【cuarenta y tres】
ᴜɴᴀ ᴅᴇsᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴀ ᴇɴᴄᴏᴍɪᴇɴᴅᴀ
—No parece estar muerta.
—¿Deberíamos llevarla? No parece pertenecer aquí.
—Claro que no, solo mira su ropa. Debemos llevarla, los tiempos de paz deben perdurar, y si es una amenaza, él lo sabrá.
—Pero, ¿y sí solo está perdida? Quizá tuvo un accidente...
La conversación se repitió en sus oídos, soñaba que alguien le señalaba, y más tarde abrió sus orbes para encontrar a dos personas frente a ella, las dueñas de aquellas voces que le observaban como si fuese un bicho raro, las que además se sorprendieron cuando le miraron despertar.
—¿Quién eres y qué haces aquí? —cuestionaron con valentía.
—¿Qué yo qué?...—apenas pronunció la dama, tratando de levantarse, pues más tarde se dio cuenta que estaba recostada sobre el manantial con el agua llegándole hasta las orejas. Sin embargo, no pudo incorporarse de la manera correcta, pues se topó con una lanza rozándole la nariz.
Fue que abrió bien sus ojos y miró hacia todos lados. Además de las dos personas que le rodeaban, se encontró con un desconocido paradero; era el mismo manantial que conocía, pero aquella parte del bosque no era igual a la que había visto durante tanto tiempo. La tierra estaba desolada, marchita, y ese oasis de agua fresca cubierta por un gran árbol viejo era el único.
—De pie, extranjera—ordenaron.
Cuando ella los observó con atención, frunció el ceño. Eran dos jóvenes, uno de cabellos azules claros y otro de un tono más oscuro, llevaban algún tipo de uniforme muy parecido al de la Geoarmada y sus respectivas lanzas, no obstante, esos rostros le recordaban a sus queridos amigos, pese a que no eran completamente iguales y además de apariencia mayor.
—Está bien —aceptó al escuchar la hostilidad en sus voces, luego se levantó con lentitud, pesada por el agua escurriendo de sus ropas y de su cabello. ¿Cuánto había estado en ese lugar? Apenas recordaba como había terminado ahí—. Escuchen, no sé qué está pasando, no recuerdo exactamente...
—Silencio —volvió a ordenar el mismo, el de cabellos azul claro.
—¿Qué no sabes qué haces aquí? ¿Al menos sabes en qué lugar estás? —preguntó el más bajo, el de cabellos azul marino, que cuando la observó negar, continuó—. Te encuentras en territorio del Arconte Geo, en medio del fuego cruzado en esta guerra.
—¿Guerra? —inquirió la dama, atolondrada por no poder encontrarse a sí misma, pero sabía algo—. ¿Dónde está él? Necesito hablarle. —¿Al Arconte Geo? ¿A Morax? ¿A Zhongli? No lo sabía con certeza, su cabeza daba vueltas.
—Ningún ser desconocido debe acercarse al Arconte, mucho menos dirigirse hacia él de esa manera tan irrespetuosa. El salvó estas tierras de las maldades de los otros dioses, siendo el más fuerte, nadie debería sentir que está por encima o a su igual...
—Tranquilo, tranquilo —calmó el otro a su compañero. Parecían muy cercanos, siendo más agresivo el de hebras claras que el de las más intensas—. Te llevaremos hacia nuestro señor si es lo que deseas, ya que no pareces recordar mucho sobre tí, en especial, porque podrías ser algún tipo de emisario de otras tierras con buenas o malas noticias, y siendo el caso, es nuestra tarea guiarlos.
De pronto se vio más amable, tendiéndole la mano, oferta que no dudó en rechazar la dama para alejarse del agua del manantial. Mientras que el más alto le daba la espalda, y casi podía escuchar en sus pensamientos que aquello era una mala idea, pero que no iba a decirlo abiertamente para respetar a su compañero de armas.
—Sin embargo, extranjera...
—Mi nombre es Charlotte —interrumpió ella.
—Charlotte —corrigió el muchacho—. La morada del Rey Geo queda muy lejos, así que prepárate para caminar al menos todo un día y una noche.
¿¡Tan lejos!? Se impresionó la dama, pues entendía que no tenía mucho tiempo para lo que sea que tuviese que hacer en ese lugar. Su cabeza seguía dando vueltas, estaba tan confundida como asustada, mas no lo dejaría en evidencia.
Así que, el guerrero no mintió, su viaje comenzó en ese mismo lugar. Dándole el tiempo suficiente a Charlie para notar, que en efecto, la guerra era una realidad, pues no muy lejos al bajar la colina, en la orilla del mar, se encontraba un campamento de la Geoarmada en buenas condiciones, listos para pelear cuando fuese necesario, y esa fue su primera parada.
—Como ves, Charlotte, en este asentamiento están situados los soldados. Actualmente podemos pelear, pero solo porque el Arconte Geo se deshizo de las amenazas hace tiempo en la Guerra de los Arcontes —iba diciéndole mientras recorrían el campamento. Pero el soldado observó el rostro de la señorita, que al parecer seguía sin entender—. Parece que en realidad perdiste el piso, pero no pasa nada, te contaré y tal vez así puedas recordar...
—Oye —interrumpió el otro.
—Oh, vamos, haría nuestra tarea más fácil y nuestro camino más corto si ella revelara cuál es su misión —justificó el más hablador.
Cada vez que los veía dirigirse la palabra, más se parecían a sus queridos allegados.
—Bien, como te decía...
Mientras avanzaban y se llevaban las miradas de todos por la mujer escoltada, el joven le contó a Charlotte todo lo que sabía sobre esa guerra, la que al parecer había comenzado muchísimo antes de que los soldados presentes nacieran, incluso sus abuelos y tatarabuelos, por lo que en realidad las hazañas del Rey eran algo contado de generación en generación. Cómo dijo, actualmente ellos peleaban contra las amenazas de bajo rango y eran apoyados por los Yakshas cuando una amenaza mayor se presentaba.
—Ellos son un grupo bajo el mando directo del Arconte Geo, pocos hemos podido verlos en acción, pues su trabajo en realidad no les ha dado la fama que se merecen. Solo son llamados guardianes —contó también sobre los individuos, lo que hizo a Charlotte acordarse del cierto joven de estatura menor que le estuvo cuidando durante un tiempo—. De cualquier forma, es gracias a ellos que estamos a salvo.
También le contó que de la famosa guerra había resultado una enemistad contra otros Arcontes, en especial con la Nación del Trueno por los ideales de la Shongun Raiden, sucesora de Baal, sin embargo, mantenía la paz con Bárbatos, su vecino, y relaciones no conocidas con los otros restantes de Los Siete. Básicamente, la guerra ya había acabado, solo luchaban contra el remanente de las maldades de aquellos que en su tiempo habían queridos adueñarse de las tierras, y claro, de aquellos que seguían vivos.
—Nunca hemos estado frente al Arconte Geo, hace mucho que no se presenta frente a su gente y se desconoce el motivo, solo atiende a las personas que acuden a su morada por motivos de gran importancia, y tú eres ese motivo, como un boleto para nosotros —descubrió sus intenciones, por ello se estaba portando tan amable.
Cuando terminó, Charlie comenzó a golpearse la frente con la palma de su mano asustando a sus acompañantes.
—Sé que debo hacer algo relacionado al Arconte, pero no lo recuerdo y es tan frustrante —compartió—. Hay cosas que estoy recordando, pero no es suficiente.
¿Como había llegado hasta ahí? ¿Por qué sentía un deber enorme sobre los hombros? La preocupación no desapareció en ningún momento, sentía que estaba olvidando algo muy importante, además, ¿quién era ella exactamente? Sabía que su nombre era Charlotte y que tenía allegados, pero, ¿y lo demás?
Durante el largo camino, no pudo más que tener en mente la idea de recordar su destino, aún cuando no pudo recordar nada que fuese clave para entenderse a sí misma; el soldado de las hebras claras hablaba y hablaba, le contó más historias, le mostró los lugares, y de alguna manera, Charlie sabía que todas esas palabras no estaban bien del todo, porque para empezar, recordaba los lugares, pero no eran lo mismo, tal como sucedió en aquel desolado manantial.
—Esta anocheciendo, ya que pareces cansada, está noche acamparemos. Quizá por la mañana los recuerdos vuelvan a tí —señaló el soldado.
—Así nunca llegaremos —se quejó su compañero, pero sin más, se dejó caer sentado sobre la primera roca que vio.
A punto de decirles que podía seguir caminando después de un día y medio sin parar, decidió que era mejor descansar. Así que, al igual que el soldado malhumorado, también ocupó el primer lugar que vio cómodo.
—¿Es seguro? Cada que camino siento que alguien nos sigue —cuestionó observando a su espalda. Ciertamente, desde que llegó al lugar, sentía que habían más personas acompañándole, o tal vez vigilando.
—Es una sensación producida por los remanentes de los dioses caídos, los civiles han enfermado y muerto por estar en contacto, pero nosotros estamos acostumbrados, él viene de una familia de exorcistas, así que estaremos bien —prometió el joven, buscando también un buen lugar.
Comenzaba a sentirse cada vez más y más familiarizada con los dos, no obstante, incluso acampando sobre aquella tierra marchita, no recordó nada cuando volvieron a ponerse en marcha por la mañana y nuevos paisajes se presentaron ante los tres; claro qué, los campamentos activos por la guerra no fueron extraños y hubo algunas personas que pudo observar que le parecían conocidos de apariencia. Aún con ello, siguió perdida, escuchando las historias del muchacho de los cabellos intensos, hasta que el mismo, avisó que habían llegado.
Frente a los soldados y a su escoltada, se mostró un lugar, que, incluso con la pesadumbre del ambiente, era el más pintoresco de todos los paisajes que habían visto. Hermosos campos sin flores, pero que parecían albergarlas, fueron como un respiro después del eterno camino, siendo el jardín extremadamente grande y separado por una escalera de piedra que de poco a poco se inclinaba hacia arriba y terminaba en dos grandes puertas custodiadas por dos imponentes estatuas. Era un lugar muy grande, pues era el lugar de morada, que de cerca parecía más bien una muralla que no dejaba ver más a allá.
—Es, increíblemente grande —dijo sorprendida cuando comenzaron a recorrer las escalera.
Charlotte veía a sus lados el agua distribuida de forma organizada con el fin de crear un jardín en medio de la nítida tarde. Asimismo, pensó en el Arconte que estaba cerca y comenzó a ponerse nerviosa. El soldado le había contado tantas cosas, que fue inevitable.
Cuando llegaron y se situaron frente a las dos puertas y en medio de las estatuas, el muchacho de las hebras claras tocó con fuerza, pues el otro no sabía cómo llamar, así que fue la manera más fácil que se le pudo ocurrir para no perder más tiempo, y, aunque parecía una idea absurda, pronto el sonido de la piedra arrastrándose se escuchó por todas partes, y frente a ellos se abrió un nuevo camino.
—Por un momento pensé que se vería como una cueva pequeña y sucia —compartió la joven, observando hacia adentro y notando la diferencia entre el exterior y el interior.
—Es asombroso, nunca imaginé que podía ser testigo. —Con ese comentario, Charlie estuvo de acuerdo en que la curiosidad del soldado más hablador era inmensa, y lo era más cuando se trataba de Rex Lapis.
Avanzaron nuevamente, adentrándose de poco a poco, pues observar era como una tarea que no podían dejar pasar. Los acabados del material con que estaba hecho el interior era muy diferentes a lo que antes habían visto, era elegante, sombrío y misterioso. No estaba del todo oscuro, pues unas antorchas iluminaban las paredes y el camino a recorrer. Fue que se terminó el camino cuando se encontraron a oscuras, ya que no pudieron avanzar más.
—Estamos aquí —pronunció el joven más bajo, también nervioso, mientras que el otro solo asentía sin poder negar que también estaba nervioso.
Habían viajado tanto, en ese momento adentrado a lo desconocido, y jamás, pero jamás, Charlotte pensó en lo que se le ocurrió en ese momento, que dando una media vuelta para encarar a la Geoarmada, solo pronunció:
—Me han traído hasta aquí, y jamás pregunté sus nombres. —Estaba avergonzada de haberlo dejado pasar, y al mismo tiempo esperando una respuesta de forma impaciente sin saber por qué.
Entonces el de cabellos cortos y lacios se adelantó luciendo una sonrisa:
—Mi nombre es Xingqiu y el es Chongyun.
—Ah... —Fue todo lo que pudo articular la dama cuando escuchó.
No había sido en vano, su cuestión tan fuera de lugar solo fue cosa del destino. De pronto su rostro mostró un semblante confuso, lleno de miedo y sorpresa al mismo tiempo. Lo recordó todo en un segundo, cuando al observar de nuevo a los soldados, se dio cuenta que eran ellos, sus amigos, o más bien, personas parecidas a ellos.
Sin embargo, no hubo tiempo de decirles que entendía su cometido y recordaba quien era, porque a su espalda, la fulminante luz del cor lapis iluminó la sala y el señor de aquella nación tomó la palabra:
—¿Qué interés tiene un individuo liderado por la máxima Shogun en las tierras que me pertenecen? Si atenta en contra de los intereses del contrato que hemos pactado, no tendré piedad, incluso si tú, siendo una persona, no representas una amenaza para mi paz...
Casi nunca dejo notas en esta historia, ya extraño la verdad, así que toca decir que entramos a un arco argumentativo que responderá muchas preguntas, y para que eso suceda obviamente lo canon se va a ir de sabático una vez más. Si ven cosas y dicen de "eso nunca pasó, Mate", recuerden que la historia no está apagada totalmente al guion del juego...
Por cierto, para los que les cuesta un poco más imaginar, aquí tienen la imagen de Zhongli con su traje de Arconte, que es la apariencia que tendrá en los siguientes caps.
Bye bye, gracias por leer!
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