•𝟘𝟛•

Un suspiro salió de los labios de la joven pelinegra, se dirigía a paso lento hacia donde era el punto de reunión para los que lograron pasar la prueba. Sentía el estomago revuelto, había presenciado demasiadas muertes tanto como de humanos y la de demonios. Sus ropas se encontraban arruinadas llenas de mugre y sangre, al llegar decidió echarse bajo la sombra de un árbol de glicinias. Observó las hermosas flores violetas que decoraban las ramas, además de ser aborrecidas por los demonios aquellas flores tenían un aroma dulce y agradable.

Desvío la vista a los nuevos individuos que se aproximaban al lugar, también llenos de heridas, suciedad y con la respiración rápida demostrando su cansancio.

Se acercó a la reunión al escuchar a las niñas comenzar a hablar.

Bienvenidos, felicidades por haber llegado hasta el final de la prueba —hablo una de las pequeñas, la que tenía el cabello albino.

Les entregaremos sus uniformes, le tomaremos las medidas y grabaremos su rango en ellos. Hay diez rangos en total —habló la otra niña y ambas empezaron a citar los rango desde el más alto hasta el más bajo—. Kinoe...

Seiza dejó de escucharlas al divisar no muy lejos al muchacho con el que se había encontrado antes al cual había apodado como ojos de mar, claro solo lo llamaría así en sus pensamientos. Sus ojos se agrandaron al ver su expresión y sus ojos.

Vacíos, fue lo que pensó, el brillo que había notado antes ya no estaba, solo un profundo pozo vacío como si fuera lo profundo del mar, oscuro y frío. No comprendía que había sucedido, temiendo lo peor y suplicando que las ideas que se hacia en su cabeza fueran erróneas volteó la cabeza a todas partes buscando.

Makomo, Sabito —susurró solo para ella, pero nada, no estaban en aquel grupo de sobrevivientes.

Empezó a sudar en frió al comprenderlo, no lo habían logrado, habían muerto.

Volvió a observar a Tomioka y lo vio igual de desolado y estático. No se movía, no hacia nada, casi al igual que un cadáver. Quiso acercarse a él pero una de las niñas la detuvo, mostrando y ofreciéndole su nuevo uniforme. La joven Kuroi volvió en sí, aceptó la prenda aun en shock, volvió a observar al joven ojiazul pero decidió no acercarse, estaba segura no sería un buen momento.

Apretando la prenda contra su pecho y clavando sus uñas en sus palmas haciéndolas sangrar un poco, el enojo de haberse separado y no haberlos ayudado la carcomia por dentro.

Actualmente ustedes son del rango menor: Mizunoto —habló la niña luego de entregar todos los uniformes—. Hoy eligiran el acero Tamahagane con el que se forjará su espada. La katana estará terminada entre 10 y 15 días.

Pero antes de aquello —la otra pequeña dio dos aplausos y se escuchó algunos graznidos de cuervos.

Cada cuervo voló hacia cada uno y se colocaron en su hombro o cabeza.

Les otorgamos un cuervo kasugai. Estas aves son principalmente utilizadas como mensajeros.

La joven levanto la vista observando al cuervo que se encontraba en su cabeza.

¿Cómo mensajeros? —susurró para ella misma y volvió a poner su atención en las pequeñas dejando al pájaro en donde estaba.

Ahora elijan entre estos pedazos de acero Tamahagane, el acero de la katana con la que aniquilaran a los demonios y protejeran a los necesitados, deben elegirlo ustedes mismos —estiró la tela de color marfil, la cual cubría la mesa en donde se encontraban diferentes pedazos de hierro Tamahagane.

Poco a poco cada uno iba eligiendo diferentes tipos, Seiza aun se encontraba observando y analizando cada una de ellas. Se le hacia difícil escoger ya que no notaba la diferencia entre ellas.

Mmm esto es difícil, todas parecen iguales —suspiró manteniendo la calma, sus ojos volvieron a pasar a cada una de ellas hasta que un ruido la desconcertó.

Observó a una joven de cabello oscuro con mechones violetas escoger uno, pero al agarrarlo había golpeado otro echándolo al suelo. Notó que tenía los ojos de color violeta oscuro y que no se había dado cuenta de lo sucedido. Seiza se acercó a recoger aquel pedazo y lo examinó detalladamente, era duro pero a la vez liviano. Se decidió por aquel pedazo.

Tras haber culminado la prueba y todo lo demás, vio como cada nuevo miembro de los asesinos de demonios se retiraba quizás para volver a su hogar. Ella se encontraba bajo el mismo árbol en el que había descansado antes de la reunión con las pequeñas niñas, al notar que solo quedaban pocas personas decidió acercarse al único a quien estaba esperando, pero no lo vio por ningún lado. Buscándolo lo encontró ya algo lejos caminando a paso lento y torpe con la vista baja, sus ropas se encontraban sucias y descechas. Se dirigió hacia él, caminando unos cuantos pasos atras, estaba segura que él la había notado pero no decía nada.

El sol se estaba ocultado y ambos jóvenes aun seguían caminando, no habían dicho ninguna sola palabra desde que se alejaron del monte Fujikasane. Seiza observaba las estrellas aparecer en el firmamento, escuchó un quejido y puso su atención en su compañero que se encontraban más adelante, lo vio balancearse un poco y luego inclinarse hacia atras perdiendo su equilibrio. Con rapidez se acercó y lo sostuvo a tiempo, suspiró aliviada y notó que había perdido la conciencia, sin nada que decir lo sostuvo como pudo y empezó a caminar de nuevo.

Se le hacía difícil ya que las heridas que poseía por todo el cuerpo le ardían y dolían aun más tras hacer más movimiento y esfuerzo. Se encontraba cerca del monte Sagiri, pensó en buscar algún lugar en donde resguardarse durante la noche pero ya habían pasado el pueblo y volver no era una opción, no le quedaba más que buscar alguna cueva y quedarse allí.

Ya con la oscuridad de la noche cubriendo cada rincón, la joven seguía caminando, se encontraba cansada y perdida, sus ojos pesaban al igual que su cuerpo. No había soltado al joven en ningún momento. Apoyándose por el tronco de un árbol escuchó unos pasos cerca y se colocó en defensa, no sentía la presencia de un demonio lo cual la tranquilizó, pero eso no significaba que estaban seguros. Los pasos podrían ser de un animal peligroso o un ladrón, desenvainó su katana y como pudo se colocó en guardia dejando a su compañero entre el árbol y ella protegiéndolo.

Seiza cerró los ojos concentrado todos sus otros sentido, podía oir las pisadas suaves y rápidas acercándose a ellos, su olfato captó un ligero olor a madera y humo. Al sentir al intruso frente a ellos abrió los ojos y se acercó a el dándole una rápida pero torpe estocada. El hombre lo esquivó con facilidad y golpeando su mano en la cual sontenía la espada con su palma la hizo soltarla.

¿Qué es lo que quiere? —habló cortante premaneciendo frente al joven protegiéndolo aun sin su katana.

El hombre que no se dejaba ver tanto por culpa de la oscuridad la observó.

Veo que Shizaku te ha enseñado bien —dijo luego de un tiempo y dando un paso se dejó ver.

La joven aprendiz del mencionado lo reconoció al instante.

Urokodaki-san —habló mientras lo observaba con una pequeña sonrisa empezando a destavilizarse—. Que alivio encontrarlo, su discípulo... él.... se encuentra grave —susurró—. Debe.... ayudarlo —dijo por último y su cuerpo no resistió más y se dejo caer en la oscuridad.

Urokodaki la sostuvo a tiempo y la miró por un tiempo para luego ver a su joven aprendiz recostado en el árbol, se encontraba herido, pero sus heridas estaban cubiertas por unas telas parecidas al kimono que llevaba la niña, al parecer había roto su ropa más de lo que ya estaba para poder vendarlo y evitar que perdiera más sangre. El hombre cargó a ambos y se dirigió a su hogar en silencio.

Solo la luna y las estrellas fueron testigos de las lágrimas que se escapaban por medio de la mascara de aquel hombre.

Sabito, Makomo. Perdonenme —susurró destrozado por la perdida de sus discípulos.

Pasaron algunos dias y en medio de la noche, la joven espadachin despertó y se encontró en un cuarto que nunca había visto, las paredes de color claro y el suelo de madera terciada, en el centro del suelo había una pequeña lampara que iluminaba el lugar, deslizó las frasadas que la cubrían y quedó sentada, notó la respiración de alguien más, observó al joven descansando a unos cuantos metros de ella ya curado y cubierto con vendas y no con los trozos de su kimono.

Se movió un poco y soltó un quejido al sentir el dolor en sus costillas, producto de un ataque sorpresa de un demonio durante la selección final de cazadores de demonios. Vio su abdomen cubierto de vendas al igual que su frente, suspiró cansada.

Urokodaki entró a la habitación unos minutos después, la miró y se acercó con un tazón de agua y varias telas hacia su discípulo. Cambió sus vendas luego colocó un paño mojado en su frente para contrarrestar la fiebre que le había agarrado durante las otras noches.

Veo que has despertado. ¿Cómo te encuentras? —preguntó esta vez cerca de ella observando sus vendas.

La joven imaginó que aquel hombre la había curado y cambiado de ropa, lo cual la hizo alejarse un poco por el dolor. El ex Pilar notó la reacción de la joven y le claro las cosas.

No he sido yo el que te ha curado niña, ha sido una mujer del pueblo cerca del monte. La llame para que los tratara —explicó con calma.

Lo siento —susurró por las ideas que habían surgido en su mente—. Me encuentro mejor, muchas gracias por su ayuda Urokodaki-san

El nombrado solo asintió y ambos quedaron en silencio por un tiempo observando la llama de la lampara danzar con el viento.

Tomioka... ¿él se encuentra bien? —dijo luego de un tiempo Seiza, mientras posaba sus ojos en el muchacho.

El maestro del joven la observó durante un momento.

Solo esta inconsciente, al parecer sufrió un gran golpe en la cabeza durante la prueba y el dolor lo hizo desmallarse —explicó como lo había hecho la señora quien los curó—. Pero ya se encuentra fuera de peligro, solo debe descansar.

La joven sintió un peso menos y no evitó sonreír demostrando su alivio.

Es bueno saberlo —susurró y bajo la mirada—. No me perdonaría si no lo hubiera ayudado también a él —apretó sus manos formando un puño con ellas demostrando su rabia hacia ella misma—. No debí haberme separado, Makomo y Sabito no hubieran corrido con la misma desgracia si yo los hubiera acompañado tal y como me lo habían pedido.

Sus ojos picaban y su vista se nublaba, cubrió su rostro con sus manos y los mechones de su cabello ahora suelto formaban una cortina que protegía su frágil estado.

Urokodaki se quedó mirándola sin emitir ruido, se acercó más a ella y colocando su mano derecha sobre su cabeza empezó a darle suaves caricias. Seiza levantó la mirada sorprendida hacia el mayor. Por su mente paso un pequeño recuerdo de ella de pequeña llorando y acultandose bajo las sabanas mientras tapaba sus oidos para no escuchar los fuertes truenos de aquella noche tormentosa. Su maestro había levantado la cobija encontradola en ese estado y con una pequeña sonrisa se acercó y acarició sus en aquel entonces cortos mechones oscuros. La pequeña lo observó con lágrimas y lo escuchó decir.

Las mismas cosas que te asustan hoy, son las que mañana te harán más fuerte —habló Urokodaki sorprendiendola aun más—. Es lo que diría tu maestro —siguió con voz firme causando que el interior de la joven se removiera—. Que tu arrepentimiento sea voluntad viva, propósito firme. De nada sirve lamentarse y llorar por lo errores pasados —se levantó y se dirigió a la puerta—. En cambio aprende de ellos y busca como sobrellevarlos.

Término de hablar y salio del lugar dejándola sola con sus pensamientos.

Seiza observó de nuevo a Tomioka asintió como si él la estuviera viendo.

Aprenderé a sobrellevarlos —susurró segura para ella misma y observó la pequeñas gotas caer del cielo—. Tal y como superaré mis miedos —un trueno sonó y el cielo brillo a causa de un relámpago.

Seré tu pilar de apoyo y tu compañera de desafíos —se acostó y cerro los ojos—. Te lo prometo Tomioka..

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top