•𝟙𝟙•

El frío taladraba hasta sus huesos, de sus labios salía el aire fresco al respirar.

El invierno había llegado en su totalidad. La nieve caía sin pensar en detenerse, sus pies se hundían en cada pisada que daba, la sangre pintaba y despuraba la blanca nieve del suelo, dejando marca por el camino que había recorrido desde su hogar.

Su hogar...al menos el lugar que algún día lo fue.

-¿Por qué, por qué tuvo que pasar esto? -pensaba el chico de cabellos pelirrojos mientras con dificultad huía de lo que hubiera deseado que fuera tan solo una pesadilla-. Mi familia....ellos.... -aún no podía creerlo, simplemente no podia-. Los demonios....son...son reales...

-Aguanta Nezuko...no mueras -pedía con el corazón en la garganta-. No te preocupes... Tu hermano te salvará... No te dejare..

Y pensar que todo habia iniciado como un día normal..

El clima frío se sentía presente aunque uno no quiciera, la nieve cubría cada rincón en aquellos meses y las nubes cubrían el cielo. Aún a tempranas horas de la mañana en donde la baja temperatura más se sentía, algunas personas ya se encontraban en marcha, realizando sus actividades diarias. Trabajos, limpiezas, mandados, hasta caminatas por el pueblo.

El pueblo, algo lejos de su hogar, pues tenía que atravesar un abasto bosque y descender de la montaña, lo cual se le dificultaba pues la densa nieve impedía que pudiera ir de forma rápida al pueblo.

-Vuelve pronto, ve con cuidado -dijo el pequeño niño despidiéndose al igual que sus otros hermanos y su madre.

Sonrió también despidiéndose de ellos.

No tenían la vida fácil, pero igual eran felices, aúnque el tiempo no fuera siempre el mismo. No siempre sale el Sol, no siempre nieva.

No siempre se es feliz...

Sopló sus manos para que el aire caliente acariciara sus heladas manos, realizó un poco de fricción con ellas para aumentar la temperatura de sus manos. El frío en aquel pueblo era demaciado incluso más que los otros lugares en donde también nevaba. Pero con menor intensidad.

Abrió sus ojos al sentir una suave tela rodearla, un fresco y adicto aroma a sus fosas nasales. No podía describirla con exactitud pero si sentía un ligero olor a menta en aquella prenda.

Vio al muchacho de mirada azulada frente a ella, mientras le colocaba una bufanda de tono azul marino alrededor de su cuello y lo acomodaba con toques cariñosos.

Sus mejillas se encendieron, aunque agradecía que el frío esté presente pues podría escusarse con ella.

-Debes abrigarte -fue lo único que dijo Tomioka al ya haber terminado de abrigarla, para luego seguir con su camino.

Seiza quedó unos segundos ida, pero luego lo siguió, mientras se deleitaba con aquel aroma que estaba segura sería su adicción dentro de poco.

-¿A cuánto estamos? -preguntó con curiosidad caminando junto a él por el estrecho camino pintado de blanco.

-A un día -respondió él-. Nos resguardaremos del frío, en la noche habrá una tormenta -observó el grisáceo paisaje.

-De acuerdo Tomioka-kun -aceptó la de ojos perla, con tantas horas de caminata sentía sus piernas endurecerse por el frío.

Un cuarto...

Era lo único que quedaba en aquella posada en la que se habían resguardado al caer la noche. El cazador había acertado, la tormenta de nieve azotó el pueblo con brusquedad, impidiéndoles seguir con su camino.

Se encontraban ahora mismo en la habitación que compartirían, Seiza hubiera pedido aunque sea un futón más para poder dormir con más comodidad. Pero el joven de cabello azabache se lo impidió diciendo que no era necesario.

-¡¿Qué no lo era?! -pensó Kuroi con los nervios al límite y el corazón palpitando con rapidez-¡¿Acaso estaba diciendo que dormiremos juntos!? -no podía evitar pensarlo, perdiendose en aquellas preguntas que hacían su sangre hervir al igual que sus mejillas.

-Hay que descansar -dijo Giyu sin expresión de duda o incomodidad en su rostro.

Tan sólo lo siguió sin poder articular palabra alguna, tan sólo sería una noche, un momento en donde tan sólo dormirían juntos.

Solo dormir, nada más...

-¡Tanjirou!. ¿Volverás a la montaña? -la voz gruesa del hombre lo hizo detenerse-. No lo hagas, es peligroso.

-Yo....tengo buen olfato, ¡estaré bien! -contestó el ojos carmesí con una sonrisa para no preocupar al hombre.

-Quedate en mi casa, ven -dijo el señor con seriedad-. No discutas. ¡Ven! -no lo dejo negarse-. Esta noche saldrán los demonios.

El pequeño Kamado no tuvo otra opción, dormiría en aquel lugar y mañana a tempranas horas volvería con su familia.

Sabaru era el nombre de aquel hombre, un viejo que vivía por el camino de la montaña, se encontraba solo desde que perdió a su familia.

-Traeré a mis hermanos la próxima vez -pensó el chico antes de dormir-. Le diremos que no hay demonios y que no debe tener miedo..

Sonrió al pensar en su familia y les deseó una cálida noche a pesar de no estar junto a ellos.

-Que descances Tomioka-kun -se despidió Seiza ya hubicada a un lado del futón, bajo las tibias sábanas de la cubrían hasta la cabeza.

-Tu también -contestó él aún sentado observando por el cristal de la venta, la constante caída de copos de nieve.

Ya a altas horas de la noche, el movimiento brusco y el temblor de algo cerca suyo lo despertó. Con ojos adormilados y menchones cubriendo un poco su rostro al tener sus cabellos sueltos, observó a su compañera temblar a causa del frío.

Su pequeño cuerpo temblaba de forma constante, aferrándose a las sábanas tratando de hallar algo de calor.

Sin dudarlo se acercó a ella con lentitud y pasando uno de sus fuertes brazos por su cuerpo, la rodeó atrayendola a su cuerpo y compartiendo su calidez con ella.

Seiza de forma instantánea se acercó a él, acomodándose en su pecho y disfrutando ya del calor corporal que su cuerpo le brindaba.

Giyu sentía sus latidos aumentar de gran manera, temía que aquello despertará a su compañera, así que de forma delicada volvió a recostarse a su lado, situando su mentón sobre su cabello y sintiendo la pausada respiración de la joven en su cuello.

Corría lo más rápido que podía, a pesar que la gruesa capa de nieve se lo ponía difícil.

Su olfato lo alteró y suplicó al cielo que sólo sea una equivocación suya.

Pero no fue así..

Sangre, mancillando la pura nieve, sangre manchando sus cuerpos.

Sangre ensuciando sus recuerdos...

Tanjirou quedó petrificado por tal escena, sus hermanos, su madre... Su familia está cubriera de sangre, su sangre. Su grito perforó el silencio y lastimó su garganta.

-¡Nezuko! -lanzando la canasta aun lado se dirigió a ella con rapidez y desesperación-. ¿Qué les pasó?. ¿Qué les sucedió? -tragó sus preguntas al ver la puerta destrozada y la sangre esparcida dirigiéndose adentro de su hogar.

Se acercó a pasos lentos, con el corazón en la mano.

-Mamá... -el susurró salió de sus labios quebradizos por el frío-. Hanako... Takeo... -no podía estar pasando aquello, no a su familia-. Shigeru... Nezuko... Rokuta..

Sus nombres lastimaban su alma, los había perdido. Había perdido a su familia.

Corría de forma torpe deslizándose sobre la nieve de vez en cuando. Podía llegar al pueblo, debía hacerlo. No la perdería a ella.

-Nezuko conserva un poco de calor. Un médico podrá salvarla -pensaba tratando de encontrar o darle sentido a todo, preguntando que fue lo que pasó a cada momento.

Corría sin pensar en detenerse, pues no lo haría hasta llegar al pueblo.

Pero sus pensamientos fueron borrados al sentir un movimiento brusco sobre el, desequilibrandolo y haciéndolo caer por un pequeño barranco, aterrizando de forma dolorosa en el suelo.

-¡Nezuko! -dijo al levantarse con dificultad, buscando a su hermana con desesperación.

La vio parada a unos pasos de él, sintió alivio por un momento. Se acercó preguntándole como se encontraba y diciéndole que él la llevaría al pueblo. Pero guardo silencio al ver la punzante mirada hambrienta de su hermana, un torpe ataque de parte de ella lo asustó y hizo retroceder. Utilizando su hacha cubierta por una funda de cuero la detuvo al abalanzarse sobre el.

-Es...un demonio -pensó mientras recordaba las palabras del viejo Sabaru, no podía creerlo, pues su adorada hermana había sido humana desde bebé-. Has sufrido demaciado, ¿no Nezuko? -pensaba mientras la retenía y sus ojos se llenaban de lágrimas, odiandose por no haber estado ahí.

Si tan solo no se hubiera detenido aquella noche, quizás la historia sería diferente.

-¡Te convertiré en humana de nuevo, tan sólo aguanta Nezuko! -ya no aguantó sus lagrimas y las dejó libre-. Tan solo aguanta...por favor..

Una gotas de agua lo sacaron de su agonía, su hermana, ella estaba llorando y observándolo con dolor, temblaba y no podía evitar llorar al igual que el

-Nezuko...

Sintió un rayo de esperanza que al instante fue borrada. Agarrando la del cuello la movió justo a tiempo, impidiendo que su hermana saliera lastimada de aquel poderoso ataque del cazador de demonios.

Seiza había llegado minutos después, pero había presenciado aquel acto, un humano protegiendo a un demonio.

-¿Qué... Quién es? -preguntó el joven Kamado al observar al espadachín de fría mirada y katana resplandeciente.

La de ojos perla descendió del árbol en donde se encontraba atarrizando junto a su compañero, sin apartar la mirada de aquella no común ascena.

-¿Por qué la proteges? -su voz fría acarició los oídos de la chica, tensandola aún más.

-¡Es mi hermana, mi hermana menor! -respondió el muchacho al instante tratando de hacerlos entrar en razón.

-Su hermana -pensó la muchacha afectada por la situación, observando al pequeño con dolor.

-¿Eso es tu hermana? -habló de nuevo Tomioka sin rastro de emoción en su rostro.

Solo pasaron unos segundos para que el cazador se lanzará a atacarlos, Kuroi lo sabía aunque su interior dudará no cedería. Es un demonio.

Y un demonio debe ser eliminado.

Tanjirou levantó el rostro con rapidez al ya no sentir a su hermana en sus brazos, la busco con la mirada ayandola en las manos del mata demonio.

-Nezuko -se levantó con intensión de acercarse al hombre pero quedó paralizado al sentir sus manos ser sujetadas y una patada en sus piernas haciéndolo arrodillarse.

Observó hacia atrás, encontrándose con dos orbes perlados que lo miraban con un brillo singular, sintió calidez en aquella mirada, pero no tenía tiempo para eso. Solo importaba su hermana.

-No te muevas -habló por primera vez la joven cazadora-. Nuestro trabajo es matar demonios

-Le cortare la cabeza a tu hermana -habló esta vez Giyu ya empuñando su katana azulada.

Él al oír aquello se sacudió pero no podía levantarse, el agarre que ejercía la cazadora era demaciada.

-¡Detente, ella no mato a nadie! -suplicó con desesperación-. Noté un extraño olor en mi hogar, probablemente fue quien los mató a todos.

-¿Un extraño olor? -repitió la Pilar pensativa-. Giyu...

-Eso es sencillo -la interrumpió e ignoró Tomioka, causándole algo de amargura-. Se transformó porque entró sangre de demonio en sus heridas.

Seiza lo observó, con que también pensaba lo mismo.

-Así se multiplican los demonios devora hombres

-¡Nezuko nunca devoraria a un humano! -volvió a hablar.

-No puedo creerlo -contestó con simpleza.

Siguieron hablando, Tanjirou trataba de liberarse pero era imposible. En cambio Tomioka le daba la cruda verdad, no había cura para aquello.

Un demonio no podía volver a ser humano.

Seiza tenía que dejar de perderse en sus pensamientos, no podía ser despistada, tan sólo era un pequeño niño.

-Giyu... Podríamos -dijo tratando de no tartamudear.

-Guarda silencio Seiza... No hay vuelta atrás -dijo con enojo Giyu sin mirarla-. No puedes apiadarte de todos. No puedes ser débil.

Aquello le cayó de forma brusca, y sintió tristeza aunque se lo tragó, desviando la mirada al niño.

Quién se lanzó al suelo haciendo que lo suelte.

-Se los ruego, por favor...no mate a mi hermana -sollozó ocultando su rostro en la nieve-. Por favor...

-Oye pequeño.... -Kuroi se agachó y trató de levantarlo pero el se negaba.

Siguió escuchándolo lamentarse y rogar por la vida de su hermana, también sintio a su compañero tenzarse.

-¡No le des a nadie la oportunidad de matarte, no te denigres encogiendote. Si eso sirviera de algo! -exclamó en voz alta de cazador, disgustado con el niño-. ¡Tu familia no estaría muerta!.

-Ya fue suficiente Tomioka-kun -bramó callandolo la cazadora, ya no permitiendo que hablara de ese modo al pobre muchacho-. No lo tiene fácil...

-¿Qué alguien cobarde salvará a su hermana? -preguntó tratando contenerse-. Los débiles no tiene derechos, ni elecciones. ¡Su destino es ser aplastados...

-¡Ya basta Giyu! -grito arta la de ojos perla-. No vuelvas a tus palabras antiguas, concéntrate en la misión y guarda silencio -dijo ya atacandolo con la mirada.

Tomioka se sorprendió por la actitud de su estrella, lo estaba retando, cosa que nunca había dicho. Tanjirou tan sólo observaba a ambos sorprendido.

-Los demonios quizás sepan cómo curar a tu hermana -dijo ya calmada la cazadora ganando la atención del menor-. Pero no respetarán tu decisión. Nadie lo hará si eres débil. Ni siquiera nosotros.

-¿Por qué te lazaste sobre tu hermana, crees que así la protejes? -dijo esta vez Tomioka ya de forma tranquila-. ¿Crees que así la protejes?.

Seiza tan solo guardo silencio, ya no trataba al muchacho de forma brusca, ahora lo hacía entrar en razón.

-No llores, no desesperes, no es el momento -susurró para que él la escuchara.

Kamado la observó y notó su sonrisa cálida.

-Sabemos que estas devastado, mataron a tu familia y combritieron a tu pequeña hermana en demonio -pensaba Giyu al ver como el muchacho estaba atento a las palabras que su compañera de decía-. Lo entendemos, si hubiéramos llegado un día antes -se lamentó al igual que su amiga-. Enojate, la ira es capaz de perdonar, una determinación débil no te llevará a nada. Debes ser fuerte -empuñó su katana apuntando a la demonio y observó a su estrella mientras sus ojos brillaban-. Pará proteger a quien amas.

Luego de eso se escuchó el quejido de la joven demonio, al sentir el punzante filo de la katana en su hombro.

-¡Detente! -un grito de desesperación salió de sus labios y sin saber cómo, se dirigió al cazador tras lanzarle una roca.

No dejaría que lastimaran nunca más a su pequeña hermana, se haría fuerte y la volvería humana de nuevo.

-Ya está -susurró la mata demonios al terminar de colocar el pedazo de bambú en la boca de la pequeña demonio, acarició sus largos cabellos con melancolía.

Todo aquello había pasado tan rápido, al ser golpeado Tanjirou por la katana de Tomioka su hermana convertida en demonio lo protegió, sin siquiera tener ganas de devorarlo. Aquello sorprendió a ambos cazadores.

Suspiró, ahora se encontraba cubriendo al par de hermanos con una manta que había llevado en su mochila con anterioridad. No pensaba dejarlos muriendo de frío a ambos niños.

Ya había terminado con ellos, observó a su acompañante situado en la lejanía dándole la espalda y de brazos cruzados, volvió a suspirar no habían vuelto a hablar luego de el encuentro con ambos niños.

Volvió a mirar a ambos pequeños y sonrió con ternura.

Quizás si había una oportunidad, una diminuta y casi no tan predecible esperanza para todos.

Quizás había una forma de acabar con la oscuridad que cubría el mundo.

-Fuiste duro con él Giyu -la de cabellos negros le reprochó al ya estar hubicada a su lado también observando el atardecer al ya no haber precencias de nubes en el cielo.

Ya todo estaba en paz, quizás no habían hablado de la discusión que hubo entre ambos. Pero con sólo una mirada, ya lo sabían, lo lamentaban. Lamentaban sus palabras. Y ambos se perdonaban sin siquiera dudarlo, después de todo no querían más distancia entre ellos aunque no lo dijeran de forma directa.

-No puede seguir suplicando por su vida -fue lo único que dijo sin velar.

Seiza suspiró y tan solo asintió, no quería darle más vueltas a lo vivido aquel día. Había sido pesado, aquel pobre muchacho de hebras pelirroja y ojos de fuego había pasado por un irreparable momento.

-Espero que este bien -susurró más para ella que para su acompañante.

Nadie se levantaba de aquella caída, al menos no tan rápido. Ella lo sabía, lo había experimentado en carne propia.

Tomioka la observó de reojo, el semblante preocupado de la cazadora producía un malestar en su interior.

-Lo estará -dijo con su voz neutra y falta de emoción en su rostro-. Le enviaré una carta a Urokodaki-san para que lo vaya a ver.

Ya más tranquila por sus palabras la de ojos perla le sonrió con cariño, sabía que él joven lo hacía por ella. Calidez cubrió su cuerpo y no detuvo sus acciones al recostarse en su hombro con delicadeza.

-Gracias Tomioka-kun.

El nombrado no la parto es más, por primera vez se dejaría.

Dejaría aunque sea por un instante endulzarse por aquella sensación que ella le causaba.

Con una de sus firmes manos la abrazó por los hombros y con la otra la sujetó del mentón para dejarse cautivar por tan adorados orbes de estrellas. La miró sin ni una pizca de arrepentimiento. Produciendo en la muchacha aún más nerviosismo.

Observó con detalles su rostro, sus mejillas, sus cejas, sus labios. Siendo acariciados por su aliento al igual que lo suyos a causa de la cercanía entre ambos.

-Giyu... -murmuró la joven en un suspiró debilitado al igual que su cuerpo.

Solo él podía causarle aquello.

Sintió una presión en su frente, tan dulce y delicado toque de sus labios en su frente, que bajó por sus ojos dirigiéndose a su nariz y por último parando en sus mejillas. El camino recorrido cosquilleaba a más no poder, tenía los ojos cerrados dejándose sucumbir por aquel momento.

Con la calidez bailando entre ambos.

Quizás no fue la tan esperada caricia entre labios, quizás no fue un beso. Pero aquello no importaba.

Después de todo había mucho tiempo para aquello.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top