𝟏𝟓 ☾

La fotografía antes que nada, es una manera de mirar, y de guardar bonitos recuerdos.

¡Están tardando demaciado Fumei-chan!.

—Ya llegarán, ten paciencia Nejire-chan.

La albina se encontraba concentrada en su trabajo, mientras que su mejor amiga de cabellera color cielo se quejaba de la tardanza de sus dos amigos.

Futōmeina terminó de preparar su cámara profesional, sonrió orgullosa y la acercó a su rostro y la dirigió a su curiosa compañera.

Nejire-chan —dijo llamándole la atención a su amiga quien volteó al instante y fue segada por el flash—. Lo...siento, debí quitarle el flash —susurró lo último para ella misma, bajando la mirada a su cámara.

¡Tsuki-chan! —la muchacha que había sido fotografiada parpadeó un poco y estusiasmada se acercó a su amiga para ver la foto—. ¡Déjame verlo!. ¿Es bueno, salí bien? —siguió preguntando con emoción.

La albina rió divertida y le pasó la cámara aún con la foto en la pantalla.

Juzgalo por ti misma —contestó y luego sonrió enternecida al notar sus ojos azules brillar al ver la fotografía.

Hado abrazó a su amiga alegre, pues le había encantado la foto tomada por la albina.

¡Allí están! —habló luego separándose de Tsuki, y señalando a sus dos tan esparados compañeros, que se acercaban a paso lento—. Estaban tardando demaciado —susurró en queja mientras cruzaba los brazos.

Futōmeina sonrió de forma diminuta y observó a sus dos amigos charlar animadamente, pensó en la calidez que se sentía entre ambos, demostrando la bonita amistad que había.

¡Nejire-chan, Tsuki-chan! —saludo Mirio con la mano en alto, mientras él y Tamaki se acercaban a ellas.

Al ya estar juntos Nejire empezó a quejarse de su tardanza, pero fue rápidamente silenciada con unas deliciosas galletas de chocolate que el rubio intrépido le ofreció con una sonrisa divertida.

Futōmeina aceptó las que Amajiki le ofrecía con timidez, agradeció sonriendo con ternura al muchacho de orejas puntiagudas.

¡Están deliciosas! —exclamó Hado con los ojos brillantes y un aura alegre a su alrededor.

—Tienes razón —murmuró la albina para luego dar una mordida a la galleta—. ¿De dónde las consiguieron? —preguntó observando a Tamaki curiosa.

Fue....mi madre quien...las hizo —susurró con timidez observando la reacción de la joven de ojos de luna, quien se sonrojó al oírlo.

Están...estan deliciosas Tamaki-kun —sonrió con timidez mientras era correspondida por el nombrado.

Bien, ¿nos vamos? —preguntó Togata con una sonrisa, mientras todos asentian y comenzaban su paseo.

Habían quedado que en las vacaciones, cada fin de semana saldrían a recorrer la ciudad. Y Nejire había tenido la gran  idea en dejar aquellos paseos plasmados en fotografías, lo que encantó a Futōmeina, pues podría fotografiar  todo y pasarla bien con sus amigos al mismo tiempo.

¡Podemos comer aquí! —dijo la curiosa Hado con una sonrisa mientras arrastraba a su rubio amigo adentro.

La albina sonrió mientras los punta a con su cámara y sacaba una nueva foto. Todo bajo la atenta mirada de Tamaki, quien también sonreía al verla tan a gusto en ese momento.

El de cabello alborotados volvió en sí al sentir una calidez en su mano derecha, al igual que un calor en sus mejillas.

Vamos Tamaki-kun —sonrió Tsuki al nombrado para adentrarse al local e ir donde sus dos amigos los esperaban, todo eso sin soltar sus manos entrelazadas.

¿Qué pedirán? —habló Mirio observando la tarjeta de menú con atención y sus orbes azules brillando por cada tipo de comida que aquel lugar ofrecía, mientras notaba llegar a la mesera junto a ellos.

Yo unos Onigiris —habló Nejire.

Ramen... —Tsuki y Tamaki voltearon a observarse tras haber hablado al mismo tiempo, sintiendo sus mejillas sonrojada.

De acuerdo y yo pediré Oyako Donburi —volvió a hablar el rubio a la mesara quien sonriendo dijo que su comida vendría enseguida.

Comenzaron a hablar mientras aguardaban sus comidas, recordando el su primer año en la Yūei de cómo se hicieron amigos.

Luego de comer sus respectivas comidas fueron a seguir su recorrido.

El sol se había puesto y el frío aumentó, el recorrido de los cuatro amigos estaba llegando a su fin.

Había recorrido muchos lugares, esta vez había tocado elegir a Mirio los lugares que visitar. La habían pasado bien recorriendo diferentes lugares, probando distintas comidas y cosas.

El frío se siente aún más —murmuró Togata mientras soplaba sus manos para conseguir calor—. Deberíamos terminar por hoy, vayamos a tomar una bebida caliente —sonrió con estusiasmo mientras despeinada la cabellera blanquecina de su amiga como venganza por haberle sacado una foto desprevenido.

Ya en una acogedora cafetería pidieron sus bebidas y algunos dangos o galletas para acompañarlos.

Futōmeina disfrutaba de su café caliente, sintiendo su cuerpo recuperar su temperatura normal. Observó a sus amigos, Nejire y Mirio robandose dulces entre ellos y de vez en cuando a Tamaki y a ella, sonrió complacida y feliz, pasar momentos con ellos era sin dudas lo mejor, claro al igual que pasar tiempo con su querido padre. Tomó su cámara en sus manos y observó las fotos que había tomado durante todo el día.

A Togata sujetando a Nejire de los hombros ambos sonrientes, también una corriendo de un perro, otra foto con Tamaki observando a un gato dormir en un muro. Otra de los tres y otra de los cuatros.

Frunció el ceño al darse cuenta que había pocas fotos de Amajiki, no a gusto con ello, volteó a verlo, notandolo degustar su café con un poco de leche. Sonrió complacida por la vista, sujetando su cámara con seguridad.

Oye...Tamaki-kun —habló sobresaltándolo y haciendo que la mirara, la mejillas del chico se tiñeron de rosa al ver a la chica de ojos semejantes a dos pequeñas lunas con la cámara en sus manos—. Sonríe.

Luego de aquello el sonido del disparo se escuchó, Futōmeina examinó la fotografía bajo la atenta mirada de cierto chico tímido. Sintió sus mejillas sonrojarse al ver aquella imagen.

Sin dudas Amajiki Tamaki era muy fotogenico.


Era el segundo día de salida de los cuatro amigos, esta vez tocaba a Nejire elegir los lugares a donde irían. El clima era aún más helado que el anterior pero aquello no impediría que la extrovertida Hado llevara a sus amigos a sus lugares favoritos.

¿De compras? —habló Tsuki con curiosidad al ver el centro comercial más conocido de la ciudad frente a ellos.

¡Así es, vamos entremos, hace unos días había decubrieto unos grandiosos lugares! —respondió con entusiasmo la de cabello celeste cielo, mientras empujaba a sus tres amigos hacia el lugar.

Recorrieron varios lugares de ropas, objetos, comida y que otras cosas. Pero justo ahora se encontraban en una tienda de mascotas. Hado observaba a los diferentes animalitos con emoción mientras sus ojos brillaban de ternura. Mientras que Mirio y Tamaki se encontraban agachados acariciando unos par de gatitos que se le habían acercado.

Tsuki sonrió enternecida, sin ganas de perder tan bonita escena, sujetó su cámara que de nuevo había traído con ella ya preparada. Y sacó un par de fotos.

¡Fumei-chan, mira este cachorro! —la llamó su amiga con una enorme sonrisa, mientras le mostraba un enorme perro de raza pastor alemán.

Ese ya no es un cachorro Nejire-chan —rió la albina divertida acercándose a ella que ya estaba a punto de caer para tras por el gran peso de aquel sabueso, la ayudó a dejarlo en el suelo y ambas se pusieron a jugar con el.

Hasta que un ruido de cosas cayendose las distrajo, observaron a sus dos amigos correr de un grupo de gatos, mientras que Mirio llevaba en sus manos un tarron de comida para los felinos.

La albina suspiró negando con la cabeza, mientras oía a su compañera reír por aquella escena.

Ya saliendo del centro comercial, notaron el sol haciendo su despedida y dejando a la luna aparecer dando por empezado la noche.

Futōmeina sin esperar activo su Kosei absorbiendo la energía de aquel astro.

¿Has tomados buenas fotos Tsuki-chan? —preguntó Togata acercándose a ella con una sonrisa cálida.

Así es —correspondió la sonrisa del rubio mientras llegaba a su mente una de aquellas fotos—. En realidad...hay una que...es mi favorita —siguió hablando llamando la atención de sus dos otros amigos que se acercaron también al verla buscar algo en su cámara profesional—. Es esta — dijo luego de unos minutos volteando la cámara para que los tres pudieran verla.

Los tres sonrieron sin poder avitarlo al observar aquella imagen.

Es una buena foto —sonrió Nejire abrazando a sus dos amigos por los hombros—. Aunque si te lo tenías merecido Mirio-kun —bromeó haciendo reír al rubio y hacer sonreír a los otros dos de cabello oscuro.

¡Tan solo quería darles de comer! —se quejo el rubio sin poder parar de reír al recordar aquel momento.

Tsuki volteó a ver a Amajiki quien descubriendola le regalo una tímida sonrisa, que también fue correspondida.

Aunque no fuera una sonrisa tan demostrativa como había capturado en aquella fotografía, estaba encantada con ella.

Tercera salida y era turno de Tamaki en elegir, cosa que lo ponía muy nervioso, pues sus lugares preferidos no eran nada comparados a las de sus dos amigos. O al menos él creía eso.

Había salido temprano de su casa y llegó antes de la hora acordada en el punto en donde los cuatro solían reunirse para llevar a cabo sus paseos durante aquellas vacaciones. Se sentía algo inquieto, pensando en los lugares en donde podía llevarlos, no quería que se aburrieran, ni mucho menos no disfrutarán de aquella salida.

Se encontraba tan metido en sus pensamientos e ideas que no escuchó los pasos ni sintió la presencia de alguien acercarse.

¿Tamaki-kun...estas bien? —una suave voz lo hizo dar sun salto del susto, levantando la mirada te topó con dos orbes lunares que lo observaban con arrepentimiento y timidez—. Lo...lo siento, no quise...asustarte —murmuró Tsuki avergonzada.

¡No...no es nada, no...debes disculparte Tsuki-chan! —tarmudeó de forma algo torpe mientras sus mejillas se encendían—. Tan solo me encontraba pensando.

La albina lo observó curiosa al ver su semblante decaído, se sentó junto a él y observó los autos pasar, aún era temprano así que tenían tiempo para charlar mientras esperaban a sus dos amigos.

Se...puede saber...en que pensabas —susurró con timidez la muchacha ganando la atención del chico—. Bueno...tan solo si deseas...contarmelo, es que... —bajo la mirada a sus manos que temblaban un poco—. Quiero ayudarte..

Tamaki la escuchó con atención y al notar la preocupación en su voz hacia el, no pudo evitar sonreír un poco.

No es nada grave,...tan solo...pensaba en los lugares en donde podría llevarlos —suspiró sin ánimos y sin observarla, mientras le explicaba la causa de su estado—. Los lugares a donde Mirio y Nejire...nos guiaron, eran asombrosos y...divertidos —con timidez observó la mano libre de la albina que se encontraba cerca del suyo—. En cambio, mis....lugares preferidos,...son algo burridos...

Futōmeina oía con atención a su tímido amigo, comprendiendo todo, luego de haber terminado de hablar Tamaki, la albina sujetó su mano entrelazando sus dedos con los de él. Acto que hizo temblar al muchacho.

Te preocupa que no nos guste y nos aburramos. ¿No es así? —habló conectando su mirada con la del joven, quien sólo asintió apenado—. No debes preocuparte por eso —dijo levantándose para quedar frente a él aún con sus manos unidas.

Tamaki la observó con curiosidad a sus siguientes palabras.

Son tus lugares preferidos Tamaki-kun, y nosotros lo aceptaremos con gusto. Al igual que nos divertirmemos —sonrió con calidez y dio un suave apretón a sus manos unidas—. Pues eres nuestro amigo, y pasar tiempo contigo nos encanta —sin borrar su sonrisa lo observó a los ojos—. A mi me encanta....

El muchacho de orejas puntiagudas sintió su rostro arder al oír las últimas palabras, pero aquello no evitó que sonriera y se levantará del lugar en donde se encontraba sentado.

Gracias Tsuki —murmuró con cariño el chico, haciendo que también las mejillas de la albina se encendieran.

¡Ya verás que será un día estupendo! —dijo con entusiasmo sin separar sus manos y borrar su sonrisa.

Produciendo un cálido sentimiento en el joven al verla tan feliz.

Futōmeina creía que Amajiki debía estar bromeando horas atrás, al verlo tan nervioso por le paseo y los lugares a donde los debería llevar. Que tan solo le había tomado el pelo.

Sus ojos se encontraban abiertos a más no poder, moviéndose a todas partes, maravillada por los colores, las formas, y las combinaciones de estas.

Esto es... —escuchó la voz entrecortada de Hado junto a ella, mientras la veía parpadear con la intensión de saber si aquello era real.

Pues claro que la comprendía, nunca en su corta vida había visto un lugar como ese, tan hermoso y fuera de este mundo.

Increíble —completó aquella frase Togata igual de maravillado.

—Son mariposas... —volvió a decir su curiosa amiga para luego sentir una explosión de entusiasmo en su interior—. ¡Millones de mariposas, todas hermosas! —sin esperar agarrando la mano de Tsuki la arrastró al floreado campo en donde aquellos bellos seres revoloteaban.

No sabían dónde se encontraban, pues habían caminado un largo trecho hasta llegar allí, siguiendo a Amajiki hasta un prado lleno de toda clases de mariposas que uno no podría imaginar.

Mirio volteó a ver a su mejor amigo, con una sonrisa lo abrazó del hombro con alegría.

¿Cómo descubriste este lugar? —murmuró el rubio sin dejar de ver a sus amigas correr por el lugar con una hermosa sonrisa en sus labios—. Es sin dudas alucinante.

Tamaki volteó a verlo, ya que antes se encontraba deleitado por la sonrisa e imagen de la pequeña Luna le otorgaba, jamás la había visto tan preciosa sonrisa antes.

—Hace unos años...al volver de la escuela  tome un atajo...y me perdí...camine un buen rato hasta encontrarme aquí —explicó con su común tímida actitud, mientras tenía en sus manos la cámara que Futōmeina le había entregado antes de ir con Hado.

Togata sonrió aún más y desordenando la basta cabellera de su amigo lo guió hacia sus dos amigas.

Tamaki, observaba a sus tres amigos disfrutar del lugar, notaba cómo Nejire colocaba alguna que otra mariposa en su largo y bonito cabello azul cielo, al igual que lo hacia con los cortos cabellos blanquecinos de Tsuki. Mientras que su mejor amigo reía y perseguía a algunas mariposas que revoloteaban. No pudo evitar sonreír por aquello, sintiendo tranquilidad en su interior, tranquilidad que fue reemplazada por una intensa calidez y un toqueteo continuo de su corazón.

Con las mejillas sonrojada sujetó la cámara con dicimulo, mientras observaba aquella imagen frente a él, con timidez apuntó y disparo sacando una bonita imagen.

Fotografía que hacía acelerar su corazón y sin dudas haría lo que fuera para volver a apreciarla en otra ocasión.

Una sola fotografía puede provocar múltiples sensaciones

Y está era una de ellas.

Último día de salida, ya habían pasado los meses de vacaciones, solían turnarse al decidir a dónde ir y que lugares conocer. Había sido así hasta el último fin de semana de las vacaciones, pues al día siguiente comenzarían las clases de la Academia U.A.

De sólo recordarlo y darse cuenta que comenzaría su segundo año como aspirantes a héroes emocionaba a los estudiantes de la Yūei.

En fin, era el último día y era turno de Tsuki en decidir a dónde ir.

La albina segura de sus planes, avisó a sus tres amigos el cambio del horario de reunión, que pasó para más tarde ya casi al anochecer. Además de cambiar el punto de encuentro a su casa, bueno mejor dicho el departamento de su padre, quien saldría a patrullar aquella noche.

Luego de unas breves advertencias de no quemar o inundar la departamento, el héroe profesional Eraserhead se despidió de su hija con un beso en la frente y se fue a cumplir con su labor.

Bien todo listo —susurró para ella misma, antes oír el tintineo del timbre.

Con una pequeña sonrisa se dirigió a la puerta, para dejar pasar a sus tres amigos. Quienes la observaron curiosos por todo el cambio.

¿A dónde iremos Fumei-chan? —habló Nejire luego de haberla saludado con una sonrisa de emoción.

¿No crees que es algo tarde para salir?, ya está por anochecer —comentó su rubio amigo con extreñez mientras observaba a su albina amiga con curiosidad.

Esa es...la cuestión Mirio-kun —respondió yendo a la cocina para servir la comida que había preparado junto a su padre—. No iremos a...ninguna parte, al menos...no fuera del departamento.

Tamaki que se había encontrado en silencio todo el tiempo se acercó a ayudarla con los recipientes de comida, deleitandose con el dulce aroma de estas.

¿Cómo es eso Tsuki-chan? —volvió a preguntar Mirio con la mirada fija en los alimentos, pues moría de habré.

La albina sonrió con calma y los invitó a que probarán los distintos bocadillos.

Ya hemos recorrido...muchos lugares en estos meses, así que...pense que sería mejor en disfrutar del último día...en un lugar acogedor —explicó con timidez mientras sentía las miradas de sus tres compañeros en ella.

Eso quiere decir que es.. —el de cabellera dorada sonrió enternecido por la idea de su amiga, estando a favor, mientras notaba a su otra amiga vibrar de la emoción cerca de él.

—¡Una Pijamada! —exclamó Nejire con los brazos en alto sus ojos chispeando de alegría, para luego saltar sobre su amiga—. ¡Es una gran idea Fumei-chan, me muero de la emoción!.

La albina tan solo sonrió y correspondió aquel abrazo, para luego observar a sus dos otros amigos sonreírle en una respuesta afirmativa a su idea.

Se encontraban en la habitación de la albina, charlando con alegría entre todos. El ambiente se sentía acogedor sin duda alguna, comentaban sobre que habían aprendido al año anterior y las cosas o lugares nuevos que habían conocido en aquellas vacaciones.

Futōmeina sonrió alegre ante aquella escena, notó su cámara junto a su cama, situada sobre su mesita de luz. La agarró y enfocando bien disparó, esta vez con flash pues se encontraba algo oscuro, sacando de eso modo una bonita fotografía de sus tres queridos amigos.

¿Recuerdan la vez que fuimos al parque a encender las chispas de bengalas? —preguntó la joven de cabello celestes con una sonrisa al recordarlo.

Fue una buena noche, recuerdo haber asustado a Tamaki con ellas —dijo el rubio mientras reía y el pobre nombrado se sonrojada.

Estuviste...persiguiendome todo el tiempo...con aquella cosas —murmuró con disgusto el de cabellos oscuros mientras se sentaba al lado de la albina.

Tsuki rió con dicmulo al oírlo quejarse y realizar un tierno puchero con los labios.

Aún tengo la imagen...de aquella vez —habló la de ojos de luna mientras les enseñaba la fotografía que había mensionado.

¡Ohhh!. ¡Salió muy bien Fumei-chan! —dijo Nejire con alegría al verla, al igual que los demás.

Pues aquel día había sido muy buena para todos.

Corazón de pollo, de nuevo comiendo —se burló Hado al ver la imagen con diversión.

El pobre sintió un aura depresiva sobre él y fue a ocultarse en una de las esquinas de la habitación haciendo reír más a sus dos amigos.

Luego de que Futōmeina despegara al pobre Amajiki de su pared, los cuatro siguieron hablando y recordando grandes momentos que había pasado juntos. Pues sus lazos se había reforzado durante todo el año que pasaron juntos, en buenos y malos momentos, apoyándose en cada momento, como los buenos amigos harían.

La albina observó las puertas de vidrio de su balcón y con una sonrísa se levantó llamando la atención de todos.

Les quiero mostrar algo —susurró con una diminuta y cariñosa sonrisa a sus queridos amigos, para luego dirigirse a apagar las luces y luego al balcón.

Escuchó algunos quejidos de sus compañeros, pues no podían ver a causa de la oscuridad, al ya poder salir al exterior observaron a su amiga de cabellos cortos, que comenzaban a brillar en tenues reflejos plateados y blanquecinos. Quedaron maravillados al ver las dos pequeñas lunas que tenía como ojos resplandecer con intencidad, Futōmeina les señaló el cielo con una sonrisa diminuta en sus rosados labios.

Los tres levantaron la mirada y se perdieron en la inmensidad del firmamento, brillantes estrellas pintaban el cielo y se reflejaban en sus orbes maravillados de tan hermosa vista.

Tsuki los observó maravillada y agradecida de haber encontrado tan buenas personas y tan únicos amigos. Con su cámara en mano, esta vez sin flash para no arruinar el bello momento frente a sus ojos, agachandose un poco, disparó una vez más sacando otra perfecta fotografía. Quizás se notaba algo borrosa pero igual seguía siendo perfecta ante sus ojos, pues en ella estaban tres grandes personas que eran irremplazable para ella.

Observó su trabajo terminado, satisfecha por el resultado pasaba su mirada por cada fotografía que había obtenido durante todo ese tiempo.

Alejándose apreció el mural que había hechos con ellos, fotos desde su niñez en donde estaban sus padres junto a ella, su vida en compañía con su querido padre Aizawa, imágenes de diferentes paisajes, hasta llegar a las de sus amigos.

Repasandolo con la vista una vez más, sujetó con seguridad su mochila y cerró la puerta de su habitación para dirigirse a su respectiva Academia, la U.A.

A su primera clase como estudiante de la Clase 2-A de aspirantes a Héroes.

Ya en su respectivo salón, curioseo con la mirada el lugar, notando a sus compañeros y devolviendoles el saludo a algunos que la había saludado. Curiosa por algunos murmuros, volteó a ver un grupo de personas de su clase rodear una esquina.

Se acercó a pasos calmados al lugar, al llegar no pudo evitar soltar una pequeña risa divertida y apenada, después de todo había sido su culpa que sucediera aquello. Ya que no habían dormido en casi toda la noche.

No hay dos oportunidades en la vida —pensó con timidez, mientras sacaba su celular e ingresaba a la aplicación de cámara —. Listo... —susurró con una diminuta sonrisa observando su nueva fotografía que dentro de poco formaría parte de su colección.

Las mejores fotografías son aquellas que retienen su fuerza y emociones a través de los años, a pesar del número de veces que son vistas

Y estaba segura que aquella imagen era una de ellas

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