Capitulo 3 || La Camarera.


Horas después|Ryo.

Por fin, el alquiler fue pagado, gas y la calefacción. Junto al dinero de los abuelos fue devuelto, por su puesto que preguntaron de dónde lo saqué o quien le pedí prestado.

Lo junté durante estos dos meses. Las propinas en el Hotel son muy buenas. — fue la cuartada perfecta.

Fue lo mejor que se ocurrió para decirles, contentos aceptaron su pago, entre todos los gastos fueron 100$ mil. Cómo gaste tanto dinero en tan poco tiempo y en unas horas... Desconozco pero la inflación aumenta cada día y el dinero es tan escaso.

Izana.

La cruda dió efectos, se había levantado de la cama aturdido con un dolor no solo en su cabeza sino también su cuerpo, nalgas, espalda. Era como si hubiera hecho ejercicio infinito sin haberse dado cuenta, su espalda le ardió cuando el agua de la regadera y el jabón le penetraba esas heridas tenues por su espalda...

— Pero que... —observo en el espejo varios rasguños que marcaban su piel morena.—. ¿Me arrastre con alguien por la carretera.?

No pudo recordar nada por más que quisiera, cambio su ropa por la que siempre usaba, camisa negra abierta hasta el pecho un pantalón de vestir hiper flojo, unas sandalias y unos lentes de sol para que le cubrieran las ojeras y el cansancio en sus ojos ante la gente del Hotel, bajo al restaurante que daba hacia la piscina dispuesto a bajarse la cruda; caldo picoso y una buena cerveza era la cura entre el desayuno americano.

Mientras comía, las ganas de irse a la cama le ganaban.

— Me dijieron que estabas aquí. —habla una voz masculina, al voltear era uno de los amigos del peliblanco. Ran Haitani, que rodeaba la mesa y llegar a tomar asiento al frente de el.—. ¿Qué tal la resaca?

Izana no hablo solo le muestra el vaso de pastillas efervescentes. El joven con atrevimiento de arrebatarle el tenedor y comer de su platillo.

— Necesito que me devuelvas el dinero. —dice tragando.

— Que me hablas, hombre. ¿Cuál dinero?

— El medio millón de dólares.

Ambas miradas se encuentran, Izana muestra el ceño confundido y le quita de su mano el tenedor para continuar comiendo.

— No era mi regalo. Creí que era mío por llevarme a ese asqueroso lugar el día de mi pre—cumpleaños.

— No te hagas el chistoso, ese dinero es de Hajime es el que ganó en las apuestas.

— Era mi auto que montó.

Izana toma todo del vaso y alzando su ceja despreocupado ante la desesperacion del otro joven. Ran muerde sus labios buscando explicaciones a los lados.

— No lo tengo. —suelta sin preocupación y con una sonrisa en la cara.

— ¡Que! Izana, ¡¿Dónde lo dejaste si saliste con el anoche en los pantalones.?!

— No lo sé, amanecí sin ellos, un calzón envuelto en las sábanas. —frunce sus cejas hasta juntarlas intentando recordar algo con ese gesto al ver a Ran.—. ¿Traje una chica conmigo anoche.?

— No recuerdo.

— Umm, solo se que alguien disfrutó el mejor revolcón de su vida. Porque en la mañana me dolía mucho la verga y todas las sábanas estaban pedagosas. —exclama.—. Aun así no se que paso con el dinero...

— Busquemoslo o de lo contrario el maldito nos lo cobrará al doble. —refunguño el cabello largo.—. Deberíamos revisar las cámaras del hotel a la hora en la que llegaste. ¿Qué hora fue?

— Si no supe con quién cogí imagínate saber la hora exacta en la que llegué.

— Vamos de una vez.

Los jóvenes fueron directo hacia la gerencia del Hotel, revisar las cámaras no sería problema tratándose del joven Kurokawa.


— Mira, mira sus desperfectos que hace tu hijo. —bajaba el periódico de la vista sobre la mesa.

El señor Kurokawa, el padre de Izana Kurokawa estaba de visita por el país haciendo entrevistas acerca del cambio político que se le vendría a su pais una vez asumiendo su puesto como futuro presidente de Las Filipinas.

Y observar su apellido en primera plana no con notas positivas, si no el nombre de su hijo eran las negativas. "Arrancones en el malecón con el joven Kurokawa, termina con destrozos a pescadores." Su molestia era obvia, el acercamiento con la gente del pueblo estaba fracturado y mas cuando ese malecón era el puente entre sus distribuidores y sus productos.

— Iré por el.

... continua

Ryo
  (TN

Al medio día regresaba al Hotel, era por fin después de meses firmar la renuncia y jubilarme de esas horas interminables de hacer camas, limpiar baños, y dejar mi dignidad en una de esas camas con un desconocido etcétera... Ahora buscaría fortuna hasta trabajar arduamente y ahorrar hasta hacer creer aquel dinero que tenía en manos.

La firma fue ágil mientras la gerente me hizo esperar fuera de la oficina esperando a que me liquidará mis meses de trabajo, no la necesitaba pero así se empezaba el cerdito del dinero.

Cuando por fin estaba la gerente enfrente de mi con el sobre, una voz interrumpio la última plática con ella.

— Enséñame las cámaras del Hotel.

Ambas volteamos, estaban dos chicos y era el, el tipo de anoche estaba ahí junto a un chico de cabello trenzado color negro y rubio sostenía su teléfono y miraba al peliblanco y la pantalla, lucía apresurado.

— Rápido, Izana. —hablo agitando sus manos sobre sus caderas.

— ¡Estás sorda, rápido.! —apresuro también el peliblanco a la gerente, y también dirigió sus ojos hacia mí.

Involuntariamente mis mejillas se encendieron de un sonrojo al milisegundo que observé esas pupilas redondas color violetas y sumamente dominantes y no solo por el hecho de recordar que anoche me la pasé con el, su cuerpo entre mis piernas y sus labios delgados besándome. Y como en la mañana me la pasé en el baño tapando los varios chupetones que había dejado en mi cuello y pechos.

Desvía la mirada tal cuál me miro rodando los ojos a los lados ignorandome, desgraciado, imite la misma mirada al engreido ese.

Pasan ambos hacia la oficina con prisa hasta arrempujar a mi gerente y a mí también, si no fuera por ella yo caía al piso. Si las miradas hubieran Sido cuchillos aquel estuviera muerto por creerse tanto, la  gerente sostiene mis hombros en sus manos.

— Esperame, ahora regreso.

Asiento, aunque me hubiera gustado quedarme y seguir platicando con ella pero el tiempo es invaluable y decido irme del lugar. Tener más horas de descanso antes que todo acabe y pasar más tiempo con los abuelos.

Han pasado varios minutos y me levanto de las sillas caminando hacia la salida principal.

— ¡Tu! —gritan haciendo eco por todo el pasillo, volteo y observó al peliblanco venir rápidamente hacia mi.

Oh,no tal vez me descubrió... giro hacia el pasillo y pensar que tanto metros me faltan para salir ala calle o tal vez le hable a alguien y vuelvo a mirar hacia el y si soy yo a quien le habla.  Descubrió mi huida.

— ¡Que haces, Izana regresa! —grrita el trenzado, la chica sale por la puerta para observar lo sucedido.

— ¡Es ella.! —le contesta.

Sus pasos se escuchan por el piso al mismo tiempo que corro hacia el elevador o escaleras para perderlo. Estaré muerta pero no sé porque... Cómo sabe que soy yo o el porqué está tan molesto, si en unos segundos o minutos no se puede observar tan rápido las cámaras.

¿Me recordó al vernos?

Todos esos pensamientos me disminuye la prisa en mis pies, y repentinamente algo se ata de mi cabello jalandome hacía atrás y perdiendo el equilibrio.

— ¡Ayyy! —me quejó por el dolor al jalarme intentando soltarme, al voltear, es el esta atandonme con fuerza a greña suelta.—. ¡Suéltame imbécil! —le grito y solo me arrastra hacía el interior del elevador.

Nadie ayuda, ni hace nada. Entra conmigo agarrada del cabello y en el interior me suelta dejándome en contra de la pared, esto me aterra por toda la tensión, intento salir huyendo del elevador y al hacerlo sus manos sostiene con fuerza y furia de la cintura al mismo tiempo que que aprieta el botón hacia los pisos de arriba.

Me sangoloteo de sus manos y más aprieta sus manos en mi.

— ¡Regresame mi puto dinero.! —habla en mi oido,

— ¡No sé de qué hablas.!

— ¡Ah no sabes! —suelta mi cuerpo y me lanza hacia la pared moviéndo ferozmente el elevador, no hay escapatoria cuando su cara me acecha quedando sobre mi frente y solo sus ojos se fijan en los mios. Se veían molestos.—. Ahora mismo te recuerdo de qué dinero.

Se abre el ascensor y salimos de la misma forma que entramos, su mano en mi nuca hasta agacharme al suelo, presiónaba horrible y comenzó a doler,  solo le seguía manoteando en sus piernas. Todo esto traía malas memorias y mis ojos lo resentian al lagrimear, en esa forma no sabía cómo defenderme y solo me quejaba con lágrimas en los ojos.

— ¡¡Sueltame, maldito imbécil!! ¡Suéltame, por favor!

La habitación de la noche anterior, abre la puerta y en un jalón lanza mi cuerpo sobre la cama ya despeinando cada hebra del cabello amarrado. Solloze por el azote y el ardor en el cuero cabelludo, rápidamente me levanto de la cama limpiando los ojos rojos.

El cerro la puerta yendo conmigo en la cama impidiendo que me levanté y regrese con el sobre mi sosteniendo mi cara en su mano con fuerza para mirarlo.

— Escúchame, dame mi puto dinero. O te muelo a golpes.

— ¡No tengo tu puto dinero.! —sangoloteo todo mi cuerpo y librarme de el.

La fuerza en mi mentón disminuye cuando sus dedos se manchan de lágrimas.

— No te lo repetiré de nuevo,bonita. —wl tono de su voz bajo tambien.—. ¿Dónde está mi dinero.? Si me lo das, seré muy bueno contigo ¿Si?

Suaviza sus dedos por todas mis mejillas limpiando las lágrimas regadas. Me animo a decirle la verdad a contar todo y salir de esto por fin.

— No lo tengo.

— ¡¿Que?! —grita y regresa a la misma posición tomando mi cara con fuerza.—. ¡Qué mierda le hiciste a mi puto dinero!

— Me lo gasté. —sollozo como niña pequeña ante sus gritos y la rabia que se le desborda en sus expresiones e intento justificar la mitad del dinero.—. No todo me lo gasté en pero si una parte.

— ¡Que le hiciste a mi dinero! —se aparta y restrega sus manos en su frente, hasta parece que quedará calvo.

— Estas sordo, ¡me gasté una parte.!

— ¿Cuánto?

— Cien... —paro.—. Mil.

— ¡Cien dólares en unas horas! —sus ojos se abren tan grandes dejando ver todo ese color violeta alrededor del color blanco en ellos.—. ¡En qué cosas pudo haber gastado cien mil pesos una mugrosa como tú. Mírate, tu ropa toda... —me examina como perra callejera.—. ¡En donde la compras o no, la consigues en la basura con razón está rota. Ni gastandote todo el dinero del mundo... cambiarás.

Limpió mis lágrimas levantándome hacia el, me juzgó como si él fuera un dios.

— Si me lo gasté en mi o no! Que te importa y si no dejas de insultarme te golpeare.

— ¿Con que motivo lo harás,? ¡rata inmunda! ¡Maldita ratera!

Ambos quedamos enfrentados con palabras entre bocas y a punto de darnos golpes, yo a él por insultarme y agredirme sin razón y el tendría sus razónes y una de ella era por ser una ladrona. Pero no lo era, di mi dignidad a cambio de su dinero...

— No sabes con quién te has metido, ¡gata!

— Creo que ya lo se... —saboreo cada letra que me sale de la boca. Su nombre.—. Izana.

— Mi nombre vale más que esos cien dólares que te gastaste...

...

Ese mismo instante en la recepción, el verdadero dueño del Hotel, el señor Kurokawa llega furioso en busca su hijo que aparecía en los periódicos y notas de chismes dando el recuento de los destrozos en cada bar y como se derrumba la reputación como futuro participante a la presidencia de su país.

— ¡¿El joven Izana está aquí hospedado.?¡
Dice golpeando el mueble.

— Si señor, noveno piso habitación 621 está Séptimo piso. —contesta la gerente.

— ¡Este muchacho me va a oir! —dice caminando hacia el elevador, sus pasos su pesados y por obvias razones soportando todos los caprichos de su privilegiado hijo.

...
Narrador

Tocan la puerta con fuerza, interrumpiendo la discusión entre ambos jóvenes. Izana molesto se aparta de Ryo pero sin quitarle la mirada de sus ojo retadores, ella tampoco cedió; si hace minutos antes tenía por su vida y estaba aterrada al estar junto a el pero en cuestión de segundos y la forma peculiar de tratarla por ser pobre cambio.

Abre la puerta de un jalón, al hacerlo inmediatamente se aleja como si hubiera mirado un fantasma.

— ¡Papá.! —menciona tartamudeando, un hombre canos y mayor delgado vestido de traje negro algunas arrugas le adornaban el rostro pero sus facciones delgadas y marcadas eran idénticas al peliblanco, los mismos ojos, tono de piel y el porte elegante.

Entro a la habitación apartando a Izana, su hijo. Observando toda la habitación incluso observó a Ryo dentro de ella, la chica no hizo más que verlo y por la facha transpiraba poder, dinero y superioridad debido todo a eso se decide inclinar a el como de costumbre.

— ¿Qué haces aquí? padre.

— ¡Esto! —hizo a un lado su saco dejando sobre la cama un periódico con Izana de portada.—. No te educamos para hacer tremendos desplantes como cualquier muchacho de clase baja.

Continuo hablando sin interrupciones, Izana no hablo solo se mantuvo todo el tiempo mirando y oyendo como su padre le reclamaba todo acerca de anoche. Ahí se dio cuenta quien le llevaba las riendas al peliblanco engreído.

Ryo tampoco habló. Pues le aterró el tono de voz que se dirigía el señor a su hijo.

— ¿Quién es ella?

— ¡Nadie.! —Izana responde enseguida al tratarse de Ryo.

Ella no se queda inclinada y se levanta lentamente observando de pies a cabeza al señor Kurokawa, intimidandose ante la postura del hombre.

— ¿Cómo te llamas muchacha.? —pregunto observandola también de pies a cabeza. Le causaba curiosidad por ella.

— Ryoko...

— ¿Que haces aquí metida en la habitación de mi hijo con el cabello despeinado?

— ¡Es la camarera! —interrumpio Izana.—.  Estaba tendiendo la cama papá y se iba,  solo falta su propina.

El señor Kurokawa volvió a mirarla, expresando una mirada de sutileza empatía hacia Ryo, era la misma mirada que Izana le dió cuando la miro ahora entendía de dónde saco lo engreído. De tal palo tal estilla.

— Perfecto, que haga tus maletas. Nos vamos ya a casa.

— Pero... —suplico Izana.

— Nos vamos. ¡Dije!

El señor Kurokawa salió de la habitación dejando a el par de cómplices. En cuanto se cerró la puerta, un grito de desesperación sonó de su boca sus planes del día durante toda la semana se le acabaron al volver. A casa.

Ryo.

— ¡Maldita sea! —sobaba su cien con fuerza.—. Ves lo que haces.

—Yo no hice nada. —contesto con una sonrisa, ahora daba gracia su frustración.

— ¡Ay! ¡Esto se complica más! Necesito ya que vayas por mi dinero.

— Iré ahora...

— ¡A donde vas! —camino pero me detiene del brazo volviendo al mismo lugar, que me quedé y que me vaya, quien lo entiende.—. Primero haz mis maletas, mi padre me está esperando.

— ¡Oh no! Niñito mimado yo ya no trabajo aquí. Arréglatelas como tú puedas yo iré a conseguir tu dinero de la misma forma que lo conseguí contigo.

— ¿Cómo?, Abriendo las piernas a cualquier moribundo. ¿Así?

— Si, exacto así como hice contigo. —respondo a lo cual el retrocede confundido ante la confirmación de haber tenido sexo.

— No, no mi niña, ni ebrio me acuesto contigo. —alardeo con una risa—. ¡Uff! Solo imaginarte desnuda con mi verga adentro me produce asco y repulsión.

— ¡Hijo de puta! —me lanzo sobre el a bofetadas y detiene mis manos en las suyas.

— Vuelve a tocarme y te meto en la carcel... —tranquilizo mi cuerpo hasta alejarme de el.—, Eso, así me gustan tranquilas y bonitas pero seré bondadoso. Otra vez, te daré trabajo aquí en el hotel.

— Aquí trabajaba y acabo de renunciar.

— Si y yo te estoy contrando de nuevo pero ahora solo un ajuste. Tu sueldo es mío para que me pagues la parte que falta, la cual me robase, tienes carita de inocente pero eres una ladrona sinvergüenza.

— ¡Estas pendejo si crees que seguiré tus órdenes trabajando aquí.! 

Doy la vuelta yendo hacia la puerta e irme lejos de el, de todo y poder conseguir el dinero para librarme para siempre de los modos del estúpido con quién me he ido a enredar y jure no volver a verlo y tal parece que la vida me lo devolvió como karma.

— ¡Oye camarera! — grita deteniendo mi caminar en la puerta y volteando a el.—. Mi maleta debe estar lista en cinco minutos. —con sus dedos hace ese tronido arrogante varias veces.

Retrociendo la mandíbula ante el chillido de sus dedos al mandarme como su sirvienta... ¡Este pelos de viejito me trono los dedos.! ¿Me trono lo dedos?

Me vuelvo a preguntar y al tercer tronido me regreso hasta el encarandolo sin miedo lo miro estando tan cerca en espera que lo vuelva a hacer para romperle esa mano.

— Cuando consiga tu puto dinero haré que limpies el puto piso con tu asquerosa lengua y de paso mis pies...—advierto convertida en una promesa.—, Juro que ese día los embarrare de mierda para que me sienta triunfadora cuando te vea arrodillado como un perro.

— Que miedo, mira como tiemblo—alza sus cejas y ala vez sus manos temblandolas y sus ojos se abren para después dejar salir una sonrisa engreída.—, No arrugues mis camisas al doblarlas.

Esto es una guerra entre ambos.

Puedo decir que odió a Izana.

Odió a Izana Kurokawa.

El señor Kurokawa llega a la camioneta en espera de su hijo, estaba molestó, encalorado con un pésimo humor ante la acalorada situación dentro del hotel con su hijo y la misteriosa chica ojiazul.

— ¡Dios! No puede estar peor, ahora se está metiendo con una niñita donadie. Que tan bajo ha caído desde que dejó el internado. —suavizaba su cabeza tranquilizando todo el estrés que estaba pasando.

Esperaba a que Izana bajará del hotel e irse de nuevo al país y acabar con todos sus juegos de niño encaprichado.

— Señor, es perfecto. —una voz lo saca de sus pensamientos, alza la cabeza hacia el asiento del copiloto. Su asistente fue quien hablo.

— ¿Que quieres decir? Jamie.

— Si. Eso es perfecto— le contesto, el señor Kurokawa estaba más confundido que antes.

— Explícame.

— Por supuesto. —Jamie soltó su cuerpo del asiento y volteo hacia atrás.—. Proyecte esto en su mente...

Su explicación fue muy breve:

" Un joven guapo, millonario y soltero. Muy codiciado entre las chicas sin mencionar que me refiero al joven Izana, aventurado entre el mundo de excesos, una noche de verano se encuentra en su destino una mujer humilde, bonita y pobre, sobre todo ese dato. Ambos se flechan a primera vista yendo por una luna de miel sin perjuicios atravesando un sin fin de dificultades en la sociedad de élite que los discrimina poniendo el título de "amor prohibido" entre ambos debido a sus clases sociales los "amantes trágicos" del país donde han tenido que enfrentarles hasta hacerles creer que el verdadero amor existe sin importar rangos ni creencias religiosas solamente los funde en uno sólo, el amor. "

El señor Kurokawa no estaba entendiendo nada y por la expresión de pasmo  fue evidente preguntándose que se había comió su asistente para tremenda escena típica que narraba toda una historia de novela.

— Podríamos vender esa historia en cada periódico, nota de chismes, y en la televisión todo para estar en boca de todos los televidentes y saldrán varios seguidores de la pareja hasta apoyarían su estrellato a la presidencia. Una gran historia empieza así, por ejemplo Titanic.

— El chico muere. —remata.

— Si, pero su historia fue tan cautivadora que resultó ser la envidia de toda pareja.

— Déjame decirte que la protagonista de esa historia no será la que estoy pensando.—por su mente paso la exnovia" pasante de Izana, cuando por fin la duda de encontrar a Ryo dentro de la habitación de su hijo con el cabello desordenado y sumamente exaltada, le escarbó sus respuestas.—, O no será que Izana estaba tan nervioso porque esa chica es su novia y sintió pena porque es pobre y él es rico. Eres un genio, Jamie.

Todo se estaba malentendiendo.
Pero que malentendido tan inusual se formaría, gracias a terceros.

— Haré los preparativos. Empezaremos con una cena para conocerla más, saber sus ideales y si resulta ser un papel en blanco sera perfecta. ¿Le parece bien el día de mañana la cena?

—Haz lo que debas, Jamie.

Eso daba rienda suelta a sus ideas sobre todo lo que rodearía a los "jóvenes enamorados"

Izana llegó minutos después. Jalo la puerta pero no le fue abierto, solo su padre mostró la cara por el vidrio polarizado.

— Necesito que traigas a tú novia a cenar, tú madre y yo necesitamos conocerla.

Tal propuesta hizo que Izana bajara los lentes de su rostro, que sus padres le hayan pedido por fin llevar a su "novia" a casa...

— Si, ella estará feliz de venir. Ianne estará muy contenta de cenar con nosotros...

— ¡Quien nombró a esa.! Me refiero a la niña de hace unos minutos, la pelinegra bonita.

— ¿¡La camarera!?  —grito preguntando Izana, no entendió el porque pidió a Ryo tal como su ovia.

— No te avergüenzes de su origen. —exclamo su padre apuntándole con el dedo.—. Al verla a los ojos supe dentro de mí corazón que ella es la mujer que tú necesitas para sentar cabeza, la mujer que traerá al mundo a nuestros nietos. Llámala y llévala mañana a cenar hasta la casa, a Filipinas.

Sentenció su propio calvario, el se marchó dejando al pobre peliblanco más perdido que nunca. Su cabeza no proceso lo que pasó arriba y ahora la conversación de su padre lo dejo sin aliento.

— Se volvió loco.


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