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❝La lluvia de las noches de otoño engaña, parece sólo agua y en cambio son recuerdos ❞
Los sonorosos truenos que iluminaban las grisáceas y vastas nubes que ocultaban a las estrellas de aquella noche fría. Eran silenciadas por la calidas paredes de aquella cabaña, de aquella habitación.
Las ramas más extenzas de los árboles acariciaban las ventanas por el movimiento que el brusco viento les producía.
Los alargados y desordenados cabellos oscuros como aquella noche, pertenecientes al joven cazador de tez palida y hermosos ojos color zafiro profundo. Esos mechones eran sacudidos y acariciados por una suave toalla blanca.
—No debiste venir Tomioka, no con esta tormenta —lo regaño la muchacha mientras seguía secando los alargados cabellos del cazador, quien se encontraba con los ojos cerrados disfrutando de aquel mimo—. Tsk..—dio un chasquido con su lengua al no poder enojarse con él, pues no al notar el calmado semblante pintado en su apuesto rostro, al sentir como su pareja secaba sus mechones oscuros.
—Quería verte.
Las sencillas palabras que había soltado el pilar con facilidad, habían detenido los movimientos de aquella toalla, curioso llevó la cabeza hacia atrás y sus ojos se encontraron con la mirada perlada de la joven Kuroi.
Pero no fue lo único que se encontraron.
Pues sus labios habían sido beneficiados por aquel diminuto movimiento, pues habían podido rozarse aunque sea por unos cortos segundos.
Sus ojos no se desentrelazaban, es más, se fundian entre sí con intensidad, de la misma forma que sus labios se encontraban deseosos por hacerlo.
Pero el estruendoso sonido de un trueno hizo lanzar a Seiza y alejarse del chico.
—Yo...ire a preparar algo de té —dijo con dificultad mientras observaba a otro lado y daba la espalda al chico—. Te...te hará...entrar en...calor.
Y a pasos largos desapareció de aquella habitación, dejando a un confundido Giyu quien se quedó observando por la ventana como la tormenta empeoraba.
La calidez brindada por las velas en los candelabros acompañada con el dulce té verde, producían que sus cuerpo mantengan su temperatura corporal y el frío de aquella oscura noche no fura capaz de ingresar.
—Es una tormenta fuerte —la voz de Seiza hizo que Tomioka levantará su mirada del té que sujetaba en sus manos.
Luego observó el relámpago que iluminó aquella habitación.
—Quizás dure más de un día —se limitó a decir mientras sentía el agradable sabor del caliente té en sus labios.
—Eso es malo —contestó la cazadora mientras suspiraba y se cubría mejor con la cobija que llevaba sobre su cuerpo para tener menos frío—. Perjudicará el rendimiento de la exterminación de demonios —murmuró con pequeños rasgos de preocupación en su mirada.
Tomioka se dedicó a observala tan solamente, tal y como lo había empezado a hacer desde el día en que aquella muchacha de ahora veinte años, tan solo era una niña de catorce años. Y lo había llevado al hogar de su maestro y se había quedado a velar por su salud.
—Haz tenido una mision ayer —más que una pregunta era una afirmación, teniendo su mirada interrogante en ella exigiendo una respuesta.
Kuroi tragó saliva con nervios, mientras suspiraba y dejaba de lado su té para cumplir con lo pedido por su cazador.
—Así es, trató de la exterminación de un grupo de demonios —explicó notando los diminutos toques de curiosidad en el rostro del joven Pilar—. Que se dedicaban a cazar a los viajeros y pueblerinos cerca del pueblo del Sur.
—¿Un grupo de demonios? —hasta para el propio Pilar de Agua aquello era sumamente extraño y hasta peligroso.
Seiza asintió comprendiendo el desconcierto en el joven de cabellos oscuros.
—Un grupo de siete demonios en total —respondió mientras daba una sorbo a su té verde—. Pero, Tomioka-kun, ¿cómo te has enterado?.
El nombrado tan solo se dedicó a observarla con el calmado y neutral gesto en su rostro, mientras dejaba su taza vacía en la pequeña mesita de madera que se encontraba en medio de ambos.
—Obanai me lo dijo.
La Pilar de Astros tuvo unas intensas ganas de ir a buscar a aquel según ella idiota cazador. Chasqueo la lengua y desvío la mirada con el ceño fruncido hacia la ventana que mostraba la tormenta que se vivía afuera.
—Maldito hablador —pensó mientras soltaba involuntariamente un gruñido, bajo la atenta mirada del cazador—. Luego dice que no le gusta los chismes —murmuró en un tono tan bajo que el muchacho a penas puedo oírla.
—¿Con quien has ido? —habló con sus oceánicos ojos puestos en el rostro de la mata demonios, notando sus mejillas ser pintadas de un delicado tono rosado.
—Fui,...con Kochou-san —respondió mientras en su mente llegaba sus palabras.
«Lo arrastraras contigo si sigues a su lado »
Observó a Tomioka con pesadez y dudas sobre sus decisiones, revolviendo en su mente todos sus recuerdos.
—Puedes dormir aquí Tomioka. El futón ya está listo.
Seiza sonrió con calidez al joven cazador quien ya vestía un cómodo yukata de tela negra y sus cabellos libres de su común coleta baja, ahora se encontraban esparcidas por sus hombros aún de forma desordenada pero aquello lo hacía aún más apuesto.
Tomioka se quedó en medio del pasillo observando a la muchacha de ojos claros, quien se movía con incomodidad por tan penetrante mirada de parte del cazador, luego de unos minutos se acercó a ella a pasos silenciosos y lentos, hasta quedar frente a ella.
La Pilar de Astros cerró los ojos al sentir el contacto de la cálida mano del joven, sobre su mejilla izquierda, dando suaves caricias mientras se deleitaba con las unicas facciones del rostro de su estrella.
Un trueno retumbó y la tan anhelante caricia entre sus labios se cumplió.
Un va y viene de caricias y respiraciones entre ambos, mientras sus suspiros se entrelazaban y se ataban con un nudo difícil de desatar.
Aquel beso era de carácter tierno, pues solo rozaba la piel suave de sus labios, que casto se acercaban reconociendo su aliento , probando el sabor de su respiración, uno dulce que se dejaba caer poco a poco, tomando todo el tiempo del mundo para recorrer cada milímetro de su boca.
Pero el oxígeno no es eterno.
La fuertes manos de Giyu se aferraron a su rostro como dos cadenas que apricionan a una bestia de su libertad, sin querer soltarlo. Unió sus frentes y sus respiración agitadas que rogaban por el mayor aire posible.
—Quedate....esta noche —murmuró con dulzor desbordando sus labios y calidez en su mirada, que no lo despegaba de la Pilar de Astros.
Seiza trago saliva y de igual modo sintió su garganta seca, no podía apartar su mirada de aquellos dos posos oceánicos que ya la habían undido en lo más profundo de sus aguas cristalinas.
Y sobre todo, no podía decirles que no.
La lluvia, insistente y sutil, envuelve a la tierra con sus brazos silenciosos, adormecen los colores, llenan el mundo de insinuaciones y pequeñas melodías, aprietan más los nudos y las emociones. Y las mojan con sus cristalinas y puras gotas de agua.
El frío recorría los lugares más oscuros, eliminando toda calidez, remplazandola con la cruda sensación de hielo.
Pero por más que intentará, el frío no podía ingresar en sus cuerpo, ni entre ellos. No cuando ambos se encontraban bajo la cómoda manta, recostados en el suave futón, compartiendo cercanía y calidez.
Seiza tenía los ojos puestos en las facciones del muchacho, detallando hasta las más invisibles curvaturas de su rostro, desde sus cabellos revueltos por toda la almohada, hasta su fina barbilla recta. Aunque no pudiera ver sus hermosos ojos de mar, estaba satisfecha con aquel único paisaje.
No todas las veces podía apreciarse al Pilar de Agua en su más tranquilo esplendor, sintiendo su lenta respiración acariciar sus sonrojadas mejillas.
Seiza sonrió con un abrazador sentimiento en los gestos de su rostro, demostrando su puro amor hacia él joven.
—Recuerdo no haber respondido a tu pregunta —su voz eran amortiguada por los constantes sonidos de la lluvia contra el techo, al igual que con las ventanas—. Si, haces que mis manos tiemblen al estar observandome.
Sus finos dedos se enredaron en uno de sus oscuros mechones brindando suaves caricias.
—Si, mis sonrojos son causa tuya —su tibio aliento acarició las pálidas mejillas del cazador y sus orbes de estrellas lo abrazaron con fulgor.
—Y si, también me gustas Giyu...
❝Algunos dicen que la lluvia no tiene objetivo, otros dicen que esta llena de recuerdos y....deseos❞
—Has tardado más de lo esperado.
La joven Pilar sintió su cuerpo ser víctima del temblor, y de un extraño y abrazor calor que comenzó a poseer su cuerpo con una rapidez aterradora. A causa de sentir el suave susurro de la masculina voz del cazador sobre su oído.
Luego se vio presa no tan solo del calor en su interior.
Sino también de los fuertes brazos y el bien tallado cuerpo del Pilar de Agua.
Todo paso en un segundo, el muchacho de azulados ojos se había movido con agilidad quedando sobre el débil y desprotegido cuerpo de la muchacha. Con sus ojos semejantes a dos fuertes oceánicas puestas en ella en todo momento.
Y una casi inexistente sonrisa siendo tallada en sus delgados labios con lentitud.
—Pero me alegra haberlo oído...
❝ Uno puede encontrar tantos dolores en la lluvia.❞
❝ Pero también puede hallar el amor que se cuela entre las gotas que caen.❞
U
n beso que era seguido de otro más explorador y provocativo, uno que se apropiaba de sus labios como si fueran los de él, los saborea, los acaricia, hasta que en pequeños mordisquitos su boca haga estremecer la suya.
Con sus manos puestas tan solo en sus mejillas acompañando el ir y venir de las caricias de sus labios, enredandose en sus cabellos de noche, dejando sus huellas en sus mejillas y su cuello.
—¿Recuerdas mis últimas palabras?... —su aliento acarició su rostro, así como sus orbes de mar acariciaron sus ojos de estrellas, la voz de Tomioka llegó a sus oídos en un tono grave y algo ronco—. Antes de que partieras.
La mente de Seiza se encontraba nublada y con lagunas de recuerdos poco entendíbles, pues su atención tan solo estaba centrada en la absoluta presencia del cazador sobre su persona.
Pero pudo comprender sus palabras y sus mejillas sofocadas por el calor fueron víctimas del aumento de rubor. Mientras quedaba fascinada por la sonrisa tallada en los labios de él, en cómo eliminaba la distancia entre sus rostros y ocultaba el suyo entre sus largos cabellos oscuros.
—Que cuando volvieras....ya no me contendría.
Y así, Seiza había sido completamente hundida, sumerjida en lo más profundos de aquel océano cristalino de su mirada y las ardientes caricias y roses de sus labios.
Ahora solo podía detenerse a pensar en la ansiedad que durante ese beso se acumulaba en su vientre, en esa sensación de cosquilleo que se iba derramando por su cuerpo, en como su mente se subía a una nebulosa donde lo único que sería capaz de percibir era el calor de su cuerpo contra el suyo, de cómo la calidez de su respiración quemaba su boca y de cómo su alma sonreía nerviosa en cada beso que él le daba.
❝Un trueno sonó y un relámpago iluminó sus vidas, descubriendo ante las estrellas y la lluvia sus almas desnudas deseosas de estar unidas.❞
Sus labios volvieron a unirse en un lento baile de caricias y sentimientos, donde la coreografía fue trazada por la melodia del salpicar de las gotas de lluvia en contacto con el suelo.
Así como resbalaban entre las hojas y los tejados del techo, deslizándose de un lado a otro con una facilidad con la que el viento mueve las ramas de los árboles. Así se trazaban sus caricias por cada rincón de su cuerpo, despojando, quitando cada llave que impedía conocer los más oscuros secretos de su ser.
Dónde la sinfonía de la tormenta fue el motor, la brasa ardiente que encendió sus más profundos anhelos y convierto aquellos tímidos besos en unos en los que su lengua recorría sus labios de lado a lado como queriendo memorizar cada parte de aquellas benditas creaciones de las estrellas. En aquellos besos que de repente eran cortados por un instante en donde él se alejaba un poco para mirarla a los ojos y sonreírle con la reducida sensación de pícardia en sus gestos que más que todo desbordaban de cariño y amor.
Para así seguir con su beso, para que su lenguas jueguen entre si, se acaricien mutuamente mientras sus manos se perdían de nuevo sobre su nuca y su cabello, donde las tímidas y temblorosas manos de ella se ataban al rededor de su cuello y trazaban pequeñas líneas en su espalda .
Así se pasaron los minutos, con ellos las horas.
En donde una mordida en el cuello hacia arder la sangre en sus venas, en donde una mirada hacía escapar a su corazón de las penas.
Con lentitud y sigilo, ambos cazadores se fueron entregando, en cada caricia, en cada beso, en cada jadeo y cada movimiento.
Llovía, y la lluvia los llevaba a lo íntimo, a la mano sobre la mano, al corazón junto al corazón, las estrellas sin importar estar ocultas brillaban por ellos, por sus vidas y por sus sentimientos.
Así, de forma silenciosa caía la lluvia sobre ellos, sobre sus sentimientos. Mientras se besaban a carne viva. Bendita sea la lluvia de aquella noche, testigo de aquel momento.
En cuando sus cuerpos y almas desnudas se acariciaban, se sentían, se besaban. Con la piel caliente y resbaladiza iluminada por la luz tenue de una vela, se unían en la sensación de roce o presión. En cada va y ven de caderas, en cada entrelazo de manos, en cada dulce mirada.
El amor siempre estuvo presente.
❝El amor, como la lluvia, puede vivificar desde arriba, empapando a la pareja de gozo.❞
Así, siguió lloviendo, cayendo pesadamente, fácilmente, sin ningún significado o intención de interrumpirlos, sino de tan solo ser testigo de aquella fría noche.
En donde dos almas se habían unido.
La brillante luz del sol, se colaba hasta por los más pequeños orificios, anunciando la llegada de un nuevo día y el final de la noche.
El final de la lluvia.
Sus párpados pesaban y su piel se herizaba con el fresco aire matutino acariciando su piel descubierta. Un movimiento buscando calor, lo hizo acercarse al pequeño bulto entre las blancas sábanas que el también utilizaba y así su cuerpo se vio rodeado de una abrazadora cálidez que lo hizo abrir los ojos.
Resplandecientes como agua iluminado por el sol.
Tomioka despertó y se halló en medio de la habitación, cubierto por tan solo aquellas mantas claras, con su cabellos desordenados y la suave respiración de su acompañante en su desnudo pecho.
Sus ojos la acariciaron, cada curva por las que sus manos habían pasado, decubriendola, cada marca con las que, con su boca había formado. Sintió en su ser una paz, una calidez y un sentimiento que no podía describir.
Tan solo podía demostrarlo al encurvar los puntos finales de sus labios hacia arriba y con el brillo de sus ojos zafiros, puestos en ella.
Ahora su mujer...
Su vida...
Su estrella..
Los pájaros cantaban bonitas melodías mientras se posaban en las ramas de los árboles o bebían del pequeño manantial del jardín de la sede de los mata demonios.
Sus pasos eran como siempre silenciosos, calmados, vestía su común traje de cazador y encima su haori de dos tonalidades. Solo había una diferencia, sus cabellos no estaban sujetos en la común coleta baja que solía llevar.
Giyu había olvidado su listón en la casa de Seiza al salir, y no podía volver, pues iba tarde a una misión sumamente urgente. Además, si lo hacía, dudaba de que sea capaz de volver a salir de aquella cabaña.
—Ara, ara Tomioka-san.
La inconfundible y repentina voz de la Pilar Insecto se escuchó detrás suyo, la muchacha lo había visto desde lejos y decidió ir a saludarlo o mejor dicho molestarlo. Pero notó algo extraño, el Pilar de Agua llevaba el pelo suelto y su falta de atención era muy notoria, por lo que curiosa se acercó a él.
Se quedó a su lado si ser notada por el cazador, aquello la desconcertó y cuando estaba punto de hablar, sus ojos violetas fueron testigos de una pequeña línea rogiza que pintaba la palida piel de su cuello. Así que con la curiosidad aun mayor, sin esperar más, levantó una de sus manos y sujetó unos mechones del cabello de Tomioka, de paso haciéndolo volver en sí.
Y vaya sorpresa con la que se topó.
Marcas en todas partes, de distintos tonos rogizos y distintas longitudes, sus ojos se abrieron aún más y sus mejillas se tiñeron de un rojo claro.
Pero el pilar había reaccionado rápido y había volteado a detenerla como si su vida dependiera de ello.
Shinobu nunca había visto esa faceta de Tomioka, tan nerviosa y expresiva. Sus ojos demostrando un extraño brillo.
Y los más impactante fueron sus mejillas ruborizadas de un claro rosa pastel. Que pudo divisar antes de que el joven de cabellos oscuros se alejara a pasos rápidos.
Sin dudas algunas la Pilar Insecto había sido testigo de un nuevo cambio en el cazador.
Nota de la Autora:
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0.0....no tengo nada que decir, tan solo preguntar.
Cuál fue su reacción ante este capítulo?.
Gracias por leer!.
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