•𝟘𝟜•
—Tomioka.... Tomioka...
Esa voz.
—¿Sabito?...
No podía ver nada, el lugar estaba cubierto por una cruda oscuridad, el frío taladraba hasta los huesos haciéndolo temblar.
—Tomioka...
Era él, era Sabito, pero dónde estaba, caminando en aquel sombrío lugar al dar un paso pequeñas ondas se formaban parecidas a las que se forman cuando algo cae en el agua y se sumerge en lo profundo. Al parecer el suelo estaba cubierto de una ligera capa de agua.
Comenzó a correr al escuchar su nombre más de seguido con un tono de desesperación. Pisaba con fuerza levantando gotas de agua a cada paso, notó una luz brillando al final y se dirigió a ella.
—¡Sabito!
Al atravezar aquella luz se encontró con la imagen de su buen amigo, se encontraba dándole la espalda y con la cabeza un poco volteada para poder verlo, llevaba su característica ropa y una sonrisa en sus labios, lo observaba con pesar y tristeza.
Giyu trató de acercarse a él, pero su cuerpo quedó pegado al piso, del suelo el agua empezó a rodear sus piernas mientras iba elavandose apricionándolo más.
—¡Sabito! —trató de liberarse y extendiendo su mano hacia el queriendo alcanzarlo.
El nombrado solo lo observó de nuevo con aquella sonrisa. Ya casi completamente sumergido en el agua, que solamente a él lo estiraba a lo profundo.
—No puedo... Soy débil —dijo el de cabello oscuro con pesar.
Giyu trataba de liberarse pero al no conseguir nada se detuvo rindiendose.
—Los débiles nunca dejan de luchar, mientras más caigan, más fuerza tendrán para volverlo a intentar.
Observó a Sabito, el sonreía y dio algunos pasos hacia él pero no se acercó demasiado, aun no podía alcanzarlo.
—Hazte fuerte y sigue adelante Tomioka...
Su mano formó un puño y la unió a la mano del nombrado, que aun se encontraba detenido por el agua, al estar en contacto trató de sujetar su mano, pero no lo tocó. En cambio lo atravesó.
Tomioka lo observó voltearse y alejarse mientras la luz del lugar aumentaba impidiendolo ver.
—¡Sabito!
—Vive Giyu...
Fue lo último que escuchó, cayó en lo profundo de mar o al menos eso parecía, no respiraba tan sólo observaba la superficie del cual más se alejaba y más se hundia en la oscuridad. Se sentía ligero, sin vida, su cuerpo siendo arrastrando por algo. No se resistía solo se dejó llevar a la profundidad.
—Lo siento Urokodaki-san, chicos...
La luz desapareció y solo quedo él, cayendo, sus ojos estaban abiertos y en ellos la luz se iba eliminando al igual que su fuerza. Cerró los ojos y se rindió.
—Seré tu pilar de apoyo.
Abrió los ojos y notó una nueva luz que crecía con rapidez, esa voz, era cálida y lo abrazaba eliminando el frío.
—Y tu compañera de desafíos.
Extendió su mano con intensión de llegar a ella, pero luego la bajo lentamente. Pero antes de hacerlo completamente algo la sujetó. Miró de nuevo y una pequeña mano sostenía la suya, luego lo estiró hacia arriba alejándolo de las penumbras.
—Te lo prometo Tomioka..
Se levantó de repente respirando con rapidez, gotas de sudor bañaban su frente, observaba la habitación en la que se encontraba.
Todo lo sucedido no habia sido un sueño, fue real.
Observó su mano y sintió calor en uno de ellos, notó otra mano sujetandola con fuerza. Vio a la dueña de aquella mano y se sorprendió. Recostada a un costado de su futon se encontraba la muchacha con la que se había encontrado en la prueba.
—Seiza —susurró y no movió su mano no quería despertarla, pudo darse cuenta de las ojeras que marcaban su rostro demostrando su cansancio.
Tomioka la observaba todo el tiempo, sus ojos vacios y oscuros como lo profundo del mar, en ellos solo había un pequeño brillo que se perdía poco a poco. Con su mano libre tocó el vendaje que se encontraba rodeando su cabeza y tapando uno de sus ojos.
La joven luego de un tiempo despertó, se estiró y observó al joven quien también la observaba, se alejó con rapidez pero sus heridas casi ya curadas en su totalidad dolieron por el repentino estirón.
Lo observó de nuevo y suspiró.
—¿Estas bien?. Has despertado —sonrió algo tímida.
No recibió respuesta
Volvió a suspirar y observó sus manos aun unidas, le extraño que no la haya soltado aun, aquello la alegró.
—Te habías desmayado en medio del camino durante el regreso. Intente ayudarte pero no podía por culpa de mis heridas. Por suerte nos encontramos con tu maestro y él nos puso a salvo —explicó con calma.
Tomioka al escuchar hablar de su maestro sintió temor y tristeza, de seguro que ya lo sabía. Apretó sus manos formando puños con ellos, aun teniendo la mano de la muchacha sujeta. Ella lo sintió tensarse, pero permaneció callada era lo único que podía hacer, ya que, ¿qué más haría, consolarlo, decirle que todo estaría bien?.
Aquello no sería más que un golpe más, las palabras de comprensión y lastima no funcionan. Ella no había vivido lo que él si, ella no vio morir a sus compañeros como él si. Al menos no en aquel momento.
Seiza suspiró tratando de borrar los recuerdos de su pasado y el olor a sangre que se imaginaba que estaba cubriendo y machando su ser.
—Obsérvenos..
Tomioka la observó al escucharla, confundido por sus palabras, notó que miraba hacia la ventana que se encontraba abierta y deja entrar la luz de la luna y las estrellas de aquella noche.
—El cosmo esta dentro de ustedes, de nosotros. Están hechos de estrellas, y ahora están acompañando a las estrellas iniciales que alumbran nuestra noche —lo observó y pequeñas lágrimas caían de sus ojos—. Sabito, Makomo que las estrellas le den la bienvenida y obsérvenos desde allí. Y alumbren nuestra vida —susurró y apretó la mano del muchacho quien miraba el cielo también con lágrimas que había aguantado todo el tiempo.
Quedó cautivado por el resplandor de los astros que centellaban como si les respondieran.
El dolor era crudo y enorme, tanto que consumía todo su cuerpo, sin aguantarse se desplomó en el regazo de la joven y lloró, lloró como si fuera un niño pequeño indefenso y solo. Porque así se sentía, sus sollozos disminuyeron al sentir suaves caricias en sus largos cabellos y gotas que mojaban su hombro. No pudo levantar la mirada, no tenía el valor, estaba seguro que ella también sufría.
Quedaron así hasta que el espadachin no tuvo más fuerzas y cayó de nuevo en un sueño esta vez tranquilo, sin pesadillas, ni dolor. La joven seguía dando caricias sin pensar en detenerse, él merecía un descanso y ella se encargaría de que lo tuviera.
Urokodaki se encontraba detrás de la puerta recostado en ella, con los brazos cruzados. Había escuchado todo y estaba seguro que ambos jóvenes serian el soporte que el otro necesitaría y que ambos estarían bien.
Ya podía permanecer en pie y caminar sin problemas, solo sufría debes en cuando leves mareos o dolor de cabeza, pero luego todo había mejorado.
Tomioka se encontraba sentado frente a la cabaña, era de tarde y el sol esta cubierto por nubes grisaseas, el viento había caído también, al parecer se acercaba una tormenta. Sus ojos se encontraban en un punto fijo, se movían al instante en el que aquel punto también lo hacia, sus cabellos se movían constantemente molestándolo ya que lo llevaba suelto. Pero aquello no impedía observarla.
Seiza lo sentía, la penetrante mirada de su ahora amigo, sobre ella. Se encontraba entrenando con su katana, ella al contrario del joven ya estaba totalmente sana y en perfecto estado. Y para no desperdiciar tiempo, se había puesto a practicar algunos movimientos.
El amigo de su maestro Shizaku le había pedido permanecer allí hasta que su aprendiz se encuentre totalmente recuperado, ella se habia sorprendido también recordaba que un ligero tono carmesí cubrió sus mejillas. Había tratado de negarse dando la escusa de que debía volver ya que su Sensei estaría preocupado, pero Urokodaki la interrumpió diciendo que ya había hablado con él y estaba de acuerdo de que ella permaneciera allí.
La de ojos perla, nerviosa ya sin escusas no tuvo más que aceptar, no es que no quisiera ayudar y cuidar a el joven de ojos azules. Sino que se sentía nerviosa a su lado, pues luego de aquella dolorosa noche el joven no había vuelto a hablar, tan solo asentía o negaba con la cabeza, con la mirada perdida en algún punto de la habitación. Pero cuando ella estaba presente, era todo lo contrario, sus ojos no se despegaban de ella, la seguían a todos lados, debes en cuando ella también lo observaba pero no aguantaba la fuerza de su mirada. Trataba de descrifrarla pero no tenía resultado, el muchacho se había vuelto frío y carente de emociones o al menos eso hacia pensar.
Dio una estocada más y su espada corto el árbol, respiró con rapidez, su cuerpo estaba sucio y cansado. Cerró sus ojos y disfrutó de la frisa fresca.
—Colocas demasiada fuerza.
Abrió los ojos al instante y se encontró con los ojos de mar que le gustaban. Sin poder hablar lo vio agarrar su katana, estaba tan cerca..
—Al colocar tanta fuerza en tu brazo lo hace lento —su voz sonaba ronca, quizás por no hablar en mucho tiempo.
Seiza aun no hablaba, Tomioka estaba hablando y aquello lo dejó muda. Volvió en si cuando lo notó observarla con enojo.
—Pero si no colocó la fuerza suficiente, no podre cortarlo —habló con rapidez de forma torpe.
El joven solo agarro la katana de ella, volteó y se dirigió al siguiente árbol, alzando la espada de la joven, cortó el tronco en un instante.
Seiza abrió los ojos, la cortó al instante y con una rapidez sorprendente.
—La fuerza, no hace al mejor guerrero. Sino la forma en que la utiliza —respondió sin más devolviendole su katana y alejándose.
Ella quedó allí observando su espada, lo dicho por él era algo similar a lo que había dicho su maestro.
Sonrió y guardó su arma.
—¿Signo?
Ella solo asintió con la cabeza mientras se recostaba en el césped a mirar las estrellas.
—Así es, cada uno esta bajo la protección o luz de un signo zodiacal, ¿Cuál es el tuyo? —volvió a preguntar interesada.
Había pasado una semana y aquella sería su ultima noche en aquel lugar, pues a primera del día siguiente partiría de nuevo a su hogar. Tomioka había sanado en su totalidad.
El joven se quedo pensando, no sabía mucho sobre aquel tema.
—Es Acuario —dijo luego de un tiempo.
Ella sonrió y lo observó con calidez.
—Ya veo, pues sí, ese signo te representa —abrazó sus piernas para estar mas cómoda—. ¿Sabes su historia?
El negó mientras ponía atención a las palabras de su compañera. Le gustaba compartir momentos con ella, cuando le contaba sobre las estrellas o tan solo cuando permanecian en silencio disfrutando de la compañía del otro.
—La historia que lo representa es la leyenda de un gran héroe, el cual un guerrero dio fin a una larga y sangrienta guerra —empezó a narrar—. Sus compañeros nublados por el miedo deseaban rendirse pero él poseía una gran sabiduría y calma. Ideo un plan para poder ingresar en la base enemiga y acabar con la guerra —notó como el joven ponía demasiada atención lo cual la hizo sonreír—. Luego al volver los que habían quedado, sus barcos fueron tumbados por una gran tormenta, y el guerrero fue el único que sobrevivió. El Dios de los vientos apiadandose de él le otorgó "La jarra de los vientos", que contuvo todos los vientos contrarios que impedian su retorno a su hogar —terminó de hablar y lo observó.
El permanecía en silencio mientras pensaba en lo dicho por su amiga.
—Es el signo de los visionarios, de los grandes observadores, personas que sobresalen por su capacidad y talento y que siempre pueden alcanzar todos los éxitos en la vida. A los acuario les gusta la observación y el deseo de servir a los demás —volvió a hablar Seiza—. Por eso había dicho que tu signo te representa.
—¿Cuál es su elemento? —habló después de un tiempo demostrando curiosidad.
—Es el aire.
Así pasaron la noche, Seiza respondía todas las dudas y curiosidades de Giyu, mientras él la observaba y escuchaba atento, cada gesto y sonido.
Ambos miraban las estrellas, sin temer a la oscuridad. Pues la luz cálida entre ambos iluminaba el lugar tanto como los astros.
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