𝐀𝐔 𝐌𝐎𝐃𝐄𝐑𝐍𝐎┆Cupido al rescate.
༻ ☁️ ༺ Perdón pero me muero de la risa con esta imagen y tenía que ponerla AJJAJAJJA. Estoy actualizando para estar al día con las preguntas o pedidos que me han hecho, ya que en otros libros voy a escribir por un buen rato y dejaré este en una pequeña pausa.
Pronto volveré con más ideas que ya he elegido para ustedes uvu.
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Esta idea fue hecha por LaMazorcaDigital muchas graciaaas uvu.
Faltaban pocos días para volver a la escuela, las dulces vacaciones estaban a nada de terminar. Claro que se aprovecharon al máximo. La castaña estuvo la mayor parte del tiempo encerrada porque casi que todas sus amistades se fueron de viaje. Se sentía pobre.
Igual disfruto leer y ver series acompañada de su gato, engordando en silencio con helado. Apenas amaneció movió unos centímetros sus piernas, no tenía ganas de hacer nada.
El techo era muy interesante, parecía que habían nuevas manchas de moho que la última vez.
Las voces de su mamá conversando con otra persona la hizo mirar hacia la puerta, que extraño, juraba que no iban a tener visitas.
O de nuevo no le avisaban. De todas maneras no pensaba salir.
Los ronroneos de su gato y un peso sobre su abdomen apareció. Acarició su pelaje.
—¡Gracias por todo! —Uh oh. Esa voz... No podía levantarse porque no quería molestar a su mascota pero quería escapar.
La puerta fue abierta, dejando ver a un chico delgado de cabello rizado castaño oscuro. Ojos marrones y pecas en el rostro.
Vestía acorde con el clima, una camisa blanca y unos pantalones cortos de color negro con unas franjas blancas a los lados en conjunto con unos zapatos deportivos.
Cuando cerró la puerta con una de sus manos, sonrió. Una sonrisa de pura maldad.
—¡Uy, amiga, pero que horrible esta tu habitación! —chilló tratando de no tocar la ropa que se encontraba en el piso como si fuera a intoxicarse.
Rosslenne volvió a mirar el techo suplicando piedad.
—¿Qué haces aquí? —su peso en el lateral de su cama le hizo verle.
—¿Saludas así a tu mejor amigo? Qué horror. —dejó la bolsa que trajo entre sus piernas. —No es mi culpa que ignores cada uno de mis mensajes.
Se quedó callada, no sabía que decir. Su mirada perdida en la nada hizo que Santiago tocara su frente.
—No tienes fiebre, tienes esa cara de zombi pero nada grave. Hmm... Tal vez, lo tuyo sea emocional y estás haciendo puro drama. —Rosslenne sonrió sin poderlo evitar.
—Vaya, doctor. Está en lo cierto. ¿Qué es lo que puedo hacer? —siguió su juego con un tono de preocupación.
Santiago cruzó sus brazos fingiendo que pensaba. —En tu caso recomiendo hablar con un psicólogo, siempre ayuda. Tengo justo uno que es muy bueno. —arregló su cabello de lado, como si se tratara de otra persona.
Le miró serio tomando un cuaderno de la mesita y un bolígrafo. Hizo como si tomara nota.
—Dime, ¿qué es lo que sientes?
—Dolor y sufrimiento.
—Señorita, es el peor cliente que he tenido. —ambos rieron. Dejó las cosas de lado. —En serio, ¿Qué te sucede?
Rosslenne suspiró. No quería hablar de eso, pero era decirlo o que él mismo lo averiguara. No sabía cuál opción era peor.
—Ross. —insistió, tomando su mano. —No vine hasta aquí en vano, me tienes muy preocupado.
Se incorporó para sentarse, sin soltar la mano de su amigo. Su cabello estaba completamente enredado. Vio cómo su gato se acomodó a su costado.
—Santi, santi... creo que... —acarició el dorso de su mano con su pulgar. —Me gusta alguien.
Santiago dio un grito, tapó su boca al instante viendo hacia la puerta.
—¡Shhh! —la risa de la castaña no se hizo esperar. Imitó su acción para evitar ser regañados.
—¿No soy yo verdad? —bromeo haciendo que ella le diera un golpesito en el hombro.
Cuando se calmaron la sonrisa de emoción de su mejor amigo era obvia.
—¿Qué esperas? ¡Dime quien es! —dio unos saltitos en su lugar. —¡Espera, creo que lo adivino...! ¿Es el profesor de Historia?
—¿Qué? N-no. —se sonrojo hasta las orejas.
—Igual esta bueno, no lo niegues.
—Pues si, pero no es él. —Santiago miró hacia arriba.
—¿El que se pone nervioso con las chicas?
—Tampoco.
—No puede ser que este fallando tan mal.
—No mal, fatal. —le dio un golpesito con un cojín.
—Ya confiesa tus pecados, mujer.
—Vale, vale. —hizo una pausa dramática para aguantar la risa. —Son los gemelos Tokito.
Santiago parpadeo varias veces.
—Un momento, estoy en shock. ¿Acaso escuche mal? ¿Acabas de decir gemelos?
—Sí. —empezó a reír.
—¡Pero, decídete mujer, no puedes tener tu propio harem así! O si puedes... —meditó. —Si te operamos tal vez funcione.
—¡O-oye! ¡¿Cómo que una operación?!
—Es broma, es broma. ¡No me despeines, me costó mucho arreglarlo! —se tapó el rostro ante los ataques con la almohada. —Ya hablando enserio, debes de elegir uno y yo te ayudaré.
—Guao, ¿harás de cupido? Vaya, vaya. —se cruzó de brazos.
—Por supuesto, estarías perdida sin mí. Ahora, mientras empezamos con nuestro plan, traje algo para comer.
—¿Sabes que te amo?
—Lo sé, bebé, lo sé.
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