las palabras del autor, puesto que no existía imagen alguna para corroborar dicha información.

          —Cosas de Arcontes —atinó a decir la castaña, no encontrando una respuesta para su duda—. Pero no queda descartado que hay un secreto en el hecho, por desgracia en esta época ninguna de las naciones tiene soberana o soberano que ponga en evidencia lo que leíste —lamentó al final.

          —¿Es una regla acaso? La verdad es una lastima, gobernar en solitario no debe ser bueno para ninguno. Ahora la Shogun Raiden ha cerrado las puertas de Inazuma y La Zarina anda por ahí buscando las gnosis de otros dioses, por no mencionar los problemas de Sumeru y Fontaine... —puso en evidencia, suspirando al final.

          Hu Tao soltó un sonido extraño de asentimiento, como si se hubiese quemado con su té, así que dejó su taza humeante y señaló de manera graciosa.

          —Por no decir que Rex Lapis está muerto ahora y no hay quien tome su lugar como deidad, más que las Siete Estrellas. Como dices, hubiese sido bueno para él si no hubiera estado solo —complementó, siguiendo el rumbo de la conversación.

          La Dama de Favonius suspiró al recordar aquello, pues quisiese o no estaba involucrada directamente con aquel problema. Negó después, incapaz de maldecir por respeto al Patrono de los Contratos y a su gente.

          —¿Usted que piensa de ello, Maestro Zhongli? —preguntó la extranjera. Su cuestión no requería que él aportara algo más que una simple opinión, y lo hizo porque tenerlo ahí sin hablar era extraño.

          —Rex Lapis tiene a su gente, no está solo y confía en ellos —comenzó, siendo claro al apartar la boca de su bebida—. Sin embargo, posiblemente tengan razón. Así como le guiaron antes, también pudieron haberlo hecho ahora.

          Con extrañeza la señorita Ragvindr le observó. Las palabras "tiene", "está" y "confía" tuvieron una conotación que a ella le fue imposible ignorar, además no le estaba viendo el rostro por la posición en que se encontraba, y quiso haberlo hecho, aunque terminó sacudiendo la cabeza para olvidarlo.

          —Sí, creo que estamos de acuerdo en algo —aceptó Hu Tao, observando como los dos restantes asentían en complicidad.

          No dejaron el tema ahí, sino que entre las jóvenes continuaron hablando de Liyue y Rex Lapis. Como Charlotte deseaba saber más, cuestionaba y Hu Tao respondía lo que sabía siendo una persona nacida en aquellas tierras, pues desde muy joven su familia solía contarle tantas historias, más que nada por tradiciones de la funeraria que ella debía entender para conservarlas en el futuro.
          Sin embargo, pese a su fama, Zhongli aportó muy poco al contestar las dudas de la extranjera.

          Uno, dos, tres... Seis movimientos de lanza y la espalda de la caballera tocó estruendosamente la superficie del árbol que adornaba aquel espacio.

          —Era entrenamiento, no humillación... —lamentó gracias al dolor, pero al mismo tiempo con humor por la situación dada.

          —Siento haber sido duro, espero no haberla lastimado —se disculpó el hombre, rápidamente caminando hacia ella para extenderle la mano que no sostenía su arma.

          Eligieron un lugar muy cerca de donde se habían encontrado la otra tarde, no fuera de Liyue, pero casi. Los rodeaban un par de árboles, la planicie del suelo era perfecta para lo que buscaban y existía un pequeño manantial junto a unas rocas para refrescarse siempre que quisiesen. Con ello, no molestarían a las demás personas ni harían un alboroto en los suburbios, así podrían prácticar lo establecido sin tener mucho cuidado con su entorno.

          —No debe preocuparse, era necesario para que pudiera conocer mis límites. —Charlie tomó la mano extendida y se levantó sin mucho problema, una vez estuvo sobre sus pies, comenzó a sacudirse la ropa blanca, pues no llevaba puesto el saco cerceta de aventurera.

          Tal como decía, comenzaban apenas con su entrenamiento, y al necesitar el maestro conocer acerca de su habilidad y potencial debía ponerla a prueba, sin embargo, resultó que en cuanto a talento la extranjera estaba bastante alejada del asesor, y terminó entonces en aquello: Zhongli venciéndola fácilmente.

          —Estoy muy sorprendida —continuó la chica—. El otro día pude tener una muestra de su habilidad y pensé que podía seguirle el paso, pero usted y esa lanza podrían ser incomparables en todo Teyvat. Me gusta su elección de movimientos, en especial esa patada —halagó, observando como el hombre se alejaba con su arma aún en mano.

          —Agradezco que sea consciente de su situación, con ello es factible que mejore. Cuando alguien aprende de sus errores, en realidad aprende mucho más de lo esperado. Confío en usted, señorita Charlotte, no me decepcione —mostro confianza con sus palabras y se detuvo para darle la cara, entonces le apunto con su lanza para que volviera a prepararse.

          Ciertamente, después de su diagnóstico, inevitablemente ella comenzó a sentirse nerviosa, pero muy motivada de aprender del asesor.
          Para comenzar, estaba él, en sus ropas de descanso moviéndose tan libre y hermoso que daba miedo; se le notaba la experiencia y se dijo que en mejores manos no podía haber caído, no obstante, existía algo en su lanza que le hacía querer desistir. A comparación de su Lanza Fría, Perforanubes era exactamente igual que su dueño, estilizada y fuerte, no había otra manera de describirla; sus acabados eran tan bellos y elegantes, que cualquiera hubiese quedado prendido de solo mirarla a lo lejos, y ella tenía la oportunidad de enfrentarse, aunque dudaba poder resistir con su arma actual.

          Al final del día, el entrenamiento de Zhongli no fueron golpes puros y duros, sino que le enseñó con delicadeza todo lo que debía corregir, como su postura y agarre, lo básico para comenzar, así que lo primero que hizo Charlotte fue dar estocadas como si no hubiese un mañana mientras el asesor señalaba qué estaba haciendo mal y qué estaba haciendo bien, para que lo mantuviera presente en todo momento. 

          —Bien, comienza a verse segura de sí misma. No lo olvide, la fuerza viene de la determinación, si no hay determinación, cada golpe que dé será débil y será vencida sin siquiera intentarlo —decía, observando desde su lugar como ella se esforzaba aunque le dolían ya los brazos y las perlas de sudor en su frente eran notorias.

          Y así terminaron, la caballera muy cansada y él satisfecho, pues a pesar de ser débil contra él, Charlotte en realidad era igual o más habilidosa que los soldados de la Geoarmada, y ello estaba bien, considerando que su trabajo era proteger Mondstadt.

          —Eso fue agotador —aceptó al sentarse sobre el césped de manera descuidada, respirando con dificultad y quitándose el sudor de la frente.

          —Lo has hecho bien, a este paso podrás mejorar notablemente.—Zhongli se encontraba igual de sereno que siempre, ya sin su arma en mano como ella.

          —Nada me alegraría más que eso —pidió, contenta por volver a utilizar su voluntad para aprender—. Por cierto, muchas gracias por haber aceptado enseñarme, maestro Zhongli. Prometo que voy a mejorar y no gastar en vano su tiempo libre.—Le sonrió al final, muy agradecida tal como mencionaba.

          El asesor que encontró enseguida el gesto, colocó un gesto de desagrado apenas cuando dirigió su atención a otra parte, aunque ella no lo notó.

          —Lo mismo digo, aunque, ¿está bien dejar de lado su búsqueda? No deseo ser quien la interrumpa, usted tiene que irse de Liyue cuánto antes —soltó sin cuidado, luego le dio la espalda para comenzar a caminar—. Hemos terminado, nos vemos mañana en el trabajo.

          Se marchó cuanto antes, sin mostrarle el rostro una vez más, a lo que la de hebras claras levantó las cejas mientras le observaba alejarse.
En todo lo que llevaba trabajando a su lado nunca sintió su aura tranquila tornarse hostil; quiso hacer como si aquello hubiese sido un comentario hecho para su bien, lo cual no era totalmente erróneo, mas, le pareció como si hubiese algo más detrás de sus palabras.

          —Que extraño... —murmuró al desviar la mirada, sintiéndose incómoda sin motivo aparente.

          Le restó importancia, se levantó, pero primero fue a lavarse el rostro en el manantial, y al igual que él comenzó su camino rumbo a la cuidad para comer algo y luego descansar como era debido, pero durante toda la tarde, sus pensamientos giraron en torno al asesor de la funeraria, y de un momento a otro incluso deseo ir a decirle que no necesitaba sus lecciones, cuando en realidad si las deseaba. Así, hasta que la hora de dormir arribó:

          —No permitiré que me dejes...

          Y aquella fue la primera noche en que Zhongli apareció en sus sueños, unos que incluso podrían catalogarse como pesadillas.


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