Capítulo III: The oath and the lie (*)
Tipo de narrador: Tercera persona
Ocho botellas de cervezas fueron chocadas en conjunto haciendo alaridos de celebración antes de que cada uno de los adultos se llevara su respectiva botella a la boca algunos bebiendo de un solo tiro, la única que apenas y tocó la botella fue la pelirroja de cabello más largo que apenas y le dio un sorbo a su cerveza antes de dejarlo en su lugar en la mesa
—Y les gritamos a los dos mocosos— Richie termino de explicar para el resto de los perdedores la razón por la que sus hijos estaban súper castigados hasta el 2020
—Y según ellos no son primos reales— Eddie bebió el resto de su cerveza con brusquedad
Después de la incómoda situación en la que encontraron a sus hijos, los tres acordaron que no lo dirían, no era algo de alegrarse, pero al tener aún el coraje atorado en medio de la garganta, ninguno de los tres hizo el esfuerzo por callarse y terminaron soltando el chisme con los cinco perdedores restantes
—Con razón estaban tan raros en la tarde— Stan titubeo un poco mientras comía un poco de arroz
—¿Cómo raros?— Lucy, Eddie y Richie miraron con atención al judío
—Bueno, antes de que se fueron a la feria, fui a dejar a Lily con Camille, me había dicho que estaban en la habitación de las niñas, Dashelle estaba roja y parecía agitada, pero dijo que era un ataque de asma— explicó el de rulos mientras se encogía de hombros
Si, un ataque de asma que le había provocado Malcolm
—Spaguetti, Lucifer— Richie palmeo el hombro del matrimonio— a este punto seremos abuelos
—Soy muy joven para ser abuela— Lucy hizo una mueca de horror antes de comer un fideo
Pero en el fondo los tres lo sabían, solo querían comprobar que tanto se tomaban su amor de verano sus hijos de 16 años, rayos, Malcolm jamás bajaría 6 bloques de escaleras sin quejarse solo para ver a alguien, y Dash jamás hubiera dejado de quejarse tan rápido después de ver la ratonera en la que la metieron sus padres
Sabían que lo más seguro es que en estos momentos estuvieran compartiendo saliva en la feria, y que Lory, en lugar de ser su espía, estaría entretenida en el gusanito mecánico mientras grababa instastories junto a Mía. Solo esperarían un par de días para tener su conversación sobre si de verdad querían estar juntos y cómo lo tomarían ellos
—Fuiste la primera en embarazarte, Lu— Beverly le reprochó a su mejor amiga, afortunadamente ninguno de sus hijos había entrado en esa edad de los romances. Mía tenía otras prioridades, y Evan aunque era un romántico empedernido, por alguna razón le huía a las niñas de su edad
—Ni me mires así, Marsh— Lucy le apuntó a su mejor amiga— nuestras bebés solo se llevan tres meses
—Bebés— Bill soltó un bufido cargado de sarcasmo pensando en su retoño que solo le importaba el dinero— chantajistas querrás decir
—Creo que el hecho de que Mía se encargue del guión salvará el día— murmuró Stan, pues unas horas antes Denbrough le había contado como Mía era la nueva encargada de su libro a cambio de un porcentaje de las regalías
—Bill, te quiero mucho, pero tus finales...— Lucy torció los labios
—Yo no escribo finales felices, solo finales.
—Mira lo que te ha llevado eso— Ben le extendió su teléfono al castaño
—¿Que es es...?— Bill entrecerró los ojos al ver como estaba en las redes sociales de su hija— ¡arg, Mía!
El perfil de Twitter de Mia Denbrough tenía doscientos mil seguidores, al ser hija de uno de los mejores escritores del género del terror y de una de las mejores diseñadoras del continente, además de su creciente carrera en el cine, era consideraba una nepobaby, razón por la que hasta había una palomita azul al lado de su nombre, y su descripción incluía su signo zodiacal, su color favorito y que amaba a Lana del rey y la coca cola. Pero al deslizar el dedo por el teléfono de Ben, lo primero que se encontró fue un tuit diciendo que el final abierto de the black rapids y como no había secuelas en varios años era un castigo para los fans, y mientras más bajaba, las críticas eran sobre todos sus libros, él único que talvez se salvaba era una recopilación de cuentos que había escrito para Evan el año que nació, y que casi nadie sabía de su existencia
—¡La voy a...!— despedirla no podía, necesitaba el guion, se le ocurrió una mejor idea mientras miraba a Hanscom para regresarle su teléfono— Ben, cuando vuelva a casa, te mandaré la colección de Spiderman de Mía
—Excelente— Ben suspiró aliviado pensando que con eso se ahorraría el regalo de cumpleaños de los mellizos
—¡Bill!— Beverly reprendió al padre de sus hijos— eso se lo regaló Sam Raimi
—Y por eso será una buena venganza— murmuró Stan burlándose e imaginando a la pelirroja gritando al no tener sus coleccionables de Spiderman
Siguieron bobeando un poco más sobre sus hijos y como cada una de sus ocurrencias les sacaba canas verdes y los volvía un poco más viejos, menos Stan, que ni siquiera tenía que explicar que su pequeña era un angelito, mejor se dedicaba a reírse de sus amigos ahora que podía antes de que Lily creciera y ahora les toque a ellos reírse de él
—Mike, has estado muy callado— Bill miró al moreno que solo había dicho un par de palabras y que mantenía su vista en su plato del cual apenas y había probado
—Hay algo, que debo decirles— Hanlon juntó las manos tomando una gran respiración— algo pasa, cuando dejas este pueblo algo sucede— el grupo no entendía nada, menos la pelirroja de cabello más largo que enterró sus uñas en sus palmas mientras que hacia un ruido de desesperación del tacón de su zapatilla contra el suelo— y entre más lejos estás, más confuso es para ustedes— los ojos azules de Lucy se fijaron en Mike, había esperado éste día más de la mitad de su vida— pero yo nunca me fui, no olvide nada. No olvido nada de Eso... Ha vuelto...
El otro se lo advirtió, le advirtió que disfrutara sus 27 años, y ahora es cuando Lucy se preguntaba si de verdad los había disfrutado
Y ella no era la única, los perdedores restantes parecían empezar a recordar todo aquello sobre ese verano, sobre todo lo que pasó y todo lo que dejaron atrás, que aunque sus viajes de dos semanas que hacía ahí una vez al año parecían haberse inmutado, ahora todo era tan claro como el agua
—Pennywise...— Beverly susurro con lo que parecía su último aliento
—El maldito payaso— Eddie buscaba la mano de su mujer, pero ella a pesar de estar a su lado, parecía perdida en el espacio
—Déjame corregirte, Edds— Richie intercalo miradas entre todos en la mesa, hasta que se detuvo en la pálida mujer que se aferraba a su saco sin mirar en un punto específico— el padre de Lucy.
Y entonces todos miraron con atención a la pelirroja
Durante 27 años han ignorado ése hecho, Lucy jamás fue la hija de Eso, de Pennywise o Bob Gray, siempre fue su Lucy, la hija de nadie. La pelirroja era lo más cercano a un gatito atropellado que encontraron a los trece años, alguien a quien cuidaron y amaron, siempre fue esa niña tierna que no entendía indirectas, pero que aun así fue lo suficientemente valiente para pensar dar su vida por sus amigos. La última vez que se habían referido a Eso como el padre de Lucy, fue ese día en las cloacas cuando Bill Denbrough le dio una cachetada y la llamó mentirosa, de ahí en adelante siguió siendo Lucy.
Lucy era una de ellos, no de Eso.
—Cállate, Richie— murmuró la pelirroja aun mirando a la nada— no es algo que he ignorado— al fin levantó la vista— sé de dónde vengo, no me define quien soy ahora.
—Eres más que eso— Eddie apretó la mano de su esposa por encima de la mesa
Lucy quisiera haberle dicho a su marido que apenas recordaba de quien era hija, pero no era así, recordaba perfectamente a esa criatura que la cuido, la alimento y la defendió, no fue el mejor por obvias razones. Él no tenía nada que ver con la mujer que era hoy, pero seguía siendo su sangre, la sangre de sus hijas, y eso era algo que no olvidaría
—Hay un eco que vuelve cada 27 años...— Hanlon captó nuevamente la atención de sus siete amigos—Creímos que detuvimos a Eso—
—Que yo maté a mi padre— lo corrigió la pelirroja
—Si— Mike le dijo a Lucy— pero hace una semana, una niña, Lisa Albrecht, desaparecida. Ha habido otros, y va a haber más, más dolor, más muerte
Siete de ocho sentían como el aire les dejaba de llegar a los pulmones, mientras que una de ellos sentía que toda su vida había sido una mentira, que ese secreto que guardo por 27 años se hizo pesado sobre sus hombros, o tal vez siempre lo fue y apenas parecía notarlo
—Ese eco, tal vez cambiamos a eso, pero también nos cambió a nosotros. Hicimos un juramento
—¿Juramento? — Lucy pudo salir de su shock para preguntar eso, sus amigos le dieron una mirada consternada como si les hubiera salido algo que ella no debía saber
—Mi amor...— Eddie intentó tomar su mano, pero Lucy la apartó, de repente se sentía excluida, traicionada
—¿Qué hicieron? — a pesar de todo, si tomo la mano de Eddie, solo para ver una gran cicatriz en su palma que nunca había notado en la mano del doctor
—Estamos aquí para eso, para que al fin sea destruido— murmuró Mike
La mesera volvió con el cuento llena de galletas de la fortuna, al menos la presencia de la mujer les hacía pensar que no estaban en un bucle extraño, siete de ocho en esa mesa tenía cientos de flashbacks que tal vez siempre estuvieron en sus memorias pero hasta ahora parecían notar
—Mi galleta dice: que— Eddie volcó los ojos mostrando el papelito que se supone que diría su suerte
—No saben hacer galletas, la mía dice doler— Richie hizo una mueca alzando su papel
—¿Me pueden dar eso?— Denbrough extendió la mano recibiendo los papelitos de cada uno de los perdedores
—De eso les estoy hablando— Mike apuntó los papeles que parecían formar un anagrama
—¿No tuvo que doler eso?
—¿Eso tuvo que doler?
—¿Qué rayos es eso?
—¿Tú cambiaste las galletas, Mickey? — Stan miró acusatoriamente al moreno
—No las cambie. Es lo que hace eso
Los gritos de todos los perdedores se hicieron presentes pidiendo explicaciones a Mike, otros entrando en pánico por el anagrama y diciendo que lo mejor era irse ahora que podían
—¡Amor, dame mi maldito inhalador!— Eddie se empezó a exaltar, pero cuando giró en dirección a su mujer, esta parecía una estatua de lo tiesa que estaba— ¿Amor?
Eddie miró a Lucy que parecía haberse quedado en shock fijando su vista en su papelito mientras que su otra mano seguía hecha puño hasta sacarse sangre con sus propias uñas
«Hola, princesa» decía la galleta.
Aun con las manos temblorosas, Lucy le entregó la galleta a Bill que la puso junto con el resto de los papelitos al fin completando el anagrama
«Eso te va a doler mucho, no princesa»
—Edds, tú suegro quiere una reunión familiar
Lucy ni siquiera pudo responderle a su mejor amigo diciendo que cerrara el pico que tiene por boca
Algo que había aprendido tantos años cara a cara con criminales es que a los psicópatas no les importaba nada, el mundo se volvía vacío para ellos, todo era superfluo, y en algunos casos entre un millón, los psicópatas llegaban a amar una sola cosa, y ella sabía que, o mejor dicho quién, era esa cosa que su padre podía llegar a amar
Una sola cosa.
Pero al mismo tiempo, pensaba en quienes estaban en la mira para ser heridos, sus amigos, sus sobrinos, su esposo y sobretodo, a su cabeza fueron dos pares de ojos, unos azules y otros bicolores café y verde
—Mis hijas— Lucy empezó a hiperventilar de solo pensar que Dash y Lory estaban solas. Se levantó de su asiento tomando su abrigo— necesito verlas, vamos por ellas
—Lu, tranquilízate— Mike intentó hablarle— no puedes ser impulsiva, tú más que nadie lo conoces
—No.— dijo tajante mientras caminaba a grandes pasos hacía la salida— yo no conozco un carajo. Voy por mis hijas.
No iba a permitir que su padre pensara en siquiera acercarse a sus niñas.
—Lu...— un fuerte golpe en la mesa hizo saltar a los ocho adultos
—Mike...
Las galletas de la fortuna empezaron a moverse y a romperse, la primera en romperse fue un pequeño embrión de lo que parecía una criatura pequeña y deforme con cabeza de bebé
—¡¿Que mierda es eso?!
Los ocho en la mesa saltaron al ver como el resto de las galletas se abrían mostrando pequeñas criaturas que les ponían los nervios de punta a todos los presentes, antes de que la mesa empezara a sangrar y una grotesca canción de cuna que Lucy Gray conocía a la perfección se hiciera presente haciéndola tapar sus oídos
Solo quería ir a casa, pero... ¿acaso no estaba ya en casa?
—Esto no es real— Mike tomó fuertemente la silla como si eso fuera a detenerlo— ¡no es real! ¡no es real!
La adrenalina se apoderó de él, creía que golpear todo lo que le mostraba, era una manera de quitárselo de encima, de estar a salvo, aunque eso estaba muy alejado, pero parecía ser tan liberador cada golpe
—¿Está todo bien? — la mesera se asomó a la mesa privada después de oír los gritos y golpes
La sangre y las criaturas habían desaparecido...
—Sí, ¿nos trae la cuenta? — Tozier alzó el dedo inocentemente rezando que la vajilla rota no fuera tan costosa
Las respiraciones agitadas y una que otra lágrima era lo único que retumbaba en esa sala
—Vamos por los niños— nadie protestó por la mención de Lucy
No iban a permitir que sus hijos salieran embarrados en todo esto cuando lo único que habían hecho era ser sus hijos, ellos eran inocentes
Los ocho perdedores caminaron a la salida del restaurante, los números de las mayores del grupo estaban a reventar, pero parecían haberse puesto de acuerdo para que ninguno contestara y que aumentará el pánico de las miles de posibilidades que pudieron pasarles en su ausencia
—No contestan el celular— Bev casi quiso lanzar el teléfono a la pared, Mía siempre estaba pegada a su celular y nunca contestaba
—¿Será la señal? — Ben miró la poca señal que había, ah pero no fuera para que Sam tuviera su playlist de Taylor Swift porque ahí si jamás se quitaba los audífonos
—¿Para qué tienen el maldito celular si nunca contestan? — Richie guardó su teléfono maldiciendo a su duende que siempre tiene el teléfono silenciado
—Al menos sus hijos tienen celular— Stan estaba al borde de un ataque, obviamente su pequeña Lily no tenía un celular, solo rogaba que Camille le respondiera el teléfono a Mike para confirmar que estaban bien
—Hola, Richie— una voz infantil hizo girar a los adultos
—¿Cómo sabes mi nombre? — el de gafas frunció el ceño al ver al niño frente a él, tal vez de 10 años, era rubio y de cabello rizado
—La diversión empieza, ¿No? — sus palabras dejaron en blanco a Tozier
—¿Qué dijo?
—¿Crees que es gracioso? — Lucy se acercó amenazante hacía el pequeño —¿Crees que es un juego?
—¡Vete a la mierda!— Richie se puso al lado de la pelirroja agitando el brazo del niño— púdrete, ¡no te tengo miedo!
—¡No te vas a acercar a mi familia!
—La diversión empieza, lo dices en tu show— explicó el pequeño haciendo que Lucy y Richie se mirarán estupefactos— soy tu admirador
—¿Son tus padres? — Richie señala a un matrimonio con otra niña detrás
—Si
—¿Quieres una foto? — Richie y Lucy le dieron una sonrisita inocente al pequeño admirador
—¿Todo bien Dean? — el padre le hizo un gesto para que se acercara
—Olvídenlo— Dean les dio una amplia mueca de desprecio a los adultos— medíquense.
—Me lleva— Lucy se reincorporó— lindo niño
—Loca— rodó los ojos ante las palabras de la madre del niño
—¿Richie, en serio no recuerdas una línea de tu show? — Ben soltó un bufido
—Yo no escribo mi material.
—¡Ya sabía que no, ya sabía que no!— Eddie celebró ante la afirmación que le sacó a Richie
—Siempre lo supimos— Lucy rodó los ojos
Una vez fuera del restaurante chino, cada uno de los perdedores buscaban sus respectivos autos listos para irse, pero por alguna razón, todos quería ver lo que hacía Lucy, que estaba en el maletero sacando algo
—Lucy...— cuando la mencionada se acercó, llevaba un maletín que al abrirlo reveló dos armas con su respectivo cartucho obviamente propiedad de la fuerza especial de Nueva York
—¡Carajo!— Eddie retrocedió. Su mujer era teniente, era normal que tuviera armas, pero tenía la regla de nunca tener armas tan cerca de sus hijas, solo guardaba una en su departamento dentro de una caja fuerte por emergencias. Pero sin embargo aquí llevaba dos, parecía que lo tenía planeado— ¡Te dije que no trajeras eso!
—¡Pues yo nunca estoy desarmada para tu información! — Lucy igual le gritó a su marido. Sus hijas estaban en peligro, eso debía ser su prioridad más que una discusión sobre las armas que cargaba Gray
—Lucy, es tu padre...— Mike se acercó lentamente
—Gracias, no puedo cambiar eso— Lucy rodó los ojos
—Hay que acabar con él, tengo un plan.
—Yo tengo otro, tomar a nuestros mocosos y largarnos antes de que termine peor que uno de los libros de Bill, ¿Quién está conmigo? — Richie soltó la pregunta que hizo que la mayoría alzara la mano, hasta el ofendido
—Hicimos una promesa...— les recordó Hanlon
—Una promesa de la que yo no sabía— Lucy encaró al moreno con un gran tono de desprecio
—Amor...— Eddie le tocó el hombro a Lucy, pero ella lo manoteo para que la soltará
—Tú también me lo ocultaste— Lucy y Eddie casi nunca peleaban, pero cuando lo hacían, sus discusiones eran acaloradas, y está parecía ser la peor de todas en mucho tiempo— 27 años, Edward, 27 años para decirme y nunca lo hiciste.
—No me trates como si yo fuera el mentiroso, Lucy.— Eddie miró a su esposa con la misma mueca que ella, apretando los labios y completamente furioso— eras una niña. Siempre ignore el hecho de tu familia cuando me enamore de ti, cuando me case contigo y cuando tuvimos a nuestras hijas
—¿Ahora es mi culpa? — Lucy se señaló a sí misma
—Te juro que si les pone un dedo encima...— apretó el puño sintiéndose aterrado de solo pensar al maldito payaso cerca de sus hijas
—Yo voy a ser la primera en cortarle la garganta si se acerca a ellas. — le cortó las palabras
Desafío a su padre cuando era niña para salvar a sus amigos, no dudo en defenderlos con uñas y dientes, ¿acaso Eddie pensaba que iba a ser compasiva con él si se atrevía a siquiera respirar cerca de sus niñas?
A pesar de que ambos estaban furiosos, aún así reunieron la suficiente entereza para subirse al auto y conducir a la feria esperando que los niños no les hubieran contestado solo porque estaban muy ocupados en los puestos de comida o arriba de la rueda de la fortuna
Y entonces Lucy no pudo evitar tocar la pequeña cicatriz casi impredecible en su dedo índice izquierdo, una cicatriz mucho más pequeña que la que su esposo tenía en su palma, una cicatriz que demostraba que ella era tan mentirosa como él.
(...)
—Ay, mi carita hermosa— Dash tenía un raspado contra su mejilla, esperaban que el frío bajará la hinchazón en su mejilla— malditos nacos, cero clase, se nota que no hay agua potable en su maldito rancho de porquería
Después de esa mini pelea en la feria, decidieron que lo mejor era irse. Mía y Camille se quedaron a cargo de sus pequeños primos mientras que Malcolm, Dash y Lory se iban a buscar el deportivo que les dio el Tozier mayor -o mejor dicho, Malcolm que le sacó la copia de la llave sin que se diera cuenta-, pero habían tenido que caminar un par de calles ya que ocultaron bien el carro para que nadie se diera cuenta y corriera el riesgo de quedarse sin estéreo, y que ahora si los terminaran de castigar
—Dash, creo que deberíamos ir al hospital— Malcolm llevaba su mano enroscada con la de su chica
—Si papá se entera que termine en el hospital, me va a hacer una resonancia magnética y análisis completos— la de ojos bicolor volcó los ojos de solo pensar que su papá la tendría en urgencias tres día si veía su moretón y que su madre buscaría a los imbéciles que le pusieron un dedo encima
—No creo que aquí haya algo para resonancias magnéticas— Lory estaba borracha, pero reunió entereza para decir eso
—Sí, maldita pocilga— el trío volcó los ojos fastidiados
Los adolescentes debían admitir que lo único que les gustaba de sus vacaciones es que veían a sus tíos y convivían con sus primos, pero de resto era una mierda, Derry parecía haberse detenido en el tiempo, era un milagro que hubiera wifi, pero desde las personas hasta los negocios eran una mierda, joder, los ocho tenían geniales trabajos, podían irse a rentar una mansión en Malibú para broncearse en vez de ponerse como la versión barata de los Cullen donde lo único que tenían en común eran lo atractivos
—Oh, carajo— Lory salió corriendo en dirección al puente que daba al río ya que tantos cócteles le revolvieron el estómago y debía vomitar
Lory inclino la mitad del cuerpo sobre el barandal del puente soltando todo lo que tenía en el estómago, el rio estaba solo así que no le preocupo de que hubiera alguien
—Ayúdala— Dash señaló a su hermana que vomitaba por el barandal. Él de gafas bufó antes de acercarse a darle unas palmaditas en la espalda y sostenerle el cabello a la pecosa que seguía con arcadas sacando todo lo que se tomó
Cinco minutos después, Malcolm la sostuvo por los hombros ya que parecía una muñeca de trapo, estaba pálida y aun arrastraba las palabras
—Ay, miren— Lory apuntó un punto en específico donde veía a los matones que habían golpeado a su hermana, estaban del otro lado del puente, solo que ahora golpeaban a la pareja de chicos que los ayudó, reconoció al de la chaqueta con la gorra de castor ya que era sostenido y parecían querer tirarlo por el otro lado del barandal hacía el río— el castorcito y el leñador
—¡Oigan, cabrones!— Dash se acercó aún con el raspado contra su mejilla, cuando los cuatro vieron a la pelirroja acercarse, huyeron cual cobardes, claro, después de tirar al chico golpeado hacía el río. Dash miró el raspado en su mano y sin pensarlo dos veces y con toda la fuerza que tuvo en el brazo, lanzó el raspado logrando darle el imbécil que la había golpeado en la mejilla— ¡tómala, perra!
—Adrian...— oyó la débil voz de la pareja del mencionado que estaba de ese mismo lado en el puente, solo que él estaba tumbado sobre el pavimento y con la cara magullada llena de sangre
—Vamos— Dash empezó a corregir en dirección al chico herido
—Dash no te metas en eso— Lory se acercó a su hermana tratando de detenerla
—No, debemos ayudarlos— Malcolm llegó al lado de la pelirroja que caminaba a grandes pasos hacía el chico tirando, pero aun dudosos en seguirla— ellos nos defendieron, vamos a devolvérselo— les recordó tratando de que la soltaran, se zafó del agarre de Malcolm y corrió al chico tumbado. Malcolm y Mallory no tuvieron más remedio que seguirla. Dash llegó a su lado tomando su brazo— oye, amigo, arriba
—Niña— el desconocido la veía algo sorprendido— ¿qué haces aquí?
—Devolviéndote el favor— le explico aun tirando de su brazo para ayudarlo a levantarse— ¿cuál es tu nombre?
—Don Hagarty
—Bueno, yo soy Dashelle Kaspbrak, mucho gusto— le dio una pequeña sonrisita incómoda
—Adrian, tiene asma— explicó entrecortadamente— esos idiotas lo lanzaron al río
—Pues vamos al río— Dash empezó a buscar las escaleras que daban al río. Antes se giró a su hermana— vayan por ayuda, lo más seguro es que ambos necesiten una ambulancia
—Ten tu teléfono a la mano— Malcolm la apuntó, sólo había accedido a dejarla sola porque Mallory estaba borracha, y porque el tal Don Hagarty le daba algo de confianza a simple vista para dejarle a su chica encargada— volvemos en un momento
—No tarden
Ella también tenía asma, sabía lo horrible que era la sensación de sentirse ahogada y que le ardieran los pulmones, ni siquiera podía meterse a una alberca, así que si de verdad Adrian había caído al río, la verdad es que le daba pocas esperanzas de vida, sino era el agua, lo mataría la corriente
Ambos bajaron las empinadas escaleras del puente, los recibió las piedras y la tierra del lugar, la pelirroja agradeció mentalmente no haberse puesto botas porque el lugar era difícil de caminar
A los pocos minutos lo encontraron. Adrian Mellon estaba del otro lado del río, alguien lo había sacado del agua, así que no estaba solo
—Don...— Dashelle tomó el hombro del hombre a su lado para que viera lo mismo que ella
Él podía ver mejor que ella, la pelirroja no tenía una buena visión nocturna, pero aun lograba reconocer al payaso al otro lado del rio, no la pareció malo a la primera, la feria estaba en la ciudad, pero ese payaso le provocaba un escalofrío en la columna, su traje plateado parecía sucio, su cara era grande, su maquillaje era muy bueno y les daba una sonrisa siniestra que estaba muy alejada de la sensación que se supone que debían dar los payasos
—Adrian...— Don intentó acercarse, pero Dash se quedó paralizada en su sitio sin dejar de ver al payaso
Y sostenía a Adrian Mellon que parecía casi inconsciente, a ambos se les fue la sangre a los pies al ver la sonrisa siniestra que el payaso les daba, hasta que su boca se abrió en canal revelando unos filosos dientes amarillos que mordió un gran trozo de carne del joven Adrian arrancando su trozo de carne
Don soltó un grito que le puso los nervios de punta a Dashelle, que solo cubrió su boca sin poder gritar al ver como los ojos amarillos del payaso estaban sobre ella
La pelirroja de ojos diferentes se sintió mareada, una vez más esa migraña en sus sienes la hizo tomar su cabeza que no dejaba de dar vueltas hasta que se desvaneció en el suelo
<<Es igual a ella>>
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-Ellis
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