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Nota de la Autora:
Espero que disfruten de la lectura, antes de empezar me gustaría avisarles que algunas partes tienen banda sonora o mejor dicho experiencia musical (?). En fin, cuando vean este icono "▶" podrán reproducir la música, hay dos partes de este tipo. En la primera "Into a Fantasy - Alexander Rybak" y en la segunda "Just a Man - Jorge Rivera-Herrans" este último no es por la letra sino que, solo creo que va muy bien con el momento de la narración ^^
Disfruten de su lectura!
Ares.
𝚅𝚒𝚔𝚒𝚗𝚐𝚊 𝚢 𝙳𝚛𝚊𝚐𝚘𝚗
—¡Nos vemos más tarde!
El cielo apenas despertaba, extendiendo su color azulado compitiendo con el vasto mar. Las nubes perezosas se empezaban a mostrar con lentitud, apesar que deseaban esconderse de los rayos y regaños del sol, quien se alzaba para reinar en lugar de la luna.
Algunos dias habían pasado desde que Anakya se adentró en su travesía nocturna en el bosque de Niels. Dónde tuvo la loca idea de salvar a un dragón, nada más que, un furia nocturna.
Luego de haberlo dejado en una cueva, la más alejada de la tribu de los nielsianos, la vikinga volvió a sus quehaceres. Dubitativa si volver a ir a verlo, pues había notado a su hermano extraño, observándola varias veces, por lo que debía tener cuidado.
—¡Espera Anakya, recuerda que debes... —gritó desde la puerta su padre, mirándola con frustración.
La pelirroja volteó a verlo sonriendo.
—Participar del entrenamiento de hoy, ayudar a los agricultores y no aventurarme tanto en lo profundo del bosque —dijo asintiendo, sabiendo de memoria sus palabras—. Lo se padre, lo haré. ¡Ya me voy!.
—Espera... —hablo Erekyon.
Pero la vikinga partió corriendo sin esperar respuesta.
El jefe de Niels, suspiró negando con la cabeza, por su escurridiza hija. Pero al final sonrió dulce, mirando al cielo claro en donde el sol empezaba a asomarse lentamente.
—Tan escurridiza con tu...mi cielo —murmuró con añoranza, viendo aquel azul vivo y brillante gracias a los rayos solares, que una vez habían pigmentado los ojos de su amada.
Y que ahora estaban en los de su querida hija.
Sus piernas se movían rápidamente, aplastando las hojas teñidas de tierra y saltando los troncos huecos.
Anakya iba hacia el punto donde el furia nocturna se había ocultado, reposando por su herida. Siempre viendo a su alrededor para no encontrarse con ningún vikingo.
Respiró un momento al llegar, y con lentitud se asomó, más encontró la cueva vacía.
—¿Dragón? —murmuró bajo, más no vió nada.
Se preocupó sin poder evitarlo, pues sabía que un dragón herido en las alas o cola, no tenía escapatoria. Rápidamente empezó a buscarlo por los alrededores.
Estuvo un rato sin resultados, hasta que escuchó el fluir del agua cerca, supuso que se trataba de una cascada por lo que fue hacía allí, esperando encontrarlo.
Sus ojos de tono zafiro brillaron curiosos y aliviados al ver a aquel reptil alado de escamas oscuras como la noche. Lentamente se fue acercando a pasos silenciosos, lo observó beber en paz.
Al menos hasta que la notó y se puso alerta, la vikinga se tensó y suspiró guardando la calma.
—Tranquilo, soy yo, ¿me...me recuerdas? —murmuró sin dejar de ver a aquella bestia.
El furia la observó analizando la, reconociendo débilmente su aroma, lanzó un gruñido y de nuevo siguió bebiendo, ignorando la.
Anakya tomó eso como que podría acercarse, lentamente fue haciéndolo.
Pero se sentó en una roca al ver al dragón volver a mirarla.
Ella sonrió nerviosa, fingiendo ver a otro lado. El dragón siguió con sus cosas y la muchacha volvió a avanzar.
Quería ver cómo se encontraba la herida, y si necesitaba tratarlo de nuevo, un poco más cerca del dragón, volvió a caer sentada fingiendo interés en el cielo, luego volteó a verlo y lo saludó con la mano.
El furia nocturna gruñó con fastidio y volvió a ignorarla, ahora Anakya ya estaba a tan solo unos metros de las enormes alas. Se empujó un poco más, y cuando vió las alas extendió su mano queriendo tocarlas. Mas el dragón las extendió y la volvió a mirarla curioso.
La nielsiana desvío la mirada fingiendo fascinación por...una hoja, que encontró en el suelo.
El reptil la observó atento, no notaba hostilidad en la humana, más aún desconfiaba de ella. Pero era un buen paso que la permitiera estar allí.
Así la vikinga paso la mañana sentada junto al dragón mirándolo con curiosidad, no había logrado acercarse, pero había sido un buen inicio.
Con más días, la distancia entre dragón y vikinga iba disminuyendo.
—Esto es muy bueno, unos días más y podrás volar de nuevo.
Murmuró Anakya, viendo su ala, más con un gruñido el reptil le dió un leve golpe en la cabeza con su cola en señal que dejara de molestarlo.
—¡Oye debes quedarte quiero dragón! —se quejó Anakya al ver al furia removerse al oler de nuevo el apestoso aroma de la pomada—. Es la única forma en que tú ala se cure bien y rápido —bufó arrugando la nariz al olfatear también la medicina.
Al escucharlo gruñir y verlo quedarse quieto a regañadientes, Valdr suspiró y siguió tratando la herida.
Pasando unos minutos y el ala ya cubierta con una tela, la nielsiana se levantó.
—Esta listo —sonrió de lado, mientras se sentaba sobre una roca y agarraba uno de los peces y se lo pasaba—. Pronto volverás a ir donde quieras Dragón.
El furia la miró unos segundos, antes de devorar su alimento.
La pelirroja se quedó viéndolo pensativa.
—Creo que necesitas un nombre...no puedo llamarte dragón todo el tiempo —dijo pensativa levantándose de un salto, siguiendo al dragón que caminaba hacia la salida de la cueva, al estar al otro extremo de la isla, ningún vikingo se acercaba a esos lugares por lo que había menos riesgo de que la descubrieran.
Anakya observó el acantilado a dónde llegaron, las olas se rompían contra las rocas, y el viento bailaba con las verdosas hojas de los altos pinos. Vió al dragón observar a los pájaros surcando el cielo azul, jugando con las nubes y sobre todo disfrutando de su libertad.
Cómo si los envidiara y anhelara tener su misma suerte
—¿Qué te parece Black...o Blue?.
La pelirroja estaba sentada en un roca, mirando curiosa al dragón. Quien gruñó en desacuerdo por décima vez. Anakya suspiró cansada, ningun nombre que se le había ocurrido le gustaba.
—Eres muy delicado —se cruzó de brazos la muchacha, mirando entretenida al furia, quien se encontraba revolcándose en medio de unas altas hierbas, rodando de un lado a otro y soltando uno que otro ronroneo.
Ella lo miró curiosa, al igual que a la hierba, era interesante como estaba aprendiendo cosas relacionadas a esas criaturas aladas.
—Parece una hierba que vuelve manso a los dragones —dijo pensativa, sacando su cuaderno con tapa de cuero, empezando a escribir en ella.
Había agarrado la costumbre de llevar consigo un diario, dónde anotaba las cosas que iba aprendiendo del furia nocturna
—¿Qué tal Inferno?, suena poderoso y... —empezo a hablar con intención de convencerlo pero al ver la mirada que el dragón le dió, solo pudo bufar y volver a cruzarse de brazos.
Solo se quedó viéndolo ronroneando y disfrutando de la hierba de dragón.
—Debo seguir pensando en otros nombres —murmuró disgustada tachado los nombres de antes en su diario.
Mientras el sol brillaba en lo alto, en aquella calurosa mañana, dónde aquella vikinga y aquel dragón, enemigos desde hace décadas, convivían en una extraña y química armonía.
Dónde una amistad se tejía en silencio, con lentitud y delicadeza, como las nubes que dazaban al compaz del viento en el infinito cielo azul. Así como el viento y las nubes tenían sus propias historias, viajes y aventuras. Vikinga y dragón estaban empezando a escribir el suyo.
Comenzando con un lazo que era como una brisa tenue, apenas imperceptible, como las nubes que también se formaban lentamente, pintando el cielo con trazos etéreos, como si el viento las acariciara con cuidado.
Que con el tiempo, aquellas nubes se entrelazaran y crecerán, el viento se volverá fuerte, y las llevará por el vasto cielo, en busca de nuevos lugares por descubrir. Así también, aquella amistad única se fortalecerá, conservándose aun cuando el viento se torne tempestuoso, y las nubes se agiten, iniciando una tormenta, esperando a que el viento se calme y las nubes se desvanezcan, dejando un rastro de belleza en el cielo.
—Anakya...
La nombrada se detuvo al instante, justo llegando de su encuentro con el dragón, volteó a ver a su hermano. Quien estaba de brazos cruzados en la puerta de su hogar.
—¿A dónde has estado yendo todos estos días al amanecer? —preguntó serio Elkyan, observandola con sus ojos como el hielo.
La menor se sobresalto más no mostró temor, por nada del mundo nadie —mucho menos su hermano— debía enterarse de su secreto.
—Solo salgo a entrenar —murmuró calmada, respondiendo la mirada de su hermano mayor—. ¿Me lo preguntas por alguna razón? —preguntó ahora ella.
El rubio solo se quedó analizando la, y luego sonrió de lado, negando lentamente con la cabeza.
—Solo curiosidad...hermanita.
Murmuró y se alejó sin esperar respuesta, Anakya al estar segura de estar sola, suspiró.
—No creo que sea solo curiosidad —pensó, mirando por donde se había marchado el futuro jefe de Niels.
Debía ser cuidadosa...
El viento jugaba con las hojas de los pinos y las nubes reían traviesas en el claro cielo, que pintaba la tarde, con el sol a punto de despedirse, para otorgar su lugar como guadrian a la luna.
▶
—Bien...
Anakya quitó la última venda, y una sonrisa pintó sus labios, así como un brillo sus ojos, volteó a ver al dragón y dijo.
—¡Probemos esa ala!.
El dragón observó curioso su ala y rápidamente las extendió, acercándose al acantilado, dónde la tierra y el mar se unían como uno, y el cielo era infinito.
Y voló...
El cielo volvió a ser su hogar y las nubes sus compañeras. El furia surcó el infinito azul que se pigmentaba lentamente de naranja. Reflejándose en la mirada de la vikinga, quien por primera vez veía la clara representación de.
Libertad..
La joven vikinga no pudo contener su alegría, y su corazón se llenó de una emoción desbordante al ver a su compañero alado recuperado y fuerte.
—¡Eso es! —gritó acercándose al acantilado, dejando salir su emoción en una risa— ¡Vuela!.
El cielo siendo un lienzo en constante cambio. Dónde la calidez del sol acariciaba a aquel ser libre, quien descendió frente a ella.
Invitándola a volar.
Algo que Anakya Valdr, aceptó sin dudar.
Surcando así el eterno ocaso, volviéndose uno con el viento, sintiendo la libertad absoluta que solo el cielo podía ofrecer.
—¡Eso es!... —con un grito de júbilo que brotaba desde lo más profundo de su ser— ¡Tu puedes Nox!.
Encontrando al fin el nombre correcto, así como la oscura noche que protegía a los luceros, como el guerrero y compañero infinito de la luna.
La noche...
Al alcanzar las nubes, Anakya extendió sus manos, tocando la suave textura que teñía el cielo con tonos de rosa y oro. El pigmento de las nubes se mezclaba con la luz del atardecer.
El dragón respondió con un vuelo audaz, sumergiéndose en picada hacia el mar, sus alas rozando las olas que brillaban bajo el último beso del sol. Ascendiendo luego, esquivando las rocas que emergían como guardianes silenciosos del océano, cada movimiento lleno de agilidad y gracia.
Las estrellas comenzaron a parpadear en el firmamento, testigos eternos de la unión entre la vikinga y el dragón. El Furia Nocturna voló hacia ellas, hasta alcanzar al claras nubes y planear sobre ellas con delicadeza. Las nubes se sentían como algodón bajo sus dedos, y el frío de la altitud era un dulce contraste con el calor de la emoción que la embargaba.
El atardecer se desplegaba ante ellos en un espectáculo de luz y sombra, el sol despidiéndose con un estallido de colores que parecían danzar al ritmo de su vuelo.
En el lomo de un dragón, surcando los cielos de un mundo que ya no le imponía límites, Anakya encontró su verdadera esencia, su espíritu.
La noche los cubrió por fin, y en ese momento, en la inmensidad del cielo, Anakya encontró su lugar.
Con la noche besando a la luna, el mar protegiendo a la tierra en silencio, y las estrellas asomándose entre las nubes curiosas, de aquella extraña presencia en las orillas de Niels.
Anakya estaba sentada en aquella dorada arena, observando el cielo.
Y a su lado yacía el dragón.
—Todo lo que sabíamos de ustedes....estaba mal —murmuró viéndolo, sus iris de tono igual que los suyos.
Así como como el mar se unían a las arenas de oro, sus corazón lo hicieron en el cielo, al volar.
Anakya extendió una mano, hacia el dragón. Quien la observó atento y luego cerró sus ojos .
Y se acercó...
Y un nuevo lazo se creo en el infinito cielo nocturno.
—¿Así?...
Días habían pasado y la unión entre vikinga y dragón iba creciendo.
Nox sanó y podía volar a dónde quisiera, más para sorpresa de Anakya, quien creyó que aquella noche en la orilla fue la despedida, no lo fue.
Pues en los siguientes días en uno de sus recorridos por el bosque, grande fue su sorpresa al ver al furia de nuevo en la cueva. Y allí se dió cuenta, que había obtenido un amigo.
Nox ronroneó complacido ante las caricias de la nielsiana, en medio de las espesas yerbas de dragón.
Anakya notando su reacción, siguió raspando su cuello, bajando hacia su mentón, llegando a una parte donde hizo al dragón caer al suelo, entre ronroneos de dicha.
—....
Anakya lo miro divertida y luego sus manos, tenía un dato nuevo que agregar a su diario de dragones.
Se sentó en el suelo, recostandose sobre el furia, pasándole un pescado. Negando cuando esté quiso darle la cabeza, ya había tenido la mala suerte de comerlo crudo días antes.
Vio el cielo sin nubes, aún sin poder creer que ella había estado allí, ya más de una vez. Hazaña que ante se le hubiera hecho imposible.
Pero allí estaba.
—¿Quieres más Nox? —dijo pasándolo otro pez.
Siendo amiga de un dragón.
Pero lastimosamente la noche de aquel día de colores, calidez y emociones.
No sería más que de oscuridad, fuego y sangre...
—¡Dragones!...
El grito de los vikingos y rugidos de los dragones consumieron el tranquilo silencio de la noche.
Erekyon salió de su hogar y sus ojos avellanas reflejaron el fuego que empezaba a consumir su pueblo.
—¡Formen un barricada, arqueros apunten a las alas! —gritó avanzando con su hacha en mano.
Anakya lo siguió despavorida por tal escena, tan preocupada por las personas como por los dragones. Y detrás suyo iba Elkyan.
—¡Anakya, guía a los menores al gran salón y protegelos! —ordenó su padre, la de mechones rojizos asintió saliendo en busca de los más pequeños de la tribu.
Su hermano de mala gana iba a seguirla, pero su padre lo detuvo.
—Tu vendrás conmigo —dijo Erekyon, sus ojos con un brillo singular.
Elkyan abrió la boca con sorpresa y sus ojos de igual forma se iluminaron, su momento de mostrar su valía había llegado, con su arma en mano y una sonrisa de orgullo, por fin sería útil para su pueblo.
La noche caía sobre la isla de Niels como un manto oscuro, apenas rasgado por las llamas que los dragones dejaban a su paso.
Anakya se encontraba calmando a los menores, quienes se ocultaban bajo las mesas del salón vikingo.
—Anakya...
Murmuró una joven unos años menor que ella, de cabellos rubios y ojos cafés.
Más la mente de la hija del jefe, estaba puesta en la batalla de afuera, escuchando los gruñidos y gritos de los valientes vikingos, sintiendo el ardor del fuego de las bestias aladas. Estaba dividida, su gente estaba en peligro, pero también sentía preocupación por aquellas criaturas, que gracias a su nuevo amigo Nox, dias antes había descubierto su verdadero ser.
—No puedo quedarme quieta —susurró para sí.
Freya, la rubia la observó confusa, pero antes de hablar la pelirroja la interrumpió.
—Freya, quedas a cargo —dijo rápidamente caminando hacia la salida.
—¡¿Espera qué?! —exclamó sorpendida la nombrada, siguiéndola.
—Protegelos, que nadie salga, ni se asome —ordenó, y salió corriendo ignorando los llamados de la muchacha.
Entre fuego y acero, Anakya se deslizaba y protegía como podía. No sabía que rayos estaba intentando hacer, pero su corazón la guiaba.
En medio de humo y escombros diviso la cabellera y el grito de su hermano. Sus ojos se abrieron y corrió hacia él.
Elkyan con un grito levantó su hacha, teniendo frente a el a un gronckle sujeto por una redes. El vikingo sintió su corazón bombear con fuerza y sin dudarlo decidió ponerle fin a la vida de aquella bestia.
—¡No!.
Pero un grito y un empujón que lo derribó se lo impidieron, vio la inconfundible cabellera de su hermana menor, y sus ojos se abrieron sin poder creer lo que estaba viendo.
—¡Anakya! —gritó con ira.
Más antes de poder levantarse, la muchacha libero al dragón y le lanzó la red a él, teniendo un poco más de tiempo, al ver a su hermano enredado, quien no paraba de maldecirla y gritar su nombre, rápidamente volteó hacia el dragón, agachándose con cuidado ante sus gruñidos
—No te haré nada —susurró, aunque los gruñidos del gronckle de escamas verdosas aún no disminuían
Movió su cabeza hacia un costado, mientras la bestia dejaba de gruñir poco a poco y la imitaba, hizo eso varias veces mientras se acercaba, inclinando su cabeza de un lado al otro lentamente. Hasta que su mano pudo llegar al osico del dragón.
Anakya sonrió dulce, se había acercado por segunda vez a un dragón.
Más toda calma se vio interrumpida, al oír el grito de su hermano, al voltearse y sin poder reaccionar Elkyan la alejó de una patada tirando la al suelo.
—¡Maldita traidora! —gritó furioso, volviendo hacia el dragón, quien gruñó a punto de atacarlo.
Anakya con esfuerzo de nuevo se lo impidió, pateó las piernas del rubio tirandolo al suelo y rápidamente se acercó al dragón quien estaba dispuesto a atacar a su hermano y al parecer defenderla.
—¡Vete, vamos! —exclamó empujando al gronckle, este la observó sin comprender, y moverse—. ¡Largo, huye!.
Gritó más fuerte, y el dragón confundido retrocedió y se fue volando. La pelirroja respiraba rápido, observando aliviada al dragón irse, pero el caos seguía en Niels.
Y ese no fue el mayor de sus problemas.
Su hermano la agarró de los cabellos de sorpresa y la lanzó al suelo.
—¡Lo sabía, todo este tiempo, estabas con ellos! —gritó, su rostro rojo de furia, de nuevo había perdido su oportunidad, de nuevo su hermana frustraba sus planes—. ¡Traicionaste a tú pueblo!.
Avanzaba hacia ella, apretando la empuñadura de su arma, Anakya en cambio retrocedía temerosa.
—Elkyan, hermano...
Trató de hacerle entrar en razón.
—¡No me llames de esa forma! —rugió con enojo—. ¡Tu no eres mi hermana, eres una traidora!.
Levantó su arma, pensando en golpearla con el mango.
—¡Y a los traidores no se les muestra piedad!.
Atacó a su hermana, con quién alguna vez compartió un lazo no solo de sangre, con quién alguna vez disfruto escabullirse por el espeso bosque de Niels. Con quién hablaba hasta largas horas de la noche sobre sus sueños de ser grandes vikingos y ayudar a su pueblo.
Con quién alguna vez, había hecho una promesa de trabajar hombro a hombro y apoyarse siempre.
Anakya cerró los ojos esperando lo peor.
Pero un rugido único la sorprendió.
—¡Furia nocturna! —escuchó el grito de algunos vikingos, mientras todos se refugiaban.
Elkyan no tuvo tiempo para hacerlo, y salió lanzado lejos cayendo al suelo, ante el ataque del dragón.
Anakya jadeo al verlo, su corazón extrujandose.
—¡Nox!.
El furia de ojos azules como el cielo, estaba frente a ella gruñendo a todos que intentarán acercarse, la pelirroja se levantó como pudo y avanzó hacia el dragón.
—No puedes estar aquí, vente —suplicó en desesperación, empujando al dragón.
Pero el dragón, con ojos que reflejaban la luna, se mantuvo firme, protegiendo a la vikinga que había osado desafiar las leyes de su propia sangre.
—Anakya ha traicionado a Niels! ¡Ella protege a las bestias que juramos destruir! —escuchó la voz llena de odio de su hermano, quien se acercaba a ella, sujetando uno de sus brazos, lastimado por el anterior ataque.
Los gritos y sobre todo el gran dragón llamó la atención de los nielsianos que estaban defendiendo su hogar. Los vikingos, armados con antorchas y armas, rodearon a Anakya, sus rostros iluminados por la ira, desconcierto y sobre todo miedo.
La muchacha no sabía que hacer, solo abrazaba la cabeza del furia, impidiendo que atacara a alguno en su defensa.
Escuchaba murmullos y gritos.
—¡Traición!.
—¡No pertenece a Niels!.
Pero lo que hizo que sus ojos perdieran el brillo y su cuerpo temblara. Fue la mirada avellana de su padre.
Quien avanzó entre su pueblo, en medio de fuego y destrucción, dónde los dragones habían acabado de nuevo con el hogar de su gente.
Y en dónde su amada hija, estaba protegiendo a una de aquellos monstruos.
—Anakya.... —su voz fue hielo perforando sus huesos para la nombrada—. Ven aquí.
Ordenó, su voz autoritaria hizo callar las voces de su gente, más no la de su hijo.
—¡Es una traidora padre! ¡Protegió a esas bestias y atento contra su propia sangre! —escupió Elkyan, con fuego en los ojos.
Más la mirada de Erekyon lo hizo morderse la lengua y cumplir con su orden de silencio.
—Anakya, ven aquí —volvió a repetir el hombre.
Más ella no se movió de su lugar, sus piernas estaban en su lugar con la firmeza de la roca contra la que rompen las olas.
—No... —murmuró con pesar, pero con una pizca valentía en voz, su agarre en Nox se reforzó—. No lo haré padre.
El viento aullaba con furia, mientras la oscuridad devoraba a los luceros.
Erekyon, con la mirada fija en su hija, sentía cómo su corazón estaba siendo desgarrado por los colmillos de aquellas bestias que habían atormentado por generaciones a su pueblo. Y ahora, su propia hija, su propio cielo lo había traicionado, dejando una herida abierta en su alma, que creía que nunca sanaría.
—Los dragones no son las criaturas viles que creíamos! ¡Nuestra guerra contra ellos está basada en el miedo, no en la justicia! —escuchó la voz de su pequeña, quien trataba de hacerles entender su visión.
—Anakya silencio —ordenó, más la pelirroja no se detuvo.
—Ellos también sienten y sufren, podemos buscar otra manera...
Sus palabras fueron cortadas de raíz, por su propio padre, quien la hizo retroceder intimidada.
—¡Los dragones han traído muerte a nuestras puertas, Anakya! ¡Han devorado y quemado nuestras cosechas! —exclamó Erekyon, su voz resonando con la autoridad de un líder cuyo deber era proteger a su pueblo—. ¡Por culpa de esas bestias hemos perdido vidas, derramado lágrimas! ¡Han acabado con cientos de nosotros!.
El rostro de Erekyon se endureció, las líneas de su piel talladas por años de batallas y pérdidas, sus ojos avellana cansados pero con la fuerza para seguir protegiendo a su familia.
—¡Pero nosotros hemos aniquilado a millones de ellos! —contratacó Anakya, con la misma fuerza, sus ojos de cielo ahora nublados por nubes a punto de dejar caer gotas de lluvia.
Erekyon se quedó sin palabras por un momento, su corazón se retorcía en un nudo de emociones contradictorias. La traición de su hija lo había herido profundamente, y lo que más le pesaba era la fuerza en sus ojos zafiros, aquella fuerza que habia visto brillar algunas vez los de su amada esposa.
▶
—¡Silencio! ¡Tratamos de sobrevivir! —replicó con la voz quebrada por el dolor y la ira, su rostro era un reflejo de la tormenta que azotaba su interior.
—¡Ellos igual! ¡Como cada vikingo que deja a su familia, ellos dejan a sus crías, como cuando navegamos en busca de sustento, ellos salen a buscar alimento!.
Su mirada suplicaba a su padre que la escuchara, que creyera en ella, que podían hacer de Niels un mejor lugar.
—Nos han arrebatado cientos de vidas —susurró con dolor Erekyon, con sus ojos pigmentados en decepción.
Anakya sintió su interior retorcerse, y el aire escapar de sus pulmones, sus ojos volvieron a picar, por primera vez decepcionadolo.
—Y nosotros los estamos extinguiendo —suplicó, con ojos llorosos— No voy a cerrar los ojos padre....—murmuró acariciando la cabeza de Nox, quien ronroneó observándola, miró a su padre, a quien amaba y siempre había tenido como ejemplo —. Por favor....podemos detenerse está constante lucha de fuego y sangre....podemos —murmuro bajo—. Ser como ellos...
Imploró con su corazón en mano, podían ser como sus viejos amigos.
Niels podía ser como Berk...
Erekyon se mantuvo en silencio y el brillo que alguna vez pintó sus ojos de sol se fue extinguiendo.
—Entonces has elegido tu bando —la crueldad salpicó de sus labios.
Con un suspiro que parecía llevarse consigo los últimos vestigios de su relación paternal.
—En la sombra de los antiguos y el eco de los guerreros caídos, por la memoria de Niels que en nuestras venas fluye...
Los ojos de Anakya dejaron salir sus lágrimas, al reconocer aquel rito.
—Padre...
—En esta noche de sombras, bajo el testigo silente de los dioses antiguos, se revela la traición más oscura.
Los vikingos empezaron a hacer ruido, golpeando sus escudos con sus armas.
—Has abrazado la causa de aquellos que juramos destruir —Erekyon la apuntó con su hacha, mientras su hija retrocedió intimidada y dolida—. ¡Por traición y deshonra! Ya no eres hija de esta tierra, ni de mi sangre.
Nox notó su alteración y gruñó en su defensa.
—Por elegir a aquellos monstruos sobre la hermandad de tu gente, por mancillar el honor de los ancestros y desafiar la ley de tu sangre...Yo Erekyon, jefe de Niels.
Anakya no pudo quedarse para escuchar las últimas palabras de su padre.
De un salto se montó en Nox, quien se elevó al instante, para perderse en la negrura de la noche.
—Te destierro....
Bajo la dolorosa mirada de un padre que había perdido a su hija.
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