46
Narra Jade
Buscaría ese favor, sí o sí, se perfectamente como convencer a mi diablo. Subo hasta mi habitación, me encierro en mi clóset, buscando la lencería del color favorito de mi diablo.
Me quito el vestido, quitando mi sostén y bragas, mis joyas las dejo sobre el tocador frente a mí. Con mucho cuidado me visto con la lencería, calzando unos tacones negros, mi cabello lo dejo suelto para mayor comodidad, miro el resultado a través del espejo de cuerpo completo, salgo del clóset, con una bata de ceda color negro cubro mi cuerpo, dispuesta a todo, me siento en el sofá, sintiendo esa seguridad en mi misma.
> Yo ganaré, te lo prometo diablo <
Narra Lucifer
Después de ver a la rubia subir molesta a la habitación, decidí darle unos minutos a solas, me levanté del lugar donde estaba sentado, seguido por los perros entre a la casa, dentro se puede percibir la tensión que hay, en el camino me encontré a mi suegro, su rostro demostraba preocupación, estrés y molestia.
Intenté pasar por alto su presencia, estaba por subir las escaleras, pero, su llamado me hizo voltear.
— Lucifer — su voz suena a confusión.
— ¿Sucede algo Blake?— pregunto preocupado — ¿Necesitas algo?—
— Necesito un favor — se acerca a mí — ¿Puedes?—
— Por supuesto, ¿Qué deseas?— pregunto viendo a sus ojos, puedo sentir los nervios que recorre su cuerpo, por primera vez puedo sentir el miedo recorrer al gran Blake Diamonds.
— Necesito que seas tú quien castigue a Natasha — murmura bajo pero puedo escucharlo perfectamente — No hay nadie mejor en castigas más, que el mismo diablo — suelta un pequeño suspiro de cansancio.
— Por supuesto, yo me encargo — veo su cuerpo relajarse — ¿Necesitas algo más?, debo ver a mi mujer, se fue molesta por algo estúpido — sonrió dejando salir una pequeña carcajada.
— Es todo, ve y atiende a mi pequeña — se da la vuelta para irse — iré con unos amigos al casino, ¿Se lo puedes decir a mi hija? — me mira brevemente.
— Yo se lo digo, nos vemos Blake — da unos pasos — Blake — lo llamo, voltea a verme.
— ¿Qué pasa Lucifer?— dudo antes de hablar, respiro hondo.
— Cuídate Blake — me da una pequeña sonrisa.
— Claro — asiente levemente con la cabeza, camina hasta la salida principal, sigo mi camino a la habitación.
Entro a la habitación, el cuarto está en completa oscuridad la cual no me es difícil ver, al encender las luces me permite apreciar a la mujer de mi vida sentada en el sofá individual, el deseo recorre todo mi ser al verla vestida con lencería.
Con cautela me acerco hasta ella, la intento tocar, con un manotazo aleja mis manos, confundido veo su rostro, se levanta del asiento dejándome apreciar con más precisión su lencería, me hace sentarme en el sofá donde ella estaba hace unos segundos, sin decir ninguna palabra se sienta en mi regazo, su rostro se pierde en mi cuello, sus labios dejan húmedos besos mientras sus manos desabrocha los botones de mi camisa.
— Amor — mi voz sale más ronca de lo normal, necesito sentirla — no seas mala — murmuró entre pequeños gruñidos.
— ¿Deseas tocarme?— pregunta con su voz tan sensual, sus manos comienzan a quitar mi saco y camisa, ella me desviste con lentitud, haciendo que mi paciencia se agote, siento mi ropa interior explotar.
— Deseo hacerte mía — la intento tocar, se aleja de mi para evitar tocarla — Ven pequeña — palmeó mi regazo, quedó completamente desnudo dejando en completa libertad la erección. — ¿Qué debo hacer para hacerte mía?— comienzo a negociar, buscando que desea para saciar mi deseo.
— Muy bien — sonríe con arrogancia — podrás tocarme, a cambio de mi favor — me mira coqueta — tú sabes de qué habló — muerde su labio.
— Sabes que no lo haré — niego con la cabeza, su rostro refleja malicia, toma asiento en la orilla de la cama con sus piernas abiertas, acaricia sus muslos subiendo hasta su intimidad.
— ¿Seguro?— pregunta de una manera maliciosa, sus manos comienzan acariciar sus senos, uniendo y separando con sensualidad sin apartar la vista de mí, me está castigando al hacerme ver y no tocarla.
— Mi amor, ¿Quieres retar al diablo?— pregunto burlón, una sonrisa arrogante se forma en mis labios, aquella sonrisa es borrada en cuestión de segundos al verla morder su labio inferior. — no juegues con fuego mi amor, puedes quemarte — le advierto.
— Te diría que me gustaría conocer al diablo y saber cuáles serían sus castigos, pero, no puede tocarme — se burla de mí, sus dedos hacen un lado su ropa interior, exponiendo su intimidad, su pulgar acaricia su clítoris, dos dedos se esconden en su interior.
— ¿Solo dos mi amor? — me burló — ¿Tan pequeña crees que la tengo?— mete un tercer dedo, dejando salir un gemido alto, su otra mano acaricia sus senos.
— Joder — suspira cerrando sus ojos, intento pararme para ir hasta ella, sus ojos se abren de golpe y saca sus dedos que estaban dentro de su intimidad — tienes dos opciones diablo — su voz suena agitada, sus mejillas rojas y sus labios húmedos me hacen enloquecer, necesito hacerla mía —
— Te escucho amor mío — tomó asiento, mi mano derecha comienza a masturbar lentamente mi miembro, estoy por explotar de tan solo verla tocarse.
— Podrás tocarme si me haces el favor, esa es la primera opción, la segunda, si no aceptas, solo verás, pueden pasar días o semanas sin sexo — amenaza con su mirada sensual, mordiendo de una forma sexi su labio inferior, ella me está provocando, está dispuesta a poner en riesgo su placer por un favor.
— Mi amor, ¿Podrás soportar semanas sin sexo?— pregunto burlón, intentado disimular los nervios que tengo ante esa amenaza —
— Claro — chupo uno de sus dedos bañados en sus jugos, fue la última gota que derramó el vaso, me levanto dispuesto a hacerle el dichoso favor, luego de hacerla mía por supuesto.
— Amor mío, tendrás todos los favores del diablo — me acerco a ella — no sabía que la tortura se sentía así — susurro cada ves más cerca de ella — y no me encanta tanto — gruño bajo al ver que ella no me aleja.
Mis manos recorren sus piernas, mis labios besan su cuello subiendo a su barbilla, me arrodilló entre sus piernas dejando frente a mi el valle de sus senos, mis manos unen y separan sus senos aún atrapados entre el sostén de encaje, busco el broche para retirar la tela que no me permite apreciar perfectamente su cuerpo, cuando lo encuentro, puedo retirar y atrapar entre mis labios uno de sus dulces pezones.
Los jadeos no cesan, sus manos toman un pequeño control del cual presiona un botón, las luces de la habitación son iluminadas por un rojo sensual, con mayor atracción y erotismo puedo apreciar su blanco cuerpo, retiro lentamente las prendas dejando ver cada ves más su piel desnuda.
Su cuerpo desnudo y a mi merced hacen encender más la lujuria, se recuesta lentamente en la cama con sus piernas dobladas, dejando su intimidad solamente para este diablo sediento de ella, con mi lengua recorro su húmeda intimidad, mis labios atrapan su centro de placer, succionó y chupo aquel delicioso clítoris, sus gemidos son altos, sus manos se aferran a mi cabello apretando levemente.
Mis labios sueltan su clítoris, dos dedos la penetran, su cuerpo se retuerce de placer, me levanto sin dejar de mover mis dedos en su interior, atrapando aquellos labios que me vuelven loca, nuestras lenguas tienen una lucha en el interior, nos separamos para dar un respiro.
Mis dedos salen de su interior, un gruñido de protesta se vuelve en un gemido ahogado cuando entro en su interior, mi pulgar masajea suavemente su clítoris, mis labios besan sus dulces labios, mi mano libre juega con uno de sus pezones, mi vaivén es lento, quiero hacerla sufrir como ella lo hizo conmigo.
El vaivén comienza a ser más rudo, sus senos rebotan en cada estocada, mis manos se aferran a sus caderas, sus manos juegan con sus senos de una forma salvaje, me salgo de ella brevemente dejando que ella se ponga de espaldas apoyada en sus rodillas dejando su trasero a mi disposición.
La penetración es lenta, mis manos amasan sus glúteos, comienzo el vaivén rudo viendo sus manos apretar las sábanas, perlas de sudor recorren nuestros cuerpos, sus gemidos me hacen saber qué está por venirse.
Sus paredes se contraen cada ves, un gemido alto por parte de mi rubia al llegar a su orgasmo es lo único que necesito para correrme en su interior, dejo un beso en su espalda antes de caer rendido a su lado.
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