✏ Capítulo 1 ✉
«El fogonazo de un rayo.
El ataque de un tiburón.
Ganar la lotería»
No.
Taché todas las palabras con una línea.
Demasiado típico.
Me di unos toquecitos con el bolígrafo en los labios.
«Crudo»
¿Qué era crudo?
«La carne», pensé con una risita.
Eso quedaría muy bien en una canción.
Mi bolígrafo dibujó un par de líneas más, ocultando las palabras hasta que
quedaron irreconocibles, antes de escribir una única palabra:
«Amor»
Eso sí que era crudo de encontrar en mi mundo.
En su versión romántica, al menos.
Cha Eun Woo, el chico que se sentaba a mi lado, carraspeó.
Entonces me di cuenta de lo silenciosa que estaba la clase, de que había vuelto a distraerme, aislándome de lo que sucedía a mi alrededor.
Con el paso de los años, había aprendido a pasar desapercibido y a manejar la situación si alguna vez llamaba la atención sin quererlo.
Deslicé mi libro de Química por encima de mi cuaderno, que estaba lleno de cualquier cosa menos de apuntes de Química, y alcé la cabeza lentamente.
La mirada del señor Lee estaba fija en mí.
— Bienvenido a la clase de nuevo, joven Jeon.
Todo el mundo se rio.
— Estoy seguro de que estabas escribiendo la respuesta —dijo.
— Claro.
Había que seguir como si nada, como si no tuviera sentimientos.
El señor Lee lo dejó pasar, como yo esperaba que hiciera, y procedió a explicar la actividad de laboratorio de la siguiente semana y lo que teníamos que leer para prepararla.
Como me había dejado escapar de su anzuelo tan fácilmente, pensé que
podría escabullirme sin que se diera cuenta cuando acabara la clase, pero cuando sonó el timbre me llamó.
— ¿Joven Jeon? Concédeme un minuto de tu tiempo.
Intenté pensar alguna buena excusa para irme con el resto de mis compañeros.
— Me debes al menos un minuto, en vista de que los últimos cincuenta y cinco no me los has dedicado a mí.
El último alumno salió de la clase y yo di unos pocos pasos hacia delante.
— Lo siento, señor Lee —dije— La química y yo no nos llevamos bien.
Él suspiró.
— Esto es cosa de dos y tú no has estado poniendo de tu parte.
— Lo sé. Lo intentaré.
— Sí, lo harás. Si vuelvo a ver tu cuaderno en clase, me lo quedo.
Ahogué un gruñido.
¿Cómo iba a sobrevivir a cincuenta y cinco minutos diarios de tortura sin distracción?
— Pero tengo que tomar apuntes.
— Apuntes de Química.
Contraatacó él.
No me acordaba de la última vez que había tomado un solo apunte en Química, mucho menos en plural.
— Puedes tener una hoja de papel, que no esté unida a un cuaderno, y me la enseñarás al final de cada clase.
Apreté mi querido cuaderno verde y morado contra mi pecho.
Dentro tenía cientos de ideas para canciones y sus letras, estrofas a medias, dibujos y esbozos.
Era mi salvavidas.
— Este castigo es poco corriente y cruel.
Él soltó una risita.
— Mi trabajo es ayudarte a aprobar mi asignatura. No me has dejado otra opción.
Podría haberle ofrecido una lista de otras opciones.
— Creo que hemos llegado a un acuerdo.
«Acuerdo» no es la palabra que habría elegido yo.
Eso implicaba que ambos habíamos dado nuestra opinión al respecto.
Una palabra más acertada habría sido
«norma», «ley»...
«Decreto»
— ¿Tienes algo más que decir? —preguntó el señor Lee.
— ¿Qué? Ah, no. Está bien. Nos vemos mañana.
— Pero, ¡sin el cuaderno! —gritó a mi espalda.
Esperé a que la puerta se cerrara detrás de mí para sacar de nuevo el cuaderno y escribir la palabra «decreto» en una esquina.
Era una buena palabra.
No se usaba lo suficiente.
Mientras escribía, mi hombro chocó contra alguien y casi salgo volando.
— Ten cuidado, Imán —dijo un chico de último curso que no reconocí.
Ya habían pasado dos años y la gente seguía llamándome por ese apodo.
No reaccioné, pero, cuando me dejó atrás, me imaginé tirándole el bolígrafo que tenía en la mano a la espalda, como si fuera un dardo.
— Parece que vayas a matar a alguien —dijo mi mejor amigo, Kim SeokJin caminando a mi lado.
— ¿Por qué la gente sigue acordándose del estúpido apodo que se inventó Tae Hyung? —gruñí.
Un mechón rebelde de mi pelo oscuro y ondulado se había escapado de su
prisión de goma y se me había caído en los ojos.
— Ni siquiera rima.
— Los apodos no tienen por qué rimar.
— Ya lo sé. No estaba cuestionando sus habilidades para crear apodos. Decía que los demás no deberían acordarse de él. Todavía. Después de dos años, ya no tiene gracia.
— Lo siento —dijo Jin agarrándome del brazo.
— No tienes que disculparte por él. Ya no es tu novio. Y, de todas maneras, no quiero que te sientas mal por mí.
— Bueno, pues lo hago. Es estúpido e infantil. Creo que la gente lo dice por
costumbre en lugar de pensar en lo que están diciendo.
Yo no estaba muy seguro de coincidir con él, pero decidí dejar el tema.
— El señor Lee me ha prohibido tener el cuaderno en clase.
SeokJin se rio.
— Vaya, vaya. ¿Cómo vas a vivir sin una de tus extremidades?
— No lo sé, y encima tenía que ser Química. ¿Cómo esperan que atendamos en esa clase?
— A mí me gusta la química.
— Deja que lo diga de otra forma: ¿cómo esperan que una persona normal atienda en esa clase?
— ¿Te estás llamando normal a ti mismo?
Bajé la cabeza, dejando que él se anotase el punto.
Ambos nos detuvimos al llegar a la separación en la acera, pasado el edificio B.
El paisaje de roca rosada que bordeaba el camino tenía un aspecto especialmente soso aquel día.
Levanté el pie, enfundado en un zapato deportivo roja, y pateé unas pocas piedras para apartarlas de la acera.
El paisaje venía bien para la eficiencia hídrica, pero, de cerca, el panorama en el lugar me inspiraba más bien poco.
Tenía que observarlo desde la distancia para dar con algún verso digno de mi cuaderno.
Aquel pensamiento me recordó que debía levantar la vista.
Los edificios de color beige y los grupos de alumnos no eran mucho
mejores que las piedras.
—Bueno, ¿vamos a comer comida mexicana de mentira hoy? —le pregunté a Jin mientras Eun Woo, Mingyu y su grupito pasaban a nuestro alrededor.
Él se mordió el labio con una expresión preocupada.
— NamJoonnie quiere quedar hoy fuera del campus para celebrar nuestro segundo cumplemés. ¿Te importa? Puedo decirle que no.
— Es verdad, su segundo cumplemés. ¿Era hoy? Me he dejado tu regalo en casa.
Él puso los ojos en blanco.
—¿Qué es? ¿Un libro hecho a mano sobre por qué no se debe confiar jamás en los chicos?
Me puse la mano en el pecho y reclamé.
—Eso no sería propio de mí, para nada. Y el título era Cómo saber si tu chico es un cerdo egoísta, pero bueno...
Él se rio.
—Pero nunca te daría un libro así por NamJoon hyung —añadí, propinándole un codazo a mi mejor amigo— Me cae muy bien. Lo sabes, ¿no?
NamJoon era dulce y trataba bien a Jin.
Era su novio anterior, Kim Tae Hyung, el rey de los apodos estúpidos, el que inspiraba los libros imaginarios.
Me di cuenta de que SeokJin estaba mirándome fijamente, aún preocupado.
— Claro que puedes ir a comer con Nam hyung —le aseguré— No te preocupes por mí. Pásatelo bien.
— Puedes venir con nosotros, si...
Sentí la tentación de dejarlo terminar la frase, de aceptar su invitación solo para hacer la gracia, pero la libré de su sufrimiento.
— No, no quiero ir a tu comida de cumplemés. Por favor. Tengo un libro que escribir... Los segundos cumplemeses son el comienzo de la eternidad. Capítulo uno: A los sesenta días, sabrás que va en serio si te rescata del profundo sopor del instituto para llevarte a un Taco Bell.
— No vamos a ir a un Taco Bell.
— Vaya, vaya. Un capítulo nada más y lo tuyo ya tiene mala pinta.
Los ojos oscuros de SeokJin destellaron.
— Bromea todo lo que quieras, pero a mí me parece romántico.
Le tomé la mano y se la apreté.
— Lo sé. Es adorable.
— ¿Estarás bien aquí?
Señaló hacia el comedor.
— A lo mejor podrías irte con
Eun Woo y Mingyu.
Me encogí de hombros.
La idea no me volvía loco.
Me sentaba con Eun Woo en Química y hablábamos de vez en cuando.
Como cuando me preguntaba cuáles eran los deberes o me pedía que apartara mi mochila de su carpeta.
Y Mingyu no me decía ni eso.
Bajé la vista hacia mi ropa.
Aquel día llevaba una camisa demasiado grande con botones en el cuello que había encontrado en una tienda de segunda mano.
Le había cortado las mangas para que se pareciera más a un hanbok (traje típico de Corea del Sur) moderno y me había ajustado un cinturón marrón vintage en el talle.
En los pies llevaba unos zapatos altos desgastados de lona roja.
Mi estilo era peculiar, nada casual, así que llamaría la atención en un grupo como el de Eun Woo, en el que todos iban perfectamente arreglados con sus vaqueros de pitillo y sus camisetas.
Levanté el cuaderno y asentí hacia SeokJin.
— No pasa nada. Así tendré la oportunidad de trabajar en alguna canción nueva. Ya sabes que nunca puedo quedarme solo en casa.
Jin asintió.
Entonces, con el rabillo del ojo lo vi.
Y me quedé helado.
Min Yoongi.
Estaba sentado en un banco, en medio de un grupo de chicos de último curso, con la sudadera abrochada hasta arriba, los auriculares puestos y mirando al infinito.
Como si estuviera presente, y al mismo tiempo no lo estuviera.
Un sentimiento con el que me sentía identificado.
SeokJin siguió mi mirada y suspiró.
— Deberías hablar con él, ¿sabes?
Me reí y sentí cómo me ruborizaba.
— Ya recuerdas qué pasó la última vez que lo intenté.
— Te pusiste nervioso, eso es lo que pasó.
— No pude decir nada. Nada de nada. Me intimidaban él, su pelo perfecto y su ropa medio dark —concluí en un susurro.
Jin ladeó la cabeza mientras lo miraba, como si no estuviera de acuerdo con la evaluación que había hecho sobre su apariencia.
— Solo necesitas practicar. Empecemos con alguien por quien no lleves dos años colado.
— Yo no llevo dos años colado por...
Dejé de hablar cuando me dirigió una mirada que indicaba que lo sabía todo.
Tenía razón.
Sí que estaba colado por él.
Yoongi era probablemente el chico más cool que conocía...
Bueno, en realidad no lo conocía, pero puede que aquello lo hiciera
aún más cool.
Era un año mayor que nosotros.
Tenía el pelo largo y oscuro, y su
vestimenta consistía en camisetas de grupos musicales o en polos clásicos, lo cual era un contraste que me impedía clasificarlo dentro de una categoría.
— ¡Ven conmigo y con Nammie el viernes! —exclamó SeokJin de repente— Yo te consigo una cita.
— Paso.
— Venga. Hace mucho que no tienes una cita.
— Eso es porque soy torpe y raro y no nos divertiríamos ni yo ni el pobre
desgraciado que accediera a salir conmigo.
— Eso no es verdad.
Me crucé de brazos.
— Solo tienes que salir más de una vez... O dos... Con alguien para que vean lo divertido que eres —razonó él, ajustándose las asas del bolso— Conmigo no eres torpe.
— Sí que soy torpe contigo, lo que pasa es que no sientes la presión de tener que besarme en algún momento, así que me toleras.
SeokJin se rio y negó con la cabeza.
— No te tolero por eso. Te tolero porque me gustas. Solo tenemos que encontrar a un chico con quien puedas ser tú mismo.
Me puse la mano sobre el corazón.
— Y aquella calurosa tarde de otoño, Kim SeokJin emprendió una misión imposible en busca de un pretendiente para su mejor amigo. La búsqueda le llevaría toda la vida, pondría a prueba su determinación y su fe, al final eso lo llevaría al borde de la locura y...
—Cállate —me interrumpió Jin, dándome un golpe en el hombro con el suyo— Es esa actitud lo que lo hace imposible.
— Eso es exactamente lo que intento decir.
— No, no voy a aceptarlo. Ya verás. Hay un chico adecuado para ti en alguna parte.
Suspiré y mi mirada vagó de nuevo hacia Yoongi.
— Jinnie, en serio, estoy bien. No me organices más citas.
— Bien, no te organizo ninguna, pero tienes que estar receptivo, o te perderás lo que tienes delante de las narices.
Abrí los brazos.
— ¿Acaso hay alguien más receptivo que yo?
Seok me dedicó una mirada escéptica.
Se disponía a contestar cuando una voz le llamó a gritos desde el otro lado del césped.
— ¡Ahí estás! ¡Feliz cumplemés cariño!
Las mejillas de mi mejor amigo se ruborizaron, y se volvió hacia su novio.
Él recorrió al trote la distancia que lo separaba de SeokJin y lo levantó del suelo en un abrazo.
Hacían una pareja estupenda:
Ambos tenían el pelo y los ojos oscuros y la piel perlada.
Resultaba extraño ver a NamJoon en nuestro instituto.
Él iba a uno que estaba en la otra punta de la ciudad, y yo lo asociaba con eventos que tenían lugar después de clase o los fines de semana.
— Hola, Kookie —me dijo al dejar a Jin en el suelo— ¿Te vienes con
nosotros?
Su invitación parecía sincera.
Era un chico genial de verdad.
— Sí, ¿no te importa? He oído que pagabas tú y me he dicho: «Me apunto»
SeokJin se rio.
— Genial —dijo NamJoon.
— Era broma, Nammie —dijo Jin.
— Ah, ups.
— Sí, no dependo de la caridad.
Estaba empezando a pensar que ellos creían que sí.
— No, claro que no. Es que me siento mal por no habértelo dicho antes —explicó SeokJin.
Joon asintió.
— Era una sorpresa.
— Chicos, no les va a dar tiempo a comer si siguen mimándome. Vayan. Pasenla bien. Y... Eh... Felicidades. Hace poco leí un libro que iba sobre cómo los segundos cumplemeses son el comienzo de la eternidad.
— ¿En serio? Qué cool —dijo Nam.
Jin puso los ojos en blanco y me dio un golpe en el brazo.
— Pórtate bien.
Entonces me quedé solo en el camino, viendo cómo los grupos de chicos a mi alrededor hablaban y se reían.
La preocupación de SeokJin era infundada.
Estaba bien solo.
A veces prefería que así fuera.
[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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