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—¡Malditos sean cazadores!.
El grito de un demonio sacudió la fría calle del pueblo ubicado hacia el sureste.
Aquella noche llena de penumbras en donde el viento asotaba con fuerza las ramas de los árboles y las nubes opacaban a los brillantes cuerpos celestes.
La Pilar de Astros se encontraba cazando a un demonio con el que se había topado a la vuelta de su misión sobre recopilar información.
—¡Mueran, mueran todos! —gritaba perdiendo la cabeza mientras atacaba a la cazadora sin piedad, pero por más que lo intentará ningún golpe ni siquiera rosaba su oscuro haori de constelaciones.
La joven de ojos perlados decidió ponerle fin a aquel enfrentamiento, deseando llegar lo más rápido posible a la sede de los Cazadores de Demonios.
—Prometo pedir por tu siguiente vida —habló calmada mientras desenfundaba su Sutārein— Concentración total: Respiración de Astros: Quinta postura. —elevó su katana justo en el momento en que el demonio volvía a lanzarse sobre ella—. ¡Rugido Nocturno!
Dicha postura representaba la constelación de Leo, regido por el rugido y fuerza del león. Aquella postura era ejecutada por el usuario al realizar una serie de cortes que daban origen a la forma de un leon. Podía ser también utilizado para contrarrestar cualquier ataque ya sea de alta o baja magnitud.
—Ahhg... —el quejido del demonio llegó a sus oído una vez que había acado con él, guardando nuevamente su katana vio como el cuerpo de dicho ser comenzaba a volverse cenizas.
Soltando un suspiró se agachó y pidió perdón por dicha alma tan perturbada y oscurecida.
—Debo llegar cuanto antes.. —murmuró mientras continuaba con su camino hacia la sede.
La cazadora estaba al tando del peligro que corría, es por eso que tras haber repilado toda información y haber eliminado a aquellos dos demonios quienes habían estado siguiendo al joven Kamado. Había decidido partir inmediatamente a la sede, con temor a que los demás demonios supieran de su objetivo y tratarán de impedir que lo culminará.
Después de todo, el líder de los demonios tenía ojos y oídos en todas partes.
—¡Kuroi-San!.
La voz del muchacho del grupo de Saneamiento, quien se encontraba volviendo de su turno en la sede del grupo de cuidados de cazadores, se había topado con la Pilar quien se acercaba a pasos rápidos a la finca de Oyakata-sama.
—Kotaro-san —saludo más tranquila pero aún con los sentidos alertas—¿Dónde se encuentra Oyakata-sama?.
Preguntó mientras se adentraba al pasillo principal seguida por el sanador, quien la observaba con preocupación.
—Él amo y los demás Pilares se encuentran ahora mismo en el gran salón —respondió mientras detenía sus pasos y oía como la cazadora se lo agradecía ya desde una gran distancia.
Mientras que el castaño tan solo podía suspirar y observar por donde la pelinegra había desaparecido.
—¡Disculpe la interrupción Oyakata-sama!.
Su voz sonó firme al interrumpir de forma irrespetuosa la reunión de sus compañeros.
Se encontraba arrodillada y con la cabeza agachada en señal de respeto.
—Has llegado hija mía —pero la suave y relajante voz del hombre la hizo levantar la mirada, notando que se encontraba sonriendole—. Ve a tu lugar, por favor.
—Sí, Oyakata-sama —murmuró realizando una reverencia de nuevo, mientras se ubicaba en medio de sus dos compañeros el Pilar Serpiente y la Pilar de Amor.
La joven cazadora de ojos verde limón le sonrió en forma de saludo mientras ella correspondía de forma diminuta, aún sin olvidar a lo que venía.
—Bien, ahora que estamos todos reunidos —volvió a hablar el hombre sin perder su común calma—. Demos por iniciado la reunión.
Y así otra nueva reunión de los diez pilares daba inicio.
Sus manos arrugaban la tela oscura de su haori, mientras su mirada permanecía puesta en el suelo.
Mientra oía a sus compañeros despedirse y retirarse tras haber finalizado la reunión.
—¿Seiza?.
Aquella inconfundible y dulce voz que había oído antes la sacó de sus pensamientos.
Levantando la mirada se encontró con los oceánicos orbes de su pareja, quien se encontraba de pie frente a ella ofreciéndole una mano para ayudarla a levantarse.
La cazadora sacudió su cabeza por unos cortos segundos mientras unía su mano con la del Pilar.
—Lo siento, estaba distraída —susurró con una sonrisa suave mientras sentía como el mayor entrelaza a sus dedos y reforzada su unión.
La de ojos perlados sonrió ante tal acción, comprendiendo que se trataba de una silenciosa respuesta de que todo se encontraba bien.
—Volvamos —habló de nuevo Tomioka dispuesto a ir a la finca de ambos.
—Parece que la noche llora por la falta de las estrellas en el bastó cielo. ¿No lo creen, hijos míos?.
Pero la voz de Ubuyashiki detuvo sus pasos.
Ambos pilares voltearon y realizaron una reverencia hacia el hombre, quien como siempre se encontraba acompañado de una de sus hijas.
—El viento anuncia la llegada de las nubes y el cubrimiento de las estrellas —volvió a hablar el de vista perdida con una pequeña sonrisa, al sentir la fría brisa nocturna acariciar sus también oscuros cabellos.
Ambos cazadores permanecieron en silencio hasta que sintieron como el hombre se acercaba a ellos con ayuda de la pequeña de cabellos albinos.
—Hija mía, ¿podrías acompañarme a un paseo nocturno en esta fría y tranquila noche? —preguntó mientras tenía la mirada en un punto muerto.
Giyu observó a su novia de reojo, notando cierta preocupación en su rostro pero que rápidamente lo cubría.
—Como usted desee Oyakata-sama —respondió con calma al pedido del hombre.
Ambos cazadores se pusieron de pie luego de que el jefe de la sede les permitiera. Mientras que Seiza volteaba hacia su cazador.
—Iré pronto a casa, puedes adelantarse y descansar —susurró mientras colocaba una mano en su hombro para darle seguridad.
Tomioka se quedó tan solo observadola por unos largos minutos.
Hasta que de forma silenciosa asentió con la cabeza y decidió volver primero.
Pero no sin antes volver por sus pasos y depositar un casto beso en la frente de su estrella.
—Ten cuidado al volver —murmuró con dulzura cautivante cerca de se oído izquierdo, para luego alejarse y desaparecer del lugar.
Seiza sonrió al sentir la calidez cubrir su cuerpo y se dispuso a acompañar a Oyakata-sama que la esperaba en el jardín.
—¿No me has preguntado por qué lo hice?.
La suave y relajante voz del hombre de cortos cabellos oscuros llamó la atención de la Pilar, mientras que ambos se encontraban caminando por uno de los iluminados y bellos jardines de la finca de los cazadores.
Seiza bajo la mirada comprendiendo la repentina pregunta de su jefe.
—Estoy segura de que fue por una buena causa —murmuró mientras cerraba sus ojos por unos cortos segundos y los volvía abrir—. Mi lealtad será siempre hacia usted Oyakata-sama.
Respondió al recordar su decisión de ocultar la información que había obtenido a los demás miembro de la sede mata demonios.
El hombre soltó una silenciosa risa mientras no dejaba de sonreír y seguía caminando siendo guiado por la misma Pilar de Astros.
—Oír esas palabras alegran mi corazón hija mía —contestó mientras detenía sus paso, ocasionando que ella también lo hiciera—. A veces la mejor decisión es guardar silencio —exclamó mientras elevaba su mirada vacía hacia el cielo cubierto de nubes oscuras—. Y dejar que las cosas fluyan como calma. Después de todo, todo llega en su determinado momento.
La joven Kuroi se quedó en silencio mientras pensaba en las últimas palabras que había dicho el líder de la organización al cual pertenecia.
—Lo comprendo Oyakata-sama.
Y aceptaba sin quejas la decisión que había tomado.
—Ahh... —un suspiró salió de sus labios al dejarse caer en el cómodo futon de su habitación.
Había vuelto a su finca minutos después de despedirse de Oyakata-sama y culminar con aquel paseo.
Entrando lo más silenciosa posible y quitándose su traje de cazador para colocarse un kimono cómodo para así poder descansar.
Al acostarse, pensó que su acompañante ya se encontraba dormido al no verlo moverse, ni notar su llegada.
—Llegas tarde.. —murmuró una voz ronca ser a suyo.
Pero dichos pensamiento fueron eliminados en el momento en que unos fuertes brazos la había rodeado y un movimiento cuidadoso la había dejado entre el futon y el marcado cuerpo del cazador, quien se encontraba observándola con sus hermosos ojos de mar.
—P...perdón —fue lo único que pudo tartamudear de la sorpresa por tal acción de parte del Pilar de Agua—. Pero, ya volví —habló de nuevo más calmada mientras entrelaza a su mirada perlada como los zafiros marinos del joven.
Giyu no respondió a sus palabras, tan solo se acercó y depósito en sus rosados labios un dulce y lento beso que logró mesclar sus suspiros.
—Bienvenida —susurró a centímetros de su rostro sin dejar de disfrutar de aquella perfecta vista de su brillante estrella.
Solo suya...
Mientras que Seiza sonreía con dulzura y correspondía su afecto entrelazando sus delgados brazos por su cuello.
—He vuelto..
Dejándose embriagar con la calidez y bribracion que su corazón y el suyo.
Producían al estar uno cerca del otro.
Uniéndose nuevamente en uno solo.
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