•𝟘𝟝•

—¿De nuevo has fallado?

Seiza suspiró con cansancio y molestar. Observó a su Sensei premaneciendo aun tumbada en el suelo.

No se en que fallo, realicé todos los pasos tal y como me lo había dicho —dijo frustrada, no porque fuera a rendirse, sino porque no comprender lo que estaba haciendo mal.

El hombre de yukata blanca, la observó pensativo.

Había ya vuelto a su hogar y el tiempo también paso. La joven de cabello oscuro se había puesto a entrenar de nuevo bajo las enseñanzas de su mentor.

Shizaku había enseñado a su discípula la Respiración de Astros y todas sus posiciones, pero había un problema.

La postura más difícil de controlar es siempre la contraria al signo al que uno pertenece —susurró pensativo—. Y no el mismo.

Seiza maneja o dominaba bastante bien la mayoría de las posturas, pero, había una que nunca podía llevar a cabo ni aunque lo intentara.

La constelacion de Virgo, es tu signo. Debería de ser tu postura principal —volvió a hablar su maestro mientras ella lo escuchaba atenta—. Pero no puedes realizarlo, eso es raro. Nunca había presenciado un problema parecido.

Además de no poder controlar la postura de mi signo, hay otras que también no puedo. Como la de Acuario por ejemplo —habló cansada Seiza—. ¿No es mejor practicar con aquellas posturas con las hay mas posibilidades de que pueda dominarlas?

Su Sensei solo negó.

Debes aprender a manejar sobre todo la postura de la constelación que te representa pequeña —explicó—. Es la que más fuerza tendrá —observó su semblante agotado y suspiró—. Pero por ahora sigue con las demás, luego hablaremos sobre este problema.

Ella solo asintió y prosiguió a practicar las demás posturas.

¿Llegará hoy?

El hombre solo asintió mientras se servía de nuevo un poco de té verde.

Así es, llegará al atardecer —sonrió al notar el entusiasmo de la joven—. ¿Te alegra recibir ya tu katana?

Ella terminó los bocadillos, sujetó su té negro y asintió felizmente.

He esperado durante semanas, me decepcionó que hayan tenido problemas al crearla —suspiró y el deleite aroma del té fue absorbido por su sentido del olfato—. Los demás Mizunotos ya se deben encontrar realizando sus misiones —la decepción formó parte del gesto que realizó su rostro.

Su Sensei la entendía, una tarde hace algunas semanas había llegado su cuervo. La joven lo recibió con alegría que rápidamente fue remplazada por la decepción al enterarse de que la creación de su katana había tenido dificultades las cuales retrasarian la entrega de la misma.

Ya no es tiempo para lamentos. Nunca lo es Seiza, lo que tenía que pasar, pasa por alguna razón —dijo con calma Shizaku quien fue correspondido por la joven con una sonrisa.

Tiene razón maestro —más tranquila siguió tomando su te favorito—. ¿Cuál cree que será el color de mi katana?

De seguro sera de color perla casi plateada al igual que la daga que te había obsequiado —respondió sin más también algo curioso.

De seguro será así.

Su maestro la observó, la muchacha se encontraba algo ida o despistada. Observaba por la ventana constantemente, dejando sus orbes perla en aquel manantial cristalido de agua. Se quedaba mirándolo por varios minutos hasta suspirar y apartar la mirada. Su tutor curioso por la causa de tal acción, con algunas ideas en la cabeza decidió saber si sus sospechas eran erróneas o no.

Tienes razón al imaginar que los demás nuevos miembros de los cazadores de demonios ya se encuentran realizando misiones —habló luego de un tiempo de silencio ganando la mirada curiosa de la joven—. El discípulo del viejo Urokodaki se ha marchado a realizar algunas misiones y según el a vuelto victorioso de cada una de ellas —la observó con atención a cada gesto.

Seiza escuchaba con atención y no disimuló su sonrisa al oir que a su amigo le iba bien.

Era de esperarse, los espadachines bajo la tutela de Urokodaki-san siempre han sido fuertes —dijo con calma sin notar la mirada acusadora de su maestro.

Las horas pasaron y el celeste del cielo fue remplazado por diversos tonos naranjas además de que también podía presenciarse otros colores como rojo y amarillo.

Dentro del silencio el tintinear de unas campañillas se escuchó, a cada paso que aquella persona daba, deteniendose frente a aquella cabaña rodeado de bambues. Se quedó esperando a ser bienvenida en aquel lugar.

Tsukimaru-san, que alegría volver a verla —habló el hombre haciendo acto de presencia fuera de su cabaña mientras la invitaba a ingresar.

El tiempo a volado desde la última vez Shizaku-san —la voz algo chillón y burlezca de aquella mujer se escuchó.

Estoy de acuerdo, por favor adelante llega justo para hora del té

Ambos ingresaron y se dirigieron por los pasillos hasta el centro de la cabaña.

¿Y donde se encuentra la afortunada?. He tenido problemas con la elaboración de su katana. El pedazo de Tamahagane que ha escogido es uno de los más duros que he visto, pero es de un muy buen material —habló detrás de su mascara de hyottoko.

Fue a hacer una encomienda, por ahora acompañeme a beber té —le ofreció una tasa el cual ella aceptó—. Y digame ¿cómo se encuentra Hotaru-san?. Me han dicho que el forjó la espada del aprendiz de Urokodaki.

Es idiota se encuentra como siempre, alabando a sus espadas. Deseaba ver una de color carmín pero esta vez fue de azul mar —rió divertida al recordar ver a su hermano lamentarse—. Y sí, el forjó la espada del muchacho.

Ya veo.

Pasaron un tiempo más hablando sobre diferentes temas, hasta que una joven de cabello azabache hizo su aparición.

¡Shizaku-sama!, he vuelto —habló adentrandose hasta que se detuvo al notar la presencia de alguien más.

—Seiza que bueno que hayas regresado —habló su maestro—. Ella es Haganezuka Tsukimaru, pertenece a la aldea que se dedica a forjar las espadas de los cazadores de demonios —presentó a la mujer pero al verla ambos, la notaron desembolviendo el paquete que antes llevaba en su espalda.

Esta es la Sutārein, el material de la Sutārein se consigue en lo alto del monte Fuji —hablaba sin observarlos atenta a la espada.

¡¿Monte Fuji?! —gritó en susurro la joven observado a su maestro quien sonreía divertido.

Arena de hierro plateado y mineral plateado, así se crea un acero que absorbe la luz de la luna —apunta hacia el cielo en el cual la luna empezaba a hacer su aparición—. La luna resplandece durante toda la noche en aquel monte, permanece justo en lo alto.

Ahh... Comprendo —dijo sin entender mientras se sentaba frente a ella, pero sufrió de un susto al verla acercarse a ella con rapidez.

¡Oooh!. ¡Ojos de Luna! —dijo la mujer y sonrió detrás de su mascara maravillada—. Tu alumna esta iluminada Shizaku, aquellos ojos de luna igual a las tuya —miró esta vez al hombre que solo asintió con una sonrisa—. Es posible que tu katana también se vuelva perla.

Al igual que tu daga Seiza comentó su maestro y la mujer al escuchar aquella noticia sintió aun más entusiasmo.

Ya con la saya de la katana en sus manos, observaba con atención aquella arma. Su funda era de un color gris claro, el tsuka o mejor conocido como el mango de la katana también lo era. El forro de ella era negro.

La katana presentaba el color plateado habitual.

¡Anda desenváinala!. Las Sutārein también son conocidas como espadas cambia color, su color cambia según su dueño dijo la forjadora de la katana con vigor.

Seiza sin esperar mas desenfundo la espada y la coloco frente suyo, volteandola vio su hoja plateada esperando algo cambio. Luego de unos segundos la hoja comenzó a cambiar de color a un negro noche en su totalidad.

¡Es negra! dijo la mujer confundida y decepcionada—. ¡Habías dicho que la hoja de su daga fue cambiada a un color perla! observó al hombre de cabello oscuro con enojo.

Así fue respondió también extrañado.

Amm oigan, Shizaku-sama, Haganezuka-San habló la joven Kuroi tratando de llamar la atención de los adultos—. La katana.

Ambos voltearon a verla.

¡Calla niña!. ¡Esperaba ver un resplandeciente color perla!

Tsukimaru-san observe la katana, por favor dijo su Sensei algo sorprendido.

¿Ahh? Tsukimaru volteó y lo notó.

En la hoja de la katana hecha de Tamahagane comenzaron a formarse pequeñas lineas y puntos, formando constelaciones. La mujer lanzó un alarido y brinco sobre la joven espadachin.

¡Constelaciones! la abrazó de repente mientras la pobre muchacha no sabía que hacer—. No es para nada común que en las katanas se formen patrones. Es aun más extraño que el cambio a color negro dijo con alegría al dejarla libre.

Tiene razón Tsukimaru-san sonrió acariciando la melena oscura de su aprendiz—. Eres una caja llenas de sorpresas pequeña Seiza.

¡Ahora recuerdo, aquella noche al finalizar la creación de la Sutārein! la mujer levantó las manos al aire—. Era la noche de Tanabata.

Ahora comprendo habló el hombre mientras se volvía a sentar sin borrar su sonrisa.

¿El Tanabata?. ¿Qué es? preguntó la muchacha.

Es la fiesta en la que se celebra el encuentro entre Orihime y Hikoboshi explicó su maestro—. La Vía láctea, un río hecho de estrellas que cruza el cielo, separa a estos amantes, y sólo se les permite verse una vez al año, el séptimo día del séptimo mes lunar del calendario lunisolar. Ya que las estrellas sólo aparecen de noche, la celebración suele ser nocturna finalizó la explicación mientras Tsukimaru asentía con rapidez.

Seiza sonrió fascinada por aquella historia, guardo su katana en su funda y los observó.

Gracias por tan grandiosa katana Haganezuka-san realizó una reverencia.

Llamame Tsukimaru niña, Haganezuka es como el idiota de mi hermano quiere ser llamado bufó y luego sonrió de forma superior—. Ya quiero ver su rostro al comentarle todo lo sucedido.

Maestro y discípula la observaron nerviosos por su personalidad.

Seiza observó su katana y la sujetó con firmeza.

La Sutārein, forjada por la lluvia de estrellas del Tanabata.

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