🎐 二 ⠘ ² 🎐


La lluvia golpeaba el techo de la habitación, el cielo estaba completamente nublado, el aire era algo frío y las puertas corredizas de la recámara estaban totalmente abiertas.

En medio de la habitación, Gon se encontraba sentado, mirando la lluvia, con el yukata resbalando sobre sus hombros, sus manos tenían sosteniendo el pincel con el que pintaba aquella flor a la cual llevaba viendo hace unas cuantas horas.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que ni siquiera notó cuando entraron a la habitación.

— ¿Alteza? —el chico de cabellos largos hablo tocando la puerta, sin escuchar nada —. ¿Alteza?

Se preocupo un poco, porque aquí estaban los desgraciados del norte y podían hacer cualquier movimiento. No confiaba en ellos. Así que entró con calma pero preparado.

— ¿Alteza? —fue cuando miro al chico que aún estaba sentado mirando a la nada —. ¿Se encuentra bien?

Se acercó a él queriendo tocar su hombro al ver que el yukata estaba un poco caído, miro hacia otro lado. No creía correcto que un simple soldado viera de más.

— ¿Alteza se encuentra bien o quiere que llame a Kumiko? —su voz fue más alta cosa que hizo a Gon reaccionar.

— Oh, Takeshi, lo siento —el chico hablo, llevando sus manos a su cien y dando masajes de forma circular.

— No se preocupe alteza, su padre me envió para llevarlo a la sala de reuniones —el soldado siguió mirando a la pared de a lado.

— ¿Para qué? —preguntó levantándose, sintiendo que el yukata se resbalaba más sobre sus hombros —. Olvida mi pregunta, ¿puedes ir por Kumiko?, por favor.

— Claro alteza —respondio caminando a la puerta.

— Espera Takeshi —el chico paro y lo miro con atención esperando las órdenes del moreno que se subía sin mucho cuidado aquellas telas —. Deja de llamarme alteza cuando estemos solos, ¿si?

El soldado lo miro mal, aún así asintio dejando salir las últimas palabras de sus labios.

— Está bien Gon —el chico sonrió viendo cómo partía hacia la búsqueda de su amiga.

Un mes había pasado desde que Killua había partido y unas cuantas cartas fueron entregadas en su lugar, todas hablaban del buen trabajo que estaban haciendo los obreros al contruir el palacio imperial. Se sentía aliviado por ello, aún así las dudas en su cabeza lo perceguían.

A los pocos minutos, la sirvienta personal de la "emperatriz" entro. Su yukata era simple, y llevaba algunas manchas de comida cuando llegó a la habitación.

— Aquí estoy Gon —detras de ella, Takeshi también había entrado.

— Ayúdame con estas telas —el chico se señaló a sí mismo —. Por favor.

La chica le sonrió y camino a su lado, comenzó a acomodar el yukata mientras que el soldado cerraba las puertas corredizas que daban al jardín, haciendo que el lugar se oscureciera un poco.

— ¿Pasa algo? —preguntó al ver al chico con una evidente mueca en su rostro.

— Nada —contesto —. Estrés, solo eso.

Sabía que no contestaría más, así que terminando de acomodar el yukata ambos chicos hicieron que el muchacho de piel morena saliera de la habitación camino hacia la sala de juntas. Como aquel lugar se encontraba pasando el jardín exterior, la sirviente saco de la habitación donde se encontraban una wagasa¹ de color verde limón.

— Déjame llevarla Kumiko —hablo el chico, sin embargo la chica nego con la cabeza.

Atrás de ellos el soldado de cabellos largos sostenidos en una coleta alta los seguía con su propia wagasa. Gon se dejó llevar por sus piernas, él seguía pensando en la última carta que Killua había mandado. Sinceramente tenía miedo, desde que hablo con su tía, este tema solo le ponía los pelos de punta. Pensar en que tal vez no podía confiar ni en el mismo hombre que se convertiría en su marido lo ponía mal.

¿Entonces en quién?

Sinceramente tenía miedo, no quería dejar a su gente, no quería morir. Tenía tanto miedo y aún así seguía aquí con muchas dudas en su corazón pero, con muchas ganas de seguir viviendo por y para su pueblo. Cómo su madre le había dicho.

"— Gon, nuestro pueblo es hermoso, somos uno mismo, si nosotros peleamos ellos lo harán. Porque somos justos, porque velamos por ellos, pelea junto a ellos y te devolverán la lealtad, pase lo que pase —"

Su gente amaba a Sayuri, ¿qué pasaría si se enteraran que es un hombre?, ¿habría el mismo apoyo?

No lo sabía y le daba miedo saberlo. Le daba miedo como saber que su futuro esposo estaba en ese lugar junto a la mujer que amaba, le daba miedo salir de su hogar y llegar a otro lugar donde fácilmente podrían matarlo y decir que es un accidente.

Tenía miedo no poder guiar todo un país, tenía miedo de si mismo.

— Llegamos —hablo la chica.

— Vamos alteza, la señorita Aneko ya está adentro —el hombre hablo con debido respeto.

Fue entonces cuando Gon camino dentro del lugar, rostros lo veían con seriedad. Ahí iba de nuevo.

— Alteza —todos ahí hicieron una reverencia dejando que el chico caminara hacia su lado, habían algunas cartas en la mesa redonda así como también una gran mapa que tenía lugares señalados con tinta negra. El hizo una leve reverencia acercándose a su padre quien lo veía con una sonrisa algo incómoda. Cuando el chico llegó a su lado, su padre comenzó a hablar de lo importante que era tener el consentimiento de su hijo, sin embargo, Gon no escuchaba.

— ¿Gon? —la voz seria de la mujer que estaba detrás de él lo hizo reaccionar, volteo con miedo solo para encontrar ese par de ojos que lo veían entre preocupados y con seriedad.

— ¿Si? —susurro.

— ¿Estás bien? —preguntó.

— Si, claro que sí, Aneko -san —el chico la miro con duda. Para después pasar su vista a los viejos concejales que lo veían con dudas, como si analizarán hasta la forma en la que respira.

Odiaba ser el centro de atención.

Odiaba ser como un espectáculo.

— Las cartas del futuro emperador muestran un buen avance en el trabajo con el palacio —hablo su padre con una sonrisa.

— Los mejores hombres de las dos dinastías están trabajando, claro que sería un gran avance —hablo un viejo concejal con una mirada orgullosa.

— Creo que lo mejor sería que nuestra emperatriz también vea con sus propios ojos su nuevo hogar —la mujer de rostro frío u calculador tono la palabra con una sonrisa.

— Es una grandiosa idea —otro concejal del norte hablo.

— ¿No creen que es muy pronto?, es decir nuestro emperador puede hacer las cosas sin necesidad de la emperatriz —otro hombre hablo sin necesidad de verlo.

— Pues yo creo diferente —la mujer hablo, recibiendo miradas de reproche por parte de ese viejo.

— ¿Por qué dejaron entrar a esta mujer? —preguntó con veneno en la voz.

— Soy la mano derecha del líder de la familia Yoshino, es más que obvio que debo estar aquí —la mujer hablo sin exaltarse no gastaría saliva en hombres como él.

— Sigue siendo una tontería —hablo tal niño pequeño haciendo berrinche.

— Por supuesto que no, es la emperatriz tiene el mismo derecho de ir a ese lugar, de dar órdenes, y sobre todo de ver por su comodidad, ¿No es así alteza? —la mujer lo vio con una sonrisa y con una alerta en sus ojos, una que solo Gon sabría.

— Lo es, quiero ver con mi propios ojos... Cómo está yendo todo por allá, además sería bueno conocer a las personas que están trabajando —su voz fue seria, no quería estar ahí.

— Creo que las majestades deben estar juntos, a pesar de que su alteza Gon es hombre nos dará un heredero, es mejor que ambos se lleven bien —un hombre de mediana edad hablo.

Aneko sonrió satisfecha, era bueno que se estuvieran haciendo a la idea.

Para Gon fue una apuñalada más, era verdad, tendría que dar un heredero. Tenía miedo, un miedo tremendo.

— Yo también creo que mi hijo tiene el derecho de ir, debe conocer su nuevo hogar, además de que debe conocer las personas que trabajarán en él —su padre con una sonrisa calmada hablo —. Cómo ya lo habíamos discutido el personal que allá trabajará será de mera confianza, como saben no podemos arriesgarnos a que alguien se entere de la verdad.

— Entonces está decidido, ¿o alguien más se opone? —preguntó el señor de mediana edad. Nadie dijo nada, todos asintieron y la junta había acabado.

El salón solo quedó con tres personas dentro.

— ¿Cuándo partire? —preguntó.

— En unas semanas hijo —hablo con una sonrisa —. Piensa en el personal que te acompañará.

— Por supuesto, padre —el chico reverencio a sus mayores saliendo del salón.

— Aneko, quiero que vayas con él y análisis la situación por allá —el hombre de tes morena y cabellos negros le hablo. La mujer lo miro.

— Como ordenes —dijo la mujer mirando los planos en la mesa.

— Gracias Aneko, por guiarlo —el hombre hablo con una sonrisa, ella miro esa sonrisa de la cual años atrás se había enamorado.

— Es mi sobrino, lo tengo que hacer, le hice una promesa —respondió, sus manos tocaron la madera.

— Él estaría orgulloso de Gon —la sonrisa triste que formó su rostro le hizo sentirse mal.

— Estaría orgulloso de ambos, ya lo vería con esa sonrisa risueña —como pocas veces una sonrisa sincera apareció en el rostro frío de aquella mujer.

— También lo estaría de ti —ambos se vieron, miles de recuerdos cruzaron su mente.

— Vamos, Hayate quita ese rostro, recuerda a Akane con una sonrisa, fue su último pedido antes de morir —el hombre de cabellos largos sonrió con nostalgia —. Me tengo que ir, tengo algunas cosas en las que trabajar.

El hombre asintió viendo cómo la mujer salía de la habitación. Era tan extraño como las cosas habían sucedió entre ellos. En como la lealtad de Aneko hacia su pueblo y hacia él jamás se esfumó, a pesar de todo.

Luego su mente viajo a su pequeño niño, nunca hubiera deseado que este peso estuviera en los hombre de su niño, hubiera querido encontrar otra salida. Pero simplemente no la había.

No había una salida.

Esperaba hacer lo correcto, esperaba poder ser de ayuda, esperaba que su hijo no se callara si algo sucedía. ¿Cómo lo hubiera hecho Akane?

— ¿Akane, lo estoy haciendo bien? —

Eran tantas dudas, tantas preguntas que nunca tendrían respuesta; no, hasta el futuro.

Gon sentado en su futón con la última carta escrita por Killua, se encontraba nervioso por leerla.

De verdad que estaba algo paranoico últimamente, sentía que en cualquier momento la carta le diría que había escapado con el amor de su vida dejándolo solo con un país el cual no podría gobernar solo.

Tal vez no había nada de amor en ellos, ni siquiera le gustaba, pero, por lo menos había compañerismo; si él escapara seguramente el siguiente hombre que le tocará sería un estúpido y viviría un infierno.

Solo esperaba que no fuera así, abrió la carta dejando ver la perfecta caligrafía en esos caracteres.

Gon:

Espero que estés bien, las cosas por acá están yendo de maravilla. El palacio será hermoso y cómodo para ambos y para la gente que viva aquí.

Las personas que trabajan aquí quieren conocer a la emperatriz, claro que aún no saben que eres hombre.

Retz quiere conocerte, está totalmente emocionada con la idea de conocerte más a fondo.

Por mi parte y extrañamente extraño mucho estar de perezoso contigo, aquí tengo bastante trabajo con los funcionarios, con los concejales y con las personas que tenemos que escoger para que desempeñen su trabajo en el palacio.

De verdad que extraño verte pintar o que me cuentes cualquier leyenda del sur. Deberías estar aquí trabajando futura emperatriz, como sea.

Espero volver pronto hay mucho que hablar, necesito tu opinión con algunas cosas que he estado pensando y las cartas no serán suficientes para escribir todo.

- Killua.

Rió un poco al imaginarse a Killua escribiendo la carta, debe ser cansado para él estar ahí solo. Pero ya no lo estaría más, iría para saber cómo esta todo y para que esa gran plática ya no tenga que esperar más.

Y ¿Retz quiere conocerlo?

Es extraño saberlo, ¿para qué?, estaba muy a la defensiva con todo lo que tenga que ver con esa mujer. Si su tía lo decía era por algo y él no quería aferrarse a ello.

Estaba siendo irracional y paranoico, culpaba a su tía por hacerlo pensar que en cualquier momento lo asesinarían.

Pronto la puerta fue tocada.

— Pasen —respondio enrollando el pergamino y dejando ver a dos siluetas que conocía muy bien.

— Estamos aquí Gon —respondió la chica con una sonrisa.

— ¡Ustedes dos, amigos mío me acompañan a Kioto! —el chico hablo emocionado, ambos sirvientes le vieron con los ojos abiertos.

— ¿Kioto? —preguntó el soldado de cabellos largos.

— ¡Así es!, no sé cuándo partiremos pero ustedes son mis más leales sirvientes y amigos, estaría más seguro si sé que vienen conmigo —el chico los miro con una sonrisa.

Tres amigos desde la niñez, Kumiko Ishii llegó al palacio del Sur con tan solo 6 años, su madre era una lavandera de una de las familias nobles, cuando ella llegó Gon tenía 5 años.

Fue una noche de lluvia cuando el pequeño niño decidió salir a jugar con la lluvia, aún cuando su madre le había pedido que no lo hiciera, al salir se encontró con una pequeña niña que cantaba mientras esperaba a que la leve llovizna pasará, sentada en uno de los escalones que eran tapados por la madera.

Ambos niños se vieron y no dudaron en jugar juntos.

Poco después y al ser regaños por su madre por jugar a tales horas y con lluvia fue que se hicieron amigos.

Gon buscaba a la niña y ella lo buscaba a él, jugaban juntos, reían juntos, comían juntos. Hasta que la niña cumplió 10 años, la pequeña comenzó a trabajar como criada de la familia principal, aún así trataba de jugar con su pequeño amigo.

A esa edad conocieron a Takeshi, un joven de 11 años que llegó al palacio después de haber sido reprendido por tratar de robar un poco de pan. Aún era un niño por lo que cuando conoció al pequeño príncipe y a la criada no dudo en jugar con ellos y divertirse.

Al cumplir los 13 años, entro al entrenamiento para ser un soldado que protegiera tanto a Gon como a la niña de cabellos castaños. Los amaba a ambos.

Por eso, el que ahora con 21 años, Gon pida ser su soldado principal le llenaba de orgullo, de felicidad y claro que lo aceptaría. Por su parte, Kumiko estaba sorprendida, ella siendo la sirvienta principal no solo de él si no del matrimonio imperial era...

Un honor para ella serlo.

— Claro que si no quieren lo entiendo, tienen aquí a su familia —el chico trato de hablar al ver los rostros de sus amigos.

— Para mi sería un honor, mi madre estaría totalmente de acuerdo con ello, ella te adora —la chica sonrió con cariño, pocas veces sonreía de es forma.

— Sabes que para mí no habría mayor honor que servirte hasta la muerte, y lo sabes. Mi padre sería el primero en matarme si no lo hago —el soldado aunque era conocido por ser de pocas palabras y miradas serias cuando se trataba de sus amigos, era la persona más expresiva.

— ¡Entonces está decidido! —el chico grito con alegría —. Aunque tal vez tenga que llevar a más personas que nosotros, pero ustedes son los importantes. Por favor comiencen con sus preparativos.

Ambos chicos asintieron saliendo de la habitación.

El moreno sonrió con emoción, ya quería ver la cara de incredulidad de Killua cuando lo viera, porque claro que haría todo lo posible porque fuera como una sorpresa.

La sonrisa de su madre llegó a su mente, lo extrañaba tanto; él más que nadie podría tener las respuestas que más necesitaba en estos momentos, extrañaba esos abrazos que se sentían como un refugio, extrañaba su toque delicado cuando acariciaba su cabeza.

Un mes paso, el verano había llegado, el sol calentaba el lugar con fuertes y cálidos rayos, el clima era caluroso y fresco a su vez.

Aquella madrugada Gon aguardaba en el carro de la corte² estaba emocionado de partir y conocer un nuevo lugar. Nunca había salido de su palacio no más allá del bosque de robles y flores sakura.

Sabía que el trayecto sería de unos cuantos días, por lo que llegó algunos libros consigo y su shamisen³ para ir tocando por los días y así practicar un poco más ese arte que su madre siempre trato de inculcar en él.

Pero era pésimo, al menos no eran tan bueno como él.

Los días pasaron, entre risas por ir platicando con alguno de los sirvientes que iban a su lado, por las historias que los soldados platicaba cuando el joven principe lo pedía, cuando si tía narraba historias de amor trágicas de las cuales Gon no se cansaba. Fue así, que un día, tal vez por las 10 de la mañana Kumiko dijo en un leve grito que habían llegado.

Gon se levantó rápidamente y saco la cabeza por la ventana viendo que en efecto, habían llegado a la próxima capital de todo el país, Kioto.

Sonrió con alegría, pero no todo era felicidad. Kumiko comenzó a arreglarlo para verse como Sayuri, una joven y linda futura emperatriz, odiaba esto pero a su vez sabía que mucha gente lo vería y tendría que actuar como la joven y dulce mujer que supuestamente era. Pronto, el rumor de que una caravana estaba pasando por el lugar y que además parecía ser del sur hizo que todos se sintieran realmente curiosos por saber si ahora podrían conocer a la dichosa futura emperatriz.

En otro lado, en los que serían los jardines exteriores del palacio imperial. Una joven rubia agachada plantaba semillas de flores con toda la delicadeza que una mujer de su posición significaba ser. Killua la miraba con una sonrisa, amaba mucho ver qué su amiga le enseñará las cosas que aprendía.

— ¿Entonces Killua, cuándo dices que partiras al sur? —pregunto regando la semilla.

— Bueno, tengo pensado volver en dos semanas —respondió.

— Quiero que le lleves un gran saludo a ese chico —la mujer sonrió, levantándose con ayuda del pálido que había ofrecido su mano.

— ¿Por qué te interesas tanto en él?, es raro en ti —el chico hablo.

— Bueno, tal vez porque mi corazón siente que él cambiara algo, no sé solo es un sentimiento que me dice que él será importante —la chica alzó los hombros —. Siento que ambos lograrán muchas cosas.

— Me alegra saber que nuestra bruja principal tenga confianza en nosotros —se burlo, desde jóvenes los presentimientos de Retz siempre se hacían realidad, era por eso y con burla jamás con el afán de ofenderla; él y su hermano la llamaron la bruja de la nación norte.

— Tonterías —rió ella sin soltar la mano de su amigo.

Fue cuando las voces de los sirvientes algo eufóricas los hizo voltear a dónde ellos se dirigían. Ambos se miraron curiosos, soltándose de las manos caminaron hacia aquel lugar.

— ¡La emperatriz está aquí! —ambos abrieron los ojos en grande al escuchar tal afirmación.

¿Gon estaba aquí?

¿Pero, cómo?

Es decir, en las cartas Gon jamás menciono que vendría a Kioto.

Retz se encontraba emocionada.

Cuando llegaron a las puertas principales, vieron que los sirvientes no estaban delirando, la futura emperatriz subía las escaleras alado de su institutriz Aneko, tras ellos un pequeño séquito que los seguía.

La supuesta joven daba sonrisas sinceras a las nuevos rostros que se posaban frente a él. Killua camino para encontrarse con ella. Todos miraron la interacción que los futuros monarcas presentaban.

— ¿Por qué no me dijiste que vendrías, Sayuri? —el chico la miro con una sonrisa.

Parecía que de los labios de la joven se susurraba un "lo siento", el futuro emperador, tomo su mano como habían acordado tomarse y hablarse cuando estuvieran al rededor de otras personas.

Ya que, había una historia tan graciosa que Killua definitivamente le cobraría a Gon cuando estuvieran juntos y solos, sería divertido ver su rostro ante tal historia sacada de esos libros trágicos que su amigo solía leer.

Ambos entraron al palacio, los sirvientes se vieron emocionados al igual que los ciudadanos de esa ciudad.

Todos mostraban su respeto ante su emperatriz, fue un día verdaderamente cansado pues la gente no paraba de obsequiar comida o de platicar leyendas nacidas de esas tierras, así como también los sirvientes no paraban de actualizar a Gon acerca de cómo se llevaba el castillo.

Todo esto con Killua a su lado, definitivamente ambos estaban bien siendo la ayuda del otro. Esperaba que jamás se le pasará por la cabeza escapar con la linda doncella de cabellos oro que ya había divisado.

La noches cayó tan rápidamente que Gon solo tenía ganas de echarse en la cama y dormir hasta después que pasaran dos días.

— Quítate primero ese Kimono incómodo —el albino hablo viendo cómo el moreno de había acostado en la cama haciendo que las telas se arrugaran.

— Aaaah silencio, tu lindo esposo tiene sueño y está cansado —el chico hablo con la voz adormilada.

— Ni siquiera estamos casados aún —el chico suspiro, haciendo que el moreno se levantara —. Iré a hablar con Kumiko para que te ayude a quitar esas telas.

— Hazlo tu Killua —el moreno lo vio con una mueca.

— ¿Yo? —el chico alzó una ceja.

— Te tardarás llamándola, su habitación está del otro lado del palacio, y yo quiero dormir —hablo el joven comenzando a quitarse las telas.

El albino rodo sus ojos, si días atrás había dicho que lo extrañaba ahora se odiaba por haber dicho tales palabras.

Sin nada que hacer se acercó ayudándolo a quitar esas telas que tanto le molestaban al moreno.

— Sabes, estos meses que he estado aquí, escuché una historia bastante divertida —el albino hablo haciendo que la total atención de Gon cayera en él.

— ¿Así?, ¿cuál? —preguntó con curiosidad.

— Bueno, te la contaré es de verdad increíble —Gon se levantó dejando caer las telas sobre su cuerpo dejando ver la prenda interior, fue cuando Killua decidió voltear a otro lado para darle privacidad a su futuro esposo.

— Puesta cuenta —escucho hablar a Gon.

— Se dice, que hace 4 años, la princesa del Sur, Sayuri tuvo un viaje hacia algunas colinas del norte, ya que la joven había caído en una terrible enfermedad y la cura se encontraba en aquellas flores de esas colinas —el moreno escucho las palabras de Killua, pero al escuchar su segundo nombre miro con curiosidad la espalda contraria —. Fue entonces que llegaron con una vieja curandera, que les dijo que las flores se encontraban en las profundidades del bosque, esa noche todos lamentaban que muy seguramente la joven moriría —

— Espera, espera, ¿estás hablando de mi? —preguntó el chico.

— Shhh, escucha, no interrumpas. Fue cuando los guerreros del norte llegaron a acampar cerca del lugar, esa noche una pequeña batalla se desató. Sur contra Norte; sin embargo, se dieron cuenta que los hombred del sur cuidaban algo más, así que el principe Killua decidió saber que era aquello que protegían con locura, fue entonces que el joven principe llegó a aquella casa donde una joven se encontraba dando sus últimos respiros —la voz de Killua cada vez se hacía más burlesca, mientas que Gon no entendía porque esos personajes llevaban sus nombres, aún así y como era fan de los cuentos callo y escucho con atención.

— Puedes voltear —fue lo único que dijo haciendo que el chico volteara, viendo al moreno con su ropa para dormir.

— Entonces, el joven heredero del norte, vio a aquella muchacha, su corazón no pudo con la hermosa doncella cayendo a sus pies, supo que moriría no podía permitirlo, así que él mismo busco aquellas flores que la anciana le había dicho, a la mañana siguiente llegó justo para darle a la anciana aquellas flores —el moreno pensaba que era muy obvio que eso pasaría, aún así dejaría sus críticas para el final —. La anciana preparo el antídoto y horas después la muchacha abrió los ojos. Killua estaba realmente feliz de haber salvado a esa joven, mientras que ella agradecía al misterioso joven y a la anciana. Entonces los días pasaron, aquellos días en los que ambos chicos se enamoraron —

— Espera, no tiene sentido —callo al ver el rostro de Killua, tragándose lo que tenía que decir.

— Sin embargo sus dinastías estaban en guerra, no podían estar juntos, así que Killua le prometió que cuando todo esto acabará iría por ella, se casarían y serían felices. Pasaron los años, cuando por fin la guerra termino, Killua que nunca había olvidado su promesa fue al sur para pedir ver a su amada una ves más. Ahora ambos están juntos, liderando juntos un nuevo amanecer —el moreno estaba sorprendido por tan mal relato.

— En toda mi vida de lector, jamás pero jamás había escuchado algo tan absurdo —Killua sonrió con diversión, exactamente eso era lo que esperaba de Gon —. Pero espera un momento, ¿por qué demonios tenían nuestros nombres?

— ¡Esa es la mejor parte! —el chico rió con alegría y burla —. Resulta que, este relato se está contando por estás tierras, hablando de nuestro supuesto matrimonio.

— ¿Que? —Gon estaba sorprendido —. ¿Cómo se atreven a hacer algo de tan mal gusto?

— Eso mismo pensé —dijo el albino.

— Es que por lo menos que tenga sentido, es una pésima historia, ya veo porque todos estaban emocionados cuando nos vieron juntos —el chico hizo estaba realmente  ofendido con tal mal relato.

— No sabes lo mucho que Retz y yo nos reinos al escucharlo —dijo el chico con una sonrisa viendo que el moreno reía al imaginarlo.

— Gracias por el mal relato, creo que ahora no podré dormir —el chico se fue acostando hasta que miro de nuevo al albino —. ¿Dónde dormirás?

— En el suelo dónde más —dijo con obviedad.

— Sube acá —el chico palmeo la cama haciendo un espacio para el albino.

— No estoy bien —el albino lo dijo con una sonrisa.

— Nada de eso, sube, la cama es bastante grande, mínimo haz esto después de tal relato horrible —contesto el chico haciendo que Killua riera con ganas.

— Está bien —el chico se acomodo a su lado, viendo que Gon le daba la espalda, solo esperaba no ser golpeado mientras dormía.

— Mañana tenemos mucho que hablar, Gon —hablo el chico.

— Si, si —se escucho la voz adormilada.

Killua sonrió para igual cerrar los ojos y dejarse caer en el mundo de los sueños. Había sido un día largo, aún más sorprendente por tener aquí a Gon.

1. Wagasa

3. Shamisan

Holaaaaa ❤️.

¿Cómo están? ❤️

¿Les gustó?

Espero que estén bien, como ya dejé mucho tiempo para que las votaciones cerrarán.

Y quede JAJAJJAJA porque habían muchxs que votaron por dos o no tenían definido por cual xd.

Pero quién se quedó fue:

1. El Omega y el extraño ramo de rosas negras.

2. Kiss me all night.

Vere que hacer porque vi mucho apoyo a ambas historias.

De todas formas vuelvan a votar por estas dos, ya para tener un ganador. El voto debe ser solo para una.

En todo caso gracias por apoyar esta y todas mis historias.

Lxs amo ❤️.

Bye bye ❤️

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